domingo, 31 de marzo de 2013

SEXO SEXO SEXO -No me Ignoren

Chicas por favor pasen por mi otro blog :c I Hope Find It de verdad quiero que le vaya mejor, hay buenas novelas, y de verdad para seguir necesito mas comentarios porque no lo quiero cerra, no me ignoren porfis 

domingo, 24 de marzo de 2013

Magia en Ti - Cap: 4

Entonces, una noche inolvidable cuando acompañó a su padre a Jacksonville para asistir a la reunión de los mineros, Nick aprendió lo que su padre quería decir. Después de esa reunión, todos los hombres habían vuelto a Tierra de Jonas y se congregaron en el saloon. Varios de ellos, casados o no, había ido arriba con ansia a visitar a May Belle, cuya brillante sonrisa parecía pegada a su boca. Nick se escandalizó, porque la mayoría de los que se beneficiaron de sus servicios eran los hombres que asistían a la iglesia regularmente y ni siquiera la hubieran saludado a la pobre mujer con un asentimiento de cabeza si la encontraran por la calle. Era bastante obvio para Nick que a nadie le importaba nada acerca de los sentimientos de May Belle, si es que creían que ella tenía de eso. Debido a que ella estaba haciéndose mayor y menguando su atractivo, algunos de ellos ni siquiera querían pagarle su tarifa de diez dólares.


Cuando la pros/tituta fue envejeciendo al pie de su trabajo, ganaba cada día menos con su negocio. Ese día que Nick acompañaba a su padre, Cazador de Jonas, éste puso en la mano de la mujer cuarenta dólares en piezas de oro, lo suficiente para ocho visitas, según los cálculos de Nick. Por un momento horrible pensó que su padre, a quien siempre había creído que era perfecto, planificaba traicionar a su madre y subir las escaleras. Pero entonces Cazador de Jonas había dicho algo a May Belle, que Nick nunca olvidaría.
—Mi mujer dice que nuestra puerta sigue abierta. Vas a encontrar más amigos dentro de nuestras paredes, si tus pasos te llevaran allí.
Ahora, nueve años más tarde, Nick se quedó mirando las ventanas del piso superior del Lucky Nugget y se dio cuenta que el círculo de la vida nunca se acababa. Los días de May Belle como un producto comercializable se habían terminado, y una joven de aspecto angelical, con asustados ojos verdes, había tomado su lugar.
—De no ser por la gracia de Dios estaríamos así todas las demás mujeres en esta ciudad. Vosotros, los hombres no nos habéis dejado a las mujeres muchas opciones cuando se trata de ganarnos nuestro pan—. Le había dicho Índigo.
Nick apoyó la cabeza contra el poste del porche y cerró los ojos, recordando la pu/ta joven que le había esquilmado hacía unos años. La amargura de siempre brotó en su interior, pero aquí en Tierra de Jonas, con las lecciones de su infancia que parecían susurrar a cada paso, tuvo un efecto diferente sobre él. En lugar de sentirse justificado, se sentía culpable por pensar como lo hizo. Aun así, dudaba que alguna vez fuese a cambiar. Algunas de las experiencias de la vida marcan demasiado profundo, tanto que nunca podría escapar de ellas.


Miley, con los ojos verdes había hecho su cama, y por Dios, que podía dormir en ella.
* * *
Sombras… Miley era lo único que sentía a su alrededor, cambiando, susurrando, tocando. Pero ellos no eran reales. A veces, sus susurros sonaban como preguntas, y si las preguntas encajaban en el diálogo de sus sueños, ella respondía. De lo contrario, ni se molestaba. Nadie la pagaba por hablar, de todos modos.


Cerró los ojos y se perdió en el sol. Estaba en la carreta en el camino a la iglesia. La brisa de la mañana era dulce con el aroma de flores silvestres, y Mamá iba cantando himnos. Miley apretó la cabeza de su pequeño hermano Jason junto a su pecho y lo abrazó, dirigiendo su mirada desenfocada hacia el campo de margaritas que pasaban. Su boca laxa extendió en una sonrisa tonta. Pidió prestado un pañuelo de Mamá para limpiar la baba del labio inferior de su hermanito.
—Di que me quieres. Quiero oírte decirlo.
El pecho de Miley se hinchó con la felicidad al oír hablar a Jason.

—Oh, sí. Te quiero.— Le alisó el pelo a Jason, preguntándose si él sabía lo mucho que lo amaba, y cuánto lo seguiría amando a pesar de todo lo que había tenido que hacer por él. La aflicción de Mamá era tremenda cosa. Por lo menos Miley podía hacer la carga más ligera de su madre y cuidar de ella. Pero la vida de Jason se había terminado antes de que comenzara, y ahora vivía en un oscuro mundo del que nunca podría escapar. Y todo era culpa de ella.

—Te quiero… realmente lo hago. Te amo con todo mi corazón.
La sombra se alejó, y Miley oyó tintinear monedas. Apretó la mejilla contra la chenille de la colcha y volvió a sonreír.
Estaban en la iglesia ahora, y los monaguillos estaban caminando por los pasillos para pasar las canastas de la colecta para el Pastor Elías. Miley se inclinó sobre su hermana Alaina para dejarle el dinero de su madre para el óbolo en su mano. Luego, guió su brazo para que pudiera abandonar su diezmo a la canasta. A pesar que fuese Miley la que ganaba el dinero para su familia, a su madre la gustaba encargarse de hacer una donación a la iglesia, siendo ella viuda y cabeza de su hogar.
Otra sombra se movió sobre Miley. Oyó una voz que decía:
—Vamos a pasar un buen rato, cariño.
Ella le dio una sonrisa soñadora y le dijo:
—Oh, sí, un buen rato.
Ella estaba en la sala de casa. Era el cumpleaños de Ellen, y Miley tenía una gran sorpresa para ella escondida detrás del sofá de crin, un par nuevo de zapatos de tacón alto de Montgomery Ward y Compañía, sus primeros zapatos de señorita. Antes de abrir los regalos, por supuesto, volverían a jugar a sus juegos y comerían la tarta. Mamá estaba casi terminando de girar la máquina de helados. Eso era algo que su mamá podría hacer sin la ayuda de Miley, una vez que empezaba, parecía disfrutar. Probablemente porque lo sentía necesario.
Con demasiada frecuencia Mamá se sentaba en el banquillo deseando poder participar, con la cabeza inclinada para escuchar mejor, sus grandes ojos grises fijos hacia delante. Miley sabía que no era fácil para ella estar atrapada en la oscuridad de su ceguera.


Pero basta de pensamientos tristes. Este era un momento para celebrar. ¡Decimocuarto cumpleaños de Ellen! Miley casi no podía creer que su hermana pequeña hubiera crecido tan rápido. ¡Oh, qué maravilloso día! Los nueve iban a pasar unos momentos estupendos. Y a Jason le encantaba el helado.
—Háblame, cariño. Dime que lo estás pasando bien.
Miley levantó su falda y dio vueltas alrededor de la sala abrazando a su hermano Frankie. Ella le estaba enseñando a bailar a expensas de sus dedos de los pies. Con diecisiete años, era una cabeza más alto que ella, y tenía los pies gigantes que iban hacia todas las direcciones, menos en la forma que debieran. Era rápido para aprender, sin embargo, y Miley estaba siempre muy orgullosa de él. Se parecía tanto a su padre.
—Oh, eso es perfecto—, exclamó. —Me siento como si estuviera flotando en el aire.
Frankie se sonrojó y dijo que bailar con ella era sentirse como el cielo. Miley se rió. Le decía a veces las cosas más tontas.
Por fin, la sombra se alejó de Miley y oyó las monedas caer en su tocador. Esperó a oír cerrarse la puerta; seguía con los ojos apretados y bien cerrados para no vislumbrar la cara del hombre, en el derrame breve de luz que entraba en su habitación desde el rellano. Hacerlo de otra manera significaría que tendría que enfrentar la realidad, y a menos que se viera absolutamente obligada, Miley evitaba hacer eso.


A los hombres que la visitaban no parecía importarles la manera poco ortodoxa en la que proporcionaba sus servicios. Una mujer que se podría alquilar, eso era todo lo que cualquiera de ellos realmente quería, y en un lugar tan pequeño como Tierra de Jonas, no tenía que preocuparse por la competencia y se le permitía su idiosincrasia. Estaba disponible desde el anochecer hasta la una de la mañana, sin excepciones. Siempre en la oscuridad, un límite de tiempo de treinta minutos, absolutamente sin extras. La mayoría de sus clientes que eran asiduos aceptaron esas estipulaciones, sin dudarlo. La usaban el tiempo asignado y se podía confiar que ellos dejaban fielmente su cuota sobre la cómoda.


A veces, si un hombre tardaba poco, se podría quedar un rato mas en su próxima visita a cubrir la diferencia. En las raras ocasiones cuando llegaban a la ciudad algún extraño y quería compañía femenina, Gus, el dueño del salón, explicaba las reglas y recogía el dinero para ella en la planta baja.
Así, guardaba a Miley de tener que hacer frente a cualquier transacción comercial.
Para distanciarse aún más, Miley conjuró una imagen de los bajíos Creek, y con la facilidad de una larga práctica, se deslizó rápidamente hacia allí. Mediodía. Índigo y sus hijos. A medida que la imagen llegó con más claridad, sonrió un poco viendose a sí misma en el ojo de su mente mientras caminaba a través del agua, riendo un poco con Hunter, ya que se apresuraron a coger el perro de agua que se escabullía.


Entonces su imagen en el sueño se tornó un escalofrío. Alguien la estaba observando. Miley miró hacia el banco de sombra de los árboles. Un hombre de cabello oscuro se sentó con sus hombros musculosos presionando contra un roble, sus fuertes brazos descansando sobre una rodilla doblada. La brisa le revolvió el pelo y lo colocó en ondas rebeldes a través de su alta frente. Sus ojos azules ardientes la paralizaron. Ella no podía moverme, no podía respirar.


La forma en que la miró la hacía sentirse desnuda. Y mucho. Supuso que era el hermano de Índigo, Nicholas. Pero a partir de la admiración que vio brillando en sus ojos, sabía que él estaba en desventaja. Sin su maquillaje de la cara y con su pelo rizado salvajemente, él no la reconoció.
Por un instante loco, Miley quiso que nunca lo hiciera. Era increíblemente guapo, oscuro y atractivo, con un aura de poder que emanaba de su cuerpo relajado. Su sonrisa maliciosa brillaba con dientes perfectos, de color blanco y prestó a sus ojos azules un brillo irresistible. Ella había conocido a muchos hombres, pero ninguno la hacía sentir así, como si hubiera estado esperando toda su vida a poner los ojos en él.

En cuanto la sensación la envolvió, Miley se apartó. Tan hermoso como era, Nicholas Jonas no era para ella. No sabía por qué, incluso haciéndose ilusiones tontas. Lo último que necesitaba o quería en su vida era un hombre.



Con un suspiro de cansancio, retiró la imagen dentro de su cabeza y obligó a sus ojos a abrirse para buscar las sombras. Estaba sola, y por su reloj interno, supuso que su turno había terminado. Desde abajo llegaba el sonido de la música, de la risa y el piano. Al apretar el cinturón de la bata, se deslizó de la cama. Después de abrir la puerta para voltear el signo ocupado, corrió el cerrojo. Luego se trasladó a través del espacio para el lavabo. Como era su costumbre, se lavó todo el rastro de sus encuentros profesionales, antes de encender la lámpara. Esta rutina hacía que todo pareciese menos real.


Cuando la sala estaba iluminada por la lámpara una vez más, hizo a un lado el biombo que ocultaba su mesa de trabajo. Una sonrisa le tocó los labios mientras se sentaba en su silla de costura y levantaba el vestido que estaba haciendo para Alaina, que estaba a punto de cumplir dieciséis años. Rosa, su color favorito.
Miley sacó un alfiler de la almohadilla y reanudó la tarea de sujetar el volante con el dobladillo.
En cuestión de segundos, los sonidos provenientes de la planta baja se perdieron en el fondo, y se dio cuenta sólo de aquellas cosas familiares a su alrededor que constituían su realidad. Su mirada se desplazó a la disposición de las flores prensadas bajo un cristal a su lado, un regalo que ella estaba haciendo para Índigo. En el asiento de su mecedora estaba su Biblia abierta, el pasaje en el que había dejado de leer marcado con una cinta. Y sobre el borde de su nueva máquina de coser, la funda de almohada, con una cara de payaso, que estaba bordanLa luz del sol se inclinaba bajo el alero e iluminaba el moteado de las tablas del paseo marítimo. Con el ancho y fruncido sombrero bien hacia adelante, Miley se mantenía con la cabeza inclinada mientras se apresuraba más allá de las tiendas. En la brisa de la mañana, los deliciosos olores de arce, la canela y la levadura llegaban de la panadería. De la barbería vinieron los olores mezclados de ron de bahía, la pasta de asentador de navajas, bergamota, y sales de baño de los hombres.


Al pasar por la tienda de ropa, vislumbró un nuevo escaparate en la ventana y redujo sus pasos para admirar a una señora vestida con una capa de primavera hecha de tela perforada de Kersey negra, adornada con bordados de seda negro. Fue precisamente el tipo de capa que Nick había estado pensando en hacer a su madre, suficiente para asistir a la iglesia, pero no tan elegante que estaría fuera de lugar en la ciudad. El cuello elegante era de fino encaje negro, y el sombrero Venecia a juego estaba clavado en el hombro del maniquí.

Por mucho que ansiaba quedarse y estudiar el patrón de la capa, no se atrevió. Tal vez cuando visitara su casa el fin de semana siguiente, la tienda en Grants Pass tendría capas de primavera de un diseño similar en stock.
Como se apresuró en su camino, oyó voces que venían a través de la puerta abierta del almacén de ramos generales. Sam Jones y Elmira tenían unas cien libras en sacos de patatas a precio especial, y pese a la temprana hora algunas de las mujeres locales ya estaban fuera de casa para hacer sus compras diarias, probablemente con la esperanza de obtener lo mejor. Miley no podía dejar de envidiar a las mujeres a sus amistades casuales entre sí. Qué bueno sería no tener miedo a ser reconocida, a ser capaz de mantener la cabeza en alto y saludar a los transeúntes con una sonrisa.
No debía pensar en ello. Lanzando miradas a derecha e izquierda para asegurarse de que el camino estaba despejado, se bajó del paseo marítimo y de la calle. Mientras corría a través de la vía de tierra apisonada, oyó un silbido y una voz de hombre. Ella no titubeó ni lo miró. El hombre la reconoció sólo porque ser Miley, la ramera, la había visto antes andando furtivamente por la ciudad llevando el gran sombrero que ocultaba su rostro. Si tuviera que quitarse el sombrero y girar para enfrentarse a él, vería la poca similitud de esta Miley con el pelo rizado y salvaje a la Miley pintada llamativamente dentro del Lucky Nugget, la mujer que él creía que era.


Eso Miley no existía, en realidad no.
A medida que se acercaba a la casa de Índigo, Miley desaceleró sus pasos. No había otras residencias en el extremo sur de la ciudad, sólo la escuela, y estaba vacía ahora a causa del verano. Había pocas posibilidades de toparse con alguien inesperado aquí.
Hoy, ella e Índigo habían planeado hacer melcocha* de agua salada. Una idea loca con este calor, Miley lo sabía, pero no podía esperar para empezar. El pequeño Hunter llevaba mucho tiempo esperando, cuando llegó con la mantequilla en las manos y empezó a batirla. Con una sonrisa, Miley recordó la última vez que había tirado la mezcla chiclosa. Su hermano menor Frankie había perdido el control sobre el caramelo y aterrizó de plano en su parte trasera.


Tomando una respiración profunda, se quitó el sombrero y levantó la cara al sol. Los olores de la ciudad no llegaban tan lejos, allí el aire olía a pino y encina, un aroma maravillosamente terroso que le resultó tan agradable como ninguna otra cosa podría. Hasta el anochecer, cuando tendría que arrastrase de nuevo al Lucky Nugget y asumir su identidad, esto, aquí y ahora, era su realidad, Índigo y sus hijos y la mañana iluminada por el sol.
Era suficiente para Miley, porque sabía que tenía que ser así. Estaría eternamente agradecida a Índigo por su amistad. Sin esa distracción, Miley estaba segura que volvería loca a Stark Raving. Su economía hacía imposible para ella visitar la casa de su familia más de un fin de semana al mes. Los veintiocho días que se extendían como una eternidad en el medio serían insoportables, si no fuera capaz de escapar de las trampas de mal gusto de la berlina. Tenía un caso incurable de insomnio que sólo la dejaba dormir algunas horas por la noche, y su labor de costura y artesanía tomaban sólo la parte de sus horas de vigilia.


Las voces llegaban a Miley a través de las ventanas abiertas de la pequeña casa de Índigo. Reconoció el tenor aterciopelado de Jake Rand y dedujo que se le había hecho tarde para salir a trabajar. Queriendo evitarle, Miley se deslizó en la esquina de la casa para esperar hasta que se fuese a la mina.
La sombra de un alto pino cayó sobre ella, y se apretó de nuevo contra la pared de la casa. Marchitas lilas alfombraban el suelo, secos pétalos marchitos rozarban sus zapatos. Cerrando los ojos, aspiró su perfume tenue y escuchó a la familia Rand riendo juntos. Amelia Rose gritaba con alegría, y 
Miley recordó la imagen de su padre lanzándola por los aires besándola antes de decir adiós. La risa ronca de Hunter también llegó hasta ella.


Una vez, hacía mucho tiempo, Miley había tenido un padre amoroso como Jake Rand. Aún podía recordar lo maravillosa que se había sentido cuando él la abrazaba. Francie, la había llamado a ella, su niña Francie. Aunque Frank Graham llevaba muerto casi diez años, sus recuerdos sobre él eran tan preciosos que los llevaría con ella siempre.
—¿Espías?
La pregunta, pronunciada con una voz profunda, burlona, hizo saltar a Miley. Se volvió y vio al hermano de Índigo, Nicholas Wolf, caminando hacia ella, dorado con la luz del sol de la mañana, y en un momento, bañado al siguiente paso en las sombras del árbol por encima de él. Él llevó a cabo una taza de cerámica azul en una mano, un dedo fuerte y cerrado a través del asa, los nudillos callosos sujetando su base. Vio la bocanada de vapor hacia arriba y adivinó que era una taza de café recién hecho.


Para un hombre con las costillas rotas, se movía con una agilidad desconcertante, sus largas piernas acortaron pronto la distancia entre ellos, sus anchos hombros se movían al compás, con cada zancada.
El pelo de caoba estaba en la frente bronceada en ondas rebeldes. Sus ojos eran de un azul oscuro en sorprendente contraste con su oscura piel india, mirándole así, aún era demasiado fácil imaginarlo en las llanuras de Texas, asaltando y saqueando, tal vez incluso secuestrando a las mujeres blancas.
Hoy vestía blue jeans y una camisa sin cuello, blanca, cosida simplemente, sin dobladillo en las mangas que se doblaban sobre sus amplios antebrazos, la pechera delantera desabrochada y colgando abierta para revelar los músculos de su pecho y las tiras de vendas de muselina blanca con las que se vendó las costillas. La camisa, gastada y suave de muchos lavados, marcando las líneas musculares de su torso como una caricia, los faldones ligeramente metidos en sus pantalones, abrazando la cintura delgada. Miley bajó su mirada a las botas, las típicas de leñador, pesadas y gruesas, con suela de clavos, las usuales que llevaba la mayoría de los madereros. Sin embargo, daba sus pasos con una energía misteriosa, la gracia innata y el salvajismo de sus antepasados Comanche evidente en cada movimiento.


Debido a que ya la había visto la cara de ayer, no tenía mucho sentido en ponerse el sombrero de nuevo. Él la miró como si quisiera aprendérsela de memoria, y un terrible presentimiento se apoderó de ella. Desvió la mirada, con miedo de él sin saber ciertamente por qué.


Ridículo. Él no era nada para ella, sólo el hermano de Índigo, que estaba en su casa para recuperarse de una lesión. No se quedaría en Tierra de Jonas lo suficiente como para ser una amenaza para ella. Y si por casualidad se quedase, ¿por qué iba a querer hacerla daño?


Miley se obligó a mirar hacia él de nuevo y a continuación, deseó no haberlo hecho. No habló, pero no había necesidad. Miró a sus ojos unos segundos, estos parecían mantener un control implacable. Tenía la inquietante sensación que él podía leer mucho más en su mirada de lo que ella deseaba. Ayer, en el arroyo, no había tenido esta sensación sobre él, pero ahora se dio cuenta que podía ser tan intuitivo sobre los sentimientos de los demás como su hermana. La extraordinaria capacidad de Índigo para despojar las capas que ocultaban a una persona no le molestó nunca a Miley, porque eran buenas amigas, y tenía toda su confianza.


Nicholas Jonas era un caballo de un color diferente.
El destello de burla en sus ojos era muy diferente al que ella había conocido ayer. Duro, y de alguna manera, mezclado con deseo carnal. Él había sabido la verdad acerca de ella, lo veía escrito en su rostro.
Miley tenía un loco deseo de correr. Pero no pudo. Su mirada se quedó estática. Como si supiera que estaba atrapada, él sonrió lentamente, con la boca elevada levemente en las esquinas, de una manera que hizo latir corazón.
—Tenemos una hermosa mañana, ¿no?— Su tono era bajo y de seda, ni mucho menos amenazante o desagradable, sin embargo, sus nervios vibraba con cada inflexión de su voz.


A medida que se acercó más, su cercanía la hacía sentirse empequeñecida. Supuso que como él media más de seis pies, una altura extraordinaria, sin duda, heredada de su padre que estaba muy por encima de la mayoría de los hombres de la comunidad. Para ampliar su estatura, tenía la musculatura enorme de alguien que constantemente se enfrentaba contra los elementos. Su aroma, agudizado por la humedad de la mañana, se trasladó a su alrededor. Sus fosas nasales recogieron los rastros de la bergamota y el jabón, que reconoció como los ingredientes del jabón de afeitar, y ron de bahía mezclada con glicerina, que se utiliza en forma líquida casera cómo champú. En otro hombre la combinación de olores podría parecer común, tal vez hasta mundana, pero en Nicholas Jonas, le envolvían de forma potente y masculina.
Como no quería hacerle saber que su tamaño la intimidaba, Miley se aplastó contra la casa. Como si él hubiera percibido su derrota y lo encontrase divertido, su sonrisa se profundizó mientras la examinaba. Esos ojos… Eran tan intensos y oscuros, de un azul increíble, llenos de fuerza, pestañas sedosas del mismo tono de su pelo. Cuando volvió a mirar dentro de ellos, le resultó difícil pensar con claridad, y mucho menos dar respuestas inteligentes.
—Eres un rompecabezas—, murmuró. —Y nunca he sido capaz de resistirme a un buen juego.
Miley trató de tragar, pero su garganta se negó a trabajar. No importaba, porque su boca estaba tan seca como el polvo.
—Yo… tengo que irme.
—No saldrás corriendo.


Su expresión todavía traviesa pero con arrogante marcialidad, llegó a ella. Miley se estremeció cuando sus dedos fuertes le rozaron la oreja. A medida que su mano iba hacia atrás, vio que sacaba una moneda de oro reluciente. Con sus dedos mágicos la puso, brillante, en su mano, la elevó y la tomó dentro del círculo de sus dedos pulgar e índice.
Pasando el dinero delante de ella, le dijo con voz de seda,
—Diez dólares. Puedo hacerlos aparecer por arte de magia.— Su mirada se perdía perezosamente en su corpiño. —Y hay más de donde vino esto. —Sus dientes blancos brillaron mientras hablaba, y sus ojos se calentaron con la invitación descarada.— ¿Cuántos de diez dólares en monedas de oro tendría que encontrar detrás de esa orejita, para que pasaras esta mañana conmigo?


Miley se sintió tan humillada que quería hacer una madriguera en la tierra y desaparecer.
—¿Esta mañana?
—Esta mañana—, repitió él. Entrecerrando los ojos, miró a través de las ramas de pino al cielo sin nubes. —Es un día perfecto para encontrar un lugar privado a lo largo del río, en algún lugar tranquilo y lejos, estupendo para pasar unas horas con una joven muy bonita y servicial.


Ella parpadeó, no del todo segura de cómo manejar esto. Los hombres a veces trataban de pararla por la calle, pero se las había arreglado siempre para evitarlos. Nick Jonas estaba tan cerca que se sentía como un pedazo de carne entre dos rebanadas de pan, la casa en su espalda, el pecho masculino bloqueando su escape.
—Yo…eh…— Buscó desesperadamente algo que decir. —No veo a caballeros fuera del saloon.
—No soy un caballero.— Giró la moneda ante su nariz. —¿Cuánto, Miley? ¿Qué te parecen quince? Si eres talentosa en el comercio, voy a subir en otros cinco, ¿y lo dejamos en veinte? Me atrevería a decir que es el doble de lo que sueles ganar.
—No.
Con un giro amplio de su muñeca, vació el contenido de su taza de café sobre la hierba. Apoyando un brazo contra la casa, se acercó más y acarició su labio inferior con la moneda. La luz burlona de sus ojos desapareció para ser reemplazada por una mirada brillante.
—¿Cuál es tu juego?
—¿Perdón?
Él se rió, el sonido salió entrecortado en tono burlón.
—Oh, eres buena. ¿Practicas lo que haces con tus ojos frente a un espejo, o te nace de forma natural?
Miley no tenía la menor idea de lo que quería decir.
—¿Qué cosa? No tiene ningún sentido, señor Jonas.
—Voy a ser un poco más claro a continuación. ¿Por qué una mujer de tu condición quiere pasar tanto tiempo con una mujer dulce y joven como mi hermana? ¿Qué sacas de esto? Y por favor no me digas que te gusta jugar a la niñera de sus dos hijos.
¿Una mujer de su condición? Miley se oyó a sí misma, la habían descrito en términos mucho más bajos, pero aun así dolía.
—Índigo es mi amiga. Me gusta estar con ella, eso es todo.
—Tonterías—, disparó él-. —Conozco a las de tu clase, y creo que siempre tenéis motivaciones ocultas. ¿Es el dinero? ¿Esperas conseguir sus simpatías, y obtener ganancia con ello en sus bolsillos?


_________________________________________
es tan mmm feo que Miley sea una prostituta en la novela :/ esta novela es hermosa ksdfjsfhdhsfh todo lo que ella pasa es y¡tan triste 

Magia en Ti - Cap: 3

Tres horas más tarde, Nick se echó hacia atrás en una de las sillas de la cocina de su hermana, con una taza de café en los labios. Frente a él, Jake Rand, su cuñado, se sentó con Amelia Rose en sus rodillas, a darle de comer un mejunje de horrible aspecto hecho con carne, salsas y puré de patatas, todo molido. Amelia Rose se mantuvo con la boca bien cerrada, y cuando la abría era para dar unas teatrales arcadas, con sus ojos marrones y enormes inundados en lágrimas de cocodrilo.
—Cariño, tienes que comer—, informó Jake a su hija en un tono lleno de halagos. —¿Un bocado más para tu padre?


Amelia Rose en una nueva nausea empujó el último bocado con su lengua entre sus dientecitos y dejó caer la papilla con un plop, en su regazo. Ella parpadeó y se estremeció. Jake suspiró y trató de limpiar algo la pechera de su vestidito, ya bastante sucio de restos de comida.

—Esa es la comida mas asquerosa y mas triste que he visto nunca.— comentó Nick. —No me extraña que no se la coma.
Jake arqueó una negra ceja, y sus ojos castaños brillaron de risa.
—¿La voz de la experiencia?
—No tiene que ser uno padre para tener sentido común. ¿Por qué habéis rebujado la comida de esta manera? Me dan nauseas con sólo mirarla.
Índigo se apartó de la pileta. Con un brillo travieso en sus ojos, recogió a su hija de las rodillas de Jake y se la entregó a Nick.
—Muéstranos cómo se hace, tío Nick. Si consigues darle de comer, te voy a hornear un pastel de manzana todos los días durante una semana.


Con actitud desafiante, Jake empujó el recipiente del bebé sobre la mesa. Nick miró hacia la mezcla poco apetecible, y luego estudió a su sobrina. Amaba demasiado la tarta de manzana para pasar del reto. Reprimiendo una sonrisa, agarró la jarra de miel de la mesa y goteó una corriente generosa en la parte superior de la papilla de Amelia Rose. Los ojazos marrones de la niña se iluminaron con interés.
—Eso es hacer trampa—, exclamó Índigo, con las mejillas tiñéndose de un rubor rosa. —Te lo juro, Nicholas Kelly, no hay quien te aguante. Ahora que has arruinado la cena de la niña, y tendré que moler más carne de venado.


Nick tomó la cuchara y le dio a Amelia Rose una gran porción. La niña masticó, parpadeó, tragó saliva y abrió la boca para otra cucharada. NIck mostró a su hermana una mirada seductora.
—Decidme que no sé lo que me hago con las hembras. Háganle una oferta lo suficientemente dulce, e irán a por uno todo el tiempo.
Índigo puso los grandes ojos azules.
—Tienes la mente podrida.
Jake se rió entre dientes.
—Cualquier cosa que funcione, te la aplaudo. Si ella no come, va a ser tan delgada como su mamá.— Cuando Índigo pasó por delante, le dio un buen pellizco en su redondeado trasero a través de los pantalones de piel de ante. —No es que yo me queje.


Su esposa movió su moreno cabello y le dirigió una mirada de advertencia y luego se volvió a lavar los platos. Nick siguió una cucharada tras otra con la mezcla de miel y comida para la boquita de su sobrina.
—Estira bien la masa de la tarta, cuarto de litro. He ganado la apuesta.
Índigo negó con la cabeza.
—A ella le gusta demasiado el dulce, no hay duda. Confiar en ti para darle ánimos para comer… Y no me llames cuarto de litro. ¿Sabes cómo lo odio?. Hunter repite todo lo que escucha.
—Dado que Hunter esta de vuelta jugando en la calle, creo que puedo llamarte lo que quiera.— Viendo el resplandor indignado de Índigo, Nick se rió, hizo una mueca cuando el movimiento hizo que le doliesen sus costillas, y luego reanudó la tarea de dar cucharadas de la cena a Amelia Rose en su boca. Después de un momento, se puso serio y levantó la vista. —Hablando de insultos, ahora que me acuerdo. ¿Qué quisiste decir el día de hoy cuando me contaste que Fanny era sólo una especie de prostitu- -una desafortunada?
Índigo se apartó del fregadero.
—Miley, no Fanny, y no puedo aclararte mucho más. Ella es sólo una especie de… eso, pero no realmente.


Nick deslizó una mirada inquisitiva a Jake, que se encogió de hombros y lanzó una mirada hacia el techo, una mirada que decía, más claro que las palabras, que no había forma de entender a veces a Índigo. Nick recordó. Su hermana era un poco extraña. Por supuesto, la gente había dicho lo mismo de él. Pensó que era una forma como cualquier otra de llamarlos, debido en parte a las enseñanzas que le habían inculcado, y por ser un poco diferentes, dado que su padre era Comanche y su madre una fiel católica.
Jake se levantó de la mesa.
—Voy a ver cuanta leña tendré que ir a cortar para la cocina. ¿Vienes, Nick?
—Estaría bien—. Nick repasó el tazón de Amelia Rose dejándolo limpio y le puso la última cucharada en la boca. La pequeña sonreía mostrando sus hoyuelos, mientras le pellizcaba la mejilla a Nick. Teniendo cuidado de proteger sus costillas, se inclinó para dejarla en el suelo. —Espero que mi pastel este listo para mañana por la noche, medio litro—, le dijo a su hermana cuando se puso de pie.
Índigo levantó una ceja con delicadeza.
—No tienes derecho a recompensa, ¿verdad? Sobre todo porque lo hiciste con engaño.
Nick, le guiñó un ojo.
—No me dijiste que no podía usar la miel.


Nick siguió a Jake fuera y se apoyó en la pila de leña para mirar mientras su cuñado manejaba hábilmente el hacha. Ya tenía ganas que sus costillas se curaran lo suficiente para servir de ayuda, pero esto tomaría un par de semanas más. Frustrado por sentirse inútil, buscó algo de que hablar. Puesto que era un tema que parecía que no podía dejar reposar, decidió resucitar la conversación que había comenzado en la cocina.
—Jake, ¿no te preocupa, tener a tus hijos sometidos a la influencia de una pros/tituta?
—Me sorprendes, Nick. Creí que tu padre te enseñó que no debías de juzgar a los demás por la vara de medir del mundo.


Nick rayaba el suelo con la suela de su bota. En los últimos años, las enseñanzas de su padre se habían convertido en un punto delicado para él. Tratar de caminar tras las huellas de Cazador de Jonas, era una manera segura para un hombre de conseguir una buena patada en los dientes. Aclaró su garganta.
—Yo no la juzgo.
—Pues a mí me suena a eso.
—Llámame cauteloso. Nunca he conocido a una pros/tituta que no haya abierto los ojos si puede conseguir fácilmente un dólar. No es ningún secreto en Tierra de Jonas que tu vienes de familia rica, Jake, e Índigo tiene el corazón muy tierno, así ha sido siempre y siempre lo será.
—No es una mala manera de ser.—, dijo Jake y mientras cortaba, un ligero gruñido salió de su garganta. —Me gusta de esa manera.
—¿Cómo te vas a sentir cuando no haya tocino sobre la mesa,porque ella dio todo tu dinero a la pros/tituta local? Te lo digo, ten cuidado. ¿Qué más podría atraer a una chica como Fanny hacia alguien como mi hermana? La simple dulzura de Índigo, aunque sea una bendición, sin duda no lo es.

Jake se rió entre dientes.
—Lo encuentro interesante. Supongo que es según se mire, ¿eh? Y el nombre de esa chica es Miley, no Fanny. Parece que tu mente sólo piensa en una cosa.
—¿Dónde más? Por el precio correcto, ese lindo trasero de ella es la zona de juegos de cualquier hombre.


La mandíbula de Jake se endureció, y vaciló en el siguiente golpe de hacha, tuvo que esforzarse por fin para romper la madera sobre el tocón.
—Baja la voz, hombre. Hunter está jugando un poco más allá.
Nick miró hacia donde estaba el chico y bajó su tono.
—Simplemente no creo que entiendas lo grave que esta situación podría llegar a ser. Índigo daría su último par de mocasines a cualquier persona con una historia triste que contar. Confía en mí, la conozco.
—¿Porque eres igual que ella?¿O debería decir que antes lo eras?
—La gente cambia.
Jake hizo una pausa para estudiar a Nick por un momento y luego sacudió la cabeza.
—Has cambiado mucho, sin embargo. No estoy seguro de que quisiera saber en que más.
—Por supuesto que me conoces. He acabado creciendo, eso es todo. Eso le pasa a todo el mundo.
—Yo prefiero tener siempre el corazón de un niño, ahora y para siempre.
Eso picó. Aunque Nick disimuló, se cruzó de brazos y sonrió, fingiendo que no le importaba. Pero la verdad era que estaba bastante cansado que todo el mundo y su familia intentaran encontrar alguna falta en él para condenarlo.
—Mi trabajo le da a un hombre algunas asperezas. Eso no quiere decir que por debajo no sea la misma persona.
Volteando un trozo de madera, Jake se tomó un momento para mantener el equilibrio.
—No me preocupan tus asperezas, Nick, hablo de ahora, de cómo ves las cosas hoy en día. Hablando acerca de personas con historias tristes, algo me dice que tú tienes una propia que contar. ¿Quieres compartirla conmigo?


Nick se echó a reír y levantó las manos.
—Jesús, Jake, ¿te escuchas a ti mismo? No soy el único que tiene mala opinión de las prostitutas.
—No. Definitivamente, no solo tú, y es una lástima. Me pregunto qué sucedió para que tomes una postura tan dura. Parece que la amargura habla por ti. ¿Has tratado alguna vez de rescatar una chica así, Nick?
—Hasta que me di cuenta de cómo eran.
—Te quemaste, ¿verdad?
—Se podría decir que sí.
—Bueno, no dejes que un gusano arruine tu gusto por las manzanas. Índigo afirma que Miley es una chica dulce, y tengo que aceptar su palabra. Tú sabes tan bien como yo que tiene una manera de ver directamente el corazón de una persona.
—Las pu/tas no son dulces, Jake. Tienen que ser duras como rocas para sobrevivir.
—Miley no lo es. Según Índigo, ella recurre a imágenes en su mente para aislarse mientras trabaja. Por la mañana, Miley se despierta y vuelve a ser la misma joven tímida, como si no hubiese vivido la noche anterior.
—Eso debe ser un truco—, dijo Nick con un resoplido.
—Es la única cosa que tiene sentido—. Su cuñado levantó una ceja. —Te has encontrado con Miley. Si tienes otra explicación de cómo es tan tímida y reservada, soy todo oídos.
—Es una maldita buena actriz, eso es lo que es. Ninguna mujer que haga ese trabajo podría ser tímida. Te lo advierto, tienes que ser más receloso. La chica quiere algo. Simplemente, aun no ha puesto sus cartas sobre la mesa todavía.
—Ella e Índigo han sido amigas desde hace años. Un poco lenta en dar la cara, ¿no?
—El tiempo me dará la razón. Y entonces cuando pase lo que sea, te vas a arrepentir de no hacer caso a lo que yo te digo.
—Asumiré las consecuencias. Y, a riesgo de hacerte enojar, Nick, que Índigo y mis hijos pasen tiempo con esa mujer, es mi preocupación, no la tuya.
—Ella es mi hermana. Creo que tengo derecho a estar preocupado.
—Supongo que tengo que darte parte de razón en eso. Ella es tu hermana, y yo sé que la amas.— Equilibró el hacha sobre el hombro, y se encontró con la mirada de Nick. —No soy aficionado a arriesgar una amistad prohibiéndote interferir— dijo en voz baja Jake.— Pero antes de decir o hacer cualquier cosa que lamentemos, hazme un favor y piénsalo dos veces. Hazme este favor. No puedes esperar a caer sobre nosotros una vez o dos al año durante un par de días y hacer grandes cambios en la forma en que hacemos las cosas o en nuestra forma de pensar. Miley es importante para Índigo. Si haces algo para dañar esa amistad, le vas a romper el corazón.
—No quiero verla sufrir. Esta es mi única razón.— 


Nick, suspiró y sacudió la cabeza. —Voy a tratar de permanecer fuera de esto, ¿de acuerdo?— finalmente cedió. —Pero no puedo hacer promesas. Sólo el pensamiento de mi hermana siendo amiga de una pros/tituta me pone los pelos de punta. Me hace sentir impotente.
—Puedo verlo—, reflexionó Jake en voz baja.
Más tarde esa noche, las estrellas eran tan brillantes como los diamantes, salpicando el cielo añil. En el extremo norte de la ciudad, Nick se sentó en el porche de la casa de sus padres y trató de concentrarse en el resplandor de leche de la cara de la luna, en lugar de las dos ventanas de los pisos superiores del Lucky Nugget, el saloon de Tierra de Jonas. Una de las ventanas estaba iluminada débilmente por la luz de una lámpara, y la otra tan oscuro como la muerte.


Nick se figuró que la habitación a oscuras probablemente era la de May Belle. Corría el rumor de que estaba jubilada y vivía de sus ahorros y un porcentaje de los ingresos de Miley. La mujer de más edad estaría probablemente dormida ahora, mientras Miley trabajaba en la habitación contigua, la de la ventana iluminada.
Miley. No podía conseguir que los sorprendidos ojos verdes de ella se fueran de su mente. Lo habían perseguido durante toda la tarde y la noche. Ahora, aquí, era la hora de acostarse, y ¿que estaba haciendo? Mirando a la ventana, preguntándose qué demonios estaba haciendo en estos momentos.


Como si él no lo supiese. A pesar de que tuvo cuidado de no hacer alarde de sus hábitos de vida frente a sus padres y su hermana, en siete años de vida en los campamentos de explotación forestal, se lo había visto en más de una casa de mala reputación. Pelirrojas, rubias, morenas, todas pintadas de colores chillones. Después de un tiempo, se volvían borrosas en la mente de un hombre. Un leñador soltero llevaba una existencia dura y solitaria, y el póker, el whisky y las mujeres ofrecían a los períodos de descanso solamente algún que otro pobre consuelo.


Hubo una vez, en el pasado, que Nick no se hubiese imaginado pensando en la manera que lo hacía ahora. Pero nadie era inocente e idealista para siempre. Salvo, tal vez, su padre. Cazador de Jonas siempre fue diferente a la mayoría de los hombres, sin embargo, más puro y noble de corazón que nadie, de cabeza a los pies. Era un ejemplo que a Nick le había resultado imposible de emular una vez que salió de Tierra de Jonas.


Házselo tú a los demás, antes de darle la oportunidad que te lo hagan a ti, era la regla de oro con la que vivía ahora. El mundo real más allá de estas montañas exigía mucho a un hombre si quería sobrevivir.


Nick dudaba que nunca pudiera hacer que su padre entendiese esto, ni tampoco, su madre. Para ellos era correcto o incorrecto, sin ningún matiz de gris entre lo blanco y lo negro.
Nick sabía que estaban decepcionados con él.
Joder, si era brutalmente honesto, él también se sentía incluso un poco decepcionado consigo mismo. Una tristeza inexplicable fluía a través de él. ¿Era un necio por sentirse así? Un hombre tenía que crecer, y también andar en su propio camino. Fue, quizás, estar en casa otra vez, y ésta vez no para una visita rápida como había sido su costumbre estos últimos años, estaban siendo días y días. El accidente le había dejado con mucho tiempo para pensar, demasiado tiempo para recordar cómo solían ser las cosas.


Las cosas habían parecido tan claramente definidas en su infancia. En aquel entonces, había creído que su padre tenía todas las respuestas. Nick contempló la luz de la ventana del piso superior del Lucky Nugget y fue transportado a través de los años a la primera vez que había visitado una casa de pu/tas, en Jacksonville. Diez minutos por cinco dólares. No podía recordar mucho acerca de la mujer, sólo que su nombre había sido Clara, y que ella era gruesa y olía fatal.


Había ido al burdel con cinco amigos y él había sido cuarto de la cola. A día de hoy, Nick podía recordar cómo se había sentido expectante de pie en ese pasillo oscuro, sucio, esperando su turno. A esa edad, dieciséis años si recordaba bien, había sido todo entrepierna y nada de cerebro, como una fuerza impulsora en su vida, para hacerlo sin pensar. Todos sus amigos habían salido sonriendo y gritando, diciendo cosas varoniles comoes como un tarro a tope de miel, lo que le llevó a creer que estaba a punto de tener la experiencia más emocionante de su vida. Cuando finalmente había llegado a la cámara del deleite, lo único que salvó a su orgullo de macho frágil, era que había estado esperando con tanta ansia antes de entrar que no perdió su valor tan rápidamente como había desaparecido su entusiasmo.


Como si los hechos de la noche hubieran sido referidos por alguien de vuelta a Tierra de Jonas, su padre y los padres de sus amigos, de alguna manera habían sabido lo que sus hijos habían ido a hacer hasta Jacksonville. Cada niño había recibido una charla, Nick incluido. Sólo que el padre de Nick, a diferencia de los otros, no hablaba de la enfermedad ni de la discreción y demás. La charla que había recibido Nick había consistido en una sentencia inolvidable:
—El que hace presa de los indefensos y ofrece monedas para tranquilizar su conciencia, algún día será pisoteado y no encontrará consuelo en un dólar.
Al igual que con muchos de los dichos de su padre, había salido de allí pensando en su significado durante casi un año después. No veía cómo tenía nada que ver con su interludio la pros/tituta de J´ville. ¿Indefensa? Según sus cálculos, Clara tenía más dinero en su cofre que una canasta de la colecta del domingo.

viernes, 22 de marzo de 2013

Destiny - Cap: 7


Miley levantó las caderas para que Nick pudiese quitarle las bragas con facilidad. –Sí… -Respiraba con dificultad-. Estaba totalmente perdida… En cambio tú… Tú sabías lo que hacías.


Nick la acarició en la entrepierna, haciéndola gemir de placer. –No estuviste  nada mal… -Se humedeció los labios.

Ella apretó los ojos. -¿Quién te dio permiso de tocar allí?

Nick plantó húmedos besos desde su cuello hasta su abdomen. –No necesito permiso para tocar lo que es mio.

¡Maldito arrogante! Miley pensó, pero el placer que estaba experimentando era demasiado. De repente, sintió los labios de Nick en su sexo. ¡Maldición! La hacía sentir tan vulnerable, y lo peor es que le gustaba.

-Quiero… -Logró articular.

Nick se detuvo, y la miró desde abajo. -¿Qué quieres, nena? Dime…

-Quiero sentirte…

-¿Sentirme donde? –Susurró contra su entrepierna.

-Nick, basta…

-¿Dónde quieres sentirme?

Miley se incorporó y lo tomó por los hombros, haciéndolo volver a su posición inicial, lo besó como si su vida dependiera de ello. Mientras inclinaba su pelvis contra la de él.

Nick la tomó por las caderas, y Miley gimió al sentirlo dentro. Había olvidado lo bien que se sentía tenerlo así. Él deslizó sus manos a su trasero, empujándola contra así, y comenzó a moverse en su interior. No tardaron en tomar el ritmo.

Con cada embestida llegaba más profundo. Miley sintió una oleada de placer recorrer su cuerpo, y no pudo evitar gritar a lo que Nick se movía más deprisa.

-Mírame… -Le pidió con un hilo de voz.

Miley abrió los ojos para encontrarse con aquella mirada chocolate llena de deseo y pasión.

Había reducido la velocidad, pero las embestidas eran más intensas. Él también estaba cerca. Miley se aferró a su cuerpo, temblando de pasión, sintiendo todos sus músculos tensarse, convirtiéndose en un solo cuerpo con el único que hombre que había amado.

No supo quien se durmió primero, pero cuando abrió los ojos se percató de la fuerte luz del sol que entraba por las ventanas, se les había olvidado correr las cortinas.

Nick la tenía rodeada con sus fuertes brazos, sus piernas también estaban entrelazadas. Sintió una punzada en el bajo vientre, tenía que ir al baño. Se incorporó para tratar de soltarse, pero Nick abrió los ojos al sentir el movimiento.

-Buenos días… -Le dijo, con un ojo abierto y otro cerrado. Pobre, al parecer no había logrado dormir lo suficiente.

-Nick, buenos días... –Le contestó, cubriéndose el torso con la sabana.

Nick se pasó las manos por la cara. –Que noche la de anoche… -Dijo con una sonrisa.

-Nick, yo no sé que decir. –Sonaba preocupada, y un tanto apenada.

Él la miró. -¿Acaso hay algo que decir?

-Hay mucho que decir… -Se envolvió en la sabana y se fue al baño, Nick la siguió con la mirada.

Se dio una ducha rápida, se vistió con la ropa que había usado el día anterior, y volvió a la habitación. Nick no estaba.

-¿Te bañaste? –Le preguntó al verlo preparando café en la cocina.

Él asintió. –En el baño de invitados. –Traía puesta una camisa azul celeste, unos jeans azul oscuro, todavía no se ponía zapatos.

-Me gustan tus pantalones. –Se sentó en la barra de la cocina.

-Me los diste en navidad. –Puso dos tazas sobre la barra.

-¿Ah si?

-Yep. –Nick le dedicó una media sonrisa-. La última navidad que pasamos juntos.

Miley lo miró incrédula. -¿Nunca subes de peso?

Ambos rieron como si se tratara de algo sumamente gracioso.

-¿A qué hora crees que despierte, Destiny? –Le preguntó, recuperándose.

-No lo sé… ¿Qué vamos a hacer? –Vertió café humeante en ambas tazas.
-¿A qué te refieres?

-¿Qué le vamos a decir, Miley?  No puedo creer que nuestra niña sea tan infeliz que tenga que hacerse daño para poder sobrellevarlo…

-Ya sé… -Le tomó las manos-. Creo que cuando la tengamos enfrente, vamos a saber que decirle. Además Daniel nos dijo que no la abordáramos.

-Sí, pero no puedo evitar preocuparme. –Se sentó junto a ella y tomó un sorbo de su café.

-Yo tampoco…

El teléfono de Nick comenzó a sonar sobre el counter de la cocina. Él se levantó y fue a buscarlo.  Salió al balcón a continuar su conversación.

Miley terminó su café en un par de sorbos y fue a la habitación de Destiny. La encontró despierta, mirando a la nada.

-Dessie… -Le dijo desde la puerta.

Destiny no contestó, pero la miró por un instante. Los mismos ojos de Nick.

Cerró la puerta y se acercó a la cama. -¿Puedo… acercarme?

Destiny se incorporó y encogió sus piernas contra su pecho.

Miley se sentó al borde de la cama. -¿Tienes hambre?

Ella negó con la cabeza.

-Tienes que comer algo.

Destiny no respondió.

-Tenemos mucho de que hablar… Papi y yo hemos estado muy preocupados, tienes muchas cosas que decirnos.

Destiny negó con la cabeza. –No hay nada que decir…

Ambas se giraron al sentir la puerta abrirse. Era Nick. –Ya despertaste.

-Le estaba diciendo que estamos muy preocupados por ella, que tenemos mucho de que hablar.

Nick se puso de cuclillas junto a Destiny. –Creo que lo primero sería comer algo, ¿no?

-No tengo hambre.

Nick le tomó la mano con delicadeza, ella se tensó, pero no se lo impidió. –Nena, tienes que comer algo.

Ella negó con la cabeza.

Nick removió los brazaletes de su muñeca uno a uno, ante la mirada expectante de ella y Miley.

-¿Qué estás haciendo? –Preguntó, tratando de zafarse, pero el apretón de Nick era firme.

Contestó cuando hubo retirado el último brazalete y se percató de las cicatrices que se comenzaban a borrar, y las más recientes. -¿Por qué, Destiny?

-¿De qué estás hablando?

Nick le besó la muñeca. -¿Qué es lo que te hace infeliz? –La soltó al darse cuenta de las lágrimas inundando sus ojos.

-No quiero hablar de eso…

Miley se levantó y se acercó a ellos. –Destiny, tienes que entender que…

-Está bien. –Nick la interrumpió y se puso de pies-. No vamos a presionarte. –Tomó a Miley por el codo y salieron de la habitación.

-¡Nick, no puedo más! –Gritó cuando iban a mitad del pasillo-. ¡No puedo! ¡No quiero!

-Entiende que no la podemos presionar… Tenemos que darle tiempo.

-¡Estoy harta de esta situación! ¡No sé que demonios le pasa a mi hija! ¡Me siento impotente! ¡Y tú…!

-¿Yo?

Apenas podía hablar de tanto llanto. –Y tú actúas como si no tuviéramos nada que discutir. ¡Nos acostamos, por Dios! –Lo dejó allí parado, y se fue a la sala a pasos rápidos.

Unos minutos después, Nick se sentó junto a ella. –No fue solo sexo.

-¿Qué? –Se volteó a verlo.

-Lo de anoche. No fue solo sexo para mí, si eso es lo que piensas.
Miley se cubrió la cara con las manos. -¿Entonces?

Él puso su mano sobre la rodilla de ella. –Vamos a darnos una oportunidad.

Sus gigantescos ojos se le querían salir de orbita. -¿Cómo…?

-Tenemos que descubrir que es lo que nos está pasando, y pienso que… Necesitamos darnos una oportunidad.

-¿Cómo pareja, quieres decir?

Él asintió.

-Pero… Con todo lo que está pasando últimamente, no creo que…

-Escuché que…Cuando las cosas están mal… -Le tomó la barbilla entre los dedos, obligándola a mirarlo-. Las parejas se buscan. Es una forma de consolarse, de apoyarse…

-Pero tú y yo no somos pareja.

-Por favor, Miley. Hemos estado actuando considerablemente diferente los últimos días. ¿Eso no significa nada para ti?

Ella se levantó del sofá. –Será mejor que me vaya, tengo muchas cosas en que pensar.


-¡No voy a volver a esa casa! –Destiny le gritó a Miley cuando esta le propuso regresar.

-Por favor, Destiny. No estoy jugando. –Se cruzó de brazos-. Vas a volver conmigo. No estoy dispuesta a seguir soportando tus niñerías.

-¡Te dije que no pienso volver, no quiero!

-¡Eres una malcriada!

-Por favor, Miley déjame hablar con ella. –Nick entró a la habitación.

-Nick…

-Por favor… -Le rogó, y Miley accedió, dejándolos solos.


-No voy a irme. –Destiny le dijo a Nick antes de que el pudiera abrir la boca.

-No tienes porqué. Esta es tu casa.

Destiny guardó silencio.

-Necesito que me respondas lo que te voy a preguntar.

-Papá…

-Mi amor, sé que tu mamá puede llegar a ser algo intensa, pero te ama. Y está desesperada.

-Es que…

-Debes tener una razón por la que no quieras volver a la casa, una razón por la que no quieras que te toquen… Una razón por la que te hagas daño, y voy a esperar el tiempo que quieras, pero tienes que saber que necesito que me digas. Tu mamá y yo lo necesitamos. Estamos sintiendo que el mundo se nos cae encima al verte en ese estado sin poder hacer nada, Destiny.

Ella se levantó de la cama y saltó a los brazos de Nick.

Él la abrazó con fuerza, acariciándole el cabello.

-Papi… -Lloró contra su cuello.

-Estoy aquí, nena, contigo… Tranquila…

Destiny se echó hacia atrás y miró a Nick a los ojos. –Perdóname…

Nick le limpió las lágrimas. –No has hecho nada malo, mi vida.

-A veces siento que… Les he arruinado la vida. Ustedes son tan jóvenes y…

-Shhh… -La apretó contra su pecho-. No vuelvas a decir eso nunca. Solo Miley y yo somos responsables de lo que hicimos en el pasado. Y tu llegada nos sirvió para tomar responsabilidad, para abrir los ojos.

-Es que no lo puedo evitar…

Nick se tensó, y la tomó por los hombros con delicadeza. –No me digas que esa esa la razón por la que… te haces daño.
Ella desvió la vista. –Papá, basta… Ya te he dicho suficiente. Me voy a bañar… -Entró al baño, tirando la puerta.

-¿Qué hablaron? -Miley lo abordó tan pronto lo vio salir de la habitación.

-No quiere volver a tu casa.  Algo debe haber pasado allí, Miley. ¿No tienes idea de lo que pudo ser?

-Para nada. Estoy tan confundida como tú.

-Será mejor que le traigas sus cosas.

-Pero, Nick. No sé puede quedar aquí para siempre.

Nick le dedicó una mirada un tanto intimidante. -¿Por qué no? Esta es su casa, y tiene derechos.

-Estás tomando esto como algo personal. –Se cruzó de brazos.

-Claro que no, pero si no quiere irse, no la pienso obligar.

Ella suspiró. –Será mejor que nos pongamos en contacto con el psicólogo que Daniel nos recomendó.

-Creo que es lo más conveniente.

Miley miró su reloj de muñeca. –Todavía es temprano. Voy a buscarle algunas cosas… Ropa limpia. Las cosas de la escuela…

Nick le tomó la mano. –Gracias por apoyarla, Miley.  No soportaría tener que discutir contigo sobre esto…

Ella se aferró a él. –Tenemos muchas cosas en que pensar.

Él asintió, y la besó en la frente. –Voy a preguntarle a Dessie si quiere que salgamos a comer, necesitamos algún tipo de distracción.

-Está bien, yo volveré en una hora, más o menos… -Tomó su bolso y se dirigió a la puerta.

-Conduce con cuidado. –Tomó su cara entre sus manos y la besó.

Cuando llegó a su casa, Miley preparó una pequeña maleta con las cosas de Destiny, y en su bolso puso algo de ropa para ella en caso de que tuviese que quedarse con Nick. Se dio una ducha, y luego decidió llamar a Josh, más por compromiso que por interés.

-¡Hasta que te dignas! –Fue lo primero que escuchó cuando él contestó.

-Josh… -Dijo desganada.

-He esperado tu llamada con ansias.

-Las cosas no han estado bien últimamente.

-¿Qué pasó? –Fingió interés.

-Nada que no pueda controlar. –Mintió-. Lo que te quería decir es que… Preferiría que nos diéramos un tiempo.

-¿Darnos un tiempo? ¿Cómo que darnos un tiempo?

-Tengo cosas más importantes que hacer que tener una relación contigo.

-Miley...

-Perdóname… -Colgó.

 *****

-Logré convencerla. –Nick le dijo a Miley luego de ayudarla con lo que traía en las manos.

-¿Iremos a comer?

Él asintió.

-¿Y le dijiste sobre el psicólogo?

-Aun no. Prefiero que se lo digamos juntos. –Le dio un fugaz beso en los labios.

-Nick…

-¿Qué?

-No somos nada…

Nick suspiró y alzó las manos frustrado. –Como quieras.

-¡Nick!

-¿¡Qué!?

-¡No me trates así!

Nick se pasó la mano por el rostro. Estaba exasperado. -¿Cómo quieres que te trate? En serio quiero intentar las cosas contigo, pero no me dejas.

Ella le acarició la mejilla. –Hagamos algo… Resolvamos las cosas con Destiny primero y luego podemos hablar de nosotros.

-¿Segura?

Miley asintió. –Segura.

-Está bien.