miércoles, 22 de enero de 2014

Tù eres mi Amor - Cap: 9


Solo 2 caps :c tengo una horrible jaqueca GRACIAS POR COMENTAR
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Miley esperó impaciente la fiesta de lady Eubank, escogió un vestido azul oscuro de seda, bordado con hilos de plata, en las orejas llevaba unos pendientes de aro y un colgante de diamantes y zafiros.

-Tía Anne-dijo en el coche que las llevaba a casa de lady Eubank-¿crees que Paul está sinceramente enamorado de Courtney?

-Si lo estuviera creo que habría pedido su mano hace tiempo. Por otra parte tu amiga Emily tiene razón, no dejó de mirarte la otra noche cuando creía que nadie le veía.

-¿Entonces que espera para hacer algo?

-Querida, está en una situación muy delicada, hace cuatro años apenas podía soportar tus demostraciones de adoración, nadie lo ignoraba. Ahora tendría que contradecirse, si quieres acelerar las cosas deberías seguir los consejos de lady Eubank y ponerle celoso.

Tres horas más tarde, 
Miley comprendió la sensatez de esta recomendación, todos los jóvenes la cortejaban excepto el que le interesaba a ella. En el otro extremo de la sala, rodeado de un montón de mujeres, Nicholas se inclinó hacia Margaret Merryton para disimular su exasperación por su parloteo continuo.

Al volver de Londres había tenido el tiempo justo para cambiarse de ropa antes de ir a la fiesta. Amelia Eubank le había recibido pidiéndole que se ocupara particularmente de la señorita Stone, para así despertar los celos de Sevarin. Esa petición le poso de un humor terrible.

Dando descaradamente la espalda a la persona que le estaba hablando, la anciana ajustó su monóculo y buscó con los ojos al duque de Claymore. Vio que trataba a las jóvenes que intentaban atraer su atención con una tolerancia divertida pero que solo tenía ojos para una mujer: 
Miley Stone.

Amelia dejó caer su monóculo, a través de su difunto marido estaba ligeramente emparentada al duque a quien había prometido ser discreta en cuanto a su verdadera identidad. Tuvo una idea maliciosa, en la cual reflexionó mientras miraba a los dos. De pronto, con una pequeña sonrisa satisfecha, pidió a un lacayo que le trajera a la señorita Stone y que pidiera al señor Westland que se reuniera con ellas.
Miley bailaba con el marido de Emily cuando el sirviente le notificó el deseo de su anfitriona. Obedeció con una ligera aprensión que pronto se transformó en horror cuando vio a la anciana levantarse.

-Te dije que tenias que poner celoso a Sevarin, el marido de tu mejor amiga no es el mejor rival. Quiero que te intereses en el señor Westland, haz lo que quieras, mueve las pestañas.

-No puedo lady Eubank, preferiría...

-Joven, estoy dando esta fiesta solo para permitirte conquistar a Sevarin. Ya que lo haces tan mal, me obligas a intervenir. Westland es el único hombre que Sevarin puede considerar como un rival-
Miley palideció-Cuando el señor Westland llegue tendrás que elegir. O le miras con ese aspecto asustado que tienes ahora, en cuyo caso te querrá llevar al médico, o le sonríes para que te proponga salir a la terraza.

-No quiero ir a la terraza-se escandalizó 
Miley desesperada.

-Lo harás-dijo la dama-cuando sepas que Courtney Ashton va en esa dirección cogida del brazo de Sevarin.
Miley comprobó que eso era cierto, deprimida admitió que lady Eubank tenía razón. De todos modos la anciana no le daba elección.

-La señorita Stone me decía justamente ahora que hacía mucho calor y que le gustaría tomar el aire en la terraza-le dijo a Nicholas sonriendo.

El miró hacia la puerta y su sonrisa se tiño de ironía.

-No lo dudo-dijo sarcástico cogiendo a 
Miley del brazo-¿Vamos?
Miley se dejó guiar entre los grupos de invitados reunidos alrededor del buffet, estaba tan avergonzada que no se dio cuenta de que su acompañante la llevaba en la dirección opuesta a la que habían tomado Paul y Courtney.

-¿Dónde vamos?-preguntó bruscamente intentando retroceder.

-Como puede ver vamos a la terraza-respondió el fríamente.

La sujetó con mayor firmeza y luego abrió la puerta ventana cerrándola detrás de ellos.
Miley estaba furiosa al comprobar que el plan de lady Eubank había fracasado.

-¿Podríamos ir al otro lado?-preguntó.

-Podríamos pero no lo haremos-respondió Nicholas cada vez más molesto por haber servido de cebo.

Bajo la luz de la luna, ella estaba tentadora, algún día sería suya, el había pagado incluso la ropa que llevaba. Tuvo una idea, se inclinó hacia atrás intentando ver a Paul y a Courtney, después volvió su atención a la joven que manoseaba con nerviosismo los pliegues de su vestido.

-¿Y bien señorita Stone?-preguntó lo bastante fuerte para ser oído por la otra pareja.

-¿Cómo?-respondió 
Miley sobresaltada.

Se adelantó para intentar ver que hacían Paul y Courtney, ese gesto la traicionó, Nicholas le bloqueó el paso y antes de que ella pudiera reaccionar, la empujó a un rincón oscuro de la terraza.

-Ahora que la he traído hasta aquí ¿qué quiere que haga?

-¿Ahora?

-Si. Quiero que sea consciente de mi papel en esta pequeña comedia, sin duda debería besarla para dar celos a Sevarin ¿me equivoco?

-No le dejaría tocarme ni aunque me estuviera ahogando-dijo 
Miley furiosa.

-Quiero hacer mi papel pero me pregunto si será agradable. ¿Voy a besar a una novata, o la han besado tantas veces que sabe usted muy bien como hacerlo? ¿Cuántas veces la han besado?

-Tengo la sensación de que hace usted todo lo que puede para evitar que le tomen por un caballero-dijo ella para disimular su miedo.

El puso sus manos sobre los hombros de 
Miley y la atrajo hacia el con suavidad.

-¡No me toque!

-¿Tantas veces la han besado? ¿O esos besos tenían tan poca importancia que los ha olvidado?

La cogió en sus brazo riendo, 
Miley mantenía los ojos fijos en el pecho de Nicholas, sin poder sostener su mirada. No podía gritar ya que su reputación sería puesta en entredicho si la veían en esta situación.

-Si ha terminado de humillarme, déjeme-dijo tan tranquilamente como pudo.

-No sin antes descubrir lo que le han enseñado esas “experiencias”.
Miley levantó la cabeza, queriendo contestarle, pero sus palabras se vieron ahogadas por la boca de Nicholas. Se crispó con ese contacto y después intentó quedarse inmóvil. Puede que le faltara experiencia en el arte de besar pero sabía que si se quedaba fría e impasible una mujer podía desanimar a un pretendiente demasiado atrevido.

Sin embargo, cuando Nicholas por fin retrocedió no parecía en absoluto desanimado. La miró con una sonrisa que la enloqueció de rabia.

-O ha tenido muy malos profesores, o realmente necesita que le den lecciones.

Sus brazos soltaron su presa y 
Miley le volvió la espalda.

-Yo por lo menos no he tomado lecciones en un burdel-dijo ella por encima del hombro.

Sin tiempo para reaccionar, sintió una mano cogiéndola por la muñeca y a Nicholas que la atraía de nuevo hacia las sombras volviéndola a coger en sus brazos.

-Yo creo-dijo el-que su problema es que ha tenido profesores inexpertos.

Su boca se apropió nuevamente de los labios de 
Miley forzándolos a abrirse presionándolos cruelmente y su lengua se metió violentamente en la boca de ella.
Miley lloraba de impotencia y de rabia, cuanto más se debatía, más exigente se volvía la boca de Nicholas. Al fin el levantó la cabeza, cogió el rostro de Miley entre las manos y clavó su mirada en los ojos llenos de lágrimas de la joven.

-Esta era la primera lección, querida. No se atreva a jugar conmigo, conozco todos los trucos y no puede usted ganar. Y ahora la segunda lección-murmuró mientras su boca descendía de nuevo sobre la de ella.


Miley empezó a gritar pero el beso de Nicholas ahogó el grito convirtiéndolo en una queja muda. Estaba siendo tan suave ahora que ella se calló y le aceptó. Nicholas puso la mano en su nuca y con la otra acarició suavemente su espalda, acercándola más a su cuerpo. Sus labios se movían sobre los de Miley  tiernos y violentos a la vez intentando que los de ella se abrieran. Pronto su lengua consiguió abrirse camino hacia su boca, el cuerpo de Miley se estremeció y rodeó el cuello de Nicholas con sus brazos apoyándose en el. El la rodeó a su vez con los brazos, con gesto protector.

Su lengua tomo plena posesión de su boca, explorando su dulzura, llenándola hasta que su cuerpo empezó a vibrar bajo el efecto de esas sensaciones que la aturdían.

La mano de Nicholas se deslizó desde la espalda a la cintura y luego subió hasta su pecho. Esta caricia intima, desencadenó inmediatamente la ira de la joven escondiendo las demás sensaciones. Se liberó bruscamente de su abrazo.

-¿Cómo se atreve?-silbó mientras le abofeteaba con todas sus fuerzas.

Con gran sorpresa vio como se dibujaba en los labios de el una sonrisa satisfecha.

-Si se atreve a tocarme de nuevo-dijo ella sofocada-le juro que le mataré.

Su amenaza pareció gustarle todavía más.

-No será necesario querida, ya tengo la respuesta a mi pregunta.

-¡La respuesta! Si fuera un hombre, le respondería con la ayuda de mi pistola.

-Si fuera usted un hombre, no tendría ninguna razón para hacerlo.

Con los ojos llenos de lágrimas de cólera, 
Miley hubiera querido encontrar las palabras necesarias para romper su tranquila confianza en si mismo.

-Seque sus lágrimas, pequeña, y vuelva dentro con sus amigos-dijo el apenado tendiéndole su pañuelo blanco.
Miley creyó que moriría a causa del violento odio que sentía hacia el, arrojó el pañuelo al suelo y se dirigió hacia la casa.

-Disculpen-dijo Paul acompañando a Courtney hacia la puerta ventana.

-¿Cuánto tiempo hace que estaba aquí Paul?-le preguntó 
Miley a Nicholas con los puños cerrados-Es usted un...Ha hecho todo esto a propósito. ¡Quería que nos vieran!

-Lo he hecho a propósito pero solo para mi-dijo cogiéndola por el brazo.

Entraron en la casa y 
Miley se soltó inmediatamente.

-Debe ser usted el hijo del diablo.

-Eso es algo que no le hubiera gustado a mi padre-respondió Nicholas sarcástico.

-¿Su padre? Si cree usted que su madre conoce su nombre se está haciendo ilusiones.

Hubo un momento de silencio y después Nicholas comprendió que ella le estaba llamando bastardo y rompió a reír. Todavía reía mientras admiraba el movimiento de sus caderas cuando se alejó de el.
Miley se reunió con un grupo en el cual estaba su tía, distraída, apenas oía la conversación. Al cabo de una hora, oyó la voz grave de Paul en su oído.

-Ven a bailar conmigo-le dijo.

Ella no se atrevía a mirarle por miedo a ver la censura en sus ojos.

-¿Hay que sacarla a la terraza para obtener un poco de su atención señorita Stone?

Al levantar los ojos para mirarle, se sintió más segura al ver que la escena de la que acababa de ser testigo le había puesto celoso pero no le inspiraba ningún desprecio.

-¿Prefieres un paseo bajo la luna?

-Te lo ruego, no bromees con eso-dijo ella casi suplicando-La noche ha sido larga, estoy cansada.

-No me extraña. ¿Crees que te habrás recuperado para mañana a mediodía? Me gustaría dar un picnic en tu honor. Seremos diez aproximadamente.

¡Lady Eubank y Anne tenían razón!

-Con mucho gusto-dijo contenta.

Cuando la música terminó, la condujo a un rincón más tranquilo y detuvo a un lacayo que llevaba una bandeja con copas de champán, cogió dos y después se apoyó descuidadamente en una columna.

-¿Debo invitar a Westland?
Miley tuvo ganas de decirle que no lo hiciera, pero al ver su sonrisa llena de seguridad en si mismo, decidió ser sensata.

-¿Por qué no?-respondió encogiéndose de hombros.

-¿No te importa?

-No veo porque habría de importarme. Es muy atractivo y encantador.

-Señorita Stone ¿Estas intentado ponerme celoso por casualidad?

-¿Y tu?-respondió ella con una sonrisa insolente.

El no respondió pero ella conocía la respuesta a esa pregunta. El resto de la noche se desarrolló como si estuviera soñando. Paul se quedó a su lado la mayor parte del tiempo y cuando la dejó no fue para reunirse con Courtney.

Tù eres mi Amor - Cap: 8



Miley habría dado cualquier cosa por que Alexander de la Ville estuviera a su lado esta noche. Se hubiera inclinado hacia ella y le habría murmurado:

-Solo son unos provincianos querida. Lleva la cabeza alta.

Su padre no dejaba de pasear al pie de la escalera. Cuando vio a su hija, se paró en seco y la admiración que ella leyó en sus ojos le devolvió un poco de confianza en si misma.

Entrando en el salón, 
Miley sintió todas las miradas clavadas en ella. El murmullo de las conversaciones se atenuó, con una profunda inspiración levantó la cabeza mientras su padre la llevaba al centra de la habitación.

La gente se apartó para dejar pasar a un joven pelirrojo: Peter Redfern había hecho rabiar a 
Miley cuando eran pequeños pero también era uno de sus pocos amigos. Estaba empezando a quedarse calvo a pesar de tener solo veinticinco años pero no había perdido nada de su encanto juvenil.

-¡Dios mio!-exclamó cuando estuvo frente a ella-¿Eres tu? ¿Qué has hecho con tus pecas?
Miley se dominó frente a un saludo tan poco digno y le tendió la mano.

-¿Y tu que has hecho con tu pelo?

-Peter se echó a reír, rompiendo el silencio, y todos los invitados se acercaron a saludar a 
Miley.

Conteniéndose para no buscar a Paul con los ojos, repitió incansable las mismas respuestas a las preguntas sobre su estancia en Paris. Peter estaba aún a su lado un cuarto de hora después mientras ella charlaba con la mujer del farmacéutico. Desde un rincón del salón, donde estaban todas las jóvenes acompañadas de sus respectitu maridos, oyó la risa maliciosa de Margaret Merryton.

-Oí decir que en Paris había provocado varios espectáculos y que es totalmente indeseable para la alta sociedad de Paris-contaba Margaret.

-Es hora de enfrentarse a la señorita Merryton-dijo Peter que la había oído-No puedes evitarla por más tiempo. Además está acompañada por otra persona a quien todavía no has visto.
Miley se volvió a regañadientes hacia su enemiga de siempre y la vio con la mano puesta posesivamente en el brazo de Nicholas Westland.

-Nos sentimos desolados al saber que no habías encontrado un marido en Francia-dijo Margaret con tono meloso.

-Cada vez que abres la boca-dijo 
Miley con una mirada llena de disgusto-espero que digas una estupidez.

Iba a empezar a hablar con Emily cuando Peter la retuvo.

-Quiero presentarte al señor Westland, ha alquilado la casa de los Hodge y viene de Francia.
Miley llegó a la conclusión de que si acababa de llegar de Francia, era el quien había contado esas mentiras sobre ella a Margaret.

-¿Le gusta el campo?-preguntó ella con tono aburrido.

-La mayor parte de la gente es muy amable conmigo.
Miley notaba como sus ojos grises la desnudaban como lo habían hecho en la orilla del rió.

-No lo dudo, seguramente alguien será lo bastante amable para mostradle los límites de sus tierras, así no volverá más a las nuestras.

Se hizo el silencio. Nicholas Westland ya no tenía un aspecto divertido.

-Señorita Stone-dijo con voz tensa-me parece que hemos empezado con mal pie. Puede que si me concede el honor de este baile...
Miley no tuvo oportunidad de responder. Justo detrás de ella acababa de oírse una voz grave y familiar.

-Perdónenme, parece ser que 
Miley Stone está aquí esta noche pero no la reconozco.

Puso su mano en su codo y el corazón de 
Miley empezó a latir como un loco cuando Paul la hizo girarse hasta quedar frente a el.

Ella levantó la cabeza y se topó con los ojos más bonitos que había visto nunca. Sin darse cuenta, tendió las manos hacia Paul y este las tomó en las suyas tan poderosas y calientes.

-Buenos días Paul-fue todo lo que consiguió decir al ver su bello rostro.

El le ofreció el brazo.

-Baila conmigo-dijo el simplemente con una sonrisa.

Temblando, 
Miley dejó que Paul la cogiera en sus brazos, sintió su mano en la cintura estrechándola contra el. Ella sabía que era el momento de volver a ser la joven sin problemas y segura de si misma que era en Paris, pero se sentía tan patosa como si tuviera quince años. Se moría de ganas de decirle que le amaba y preguntarle si ahora la quería.

-¿Me has echado de menos?-le preguntó el.

Notando el tono confiado de su voz, una señal de alarma sonó en la cabeza de 
Miley.  Por instinto le dirigió una sonrisa provocativa.

-¡Te he echado de menos desesperadamente!-dijo exagerando el tono.

-¿Cuánto?-insistió Paul.

-No era nada-dijo con tono de burla, sabiendo que le habían hablado de su éxito en Paris-De hecho estuve a punto de morir de pena y desolación.

-Mentirosa-dijo el estrechando su abrazo-eso no es lo que me han contado esta misma mañana. ¿Es verdad que le dijiste a un noble francés que si estuvieras tan impresionada por su título como por su arrogancia aceptarías su proposición allí mismo?

-Es cierto-dijo ella riendo.

-¿Puedo saber que te estaba proponiendo?

-No.

-¿Debo retarlo a duelo?
Miley creía que estaba soñando: ¡Estaba flirteando con ella!

-¿Cómo esta Courtney?

Se odió de inmediato por haber dicho eso al ver la sonrisa satisfecha de Paul.

-Voy a ir a buscarla, así podrás verlo por ti misma-propuso el mientras la música terminaba.

Todavía mortificada por la metedura de pata que acababa de hacer, 
Miley no se dio cuento de que la llevaba hasta el grupo de Nicholas Westland.

-Creo que le robé a 
Miley cuando iba a bailar con ella, Nicholas-dijo Paul.
Miley se acordó que le había dado la espalda al señor Westland para ir a bailar con Paul, no podía hacer otra cosa más que concederle este baile para hacerse perdonar por su mala educación pero la invitación no llegó. Delante de todos la dejó plantada, enrojeciendo de ira y de vergüenza. Por fin le tendió el brazo.

-¿Señorita Stone?-preguntó el con tono aburrido y sin ningún entusiasmo.

-No gracias-respondió fríamente la joven-no deseo bailar señor Westland.

Se volvió y se alejó para reunirse con Anne. Estaba hablando con ella desde hacía cinco minutos, cuando su padre la cogió por el brazo.

-Me gustaría presentarte a alguien-dijo con rudeza.

A pesar de su engreimiento, 
Miley notaba que estaba orgulloso de ella, le siguió sin resistirse hasta que vio hacia quien se dirigían. Nicholas Westland bromeaba con Emily y su marido con Margaret Merryton todavía colgada de su brazo.

-¡Papá por favor!-murmuró aterrada-no me gusta.

-¡No seas idi/ota!-contestó su padre con tono cortante tirando de su brazo-Aquí está-anunció a su vecino con una súbita jovialidad.

-Ya nos hemos conocido-dijo Nicholas.

Las mejillas de ella enrojecieron bajo la mirada burlona de Nicholas. Si se atrevía a decir algo para avergonzarla delante de su padre le mataría. Por primera vez en su vida, se sentía aceptada por su padre.

-Muy bien-dijo Martín mirándoles-¿Y si bailaran los dos? La música está hecha para eso.
Miley sabía que Nicholas no le iba a pedir jamás que bailara con el, ni siquiera con la amenaza de un arma. Le miró con ojos suplicantes y después miró hacia la pista de baile.

El levantó una ceja, divertido. 
Miley creyó por un instante que iba a ignorar su invitación silenciosa, pero el se encogió de hombros y sin ni siquiera ofrecerle el brazo, se dirigió indolentemente hacia la pista, dejándola libre para elegir si le seguía o se quedaba donde estaba.
Miley se unió a el pero le odió con cada paso que daba. Cuando la miró a la cara, ella vio que se estaba riendo. ¡Se reía abiertamente de su humillación!

Furiosa, 
Miley paso por delante de el, decidida a dejarle plantado en mitad de la pista. El alargó rápidamente la mano y la cogió por el brazo.

-¡No se atreva!-gruñó obligándola a mirarle de frente.

-Es muy amable por su parte invitarme a bailar-dijo 
Miley con acidez.

-¿No es lo que quería? Si hubiera sabido que prefería usted pedirlo, no me habría tomado la molestia de hacerlos las dos veces anteriores.

-Es usted el más arrogante y grosero...
Miley se cruzó con la mirada de su padre y le dirigió una sonrisa radiante. Cuando volvió los ojos, volvió a mirar la cara de Nicholas con una mirada asesina.

-Insoportable, inmundo...

Nicholas reía mientras que ella se ahogaba de ira.

-Continúe-dijo con una ancha sonrisa-No me habían regañado así desde mi infancia. ¿Por donde iba? Por inmundo creo.

-¡Y palurdo!-añadió ella para terminar.

-Eso me deja en una delicada posición. Me obliga usted a decirle que su comportamiento de esta noche conmigo no es digno de una joven educada.

-Sonría por favor, mi padre nos está mirando.

Nicholas obedeció, enseñó sus dientes blancos pero su mirada se entretuvo en los labios de 
Miley que se tensó en sus brazos.

-Creo que este breve encuentro se está prolongando demasiado, señor Westland.

Dio un paso hacia atrás pero el brazo de Nicholas la apretó más fuerte.

-No tengo ninguna intención de que ninguno de los dos dé un espectáculo, querida pequeña-gruñó.

Prisionera, 
Miley se encogió de hombros y volvió los ojos.

-¿Encantadora fiesta verdad? Su padre nos observa todavía-añadió el en un susurro.

-Era una encantadora fiesta-respondió 
Miley.

Esperó su respuesta pero el no reaccionó. La estaba mirando sin el menor rencor y de repente ella se sintió idi/ota. Ciertamente el se había comportado muy mal en el rió, pero ella se había vengado a lo largo de la noche.

-Creo que es su turno para ser maleducado-dijo ella con una sonrisa-¿Me equivoco?

Los ojos de Nicholas expresaron el placer que le provocaba su cambio de actitud.

-Creo que estamos empatados-dijo suavemente.

Había algo en esa voz grave y en esos ojos grises, en su maravillosa forma de bailar el vals, algo que le traía a la memoria un vago recuerdo a 
Miley  le miró intensamente intentando recordar.

-¿Nos habíamos conocido antes señor Westland?

-Si ese hubiera sido el caso creo que no lo habría usted olvidado.

-No lo dudo-dijo ella apartando la idea de su cabeza.

Cuando la pareja dejó la pista de baile, Paul se dirigió hacia ellos en compañía de Courtney. 
Miley se dijo que parecía una muñeca de porcelana, con su vestido de satén azul cielo, sus mejillas rosadas y sus bucles ordenados.

-Me cuesta creer que seas tu-le dijo a 
Miley con una voz cargada de admiración.

Después se alejó del brazo de Nicholas.
Miley se quedó quieta esperando que Paul la invitara a bailar.

-¿Es costumbre en Paris que un hombre y una mujer que se acaban de conocer bailen mirándose a los ojos?-preguntó Paul con ironía.

-Yo...yo no le miraba fijamente-balbució ella sorprendida-Su cara me resultaba familiar aunque nunca le hubiera visto. ¿Te ha pasado alguna vez?

-Me acaba de pasar-respondió el-Creía conocerte pero ya no estoy tan seguro.

El giró los talones y se alejó. Hasta hacía poco tiempo, 
Miley habría corrido detrás de el para asegurarle que era a el a quien ella quería, solo a el, no a Nicholas Westland, pero ahora era más sensata. Sonrió disimuladamente.

Pasó el resto de la fiesta bailando con los jóvenes de la región. Entre un Paul demasiado seguro de si mismo y un Paul celoso, prefería a este último. Lady Eubank tenía razón, había que desafiarle.



Cuando 
Miley se despertó al día siguiente, era casi mediodía. Se levantó con energía, segura de que Paul iría a visitarla. No vino. Solo vio a algunos vecinos, por la tarde tuvo que esforzarse por parecer alegre. Pensó que Paul vendría al día siguiente pero tuvo una nueva decepción.

Tardó un día más en volver a verle y fue por casualidad cuando volvía del pueblo con Emily.

-¿Sabes que el señor Westlan tuvo que volver a Londres por sus negocios al día siguiente de la fiesta?-preguntó esta.

-Mi padre lo mencionó-dijo 
Miley pensando en Paul-creo que tiene que volver mañana ¿por qué?

-Me parece que Margaret está contando las horas, solo piensa en el y...-Emily se calló y miró a lo lejos-Si mis ojos no me engañan veo venir tu presa.
Miley se inclinó y distinguió un elegante faetón que rodaba hacia ellas. Paul se detuvo al llegar a su altura, saludó educadamente a Miley y dirigió completamente su atención a Emily a quien dedicó algunas galanterías. Ella acabó por decirle riendo que ahora era una mujer casada.
Miley escuchaba su conversación mientras intentaba calmar a Khan, que manifestaba una intensa aversión por el caballo negro de Paul.

-¿Iras a la fiesta de lady Eubank mañana?-preguntó Paul.

Después de un largo silencio, 
Miley levantó los ojos y vio que se dirigía a ella.

-¿Iras a la fiesta de lady Eubank?-repitió Paul.
Miley asintió con la cabeza, con su corazón latiendo con fuerza.

-Muy bien, entonces te veré allí.

Sin otra palabra, cogió las riendas y el faetón se alejó.

-Es la conversación mas extraordinaria a la que he podido asistir-comentó Emily cuando el se perdió de vista-Paul acaba de hacer todo lo posible por ignorarte ¿No te parece extraño 
Miley?

-En absoluto-respondió 
Miley con un suspiro resignado-Acuérdate, Paul siempre me ignoraba.

-Lo sé, pero entonces no te miraba fijamente mientras lo hacia. Cuando me hablaba te miraba a ti sin que tu lo notaras.

-¿De verdad?

-De verdad. Te digo que le he visto hacerlo.

martes, 21 de enero de 2014

Tù eres mi Amor - Cap: 7



Una vez en sus habitaciones, lady Anne intentó sobreponerse. Pensaba una y otra vez en la reputación de seductor del duque, que no dudaba en fijarse en otras mujeres aparte de su cantante cuando esta estaba de gira. Miley le había preguntado el nombre, pero debía ser una coincidencia, el duque no podía haber seguido a su sobrina hasta aquí. Martín había mencionado su presencia antes de su llegada.

Ciertamente, 
Miley le gustaría ¿y si intentaba seducirla? En ese caso Anne se vería obligada a revelar a su sobrina no solo su verdadera identidad sino también su comportamiento con las mujeres. Lady Anne se acostó pero la presencia del duque de Claymore en los alrededores la preocupaba.
Miley tampoco podía dormir pensando en la fiesta del día siguiente y en Paul.

A algunos kilómetros de allí, en la residencia de Nicholas, los dos hombres en cuestión saboreaban un coñac. Paul extendió perezosamente las piernas hacia el fuego de la chimenea.

-¿Tenéis intención de llevar a cabo vuestro plan mañana por la noche en la casa Stone?-preguntó haciendo girar el líquido ambarino en su vaso.

-Si.

-Yo en vuestro lugar no fallaría la oportunidad-dijo Paul riendo-A menos que 
Miley haya cambiado por completo, es un acontecimiento que promete ser animado.

-
Miley es un nombre raro-observó Nicholas intentando hacer hablar a su acompañante.

-Es normal en la familia. Su padre esperaba tener un varón y le puso ese nombre aunque fue una niña. De todos modos su deseo casi se hizo realidad. De niña nadaba como un pez, trepaba a los árboles y montaba a caballo como ninguna otra niña. Un día apareció vestida con un pantalón de chico. Otra vez se subió a una balsa diciendo que se iba a América.

-¿Qué pasó?

-Llegó hasta el otro extremo del estanque-respondió Paul un poco nostálgico. De hecho esa criatura tenía los ojos más verdes que he visto nunca. Cuando se fue a Francia hace cuatro años me pidió que la esperaba. Era la primera vez que alguien me pedía algo así.

-¿Aceptó?-preguntó Nicholas con las oscuras cejas arqueadas enmarcando sus ojos grises implacables.

-¿Y después que más?

Paul se echó a reír y bebió un sorbo de coñac.

-Aún era solo una niña y pretendía rivalizar con Courtney Ashton. Si Courtney tenia varicela, 
Miley tenía que tener otra enfermedad más grave. ¡Dios mio! Era una diablilla, espero, por el bien de su padre que haya cambiado.

Nicholas miró a Sevarin divertido, pero no dijo nada. Cuando su invitado se fue, se quedó pensando. Toda esta comedia era muy arriesgada, cuanta más gente veía, más posibilidades tenía de que alguien le reconociera.

El día anterior, tuvo un sobresalto al saber que Emily Archibald se había casado con un viejo conocido suyo. Resolvió el problema con una pequeña entrevista con Michael Archibald, el barón no creyó ni por un momento que Nicholas tuviera necesidad de reposo, pero era demasiado educado para hacer preguntas y demasiado leal para traicionar su secreto.

Lady Anne Gilbert le inquietaba un poco pero si tenia que creer en lo que decía la nota que le había enviado Martín Stone, esta había admitido la explicación.

Nicholas alejó las preocupaciones, si no conseguía cortejar a 
Miley en su papel de caballero provinciano, siempre le quedaba el acuerdo que había firmado con Stone. Su objetivo final estaba de todos modos en su poder.


Miley abrió por completo las ventanas de su habitación y respiró el aire puro del campo, mientras Clarissa la ayudaba a ponerse un elegante traje de montar color turquesa, ella pensó por un instante en ir a visitar a Paul, pero abandonó la idea y decidió ir a ver a Emily.

Los establos se encontraban al final de un camino disimulado por un alto seto. Los veinte recintos que contenía estaban vacíos en su mayoría y estaban alineados a lo largo del edificio. Mientras se dirigía hacia allí, 
Miley  se detuvo para mirar ese paisaje que le era tan familiar. Se dio cuenta de que la barrera del terreno de entrenamiento donde su padre hacia trabajar a sus caballos de carreras había sido blanqueada con cal, más allá se extendían las colinas, verdes y salpicadas de robles y sicomoros, después el bosque se extendía por el noreste dominando a la propiedad.

Para sorpresa de 
Miley  todos los recintos estaban ocupados, cada uno tenía una placa de bronce. Leyó el nombre que estaba en la última.

-Tu debes ser Lubie-dijo a la magnifica yegua baya acariciándole el cuello-Es un nombre muy bonito.

-Veo que sigue hablando con los caballos-dijo una voz detrás de ella.
Miley se giró y sonrió a Thomas, el primer mozo de cuadras de su padre. Había sido su confidente cuando era niña y había sido testigo de un buen número de sus travesuras.

-No puedo creer que mi padre posea tantos caballos-dijo después de saludarle-¿Qué diablos hacemos nosotros con tantos animales?

-Los entrenamos. Pero venga, quiero enseñarle algo.

Al entrar en el establo, 
Miley fue acogida con maravilloso olor a aceite y a cuero, entrecerró los ojos, al fondo dos hombres intentaban dominar un maravilloso semental negro mientras un tercero le ajustaba las herraduras. El semental no dejaba de moverse tirando de las cuerdas que le sujetaban.

-Este es Terror-anunció orgullosamente Thomas-Es un nombre que le va de maravilla, todavía no está totalmente adiestrado y la mayor parte de las veces se libra de su jinete. Tiene mucho carácter y es impredecible, con muy poco se pone nervioso y entonces embiste como un toro.

Thomas señaló un una de las cuadras con su fusta y el caballo redobló sus esfuerzos por liberarse.

-Tranquilo, tranquilo-dijo uno de los mozos de cuadra-Señor Thomas ¿podría esconder su fusta?

-Este animal no soporta la vista de una fusta-explicó Thomas disculpándose-La semana pasada George intentó hacerle andar hacia atrás con un y casi lo manda al otro mundo. En fin dejémoslo, tengo que enseñarle otra cosa.

En otra cuadra, 
Miley descubrió un magnifico caballo castaño con las patas blancas al cual un mozo intentaba dominar.

-¿Khan?-murmuró 
Miley.

Antes incluso de que Thomas pudiera responder, el caballo buscó en los bolsillos de la joven, donde ella escondía los terrones de azúcar que le daba cuando solo era un potrillo.

-¡Pedigüeño!-exclamó riendo-¿Cómo estas? Era muy joven cuando me fui.

-¿Por qué no lo juzga usted misma?
Miley no se hizo de rogar; cogiendo su fusta entre los dientes se apretó la cinta turquesa que le sujetaba el pelo. Terror empezó inmediatamente a removerse relinchando.

-¡Esconda la fusta!-indicó Thomas a 
Miley quien rápidamente le obedeció.

Una vez fuera, 
Miley montó en la silla y dirigió a Khan hacia la barrera abierta.

-Me falta practica-gritó a los palafreneros-si vuelve sin mí, me encontraran en alguna parte entre aquí y la casa del padre de lady Archibald.



Miley!-exclamó Emily encantada al ver llegar a su amiga-déjame verte ¡estas magnifica!

-Eres tu la que lo esta-respondió 
Miley admirando el moderno peinado de Emily.

-Eso es porque soy feliz.

Cogidas del brazo, las dos amigas entraron al salón, un hombre rubio se levantó al verlas entrar.

-Te presento a mi marido...

-Michael Archibald-completó el antes de que su mujer incomodara a su invitada diciendo su título.

Fue un gesto muy amable que tanto 
Miley como su joven esposa agradecieron. Se disculpó y las dejó hablando durante dos hora.

-Paul ha venido esta mañana-le confió Emily molesta cuando 
Miley se levantaba para irse-Vino ha hablar con mi padre. Me dije...me dije que no haría ningún daño si...en fin con mucha naturalidad...en fin le he repetido algunas de las cosas que me había contado el señor de la Ville sobre tu popularidad en Francia. Sin embargo no creo que el te hiciera un favor hablando de ti en esos términos delante de Margaret Merryton. La puso fuera de si describiendo tus conquistas de modo que de detesta más ahora que antes.

-¿Por qué?-preguntó 
Miley mientras atravesaban el vestíbulo.

-¿Por qué siempre te ha odiado? Sin duda porque tu eras la mas rica de todas nosotras. Ahora que se interesa en tu nuevo vecino quizá se muestre más amable.
Miley la miró desconcertada.

-El señor Westland, tu nuevo vecino. Según lo que me contó Courtney ayer, Margaret lo considera de su exclusiva propiedad.

-¿Y como está Courtney?-preguntó 
Miley que olvidó a Margaret con la simple mención de su rival.

-Tan dulce y bonita como siempre. Debes saber que Paul la acompaña prácticamente a todos partes.

Decididamente Courtney siempre había tenido lo que 
Miley deseaba. Seguía pensando en eso mientras cabalgaba a través de los campos, el viento le azotaba el pelo, liberándolo de la cinta turquesa que mantenía sujeto, Khan galopaba a una velocidad increíble, lo volvió a poner al trote y luego al paso hasta que llegaron al camino que atravesaba el bosque. Unos conejos brincaban entre los matorrales y unas ardillas trepaban por los troncos de los árboles. Algunos minutos mas tarde, Miley llegó a la cima de la colina y guió prudentemente a su montura hasta un pequeño riachuelo donde bajó del caballo y ató a Khan a un roble. La atmósfera estaba perfumada por el aroma de las últimas flores del verano y Miley contempló el paisaje a su alrededor con nuevos ojos, sin percibir la figura del caballero solitario, montado sobre un gran semental, que observaba el menor de sus gestos.

Nicholas sonrió al verla quitarse su chaqueta turquesa y ponerla descuidadamente sobre su hombro derecho. Lejos de los salones parisinos, tenía un andar ligero y vivo que hacía volar su pelo alrededor de la cara. Después de sentarse bajo un viejo sicómoro, se quitó los zapatos y luego las medias.

Nicholas se preguntó si debería acercarse a su presa, su caballo se impacientaba, cuando la vio levantarse las faldas y entrar en el agua, el duque sonrió. Golpeando con los talones al caballo, se lanzó hacia la pradera.

Mojarse los pies en ese riachuelo no era tan agradable como 
Miley recordaba, el agua estaba helada y las piedras deslizantes y a la vez puntiagudas. Volvió con precaución hacia la orilla y se tumbó sobre el estomago en la hierba. Apoyada en los codos miraba los peces imaginándose la reacción de Paul cuando la viera. De repente un movimiento cerca del sicómoro, a su izquierda, atrajo su atención.

Con el rabillo del ojo, 
Miley percibió un par de botas de calidad que brillaban como una moneda nueva, se sentó rápidamente y, encogiendo las rodillas contra su pecho intentó escondes sus tobillos desnudos bajo las faldas mojadas.

El hombre estaba apoyado contra el sicómoro con los brazos cruzados sobre el pecho.

-¿Esta usted pescando?-preguntó el dejando que su mirada vagara por las curvas del cuerpo de 
Miley.



Sus ojos se detuvieron en los dedos de los pies desnudos que sobresalían de la falda y luego subieron hasta su pecho.

-¿Me espiaba?-preguntó ella molesta por el modo en que la estaba denudando con la mirada.

El no se molestó en responder, pero pareció divertido por la pregunta. Era muy alto, delgado y atlético, su mandíbula era firme y cuadrada y su nariz recta. El viento movía el espeso cabello negro y bajo las cejas oscuras, los ojos de color gris la observaban con evidente interés.

-¿Se va a bañar?

El tono que empleó le pareció a 
Miley casi agresivo.

-No, intentaba estar sola un rato señor...

-Westland-respondió el mientras su mirada volvía a posarse en la curva del pecho de ella.

Ella cruzó los brazos sobre el pecho y el hombre sonrió.

-Señor Westland-dijo ella encolerizada-tiene usted tan poco sentido de la orientación como educación.

-¿De verdad?-preguntó el reprimiendo con dificultad una carcajada-¿por qué lo dice?

-Porque esta usted en una propiedad privada.

Viendo que no tenía intenciones de irse disculpándose, 
Miley comprendió que tendría que ser ella quien se fuera y se inclinó para coger sus botas y sus medias.

El se acercó y le tendió la mano.

-¿Puedo ayudarla?

-Por supuesto-replicó 
Miley-monte en la silla y váyase.

Un relámpago de ira atravesó los ojos grises del hombre pero se contuvo.

-Aquí está mi mano. Tómela.

Desdeñando el ofrecimiento, 
Miley se levantó sin su ayuda, como le era imposible volver a ponerse las medias sin enseñar las piernas, se las metió en el bolsillo y se puso las botas con rabia, después se subió a la silla de montar apoyándose en el tocón de un árbol, hizo girar a Khan y se fue al galope.

-Hasta la vista señorita Stone-gritó Nicholas.

Una vez fuera de su vista, 
Miley aminoró el paso. Le costaba creer que su padre tuviera en tan alta consideración a un vecino tan desagradable como el señor Westland.



-No adivinarías nunca con quien me acabo de encontrar-le estaba diciendo 
Miley a Anne cuando Sewell, el viejo mayordomo se aclaró la garganta y anunció

-Lady Amelia Eubank solicita ver a la señorita.

-¿A mí? ¿Pero porque?-dijo la joven palideciendo.

-Haga pasar a lady Eubank al salón rosa-dijo Anne mientras su sobrina buscaba desesperadamente un lugar para ocultarse-¿Por qué estas tan agitada querida?

-Tu no la conoces, cuando era pequeña me regañaba porque me mordía las uñas.

-Bueno, eso quiere decir que le importabas, no se puede decir lo mismo de todo el mundo por aquí.

-Pero estábamos en la iglesia-añadió 
Miley.

-De acuerdo-dijo Anne con una sonrisa compasiva-Esta un poco sorda y no es demasiado discreta, pero hace cuatro años fue la única que me dijo cosas agradables de ti. Cree que tienes coraje y tiene mucha influencia en la región.

-Eso es porque todos tienen pánico de ella-suspiró 
Miley resignada.

Cuando entraron al salón rosa, la vieja dama estaba examinando una porcelana, hizo un gesto de disgusto y la depositó sobre la chimenea.

-Esta cosa horrorosa debe ser del gusto de tu padre-le dijo a 
Miley-Tu madre no hubiera admitido algo así en su casa.
Miley abrió la boca pero no encontró nada que decir. Lady Eubank cogió el monóculo que colgaba de una cinta negra en su generoso pecho y examinó a la joven de la cabeza a los pies.

-Bien joven señorita ¿Qué me tienes que decir?

-Estoy encantada de verla después de todos estos años señora-consiguió articular 
Miley retorciéndose las manos.

-¡Tonterías! ¿Te sigues comiendo las uñas?

-No señora.

-Mejor. Tienes una bonita figura y una bonita cara. Vamos a la razón de mi visita ¿sigues teniendo intención de cazar a Sevarin?

-¿Perdón?

-Joven, soy yo la que tiene la fama de estar sorda. ¿Sigues queriendo casarte con Sevarin si o no?

Miley reflexionó rápidamente, dirigió una mirada de socorro a su tía a quien la conversación le parecía divertida.

-Si, si puedo hacerlo-acabó por decir, con las manos crispadas detrás de su espalda.

-¡Lo sabía! No serás de las que se ruborizan y andan con remilgos espero. Porque si es así puedes volverte a Francia enseguida. Hace años que Courtney intenta esa táctica y no a conseguido atrapar a Sevarin. Créeme, hace falta desafiarle. Eso es lo que busca. Está demasiado seguro de si mismo y de sus conquistas femeninas. Hace quince años que oigo a mis vecinos predecir un difícil futuro a su sobrina, señora-prosiguió dirigiéndose a Anne- Sin embargo yo siempre he creído lo contrario, espero con impaciencia verla poner los grilletes a Sevarin. No me decepciones señorita-añadió despidiéndose.

-Creo que está un poco loca-comentó 
Miley cuando la dama se fue.

-Y yo creo que es astuta como un zorro. Harías bien en seguir sus consejos.



Sentada delante de su peinador, 
Miley miraba a Clarissa retirarle el pelo y colocar sobre su frente la diadema de diamantes, el viento de la tarde hacia estremecer las cortinas y la joven tuvo un escalofrío. La noche amenazaba con ser fresca, lo cual no le desagradaba ya que había decidido llevar un traje de terciopelo. Mientras la vestían oyó los coches que llegaban por el paseo así como el ruido de las risas sofocadas. ¿Estarían recordando sus invitados sus fiascos de antes?

Cuando Clarissa terminó, 
Miley se acercó a la ventana preguntándose como iría vestida Courtney. En tonos pastel sin duda. Una multitud de carruajes con luces encendidas estaban llegando ya. Su padre debía haber invitado a toda la región.

Entrando en la habitación, Anne se detuvo encantada de lo que veía. 
Miley estaba magnífica, con una ropa de terciopelo verde esmeralda de cintura alta y con un atrevido escote, las mangas eran largas y estrechas y realzaban la línea graciosa de los brazos.

Abajo, se detuvo un vehículo del cual salió un hombre joven alto y rubio que ayudaba a una hermosa rubia a bajar. Paul acababa de llegar acompañado de Courtney. 
Miley dio un paso hacia atrás y se sobresaltó al ver a su tía.

-¡Estas tan hermosa que quitas el aliento!-exclamó lady Anne.

-¿Te gusta mi vestido?

-¿Tu vestido? Yo hablaba de ti querida. Estas a la vez audaz y elegante, esta mañana tu padre me preguntó de que color irías vestida y me acaba de rogar que te diera esto. Pertenecía a tu madre.

Le entregó un magnífico colgante con una esmeralda. La piedra era enorme y estaba rodeada de diamantes y 
Miley sabía que no había pertenecido jamás a su madre, pero estaba demasiado nerviosa para discutir. Se quedó inmóvil mientras Anne le ponía la joya alrededor del cuello.

-Perfecto-terminó Anne cogiendo a su sobrina por el brazo-Vamos querida, vas a hacer tu segunda presentación en sociedad.

Tù eres mi Amor - Cap: 6



Un mes más tarde, Wilson, el mayordomo de los Gilbert, entregó a Edward el correo, al leer el contenido de una carta que venía de Inglaterra, lord Gilbert abrió la puerta violentamente.

-Haga venir a lady Gilbert inmediatamente-gritó al sirviente-y no se entretenga muchacho, rápido.

-¿Qué sucede?-preguntó Anne entrando precipitadamente en el estudio de su marido.

-Esto es lo que pasa-respondió Edward dándole la carta.

Ella miró el rostro pálido de Edward y luego la firma al final de la página.

-¿Pide que Miley vuelva?

-Dice que nos va a rembolsar todo lo que hemos gastado en ella estos cuatro años, incluso adjunta una verdadera fortuna con la carta-explicó lord Gilbert furioso-para pagar su vestuario para la vuelta a casa ¿por quien nos toma? No ha desembolsado un penique en todos estos años ¡Qué indecencia! Soy perfectamente capaz de proporcionar vestidos nuevos a mi sobrina ¿Sabes lo que puede hacer con su dinero?

-
Miley vuelve a casa-gimió Anne con voz rota amarrándose a una silla-había acabado por creer que la había olvidado. Tengo una idea: respóndele hablando de un posible matrimonio con Alexander de la Ville. Eso nos hará ganar tiempo.

-Desgraciadamente dice en la carta que tiene que estar de regreso en un mes, sin excusas ni retrasos.

Anne empezó a leer la carta.

-Quiere que dedique el tiempo que le queda por estar aquí a despedirse de sus amigos y visitando la las mejores modistas. Ha debido cambiar mucho en estos cuatro años, nunca antes hubiera deseado que su hija perdiera el tiempo visitando modistas en Paris. ¿Crees que el hombre que 
Miley amaba tanto cuando era más joven ha pedido su mano?

-No ha recibido ninguna proposición de matrimonio, sino lo hubiera dicho en su carta-Edward dio la espalda a su mujer-sería mejor que se lo dijeras enseguida, me reuniré contigo en un momento.




Miley se esforzaba por sobreponerse a la impresión que le había causado la noticia

-Estoy contenta de volver a casa-dijo-solo que...

Anne se volvió hacia la ventana, pero la joven vio como le caía una lágrima por la mejilla y se mordió el labio. Si su tía estaba triste eso quería decir que iba a irse pronto y aún no se sentía preparada. Se miró en el espejo para darse ánimo. En Paris los hombres la encontraban hermosa ¿qué pensaría Paul? Ya empezaba a perder la seguridad en si misma. Después se relajó y notó que la invadía un sentimiento nuevo, la esperanza. Sus labios esbozaron una sonrisa, vuelvo a casa, pensó. Se acordó de sus tíos a los que iba a dejar, Anne le daba la espalda y lloraba en silencio.

-Tu vuelta a casa me entristece dijo Anne.

-Te quiero tía Anne-dijo 
Miley incapaz de retener las lágrimas-¡Te quiero tanto!

Anne abrió los brazos y 
Miley buscó consuelo en ellos.

Delante de la puerta, Edward puso cara sonriente y después entró, con las manos detrás de la espalda.

-¿Se divierten señoras?-preguntó con falsa alegría.

Dos rostros llenos de lágrimas le miraron con tristeza.

-¿Cómo?-dijo su mujer.

Las dos mujeres intercambiaron una mirada y rompieron a reír.

-Bueno, yo estoy contento-murmuró Edward extrañado por el repentino cambio de humor de las dos.

-Te vamos a echar de menos-le dijo a su sobrina-nos has hecho muy felices a los dos.

-Jamás querré a otro hombre como te quiero a ti.

Edward notó que su vista se volvía borrosa y de pronto se encontraron los tres abrazados llorando.

-Después de todo, Inglaterra no es el fin del mundo-dijo Edward.

-Tampoco está aquí al lado-dijo 
Miley.

-Tienes amigos allí, y también ese joven al que tanto admirabas. Ese chico rubio que no supo comprender que tenía una joya al alcance de la mano. ¿Cómo se llamaba?

-Paul.

-Era un imb/écil-dijo su tío-debería haber pedido tu mano, a lo mejor lo hace ahora.

-Eso espero-dijo 
Miley.

-Lo sospechaba-respondió Edward dirigiendo una mirada de entendimiento a su mujer-de hecho me he preguntado a menudo si no encontrabas ningún pretendiente a te gusto solo porque esperabas volver a Inglaterra y conquistar a ese hombre ¿es esa tu intención?

-Lo voy a intentar-confesó 
Miley turbada.

-En ese caso estoy seguro de que estarás prometida antes del invierno.

-Eso espero.

-Creo que en esta situación una jovencita debe tener cerca de ella una mujer para aconsejarla-dijo Edward con las manos en los bolsillos-puede que no sea fácil conquistar a ese tal...

-Paul-sopló 
Miley.

-Paul, eso es ¿Te gustaría que Anne te acompañara?

-¡Si!

Edward la abrazó y posó los ojos en su mujer, que estaba radiante de felicidad. Su sonrisa de gratitud valía todos sus sacrificios.

-Tengo que ir a España-dijo-cuando os vayáis me iré a trabajar allí, después iré a Inglaterra para conocer a ese chico al que sin duda estarás prometida y me volveré a ir con Anne.

Satisfecho por haber desbaratado los planes de Martín Stone, Edward volvió a su anterior decisión de devolverle el dinero que había mandado. En los días que siguieron, las dos mujeres recorrieron las modistas y las tiendas parisinas hasta el agotamiento.



La víspera de la partida de 
Miley y de Anne, los padres de Alexander de la Ville dieron una suntuosa fiesta. Miley temió durante toda la noche que llegara el momento de despedirse de Alexander, pero todo se desarrolló mejor de lo que pensaba. Se encontraron a solas en un pequeño salón, el estaba de pie delante de la chimenea y miraba el vaso que tenía en la mano.

-Te echaré de menos Alexander-dijo 
Miley con voz dulce, sin poder soportar el silencio.

-¿De verdad querida?-preguntó él divertido-yo en cambio no te echaré de menos por mucho tiempo.

-Eso no es muy caballeroso-replicó 
Miley sorprendida, sonriendo.

-Solo los mocosos y los viejos son caballerosos, en todo caso, si no voy a echarte de menos es porque tengo la intención de ir a Inglaterra dentro de unos meses.

-Alexander, hay otro hombre-confesó 
Miley desesperada-quiero decir allí, en mi casa. Al menos eso creo, se llama Paul y...

-¿Ha venido alguna vez a verte a Francia?-la cortó Alexander.

-No, seguramente la idea ni siquiera se le ha pasado por la cabeza. Verás, yo era diferente en esa época, era una niña y debe acordarse de mi como una criatura patosa y...¿por qué te ríes?

-Porque estoy encantado. Hace semanas que me pregunto quien es mi rival, estoy feliz de saber que es un inglés idi/ota al que no has visto en cuatro años y que no fue capaz de imaginar siquiera la mujer en la que te ibas a convertir. Vuelve a casa querida.

Dejó su vaso y la atrajo hacia el.

-Vas a descubrir muy pronto que en asuntos de corazón, los recuerdos nunca reflejan la realidad. Luego, dentro de unos meses iré y tu escucharas lo que tengo que decirte.
Miley sabía que tenía intención de pedir su mano y era inútil discutirlo en ese momento. Sus recuerdos no corrían el riesgo de ser mejores que la realidad ya que solo tenía malos recuerdos, pero no quería explicárselo ahora. Además, no la hubiera escuchado, ya que en ese momento se inclinó para aprisionar sus labios con un largo y apasionado beso.



Era un maravilloso día de septiembre y se estaba acabando, 
Miley se inclinó hacia la ventanilla del coche y contempló emocionada el familiar paisaje, solo quedaban unos pocos kilómetros hasta su casa. El tío Edward había insistido en que viajaran cómodamente y así, además de su carruaje, venían otros dos cargados con el equipaje y un cuarto con las dos doncellas, además de los cocheros y los lacayos, las escoltaban seis hombres a caballo. Miley esperaba impresionar a Paul con un despliegue como ese.

Entraron en el paseo que llevaba hasta la casa. Con las manos temblorosas, se puso los guantes de color lila, con el fin de presentarse ante su padre con su mejor aspecto.

-¿Estas nerviosa?-preguntó Anne sonriendo.

-Si ¿se nota?

Lady Anne inspeccionó a su sobrina que llevaba un traje lila a la última moda, sus largos cabellos estaban cuidadosamente trenzados y sujetos detrás de la nuca.

-Estas perfecta-le dijo.

Se sentía tan nerviosa como 
Miley , Edward había decidido que era mejor que llegaran sin avisar para que Martín no pudiera oponerse. Los carruajes se detuvieron delante de la entrada y las dos mujeres vieron venir a Martín Stone a su encuentro mientras un lacayo les abría la puerta del coche. Anne observó la expresión de Martín cuando este descubrió la elegante joven que aparecía ante el con una sonrisa deslumbrante.

-Mi niña-dijo el con voz tensa-han crecido mucho.

-O a lo mejor es que tu has encogido padre-respondió 
Miley.

Una risa ahogada reveló la presencia de Anne, quien descendió también del coche. No esperaba un recibimiento cordial pero tampoco había previsto la expresión de rabia de su cuñado.

-Has sido muy amable al acompañar a 
Miley-acabó por decir el-¿Cuándo te vas?

-La tía Anne se va a quedar conmigo dos o res meses hasta que me haya acostumbrado-dijo 
Miley alegremente-Es muy amable por su parte ¿verdad?

-En efecto-admitió el con aspecto francamente contrariado-Id a refrescaos antes de la cena. Os veré más tarde.
Miley se sentía a la vez mortificada por el recibimiento de su padre y emocionada al verse de nuevo de regreso en su casa. Al entrar en la vieja mansión reconoció los muebles, las pinturas que reproducían paisajes ingleses y los retratos de sus antepasados. Su cuadro favorito, colgado entre dos sillones Chippendale, era una escena de caza en la niebla de la mañana. Nada había cambiado y sin embargo el ambiente que se respiraba era diferente. La casa brillaba como si miles de manos la hubieran pulido, las lámparas de araña del techo brillaban y la alfombra que pisaba en ese momento era totalmente nueva.

Se detuvo en la entrada de su habitación e inspiró profundamente, la habitación había sido decorada nuevamente durante su ausencia, la cama estaba vestida con una tela de flores preciosa y de la ventana colgaban unas cortinas a juego.

-Clarissa-dijo a la doncella-es preciosa.

Ocupada en vigilar a los sirvientes que descargaban el equipaje, Clarissa no tenía demasiado tiempo para mirar.

A la hora de la cena, 
Miley fue a la habitación de su tía. La habitación de esta no había sido redecorada y parecía un poco pasada de moda en comparación con el resto de la casa.

-No es nada grave querida-dijo Anne con una sonrisa cuando ella quiso disculparse por la actitud de su padre.

Cogiendola del brazo bajaron juntas las escaleras. Su padre las esperaba en el comedor y 
Miley se dio cuenta de que todos los muebles habían sido restaurados, el tapizado de las sillas hacía juego con las cortinas nuevas, dos lacayos con librea impecable estaban ocupados con algo mientras un tercero empujaba un carrito con las bandejas.

-Se diría que hay muchos sirvientes-dijo mientras su padre las invitaba educadamente a sentarse.

-Nos hacían falta desde hace tiempo-respondió evasivo-la casa empezaba a parecer abandonada.
Miley miró a su padre a la cara y descubrió con asombro que sus cabellos se estaban volviendo blancos y que su frente estaba llena de arrugas. Parecía haber envejecido veinte años.

-¿Por qué me miras así?-preguntó bruscamente.

Siempre había sido bastante brusco pero en ese momento no justificaba tal actitud, en todo caso, ella no quería volver a las peleas de antaño.

-Acabo de darme cuenta de que tienes el pelo gris-respondió suavemente.

-¿Te sorprende?-replicó su padre algo más amable.

-Si-dijo ella-estoy asombrada de que los años hayan conseguido hacer que te salgan canas mientras que yo no lo conseguí cuando era niña.

-¿Sabes que tu amiga Emily encontró marido? Hacía tres años que había sido presentada en sociedad y su padre desesperaba ya de conseguirlo. Ahora se habla de ello en toda la región.

La mirada de Martín se posó acusadora en Anne, como si le reprochara a ella el que 
Miley no hubiera encontrado un marido apropiado.

Lady Anne se removió en la silla.

-No me digas que has perdido las esperanzas de verme bien casada-se apresuró a decir 
Miley con ligereza.

-Si-dijo secamente Martín.

A ella le dieron ganas de enumerar todas las proposiciones que su tío había recibido pero seguramente se pondría furioso al saber que Edward las había rechazado todas ¿Por qué se mostraba tan frío su padre?

-Si eso te tranquiliza, debes saber que he rechazado las proposiciones de dos barones, un conde, un duque y un príncipe-dijo con una sonrisa conspiradora.

-¿Es eso verdad?-preguntó bruscamente Martín mirando a Anne-¿Por qué no fui informado de esas proposiciones de matrimonio?

-Es falso desde luego-cortó 
Miley esforzándose por no perder la sonrisa-solo encontré un duque y un impostor y los detesté a los dos. También conocí aun príncipe ruso pero ya estaba comprometido. Dudo que la princesa le abandone para permitir que me case mejor que Emily.

-Voy a dar una pequeña fiesta en tu honor mañana por la noche-dijo su padre tras un momento de silencio.
Miley sintió una oleada de calor que la invadía hasta que su padre corrigió

-La verdad es que no es una pequeña fiesta, sino más bien una recepción con lo mejor de los alrededores, una orquesta y todo eso.

-Será...magnifico-consiguió decir 
Miley estupefacta.

-Emily vendrá de Londres con su marido. Todo el mundo estará aquí-

Los cambios de humor de su padre eran tan impredecibles que 
Miley renunció a conversar con el y la cena terminó en silencio.

-Tenemos un nuevo vecino-anunció Martín de pronto levantando tanto la voz que las dos mujeres saltaron en sus asientos-le he invitado porque quiero que le conozcas. Es un soltero apuesto y un caballero. Le vi a caballo el otro día.

-¡Padre!-exclamó 
Miley rompiendo a reír-No me digas que ya quieres colocarme, todavía no he llegado a eso.

Viendo que su padre no parecía apreciar la broma, intentó ponerse seria y preguntó el nombre del hombre en cuestión.

-Nicholas Westmor...Nicholas Westland.

Lady Anne dejó su cuchara y miró fijamente a su cuñado, el cual sostuvo su mirada sonrojándose. Al notar la contrariedad de su padre 
Miley se levantó.

-Creo que mi tía y yo necesitamos descansar después de este día agotador, padre.

-Me gustaría quedarme un poco más con tu padre-dijo Anne-sube tú, yo me quedaré un rato.

-Eso es-confirmó Martín-ve a acostarte, tu tía y yo vamos a charlar un poco.

Cuando su hija se fue, despidió a los lacayos con un gesto y sostuvo la mirada de su cuñada con manifiesta hostilidad.

-Has tenido una extraña reacción al oír el nombre del nuevo vecino.

-¿Su nombre es Nicholas Westland o Westmoreland?-preguntó ella mirándole con intensidad-Si es este último, le reconoceré aunque no hayamos sido nunca presentados.

-Si insistes en saberlo, es Westmoreland-admitió Martín con reticencia-Su presencia en los alrededores es fácil de explicar: está convaleciente de una antigua enfermedad que reaparece de vez en cuando.

-¡Estás de broma!-se escandalizó Anne al oír la grotesca explicación

-¿Tengo aspecto de bromear, maldición?-tronó Matin furioso.

-¿Tu te crees esas est/upideces? Hay sitios mejores a los que el duque de Claymore podría ir. Está llegando el invierno y esta región es seguramente el último lugar del mundo donde podría desear enterrarse.

-Solo te repito lo que me ha dicho el. Su Gracia necesita escapar de las presiones de la vida londinense. Soy el único, aparte de ti, que conoce su verdadera identidad y espero que ninguno de los dos traicionará su secreto.

Tù eres mi Amor - Cap: 5



Un mes después del baile de máscaras de los Armand, Matthew bennet dejó su despacho y subió a un espléndido carruaje que llevaba el sello del ducado de Westmoreland, dejó su cartera de cuero que contenía el informe sobre la señorita Miley Stone sobre el asiento y estiró las piernas para disfrutar mejor de la comodidad del vehículo.

Hacia casi un siglo que sus antepasados se ocupaban de los asuntos de la familia Westmoreland, las propiedades de Nicholas Westmoreland se encontraban principalmente en Inglaterra y era el padre de Matthew quien se ocupaba de los asuntos del duque en su despacho de Londres. Hasta ese momento Matthew nunca lo había visto en persona y estaba preocupado por causarle una buena impresión.

Aproximadamente una hora después de su partida, la residencia francesa del duque apareció en medio de las colinas llenas de flores. Matthew se inclinó maravillado, era un inmenso edificio de arquitectura clásica, una sucesión de terrazas a la italiana descendían hacia el río. El coche se detuvo ante la entrada y Matthew subió lentamente los escalones de piedra. Entregó su tarjeta al mayordomo y este le hizo entrar en una amplia biblioteca con las paredes tapizadas de libros maravillosamente encuadernados.

Una vez solo, Matthew examinó la colección de jarrones chinos y los adornos que decoraban la habitación, identificó un Rembrandt colgado en una de las paredes rodeado de maravillosos grabados alemanes. Los grandes ventanales se abrían sobre un paisaje magnífico. El lado opuesto de la habitación estaba presidido por un magnifico escritorio labrado que Matthew pensó que debia ser de finales del siglo XVI. Por su aspecto debía haber pertenecido a un rey. Se sentó en un sillón de cuero y dejó el maletín en el suelo a su lado.

Cuando se abrió la puerta se levantó de un salto y miro furtivamente al hombre moreno del cual dependía su futuro. Nicholas Westmoreland tenía aproximadamente treinta años, era muy alto y atractivo, su atlética forma de andar denotaba una energía y una actividad que no tenía nada que ver con la existencia ociosa que Matthew creía propia de un hombre de su rango. De el se desprendía una impresión de poder y magnetismo extraordinario.

Dos penetrantes ojos grises se posaron en Matthew poniéndole nervioso. El duque se sentó detrás del escritorio y le indicó que se sentara.

-Muy bien señor Bennett ¿empezamos?-dijo con calma y autoridad.

-Por supuesto. Según vuestro deseo, Vuestra Gracia, hemos investigado la familia y el pasado de la joven en cuestión. La señorita Stone es la hija de Susan Stone, fallecida cuando su hija solo tenía cinco años, y de Martín Albert Stone, el cual sigue vivo. Nació el treinta de junio de 1800 en la mansión familiar, situada cerca del pueblo de Morsham a una distancia aproximada de siete horas de Londres. Las tierras de los Stone son pequeñas pero productivas. Martín Stone lleva una vida de caballero rural, hace cuatro años su situación financiera empeoró, fue la época de las grandes inundaciones en Inglaterra, la propiedad de los Stone se vio afectada gravemente y por desgracia dependía de las cosechas. El informe indica que Stone se metió entonces en negocios financieramente desastrosos. Hace dos años hipotecó la propiedad y lo invirtió todo en una sociedad de transporte de mercancías en las colonias. Desgraciadamente también ese negocio fracasó. Actualmente esta lleno de deudas, la mansión esta casi en ruinas y quedan solo algunos sirvientes.

Mattew sacó un informe de su maletín.

-He aquí una lista detallada de sus acreedores fechada hace un mes, en este momento habrá algunos más.

Nicholas Westmoreland estudió el documento con el rostro inexpresivo.

-¿A cuanto ascienden las deudas?-preguntó por fin.

-Yo diría que a casi cien mil libras.

Esta cantidad no pareció tener ningún efecto en el duque.

-¿Qué ha averiguado sobre la hija?-preguntó cambiando de tema.

Matthew sacó un informe con el titulo “W. Stone”. Probablemente el duque tenía la intención de convertirse en el amante de la joven y, en ese caso, se haría cargo de las necesidades financieras de su familia.

-No ha sido fácil obtener información personal sin levantar sospechas-dijo- Hemos averiguado que fue una niña bastante difícil, un poco...imprevisible. Parece ser muy culta y tuvo numerosos preceptores. Habla sin dificultad no solo el francés, sino también el griego, lo bastante para hacer de interprete de su tío en sus conversaciones con los diplomáticos helenos. Lee el italiano, el latín y el alemán, puede que incluso hable esos idiomas pero no estamos seguros.

Matthew dudaba si seguir o no, molesto por tener que decir al duque lo que ya sabía.

-Continúe-dijo este con una sonrisa.

-Numerosos contactos nos hablaron de una cierta tirantez entre padre e hija, algunos dijeron que el padre tenía la culpa pero la mayoría le compadecían por tener una hija tan rebelde. Cuando tenía catorce años se encaprichó de un tal Paul Sevarin, diez años mayor que ella y que no llevaba demasiado bien esa persecución, por estas razones, Stone envió as u hija a Francia para vivir con sus tíos cuando cumplió los dieciséis años, aquí parece ser que fue bien acogida por la alta sociedad. Naturalmente si se supiera la verdadera situación financiera de su padre, las cosas cambiarían.



Matthew expresó esa idea en voz alta ya se reprendió a si mismo por ello. Continuo:

-La señorita Stone ha sido objeto de numerosas peticiones de mano pero ha desanimado a todos sus pretendientes. Los pocos que se han atrevido a hablar de sus intenciones con su tío han sido rechazados, aparentemente por orden de Martín Stone. Se dice que es una joven de excelente educación aunque a veces sea un poco extravagante ¿me equivoco?-preguntó Matthew al ver que el duque se echaba a reír.

-No, no se equivoca, es exactamente así. ¿Hay algo mas?

-Algunos detalles, Vuestra Gracia. Su tío, lord Gilbert, es agregado al consulado británico y goza de una reputación intachable. Su sobrina está muy unida a el y a su esposa, lady Anne Gilbert. En este momento, todo el mundo está de acuerdo en pensar que Alexander de la Ville no tardará en pedir su mano, lo que no disgustaría a lord Gilbert. Los de la Ville son, como tu sabéis, una de las primeras familias de Francia y Alexander es su único hijo varón. Eso es todo lo que he podido saber en tan poco tiempo Vuestra Gracia-concluyó Matthew cerrando el informe.

Nicholas se levantó y se acercó a la ventana, contempló distraídamente el paisaje pensando en una idea que solo tenia que decir en voz alta para que se hiciera realidad.

Se sentía atraido por 
Miley desde que la vio por primera vez. La otra noche en casa de los Armad, reprimió a duras penas las ganas de besar sus dulces y carnosos labios y de llevarla a un sitio oscuro para hacerle el amor. Ella era la tentación misma, a la vez provocadora y angelical, con un cuerpo de diosa y un ingenuo encanto que le hacia sonreír cada vez que pensaba en ella. Además parecían compartir el mismo sentido del humor, lo que le hacia presagiar momentos muy agradables. Nicholas abandonó el intento de darse a si mismo una razón válida, la quería y eso era suficiente. Con ella no corría el riesgo de aburrirse como le sucedía con las otras mujeres que había conocido y su larga experiencia con el sexo débil le decía que no se equivocaba al juzgarla. Volvió al escritorio con paso decidido.

-Quiero que me prepare una orden de pago. Tendrá que transferir una elevada suma cuando Stone haya aceptado mi oferta.

-Si la acepta-dijo Matthew sin pensar.

-La aceptará-replicó el duque con la sonrisa sardónica característica de los Westmoreland.

El abogado había aprendido a no traicionar nunca sus sentimientos, sin embargo, cuando el duque le dictó las condiciones por las cuales iba a enviar una gran cantidad de dinero a Martín Stone, no pudo reprimir su sorpresa. Afortunadamente el duque pareció no darse cuenta.

Nicholas vio como se alejaba el coche que llevaba a Matthew Bennet a Paris, estaba impaciente porque todo estuviera en orden. Quería a 
Miley, pero nunca la cortejaría en Francia, donde tendría que hacer cola esperando su turno detrás de los otros aspirantes, haciendo reverencias. Ninguna mujer valía el esfuerzo, ni siquiera ella. Además hacia mucho tiempo que había dejado Inglaterra, debía volver a Londres para llevas mejor sus asuntos.

Los Stone solo vivían a siete horas de la capital, si se instalaba en el vecindario, podría llevar sus negocios de dinero y de corazón más de cerca. Decidió dar un empujón a Stone para que llamar a su hija de vuelta a casa en cuanto los documentos estuvieran firmados y el dinero le hubiera sido entregado. La idea de que Maetin Stone pudiera rechazar su ofrecimiento, o que 
Miley se resistiera, ni siquiera le pasó por la mente.

El enfrentamiento entre padre e hija le preocupaba un poco, ya que cuando supiera el acuerdo al que habían llegado, 
Miley podía rebelarse solo por llevar la contraria a su padre. Pero el no quería pelearse con ella, el quería hacerle el amor.

Su título era otro problema, en cuanto se supiera que se había instalado en el campo, todas las miradas se volverían hacia el y eso no era lo que quería. Por lo tanto decidió esconder a 
Miley no solo el acuerdo con su padre sino también su identidad y su rango.

Una semana más tarde, Matthew visitó de nuevo al duque.

-¿Quiere tomar un coñac conmigo?-propuso Nicholas sin levantar la vista de los papeles que estaba estudiando-

-Con mucho gusto, Vuestra Gracia-aceptó el abogado sorprendido por esta súbita familiaridad.

El duque ordenó con un gesto al lacayo que le sirviera y unos minutos más tarde dejó el informe y miró a Matthew que estaba sentado frente a el.

-Como pedisteis-dijo este-he adjuntado un párrafo especificando que asumís la responsabilidad financiera de la señorita Stone. ¿Queréis poner un límite?

-No, asumo todos sus gastos-dijo Nicholas mirando distraídamente el documento que le habia dado el abogado-¿Qué opina usted?

-¿Qué opina la señorita Stone?-replicó Matthew con una sonrisa.

-No lo sabremos hasta dentro de un tiempo, todavía no sabe nada de mi.

-En ese caso-dijo el abogado bebiendo un trago de brandy para disimular su sorpresa-os deseo buena suerte con el padre y con la hija.

-Saldré para Inglaterra esta semana, quiero discutirlo con Martín Stone. Si acepta necesitaré una residencia en las cercanías, pida a su padre que me encuentre una por favor, algo modesto, situado a menos de media hora de la casa de los Stone. No quisiera perder demasiado tiempo en ir y venir, ni siquiera para seducir a la señorita Stone.

Atónito, Matthew tomó buena nota y resumió los términos del acuerdo. Los ojos de Nicholas brillaban divertidos.

-Negociará usted el alquiler a nombre de Westland en lugar de Westmorwland. Una vez que me haya instalado allí con el servicio, intentaremos ser discretos. Me haré pasar por un nuevo vecino llamado Nicholas Westland.

-¿Incluso con la señorita Stone?

-Sobre todo con ella.