sábado, 8 de febrero de 2014

Tù eres mi Amor - Cap: 12



Miley le acusó de ser tan anticuado como su abuelo, el la acusó de loca.

-Una condenada loca-respondió 
Miley con una sonrisa divertida-Eso es lo que dicen por lo general los hombres como usted de las mujeres que son capaces de decir algo más que las tres frases habituales.

-¿Cuáles?-preguntó Nicholas.

-“Si señor”, “no señor” y “como usted quiera señor”. Es una pena que desde su más tierna infancia las mujeres sean educadas para actuar como criadas.

-Estoy de acuerdo con usted-admitió Nicholas.

Antes de que 
Miley pudiera recobrarse de la sorpresa añadió:

-De cualquier modo, más tarde o más temprano una mujer debe someterse a la autoridad de su señor.

-No estoy de acuerdo-dijo 
Miley sin hacer caso de la mirada molesta que tenía su padre-Yo personalmente no tendré jamás un amo.

-¡De verdad?

La joven iba a responder cuando su padre se lanzó a un monólogo sobre las ventajas de la irrigación, lo que sorprendió a 
Miley y molestó a Nicholas. Cuando llegó el postre, el duque dirigió de nuevo su atención a la joven.

-¿Le gustan los juegos de sociedad?-preguntó mirándola a los ojos-dejando aparte de los pequeños juegos a los que ya nos hemos dedicado juntos.

-Si-respondió ella sosteniendo su mirada-los dardos.

-Si tuviera dardos, que no tengo, no me gustaría estar en su línea de tiro.

-Para ser una simple mujer, tengo bastante buena puntería, señor Westland.

-A eso me refería-respondió el levantando su vaso.
Miley hizo un gesto con la cabeza seguido de una sonrisa irresistible marcando el final de ese duelo verbal.

Nicholas se moría de ganas de despedir a los otros invitados para tomarla en sus brazos y besarla hasta que ella se apretara contra el, ardiendo de deseo, esa noche el había conseguido romper la barrera de su indiferencia.

Al final de la cena, un criado condujo a Martín y a Anne hacia el salón. Nicholas retuvo a 
Miley quien quería ir con ellos.

-¡Los dardos!-dijo-Esta usted ansiosa por ver sangre.

-Su elección de palabras debe ser la admiración de todos los que le rodean-replicó ella-En el futuro hágame el favor de guardar sus observaciones para si mismo.

Quiso alejarse pero el la retuvo por el brazo.

-¿Qué quiere decir? Espero que no se esté tomando mis provocaciones en serio.

Ella apartó la cara sonrojada.

-¡Dios mio, es eso!

Le puso la mano en la mejilla y la obligó a mirarle.

-Le suplico que me perdone, me muevo en un ambiente en el que es de buen tono el hecho de hablar crudamente. Las mujeres son muchas veces tan francas como los hombres con los que coquetean.

-No se trata solo de las palabras que emplea-respondió 
Miley un poco avergonzada de no conocer esos ambientes de los que el hablaba-es la manera como me ha...-se interrumpió al recordar que había aceptado los besos de Nicholas.-Voy a proponerle algo. Usted olvida todo lo que le he hecho y yo olvidaré todo lo que me ha hecho usted. Por supuesto, debe prometerme por su honor no volverme a hacer lo que me hizo cerca del río.

-Si quiere hablar de la fusta-dijo Nicholas frunciendo la cejas-no crea que...

-No me refería a eso sino a lo otro.

-¿Se refiere al beso?
Miley bajó la cabeza, el puso una expresión tan sorprendida que a Miley se echó a reir.

-No me diga que soy la primera mujer que se niega a que usted la besa.

El se encogió de hombros.

-Admito las mujeres me han mimado bastante, parecían apreciar mis...atenciones. Pero usted ha estado rodeada durante mucho tiempo de ****as que se arrastraban, que le suplicaban que usted les dejara convertirse en sus dueños.

-Se lo he dicho ya hace un momento, no dejaré jamás que un hombre se convierta en mi dueño. Cuando me case seré una esposa abnegada pero también una compañera en todo, no una criada.

-¿Una esposa abnegada?-repitió el con una mirada cargada de humor y de certeza-Creo que no.

Invadida por una inexplicable inquietud, 
Miley apartó los ojos, se sobresaltó al volver a oir la voz de Nicholas.

-Pregunto si le gustaría jugar al whist o a alguna otra cosa.

-Podríamos jugar al whist-respondió ella con más educación que entusiasmo.

Detuvo su mirada en el ajedrez instalado delante de la chimenea y se acercó para verlo más de cerca. Las piezas, de la altura de una mano, eran de oro y de plata. Levantó el rey y lo llevó a la luz, se le cortó el aliento. Era un magnifico retrato del rey Enrique II.

-Es magnífico-dijo.

.¿Sabe jugar al ajedrez?-preguntó Nicholas sorprendido.

Su tono fue tan incrédulo que 
Miley  tuvo ganas de obligarle a jugar.

-No muy bien me temo-respondió ella bajando los ojos para disimular su mentira.

La verdad era que ganaba a un buen número de los amigos de su tío en Paris.

-¿Juega a menudo?

-No, no demasiado-respondió el poniendo dos sillones de cuero a ambos lados del ajedrez.

-Mejor-dijo 
Miley con una sonrisa-En ese caso no será una partida demasiado larga.

-¿Tiene intenciones de ganarme rápidamente?-preguntó el arrastrando la voz.

-¡En absoluto!

Ella jugó muy bien, al cabo de tres cuartos de hora la partida se hizo más lenta.

-Se diría que está intentando amenazarme-dijo Nicholas con una mirada de admiración mientras ella se comía su torre.

-No está siendo tan fácil como esperaba. He reconocido sus intenciones antes de que usted reconociera las mías. Eso hubiera debido costarle la derrota.

-Estoy apenado por haberla decepcionado.

-¡Está encantado por decepcionarme y lo sabe!-respondió 
Miley  riendo.

Su padre apareció repentinamente en la puerta y pidió al señor Westland que acompañara a su hija al terminar la partida. Cogió firmemente el brazo de su cuñada y la llevó hacia la puerta de entrada.

-Podemos terminar otro día-dijo 
Miley levantándose.

El tono de su voz traicionaba las pocas ganas que tenía de interrumpir la partida.

-No hace falta-exclamó su padre besándola en la frente.

La forzó a sentarse de nuevo.

-Continuad jugando los dos. Esta casa está llena de criados que te servirán de chaperones.

-Pero padre, te aseguro...-empezó 
Miley temiendo por su reputación en el vecindario.

-Estoy seguro de que el señor Westland se comportará como un perfecto caballero.

-
Miley será tratada con todo el respeto y toda la admiración que siento hacia ella-respondió Nicholas divertido.



Empezaron una segunda partida, la primera había terminado en tablas. 
Miley no tardó en relajarse y pronto estuvieron bromeando alegremente. Con los codos sobre la mesa, y la barbilla en la mano, Miley vió como Nicholas cogía su caballo.

-Es usted muy imprudente-dijo.

Nicholas le sonrió e ignoró su advertencia.

-Está usted en una mala posición para darme consejos de estrategia después de su último movimiento, querida mía.

-Entonces no se queje después, ya le he avisado-dijo 
Miley inclinándose para mover la torre.

En cada movimiento de la joven, los ojos de Nicholas se fijaban en su escote. Luego debía volver a concentrarse en su juego. Ella se había quitado los zapatos y se había instalado cómodamente en el sillón. El pelo le caía como una cascada sobre los hombros y sus ojos verdes brillaban de placer. El hubiera deseado ponerla en sus rodillas y tocar sus curvas voluptuosas. Era a la vez provocativa e inocente, en el espacio de una noche había cambiado su actitud hacia el. Además estaba demostrando ser excelente jugando al ajedrez. Ella levantó los ojos hacia él.

-¿Está pensando en su próximo movimiento o se arrepiente de lo que acaba de hacer señor?-le preguntó.

-Creo que había dicho que nunca tendría un dueño-se burló el.

-Solo quería distraer su atención, pero no ha respondido a mi pregunta.

-de hecho-dijo el moviendo su rey-me pregunto porque pierdo mi tiempo jugando al ajedrez con una mujer, cuando todo el mundo sabe que este juego requiere una lógica superior, completamente masculina.

-¡Es usted un monstruo!-lanzó 
Miley riendo mientras respondía moviendo su alfil-Yo me pregunto porque pierdo mi tiempo jugando con un adversario tan pobre.

Al cabo de una hora, 
Miley estaba a punto de ganar.

-Creo que piensa que me ha cazado-dijo Nicholas.

Mientras 
Miley pensaba en su estrategia, él hizo una señal al lacayo que estaba en la puerta desde que Martín y Anne se habían ido. Este llevó coñac y dos vasos en una bandeja de plata y después se retiró cerrando la puerta detrás de el. Cuando Nicholas le dio un vaso a Miley está permaneció callada.

-Durante la cena, parecía usted tan convencida de que las mujeres debían ser tratadas de la misma manera que los hombres que creí que querría beber lo mismo que yo-explicó el.

-Coñac-dijo ella sonriendo-Es excelente con un buen puro ¿no?

-Totalmente-dijo el entregándole una caja de metal.

La joven estuvo a punto de romper a reir al verle tan tranquilo. Miró los puros como si no supiera cual escoger.

-¿Puedo sugerirle el más largo de la izquierda?-murmuró cortésmente.
Miley se desplomó en el asiento muerta de risa.

-¿Un poco de rapé quizá?-continuó Nicholas-Lo reservo para mis invitados más exigentes, como usted.

-¡Es usted imposible!-dijo ella, probando una gota de coñac que le quemó la garganta.

Después se acostumbró a la fuerza del alcohol y se sintió enseguida invadida por un delicioso calor.

-Jaque-dijo Nicholas con una sonrisa sardónica moviendo su alfil.

-¿Jaque?-repitió 
Miley incrédula-¡Es verdad! Es usted un traidor.

-Sus cumplidos me llegan directamente al corazón.

-No tiene usted corazón-replicó ella con una sonrisa-Si lo tuviera no abusaria de una pobre inocente empujándola a jugar a un juego en el que evidentemente es un maestro.

-Es usted quien me ha engañado. Acabemos esta partida sino va a decir que no se había terminado para fastidiar mi victoria.

-No, me rindo.

-Eso esperaba-dijo el después de un momento de silencio.

Se desabrochó la chaqueta azul marino y se acomodó en su sillón. Visiblemente relajado miró como bailaba el fuego en la chimenea.

-Me pregunto que hora será-dijo 
Miley después de observarle unos minutos-Seguramente hace rato que debería haberme ido.

-No sin que antes os oiga reir de nuevo-dijo el mirándola.

-No me había reido tanto desde una audición organizada por mi profesor de música cuando tenía doce años. Decía que mi manera de tocar el piano le hacía llorar, fui la última en tocar, y al terminar mi parte reinaba un silencio de muerte. Courtney Ashton por su parte triunfó.

Nicholas se enterneció, sintió una oleada de ternura que le invadía y quiso proteger a 
Miley  levantó su vaso para esconder su emoción.

-Eso no es lo que me hace gracia-continuó ella-Courtney tenía que recibir un premio pero este desapareció como por encanto. Se corrió el rumor de que alguien lo había escondido en un árbol y todo el mundo creyó que había sido yo. Entonces, Courtney quiso trepar y se resbaló cayendo sobre la mesa encima de todos los canapés y los panecillos.

Se rieron los dos mirándose a los ojos. Nicholas dejó su vaso y se levantó, la risa de 
Miley se apagó y entonces se dio cuenta de que el lacayo ya no estaba con ellos.

-Es terriblemente tarde, me tengo que ir

Nicholas fue hacia ella.

-Gracias por esta maravillosa velada, la mejor de mi vida-dijo el con una voz grave y dulce.

Ella miró sus ojos grises y su corazón se puso a latir como un loco.

-No se ponga tan cerca, tengo la impresión de ser un ratón a punto de ser cazado.

-Si me quedo en la otra punta de la habitación me será difícil besarla querida-dijo con gracia.

-No me llame así y no me bese. Acabo de perdonarle por la última vez.

-Entonces me tendrá que perdonar una vez más.

-Le prevengo-murmuró ella mientras que el la atraía a sus brazos-de que no le perdonaré nunca.

-Es una posibilidad terrible pero voy a correr el riesgo-murmuró el con voz ronca.

Puso su boca golosa sobre la de ella y la inmovilizó entre sus brazos contra su cuerpo firme y musculoso, besándola largamente. Bajo la presión de su lengua, 
Miley abrió los labios temblando para responder a sus exigencias. El introdujo su lengua en la boca de ella con un delicioso vaivén que contrajo las entrañas de la joven.

Bajo sus audaces caricias y la presión de sus fuertes muslos, el cuerpo de 
Miley cobró vida, se abandonó a las manos y los labios ardientes de pasión de Nicholas. Ella no podía ya pensar en nada, había dos mujeres en ella, una inflamada de pasión y otra paralizada de miedo.

Cuando el por fin se retiró, ella dejó caer la cabeza contra su pecho, con las manos aferradas a su camisa blanca. Estaba a la vez furiosa con el y consigo misma.

-¿Debo implorar su perdón?-preguntó provocador.

El depositó un beso en la frente de ella, dejó la habitación y volvió unos instantes después con la capa de 
Miley poniéndosela sobre los hombros. Ella se estremeció con su contacto.

-¿Tiene frio?-le preguntó atrayéndola hacía el.
Miley era incapaz de pronunciar una sola palabra.

-¿No le habré hecho perder la voz verdad?-murmuró el en su pelo.

-Por favor déjeme-suplicó ella.

El no le dijo nada más antes de llegar al porche de la casa.
-Miley-dijo reteniéndola por el brazo mientras ella abría la puerta-me gustaría hablar con usted. Hay algunas cosas que deben quedar claras entre nosotros.

-Ahora no-dijo ella-En otro momento tal vez, pero no esta noche.
Miley no durmió en toda la noche presa de la incertidumbre, no debía volver a quedarse sola con Nicholas, sin embargo ella había creído esa noche que podían llegar a ser amigos.

¡Amigos!-pensó tumbándose de espaldas. Ese seductor estaba preparado para todo, debía darse prisa en anunciar su compromiso con Paul. Ni siquiera Nicholas tendría la audacia de continuar con sus atenciones hacía ella si estaba comprometida con otro hombre.

Tù eres mi Amor - Cap: 11



Miley se sentó de un salto sonrojada. Se arregló el pelo lo mejor que pudo.

-Por supuesto-dijo levantándose-Deberiamos habernos ido hace mucho tiempo.

Nicholas extendió un brazo hacia ella, pero ella se alejó con paso rápido, cuando se estaba montando en la silla, el la atrapó y la atrajo hacia el cogiendola por detrás.

-Dulzura mia, tendré otras ocasiones para estrecharte contra mi en el futuro, te lo prometo.

-
Miley no creía lo que oía, después de haberla llamado pícara, se atrevía a prometerle nuevos contactos íntimos para aliviar su deseo. ¿Cómo había podido ella olvidar tan rápidamente que el carecía de moral y tenia demasiada confianza en si mismo?

-¿Usted cree?-preguntó con disgusto una vez que se soltó de su abrazo.

-¡Desde luego!-respondió el con una sonrisa demoníaca.

-Bueno, no cuente con ello-replicó ella.

El la ayudó a subirse a la silla y dejó una mano puesta en su muslo.

-¿Donde es el picnic?-preguntó 
Miley con voz temblorosa.

-En el pequeño claro entre la mansión de Sevarin y la mia.

-Entonces nos encontraremos allí-concluyó la joven deseando alejarse lo más rápido posible.

Dio media vuelta y partió al galope con el pelo al viento mientras el aire refrescaba sus mejillas ardiente. Hubiera llorado de vergüenza.

A lo lejos un grupo de jóvenes estaban agrupados en un pequeño valle ondulado, 
Miley reconoció entre ellos a Paul. Probablemente la despreciaría si supiera lo que acababa de pasar. Miró hacia atrás, Nicholas se encontraba a unos diez metros.

-¡Hagamos una carrera!-dijo ella levantando la fusta.

-Si crees que vas a tener alguna posibilidad-respondió el riendo-Te doy diez cuerpos de ventaja.
Miley dudó un instante, no quería aceptar un desafío así pero después lanzó a Kahn al galope. Al acercarse al grupo, vió con horror que a pesar de todo Nicholas casi la alcanzaba y en el último segundo el semental la pasó por poco.

Un mozo ayudó a 
Miley a bajar al suelo y aparentando indiferencia pasó por delante de Nicholas alisándose la falda.

-Gané-dijo el inclinándose con una gran sonrisa en los labios.

El mozo de establo que acababa de examinar la pata delantera de Kahn, se enderezó.

-Señor-dijo educadamente-el caballo de la señorita tenía una piedra en el casco.
Miley iba a dar esa excusa para explicar su derrota cuando Paul llegó hasta ellos.

-¿Dónde diablos han estado?

-Tuvimos problemas con el semental-explicó Nicholas con calma.

Paul miró con escepticismo al dócil caballo negro y sobre el rostro enrojecido de 
Miley.

-Estaba preocupado.-dijo.

-¿De verdad? No habia de que preocuparse-protestó 
Miley convencida de tener aspecto culpable.

Paul la condujo hasta una manta azul marino y la dejó cerca de Emily y de Michael Archibald, después se sentó a su lado enfrente de Courtney y Peter.

Un sirviente ofreció un vaso de vino a Nicholas, quien se sentó al lado de Margaret Merryton y de otra pareja. 
Miley  pensó que si los ojos de Margaret no estuvieran siempre teñidos de maldad serian encantadores. En cualquier caso, en ese momento la miraban llenos de un odio no disimulado.

-Has perdido la carrera 
Miley-dijo Margaret con voz melosa.

-Es verdad-confirmó Nicholas desafiando a la joven a decir lo contrario.

-Para empezar mi caballo tenía una piedra clavada en el casco-respondió ella-Y además si hubiera montado el semental hubiera ganado con diferencia.

-Si hubiera montado el semental, querida, estaría usted llamando a toda su familia a su lecho de muerte-replicó Nicholas.

-Señor Westland, podría dominar a ese caballo y montarlo mejor de lo que lo ha hecho usted.

-Si lo cree así le propongo una revancha, yo montaré uno de mis caballos y le dejaré el placer de probar su suerte con el semental.

-En terreno llano-dijo 
Miley picada por su sonrisa burlona-Sin obstáculos, aún no ha sido adiestrado para los obstáculos.

-Sin embargo ha eliminado muy bien algunas barreras hoy, si no me equivoco. En fin será como usted quiera. Usted elige.

-¿No es un poco arriesgado?-preguntó Paul a la joven con inquietud.

-En absoluto. Ganaré con facilidad-aseguró ella dirigiendo una mirada de venganza a su adversario.

-¿Piensas ponerte un pantalón de hombre y montar a horcajadas?-pregunto Margaret irónicamente-¿O vas a montar con los pies desnudos, de pie en la grupa del caballo?

Como por un acuerdo tácito, todos se pusieron a hablar al mismo tiempo para tapar esa sarcástica observación. Pero 
Miley oyó retazos de lo que contaba a Nicholas y a la otra pareja: “la vergüenza de su padre...escándalo en el pueblo...”

Los criados sirvieron pollo frío, jamón manzanas y peras. Olvidando a Margaret, 
Miley se esforzó por aprovechar el resto del día y oyó a Margaret bromear con su marido.

-Cuando éramos jóvenes-decía-
Miley y yo apostamos que la primera en casarse debería dar cinco libras a la otra.

-¡Es verdad!-exclamó 
Miley-lo había olvidado.

-Dado que soy yo quien la obligó a casarse conmigo-dijo Michael-creo que soy yo quien debe pagar esa deuda.

-Buena idea-dijo la joven-Espero que no sea la última vez que obligues a Emily a hacer algo.

-¡Y como!-dijo el cómicamente haciéndoles reir.

Paul se inclinó hacia 
Miley:

-¿Me permitirías influir en ti?

El doble sentido era tan evidente que la joven no creyó a sus oídos.

-Depende-acabó por responder incapaz de despegar su mirada de esos ojos azules que la hechizaban.

Un golpe de viento levantó los largos cabellos de 
Miley que volaron sobre su cara y sus hombros, puso la mano distraídamente sobre la nuca buscando el pañuelo amarillo con lunares blancos que los sujetaba.

-¿Está buscando esto?-preguntó Nicholas con voz tensa.

Sacó el pañuelo de su bolsillo y se lo entregó.

La mandibula de Paul se crispó. 
Miley arrancó el pañuelo de la mano de Nicholas, sus mejillas enrojecieron, hubiera querido verle atravesado por una espada o verle colgado.

Cuando los últimos invitados se fueron, Paul ordenó a un criado que se llevara a Kahn y llevó a 
Miley a su coche.

-¿Estas enfadado?-preguntó ella tímidamente.

-Si, y tu sabes porque.

Ella se sentía dividida entre la inquietud y la felicidad. Paul estaba indiscutiblemente celoso.

En el sendero que llevaba a la casa de Martín Stone, Paul detuvo el vehículo y se volvió hacia 
Miley.



-No creo haberte dicho lo hermosa que te encuentro hoy.

-Gracias-dijo ella encantada.

-Vendré a buscarte mañana a las once. Volveremos a hablar entonces.

-¿De mi belleza?

-No, de la razón de mi enfado.

-Preferiría hablar de otra cosa-respondió 
Miley con un suspiro.

-No lo dudo-dijo el riendo.



Paul fue puntual, 
Miley se detuvo en la puerta del salón. Había soñado con ese momento tan a menudo, que apenas podía creer que se estuviera haciendo realidad. Paul se reía de una broma de lady Anne. Era increíblemente seductor.

-Me gusta mucho tu joven amigo-murmuró Anne retirándose.

-Todavía no es mío-respondió 
Miley con una sonrisa optimista.



Bajo el cielo azul, la brisa azotaba los cabellos rubios de Paul. Recorrian el campo en el coche del joven, charlando y riendo. De vez en cuando, hacian una parada para admirar el paisaje que les rodeaba. Algunos árboles dejaban notar ya la llegada del otoño.

Paul se mostraba encantador, trataba a 
Miley como si fuera la más frágil de las porcelanas. Su comida con la madre de Paul fue de lo más agradable. Después se anduvieron por el césped en dirección al bosquecillo. Miley se sentó en el columpio que colgaba de la rama de un roble.

-¿Por qué llegasteis tarde Westland y tu ayer?-preguntó sin preámbulos.
Miley dio un brinco y después intento parecer despreocupada.

-Tuvimos problemas con el semental.

-
Miley, me cuesta creerlo. He montado a caballo con Westland y no es ningún novato. Ayer parecía completamente dócil y razonable.

-¿Quién, Westland o el semental?-bromeó 
Miley para aligerar el ambiente.

-Hablaba del semental, pero ya que lo mencionas me gustaría saber de que hablaste con Westland.

-¡Paul, por el amor de Dios! Sabes de sobra que los caballos son a veces imprevisibles y que pueden dar problemas a los mejores jinetes.

-Entonces quizá puedas explicarme porque si el caballo es tan difícil, has aceptado hacer una carrera con Westland.

-¿Eso? Fue tan terriblemente sarcástico que no pude resistirme.

Miró furtivamente la expresión de duda de Paul.

-No puedo soportar a ese hombre. No es muy amable por tu parte interrogarme de ese modo. Es injusto e inconveniente.

-Jamás creí que llegaría un día que tu encontrarías algo inconveniente-dijo el con una sonrisa-¡Dios que hermosa eres!

Sin avisar, la cogió por la cintura y la abrazó.
Miley contuvo el aliento, va a besarme, pensó presa del pánico. Se sentía presa de una risa nerviosa que desapareció en cuento los labios de Paul rozaron los suyos. Quiso quedarse quieta, no había necesidad de que supiera la intensidad de su turbación.

Pero Paul la apretó más fuerte, ella estaba aprisionada contra su poderoso pecho. Sus expertos labios la besaban, yendo y viniendo sobre los suyos unas veces provocadores y otras apasionados. Cuando la liberó las piernas de 
Miley temblaban. Con el corazón en un puño se dio cuenta de que Paul tenía una gran experiencia en ese terreno. No era extraño que estuviera rodeado de admiradoras.

El la miro feliz y confiado.

-Lo haces muy bien-comentó 
Miley queriendo dar la impresión de que estaba capacitada para juzgarlo.

-Gracia-dijo Paul un poco irritado-¿Esa conclusión procede de una gran experiencia adquirida en Francia?
Miley volvió a colocarse sobre el columpio y le sonrió. Comenzó a columpiarse en silencio, la segunda vez que pasó por delante de el, Paul la cogió por la cintura y la volvió a abrazar.

-Eres una chica exasperante e imposible. Si continuas así, estaré más loco por ti que todos esos dandys amanerados de Paris.

-No eran dandys amanerados-protestó 
Miley mientras la boca de Paul tomaba posesión de la suya.

-Mejor-dijo el con voz ronca-detestaría estar en tan mala compañía.

-¿Y eso que quiere decir?-susurró ella contra sus labios, con el corazón latiendo como loco.

-Quiere decir-repitió Paul devorándola a besos-que ya estoy loco por ti.

Dos horas después, 
Miley vagaba por la casa soñando. El mayordomo le dijo que su tía, su padre y el señor Westland estaban encerrados en el despacho. Echo una ojeada furtiva para asegurarse de que nadie la había visto y luego se fue corriendo a su habitación. Nada habría podido romper su felicidad, ni siquiera la presencia de Nicholas Westland.



Con los ojos llenos de lágrimas, lady Anne hizo una reverencia al duque de Claymore. Este dejo el despacho con paso decidido y ella se quedó allí con el corazón oprimido.

Martín Stone se levantó del escritorio.

-No quería decirte todo esto tan rápido-dijo-Pero Su Gracia a creído preferible que estuvieras al corriente de nuestro acuerdo. Es innecesario recordarte, supongo, que has prometido guardar el secreto.

Anne solo pudo mirarle fijamente, impotente. Ante su silencio el tono de Martín Stone se hizo más amable.

-Debo admitir que no me sentí muy feliz al verte llegar con 
Miley  pero ya que estás aquí, a lo mejor puedes ser de utilidad para el duque. Quiero que demuestres tu aprobación hacia el, Miley tiene muy en cuenta tu opinión. Por el bien de todos conviene que aprenda a amarle.

-¿Qué aprenda a amarle?-repitió Anne incrédula-¡Ese hombre es la arrogancia misma!

-¡Tonterías! Ella apenas le conoce.

-Le conoce lo suficiente para aborrecerle, me lo ha dicho.

-En ese caso, cuento contigo para hacerla cambiar de opinión.

-Martin ¿estás ciego? 
Miley esta enamorada de Sevarin.

-Paul Sevarin no tiene demasiada fortuna, lo único que puede ofrecerle es una vida de criada para todo.

-¡No importa! Ella es quien tiene que decidir.

-¡Bobadas! Era asunto mio el decidir, y lo he hecho.

Anne abrió la boca para contestar pero Martín la cortó en seco.

-Déjame explicarte algo. He firmado un acuerdo redactado por los abogados de Claymore. He aceptado la cantidad de cien mil libras. He pagado ya a mis acreedores y gastado más de la mitad de esa cantidad. Si 
Miley no quiere colaborar, tendré que devolverle el dinero y eso es imposible. Seré acusado de fraude o de robo. Deja que te presente las cosas desde otro ángulo. ¿Crees que Miley seria feliz casada con Sevarin mientras todo el vecindario habla de su pobre padre que se pudre en una celda?

Se dirigió hacia la puerta.

-Te pido que colabores, no por mi, sino por 
Miley-terminó.


Miley no estaba entusiasmada con la idea de que Nicholas viniera a cenar al día siguiente, de todos modos tendría que soportarle para hacer feliz a su padre que le encontraba simpático. Cenaron a las ocho, Martín presidía en un extremo de la larga mesa enfrente de lady Anne. Miley intentó esconderse detrás de un pesado candelabro de plata y permaneció silenciosa y distante. Nicholas lanzó varias veces alusiones provocativas, la joven sabía que intentaba hacerla hablar, pero ella le ignoró.

Los otros tres invitados charlaron alegremente y la conversación se fue animando a medida que avanzaba la noche. Al final de la cena, 
Miley simuló encontrarse mal. Estudiando la mirada de Nicholas creyó ver un destello de educada y sincera preocupación en vez de la sonrisa irónica que ella esperaba.

-
Miley tiene una salud de hierro-declaró su padre para tranquilizar a su invitado mientras salían del comedor.



A lo largo de las dos semanas siguientes, Paul vino a buscarla todos los días. La vida era un sueño a pesar de la presencia de Nicholas Westland casi cada noche. 
Miley conseguía estar cortés y distante, eso parecía gustar a su padre, que tomaba esa actitud como timidez, e irritaba a Nicholas que no se dejaba engañar, en cuanto a su tía, Anne parecía estar preocupada.

Anne se comportaba de manera extraña, enviaba cartas a todas la capitales de Europa donde podía estar Edward.

-Se que echas mucha de menos al tío Edward-le dijo un día su sobrina mientras se preparaban para ir a cenar por primera vez a casa de Nicholas.

Anne fingió no haber oído nada y se concentró en la elección del vestido de 
Miley hasta que se decidió por un conjunto de crepe de China de color melocotón con el escote de encaje.

-Yo eché mucho de menos a Paul mientras estuve en Francia-prosiguió-así que te comprendo.

-Los amores infantiles parecen siempre sólidos y reales cuando uno está lejos-respondió Anne-Por lo general, al volver, una se da cuenta que había idealizado la realidad.
Miley se volvió con rapidez sin darse cuenta de que Clarissa intentaba peinar su largo pelo.

-No me digas que consideras a Paul como un amor infantil, era verdad antes, pero ya no lo es. Vamos a casarnos como siempre soñé.

-¿Paul te ha hablado de matrimonio?

Cuando su sobrina negó con la cabeza, dio un profundo suspiro.

-Quiero decir que si quisiera pedir tu mano lo habría hecho hace mucho tiempo.

-Estoy segura de que está esperando el momento oportuno, después de todo solo llevo aquí algunas semanas.

-Hace años que te conoce, querida, he visto organizar matrimonios entre dos desconocidos en tan solo unos días. Puede que el señor Sevarin solo quiera cortejar a una joven bonita, eso es lo que hacen muchos hombres ya lo sabes.

-Te preocupas demasiado por mi felicidad-dijo 
Miley abrazándola-Paul esta a punto de pedir mi mano, ya lo veras.

De todas formas, mientras la calesa avanzaba por el camino que llevaba a la casa de Nicholas, ella perdió un poco de su optimismo. Se preguntaba sobre los verdaderos motitu de Paul, mientras jugaba distraídamente con los sedosos rizos que cían libremente sobre sus hombros. Era cierto que se había hecho muy popular en el vecindario, incluso había conseguido quitarle el puesto a Courtney aunque eso no le producía la satisfacción que había creído. No dejaba de recibir invitaciones, de hecho, en ese aspecto, su único rival era Nicholas, al cual se encontraba allá donde ella fuera. Alejó a su desagradable vecino de su mente hasta que llegaron a la casa.

Un estirado mayordomo les abrió la puerta y los estudió de la cabeza a los pies.

-Buenas noches, Su Gracia les espera.

Miley le divirtió ese ceremonial digno de la vivienda de un gran personaje.

Nicholas fue a recibirlos en el vestíbulo y se dirigió directamente hacia ella.

-¿Me permite?-le preguntó con educación.

Se colocó detrás de ella y le puso furtivamente las manos en la capa de color melocotón que cubría los hombros de la joven.

-Gracias-dijo ella, librándose de la prenda lo más deprisa posible.

El contacto de sus manos le hacia revivir su encuentro cerca del arroyo. Se acordó de la forma en que el le había prometido tener esos encuentros a menudo. ¡Que arrogancia!

Su padre llevó a Anne a ver algunos adornos de marfil expuestos en una vitrina mientras Nicholas introducía a 
Miley en una pequeña habitación que hacia las veces de sala, comedor y despacho.

Un fuego crepitaba alegremente en la chimenea, uniendo su luz a la de los candelabros. La habitación esta lujosamente amueblada, quizá demasiado para un hombre solo, sobre un precioso mueble de roble había dos magníficos candelabros de plata maciza, 
Miley vio además el servicio de té de plata mas maravilloso que había visto nunca. Sonrió al pensar que su mayordomo, el pobre Sewell, no sería capaz siquiera de levantar la tetera y aún menos de llevarla con la dignidad de un mayordomo.

-Me atrevo a esperar que esa sonrisa quiera decir que tiene mejor opinión de mi-dijo Nicholas arrastrando la voz.

-No tengo ninguna opinión de usted-respondió ella.

-Al contrario señorita Stone-contestó Nicholas instalándola en un confortable sillón tapizado de cuero color burdeos.

Después se sentó con despreocupación en el brazo del sillón y pasó un brazo por el respaldo.

-Si no tiene sillas cómodas, puedo quedarme levantada-dijo 
Miley friamente levantándose.

Las manos de Nicholas se posaron en sus hombros y la forzaron a sentarse de nuevo.

-Señorita Stone-dijo con una sonrisa-tiene una lengua viperina.

-Gracias-respondió ella con calma-y usted tiene modales de bárbaro.

Inexplicablemente, el se echó a reir y le pasó una mano cariñosa por el pelo. Al sentir ese contacto, 
Miley se levantó con actitud ultrajada, se contuvo para no pegarle, sus padre y su tía les encontraron mirándose de frente. La expresión de Nicholas traicionaba su admiración por la joven quien a su vez le miraba con frialdad.

-Bueno, veo que están charlando educadamente-dijo Martín con voz jovial.

Nicholas se mordió los labios y 
Miley estuvo a punto de soltar una carcajada nerviosa.

La cena era digna de un príncipe, 
Miley apenas toco el lenguado, estaba a disgusto sentada frente a Nicholas, ocupando el lugar de la señora de la casa. Tenía que reconocer que el sabía recibir invitados con elegancia y haciéndoles sentirse cómodos, incluso Anne parecía haber cedido a su encanto.

En el transcurso del quinto plato, 
Miley rompió su silencio, Nicholas no había dejado de provocarla, intentando hacerla hablar, al fin se unió a la conversación y se expresó a favor de la educación de las mujeres.

-¿Para que enseñar geometría a una joven que pasará su vida bordando pañuelos para su marido?-preguntó el duque.

Tù eres mi Amor - Cap: 10



El día del picnic hacía un tiempo maravilloso, una brisa ligera llenaba el aire de los aromas del otoño. Mientras se preparaba, Miley pensaba que Paul pasaría seguramente a buscarla en coche, mientras que ella soñaba con cabalgar a su lado como en el pasado. Decidió ponerse un traje de montar con un pañuelo en el pelo haciendo juego, cuando el coche de Paul se detuvo justo debajo de su ventana, esperó unos minutos resistiendo las ganas de correr hacia el para recibirle.

-¿Cómo puedes estar tan encantadora a esta hora de la mañana?-preguntó el con una mirada apreciativa.
Miley se contuvo para no lanzarse a sus brazos.

-Buenos días-dijo con una sonrisa-¿Podemos ir a caballo en vez de ir en coche? Tenemos muchos caballos, no tendrás problemas para escoger uno que te guste.

-Entonces me temo que tendrás que irte sin mi. Necesito el coche para acompañar a todas las jóvenes que temen caerse de un caballo. Nicholas te acompañará y te enseñará el lugar del picnic.
Miley no creía lo que estaba oyendo, después de todo era el quien la había invitado, luego tenía la obligación de acompañarla. Además, solo una mujer tenía miedo de los caballos por allí: Courtney Ashton. Sin duda Paul había rogado a Nicholas que le sustituyera para demostrar a Miley que no estaba celoso. Se forzó a encogerse de hombros.

-Peor para ti-dijo con ligereza-Hace demasiado buen tiempo para estar encerrado en un coche.

-Nicholas te indicará el lugar del picnic-repitió Paul mirándola detenidamente-creo que sois lo suficientemente íntimos para llamaros por el nombre ¿no?
Miley desvió los ojos hacia la esbelta figura que esperaba en la entrada.

-Estoy seguro de que tu padre no pondrá ninguna objeción a prestarle uno de sus caballos. Cuide bien de mi querida pequeña-dijo dirigiéndose a Nicholas.

Después desapareció dejando a 
Miley completamente mortificada.

-Buenos días-dijo la voz grave del hombre que despreciaba.

Tragándose su amargura, contempló su camisa blanca con el cuello abierto, su pantalón gris y sus botas negras brillantes.

-¿Sabe usted montar?-preguntó con tono helado.

-Buenos días- repitió el todavía sonriente.
Miley pasó por delante de el sin decir una sola palabra. El la siguió a lo largo del camino que llevaba a los establos y se puso de pronto delante de ella, bloqueándole el paso.

-¿Trata usted siempre así a los caballeros que le roban un beso?

-En primer lugar-respondió ella furiosa-usted no es un caballero. En segundo lugar no me gusta usted. Por favor déjeme pasar.

El estudió su rostro en silencio.

-Por favor, quítese de mi camino-repitió 
Miley.

-Si me permitiera un momento, me gustaría excusarme por lo de ayer por la noche. Hace tiempo que no pedía disculpas y no es fácil para mi hacerlo.

¡Que suficiencia! ¿Cómo se atrevía a comportarse como un patán y luego pedir perdón?

-No acepto sus disculpas, me importa poco si le resulta difícil o no. Ahora déjeme pasar.

El rostro de Nicholas se oscureció. Era evidente que dominaba a duras penas su ira. 
Miley vio a lo lejos a Thomas intentando calmar a Terror. Obtendría su venganza. Dirigió a Nicholas una sonrisa de arrepentimiento.

-Yo también he cometido errores. Acepto sus excusas, a menos que haya usted cambiado de idea-añadió al ver su escepticismo.

-No, no he cambiado de idea-respondió el cogiendola por la barbilla-estoy realmente arrepentido de haberla asustado ayer por la noche. Nunca tuve la intención de herirla y me gustaría que fuéramos amigos.
Miley resistió las ganas de apartarle la mano y aparentó reflexionar en su propuesta.

-Si tenemos que ser amigos, debemos tener algo en común ¿no? Me encanta la equitación ¿Es usted un buen jinete?

-Más bien-dijo el con una mirada insistente.

Con el fin de escapar a esa mirada, 
Miley se dirigió a los establos.

-Voy a buscarle un caballo-le dijo.

Nicholas Westland iba a tener que montar ese semental o bien tendría que admitir que tenía miedo. De una forma u otra su vanidad se vería puesta a prueba.

.Haz que ensillen a Terror, Thomas, el señor Westland insiste en montarlo.

-¿Cómo?-respondió Thomas-¿Está usted segura?

-¡Segurísima!

Mientras Thomas se dirigía hacia el establo, 
Miley se reunió con Nicholas cerca del picadero.

-He hecho que le ensillaran nuestro mejor caballo-anunció

Nicholas estudió su sonrisa radiante y luego dirigió su atención a un ruido de lucha que provenía del establo. Un mozo juró y luego gritó de dolor y Terror brincó en el cercado lanzando a otro mozo contra la barrera.

-¿No es maravilloso?-exclamó 
Miley dirigiendo una mirada maliciosa a su potencial victima.

De repente el caballo fue hacia ellos, luego se dio la vuelta y 
Miley retrocedió en el mismo instante en que el semental daba una coz rompiendo la barrera de madera que voló hecha pedazos.

-Es muy..impulsivo.

-En efecto-admitió Nicholas dejando vagar su mirada indiferente del caballo a 
Miley.

-Si tiene miedo de montarlo dígalo-sugirió ella-Estoy segura de que podremos encontrar una montura más dócil como por ejemplo Praline.

Reprimiendo una carcajada señaló con un gesto a una vieja yegua de cría que pastaba tranquilamente, su vientre casi rozaba el suelo y Nicholas la miró con disgusto. 
Miley estaba empezando a preferir ver a Nicholas llegando al picnic a lomos de Praline.

-¡Thomas!-gritó-El señor Westlan ha decidido montar a Praline...

-El semental me parece perfecto-cortó Nicholas dirigiendo una mirada helada a 
Miley.

-¿Por qué no me dice donde se celebra el picnic? Iré sola-propuso la joven.

-Nada de eso, y tampoco tengo la intención de dale la satisfacción de verme pisoteado por ese semental. Súbase a la silla y quédese a distancia. Ya tendré bastantes problemas así como para tener que preocuparme además de usted.

Su seguridad terminó con cualquier escrúpulo que 
Miley pudiera tener, se subió de un salto sobre Khan y se alejó al trote.

Los mozos de establo y tres jardineros se pegaron a la cerca impacientes por ver el espectáculo. Nicholas tocó el cuello del semental hablándole suavemente, al pensar que esa misma mano había acariciado su pecho, 
Miley enrojeció de cólera.

El puso un pie sobre el estribo, y luego se montó en Terror evitando cualquier movimiento brusco. A pesar de sus precauciones, el caballo se revolvía contra los hombres que le sujetaban.
Miley reía al verle debatirse así. Esperaba ver a Nicholas renunciar en cualquier momento, pero el cogió las riendas y los hombres se separaron despacio.

-Lentamente-decía Nicholas muy concentrado al animal que se debatía furiosamente-Lentamente.

La voz de Nicholas pareció calmarle, le estaba sujetando con firmeza pero sin hacerle daño.

Fastidiada, 
Miley vio que Terror se ponía al trote con las orejas hacia delante como si se estuviera divirtiendo, orgulloso de su jinete. Hasta que Nicholas le golpeó el flanco con la fusta para ponerle al galope. Entonces el caballo agitó súbitamente la cabeza.

-Es la fusta señor-dijo Thomas-Tirela, le pone nervioso.

En ese momento, 
Miley ya había olvidado su animosidad hacia Nicholas, era demasiado buena amazona como para no estar impresionada, estaba a punto de felicitarle cuando Nicholas le dio la fusta.

-Siento haberla decepcionado-dijo secamente- La próxima vez tendrá que encontrar a otro para sus juegos infantiles.

-¡Asqueroso monstruo!-gritó ella.

Levantó la mano para golpearle en el hombro, pero falló y la fusta cayó sobre el semental. Terror empezó a dar vueltas sobre si mismo como si estuviera rabioso y después se desbocó llevando con el a su jinete.

-¡Dios mio!-exclamó 
Miley viendo al caballo salir a todo galope.

Avergonzada, retiró la vista.

-¡Eso es lo que la han enseñado en Francia!-gritó Thomas rojo de ira atravesando el patio-¡Nadie más podrá montar ese caballo, pequeña idi/ota!

Ella veía a Terror alejarse pero no podía decir si había tirado al jinete o no. Alrededor de ella todos los criados la miraban con desaprobación.

No pudiendo soportar esa hostilidad, salió al galope con Kahn. Pero luego pensó que no sabía dónde ir, además tenía la obligación de estar allí al regreso de Nicholas. ¿Tendrían que llevarle los criados en una camilla? De todos modos no tenía ninguna gana de verle enfadado. “Eres una cobarde” se dijo dirigiéndose hacia la casa de Sevarin para preguntar dónde se desarrollaba el picnic.



Kahn se inquietaba pero ella prefería ahora ir despacio. Se reprochaba su conducta pueril que le recordaba la de años atrás. ¿Cómo podía arreglarlo? Su padre iba a odiarla. Le reprocharía haber maltratado uno de sus caballos y no podía decirle que apuntaba al jinete. No hacia falta que lo supiera, incluso de tenía que suplicar a Nicholas Westland que no dijera nada..

Oyó ruido de cascos detrás de ella y por encima del hombro vio a Terror y a Nicholas que se acercaban a toda velocidad. Por instinto, 
Miley levantó su fusta pero se corrigió de inmediato. Iba a enfrentar a ese hombre y a reconocer sus errores.

Nicholas tenía una expresión tan sombría y dura que la joven se estremeció. El se inclinó con agilidad y cogió las riendas de Kahn para detener a los dos caballos.

-Puede dejar mis riendas-dijo 
Miley-No tengo intenciones de huir.

-¡Cállese!-ordenó el

El silencio era opresivo mientras Nicholas hacia avanzar los caballos al paso para tranquilizar a Terror. 
Miley buscó cualquier cosa que decir para aligerar la atmósfera. Cerca de un antiguo muro de piedra, no lejos del lugar de su primer encuentro, Nicholas descabalgó, ató al semental y luego se dirigió hacia Miley.

-¡Baje!-ordenó.

Giró los talones y se dirigió hacia un viejo sicómoro cercano. 
Miley vio como apretaba las mandíbulas y noto que su estómago se contraía de miedo.

-Prefiero quedarme aquí-murmuró.

Como si no la hubiera oído, el se quitó los guantes de cuero y su chaqueta lanzándolos a la hierba, después se sentó apoyándose en el tronco del árbol.

-Le he dicho que se baje del caballo-repitió con una voz que restalló como un latigazo.
Miley obedeció a regañadientes, se quedó inmóvil cerca de Kahn bajo la mirada helada de Nicholas. Sus ojos recorrieron su cuerpo deteniéndose justo debajo de su mano derecha, ella se dio cuenta de que aún tenía la fusta y la dejó caer al suelo.

-Tengo la impresión de que hay varias cosas que le gustan además de la equitación-dijo con sarcasmo-Vamos, vamos, no sea tímida. Es usted una joven que ama los placeres, le gustó verme pedir perdón ¿verdad?
Miley asintió con la cabeza y luego dudó al ver la reacción de Nicholas y la movió de un lado a otro negando.

-No lo niegue. Le ha encantado. Creo que puedo decir que además de la equitación y las disculpas, le gusta manejar la fusta.¿Me equivoco?

Ella no sabía que responder, hubiera dado cualquier cosa por huir y miró hacia el sitio donde estaba Kahn.

-Ni se le ocurra intentarlo-dijo el amenazándola-Quería que tuviéramos algo en común para ser amigos ¿no es eso? ¿qué nos gustaran las mismas cosas?
Miley tragó con dificultad y asintió con la cabeza.

-¡Recoja la fusta!-ordenó Nicholas.

El corazón de ella latía enloquecido, nunca había tenido que enfrentarse a una ira controlada como aquella, recogió la fusta.

-Tráigamela.
Miley se estremeció adivinando sus intenciones. El añadió con dulzura:

-¿A quien prefiere enfrentarse, a su padre o a mi? ¿Lo arreglamos entre nosotros o debo decirselo a su padre?
Miley pensó que no tenia realmente elección. No queriendo mostrar ni un ápice de su miedo, adoptó una actitud orgullosa, como cuando era más joven y levantó la barbilla, avanzó hacia el y le entregó la fusta con desdén, sin quitar sus ojos de su mirada de gris acero.

-Ahora vamos a dedicarnos juntos a sus diversiones favoritas- La equitación el manejo de la fusta y las disculpas. Yo manejaré la fusta y usted se disculpará ¿Ha comprendido las reglas de este pequeño juego?

La mirada de 
Miley pasó de la fusta al rostro bronceado de Nicholas sin dignarse responder.

-Túmbese sobre mis rodillas-ordenó el ofreciéndole educadamente la mano para ayudarla.

Ella lo hizo y sintió sus muslos firmes contra su vientre. Un escarabajo corrió en la hierba a pocos centímetros de su nariz.

-Pararé cuando me pida perdón, ni un segundo antes.

Levantó el brazo y la joven se preguntó si la ropa amortiguaría el golpe. Pronto tuvo la respuesta al sentir la fusta golpear la carne. El esperó sus excusas. 
Miley apretó los dientes. El podía pegarla pero ella jamás le daría esa satisfacción. El brazo de Nicholas se levantó de nuevo y la fusta golpeó sus nalgas sin piedad.Miley contó los golpes que provocaban cada vez un dolor ardiente. Cuatro, cinco. Ahora ella lloraba, la sexta vez su cuerpo tembló y dejó escapar un grito.

-¡Pare!-gritó mientras el volvía a levantar el brazo.

Lo lamentó de inmediato pues el ya había tirado la fusta lejos. Nicholas la cogió de los hombros y le dio la vuelta para dejarla sentada en sus rodillas, ella intentó soltarse pero los brazos de el la mantenían prisionera, el le puso la mano en la cara y la apretó contra su pecho mientras ella seguía llorando con sacudida por los sollozos, las lagrimas se deslizaban por sus mejillas mojando la camisa de Nicholas. Como si estuviera consolando a un niño empezó a acariciarle el pelo, ella le apartó la mano de un golpe pero no dejó de hacerlo.

-Le odio-murmuró con los ojos brillantes de cólera.

-Lo sé-dijo el suavemente.
Miley se dio cuenta de que la expresión de su rostro no reflejaba ni triunfo ni satisfacción, desvió los ojos y se secó las lágrimas con la mano.

-Míreme-dijo el con suavidad.

-No. Si le miro soy capaz de arrancarle los ojos.

-Esta usted mas enfadada consigo misma que conmigo.

-¿Quiere apostar?

Pero 
Miley sintió que su ira desaparecía al mirar a Terror cuyo negro pelo relucía de sudor. Por un milagro no se había hecho daño, a Dios gracias su jinete había sido lo suficientemente hábil para dominarlo. El tenía razón, lamentaba su gesto pero sobre todo por el caballo.

-No quería pegar a Terror, sino a usted-confesó cuando se dio cuenta de que Nicholas esperaba sus disculpas-En fin, me imagino que me he comportado de un modo peligroso e irresponsable. Un comportamiento infantil mereces un castigo infantil.

-Gracias-dijo el casi con ternura.
Miley nunca había tenido una experiencia como esa en toda su infancia: ser culpable y ser castigada por ello, tener remordimientos y ser perdonada. Miró a Nicholas detenidamente extrañada, sus ojos grises irradiaban calor y le sonreía comprensivamente.

De súbito 
Miley tuvo la impresión de que eran amigos desde siempre, que existía un vínculo especial entre ellos.

-Estoy verdaderamente arrepentida.

-Se acabó-cortó el con dulzura-No hablemos más de ello.

Cuando le vio bajar la cabeza, 
Miley supo que la iba a besar, en lugar de apartarse, levantó tímidamente la cara para ir a su encuentro como si estuviera buscando una prueba de su perdón. Los labios de Nicholas acariciaron los suyos con un largo beso tierno y dulce. Incluso cuando empezó a pedir más, ella supo que podría liberarse fácilmente si lo deseaba. Sus manos se deslizaron por el torso de Nicholas y llegaron a su cuello y todo se tambaleó. Las manos de Nicholas desanudaron su pañuelo y empezaron a jugar con sus mechones lujuriosos.

-¡Dios, es usted adorable!-susurró el mirándola directamente a los ojos.

La sangre de 
Miley se paralizó, El aprisionó de nuevo sus labios con los suyos y la besó profundamente, con una suavidad que daba a la joven la impresión de estar flotando. El acarició sus labios con la lengua, primero tanteando y luego exigiendo. Cuando Miley abrió los labios, la lengua de Nicholas encontró un camino hacia su boca y tomo posesión de ella. Sus manos se deslizaron por la espalda de ella hasta llegar al lugar donde la había golpeado con la fusta. La levantó y la acercó más a el calmando el dolor de los golpes.

El cuerpo de 
Miley estaba experimentando mil sensaciones nuevas, temblando con todo su cuerpo se restregó contra el, el mundo se tambaleó cuando el la acostó suavemente en la hierba mientras la seguía abrazando. Se inclinó sobre ella.

-No, no podemos...-gimió 
Miley débilmente

La boca de Nicholas se abatió sobre la suya silenciándola, la provocó violentamente con su lengua, hasta que, loca de deseo, 
Miley se rindió al beso de el.

Con un gemido de satisfacción, apretó su abrazo, después exploro su oreja y pasó por su mejilla hasta volver a la boca. Su mano ardiente se deslizó por su garganta y por sus pechos, empezó a desabrocharle la blusa buscando los tesoros que se escondían debajo de ella.

El contacto de los dedos de Nicholas sobre su piel desnuda, la devolvió a la realidad. Intentó liberarse mientras que Nicholas le bajaba la camisola dejando sus senos desnudos.

-¡No!-murmuró el con firmeza, profundizando su apasionado beso mientras le acariciaba los pechos, tocándole los pezones con los dedos hasta hacerlos erguirse orgullosos contra la palma de su mano.

Repentinamente se detuvo en seco.

Borracha de besos y caricias, 
Miley vio como su mirada ardiente se apartaba de su pecho.

-Si no nos detenemos inmediatamente, pequeña-murmuró con voz ronca-será demasiado tarde y tendremos que llegar hasta el final.

Agachó la cabeza y depositó un beso sobre cada pecho antes de volver a colocar la camisola en su sitio a regañadientes.

Tumbado al lado de la joven, Nicholas se apoyó sobre un codo y le acarició la mejilla con un dedo dibujando la graciosa curva de su pómulo, el adoraba su alegría y su frescura. Ella era la pasión pidiendo que la tomaran, un tesoro de contrastes ¡su tesoro!

Emocionado, cogió la mano de 
Miley y la mantuvo apoyada en su camisa a la altura del corazón.

Ella se preguntaba como había podido no darse cuenta de lo seductor que era.

-Tenemos que irnos-dijo el-tendremos que dar explicaciones.

Se echó a reír al ver la expresión de decepción de ella y depositó un audaz beso en su pecho.

-¡Pequeña pícara descarada!