Miley se despertó por el sonido sordo de la ducha, registró la enorme cama, las sábanas revueltas… cerró los ojos y la memoria la obsequió con una vívida imagen de lo que había ocurrido y con quién. Por si quedaba alguna duda, su cuerpo mostraba numerosas señales para despejarlas. La menor de ellas era la necesidad de ducharse y de volver a su habitación a vestirse.
Destiny.
Buscó el reloj y después respiró aliviada. Eran las seis. Destiny raramente se despertaba antes de las siete.
La ducha se cerró y ella se apresuró a salir de la cama. ¿Dónde estaba la camiseta? Miró el suelo, pero nada. ¿La habría recogido Nick?
Horror, no habría sido María… Era demasiado temprano, así que descartó la posibilidad. ¿Entonces dónde demonios estaba? Tenía que cubrirse con algo, así que se acercó al armario de Nick y tomó la primera camisa que tocaron sus dedos, metió un brazo en cada manga y después volvió a la habitación al mismo tiempo que Nick salía del cuarto de baño con una toalla en las caderas.
Ya no tenía ninguna oportunidad de escapar sin que la viera. Una sonrisa se dibujó en los labios de él al ver cómo lo miraba.
—Buenos días —dijo con voz íntima mientras se acercaba a ella y la besaba sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Sus ojos se abrieron por la compleja mezcla de emociones que la asaltaba. En ese momento, separó sus labios de los de ella un instante.
—Nick…
Interrumpió su frase volviendo a besarla y sintió más que oyó la protesta de ella. Miley cerró los ojos para volver a abrirlos de repente un instante después cuando una de sus manos cubrió un pecho y le acarició suavemente el pezón antes de deslizarse por el abdomen hasta los suaves rizos de la unión de sus piernas. Su caricia era increíblemente suave, deslizó los dedos hasta encontrar su sensible capullo y absorbió su aliento mientras la iba llevando por la espiral del clímax, después la sostuvo entre sus brazos hasta que los últimos espasmos cesaron.
Por un momento, el pasado no existió mientras la besaba en los ojos antes de soltarla.
—Te veo muy a la moda —recorrió el borde abierto de la camisa con un dedo—, aunque te prefiero sin nada.
Ella se cerró la camisa en un ataque de pudor y se apartó de él. Nick esperó hasta que alcanzó la puerta, después advirtió con tranquilidad:
—De ahora en adelante dormirás conmigo.
Ella no respondió, no fue capaz de encontrar las palabras adecuadas, así que abrió la puerta y salió de la habitación.
Fue un alivio descubrir que Destiny aún dormía. Se duchó deprisa, después se puso una falda tipo cíngara de tonos marrones y una blusa muy a la moda, se secó el pelo, se recogió el pelo de modo informal, se puso brillo en los labios y oyó que su hija se despertaba.
Desayunaron en el porche cerrado y Miley se esforzó por concentrarse en la animada conversación de Destiny con Nick al enterarse la niña de que después de ver a Ramón irían al Aquopolis.
Si miraba a Nick, sus ojos la traicionarían al recordad el erótico sabor de su boca, cómo sus manos habían recorrido su cuerpo y le habían regalado un placer indescriptible.
Aquello no debería haber sucedido. No podía permitir que él supiera que estaba intoxicada por el deseo de unirse a él una y otra vez en un clímax primitivo e hipnótico.
Su cuerpo le recordaba dónde había estado él y dónde volvería a estar. A menos que ella se negara, pero negarse supondría negarse a sí misma.
—Mamá, no me estás escuchando.
Miley fingió una sonrisa y siguió evitando la mirada de Nick mientras ponía toda su atención en la niña.
Sabía lo que él vería, y no quería que le leyera la mente, porque él siempre se las arreglaba para saber lo que estaba pensando por mucho que ella intentara ocultarlo.
—¿Tenemos que preparar la bolsa de baño para ir al Aquopolis? —se arriesgó a adivinar y oyó la risita de él por el suspiro de Destiny.
—Papá dice que mañana podemos comer en otro parque. Mañana no, pasado.
—Eso es estupendo, cariño —vio el cuenco vacío de cereales—. ¿Qué quieres que te ponga en la tostada?
La vuelta a la normalidad podía engañar a la niña, pero no al hombre que tenía sentado frente a ella. Fue un alivio cuando terminó el desayuno.
Ramón parecía haber empeorado un poco, su aspecto de fragilidad había aumentado, aunque su sonrisa seguía siendo cálida y en sus ojos se apreciaba la felicidad de ver a Destiny. La vista fue breve por prescripción médica. Cada día se cansaba más.
El Aquopolis resultó ser maravilloso. Había muchas atracciones que tuvieron entretenida a Destiny varias horas.
Volvieron a casa y, tras un baño y una cena rápida, la niña se quedó dormida en cuanto tocó la almohada con la cabeza. Miley se retiró a su habitación a ducharse y cambiarse para la cena… y descubrió que sus cosas ya no estaban allí. ¿Nick? ¿O María cumpliendo sus instrucciones?
Daba lo mismo… aquello no iba a permitirlo. Una trasgresión de una noche era más que suficiente. No iba a repetirse.
Con eso en mente cruzó el pasillo hasta la habitación de él y entró sin molestarse en llamar. Sonaba la ducha. Cruzó en silencio la habitación y entró en el armario, sacó su ropa y la echó encima de la cama, después reunió sus objetos de aseo personal, se los llevó a su habitación y volvió a buscar lo que quedaba.
Estaba recogiéndolo todo cuando una voz profunda hizo que parara.
—¿Buscando algo?
Se tomó un segundo para respirar hondo y después se dio la vuelta. Sintió un súbito estremecimiento en su interior al ver su cuerpo casi desnudo.
—No me voy a venir a tu habitación.
—¿Prefieres que me cambie yo a la tuya?
—Entonces tenemos un problema.
—No, no lo tenemos.
—¿Pretendes escabullirte hasta aquí todas las noches y después volver a tu cuarto al amanecer?
—Lo de anoche fue… —lo miró fijamente.
—¿Un error? —su tono estaba llevando los nervios de Miley al límite—. ¿Nos dejamos arrastrar por el deseo?
—Sí —dijo a pesar del nudo que tenía en la garganta.
—Justifica lo de anoche como quieras, eso no cambiará dónde vas a dormir —vio cómo se quedaba pálida, pero se mostró inflexible—. La cama es grande y el sexo —enfatizó ligeramente la palabra— no estará en el menú a menos que tú decidas que esté.
—¡Tienes que estar de broma!
—No —se dio la vuelta y se dirigió a su armario—. Voy a vestirme para cenar —hizo una pausa—. Lleva las cosas a tu habitación si es lo que quieres, pero si te acuestas allí, te despertarás en la mía.
Miley se limitó a mirarlo y se metió en el cuarto de baño donde se desnudó y se dio una larga ducha caliente con la esperanza de que eso aplacara su rabia.
Muy bien, así que era la guerra, pensó mientras se secaba y después envolvía con una toalla sujeta encima de los pechos antes de volver a entrar en la habitación.
Nick la miró con gesto humorístico mientras se remangaba la camisa y se ponía unos cómodos mocasines de cuero.
—¿Te ha dicho alguien que eres imposible?
—Touché… —tuvo la satisfacción de reconocer él.
Ella parecía mucho más joven con el pelo revuelto y sin maquillaje. Tuvo que reprimir el deseo de quitarle la toalla y besarla.
—María espera con la cena.
Miley estuvo a punto de decirle qué podía hacer con la cena, pero no confiaba en ser capaz de hablar. En lugar de eso, sacó ropa interior limpia de un cajón, eligió un vestido y volvió a desaparecer en el baño.
En un acto de desafío, dedicó a vestirse más tiempo del necesario y, cuando salió, se lo encontró hablando en francés por el móvil. Se puso unas sandalias.
—¿Problemas? —preguntó en tono dulce cuando él terminó de hablar.
—Nada que no pueda manejar.
—Oh, ¡qué satisfecho de ser el paradigma de la profesionalidad!
Nick casi se echó a reír. No se parecía a ninguna otra mujer que conociera.
—¿Bajamos a cenar?
—Oh, sí.
Refrescante, ella era definitivamente refrescante. Se preguntó si sería tan valiente cuando volvieran al piso de arriba después de cenar.
Refrescante, ella era definitivamente refrescante. Se preguntó si sería tan valiente cuando volvieran al piso de arriba después de cenar.
—Me gustaría llevar mañana por la tarde a Destiny al centro —dijo Miley mientras le servía café y ella se tomaba un té.
—¿Una excursión de compras?
—No, algunos regalitos para los amigos de Destiny algo especial para Annie.
—Con la condición de que os acompañemos Carlos y yo.
—Podemos ir en metro.
—No.
—¿Con limusina y guardaespaldas? —dijo en tono de broma.
—Una precaución necesaria.
El dinero de los Jonas estaba invertido en numerosas corporaciones en todo el mundo, eso había hecho que la fortuna personal de Nick se hubiera incrementado considerablemente en los últimos cuatro años. Eso hacía de la familia un objetivo potencial.
—Si insistes —concedió Miley sabiendo que discutir con él sobre ese tema era perder el tiempo—, pero con una condición: que yo decida lo que se compra. No quiero que Destiny se crea demasiado importante y se convierta en una niña malcriada.
—Iremos a la ciudad después de visitar a Ramón.
—Gracias.
Miley se terminó el té, después pasó todo de la mesa a una camarera de ruedas y la llevó a la cocina. Metió la comida en la nevera y los platos en el lavavajillas.
—Tengo que hacer unas llamadas internacionales y mandar unos correos electrónicos —le informó Nick cuando volvió al comedor.
Mejor, pensó, con un poco de suerte estaría dormida cuando él subiera.
Como plan, estaba bien, excepto que no había considerado que él seguiría adelante con su amenaza: se despertó de pronto cuando se encendió la luz y Nick la tomó en brazos para llevarla a su cama.
—Eres un demonio —dijo con voz ahogada mientras le golpeaba con un puño en el hombro.
Una acción que no tuvo ningún efecto, así que inclinó la cabeza y le clavó los dientes en el brazo. Nick ahogó un gemido, cerró la puerta tras ellos y la puso de pie en el suelo.
—¡Métete en la cama! —hizo una pausa—. Y cierra esa boca antes de que me sienta tentado de cerrártela yo.
—Vete al infierno —dijo mirándolo con furia.
Sin decir ni una palabra, se la echó al hombro, la acercó a la cama, la metió entre las sábanas y la sujetó con el peso de su cuerpo. Apagó la luz.
—Duérmete.
Claro, como si fuese tan fácil. ¿Al lado de él, notando el calor de su cuerpo, intentando ignorar lo sensual de la situación? No se iba a dormir pronto. Pero los acontecimientos de la jornada junto a la noche anterior finalmente pudieron con ella. Lo último que recordaba antes de dormirse era que se sentía… segura.
Una vez más, Miley se despertó sola en la enorme cama. De pronto fue consciente de todo. Era por la mañana. Aparentemente había dormido toda la noche, acurrucada al lado del hombre con el que se había jurado no… sintió que la ira la inundaba, aunque dormir seguía siendo la palabra adecuada, porque ellos no habían… No, por supuesto que no. El sexo con Nick no era algo que se olvidara.
Que Nick hubiera mantenido su palabra hizo que aumentara su resentimiento. Lo mismo que, a pesar de que ella había estado en todo momento pegada a él, no hubiera intentado seducirla durante la noche. Si lo hubiera hecho, se dijo mientras recorría el pasillo, se habría resistido con uñas y dientes. Entonces… ¿por qué esa ligera sensación de decepción? No tenía sentido.
Echó un vistazo a Destiny, vio que seguía dormida y rápidamente se lanzó a su rutina matutina habitual, después se vistió.
Cuando Destiny se despertó, Nick no estaba por ningún sitio, así que bajaron a desayunar. Él se reunió con ellas con una disculpa cuando Miley estaba ayudando a la niña a pelar un huevo. Nick besó a Destiny en la mejilla y después, algo inusual en presencia de la niña, hizo lo mismo con ella. ¿A qué estaba jugando?
El desayuno lo dedicaron a comentar el programa de la jornada y por la mañana hubo tiempo para que Destiny desarrollara su técnica natatoria antes de que subiera al piso de arriba a cambiarse. Comieron en el porche y después la niña se echó la siesta.
Una parte de ella quería hacer de turista: pasear sin rumbo, entrar en cualquier café o comprar baratijas, pero con Nick y Carlos detrás eso era algo imposible.
Habían acordado reunirse en el vestíbulo a las cuatro para ir a ver a Ramón y después ir al centro. Se puso una falda negra y una blusa blanca, una pizca de maquillaje y se recogió el pelo. Unos zapatos de tacón y un bolso completaron su atuendo. Bajó con Destiny al vestíbulo, donde las esperaba Nick.
—¿Listas?
Ramón parecía tener un día no muy malo y Destiny lo alegró con sus narraciones sobre el Aquopolis y su emoción por ir a conocer el centro de Madrid.
El placer del anciano por la visita de su bisnieta era evidente y, a pesar de la diferencia de edad, la compenetración era sorprendente.
Incluso la más breve de las visitas cansaba a Ramón, así que se marcharon cuando se lo indicó su cuidadora.
Una vez en el coche, Nick le tendió a Miley una carpeta de cuero.
—Para ti.
Dentro había una lista de números personales, de negocios y de emergencias. Una cuenta bancaria con una tarjeta de crédito asociada a nombre de Miley.
Evidentemente algo excesivo para una estancia de unas pocas semanas. Lo miró con precaución, pero fue incapaz de interpretar su expresión.
—Gracias —dijo con tranquilidad—, pero tengo mi propio dinero.
La miró de un modo completamente enigmático, Miley pensó que iba a insistir, pero sólo dijo:
—Es prerrogativa tuya.
Miley volvió su atención a la niña a la que su padre le señalaba algunos lugares de interés.
Carlos los dejó en un sitio y se fue a aparcar. Nick tomó a Destiny en brazos.
Recorrieron las exclusivas tiendas de la calle Serrano y aledaños. Carlos se reunió con ellos mientras paseaban.
Aquello le recordó las prendas que Nick le había regalado cuando se casaron… todas las había dejado al marcharse. ¿Las habría donado?
Nick le compró algunas cosas a Destiny. «Su prerrogativa», había dicho al regalarle a su hija un bonito vestido, unos pantalones pirata, algunas camisetas y zapatos, ignorando las protestas de Miley.
A las ocho cerraron las tiendas y fueron a una cafetería, donde pidieron algo ligero para que cenara Destiny mientras Carlos y Nick tomaban un café y Miley, un té.
Eran pasadas las nueve cuando llegaron a La Moraleja. Nick llevó a Destiny al piso de arriba, donde Miley la bañó y la metió en la cama.
La perspectiva de una cena formal no seducía mucho a Miley, que hubiera preferido una ensalada, quitarse la ropa y meterse en su propia cama. Pero Nick habría ido a sacarla de allí y no se sentía dispuesta a tener otra discusión con él esa noche.
Los horarios de las comidas resultaban excesivamente tardíos para las costumbres de una australiana, así que picó un poco de ensalada, no probó el solomillo y se comió un excelente melocotón de postre.
—Gracias por regalarle a Destiny la ropa.
—Ha sido un placer.
La felicidad de su hija y el modo como le había agradecido los regalos no tenían precio, lo mismo que el amor de una hija, una hija a la que no renunciaría a ver durante meses sólo porque su madre viviera en el otro extremo del mundo.
Terminaron de cenar y Nick se disculpó porque tenía que trabajar en su despacho. Tras terminar de quitar la mesa, Miley subió a echar un vistazo a Destiny, después se metió en su habitación, se quitó la ropa menos las bragas, se desmaquilló y después se metió en la cama.
Allí fue donde la encontró Nick dos horas más tarde, quien la contempló en silencio exasperado pos su tozudez. Con cuidado, se agachó, la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su cama completamente consciente de que estaba prácticamente desnuda y del deseo que sentía por ella.