lunes, 28 de mayo de 2012

En su Cama Cap: 12


Miley se despertó por el sonido sordo de la ducha, registró la enorme cama, las sábanas revueltas… cerró los ojos y la memoria la obsequió con una vívida imagen de lo que había ocurrido y con quién. Por si quedaba alguna duda, su cuerpo mostraba numerosas señales para despejarlas. La menor de ellas era la necesidad de ducharse y de volver a su habitación a vestirse.
Destiny.
Buscó el reloj y después respiró aliviada. Eran las seis. Destiny raramente se despertaba antes de las siete.
La ducha se cerró y ella se apresuró a salir de la cama. ¿Dónde estaba la camiseta? Miró el suelo, pero nada. ¿La habría recogido Nick?
Horror, no habría sido María… Era demasiado temprano, así que descartó la posibilidad. ¿Entonces dónde demonios estaba? Tenía que cubrirse con algo, así que se acercó al armario de Nick y tomó la primera camisa que tocaron sus dedos, metió un brazo en cada manga y después volvió a la habitación al mismo tiempo que Nick salía del cuarto de baño con una toalla en las caderas.

Ya no tenía ninguna oportunidad de escapar sin que la viera. Una sonrisa se dibujó en los labios de él al ver cómo lo miraba.
—Buenos días —dijo con voz íntima mientras se acercaba a ella y la besaba sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Sus ojos se abrieron por la compleja mezcla de emociones que la asaltaba. En ese momento, separó sus labios de los de ella un instante.
—Nick…

Interrumpió su frase volviendo a besarla y sintió más que oyó la protesta de ella. Miley cerró los ojos para volver a abrirlos de repente un instante después cuando una de sus manos cubrió un pecho y le acarició suavemente el pezón antes de deslizarse por el abdomen hasta los suaves rizos de la unión de sus piernas. Su caricia era increíblemente suave, deslizó los dedos hasta encontrar su sensible capullo y absorbió su aliento mientras la iba llevando por la espiral del clímax, después la sostuvo entre sus brazos hasta que los últimos espasmos cesaron.
Por un momento, el pasado no existió mientras la besaba en los ojos antes de soltarla.
—Te veo muy a la moda —recorrió el borde abierto de la camisa con un dedo—, aunque te prefiero sin nada.
Ella se cerró la camisa en un ataque de pudor y se apartó de él. Nick esperó hasta que alcanzó la puerta, después advirtió con tranquilidad:
—De ahora en adelante dormirás conmigo.

Ella no respondió, no fue capaz de encontrar las palabras adecuadas, así que abrió la puerta y salió de la habitación.
Fue un alivio descubrir que Destiny aún dormía. Se duchó deprisa, después se puso una falda tipo cíngara de tonos marrones y una blusa muy a la moda, se secó el pelo, se recogió el pelo de modo informal, se puso brillo en los labios y oyó que su hija se despertaba.
Desayunaron en el porche cerrado y Miley se esforzó por concentrarse en la animada conversación de Destiny con Nick al enterarse la niña de que después de ver a Ramón irían al Aquopolis.

Si miraba a Nick, sus ojos la traicionarían al recordad el erótico sabor de su boca, cómo sus manos habían recorrido su cuerpo y le habían regalado un placer indescriptible.
Aquello no debería haber sucedido. No podía permitir que él supiera que estaba intoxicada por el deseo de unirse a él una y otra vez en un clímax primitivo e hipnótico.
Su cuerpo le recordaba dónde había estado él y dónde volvería a estar. A menos que ella se negara, pero negarse supondría negarse a sí misma.
—Mamá, no me estás escuchando.
Miley fingió una sonrisa y siguió evitando la mirada de Nick mientras ponía toda su atención en la niña.
Sabía lo que él vería, y no quería que le leyera la mente, porque él siempre se las arreglaba para saber lo que estaba pensando por mucho que ella intentara ocultarlo.
—¿Tenemos que preparar la bolsa de baño para ir al Aquopolis? —se arriesgó a adivinar y oyó la risita de él por el suspiro de Destiny.
—Papá dice que mañana podemos comer en otro parque. Mañana no, pasado.
—Eso es estupendo, cariño —vio el cuenco vacío de cereales—. ¿Qué quieres que te ponga en la tostada?

La vuelta a la normalidad podía engañar a la niña, pero no al hombre que tenía sentado frente a ella. Fue un alivio cuando terminó el desayuno.
Ramón parecía haber empeorado un poco, su aspecto de fragilidad había aumentado, aunque su sonrisa seguía siendo cálida y en sus ojos se apreciaba la felicidad de ver a Destiny. La vista fue breve por prescripción médica. Cada día se cansaba más.
El Aquopolis resultó ser maravilloso. Había muchas atracciones que tuvieron entretenida a Destiny varias horas.

Volvieron a casa y, tras un baño y una cena rápida, la niña se quedó dormida en cuanto tocó la almohada con la cabeza. Miley se retiró a su habitación a ducharse y cambiarse para la cena… y descubrió que sus cosas ya no estaban allí. ¿Nick? ¿O María cumpliendo sus instrucciones?
Daba lo mismo… aquello no iba a permitirlo. Una trasgresión de una noche era más que suficiente. No iba a repetirse.

Con eso en mente cruzó el pasillo hasta la habitación de él y entró sin molestarse en llamar. Sonaba la ducha. Cruzó en silencio la habitación y entró en el armario, sacó su ropa y la echó encima de la cama, después reunió sus objetos de aseo personal, se los llevó a su habitación y volvió a buscar lo que quedaba.
Estaba recogiéndolo todo cuando una voz profunda hizo que parara.
—¿Buscando algo?
Se tomó un segundo para respirar hondo y después se dio la vuelta. Sintió un súbito estremecimiento en su interior al ver su cuerpo casi desnudo.
—No me voy a venir a tu habitación.
—¿Prefieres que me cambie yo a la tuya?
—Entonces tenemos un problema.
—No, no lo tenemos.
—¿Pretendes escabullirte hasta aquí todas las noches y después volver a tu cuarto al amanecer?
—Lo de anoche fue… —lo miró fijamente.
—¿Un error? —su tono estaba llevando los nervios de Miley al límite—. ¿Nos dejamos arrastrar por el deseo?
—Sí —dijo a pesar del nudo que tenía en la garganta.
—Justifica lo de anoche como quieras, eso no cambiará dónde vas a dormir —vio cómo se quedaba pálida, pero se mostró inflexible—. La cama es grande y el sexo —enfatizó ligeramente la palabra— no estará en el menú a menos que tú decidas que esté.
—¡Tienes que estar de broma!
—No —se dio la vuelta y se dirigió a su armario—. Voy a vestirme para cenar —hizo una pausa—. Lleva las cosas a tu habitación si es lo que quieres, pero si te acuestas allí, te despertarás en la mía.
Miley se limitó a mirarlo y se metió en el cuarto de baño donde se desnudó y se dio una larga ducha caliente con la esperanza de que eso aplacara su rabia.
Muy bien, así que era la guerra, pensó mientras se secaba y después envolvía con una toalla sujeta encima de los pechos antes de volver a entrar en la habitación.
Nick la miró con gesto humorístico mientras se remangaba la camisa y se ponía unos cómodos mocasines de cuero.
—¿Te ha dicho alguien que eres imposible?
Touché… —tuvo la satisfacción de reconocer él.
Ella parecía mucho más joven con el pelo revuelto y sin maquillaje. Tuvo que reprimir el deseo de quitarle la toalla y besarla.
—María espera con la cena.
Miley estuvo a punto de decirle qué podía hacer con la cena, pero no confiaba en ser capaz de hablar. En lugar de eso, sacó ropa interior limpia de un cajón, eligió un vestido y volvió a desaparecer en el baño.
En un acto de desafío, dedicó a vestirse más tiempo del necesario y, cuando salió, se lo encontró hablando en francés por el móvil. Se puso unas sandalias.
—¿Problemas? —preguntó en tono dulce cuando él terminó de hablar.
—Nada que no pueda manejar.
—Oh, ¡qué satisfecho de ser el paradigma de la profesionalidad!
Nick casi se echó a reír. No se parecía a ninguna otra mujer que conociera.
—¿Bajamos a cenar?
—Oh, sí.
Refrescante, ella era definitivamente refrescante. Se preguntó si sería tan valiente cuando volvieran al piso de arriba después de cenar.

Refrescante, ella era definitivamente refrescante. Se preguntó si sería tan valiente cuando volvieran al piso de arriba después de cenar.
—Me gustaría llevar mañana por la tarde a Destiny al centro —dijo Miley mientras le servía café y ella se tomaba un té.
—¿Una excursión de compras?
—No, algunos regalitos para los amigos de Destiny algo especial para Annie.
—Con la condición de que os acompañemos Carlos y yo.
—Podemos ir en metro.
—No.
—¿Con limusina y guardaespaldas? —dijo en tono de broma.
—Una precaución necesaria.

El dinero de los Jonas estaba invertido en numerosas corporaciones en todo el mundo, eso había hecho que la fortuna personal de Nick se hubiera incrementado considerablemente en los últimos cuatro años. Eso hacía de la familia un objetivo potencial.
—Si insistes —concedió Miley sabiendo que discutir con él sobre ese tema era perder el tiempo—, pero con una condición: que yo decida lo que se compra. No quiero que Destiny se crea demasiado importante y se convierta en una niña malcriada.
—Iremos a la ciudad después de visitar a Ramón.
—Gracias.

Miley se terminó el té, después pasó todo de la mesa a una camarera de ruedas y la llevó a la cocina. Metió la comida en la nevera y los platos en el lavavajillas.
—Tengo que hacer unas llamadas internacionales y mandar unos correos electrónicos —le informó Nick cuando volvió al comedor.
Mejor, pensó, con un poco de suerte estaría dormida cuando él subiera.
Como plan, estaba bien, excepto que no había considerado que él seguiría adelante con su amenaza: se despertó de pronto cuando se encendió la luz y Nick la tomó en brazos para llevarla a su cama.
—Eres un demonio —dijo con voz ahogada mientras le golpeaba con un puño en el hombro.
Una acción que no tuvo ningún efecto, así que inclinó la cabeza y le clavó los dientes en el brazo. Nick ahogó un gemido, cerró la puerta tras ellos y la puso de pie en el suelo.
—¡Métete en la cama! —hizo una pausa—. Y cierra esa boca antes de que me sienta tentado de cerrártela yo.
—Vete al infierno —dijo mirándolo con furia.
Sin decir ni una palabra, se la echó al hombro, la acercó a la cama, la metió entre las sábanas y la sujetó con el peso de su cuerpo. Apagó la luz.
—Duérmete.
Claro, como si fuese tan fácil. ¿Al lado de él, notando el calor de su cuerpo, intentando ignorar lo sensual de la situación? No se iba a dormir pronto. Pero los acontecimientos de la jornada junto a la noche anterior finalmente pudieron con ella. Lo último que recordaba antes de dormirse era que se sentía… segura.


Una vez más, Miley se despertó sola en la enorme cama. De pronto fue consciente de todo. Era por la mañana. Aparentemente había dormido toda la noche, acurrucada al lado del hombre con el que se había jurado no… sintió que la ira la inundaba, aunque dormir seguía siendo la palabra adecuada, porque ellos no habían… No, por supuesto que no. El sexo con Nick no era algo que se olvidara.

Que Nick hubiera mantenido su palabra hizo que aumentara su resentimiento. Lo mismo que, a pesar de que ella había estado en todo momento pegada a él, no hubiera intentado seducirla durante la noche. Si lo hubiera hecho, se dijo mientras recorría el pasillo, se habría resistido con uñas y dientes. Entonces… ¿por qué esa ligera sensación de decepción? No tenía sentido.
Echó un vistazo a Destiny, vio que seguía dormida y rápidamente se lanzó a su rutina matutina habitual, después se vistió.

Cuando Destiny se despertó, Nick no estaba por ningún sitio, así que bajaron a desayunar. Él se reunió con ellas con una disculpa cuando Miley estaba ayudando a la niña a pelar un huevo. Nick besó a Destiny en la mejilla y después, algo inusual en presencia de la niña, hizo lo mismo con ella. ¿A qué estaba jugando?

El desayuno lo dedicaron a comentar el programa de la jornada y por la mañana hubo tiempo para que Destiny desarrollara su técnica natatoria antes de que subiera al piso de arriba a cambiarse. Comieron en el porche y después la niña se echó la siesta.
Una parte de ella quería hacer de turista: pasear sin rumbo, entrar en cualquier café o comprar baratijas, pero con Nick y Carlos detrás eso era algo imposible.
Habían acordado reunirse en el vestíbulo a las cuatro para ir a ver a Ramón y después ir al centro. Se puso una falda negra y una blusa blanca, una pizca de maquillaje y se recogió el pelo. Unos zapatos de tacón y un bolso completaron su atuendo. Bajó con Destiny al vestíbulo, donde las esperaba Nick.
—¿Listas?
Ramón parecía tener un día no muy malo y Destiny lo alegró con sus narraciones sobre el Aquopolis y su emoción por ir a conocer el centro de Madrid.
El placer del anciano por la visita de su bisnieta era evidente y, a pesar de la diferencia de edad, la compenetración era sorprendente.
Incluso la más breve de las visitas cansaba a Ramón, así que se marcharon cuando se lo indicó su cuidadora.
Una vez en el coche, Nick le tendió a Miley una carpeta de cuero.
—Para ti.
Dentro había una lista de números personales, de negocios y de emergencias. Una cuenta bancaria con una tarjeta de crédito asociada a nombre de Miley.
Evidentemente algo excesivo para una estancia de unas pocas semanas. Lo miró con precaución, pero fue incapaz de interpretar su expresión.
—Gracias —dijo con tranquilidad—, pero tengo mi propio dinero.
La miró de un modo completamente enigmático, Miley pensó que iba a insistir, pero sólo dijo:
—Es prerrogativa tuya.

Miley volvió su atención a la niña a la que su padre le señalaba algunos lugares de interés.
Carlos los dejó en un sitio y se fue a aparcar. Nick tomó a Destiny en brazos.
Recorrieron las exclusivas tiendas de la calle Serrano y aledaños. Carlos se reunió con ellos mientras paseaban.

Aquello le recordó las prendas que Nick le había regalado cuando se casaron… todas las había dejado al marcharse. ¿Las habría donado?
Nick le compró algunas cosas a Destiny. «Su prerrogativa», había dicho al regalarle a su hija un bonito vestido, unos pantalones pirata, algunas camisetas y zapatos, ignorando las protestas de Miley.

A las ocho cerraron las tiendas y fueron a una cafetería, donde pidieron algo ligero para que cenara Destiny mientras Carlos y Nick tomaban un café y Miley, un té.
Eran pasadas las nueve cuando llegaron a La Moraleja. Nick llevó a Destiny al piso de arriba, donde Miley la bañó y la metió en la cama.

La perspectiva de una cena formal no seducía mucho a Miley, que hubiera preferido una ensalada, quitarse la ropa y meterse en su propia cama. Pero Nick habría ido a sacarla de allí y no se sentía dispuesta a tener otra discusión con él esa noche.
Los horarios de las comidas resultaban excesivamente tardíos para las costumbres de una australiana, así que picó un poco de ensalada, no probó el solomillo y se comió un excelente melocotón de postre.
—Gracias por regalarle a Destiny la ropa.
—Ha sido un placer.
La felicidad de su hija y el modo como le había agradecido los regalos no tenían precio, lo mismo que el amor de una hija, una hija a la que no renunciaría a ver durante meses sólo porque su madre viviera en el otro extremo del mundo.
Terminaron de cenar y Nick se disculpó porque tenía que trabajar en su despacho. Tras terminar de quitar la mesa, Miley subió a echar un vistazo a Destiny, después se metió en su habitación, se quitó la ropa menos las bragas, se desmaquilló y después se metió en la cama.
Allí fue donde la encontró Nick dos horas más tarde, quien la contempló en silencio exasperado pos su tozudez. Con cuidado, se agachó, la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su cama completamente consciente de que estaba prácticamente desnuda y del deseo que sentía por ella.

domingo, 13 de mayo de 2012

En su Cama Cap: 11

—¿Se va a morir Ramón?
El tono lastimero de la pregunta hizo que Miley se arrodillara y abrazara a su hija.
—Está muy enfermo —dijo con cariño.
—Como Fred.
Fred era un hámster que había desarrollado un tumor y al que había sustituido, tras una ceremonia de duelo, por un pez de colores.
—Como Fred —reconoció solemne.
—Me pondré triste —dijo Destiny, Miley la abrazó más fuerte y para cambiar de tema le propuso bañarse en la piscina.


Era un día cálido. Fueron a por las toallas, avisaron a Carlos de dónde iban a estar y bajaron a la piscina.
Destiny  era como un pez en el agua, buceaba, flotaba y nada increíblemente bien para la edad que tenía.
—¡Papá!
Miley se dio la vuelta lentamente en la dirección que indicaba Destiny y vio la alta figura de Nick caminando por el césped en dirección a la piscina.


Vestido con un albornoz negro y con una toalla colgando del hombro, parecía evidente que su intención era unirse a ellas, y Miley trató de ignorar la convulsión que experimentó en su interior. No quería sentirse así y odiaba que su cuerpo fuera tan traidor. Era terrible que le recordara constantemente el calor y la pasión que corría por sus venas y que cada día que pasaba se volvía más intenso. Por las noches era peor, sola en la cama, consciente de que estaba en una habitación al lado de la suya. ¿Dormiría él bien o permanecería despierto durante horas como ella?
«Basta», dijo una voz interior.


Una parte de ella deseaba que Nick se fuera todos los días a la ciudad a trabajar en vez de aprovechar las nuevas tecnologías para poder hacerlo desde casa, pero tenía que reconocer que era lógico que se organizara del modo que le permitiera pasar el mayor tiempo posible con su hija.


Y allí estaba, a punto de quitarse el albornoz y unirse a ellas en el agua.
Agotada, Miley apreció el respetable bañador negro. Se le aceleró el corazón al ver el musculoso cuerpo. La miró a los ojos un instante antes de que Miley volviera de nuevo su atención a Nicki.
—Papá, mira cómo nado.
Así lo hizo mientras se metía en el agua y aplaudía los esfuerzos de su hija.


Miley era consciente de lo escaso de su bañador, cortado bastante alto en las caderas y con un escote en V muy marcado entre los pechos, un poco más llenos desde el nacimiento de Destiny. ¿Se habría dado cuenta él?
«Oh, por Dios, para», se reconvino en silencio. ¿En qué estaba pensando?


La calidez de su contacto cuando la había acunado en la limusina había avivado algo dentro de ella, le había recordado vívidamente lo que habían compartido… y nunca volverían a compartir.
—Destiny es una maravilla —dijo Nick con tranquilidad—, obediente y educada. Lo has hecho muy bien con ella.
—¿Un cumplido, Nick? —lo miró desconfiada.
—¿Es tan difícil aceptar que pueda dedicarte uno?
Estaba cerca, y Miley tuvo que reprimir la casi irresistible necesidad de alejarse de él.
—Dadas las circunstancias, sí —afirmó con frialdad.
—Quizá sería lo más sabio ignorar las circunstancias —hizo una pausa cargada de significado— e intentar seguir adelante.
—Así lo estaba haciendo —dijo en tono dulce—, hasta que me arrastraste hasta aquí con amenazas —dio un par de brazadas para alejarse e ignorarlo.


Algo difícil cuando Destiny no hacía más que atraer su atención con gritos y risas cada vez que él la salpicaba o dejaba que lo atrapara.
Era bueno con ella. Amable. Jugaba con ella y se había convertido en su ídolo. «Papá» aparecía en su conversación con frecuencia.


María sirvió el té en la sala al mismo tiempo que la cena de Destiny cuya hora de acostarse se iba retrasando gradualmente para adaptarse a las costumbres locales. Donde Miley había previsto dificultades, no aparecían: Destiny se había adaptado felizmente a su nuevo modo de vida y aceptaba los cambios con sorprendente facilidad.


Era ella quien estaba teniendo problemas al ser invadida por emociones ambivalentes que hacían que su torbellino interior creciera cada día que pasaba.
—Esta noche le toca a mamá —dijo Destiny mientras Miley la llevaba a la cama y después elegía uno de los cuentos.
Nick se sentó cerca.


Era complicado abstraerse a la presencia de él y concentrarse en leer el cuento. Él estaba ahí, era una entidad física imposible de ignorar y era completamente consciente de su mirada, de su presencia dinámica.


Destiny escuchaba atenta luchando contra el sueño hasta que se le cerraron los párpados y se le acompasó la respiración. Miley cerró el libro con cuidado, recolocó la ropa de la cama, comprobó el intercomunicador y la luz de noche y se detuvo un momento en el umbral antes de cerrar la puerta.


Nick la siguió, se dieron la vuelta a la vez y se rozaron. De los labios de ella surgió una disculpa automática y se desplazó rápidamente para aumentar la distancia entre ambos mientras atravesaban el corredor que conducía a las escaleras.
—Destiny tiene mucha suerte de tenerte de madre.
—No puedo imaginarme mi vida sin ella.
—Hay una solución —dijo él mirándola mientras bajaban las escaleras.
—¿Cuál…? —se detuvo al llegar al amplio vestíbulo.
—Quédate.
—¿Contigo? —cerró los ojos y luego los abrió—. No creo.
—Es una casa grande. Vivirías de un modo envidiable y nunca tendrías que separarte de Destiny —añadió.
—Define envidiable —dijo en tono glacial.
—Una cuenta sin límite. Joyas. El vehículo que quieras. Un guardaespaldas personal. Todo lo que merece la esposa de un hombre muy rico.
—¿Crees que me importan los vestidos de diseño, los Manolos, las joyas? —hizo una pausa para recuperar el aliento—. ¿Ir a la ópera, el teatro, las recepciones benéficas, esas fiestas que son lo último? —se sentía llena de rabia, incapaz de contenerla—. ¿Vivir en esta mansión y tener tiempo para participar en comités benéficos y convertirme en la esposa ejemplar dentro y fuera del dormitorio? ¿Crees que algo de eso es importante para mí?
—¿Ni siquiera lo del dormitorio? —dijo en tono divertido.
—No —mintió.
—Entonces —su voz era peligrosamente suave—, quizá no te importaría explicarte con más detalle.


Miley alzó la barbilla y le lanzó una mirada abrasadora. Si fuera posible dar marcha atrás al reloj, recuperar el amor que habían compartido. Pero eso era imposible.
—Crees que puedes comprar cualquier cosa que quieras. Todo tiene un precio. Incluso yo. ¡Te equivocas! —sus ojos tenían un tono desvaído—. Y sobre tu sugerencia… —casi no podía hablar—. ¡Olvídate! —respiró hondo para recuperar el control—. Ni siquiera por Destiny me dejaré atrapar en un matrimonio sin amor —añadió con vehemencia.


Nick alzó burlón una ceja en silencio.
—Ya me has roto el corazón una vez —cualquier esperanza de que cicatrizara se había evaporado cuando había oído su voz y visto su imagen en el monitor del portal de su casa unas semanas antes—. De ningún modo te daré la oportunidad de que vuelvas a hacerlo.
—Ya veo que no me he explicado bien —dijo morosamente—. No sólo viviríamos bajo el mismo techo, también compartiríamos dormitorio, cama.
—A ver si te entiendo: ¿me estás ofreciendo el sexo como un extra?
—Un matrimonio normal. La posibilidad de que nuestra familia crezca.
—Perdona —estaba desbocada, no podía parar—, pero ya he experimentado tu versión de la normalidad y la aborrezco.
—¿Y nada que diga podrá convencerte de lo contrario?
Miley se irguió todo lo que pudo y lo miró de un modo que hubiera abrasado a cualquiera.
—No —dicho eso se dio la vuelta y empezó a subir las escaleras.
No le apetecía sentarse a cenar con él. Además, no tenía hambre. Prefería buscar un libro y sentarse a leer en cualquier sitio. Habría sido un buen plan si hubiera sido capaz de concentrarse en el texto.


Después de un momento, dejó el libro a un lado, encendió la televisión y buscó algo que le interesara. Un programa de cocina le pareció bien, aunque sólo sirvió para recordarle que no había cenado.
«De acuerdo», se dijo, «admítelo, estás loca por él».


Pero pensar en acceder a su proposición le pareció un insulto. No había sido ni su dinero ni su posición lo que la había atraído. Maldición, ni siquiera sabía quién era.
Las siguientes semanas pasarían deprisa y después volvería a casa con Destiny y recuperaría la normalidad.

Debió de quedarse dormida, porque se despertó sobresaltada por el sonido del llanto de una niña. Destiny. Salió corriendo y se encontró a la niña sentada en la cama en un mar de lágrimas. La abrazó.
—Corazón, ¿qué ha pasado?
Apenas había terminado de decir esas palabras cuando Nick entró por la puerta y se colocó al lado de ellas.
—¿Una pesadilla?
—Nunca le había pasado antes —dijo Miley con gesto sombrío—. Cuéntaselo a mamá, cariño. Así —murmuró suavemente—. Así está mejor.

Nick se sentó y tomó la mano de su hija para enmascarar sus sentimientos mientras Miley lo miraba con ojos tristes.
—No quiero que el bisabuelo Ramón se muera como Fred.
Nick miró de reojo a Miley y después acarició la cabeza de la niña y explicó:
—Algunas veces cuando las personas y los animales están muy enfermos y las medicinas no pueden hacer que mejoren, van a un sitio especial donde ya no sufren más.
—Como Fred.
—Sí —sonrió—, como Fred.
—Hablé con Fred cuando estaba enfermo.
—¿Cómo cuando vamos a visitar a Ramón?
—¿Podemos verlo mañana? —preguntó la niña con una mirada que taladraba el corazón.
—Por supuesto.
—¿Todos los días?
—Todos los días, te lo prometo.
—Me gusta mucho.
—Y él te quiere mucho a ti.
—Creo que voy a dormirme otra vez —dijo a su madre.

La lógica de los niños, pensó Miley mientras precedía a Nick de camino al pasillo y cerraban la puerta tras ellos. El estaba cerca… demasiado cerca y ella era plenamente consciente de cómo remarcaban sus músculos la camiseta negra y los vaqueros que se había puesto a toda prisa al oír el llanto de Destiny. ¿Seguiría durmiendo desnudo?

Trató de ignorar la imagen que se estaba componiendo en su cabeza… pero no lo consiguió. ¿Cómo era posible que deseara tanto las caricias de un hombre a quien supuestamente odiaba?

No tenía sentido que se derritiera de ese modo, que deseara tanto abrazarlo, unir su boca a la de él, saborearlo.

Nick notó la oscuridad de su mirada, el modo en que le temblaba el labio inferior… y bajó la cabeza hasta la de ella, saboreó esa dulzura que sólo ella tenía, escuchó el aliento en su garganta y empezó a explorarla suavemente hasta que ella se abrió e inclinó la cabeza para ajustarla a la de él.

Delicioso. El era delicioso. El modo en que sus manos se deslizaban por sus hombros hasta llegar a la cintura la llevó hasta un lugar más allá de lo racional e hizo que se acercara más a él. Notó su necesidad, sabiendo que era como la suya propia.
La boca de Nick se volvió sensual hasta hacerle olvidar todo y llegar a un punto donde nada importaba… excepto la necesidad de más, de mucho más.

La camiseta suelta que llevaba no suponía ninguna barrera para las manos de él cuando se colaron por debajo del tejido. Una mano agarró las nalgas mientras la otra acariciaba los pechos recorriéndolos enteros mientras el pulgar se demoraba en los pezones.
Liberó la boca de la de ella y recorrió la línea que iba desde los labios hasta la base del cuello. Un beso en el hueco de la clavícula hizo que la recorriera un estremecimiento que le hizo arquear la espalda mientras sus dedos le desabrochaban el vaquero ansioso por explorar su musculoso y cálido cuerpo.

Con un rápido movimiento le quitó la camiseta y recorrió el musculoso pecho con las yemas de los dedos hasta el ombligo para bajar después y acariciar su sexo y apretarlo ligeramente.
Nick dejó escapar un ronco quejido mientras deslizaba un brazo por detrás de las rodillas de ella y la levantaba del suelo para llevarla a su dormitorio.

Las manos febriles se deshicieron rápidamente de la ropa que les quedaba y Miley gritó cuando Nick la levantó mientras ella rodeaba su cintura con las piernas antes de que él cubriera sus pechos con la boca.

Las sensaciones irradiaban desde el sensible centro y no podía evitar gemir mientras él tomaba un pezón entre los dientes y lo apretaba ligeramente llevándola hasta un punto donde el placer casi rozaba el dolor.

Ella lo mordió en el cuello. Nick se movió ligeramente y fue bajando la parte más sensible de la anatomía de ella hasta apoyarla sobre su sexo en erección. Ahí se detuvo y ella dejó escapar un quejido de frustración.
—Ya —rogó ella en un agónico murmullo mientras enterraba los dedos en el pelo—. Por favor.
Con un movimiento suave la dejó bajar y luego la levantó y después centímetro a centímetro la fue llenando.

Oh, se sentía tan bien. Unida a él, inundada de sensaciones, de una creciente pasión y queriendo más. En ese momento, Nick se acercó a la cama y con cuidado la dejó encima de las sábanas, después empezó a recorrerla con besos, deteniéndose a saborear los pechos, bajando al vientre.

Quería que la besara en la boca, pero él tenía otra idea y Miley dejó escapar un grito cuando él bajó la cabeza y dio vibrante y erótica vida al clítoris, haciendo que le recorrieran el cuerpo espasmos de placer tan intensos que no podía evitar gritar cuando cada oleada la recorría y le llegaba hasta el alma.

Entonces, sólo entonces, entró de nuevo en ella de una sola embestida y Miley sintió como si no tuviera esqueleto, quedó tan a merced de su propio abandono que ya no sabía quién era… sólo sabía que no quería que aquel éxtasis terminara jamás mientras arqueaba el cuerpo para recibirlo una y otra vez hasta que llegaron al borde del abismo al que ambos se lanzaron en un glorioso éxtasis.

Le llevó su tiempo recuperar el aliento y volver a algo parecido a la normalidad y aguantó mientras él, con cuidado, rodó para ponerse de espaldas y la llevó con él, abrazándola y con los labios apoyados en su sien.

Fue en ese momento cuanto Nick notó la humedad en las mejillas, le acarició la cabeza y le colocó un mechón de pelo tras la oreja mientras le buscaba los llorosos ojos con la mirada.
—¿Te he hecho daño?

No confiaba en ser capaz de hablar, así que se limitó a negar con la cabeza.
Le pasó una mano por la mejilla, después le acarició los labios con los suyos con tanta ternura que las lágrimas corrieron libremente por las mejillas hasta llegar a las comisuras de los labios.

Miley no quería moverse. Se sentía como si no pudiera. En un momento, se dijo en silencio, se liberaría de sus brazos en silencio, se pondría la camiseta y volvería a su habitación, pero de momento prefería disfrutar del momento de después del sexo, del buen sexo, se corrigió mientras notaba doloridos unos músculos faltos de uso y disfrutaba de la euforia de sentirse llena.

Debía de haberse quedado dormida pensó al despertarse y sentir el calor de un cuerpo al lado, el latido de otro corazón en su espalda… y los recuerdos fueron haciéndose visibles en su mente.

No. Tenía que ser un sueño. Uno más de tantos que la asaltaban en las oscuras noches.
Pero aquello no era un sueño. Los brazos que la rodeaban eran reales. Se quedó paralizada unos interminables segundos, después intento soltarse. Los brazos se tensaron.
—No vas a ir a ningún sitio.
—Por favor —dijo con voz estrangulada y notó un beso en la nuca—. ¿Qué pasa si…?
—¿Destiny?
Oh, Dios, Destiny, ¿en qué estaba pensando?
«Sé sincera», le dijo una voz interior, «no estabas pensando en absoluto».
—Si se levanta y no estoy allí… —dijo hasta que Nick le cubrió la boca con una mano.
—No —dijo él mientras le sujetaba el rostro con las dos manos y la besaba.
El cuerpo de él se endureció de deseo por la respuesta de ella. Con cuidado empezó a acariciarla provocando en ella una tormenta de emociones y la poseyó en un acoplamiento que superó al que acababan de compartir.


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Bien espero te aya gustado te quiero mucho y felicidades otra vez :D