Juntas eligieron el vestido más bonito para Dest quien, con el pelo recogido, siguió a Miley mientras ésta se ponía un vestido ceñido de lino color jade sujeto con un cinturón, se colocaba el pelo y se maquillaba ligeramente bajo la intensa mirada de su hija.
Nick esperaba en el vestíbulo mientras ellas bajaban las escaleras y sonrió cuando Dest colocó su pequeña mano en la de él.
Carlos los llevó a la mansión de Ramón y aparcó frente a la puerta principal.
Miley no estaba preparada para enfrentarse al cambio en el estado físico del anciano, uno de los pocos miembros de la familia Jonas que la había tratado bien durante su breve matrimonio con el mayor de sus nietos.
Lo recordaba como un hombre fuerte a pesar de su avanzada edad. Vibrante y lleno de energía y, al tiempo, comprensivo con la joven que había robado el corazón de Nick. Ramón la había animado a estudiar español, a aceptar la riqueza y el modo de vida de los Jonas y a reconocer las cosas que no podía cambiar.
En cierto sentido había sido su mentor, y ver así a un hombre al que había adorado le rompía el corazón.
Al principio estuvo vacilante, insegura, sin saber si quedaría algo del afecto que habían compartido. Después de todo, había sido ella quien se había marchado una noche, dejando a Nick sólo una breve nota en la que le decía que volvía a casa.
—Hola —no fue tanto el saludo como el tono de voz y la sonrisa lo que hizo que a Miley se le llenaran los ojos de lágrimas.
—Ramón —sin dudarlo se acercó al sillón en que se encontraba y lo besó en la mejilla—. ¿Cómo estás?
—¿Cómo parezco? —dijo con una chispa de humor en los ojos.
Miley inclinó la cabeza ligeramente.
—Un poco menos que el león que recordaba.
—¡Qué bien mientes! —la risa casi hizo llorar a Miley—, pero te perdono por mimar a un viejo —le tomó una mano y la retuvo entre las suyas—. Ahora, preséntame a mi bisnieta.
Nick dio un paso adelante con la niña de la mano.
—Destiny —dijo con cariño—, éste es Ramón.
Las facciones de Ramón se suavizaron de un modo dramático y se le humedecieron los ojos.
—Acércala más.
Por un momento, Destiny pareció dubitativa, asintió después de que Nick le dijera unas palabras de aliento.
—Hola, bisabuelo —dijo en español.
Miley la miró con los ojos de par en par. La pronunciación había sido buena. ¿Quién habría sido?
Nick, por supuesto, seguramente habría ayudado María. Durante un instante, experimentó sentimientos encontrados, después se vieron superados por la felicidad de Ramón.
—Destiny. Un nombre precioso para una niñita preciosa —dijo cariñoso.
—Nick, mi padre, algunas veces me llama «pequeña» —dijo la niña solemne.
La sonrisa de Ramón derritió el corazón de Miley.
—Tienes que visitarme mucho, así podré enseñarte español.
—Tengo que preguntarle a mamá si puedo.
—Por supuesto —dijo Ramón con la misma solemnidad mientras interrogaba a Miley con la mirada.
—Será un placer —¿qué otra cosa podía decir?
—Nick te traerá.
—¿Mamá también? —preguntó la niña momentáneamente insegura.
—Naturalmente. Podrás venir por la mañana, así tendrás el resto del día para explorar —alzó la vista al oír el sonido de la puerta al abrirse—. Ah, aquí está Sofía con el té.
Té con unos deliciosos sándwiches, algo de conversación agradable y después Nick dijo que tenían que irse.
Carlos los llevó al Parque Warner, una sorpresa que Nick se había reservado.
—Eres un hombre ocupado —protestó Miley sin mucha convicción.
—¿No es posible que haya aprendido a delegar?
—Improbable.
—Te equivocas.
—No esperamos que nos dediques todo tu tiempo —dijo, mirándolo con precaución.
—Es un placer hacerlo —la miró a la boca.
«Placer», una palabra que no fallaba. Miley notó que el rubor le subía a las mejillas y lo miró sombría antes de volverse hacia la ventanilla.
Fue durante la cena de esa noche cuando ella sacó el tema de la vida social de Nick.
—¿No tienes… —hizo una pausa con deliberada delicadeza— ninguna amante que se impaciente por tu ausencia?
—¿De su cama? —preguntó en tono de broma mientras notaba el latido del pulso en la base del cuello de Miley—. Quizás —dijo arrastrando las vocales—. Si tuviera alguna.
—¿Alisson se ha convertido en una amante consumada?
—Eso es algo que deberías preguntarle a su marido.
¿Alisson se había casado?
—Me cuesta creer que renunciara a ti.
—Nunca fui un aspirante, querida —sonrió de modo forzado.
No era fácil parecer indiferente, pero lo consiguió.
—¿Podemos cambiar de tema?
—Has sido tú quien lo ha sacado —le recordó con odiosa sencillez.
—¿Ramón tiene muchos dolores? —dijo intentando disimular la ligera desesperación en su voz, pero tuvo la impresión de no haberlo conseguido.
—Tiene atención médica continua y una enfermera en la casa. Ha sido su deseo permanecer allí.
Miley conocía su estado y sus posibilidades. Poco se podía hacer, sólo que no sufriera.
—Quería pedirte que Destiny y tú os quedéis hasta que Ramón entre en coma.
Debería haber pensado que le pediría algo así y se maldijo por no haberlo previsto.
—Tengo un trabajo —le recordó—. Tenemos un acuerdo. Después de tres semanas, Dest y yo volveremos a Perth.
—Estoy seguro de que tu estancia puede prologar— se por un motivo así.
Podía si ella quería. La verdad era que no confiaba en sí misma si pasaba mucho más tiempo cerca de Nick. Tenían una historia común, una potente química que no podía atreverse a avivar. El era peligroso, primitivo. Sintió que la rabia la llenaba al sentirse manipulada.
—¿Crees que te he traído hasta aquí con algún motivo oculto?
—Sí —no tenía ninguna duda.
—¿No te parece un poco rebuscado? —su mirada era penetrante.
—Creo que harás cualquier cosa para conseguir lo que quieres —dijo con vehemencia.
—¿Y qué crees que quiero?
—A Destiny.
—Por supuesto —su expresión no cambió—. ¿Qué más?
se puso de pie, arrojó la servilleta sobre la mesa y se dio la vuelta para marcharse.
—Llegará un día que no huirás.
—¿Estás seguro? —dijo dándose la vuelta y lanzándole una mirada envenenada.
Nick sintió un fuerte deseo de echársela al hombro y llevarla a su cama. Ya lo había hecho alguna vez en el pasado, cuando las palabras no habían servido para comunicarse. ¿Serían los recuerdos de ella tan vívidos como los suyos? ¿La mantendrían despierta por las noches?
Contaba con ello.
revisó su aspecto y se sorprendió al ver lo tranquila que parecía cuando tenía los nervios a punto de saltar y la sensación de docenas de mariposas en el estómago.
No quería hacerlo. Reincorporarse al mundo de la alta sociedad madrileña no había sido parte del plan. En realidad nada de lo que había pasado en las últimas semanas formaba parte de ningún plan.
Esa noche había un acto para recaudar fondos para una obra social con la que cooperaba la corporación de empresas Jonas. Nick tenía que asistir y, como se suponía que se habían reconciliado, ella tenía que estar a su lado. El problema de buscarle una ropa adecuada para la ocasión se había resuelto con increíble facilidad: una llamada a una boutique para dar sus medidas y habían enviado a casa de Nick una selección de vestidos.
Se miró con el vestido de seda y organdí café con leche, de tirantes, con el talle plisado y la falda flotante, y unos zapatos de tacón… Y se sintió razonablemente confiada. La elección había sido la adecuada.
Un sencillo maquillaje que le realzaba los ojos, una pizca de color en las mejillas, brillo de labios y un elegante recogido.
—Pareces una princesa.
Miley se dio la vuelta y lanzó un beso a su hija.
—Gracias.
—María y yo vamos a ver Shrek.
—Pero sólo un ratito. Cuando María te diga que es hora de irse a la cama, no protestes, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Había llegado el momento de bajar al piso de abajo, unirse a Nick y meterse en la limusina. Sabía que Destiny estaría segura con María, Carlos se encargaría de todo y, además, tenían una línea privada de marcación rápida directa al móvil de Nick.
Miley agarró el bolso y tendió una mano a la niña.
—Vamos, diablillo. Es hora de ir de fiesta.
Llamaron suavemente a la puerta de la habitación de Destiny y después se escuchó una voz masculina. La niña corrió a la puerta.
—¡Ha venido papá!
No quería hacerlo. Reincorporarse al mundo de la alta sociedad madrileña no había sido parte del plan. En realidad nada de lo que había pasado en las últimas semanas formaba parte de ningún plan.
Esa noche había un acto para recaudar fondos para una obra social con la que cooperaba la corporación de empresas Jonas. Nick tenía que asistir y, como se suponía que se habían reconciliado, ella tenía que estar a su lado. El problema de buscarle una ropa adecuada para la ocasión se había resuelto con increíble facilidad: una llamada a una boutique para dar sus medidas y habían enviado a casa de Nick una selección de vestidos.
Se miró con el vestido de seda y organdí café con leche, de tirantes, con el talle plisado y la falda flotante, y unos zapatos de tacón… Y se sintió razonablemente confiada. La elección había sido la adecuada.
Un sencillo maquillaje que le realzaba los ojos, una pizca de color en las mejillas, brillo de labios y un elegante recogido.
—Pareces una princesa.
Miley se dio la vuelta y lanzó un beso a su hija.
—Gracias.
—María y yo vamos a ver Shrek.
—Pero sólo un ratito. Cuando María te diga que es hora de irse a la cama, no protestes, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Había llegado el momento de bajar al piso de abajo, unirse a Nick y meterse en la limusina. Sabía que Destiny estaría segura con María, Carlos se encargaría de todo y, además, tenían una línea privada de marcación rápida directa al móvil de Nick.
Miley agarró el bolso y tendió una mano a la niña.
—Vamos, diablillo. Es hora de ir de fiesta.
Llamaron suavemente a la puerta de la habitación de Destiny y después se escuchó una voz masculina. La niña corrió a la puerta.
—¡Ha venido papá!
Miley intentó sin éxito dominar la oleada de calor que le recorrió la sangre al ver a Nick con un elegante traje oscuro y una camisa de lino blanco que contrastaba con su piel olivácea y el brillante pelo negro. El impecable traje realzaba su soberbio y musculoso cuerpo.
No sorprendía que mujeres de todas las edades no pudieran evitar flirtear con él. Poseía una salvaje sensualidad combinada con algo prohibido, algo primitivo.
Un guerrero del mundo moderno que se enfrentaba a diario a poderosos inversionistas en varios países, siempre al límite… y siempre cubriéndose las espaldas.
Los ojos oscuros e inescrutables recorrieron el delgado perfil de Miley antes de agacharse para alzar en brazos a Destiny.
—¿Verdad que mamá está muy guapa? —preguntó su hija y él sonrió.
—Preciosa —dijo Nick—. Lo mismo que tú.Diez minutos más tarde, Miley estaba en el asiento trasero de la limusina mientras recorría una avenida que les llevaba al centro de la ciudad.
—Falta algo —dijo Nick rebuscando en el bolsillo de la chaqueta—. Dame la mano.
Notó la duda de ella, así que le agarró una mano y deslizó en el dedo adecuado un exquisito anillo de diamantes. El anillo de boda. El que había dejado la noche que había vuelto a su país.
—No…
—¿No quieres llevarlo? —la miró a los ojos—. Pues lo llevarás.
—¿Por qué?
—Creo que es evidente.
—La reconciliación… —dijo seca notando la cínica sonrisa de Nick.
—¿Hace falta que te recuerde que seguimos casados?
—De momento —había aceptado el juego por Ramón, un par de semanas extras no eran mucho.
El diamante engarzado en platino lanzaba destellos de todos los colores cuando la luz lo alcanzaba. Su peso le resultaba extraño.
—También está esto —sacó un collar de diamantes y unos pendientes a juego, un regalo de su primer aniversario.
Sin decir una palabra se inclinó sobre ella y le puso el collar en su sitio. Fue sólo un segundo, pero le pareció un siglo el tiempo que sintió su aliento en la mejilla y el roce de sus dedos en la nuca. Demasiada intimidad dentro de la limusina. Qué fácil era moverse un poco y rozar su mejilla con la de ella. Darse la vuelta y buscar su boca, sentir el sensual deslizamiento de su lengua de un modo tan erótico que nunca sería suficiente… sólo un torturador preliminar de cómo terminaría la noche. Como había sido al principio de su matrimonio. Una época en que ella se había atrevido a todo y había disfrutado de cada momento.
En ese momento, permanecía sentada rígida, esperando que él se apartara para recuperar el ritmo cardíaco normal. Se le escapó un sonido estrangulado cuando él llevó sus dedos al lóbulo de la oreja y con mucho cuidado le puso uno de los pendientes antes de disponerse a colocarle el otro.
No sorprendía que mujeres de todas las edades no pudieran evitar flirtear con él. Poseía una salvaje sensualidad combinada con algo prohibido, algo primitivo.
Un guerrero del mundo moderno que se enfrentaba a diario a poderosos inversionistas en varios países, siempre al límite… y siempre cubriéndose las espaldas.
Los ojos oscuros e inescrutables recorrieron el delgado perfil de Miley antes de agacharse para alzar en brazos a Destiny.
—¿Verdad que mamá está muy guapa? —preguntó su hija y él sonrió.
—Preciosa —dijo Nick—. Lo mismo que tú.Diez minutos más tarde, Miley estaba en el asiento trasero de la limusina mientras recorría una avenida que les llevaba al centro de la ciudad.
—Falta algo —dijo Nick rebuscando en el bolsillo de la chaqueta—. Dame la mano.
Notó la duda de ella, así que le agarró una mano y deslizó en el dedo adecuado un exquisito anillo de diamantes. El anillo de boda. El que había dejado la noche que había vuelto a su país.
—No…
—¿No quieres llevarlo? —la miró a los ojos—. Pues lo llevarás.
—¿Por qué?
—Creo que es evidente.
—La reconciliación… —dijo seca notando la cínica sonrisa de Nick.
—¿Hace falta que te recuerde que seguimos casados?
—De momento —había aceptado el juego por Ramón, un par de semanas extras no eran mucho.
El diamante engarzado en platino lanzaba destellos de todos los colores cuando la luz lo alcanzaba. Su peso le resultaba extraño.
—También está esto —sacó un collar de diamantes y unos pendientes a juego, un regalo de su primer aniversario.
Sin decir una palabra se inclinó sobre ella y le puso el collar en su sitio. Fue sólo un segundo, pero le pareció un siglo el tiempo que sintió su aliento en la mejilla y el roce de sus dedos en la nuca. Demasiada intimidad dentro de la limusina. Qué fácil era moverse un poco y rozar su mejilla con la de ella. Darse la vuelta y buscar su boca, sentir el sensual deslizamiento de su lengua de un modo tan erótico que nunca sería suficiente… sólo un torturador preliminar de cómo terminaría la noche. Como había sido al principio de su matrimonio. Una época en que ella se había atrevido a todo y había disfrutado de cada momento.
En ese momento, permanecía sentada rígida, esperando que él se apartara para recuperar el ritmo cardíaco normal. Se le escapó un sonido estrangulado cuando él llevó sus dedos al lóbulo de la oreja y con mucho cuidado le puso uno de los pendientes antes de disponerse a colocarle el otro.
Miley tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener las sensaciones que le provocaba un acto tan íntimo.
¿Tenía algún objetivo todo aquello? Y si era así, ¿cuál? Nick no podía hacer físicamente nada para evitar que ella saliera del país. Entonces… ¿por qué sentía esa permanente duda?
El hotel era uno de los mejores de la ciudad. Miley maldijo a Nick por haberla metido en eso, pero dibujó una sonrisa y se preparó para representar el papel esperado. Una salva de destellos de las cámaras de los fotógrafos los recibió cuando Salieron de la limusina a la alfombra roja que llevaba al vestíbulo. La mano de Nick se apoyaba en la parte trasera de su cintura y un guardaespaldas se situaba al otro lado de ella mientras se dirigían a la escalera que conducía al entresuelo.
¿Tenía algún objetivo todo aquello? Y si era así, ¿cuál? Nick no podía hacer físicamente nada para evitar que ella saliera del país. Entonces… ¿por qué sentía esa permanente duda?
El hotel era uno de los mejores de la ciudad. Miley maldijo a Nick por haberla metido en eso, pero dibujó una sonrisa y se preparó para representar el papel esperado. Una salva de destellos de las cámaras de los fotógrafos los recibió cuando Salieron de la limusina a la alfombra roja que llevaba al vestíbulo. La mano de Nick se apoyaba en la parte trasera de su cintura y un guardaespaldas se situaba al otro lado de ella mientras se dirigían a la escalera que conducía al entresuelo.
Una escena que recordaba bien. La clásica gente que iba a exhibirse. Mujeres con vestidos de diseño y joyas caras regaladas por sus maridos y amantes que presidían corporaciones industriales. Celebridades, gente de la moda, modelos… reconoció unos cuantos rostros, sonrió y mantuvo la cabeza alta.
Camareros y camareras ofrecían diligentes bandejas con bebidas. De una de ellas Nick escogió dos copas de champán y le puso una a ella en la mano.
Echar alcohol en un estómago vacío no era una buena idea, así que apenas bebió un sorbo y después se quedó con la copa como un objeto de apoyo.
—¡Nick!
—Miguel y Chantal Rodríguez —dijo Nick sin entonación mientras les saludaba en español una pareja a la que de inmediato explicó que no era el idioma de su esposa.
Miley era absolutamente consciente de la presencia de él a su lado, el roce ocasional de su mano en la cintura, sus maneras atentas, y tuvo que reprimir el díscolo deseo de que aquello fuese real y no una pantomima.
Echar alcohol en un estómago vacío no era una buena idea, así que apenas bebió un sorbo y después se quedó con la copa como un objeto de apoyo.
—¡Nick!
—Miguel y Chantal Rodríguez —dijo Nick sin entonación mientras les saludaba en español una pareja a la que de inmediato explicó que no era el idioma de su esposa.
Miley era absolutamente consciente de la presencia de él a su lado, el roce ocasional de su mano en la cintura, sus maneras atentas, y tuvo que reprimir el díscolo deseo de que aquello fuese real y no una pantomima.
Fue un alivio cuando se abrieron las puertas del enorme salón y los invitados fueron pasando a los sitios que tenían asignados en las mesas.
Había un rostro entre la multitud que Miley buscaba con interés: Alisson de Córdoba. Una mujer cuya presencia en eventos de esa índole era obligatoria.
Allí estaba, alta, elegante hasta lo imposible con un vestido de Versace que sólo podía ponerse alguien con una figura soberbia. Como siempre, era el centro de atención. Se fijó en el hombre que estaba a su lado. Distinguido y al menos quince años mayor que ella.
Alisson era conocida por saber observar un entorno, seleccionar una presa y después esperar pacientemente su oportunidad de atacar. Miley dudaba de que algo de eso hubiera cambiado.
Había un rostro entre la multitud que Miley buscaba con interés: Alisson de Córdoba. Una mujer cuya presencia en eventos de esa índole era obligatoria.
Allí estaba, alta, elegante hasta lo imposible con un vestido de Versace que sólo podía ponerse alguien con una figura soberbia. Como siempre, era el centro de atención. Se fijó en el hombre que estaba a su lado. Distinguido y al menos quince años mayor que ella.
Alisson era conocida por saber observar un entorno, seleccionar una presa y después esperar pacientemente su oportunidad de atacar. Miley dudaba de que algo de eso hubiera cambiado.
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bien maraton dedicado a Yaz espero te guste y FELIZ CUMPLEAÑOS TE QUIERO MUCHO
hey hermosa millll perdones es q ando revisando kien sube para leerlos el sabado xq es cuando tngo mayor tiempo encerio milll perdon y gracias hermosa por tomar tiempo para dedicarmelo te mega adoro aunq no nos tratemos mucho lo leeo en la noche y graicas de nuevo.
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