—Las cosas van bastante bien, supongo. Es por eso que estoy tan nerviosa —Ella dirigió una mirada a su amiga— ¿Cómo te sentirías si yo fuese tu cuñada?
Índigo gritó de alegría. Los sándwiches de carne de venado se fueron volando en todas las direcciones cuando se puso de rodillas para abrazar a Miley.
—¿Cómo me sentiría? Oh, Miley ¡que estaría en la luna! ¿Quieres decir que ya te preguntó? ¿Te pidió que te casaras con él? ¡Oooh! Lo voy a matar cuando le po/nga mis manos encima. Se acercó para tomar un café esta mañana y no dijo una palabra.
Sintiendo todavía un poco de náuseas, Miley se desprendió del abrazo entusiasta de Índigo.
—Eso es porque no le he dado una respuesta. Pero estoy pensando en ello —Ella encontró con la mirada de su amiga— . Tengo que admitir que estoy un poco asustada. Es un gran paso para dar.
—Sí, lo es —admitió Índigo— .Pero, ¡oh, Miley ¡Qué alegría más grande! Nicholas es un buen hombre, en verdad que lo es. Será un marido amable, estoy seguro. Y, nunca, jamás, ni en un millón de años, preguntaría a una mujer para casarse con él, a menos que la amara. Estoy sorprendida de que alguien por fin le engando. Debí de haberlo adivinado. Ha tenido una abeja en la gorra desde la primera vez que puso los ojos en ti, y eso es un hecho. ¡Oh, no puedo esperar para decirle a Jake! Se va a hartar de reír. Nicholas, pidiendo matrimonio, y juró que nunca iba a casarse.
—Yo no he dicho que sí, todavía, —Miley le recordó.
—Pero seguramente lo harás. Tú lo amas, ¿no?
El estómago de Miley se volvió otra vez a revolucionar lentamente, lo que la convenció, más que nunca, que los nervios eran los responsables de su mareo.
—En realidad, Índigo, no estoy segura. Me gusta mucho. Y es muy atractivo.
Índigo se inclinó hacia adelante, con ávida curiosidad.
—¿Cómo te hace sentir?
Miley examinó la cuestión.
—¿Me prometes que no te enojas? Es tu hermano.
—Por supuesto que no me voy a enojar.
—Bueno… —Miley mordió el labio inferior— .La verdad, Índigo, es que me hace sentir un poco como si tuviese mariposas dentro del estómago.
Índigo echó atrás la cabeza leonada, chilló de risa, y cayó de espaldas, completamente ajena a los sándwiches esparcidos a su alrededor.
Miley no podía ver qué era tan gracioso y sólo la miró.
—¡Es el amor! —finalmente alcanzó a decir entre jadeos para tomar aire— .Me sentía exactamente de esa manera con Jake, sólo pensé que sentía algo así como un montón de pececillos nadando alrededor de mi vientre.
—Eso es bastante parecido.
Índigo se echó a reír otra vez.
—Pasa. Y es siempre muy agradable cuando se siente.
—Espero que sí. Es una sensación bastante extraña. —Miley se tocó la cintura de nuevo.—Me siento un poco inquieta pensando en él.
—La única cura es el matrimonio —Índigo suspiró y se sentó. Ella sonrió como si supiera un secreto maravilloso— .Oh, Miley, vas a ser muy feliz. Lo sé. Estoy mas que contenta por los dos. Mis dos personas favoritas, y han caído en las redes del amor. Es un sueño hecho realidad. Mi mejor amiga va a ser mi hermana, ¡piénsalo! Para el resto de nuestras vidas, nuestras familias se reunirán para las fiestas y ocasiones especiales. Vuestros hijos, y nuestros hijos. ¿No será maravilloso?
No sólo sonaba maravilloso, sonaba increíble. Pero por una vez, Miley se atrevió a soñar. Con niños y árboles de Navidad. Con mesas cargadas de comida. Con el amor y la risa. De pertenencia. Las lágrimas llenaron sus ojos.
—Oh, Índigo, ¿de verdad crees que podría sucederme a mí? Tengo tanto miedo de creer que puede ser cierto, y que no se cumpla.
—¡Por supuesto que se cumplirá! ¿Por qué no? Solo dale a Nicholas el sí, tonta. Eso es todo lo que hay que hacer.
Eso es todo lo que hay que hacer.
Miley abrazó esas palabras cerca mientras caminaba de vuelta al saloon. Trató de imaginar lo que sería caminar a lo largo del paseo marítimo tranquilamente, y mirar en los escaparates sin llevar su sombrero de ala ancha. Saludar a las damas y asentir cortésmente a los saludos de los caballeros. Para sentirse parte de una comunidad. La señora de Nicholas Jonas. Miley Jonas. Francine Jonas. Sonaba de una forma maravillosa para ella.
A medida que subía las escaleras hacia su habitación, la grasa y los olores que venían de la cocina hicieron que Miley se sintiese de nuevo un poco mareada. Una vez encerrada en sus aposentos, se acercó al calendario que colgaba en la pared. Ya había vuelto al mes de julio, y dio un rápido vistazo en los días buscando una pequeña X. Siempre marcaba así el comienzo de su ciclo. Qué extraño. No había X. ¿Había olvidado contar hacia adelante de su último ciclo, debido a sus últimas preocupaciones?
Se suponía que tenía que ser ya. Sonrió un poco pensando que habría sido un despiste. Con Nicholas acosándola día tras día, era un milagro que no se hubiese olvidado la cabeza en algún lugar. Con la intención de rectificar la situación, Miley pasó de nuevo a junio para recordar los días de su última regla, que siempre marcaba con una línea dibujada horizontalmente a través de los días. Su corazón se sintió como si se cayese de rodillas. No había línea marcando los días del mes pasado.
Sólo había una X en solitario para recordarse la fecha en que debía de aparecer.
Miley miró. Una X sin líneas. 24 de junio. Debería haber tenido su menstruación entonces, y aquí estaba más allá de la mitad de julio. Llevaba más de tres semanas de retraso.
Temblando, Miley fue a sentarse en el borde de la cama. Nunca había tenido un retraso.
A la tarde siguiente, Miley se fue a pocas puertas mas allá del saloon, hasta la calle principal, a ver al Dr. Yost. Convencida de que podría proporcionar una explicación perfectamente razonable para las náuseas y el salto de su período, se quedó pasmada cuando se le veía tan triste al doctor, después de examinarla. Miley se sentó en el borde de la camilla y se arregló su vestido.
Estaba tan afligida por su expresión que apenas pensaba en ver su rostro. Por lo general, cuando necesitaba atención médica, visitaba a su médico en Grants Pass.
—¿Qué tengo? ¿Una gripe de algún tipo? —preguntó ella con esperanza.
—Eres la chica de May Belle, ¿no?
Miley sintió el calor de la vergüenza subir por su cuello. La chica de May Belle. Sonaba tan feo.
—Hum, sí. Yo trabajo en el saloon.
Él asintió con la cabeza y se rascó junto a la nariz.
—Bueno, señorita, me gustaría decirle que es una gripe lo que la enferma. Sé que noticias como esta no es precisamente bien recibida por una mujer de sus circunstancias.
Miley cerró los ojos. No puede ser. No ahora. No después de nueve años. En tres días más, tenía la intención de decirle a Nicholas que lo haría, que se casaría con él. En tres días, esta vida habría quedado detrás. Estaba a punto de conseguir su milagro. ¿Acaso Dios no lo entendía así? Era la única oportunidad bella que le habían ofrecido en su vida, era su pequeño milagro.
—Es difícil decir con seguridad, a lo largo de esta primera fase, pero mi conjetura es que estás de más de dos meses. Definitivamente embarazada, a juzgar por el tacto de tu vientre.
Miley sacudió la cabeza.
—¿Estás seguro de que no se equivoca? Sólo tengo unas tres semanas de retraso. Siendo tan pronto y todo… ¿no podría equivocarse?
Sus ojos grises y amables descansaban tristemente en su rostro.
—Cariño, me gustaría que así fuese. Sin embargo, en cuarenta años, nunca me he equivocado todavía. Está embarazada. La única pregunta es exactamente qué tan avanzada está —Él la miró con un ceño pensativo— . Sólo tres semanas de retraso, ¿no? Y ¿como fue su última presentación? ¿normal? o ¿sólo manchaste?
Con una sensación de hundimiento resignado, Miley pensaba volviendo atrás su memoria.
—Apenas manché.
Él asintió con la cabeza.
—Sí, tal cómo pensaba. Eso sucede a veces. Por qué, he tenido a mujeres tan avanzadas como de cinco meses sin darse cuenta de que estaban esperando familia. Así, y todo había algunas manchas de sangre cada mes.
—Ya veo.
El médico no dijo nada en respuesta a eso. Después de mucho tiempo, se aclaró la garganta.
—Si está pensando en pedir que la ayude a salir de este paso, le advierto que no puedo. Y no recomiendo a nadie que lo haga. No me importa si le dicen otra cosa, es peligroso. No sería ético por mi parte.
Sintiéndose entumecida, Miley se deslizó fuera de la camilla y tiró de su sombrero. El médico siguió hablando, pero las palabras nadaban a su alrededor en un revoltijo confuso. Sentía como si estuviera moviéndose a través de una bruma de algodón. Fuera de la puerta de la consulta, luego enfilando el paseo marítimo. Instintivamente se volvió hacia el saloon. Un pie delante del otro. Apenas vio, apenas oyó hablar, apenas sentía. Embarazada. Ella estaba embarazada.
Cuando llegó a su habitación, se sentó en el borde de la cama con la mirada perdida en el suelo. Embarazada. Nicholas nunca se casaría con ella ahora. Tomar una pu/ta por mujer era una cosa. Casarse con una mujer embarazada de otro hombre era otra muy distinta.
Miley no sabía lo que iba a hacer. No podía continuar en su profesión embarazada. El flujo de dinero que había recibido de Nicholas pararía en el instante que se lo dijese. ¿Qué pasaría con su familia? ¿Qué pasaría con su madre y Jason ahora? Frankie y Alaina podría encontrar un empleo en Grants Pass, pero no podía ganar lo suficiente para mantener las necesidades de medicación de su hermano pequeño y su familia entera. Los gastos eran exorbitantes.
Por un instante, Miley consideró no decírselo a Nicholas Podía casarse con él y pretender que el bebé era suyo. ¿Podría resultar? Estaba en las primeras etapas del embarazo. Sólo dos meses. Cuando el niño naciese, podría pretender que se había adelantado. Él nunca lo sabría. Todo lo que tenía que hacer era vivir en la mentira el resto de su vida.
Una mentira. Miley cerró los ojos, aunque jugó con la idea, supo que nunca podría hacer eso. En especial, no a Nicholas. Era una cosa despreciable pensar en hacerlo. Pero, si no, ¿entonces qué haría?
Otra posibilidad se deslizó fríamente en su mente. Su mirada fue a su barra de ropa y las perchas de alambre estaban allí. Con los años, había oído hablar de cosas así. Sabía cómo algunas mujeres de su oficio se hacían cargo de los problemas de este tipo. La idea le daba ganas de llorar. Durante toda su vida, durante el tiempo que podía recordar, ella había deseado un hijo propio. Ahora estaba pensando en conseguir abortar a ese niño. Volviendo la mirada a la pared, Miley se quedó mirando el intrincado dibujo de margaritas. Una sensación de pesadez, y relajación entró en sus extremidades.
No tuvo que cerrar los ojos o estar rodeada por la oscuridad esta vez para encontrar su prado. El sol y las margaritas. Una dulce brisa que soplaba. En un abrir y cerrar, ella estaba allí, con todos los problemas y la angustias lejos. Su papá estaba sentado en una manta con mamá, y los dos estaban sacando los alimentos de una canasta de picnic. Jason estaba dando tumbos cerca de ellos, sus ojos azules bailaban.
—¿Miley? —llamó una voz.
Corriendo, se dirigió hacia sus padres. Papá la miró, sus ojos verdes y el pelo rojo brillando bajo el sol.
—¿Miley? Cariño, ¿qué está mal?
Confundida, Miley perdió el paso y se volvió en su mundo de ensueño para ver quién estaba hablando. No era su papá. Era la voz de una mujer. ¿May Belle? Ah, sí, May Belle. Ella sonrió levemente, preguntándose cómo podía May Belle encontrar la pradera.
—Miley, detén esto. Me estás asustando. Ven, muchacha.
Miley oyó a alguien chasquear sus dedos. Luego hubo una sensación de escozor en la mejilla. Ella parpadeó y frunció el ceño.
—Maldita sea, Miley. No hagas esto. Oye, chica. Sea donde sea que te has ido, te vuelves de nuevo aquí. ¿Miley?
May Belle.
Miley podía escuchar con claridad, pero no podía verla. Y ella no quería. No había nada malo aquí en el prado. Podría quedarse aquí si quería. El mundo desde el que May Belle la llamaba podría alejarse, y ésta pradera podría convertirse en su realidad. Ella se acercó a sus padres, y la voz de May Belle se hizo más distante. Miley se puso tensa al echar a correr, pero la nota asustada que oyó en las súplicas de May Belle la hizo dudar.
Ella miró por encima del hombro. Vió la cara de ansiedad de MayBelle.
—¡No! –susurró— .Déjame ir, May Belle. Por favor, déjame ir.
May Belle llegó a ella y tomó el rostro de Miley en sus manos temblorosas.
—Oh, cariño, me estas asustando. ¿Estás bien?
Al tacto, el prado de Miley se hizo añicos como una burbuja de cristal. Ella parpadeó y contempló la habitación confusa. Nunca antes había escapado tan fácilmente, ni había sido nunca tan difícil volver.
Miley se llenó de dolor, al recordar sus razones para escapar a la pradera, en el primer lugar. Cerró los ojos, deseando con todo su corazón haberse quedado allí. Estaba muy cansada. Tan terriblemente cansada de todo. En este mundo, todo lo que había para ella era dolor y más dolor. Cada vez que algo bueno estaba a punto de ocurrir, Dios se lo impedía. Como casarse con Nicholas. No habría casita, ni una cerca blanca a su alrededor. Ella estaba embarazada. Ni siquiera Nicholas Jonas podría pasar por alto eso.
—Oh, May Belle, —susurró entrecortada— .Está sucediendo de nuevo.
—¿El qué, cariño?
—Dios no me deja nada ni a nadie que amar. Estoy mal, y Él no quiere que yo sea feliz. Ni siquiera un poco. Ese es mi castigo. ¿No lo ves? Cada vez quiero algo, me lo quita.
May Belle se agachó frente a ella y le cogió las manos.
—Oh, cariño. Si eso no es la cosa más tonta que he oído, no sé lo que será.
—No, no es una tontería. Yo amaba a mi gato, Nappies. ¿Recuerdas? Y él murió.
May Belle hizo una mueca al recordar.
—Oh, cariño, no fue Dios. Sé que eso te rompió el corazón, pero los borrachos suelen ser crueles—frotó las manos de Miley .Señor, estás como el hielo, niña. ¿Qué te ha puesto así?
Miley tenía dificultad para pronunciar las palabras.
—Estoy embarazada.
La mujer de más edad palideció. Soltó las manos de Miley se puso en pie y se paseó con agitación.
—¿Estás segura?
Miley se tragó un sollozo.
—Sí, estoy segura. Acabo de visitar al Dr. Yost, y él me ha dicho que estoy embarazada.
—Oh, Dios mío.
La reacción horrorizada de May Belle acució en la mente de Miley la gravedad de la situación.
—¿Qué diablos voy a hacer, May Belle?
No hubo pronta respuesta. Por lo que pareció una eternidad, May Belle se quedó allí. Entonces dejó escapar un suspiro de cansancio y vino a sentarse en el borde de la cama.
—Si no tienes la peor suerte del mundo, yo ya no se quien la tendrá, Miley ¿Cómo puede suceder esto ahora? ¿Justo cuando todo parecía que estaba arreglándose?
Miley luchó contra otro impulso de llorar.
—Él no me querrá ahora.
May Belle no preguntó quién. Era obvio a quien se refería Miley.
—No, a menos que sea un santo —que finalmente admitió— .Y éstos son escasos en esta parte del mundo, me temo. ¡Ah, mi amor, esto es una amargura!
El rollizo brazo de May Belle se envolvió sobre los hombros de Miley La calidez del gesto fue su perdición. Con un sollozo, se tapó la cara contra el corpiño de la otra mujer.
—No puedo trabajar mientras esté embarazada, May Belle. ¿Qué va a pasar con mi familia? ¿Con Jason, con mamá, sin mí? Están tan desamparados. Siempre he sido yo la que he cuidado de ellos. ¿Qué van a hacer sin el dinero que siempre he llevado a casa cada mes? ¿Cómo van a sobrevivir?
May Belle le dio unas palmaditas en la espalda.
—Vamos a pensar en algo, querida. Habrá alguna forma. Tengo algo de dinero ahorrado.
Se hizo un nudo en la garganta de Miley, y estuvo a punto de atragantarse con él.
—No puedo coger tus ahorros, May Belle. ¿Cómo iba a devolverte el dinero? No puedo quedarme aquí, en el Lucky Nugget y criar a un niño. ¿Cómo puedo seguir trabajando y criar a un niño en cualquier lugar? ¿Qué clase de vida tendría?
No había respuesta. Sólo un pesado silencio que hablaba de manera más elocuente que mil palabras, se hizo entre ambas mujeres.
—Los dos sabemos lo que tengo que hacer —le susurró Miley.
—Nada se consigue apresurándose. Tiene que haber otra manera. Sólo déjame pensar en ello durante un rato.
—¿Qué otra manera, May Belle? Nómbrame una sola.
—¿Tal vez una pareja que quiera un bebé? Déjame hacer algunas preguntas por ahí, ¿eh?
—¿El bebé de una pu/ta? Oh, May Belle, estás soñando. La gente tiene miedo de las enfermedades y defectos. Lo sabes tan bien como yo ¿Y quién puede culparlos? Ellos no tienen manera de saber si estoy sana o no.
—Eso no significa que no podamos encontrar a alguien.
—¿Y si lo hacemos? Shorty y tú, contaban con el dinero para construir una casa al lado del arroyo. Yo sé que lo estabais pensando. Podrían pasar años antes de que pueda devolverte el dinero. Si tengo el bebé, tendría que empezar a trabajar de inmediato, pero la mayor parte de lo que hago va para mantener a mi familia. Lo poco que me queda, no daría para devolvértelo.
—Ya se me ocurrirá algo —prometió la mujer mayor— .Sólo me prometes que no harás nada precipitado hasta que yo lo resuelva. Prométemelo, Miley Tú crees que abortar es sencillo, pero no, muchas chicas mueren haciéndolo. Si no se hace bien, o te dejan marcada o puedes acabar desangrada hasta la muerte. Tú no puede permitirte eso.
Miley no estaba segura de que iba a tener alguna elección, pero en lugar de preocupar a May Belle, de mala gana se comprometió a no hacer nada de inmediato.
—Escucha —dijo May Belle—.Voy a ir hasta la iglesia y…
—¿La iglesia?
—Por supuesto, la iglesia. ¿Qué mejor lugar para empezar que con el predicador? —Estaba segura de que el buen hombre conocería a alguna pareja sin hijos. Y si no la conociera, podía preguntar por ahí.—Hay muchas posibilidades de encontrar a alguien que le encantaría tener un bebé, Miley. Alguien que estaría dispuesto a correr el riesgo de que sea saludable. Sólo tenemos que buscar hasta que los encontremos, eso es todo.
Miley no compartía el optimismo de su amiga. Cuando May Belle finalmente la dejó, Miley yacía en la cama y se quedó mirando el techo. No importaba desde que perspectiva mirase, no podía ver ninguna manera concebible de que pudiese llevar a este niño. May Belle había estado ahorrando toda su vida para sus años de retiro. Miley no podía permitir que malgastase ese dinero. Embarazos inesperados eran parte de esta profesión. Una mujer se endurecía y hacía lo que tenía que hacer. Era tan simple y horrible como eso.