sábado, 8 de febrero de 2014
Tù eres mi Amor - Cap: 11
Miley se sentó de un salto sonrojada. Se arregló el pelo lo mejor que pudo.
-Por supuesto-dijo levantándose-Deberiamos habernos ido hace mucho tiempo.
Nicholas extendió un brazo hacia ella, pero ella se alejó con paso rápido, cuando se estaba montando en la silla, el la atrapó y la atrajo hacia el cogiendola por detrás.
-Dulzura mia, tendré otras ocasiones para estrecharte contra mi en el futuro, te lo prometo.
-Miley no creía lo que oía, después de haberla llamado pícara, se atrevía a prometerle nuevos contactos íntimos para aliviar su deseo. ¿Cómo había podido ella olvidar tan rápidamente que el carecía de moral y tenia demasiada confianza en si mismo?
-¿Usted cree?-preguntó con disgusto una vez que se soltó de su abrazo.
-¡Desde luego!-respondió el con una sonrisa demoníaca.
-Bueno, no cuente con ello-replicó ella.
El la ayudó a subirse a la silla y dejó una mano puesta en su muslo.
-¿Donde es el picnic?-preguntó Miley con voz temblorosa.
-En el pequeño claro entre la mansión de Sevarin y la mia.
-Entonces nos encontraremos allí-concluyó la joven deseando alejarse lo más rápido posible.
Dio media vuelta y partió al galope con el pelo al viento mientras el aire refrescaba sus mejillas ardiente. Hubiera llorado de vergüenza.
A lo lejos un grupo de jóvenes estaban agrupados en un pequeño valle ondulado, Miley reconoció entre ellos a Paul. Probablemente la despreciaría si supiera lo que acababa de pasar. Miró hacia atrás, Nicholas se encontraba a unos diez metros.
-¡Hagamos una carrera!-dijo ella levantando la fusta.
-Si crees que vas a tener alguna posibilidad-respondió el riendo-Te doy diez cuerpos de ventaja.
Miley dudó un instante, no quería aceptar un desafío así pero después lanzó a Kahn al galope. Al acercarse al grupo, vió con horror que a pesar de todo Nicholas casi la alcanzaba y en el último segundo el semental la pasó por poco.
Un mozo ayudó a Miley a bajar al suelo y aparentando indiferencia pasó por delante de Nicholas alisándose la falda.
-Gané-dijo el inclinándose con una gran sonrisa en los labios.
El mozo de establo que acababa de examinar la pata delantera de Kahn, se enderezó.
-Señor-dijo educadamente-el caballo de la señorita tenía una piedra en el casco.
Miley iba a dar esa excusa para explicar su derrota cuando Paul llegó hasta ellos.
-¿Dónde diablos han estado?
-Tuvimos problemas con el semental-explicó Nicholas con calma.
Paul miró con escepticismo al dócil caballo negro y sobre el rostro enrojecido de Miley.
-Estaba preocupado.-dijo.
-¿De verdad? No habia de que preocuparse-protestó Miley convencida de tener aspecto culpable.
Paul la condujo hasta una manta azul marino y la dejó cerca de Emily y de Michael Archibald, después se sentó a su lado enfrente de Courtney y Peter.
Un sirviente ofreció un vaso de vino a Nicholas, quien se sentó al lado de Margaret Merryton y de otra pareja. Miley pensó que si los ojos de Margaret no estuvieran siempre teñidos de maldad serian encantadores. En cualquier caso, en ese momento la miraban llenos de un odio no disimulado.
-Has perdido la carrera Miley-dijo Margaret con voz melosa.
-Es verdad-confirmó Nicholas desafiando a la joven a decir lo contrario.
-Para empezar mi caballo tenía una piedra clavada en el casco-respondió ella-Y además si hubiera montado el semental hubiera ganado con diferencia.
-Si hubiera montado el semental, querida, estaría usted llamando a toda su familia a su lecho de muerte-replicó Nicholas.
-Señor Westland, podría dominar a ese caballo y montarlo mejor de lo que lo ha hecho usted.
-Si lo cree así le propongo una revancha, yo montaré uno de mis caballos y le dejaré el placer de probar su suerte con el semental.
-En terreno llano-dijo Miley picada por su sonrisa burlona-Sin obstáculos, aún no ha sido adiestrado para los obstáculos.
-Sin embargo ha eliminado muy bien algunas barreras hoy, si no me equivoco. En fin será como usted quiera. Usted elige.
-¿No es un poco arriesgado?-preguntó Paul a la joven con inquietud.
-En absoluto. Ganaré con facilidad-aseguró ella dirigiendo una mirada de venganza a su adversario.
-¿Piensas ponerte un pantalón de hombre y montar a horcajadas?-pregunto Margaret irónicamente-¿O vas a montar con los pies desnudos, de pie en la grupa del caballo?
Como por un acuerdo tácito, todos se pusieron a hablar al mismo tiempo para tapar esa sarcástica observación. Pero Miley oyó retazos de lo que contaba a Nicholas y a la otra pareja: “la vergüenza de su padre...escándalo en el pueblo...”
Los criados sirvieron pollo frío, jamón manzanas y peras. Olvidando a Margaret, Miley se esforzó por aprovechar el resto del día y oyó a Margaret bromear con su marido.
-Cuando éramos jóvenes-decía-Miley y yo apostamos que la primera en casarse debería dar cinco libras a la otra.
-¡Es verdad!-exclamó Miley-lo había olvidado.
-Dado que soy yo quien la obligó a casarse conmigo-dijo Michael-creo que soy yo quien debe pagar esa deuda.
-Buena idea-dijo la joven-Espero que no sea la última vez que obligues a Emily a hacer algo.
-¡Y como!-dijo el cómicamente haciéndoles reir.
Paul se inclinó hacia Miley:
-¿Me permitirías influir en ti?
El doble sentido era tan evidente que la joven no creyó a sus oídos.
-Depende-acabó por responder incapaz de despegar su mirada de esos ojos azules que la hechizaban.
Un golpe de viento levantó los largos cabellos de Miley que volaron sobre su cara y sus hombros, puso la mano distraídamente sobre la nuca buscando el pañuelo amarillo con lunares blancos que los sujetaba.
-¿Está buscando esto?-preguntó Nicholas con voz tensa.
Sacó el pañuelo de su bolsillo y se lo entregó.
La mandibula de Paul se crispó. Miley arrancó el pañuelo de la mano de Nicholas, sus mejillas enrojecieron, hubiera querido verle atravesado por una espada o verle colgado.
Cuando los últimos invitados se fueron, Paul ordenó a un criado que se llevara a Kahn y llevó a Miley a su coche.
-¿Estas enfadado?-preguntó ella tímidamente.
-Si, y tu sabes porque.
Ella se sentía dividida entre la inquietud y la felicidad. Paul estaba indiscutiblemente celoso.
En el sendero que llevaba a la casa de Martín Stone, Paul detuvo el vehículo y se volvió hacia Miley.
-No creo haberte dicho lo hermosa que te encuentro hoy.
-Gracias-dijo ella encantada.
-Vendré a buscarte mañana a las once. Volveremos a hablar entonces.
-¿De mi belleza?
-No, de la razón de mi enfado.
-Preferiría hablar de otra cosa-respondió Miley con un suspiro.
-No lo dudo-dijo el riendo.
Paul fue puntual, Miley se detuvo en la puerta del salón. Había soñado con ese momento tan a menudo, que apenas podía creer que se estuviera haciendo realidad. Paul se reía de una broma de lady Anne. Era increíblemente seductor.
-Me gusta mucho tu joven amigo-murmuró Anne retirándose.
-Todavía no es mío-respondió Miley con una sonrisa optimista.
Bajo el cielo azul, la brisa azotaba los cabellos rubios de Paul. Recorrian el campo en el coche del joven, charlando y riendo. De vez en cuando, hacian una parada para admirar el paisaje que les rodeaba. Algunos árboles dejaban notar ya la llegada del otoño.
Paul se mostraba encantador, trataba a Miley como si fuera la más frágil de las porcelanas. Su comida con la madre de Paul fue de lo más agradable. Después se anduvieron por el césped en dirección al bosquecillo. Miley se sentó en el columpio que colgaba de la rama de un roble.
-¿Por qué llegasteis tarde Westland y tu ayer?-preguntó sin preámbulos.
Miley dio un brinco y después intento parecer despreocupada.
-Tuvimos problemas con el semental.
-Miley, me cuesta creerlo. He montado a caballo con Westland y no es ningún novato. Ayer parecía completamente dócil y razonable.
-¿Quién, Westland o el semental?-bromeó Miley para aligerar el ambiente.
-Hablaba del semental, pero ya que lo mencionas me gustaría saber de que hablaste con Westland.
-¡Paul, por el amor de Dios! Sabes de sobra que los caballos son a veces imprevisibles y que pueden dar problemas a los mejores jinetes.
-Entonces quizá puedas explicarme porque si el caballo es tan difícil, has aceptado hacer una carrera con Westland.
-¿Eso? Fue tan terriblemente sarcástico que no pude resistirme.
Miró furtivamente la expresión de duda de Paul.
-No puedo soportar a ese hombre. No es muy amable por tu parte interrogarme de ese modo. Es injusto e inconveniente.
-Jamás creí que llegaría un día que tu encontrarías algo inconveniente-dijo el con una sonrisa-¡Dios que hermosa eres!
Sin avisar, la cogió por la cintura y la abrazó.
Miley contuvo el aliento, va a besarme, pensó presa del pánico. Se sentía presa de una risa nerviosa que desapareció en cuento los labios de Paul rozaron los suyos. Quiso quedarse quieta, no había necesidad de que supiera la intensidad de su turbación.
Pero Paul la apretó más fuerte, ella estaba aprisionada contra su poderoso pecho. Sus expertos labios la besaban, yendo y viniendo sobre los suyos unas veces provocadores y otras apasionados. Cuando la liberó las piernas de Miley temblaban. Con el corazón en un puño se dio cuenta de que Paul tenía una gran experiencia en ese terreno. No era extraño que estuviera rodeado de admiradoras.
El la miro feliz y confiado.
-Lo haces muy bien-comentó Miley queriendo dar la impresión de que estaba capacitada para juzgarlo.
-Gracia-dijo Paul un poco irritado-¿Esa conclusión procede de una gran experiencia adquirida en Francia?
Miley volvió a colocarse sobre el columpio y le sonrió. Comenzó a columpiarse en silencio, la segunda vez que pasó por delante de el, Paul la cogió por la cintura y la volvió a abrazar.
-Eres una chica exasperante e imposible. Si continuas así, estaré más loco por ti que todos esos dandys amanerados de Paris.
-No eran dandys amanerados-protestó Miley mientras la boca de Paul tomaba posesión de la suya.
-Mejor-dijo el con voz ronca-detestaría estar en tan mala compañía.
-¿Y eso que quiere decir?-susurró ella contra sus labios, con el corazón latiendo como loco.
-Quiere decir-repitió Paul devorándola a besos-que ya estoy loco por ti.
Dos horas después, Miley vagaba por la casa soñando. El mayordomo le dijo que su tía, su padre y el señor Westland estaban encerrados en el despacho. Echo una ojeada furtiva para asegurarse de que nadie la había visto y luego se fue corriendo a su habitación. Nada habría podido romper su felicidad, ni siquiera la presencia de Nicholas Westland.
Con los ojos llenos de lágrimas, lady Anne hizo una reverencia al duque de Claymore. Este dejo el despacho con paso decidido y ella se quedó allí con el corazón oprimido.
Martín Stone se levantó del escritorio.
-No quería decirte todo esto tan rápido-dijo-Pero Su Gracia a creído preferible que estuvieras al corriente de nuestro acuerdo. Es innecesario recordarte, supongo, que has prometido guardar el secreto.
Anne solo pudo mirarle fijamente, impotente. Ante su silencio el tono de Martín Stone se hizo más amable.
-Debo admitir que no me sentí muy feliz al verte llegar con Miley pero ya que estás aquí, a lo mejor puedes ser de utilidad para el duque. Quiero que demuestres tu aprobación hacia el, Miley tiene muy en cuenta tu opinión. Por el bien de todos conviene que aprenda a amarle.
-¿Qué aprenda a amarle?-repitió Anne incrédula-¡Ese hombre es la arrogancia misma!
-¡Tonterías! Ella apenas le conoce.
-Le conoce lo suficiente para aborrecerle, me lo ha dicho.
-En ese caso, cuento contigo para hacerla cambiar de opinión.
-Martin ¿estás ciego? Miley esta enamorada de Sevarin.
-Paul Sevarin no tiene demasiada fortuna, lo único que puede ofrecerle es una vida de criada para todo.
-¡No importa! Ella es quien tiene que decidir.
-¡Bobadas! Era asunto mio el decidir, y lo he hecho.
Anne abrió la boca para contestar pero Martín la cortó en seco.
-Déjame explicarte algo. He firmado un acuerdo redactado por los abogados de Claymore. He aceptado la cantidad de cien mil libras. He pagado ya a mis acreedores y gastado más de la mitad de esa cantidad. Si Miley no quiere colaborar, tendré que devolverle el dinero y eso es imposible. Seré acusado de fraude o de robo. Deja que te presente las cosas desde otro ángulo. ¿Crees que Miley seria feliz casada con Sevarin mientras todo el vecindario habla de su pobre padre que se pudre en una celda?
Se dirigió hacia la puerta.
-Te pido que colabores, no por mi, sino por Miley-terminó.
Miley no estaba entusiasmada con la idea de que Nicholas viniera a cenar al día siguiente, de todos modos tendría que soportarle para hacer feliz a su padre que le encontraba simpático. Cenaron a las ocho, Martín presidía en un extremo de la larga mesa enfrente de lady Anne. Miley intentó esconderse detrás de un pesado candelabro de plata y permaneció silenciosa y distante. Nicholas lanzó varias veces alusiones provocativas, la joven sabía que intentaba hacerla hablar, pero ella le ignoró.
Los otros tres invitados charlaron alegremente y la conversación se fue animando a medida que avanzaba la noche. Al final de la cena, Miley simuló encontrarse mal. Estudiando la mirada de Nicholas creyó ver un destello de educada y sincera preocupación en vez de la sonrisa irónica que ella esperaba.
-Miley tiene una salud de hierro-declaró su padre para tranquilizar a su invitado mientras salían del comedor.
A lo largo de las dos semanas siguientes, Paul vino a buscarla todos los días. La vida era un sueño a pesar de la presencia de Nicholas Westland casi cada noche. Miley conseguía estar cortés y distante, eso parecía gustar a su padre, que tomaba esa actitud como timidez, e irritaba a Nicholas que no se dejaba engañar, en cuanto a su tía, Anne parecía estar preocupada.
Anne se comportaba de manera extraña, enviaba cartas a todas la capitales de Europa donde podía estar Edward.
-Se que echas mucha de menos al tío Edward-le dijo un día su sobrina mientras se preparaban para ir a cenar por primera vez a casa de Nicholas.
Anne fingió no haber oído nada y se concentró en la elección del vestido de Miley hasta que se decidió por un conjunto de crepe de China de color melocotón con el escote de encaje.
-Yo eché mucho de menos a Paul mientras estuve en Francia-prosiguió-así que te comprendo.
-Los amores infantiles parecen siempre sólidos y reales cuando uno está lejos-respondió Anne-Por lo general, al volver, una se da cuenta que había idealizado la realidad.
Miley se volvió con rapidez sin darse cuenta de que Clarissa intentaba peinar su largo pelo.
-No me digas que consideras a Paul como un amor infantil, era verdad antes, pero ya no lo es. Vamos a casarnos como siempre soñé.
-¿Paul te ha hablado de matrimonio?
Cuando su sobrina negó con la cabeza, dio un profundo suspiro.
-Quiero decir que si quisiera pedir tu mano lo habría hecho hace mucho tiempo.
-Estoy segura de que está esperando el momento oportuno, después de todo solo llevo aquí algunas semanas.
-Hace años que te conoce, querida, he visto organizar matrimonios entre dos desconocidos en tan solo unos días. Puede que el señor Sevarin solo quiera cortejar a una joven bonita, eso es lo que hacen muchos hombres ya lo sabes.
-Te preocupas demasiado por mi felicidad-dijo Miley abrazándola-Paul esta a punto de pedir mi mano, ya lo veras.
De todas formas, mientras la calesa avanzaba por el camino que llevaba a la casa de Nicholas, ella perdió un poco de su optimismo. Se preguntaba sobre los verdaderos motitu de Paul, mientras jugaba distraídamente con los sedosos rizos que cían libremente sobre sus hombros. Era cierto que se había hecho muy popular en el vecindario, incluso había conseguido quitarle el puesto a Courtney aunque eso no le producía la satisfacción que había creído. No dejaba de recibir invitaciones, de hecho, en ese aspecto, su único rival era Nicholas, al cual se encontraba allá donde ella fuera. Alejó a su desagradable vecino de su mente hasta que llegaron a la casa.
Un estirado mayordomo les abrió la puerta y los estudió de la cabeza a los pies.
-Buenas noches, Su Gracia les espera.
A Miley le divirtió ese ceremonial digno de la vivienda de un gran personaje.
Nicholas fue a recibirlos en el vestíbulo y se dirigió directamente hacia ella.
-¿Me permite?-le preguntó con educación.
Se colocó detrás de ella y le puso furtivamente las manos en la capa de color melocotón que cubría los hombros de la joven.
-Gracias-dijo ella, librándose de la prenda lo más deprisa posible.
El contacto de sus manos le hacia revivir su encuentro cerca del arroyo. Se acordó de la forma en que el le había prometido tener esos encuentros a menudo. ¡Que arrogancia!
Su padre llevó a Anne a ver algunos adornos de marfil expuestos en una vitrina mientras Nicholas introducía a Miley en una pequeña habitación que hacia las veces de sala, comedor y despacho.
Un fuego crepitaba alegremente en la chimenea, uniendo su luz a la de los candelabros. La habitación esta lujosamente amueblada, quizá demasiado para un hombre solo, sobre un precioso mueble de roble había dos magníficos candelabros de plata maciza, Miley vio además el servicio de té de plata mas maravilloso que había visto nunca. Sonrió al pensar que su mayordomo, el pobre Sewell, no sería capaz siquiera de levantar la tetera y aún menos de llevarla con la dignidad de un mayordomo.
-Me atrevo a esperar que esa sonrisa quiera decir que tiene mejor opinión de mi-dijo Nicholas arrastrando la voz.
-No tengo ninguna opinión de usted-respondió ella.
-Al contrario señorita Stone-contestó Nicholas instalándola en un confortable sillón tapizado de cuero color burdeos.
Después se sentó con despreocupación en el brazo del sillón y pasó un brazo por el respaldo.
-Si no tiene sillas cómodas, puedo quedarme levantada-dijo Miley friamente levantándose.
Las manos de Nicholas se posaron en sus hombros y la forzaron a sentarse de nuevo.
-Señorita Stone-dijo con una sonrisa-tiene una lengua viperina.
-Gracias-respondió ella con calma-y usted tiene modales de bárbaro.
Inexplicablemente, el se echó a reir y le pasó una mano cariñosa por el pelo. Al sentir ese contacto, Miley se levantó con actitud ultrajada, se contuvo para no pegarle, sus padre y su tía les encontraron mirándose de frente. La expresión de Nicholas traicionaba su admiración por la joven quien a su vez le miraba con frialdad.
-Bueno, veo que están charlando educadamente-dijo Martín con voz jovial.
Nicholas se mordió los labios y Miley estuvo a punto de soltar una carcajada nerviosa.
La cena era digna de un príncipe, Miley apenas toco el lenguado, estaba a disgusto sentada frente a Nicholas, ocupando el lugar de la señora de la casa. Tenía que reconocer que el sabía recibir invitados con elegancia y haciéndoles sentirse cómodos, incluso Anne parecía haber cedido a su encanto.
En el transcurso del quinto plato, Miley rompió su silencio, Nicholas no había dejado de provocarla, intentando hacerla hablar, al fin se unió a la conversación y se expresó a favor de la educación de las mujeres.
-¿Para que enseñar geometría a una joven que pasará su vida bordando pañuelos para su marido?-preguntó el duque.
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