Arrancó la página con cuidado, la dobló y se la guardó en un bolsillo del pantalón decidida a iniciar la confrontación.
El estaba en la casa, pero ¿dónde? Su despacho sería el mejor sitio por donde empezar a buscarlo.
Se encontró con María, quien se dio cuenta de su mirada y del gesto de su mandíbula y de inmediato agarró de la mano a Destiny.
—Vamos, pequeña, vamos a la cocina a hacer unas galletas, ¿sí?
—Gracias —dijo Miley tras dedicarle una sonrisa tensa—. Sé buena con María. Vuelvo en un momento.
—Vale.
El despacho de Nick estaba situado en uno de los extremos de la primera planta. Daba al jardín y a la zona de la piscina. Dos habitaciones contiguas habían sido remodeladas y se había puesto en ellas una mesa de despacho con varios ordenadores, un portátil y todo el equipamiento necesario de una oficina. Todas las paredes estaban cubiertas por estanterías, menos una en la que había unos cómodos sillones de cuero y una mesa baja.
Un territorio muy masculino al que entró avisando apenas con un ligero toque en la puerta.
Nick alzó la mirada del monitor del ordenador, notó la mirada de ira en los ojos de ella y se arrellanó en la silla.
Vestida con unos vaqueros negros y una blusa color sandía, el pelo recogido y sin maquillaje, parecía casi una adolescente. Sus sinceras emociones siempre lo habían intrigado porque casi nunca las disimulaba… una cualidad poco frecuente en las mujeres que conocía. Seres sofisticados que jugaban a la seducción.
Miley había sido distinta. No había sabido quién era él y no había parecido impresionarle cuando se había enterado.
Cuatro años antes, no había sido capaz de evitar que se fuera. No había luchado por ella como debería haberlo hecho, suponiendo de modo erróneo que todo lo que tenía que hacer para aliviar algo del daño hecho por Alisson y su tía viuda era demostrarle por medio del sexo que la amaba.
Sintió que su cuerpo se ponía rígido al recordarlo.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar?
Con estudiada parsimonia, sacó el recorte del bolsillo, lo desdobló y lo arrojó encima de la mesa.
—A lo mejor no te importa explicármelo.
Nick apenas lo miró.
—Estoy seguro que sabes el suficiente castellano como para poder entenderlo.
—Esa no es la cuestión.
—¿Cuál es la cuestión, Miley? —no dejaba de mirarla.
—La «reconciliación» no figura en el acuerdo —apretó los puños, los ojos le brillaban—. Eso no va a suceder de ninguna manera.
—¿Crees que no?
—Exijo que pidas una rectificación.
—No —su tono era peligrosamente suave—. ¿Te niegas a reconocer que para Nicki sería mejor tener padre y madre, una vida de familia estable y no una custodia compartida por dos personas que viven en extremos opuestos del mundo?
—¿Un padre y una madre en perpetua guerra? Por favor…
—¿Por qué tendría que haber problemas? —hizo un gesto en el aire con una mano—. Disfrutarías de todas las ventajas sociales de ser mi esposa, tendrías todo lo que quisieras —la miró y se inclinó hacia delante—. ¿Ni siquiera para agradar a un viejo moribundo?
Las emociones encontradas se arremolinaban en el corazón de Miley y ensombrecían su mirada.
—Ramón tiene un cáncer muy avanzado —dijo con tranquilidad—. Unas cuantas intervenciones han conseguido retrasar lo inevitable, pero el tumor cerebral es inoperable y los médicos dicen que es cuestión de semanas que entre en coma.
—Lo siento. ¿Por qué no me lo advertiste?
—Pensaba que lo había hecho.
—Me dijiste que estaba enfermo —señaló—, no que se estaba muriendo.
—Dadas las circunstancias, ¿es tanto pedir? —la miró.
—¿Qué pasa con Destiny? —le Sostuvo la mirada—. Ramón quiere conocerla, pero ¿has pensado cómo le afectará a ella el rápido deterioro de la salud de Ramón? Es demasiado pequeña como para enfrentarse a la enfermedad en ese grado.
—Le he estado dando vueltas a eso —dijo Nick con tranquilidad—. Ramón pasa un corto espacio de tiempo sentado en una butaca en la sala. Parece viejo, cansado y frágil, pero está muy lúcido —aseguró—. Podrás juzgar por ti misma.
En el interior de Miley se desató una lucha entre emociones encontradas, incluyendo la duda. Finalmente ganó la compasión.
—Tienes que darme tu palabra de que yo decidiré cuándo cesan las visitas de Destiny.
—Sin duda —se recostó en la silla y se puso las manos en la nuca—. ¿Y la aparente reconciliación? ¿Aceptarás por Ramón?
¿Por qué tenía la sensación de que cada día que pasaba la engañaba un poco más? No quería participar en eso. Aunque parecía tan poco para hacer feliz a un anciano moribundo. Hacerle creer… ¿qué? ¿Qué su adorado nieto se había reconciliado con su esposa? ¿Podía hacerse semejante regalo a Ramón?
—¿No te estás olvidando de algo? ¿De alguien? —preguntó finalmente.
—Le habremos dicho a Destiny quién soy yo antes de que vaya a ver a Ramón.
—¿Qué será cuándo?
—A las once —dijo mirando su reloj.
—¿Perdón?
—Ya lo has oído.
Sin pensarlo agarró un pisapapeles y se lo arrojó, pero falló y él lo agarró en el aire.
El ambiente estaba cargado de electricidad, las chispas saltaban en el silencio y los ojos de Miley se oscurecieron incrédulos mientras Nick dejaba en la mesa el pisapapeles de cristal y después se ponía de pie.
Ella no se movió, parecía clavada al suelo mientras él se acercaba. No podía siquiera pronunciar una palabra porque su voz no era capaz de atravesar el nudo que tenía en la garganta. Siguió inmóvil mientras él le agarraba la barbilla. Su mirada era oscura, casi negra por la ira contenida. Su voz ronca.
—Juega con fuego, querida, y te quemarás —le acarició con un dedo el borde de la mandíbula—. Demasiadas emociones —dijo suavemente—. ¿Por qué crees tú que es?
—Porque te odio.
—Mejor el odio que la indiferencia —le pasó el pulgar por el labio inferior… y sintió cómo temblaba por la caricia—. ¿Quieres que haga una prueba? —recorrió el cuello con la yema de un dedo hasta llegar a la separación de los pechos, después acarició uno de ellos y rozó el pezón con el pulgar.
Ella notó como su pecho se hinchaba y el pezón se endurecía por el roce, y odió la traidora reacción.
—Déjame.
—Pero si aún no hemos terminado —dijo con tono indolente.
Rozó su boca con los labios de un modo que casi la hizo tambalearse y dejó escapar un gemido cuando tomó su labio inferior entre los dientes. No fue consciente de que le estaba desabrochando el cinturón hasta que notó una mano en la piel desnuda del vientre. Después ya era demasiado tarde. Su protesta quedó ahogada por su boca y notó cómo su cuerpo se sacudía de un modo espasmódico mientras él deslizaba los dedos entre los rizos que poblaban la unión de sus piernas buscando y encontrando la humedad del centro de su feminidad.
Con una precisión infalible le acarició el clítoris y vio la mirada de sus ojos mientras una oleada de sensaciones le recorría todo el cuerpo. Una ola que volvía una y otra vez con cada caricia mientras él absorbía con la boca los gritos que provocaba con sus dedos.
Nick quería más, mucho más, y la tentación de poseerla en ese momento era casi insoportable. En la mesa, en el suelo, a horcajadas en una silla, contra la pared.
La idea tuvo sobre él un efecto disuasorio, así que se limitó a sujetarla, aflojó la presión de la boca mientras los últimos estremecimientos recorrían el delgado cuerpo de Miley hasta desaparecer finalmente.
Con cuidado, sacó la mano del pantalón, cerró la cremallera y abrochó el cinturón. Eso trajo a Miley de vuelta a la realidad. Se apartó de él, incapaz de creer que hubiera permitido que ocurriera lo que acababa de suceder.
¿Cómo podía haber bajado la guardia hasta dejarse seducir por sus caricias? No quería mirarlo. No podría soportar ver en sus ojos la satisfacción, el placer por su caída.
Durante lo que pareció un siglo ninguno de los dos dijo nada, sólo se oía el irregular sonido de la respiración de Miley.
—Ha sido despreciable —consiguió decir ella con voz temblorosa por el odio antes de pasarse el dorso de la mano por los labios como para quitarse el sabor de él.
—Pero… instructivo, ¿no te parece? ¿Dónde está Destiny?
—En la cocina, haciendo galletas con María —suspiró.
—Vamos a verla.
—¿Ahora?
«Contrólate», pensó. Pero cómo, si estaba en medio de un torbellino de emociones y su cuerpo aún no se había recuperado. Sólo pensar en cómo la había acariciado era suficiente para provocar espasmos en la parte más sensible de su anatomía.
—Se lo diremos juntos.
—Creo que debería ser yo… —dijo ella haciendo un gran esfuerzo por recomponerse.
—Merece que su padre y su madre estén presentes.
Recogieron a Dest en la cocina y subieron juntos al piso de arriba. Nick sentó a la niña en su cama y se puso en cuclillas para estar a la altura de sus ojos.
Se lo dijo sencillamente. La reacción de Destiny le pareció eterna. Tras un momento de duda, rodeó el cuello de Nick con sus brazos. Los ojos de él brillaban por encima de la cabeza de la niña mientras la abrazaba con fuerza y Miley tuvo que parpadear para contener las lágrimas que le quemaban en los ojos.
Padre e hija juntos. La felicidad de Destiny y su aceptación de la situación quedó reflejada en sus palabras:
—Eres mi papá.
Era un comienzo, reconoció Miley. Destiny era una niña muy despierta para su edad y seguramente luego vendrían las preguntas, pero de momento, habían superado uno de los más importantes obstáculos.
Nick besó la frente de su hija.
—Ahora tenemos que prepararnos para ir a ver a tu bisabuelo Ramón —apoyó una mano en el hombro de Miley—. Un cuarto de hora. Os espero abajo.