sábado, 28 de abril de 2012

En su Cama Cap: 7

Miley se despertó despacio, se estiró, buscó el reloj y dejó escapar un gemido de preocupación. Dest.


Saltó de la cama, se puso una bata y corrió a la habitación adyacente. Sintió que se le paraba el corazón al ver la cama de Destiny perfectamente hecha y ni rastro de su hija. ¿Dónde…?
En ese momento, vio la nota que había encima de la almohada y corrió a leerla: Dest está abajo con María.
Sintió que el pánico disminuía.


En diez minutos se duchó, se puso unos pantalones de vestir y una blusa informal, metió los pies en unas sandalias de tacón y bajó al comedor. Destiny alborotaba alrededor de la benevolente María.
—Nick dijo que no la despertáramos —dijo el ama de llaves mientras echaba café en una taza, le ofrecía un enorme abanico de posibilidades para desayunar y torcía levemente el gesto al ver que Miley sólo quería fruta y yogur.
—Es media mañana —dijo Miley con una sonrisa—. Mi reloj biológico necesita tiempo para ajustarse.
—Nick ha dicho que podemos ir a un parque después de comer —dijo Destiny mientras Miley se sentaba a la mesa.
—¡Qué bien! —¿qué otra cosa podía decir?


Cualquier posibilidad de que Nick desapareciera todos los días en su despacho de la ciudad parecía descartada. Así que no iban a tener ninguna libertad. Podían olvidarse de ir a un parque temático como turistas normales. Nada de salir de compras sin pensarlo antes.
Estaban en Madrid. Allí ella tenía relación con la familia Jonas, y eso suponía guardaespaldas en cuanto salieran de la seguridad de la casa.


Ya no le había gustado antes, y mucho menos en ese momento. Además, estaba Nicki, que no tenía ni idea de su auténtica identidad… aún. Una niña vulnerable que no había sido preparada para que siempre estuviera al tanto de posibles peligros, ni para que obedeciera ciegamente a las personas que se ocupaban de su seguridad, ni le habían enseñado las más básicas técnicas de supervivencia. Era una carga demasiado pesada para una niña tan pequeña, además de cosas que no se aprendían deprisa.
Odiaba admitir que Nick había acertado al llevarlas a su casa. Podría aprovechar esas tres semanas como un curso de adiestramiento.


No tenía sentido seguir lamentando que el destino hubiera hecho que Joe y Luisa(hahhaah Dany) hubieran sabido de la existencia de Destiny. La vida estaba llena de coincidencias, algunas casi improbables… y tenía que asumirlo.


Miley se terminó el desayuno y tendió una mano a su hija.
—¿Vamos a explorar?
Primero la casa, después la finca… con Carlos siempre a una distancia razonable cuando salieron fuera de la casa. El recinto estaba rodeado de muros, puertas electrónicas y sofisticados sistemas de seguridad.


Las dos recorrieron los senderos que atravesaban el inmaculado césped, los jardines de hermosas flores de brillantes colores.
—Es precioso —dijo Destiny, señalando emocionada—. Una piscina. ¿Puedo bañarme?
—Cuando yo esté contigo —dijo con firmeza Miley.
—¿O Nick?


Miley asintió con la cabeza y sufrió un ataque de preocupación maternal al pensar en la niña sin vigilancia cuando ella no estuviera. Después, se relajó un poco. Durante los siguientes dos años, los viajes de Destiny estarían bastante restringidos… ¿pero cómo conseguiría aprender a dejarla marchar? Estaría atacada de los nervios desde que su hija subiera al avión hasta que volviera a Australia.
—Es una casa muy grande —afirmó Destiny visiblemente sorprendida por el lujo de las salas que atravesaban.
Miley le enseñó todo el primer piso y después subieron corriendo por las escaleras al segundo.
—Me gusta más nuestra zona —dijo la niña agarrando la mano de su madre—. Sobre todo mi cuarto.


Nick se unió a ellas a la hora de comer y, por el atuendo informal que llevaba, era evidente que había estado trabajando en el despacho de la casa. Unos vaqueros negros, camisa blanca desabrochada en el cuello y remangada hasta los codos… Parecía un ángel negro con el pelo más descolocado de lo habitual, como si se lo hubiera peinado con los dedos, o se lo hubiera revuelto por la exasperación. Y si era así, ¿por qué?


En los primeros días de su matrimonio, se habría acercado a él, habría tomado su rostro entre las manos y lo habría besado. Habría sentido los brazos de él alrededor de su cintura y habría profundizado el beso y se habría regocijado con la excitación de él.
Un tiempo en que pensaba que nada podía amenazar su amor. ¡Qué ingenua había sido!
—¿Voy a tener que dormir la siesta?
—Ajá —dijo Miley con una sonrisa notando la decepción que había en la expresión de su hija—. Todo el mundo duerme la siesta después de la comida.
—¿Incluso los mayores? —abrió los ojos muy sorprendida y miró a Nick—. ¿Tú también?
—Algunas veces, si estoy en casa y no tengo mucho trabajo —su sonrisa le transformó las facciones y Miley experimentó una sensación familiar en su interior al recordar las siestas que habían compartido y en las que dormir no había sido el objetivo.
El comentario de Nick convenció a la niña. Destiny, obediente, agarró la mano de su madre y juntas subieron las escaleras.


Dest se quedó dormida en unos minutos y Miley se fue a su habitación para descansar hojeando una revista.
Era media tarde cuando Carlos acercó el todoterreno a la puerta principal. Con Dest en el asiento de atrás, entre Nick y Miley, se dirigieron a un parque.


El entusiasmo de la niña por cada cosa nueva parecía no tener límites. Miley la veía explorar y llamar con frecuencia a Nick para enseñarle una mariposa, una abeja, una hermosa flor.
Al final del día, cenada y bañada, Dest se metió en la cama. Nick le leyó un cuento y después le dio un beso en la frente, le deseó buenas noches y se marchó de la habitación.
Miley puso la luz tenue, probó el intercomunicador y, cuando se dio la vuelta, la niña ya estaba dormida. Si hubiera podido, se habría subido la cena en una bandeja a su cuarto, pero eso podría haberse interpretado como una huida y no quería que Nick se diera cuenta de la grieta que había en su armadura femenina.


En lugar de eso, se dio una ducha, se puso un elegante traje de chaqueta, se soltó el pelo, se puso un mínimo de maquillaje y bajó a cenar con Nick.
Una sensación familiar le provocó un nudo en el estómago al ver su alta e imponente figura. Había tanta arrogancia aparente en esos ojos oscuros. Cuando estaba completamente enamorada, lo había considerado tremendamente romántico, en ese momento le parecía horrible.


Una vez más rechazó el vino a favor del agua fría.
—No hace falta que prescindas de tu vida social por que Dest y yo estemos aquí.
—¿Una vez que nuestra hija está durmiendo no debo sentirme en la obligación de atender a su madre? —dijo con un tono en la voz que Miley no fue capaz de definir.
—Lo has entendido a la primera.
—¿Por qué crees que ignoraría a una persona invitada a mi casa?
—No creas que vas a engatusarme con tu amabilidad —avisó Miley—. No hace falta que insultes a mi inteligencia. No somos otra cosa que fuerzas opuestas en todas las áreas de nuestra vida.
—¿Dest es una excepción?
—La única excepción.
—Pero un factor muy importante, estarás de acuerdo…
Estaba volviendo a hacerlo y lo miró fijamente mientras se sentaba a la mesa.
—Reconozco que tenemos que mantener una relación amistosa en presencia de Dest, pero ten una cosa clara: cuanto menos te vea, mejor.
—¿Miedo, Miley?
—¿De ti? No.
—Quizá deberías tenerlo —advirtió Nick como la seda mientras le hacía un gesto para que se sirviera ella misma.
—Oh, por favor —se sirvió una pequeña cantidad de guiso, dejó el cucharón en donde estaba y lo miró—. ¿Por qué no me dejas en paz?
Nick se sirvió una generosa ración.
—Casi cuatro años —dijo arrastrando las vocales—. Y aún el pulso de tu cuello te traiciona.
—Tu ego me sorprende.
—¿No te has preguntado cómo habrían sido nuestras vidas si te hubieras quedado aquí?
—No —consiguió decir con frialdad.
Mentira. Recordaba las noches que había pasado despierta imaginando exactamente eso. Cómo había fracasado en su búsqueda de la felicidad. Quizá Dest fuera su única hija porque no podía siquiera pensar en compartir su cuerpo con otro hombre o gestar a su hijo.
—Interesante.
Miley dobló con cuidado la servilleta y la dejó encima de la mesa, después se puso en pie y le dedicó una mirada asesina.
—Siéntate, Miley.
—¿Para que te dediques a analizarme e interrogarme para divertirte? Olvídalo.
Se dio la vuelta y, cuando había dado unos pasos, sintió unas manos firmes sobre los hombros. En un movimiento puramente instintivo, se dio la vuelta, alzó la cabeza y lo miró a los ojos.
—¿Qué es lo siguiente? ¿Tácticas de fuerza?
—No, sólo esto.
Bajó la cabeza y atrapó su boca con los labios en un beso fuerte que la sorprendió.
Un leve grito de disgusto creció y murió en su garganta, y casi como si sentir su tacto la hubiese suavizado y se hubiese vuelto más sensual, dejó que sólo la punta de su lengua se enlazara en una danza con la de él mientras la pasión se disparaba y escapaba a su control.
Sintió una de las manos de él deslizarse hacia arriba hasta la parte de atrás de su cabeza mientras la otra bajaba por su espalda y la acercaba aún más a él. Cerró los ojos mientras luchaba para no rendirse. La tentación de devolverle el beso más profundamente era insoportable y gimió cuando él se separó y empezó a saborearla sensualmente, acariciando su labio inferior, mordiéndolo ligeramente con los bordes de los dientes, hasta que sucumbió al dulce hechizo.
Cielos. Era como volver a casa. Adaptó la forma de su boca a la de él y al reforzar su respuesta él la llevó a un mundo de evocadores sabores que prometían mucho.
Los pezones se endurecieron al contacto con su pecho, ansiosos de… la caricia de sus manos, su boca. Gimió sintiéndose totalmente perdida.


La dureza de su erección era una potente fuerza y el calor corrió por las venas de Miley activando sus centros del placer y haciendo que se sintiera tan viva que era casi imposible no suplicar.
Fue el deslizamiento de una mano por uno de sus pechos, la forma en que lo envolvió, el tiempo que se entretuvo en desabrochar los botones lo que le dio un instante para pensar. Hubiera sido muy fácil enlazar las manos tras su cuello e invitarlo en silencio a que reavivara la llama. Y casi lo hizo. Casi.


Pero el horror al ver hacia dónde se dirigía le dio la fuerza bastante para separarse de él.
¿Qué estaba haciendo? ¿Había perdido el juicio?
—Te odio —dijo en un torturado susurro mientras dejaba caer los brazos e intentaba dar un paso atrás.
Durante lo que le pareció un siglo, Nick la miró con pasión. Los labios le temblaban ansiosos de poseerla.
—A lo mejor te odias a ti misma —dijo con tranquilidad.
¿Por perder el control? ¿Por disfrutar de sus caricias? ¿Por… desearlo tanto?
La miró mientras se ponía derecha, cuadraba los hombros, alzaba la barbilla y lo miraba enfurecida.
—Se acabó. Y —dijo ella sin piedad— ha sido un experimento ridículo.
Nick la dejó ir. La siguió con la mirada mientras se alejaba y salía de la habitación.
¿Experimento? Ni mucho menos. Un intento. Y, desde luego, no había acabado.
La fotografía se había tomado con un teleobjetivo. Tenía que haber sido así porque Miley no recordaba haber visto a nadie con una cámara mientras bajaban del avión de Nick.
Nick Jonas con una mujer y una niña era una gran noticia. ¿Cuánto tardarían en atar cabos y descubrir que la niña era su hija? No mucho. El pie de foto, incluso en español, no dejaba duda. Hablaba de reconciliación. Lo mismo que el comentario de Nick al ser preguntado: «todo es posible».
Sintió cómo la rabia la inundaba y llevaba hasta el límite su capacidad de autocontrol.

2 comentarios:

  1. No se que es peor, que hayas puesto mi nombre en la nove, o que me hayas puesto junto al una-ceja. Ataakshhsdjh maldito Nick estupido okk ya grrr ¬¬

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  2. tu blog me odia no me deja comentar pero me encanto aun que no entendi todo ya sabe spor que o.o pero hermosoo siguela
    att: la persona que amas osea YO SARA

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