domingo, 24 de marzo de 2013

Magia en Ti - Cap: 3

Tres horas más tarde, Nick se echó hacia atrás en una de las sillas de la cocina de su hermana, con una taza de café en los labios. Frente a él, Jake Rand, su cuñado, se sentó con Amelia Rose en sus rodillas, a darle de comer un mejunje de horrible aspecto hecho con carne, salsas y puré de patatas, todo molido. Amelia Rose se mantuvo con la boca bien cerrada, y cuando la abría era para dar unas teatrales arcadas, con sus ojos marrones y enormes inundados en lágrimas de cocodrilo.
—Cariño, tienes que comer—, informó Jake a su hija en un tono lleno de halagos. —¿Un bocado más para tu padre?


Amelia Rose en una nueva nausea empujó el último bocado con su lengua entre sus dientecitos y dejó caer la papilla con un plop, en su regazo. Ella parpadeó y se estremeció. Jake suspiró y trató de limpiar algo la pechera de su vestidito, ya bastante sucio de restos de comida.

—Esa es la comida mas asquerosa y mas triste que he visto nunca.— comentó Nick. —No me extraña que no se la coma.
Jake arqueó una negra ceja, y sus ojos castaños brillaron de risa.
—¿La voz de la experiencia?
—No tiene que ser uno padre para tener sentido común. ¿Por qué habéis rebujado la comida de esta manera? Me dan nauseas con sólo mirarla.
Índigo se apartó de la pileta. Con un brillo travieso en sus ojos, recogió a su hija de las rodillas de Jake y se la entregó a Nick.
—Muéstranos cómo se hace, tío Nick. Si consigues darle de comer, te voy a hornear un pastel de manzana todos los días durante una semana.


Con actitud desafiante, Jake empujó el recipiente del bebé sobre la mesa. Nick miró hacia la mezcla poco apetecible, y luego estudió a su sobrina. Amaba demasiado la tarta de manzana para pasar del reto. Reprimiendo una sonrisa, agarró la jarra de miel de la mesa y goteó una corriente generosa en la parte superior de la papilla de Amelia Rose. Los ojazos marrones de la niña se iluminaron con interés.
—Eso es hacer trampa—, exclamó Índigo, con las mejillas tiñéndose de un rubor rosa. —Te lo juro, Nicholas Kelly, no hay quien te aguante. Ahora que has arruinado la cena de la niña, y tendré que moler más carne de venado.


Nick tomó la cuchara y le dio a Amelia Rose una gran porción. La niña masticó, parpadeó, tragó saliva y abrió la boca para otra cucharada. NIck mostró a su hermana una mirada seductora.
—Decidme que no sé lo que me hago con las hembras. Háganle una oferta lo suficientemente dulce, e irán a por uno todo el tiempo.
Índigo puso los grandes ojos azules.
—Tienes la mente podrida.
Jake se rió entre dientes.
—Cualquier cosa que funcione, te la aplaudo. Si ella no come, va a ser tan delgada como su mamá.— Cuando Índigo pasó por delante, le dio un buen pellizco en su redondeado trasero a través de los pantalones de piel de ante. —No es que yo me queje.


Su esposa movió su moreno cabello y le dirigió una mirada de advertencia y luego se volvió a lavar los platos. Nick siguió una cucharada tras otra con la mezcla de miel y comida para la boquita de su sobrina.
—Estira bien la masa de la tarta, cuarto de litro. He ganado la apuesta.
Índigo negó con la cabeza.
—A ella le gusta demasiado el dulce, no hay duda. Confiar en ti para darle ánimos para comer… Y no me llames cuarto de litro. ¿Sabes cómo lo odio?. Hunter repite todo lo que escucha.
—Dado que Hunter esta de vuelta jugando en la calle, creo que puedo llamarte lo que quiera.— Viendo el resplandor indignado de Índigo, Nick se rió, hizo una mueca cuando el movimiento hizo que le doliesen sus costillas, y luego reanudó la tarea de dar cucharadas de la cena a Amelia Rose en su boca. Después de un momento, se puso serio y levantó la vista. —Hablando de insultos, ahora que me acuerdo. ¿Qué quisiste decir el día de hoy cuando me contaste que Fanny era sólo una especie de prostitu- -una desafortunada?
Índigo se apartó del fregadero.
—Miley, no Fanny, y no puedo aclararte mucho más. Ella es sólo una especie de… eso, pero no realmente.


Nick deslizó una mirada inquisitiva a Jake, que se encogió de hombros y lanzó una mirada hacia el techo, una mirada que decía, más claro que las palabras, que no había forma de entender a veces a Índigo. Nick recordó. Su hermana era un poco extraña. Por supuesto, la gente había dicho lo mismo de él. Pensó que era una forma como cualquier otra de llamarlos, debido en parte a las enseñanzas que le habían inculcado, y por ser un poco diferentes, dado que su padre era Comanche y su madre una fiel católica.
Jake se levantó de la mesa.
—Voy a ver cuanta leña tendré que ir a cortar para la cocina. ¿Vienes, Nick?
—Estaría bien—. Nick repasó el tazón de Amelia Rose dejándolo limpio y le puso la última cucharada en la boca. La pequeña sonreía mostrando sus hoyuelos, mientras le pellizcaba la mejilla a Nick. Teniendo cuidado de proteger sus costillas, se inclinó para dejarla en el suelo. —Espero que mi pastel este listo para mañana por la noche, medio litro—, le dijo a su hermana cuando se puso de pie.
Índigo levantó una ceja con delicadeza.
—No tienes derecho a recompensa, ¿verdad? Sobre todo porque lo hiciste con engaño.
Nick, le guiñó un ojo.
—No me dijiste que no podía usar la miel.


Nick siguió a Jake fuera y se apoyó en la pila de leña para mirar mientras su cuñado manejaba hábilmente el hacha. Ya tenía ganas que sus costillas se curaran lo suficiente para servir de ayuda, pero esto tomaría un par de semanas más. Frustrado por sentirse inútil, buscó algo de que hablar. Puesto que era un tema que parecía que no podía dejar reposar, decidió resucitar la conversación que había comenzado en la cocina.
—Jake, ¿no te preocupa, tener a tus hijos sometidos a la influencia de una pros/tituta?
—Me sorprendes, Nick. Creí que tu padre te enseñó que no debías de juzgar a los demás por la vara de medir del mundo.


Nick rayaba el suelo con la suela de su bota. En los últimos años, las enseñanzas de su padre se habían convertido en un punto delicado para él. Tratar de caminar tras las huellas de Cazador de Jonas, era una manera segura para un hombre de conseguir una buena patada en los dientes. Aclaró su garganta.
—Yo no la juzgo.
—Pues a mí me suena a eso.
—Llámame cauteloso. Nunca he conocido a una pros/tituta que no haya abierto los ojos si puede conseguir fácilmente un dólar. No es ningún secreto en Tierra de Jonas que tu vienes de familia rica, Jake, e Índigo tiene el corazón muy tierno, así ha sido siempre y siempre lo será.
—No es una mala manera de ser.—, dijo Jake y mientras cortaba, un ligero gruñido salió de su garganta. —Me gusta de esa manera.
—¿Cómo te vas a sentir cuando no haya tocino sobre la mesa,porque ella dio todo tu dinero a la pros/tituta local? Te lo digo, ten cuidado. ¿Qué más podría atraer a una chica como Fanny hacia alguien como mi hermana? La simple dulzura de Índigo, aunque sea una bendición, sin duda no lo es.

Jake se rió entre dientes.
—Lo encuentro interesante. Supongo que es según se mire, ¿eh? Y el nombre de esa chica es Miley, no Fanny. Parece que tu mente sólo piensa en una cosa.
—¿Dónde más? Por el precio correcto, ese lindo trasero de ella es la zona de juegos de cualquier hombre.


La mandíbula de Jake se endureció, y vaciló en el siguiente golpe de hacha, tuvo que esforzarse por fin para romper la madera sobre el tocón.
—Baja la voz, hombre. Hunter está jugando un poco más allá.
Nick miró hacia donde estaba el chico y bajó su tono.
—Simplemente no creo que entiendas lo grave que esta situación podría llegar a ser. Índigo daría su último par de mocasines a cualquier persona con una historia triste que contar. Confía en mí, la conozco.
—¿Porque eres igual que ella?¿O debería decir que antes lo eras?
—La gente cambia.
Jake hizo una pausa para estudiar a Nick por un momento y luego sacudió la cabeza.
—Has cambiado mucho, sin embargo. No estoy seguro de que quisiera saber en que más.
—Por supuesto que me conoces. He acabado creciendo, eso es todo. Eso le pasa a todo el mundo.
—Yo prefiero tener siempre el corazón de un niño, ahora y para siempre.
Eso picó. Aunque Nick disimuló, se cruzó de brazos y sonrió, fingiendo que no le importaba. Pero la verdad era que estaba bastante cansado que todo el mundo y su familia intentaran encontrar alguna falta en él para condenarlo.
—Mi trabajo le da a un hombre algunas asperezas. Eso no quiere decir que por debajo no sea la misma persona.
Volteando un trozo de madera, Jake se tomó un momento para mantener el equilibrio.
—No me preocupan tus asperezas, Nick, hablo de ahora, de cómo ves las cosas hoy en día. Hablando acerca de personas con historias tristes, algo me dice que tú tienes una propia que contar. ¿Quieres compartirla conmigo?


Nick se echó a reír y levantó las manos.
—Jesús, Jake, ¿te escuchas a ti mismo? No soy el único que tiene mala opinión de las prostitutas.
—No. Definitivamente, no solo tú, y es una lástima. Me pregunto qué sucedió para que tomes una postura tan dura. Parece que la amargura habla por ti. ¿Has tratado alguna vez de rescatar una chica así, Nick?
—Hasta que me di cuenta de cómo eran.
—Te quemaste, ¿verdad?
—Se podría decir que sí.
—Bueno, no dejes que un gusano arruine tu gusto por las manzanas. Índigo afirma que Miley es una chica dulce, y tengo que aceptar su palabra. Tú sabes tan bien como yo que tiene una manera de ver directamente el corazón de una persona.
—Las pu/tas no son dulces, Jake. Tienen que ser duras como rocas para sobrevivir.
—Miley no lo es. Según Índigo, ella recurre a imágenes en su mente para aislarse mientras trabaja. Por la mañana, Miley se despierta y vuelve a ser la misma joven tímida, como si no hubiese vivido la noche anterior.
—Eso debe ser un truco—, dijo Nick con un resoplido.
—Es la única cosa que tiene sentido—. Su cuñado levantó una ceja. —Te has encontrado con Miley. Si tienes otra explicación de cómo es tan tímida y reservada, soy todo oídos.
—Es una maldita buena actriz, eso es lo que es. Ninguna mujer que haga ese trabajo podría ser tímida. Te lo advierto, tienes que ser más receloso. La chica quiere algo. Simplemente, aun no ha puesto sus cartas sobre la mesa todavía.
—Ella e Índigo han sido amigas desde hace años. Un poco lenta en dar la cara, ¿no?
—El tiempo me dará la razón. Y entonces cuando pase lo que sea, te vas a arrepentir de no hacer caso a lo que yo te digo.
—Asumiré las consecuencias. Y, a riesgo de hacerte enojar, Nick, que Índigo y mis hijos pasen tiempo con esa mujer, es mi preocupación, no la tuya.
—Ella es mi hermana. Creo que tengo derecho a estar preocupado.
—Supongo que tengo que darte parte de razón en eso. Ella es tu hermana, y yo sé que la amas.— Equilibró el hacha sobre el hombro, y se encontró con la mirada de Nick. —No soy aficionado a arriesgar una amistad prohibiéndote interferir— dijo en voz baja Jake.— Pero antes de decir o hacer cualquier cosa que lamentemos, hazme un favor y piénsalo dos veces. Hazme este favor. No puedes esperar a caer sobre nosotros una vez o dos al año durante un par de días y hacer grandes cambios en la forma en que hacemos las cosas o en nuestra forma de pensar. Miley es importante para Índigo. Si haces algo para dañar esa amistad, le vas a romper el corazón.
—No quiero verla sufrir. Esta es mi única razón.— 


Nick, suspiró y sacudió la cabeza. —Voy a tratar de permanecer fuera de esto, ¿de acuerdo?— finalmente cedió. —Pero no puedo hacer promesas. Sólo el pensamiento de mi hermana siendo amiga de una pros/tituta me pone los pelos de punta. Me hace sentir impotente.
—Puedo verlo—, reflexionó Jake en voz baja.
Más tarde esa noche, las estrellas eran tan brillantes como los diamantes, salpicando el cielo añil. En el extremo norte de la ciudad, Nick se sentó en el porche de la casa de sus padres y trató de concentrarse en el resplandor de leche de la cara de la luna, en lugar de las dos ventanas de los pisos superiores del Lucky Nugget, el saloon de Tierra de Jonas. Una de las ventanas estaba iluminada débilmente por la luz de una lámpara, y la otra tan oscuro como la muerte.


Nick se figuró que la habitación a oscuras probablemente era la de May Belle. Corría el rumor de que estaba jubilada y vivía de sus ahorros y un porcentaje de los ingresos de Miley. La mujer de más edad estaría probablemente dormida ahora, mientras Miley trabajaba en la habitación contigua, la de la ventana iluminada.
Miley. No podía conseguir que los sorprendidos ojos verdes de ella se fueran de su mente. Lo habían perseguido durante toda la tarde y la noche. Ahora, aquí, era la hora de acostarse, y ¿que estaba haciendo? Mirando a la ventana, preguntándose qué demonios estaba haciendo en estos momentos.


Como si él no lo supiese. A pesar de que tuvo cuidado de no hacer alarde de sus hábitos de vida frente a sus padres y su hermana, en siete años de vida en los campamentos de explotación forestal, se lo había visto en más de una casa de mala reputación. Pelirrojas, rubias, morenas, todas pintadas de colores chillones. Después de un tiempo, se volvían borrosas en la mente de un hombre. Un leñador soltero llevaba una existencia dura y solitaria, y el póker, el whisky y las mujeres ofrecían a los períodos de descanso solamente algún que otro pobre consuelo.


Hubo una vez, en el pasado, que Nick no se hubiese imaginado pensando en la manera que lo hacía ahora. Pero nadie era inocente e idealista para siempre. Salvo, tal vez, su padre. Cazador de Jonas siempre fue diferente a la mayoría de los hombres, sin embargo, más puro y noble de corazón que nadie, de cabeza a los pies. Era un ejemplo que a Nick le había resultado imposible de emular una vez que salió de Tierra de Jonas.


Házselo tú a los demás, antes de darle la oportunidad que te lo hagan a ti, era la regla de oro con la que vivía ahora. El mundo real más allá de estas montañas exigía mucho a un hombre si quería sobrevivir.


Nick dudaba que nunca pudiera hacer que su padre entendiese esto, ni tampoco, su madre. Para ellos era correcto o incorrecto, sin ningún matiz de gris entre lo blanco y lo negro.
Nick sabía que estaban decepcionados con él.
Joder, si era brutalmente honesto, él también se sentía incluso un poco decepcionado consigo mismo. Una tristeza inexplicable fluía a través de él. ¿Era un necio por sentirse así? Un hombre tenía que crecer, y también andar en su propio camino. Fue, quizás, estar en casa otra vez, y ésta vez no para una visita rápida como había sido su costumbre estos últimos años, estaban siendo días y días. El accidente le había dejado con mucho tiempo para pensar, demasiado tiempo para recordar cómo solían ser las cosas.


Las cosas habían parecido tan claramente definidas en su infancia. En aquel entonces, había creído que su padre tenía todas las respuestas. Nick contempló la luz de la ventana del piso superior del Lucky Nugget y fue transportado a través de los años a la primera vez que había visitado una casa de pu/tas, en Jacksonville. Diez minutos por cinco dólares. No podía recordar mucho acerca de la mujer, sólo que su nombre había sido Clara, y que ella era gruesa y olía fatal.


Había ido al burdel con cinco amigos y él había sido cuarto de la cola. A día de hoy, Nick podía recordar cómo se había sentido expectante de pie en ese pasillo oscuro, sucio, esperando su turno. A esa edad, dieciséis años si recordaba bien, había sido todo entrepierna y nada de cerebro, como una fuerza impulsora en su vida, para hacerlo sin pensar. Todos sus amigos habían salido sonriendo y gritando, diciendo cosas varoniles comoes como un tarro a tope de miel, lo que le llevó a creer que estaba a punto de tener la experiencia más emocionante de su vida. Cuando finalmente había llegado a la cámara del deleite, lo único que salvó a su orgullo de macho frágil, era que había estado esperando con tanta ansia antes de entrar que no perdió su valor tan rápidamente como había desaparecido su entusiasmo.


Como si los hechos de la noche hubieran sido referidos por alguien de vuelta a Tierra de Jonas, su padre y los padres de sus amigos, de alguna manera habían sabido lo que sus hijos habían ido a hacer hasta Jacksonville. Cada niño había recibido una charla, Nick incluido. Sólo que el padre de Nick, a diferencia de los otros, no hablaba de la enfermedad ni de la discreción y demás. La charla que había recibido Nick había consistido en una sentencia inolvidable:
—El que hace presa de los indefensos y ofrece monedas para tranquilizar su conciencia, algún día será pisoteado y no encontrará consuelo en un dólar.
Al igual que con muchos de los dichos de su padre, había salido de allí pensando en su significado durante casi un año después. No veía cómo tenía nada que ver con su interludio la pros/tituta de J´ville. ¿Indefensa? Según sus cálculos, Clara tenía más dinero en su cofre que una canasta de la colecta del domingo.

1 comentario:

  1. hahaha me encanto, Nick no deberia de jusgar a Miley por eso, deberia conocerla primero, siguela bitch

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