Besarle, eso hizo. Furiosa,
hambrienta, desesperada, sus bocas se unieron, las lenguas se
emparejaron, dando y recibiendo hasta que Miley pensó que explotaría
por el placer de eso sólo. Él la enfurecía. La volvía loca. Pero debajo
de eso estaba la necesidad. Esta terrible hambre física y emocional que
ella no podía calmar.
Miley era lo suficientemente inteligente como para saber que estaba más allá
de los efectos del calor copulativo. Había una necesidad que se retorcía
en lo más profundo de su alma, desplegándose y rugiendo demandante.
Ella lloriqueó ante la acometida del acalorado anhelo y de la emoción
que se despertaba; su cuerpo se apretaba, se endurecía mientras clavaba
las uñas en los duros hombros de Nicholas y su lengua se presionaba
apasionadamente en el interior de la boca de él.
Los
labios de él se cerraron sobre su lengua, su boca aprisionando la
inflamada carne mientras empujaba para que apartara los muslos,
posicionando su erección, deslizándose entre los regordetes labios de su
co/ño mientras gemía rudamente.
Miley podía sentir la humedad allí, humedad que mojaba la ancha cabeza de la
po/lla de él, preparándola para la invasión que sabía que cambiaría
todas sus preconcebidas nociones de placer. No había nada como ser
tocada por Nicholas. Ser sujeta y amada por él.
—Estás
tan caliente—murmuró él cuando apartó sus labios de los de ella.—Tan
caliente y dulce, nena, que es como ser rodeado por el fuego más dulce
de la Tierra. Quémame de nuevo, Miley.
Los
labios de él se enterraron en su garganta mientras empezaba a empujar
su po/lla dentro de ella. Empujes cortos y fieros que la abrieron, la
estiraron, la hicieron gritar pidiendo más del dolor erótico que crecía
dentro de su co/ño.
—Ahí,
gatita. Tan dulce y caliente. Te ajustas a mí perfectamente—gruñó él
ásperamente mientras los últimos centímetros se deslizaban dentro,
colocándole completamente en el interior de ella, enviando impulsos de
exquisito placer a lo largo del cuerpo de ella. Ella podía sentirle, tan
grueso y duro, insertado en ella, estirándola hasta que ya no pudo
distinguir la frontera entre placer y dolor.
—Mírame, Miley—susurró él, esforzando su voz mientras levantaba la cabeza,
conteniendo su peso en sus antebrazos mientras la miraba fija e
intensamente.—Mírame, nena. Mira lo salvaje que me vuelves. Mírame, Miley. Sólo esta vez.
Ella
contuvo la respiración ante la súplica ronca. Sus ojos la hipnotizaron.
Tan profundos, oscuros y llenos de emoción, capturados con dolor y
placer mientras él se movía despacio dentro del convulsivo agarre de su
co/ño. Su vientre se flexionó mientras él la miraba fijamente; el
erotismo de mirar su cara enrojecer, sus ojos brillar con hambre sexual,
la llenaba como una oleada de energía eléctrica. Sus caderas se
sacudieron con fuerza, llevándole más dentro de ella mientras ella
arqueaba su cuello, las manos de él tirando de su cabello donde estaban
enredadas cómodamente trenzando las hebras.
—Dime
que se siente bien, Miley—una lenta y sexy sonrisa moldeó sus
hinchados labios mientras sus mejillas se llenaban de un rojo
profundo.—Háblame, cariño. Déjame oír tu voz, dulce y baja y áspera por
necesitarme.
—Estás
loco—jadeó ella mientras él rotaba sus caderas, su po/lla entrando más
profundamente cuando ella pensaba que era imposible que lograra entrar
más aún en su interior.—¿Quieres que te hable?
—Mmmm—murmuró
él, bajando su cabeza lo suficiente como para dejar un beso en la
comisura de sus labios antes de levantarla de nuevo, mirándola
detenidamente.—Cuéntame cómo de bueno se siente mi po/lla dentro de ti, Miley. ¿Te gusta esto…?
Ella
arqueó la espalda, emitiendo un bajo y fiero gruñido por entre sus
labios mientras él se retiraba algunos centímetros y volvía a empujar de
nuevo profundamente. Las terminaciones nerviosas atrapaban fuego, su
vientre se convulsionaba y un estremecimiento de inminente liberación
recorrió el cuerpo de ella. Podía sentirlo, fuera de su alcance, a pesar
de que él hacía poco más que llenar su sensible co/ño, su po/lla
latiendo como si tuviera otro corazón latiendo dentro de ella.
—Sí. Sí. Me gusta eso—ella se contorsionó bajo él, el placer corriendo por ella como una inminente tormenta de fuego.—Más.
—¿Más?—las
manos de él tiraron fuertemente de su pelo mientras rotaba de nuevo las
caderas, la cabeza de su erección acariciando su sensible carne,
enviando olas crecientes de sensaciones desgarrándose a través de ella.
¿Qué
le estaba haciendo él? ¿Por qué estaba retrasando la liberación que
ella sabía también le estaba atormentando a él? Miley podía sentir
las crecientes sensaciones que rozaban el dolor dentro de su propio
cuerpo. Cada empuje la enviaba más alto, más cerca, pero eran demasiado
pocos para enviarla a través del precipicio.
—Más—jadeó, clavando los dedos en los hombros de él.—¿Qué es lo que quieres, Nicholas? ¿Quieres que suplique?
Él
la estaba volviendo loca. Luchó por empalar su co/ño más duramente en
su po/lla, pero él usó su peso para mantenerla echada en la cama, para
controlar los movimientos de las caderas de ella mientras ella alzaba
las piernas para abrazar la parte inferior de su espalda.
—Quiero
lo que me diste la primera vez, Miley—le dijo.—Sé que no lo has
olvidado. No puedes haberlo olvidado.—Por un momento su voz fue
torturada, su expresión reflejando dolor mientras el sudor amortiguaba
sus características.
Sí. Ella recordaba. Cada momento de aquella noche, cada toque, cada…
Ella
murmuró una protesta, su mirada desviándose hacia el pecho rudo y
cicatrizado y la marca que ella le había dejado tiempo atrás.
Ella
había murmurado algo a su oído antes de dejarle la herida. Palabras que
resonaban en su mente, llenándola de lujuria y dejándola anhelante por
la misma cautivadora necesidad que ella leía en los ojos de él.
—Nicholas—protestó contra la creciente hambre regresar, de permitir a los sueños dejarse llevar una vez más,
—Nunca volveré a dejarte, Miley—él se calmó dentro de ella mientras ella lo miraba atónita.
Su alma gimió miserablemente ante las palabras de él.
—Para—ella sacudió la cabeza desesperada.—No ahora. No todavía.
Ella
no podía manejar la sobrecarga de emociones mientras su po/lla todavía
estiraba las paredes de su co/ño, con la necesidad del orgasmo golpeando
en su cerebro.
—Ahora—él
le negó la necesidad de volver a esconderse. Y esconderse, ella lo
sabía, era exactamente lo que ella había estado haciendo.—Aquí, ahora, Miley.
Él apretó
las caderas mientras empezaba, lentamente—jod/idamente demasiado
lentamente para las necesidades que golpeaban en ella—a empujar dentro
de ella, lo justo como para mantener el dolor que daba zarpazos en su
vientre, pero no lo suficiente como para llevarla al orgasmo.
—¿Te
gusta esto, nena? ¿Te gusta sentir mi po/lla foll/ando tu apretado
co/ño, volviéndonos locos a los dos cada segundo que pasa?—le preguntó
él suavemente, un eco del pasado.—Cuéntame que quieres, Miley. Te
daré cualquier cosa que quieras.
—No—su
cabeza golpeaba contra el colchón mientras ella luchaba contra la
potente, irresistible llamada de su propia alma y contra las necesidades
que martilleaban en su cerebro.—Para esto, Nicholas. Por favor. Sólo
déjame correrme.
—No—gruñó
él, apretando sus dientes mientras su propio cuerpo temblaba con
necesidad.—No aún. Siéntelo, nena. Siente lo bueno que es.
Empujó dentro de ella más duro, parando, su po/lla latiendo con fuerza en el interior del sensible abrazo de su co/ño.
—Nicholas…—ella sollozó su nombre.
—Ahora…—él
empujó de nuevo en ella. Y paró. Sus ojos la miraban, brillando
salvajemente, hambrientos y con la demanda apretando cada línea
expresiva de su cara.—Ahora.
—Oh,
Dios—las caderas de ella se retorcieron ante el siguiente empuje, su
cabeza giró, su lengua lamió la marca de su pecho cuando él
repentinamente paró.—Fóll/ame, Nicholas. Fóll/ame duro y caliente, hasta
que no importe nada más que nosotros. Nada más que nosotros…—su boca
cubrió la zona, sus dientes raspándola, luego su lengua, sólo un segundo
antes de que ella le mordiera.
Un
grito de masculina satisfacción llenó la habitación mientras él
empezaba a moverse. Una de sus manos bajó a las caderas de ella mientras
las suyas propias empezaron a agitarse, a empujar, a llevar su po/lla
más profundo y más duramente dentro de ella mientras ella probaba su
sangre. Su lengua, áspera y llena de esa única y emparejadora hormona,
empezó a lamer la herida, su boca succionando su carne como si el sabor
de él fuera el toque final para llevarla más allá de la razón. Su
orgasmo hizo erupción, su co/ño se apretó alrededor de su po/lla
mientras ella apartaba su boca del pecho de él para gritar su
culminación.
—Sí,
jo/der. Córrete para mí, nena—él enterró la cabeza en su cuello mientras
empujaba más poderosamente dentro de ella, alargando y llevando su
orgasmo aún más lejos hasta que la realidad, el pasado y el presente, se
extinguió. Sólo estaban ella y Nicholas. Juntos, derritiéndose, el
orgasmo y la unión chocando, y en los fuegos de sus liberaciones,
finalmente se fundieron en uno.
—¿Cómo te atreviste a esconderme esto?
La
voz de Roni le llegó a Nicholas a la mañana siguiente cuando bajó por
las escaleras. La tensión en el recinto les estaba afectando a todos
ellos. El confinamiento impuesto estaba volviendo locas a Merinus y a
Roni, y a su vez ellas enloquecían a los demás. Cruzó los brazos sobre
el pecho y observó curiosamente cómo Roni peleaba con su compañero.
La
bella mujer de cabello oscuro miró a Taber, sus puños cerrados a cada
lado de su cuerpo, lágrimas cayéndole por la cara mientras le gritaba.
Taber estaba pálido, sus ojos desesperados mientras miraba a su esposa.
—Roni,
no me entiendes—irritado, él se pasó las manos por la cara.—Iba a
decirte. En cuanto considerara que estabas lo suficientemente fuerte…
—¡Me haces el amor hasta que no puedo respirar pero piensas que no estoy lo suficientemente fuerte como para hablar!
Nicholas se sobresaltó. Caramba, ella tenía un buen punto con eso.
—La situación es demasiado peligrosa…
—¡Y
tú estás demasiado lleno de excusas!—el dedo de ella le golpeó el
pecho.—Son mi familia. Todo lo que tengo. Después del infierno que mi
padrastro me hizo pasar, no puedo creer que tú me hayas escondido esto.
—Es por eso que lo hice, maldición—maldijo Taber.—Tienes que entender…
—No tengo por qué hacerlo—ella le contestó mordazmente.—Tú, por otra parte, mejor te encuentras otro lugar donde vivir.
¿Taber
sin su esposa ayudándolo a descargar el exceso de energía que
alimentaba a su volátil temperamento? Nicholas no lo creía posible.
—Un divorcio felino—Dijo Nicholas sarcásticamente cuando llegó abajo.—¿Puedo observar? Podría necesitar tomar notas.
Taber bufó cuando giró para enfrentarlo. Los ojos de Roni brillaban de furia.
—¿Acaso pedí tu ayuda?—le preguntó coléricamente a Nicholas.
Nicholas se encogió de hombros.
—No
tienes que pedirla, Roni. Les dije a ti y a Merinus que las aconsejaré
gratis. Eso es lo menos que puedo hacer, viendo cómo están encadenadas a
estos seres tan rudos y engañosos como son los Felinos—él sonrió con
toda la inocencia masculina que podía reunir. No era mucho, pero más que
suficiente como para calentar una situación ya de por sí caliente.
—Voy a morderte la maldita yugular, Tyler—Le prometió Taber.
Nicholas levantó una ceja burlonamente.
—Oye,
no es mi culpa si pensaste que la podrías manipular. Ella es una mujer
adulta. Caramba, déjala vivir tranquila para variar.
El gruñido de Taber fue violento.
—Éste no es tu problema—Roni le informó sarcástica.—Fuera, Nicholas.
Él miró a Taber y se encogió de hombros.
—¿Ves? Ella es perfectamente capaz de manejar la traición. Te has preocupado mucho.
—Él no me traicionó—Roni se quedó sin aliento, volviéndose contra él ahora.—¿Cuál es tu maldito problema?
Nicholas se encogió de hombros.
—Él es un saco malhumorado de genética inadaptada que te mintió. Te mereces algo mejor que eso.
—Él no mintió—contestó ella rápidamente.
Taber
gruñía como la pantera rabiosa que era. A Nicholas le encantaba la
situación y la disfrutaba. Las manos del otro hombre estaban eficazmente
atadas mientras complacer a su compañera importara más que su furia.
—¿Él no te mintió?—Nicholas frunció el ceño.—Entonces... ¿por qué estás tan enojada?
—Porque él no me lo dijo a mí, imb/écil—su gruñido rivalizó con los de Taber.
Nicholas le echó a Taber una mirada desaprobadora.
—¡Deberías
avergonzarte!—él se volvió hacía Roni.—Estás hilando muy fino. El
engaño es engaño. Conozco a un buen abogado de divorcio. Podría obtener
su número para ti.
La
boca de ella se abrió y se cerró con un chasquido luego gruñó mientras
dejaba al descubierto sus dientes, cosa que lo puso un tanto nervioso.
Taber debería tomar lecciones de ella.
—¿Crees
que no me doy cuenta de lo que estás haciendo, patán?—le preguntó
furiosamente.—Si lo que quieres es pelear con Taber, si estás tan
ansioso, aquí lo tienes. Pelea tú solo con él. Estoy segura que él me
traerá tu piel antes de que el día termine, y lo sé porque eres un
completo est/úpido. No quiero divorciarme de él, todo lo que quise hacer
fue gritarle por ser tan condenadamente arrogante, y justamente tú
tuviste la maldita idea de arruinarlo todo.
Ella
salió del cuarto, manifestando su enojo ruidosamente, mientras su
esposo le clavaba los ojos sin poder creerlo, para luego volverse hacia
Nicholas.
—No puedo
creer que ella me esté dando permiso para patear tu cu/lo arrogante—él
negó con la cabeza, cansado.—Tengo la sensación de que tengo que darte
las gracias, pero todavía no me figuro muy bien porqué.
Nicholas se rió ahogadamente.
—Caramba,
si ella hubiera estado realmente disgustada, entonces te habría
disparado. Ve con ella, llévala a ver a su papá, luego acaríciala cuando
llore por eso y estará bien. Las hormonas del embarazo son una
porquería—él sonrió abiertamente.—Merinus está volviendo loco a Callan
con ellas.
Nicholas se
dirigió hacia la puerta del frente cuando una mano en su hombro lo
detuvo. Él se giró hacia atrás, mirando mientras Taber cambiaba de
posición, inquieto.
—No
me gusta ver a Miley sufriendo—dijo Taber finalmente un poco
frustrado.—Y sin duda alguna no me gustan para nada los pequeños
insultos que tiras tan fácilmente, pero te doy las gracias. Tuve miedo
de que ella estuviera lista para irse de mi lado para siempre.
—No
hay problema, gatito. Simplemente no empieces a ronronear de amor por
mí o voy a tener que dispararme—él se encogió sus hombros, para nada
cómodo con el repentino cambio de humor de Taber.
Taber se rió burlonamente mientras sacudía la cabeza al oír la respuesta de Nicholas.
—Callan tiene razón—él dijo,—realmente no puedes contenerte. Sabes que eventualmente alguien te matará por esos insultos, ¿no?
—Sí,
sí—bufó Nicholas.—Y espero que lo celebres en lo profundo del infierno.
Ahora, si tú no tienes nada que hacer, yo sí. Hasta más tarde, máquina
de ronronear.
* * * * *
—Tienes
problemas ahora, hermanita—Miley se sobresaltó al oír cómo la voz de
Taber subía, haciendo eco en las escaleras después de la partida de
Nicholas.—Tengo que admitir, le gustas a él.
Ella
misma había visto la confrontación, asombrada por la manera en que,
fácilmente, Nicholas había logrado difuminar la cólera de Roni. Pero
también había visto otras cosas, había percibido cómo se le habían
tensado los hombros, el destello de preocupación en su expresión cuando
su perfil se volvió hacia donde estaba ella. A él le importaba lo que
estaba pasando.
Ella
sacudió la cabeza, percatándose cuánto Nicholas se interesaba por todos
ellos. No era la primera vez que él se hacía cargo de la cólera de
alguien en vez de dejar que la situación explotara entre los otros. Sus
hombros eran anchos y firmes, pero ella se preguntaba cuánto tiempo más
él podría cargar con los problemas de los otros, esos de los que tan a
menudo cargaba.
—Sí,
me doy cuenta de eso—Miley siguió bajando las escaleras, tirando
fuertemente de su chaqueta negra y ajustando el enlace del comunicador
en su oreja, al tiempo que se dirigía hacia la puerta del frente.—Lo he
sabido durante mucho tiempo ya, Taber.
Ella
había tenido problemas desde el primer día en que él había aparecido en
los malditos laboratorios y entrado, irremediablemente, en su vida.
Taber
sacudió la cabeza mientras ella se acercaba, sus ojos más oscuros que
los de ella y demasiado perceptivos. Él inspiró profundamente, el ceño
fruncido.
—¿No has ido a ver a Doc todavía?—le preguntó.
Miley negó con la cabeza.
—Todavía no. Llamé esta mañana y le dije que iría mas tarde, ¿hay algún problema?
Taber negó con la cabeza, su frente arrugada en un ceño fruncido.
—No
estoy seguro, pero por favor no pierdas el turno. De alguna manera tu
aroma se ha alterado, aunque sencillamente no puedo percibir cómo.
Miley se encogió de hombros. Ella había hecho eso antes y nunca había pasado
nada, sin embargo normalmente era Dawn la que advertía las pequeñas
diferencias en su aroma y no uno de sus hermanos.
—Lo
haré esta tarde. Mejor alcanzas a Roni y ves cual es su estado de
ánimo, si te va dejar volver con ella o no. Les diré a Tanner y Dawn que
los esperen a los dos, más tarde, en la cabaña de Lawrence. No podrás
mantenerla lejos de allí por mucho más tiempo.
—Sí,
ya me imaginé eso—él gruñó irritado.—Voy a cortar cabezas por permitir
que se filtrara la información también hacia fuera. Tan pronto como ella
me deje saber cómo diablos se enteró.
Miley le sonrió, mostrándole abiertamente su diversión. Era gracioso. Hasta
el año pasado, Taber siempre había sido uno de los más calmados de la
familia. Al igual que lo que le había pasado a Callan, la
responsabilidad de cuidar a las mujeres que habían reclamado y a los
futuros bebes que nacieran de ellas estaba probando la resistencia de
sus nervios al máximo.
—Entonces, te deseo buena suerte.
Ella
hizo una pausa para palmear su hombro antes de abrir la puerta del
frente y salir a la límpida y fresca brisa matutina de aquel día de
otoño. Las hojas esparcidas mostraban innumerables tonalidades de
marrones, rojos y verdes, como si se prepararan para el letargo
venidero. Los colores eran deslumbrantes para los ojos y, no por primera
vez, llenaron de asombro a Miley.
Hoy
se sentía más viva de lo que había estado alguna vez. Podía sentir una
nueva forma de energía invadiéndola, llenándole el cuerpo, a pesar de
haber pasado la noche y el alba gimiendo bajo el empuje del cuerpo de
Nicholas, dándose cuenta de cuánto lo deseaba todavía. Cuánto lo
necesitaba aún.
No era
el dolor apasionado que le despertaba el celo, tampoco la necesidad
hambrienta de la noche anterior, más bien era un sutil vestigio, un eco,
una pulsación que vibraba a través de su cuerpo y que la hizo recordar
la noche pasada con un pequeño temblor de anhelo.
Un
bip pequeño en su oreja le advirtió de que alguien demandaba la vía de
entrada para su canal personal. Ella alcanzó y levantó el interruptor
que bloquearía a todo el mundo, menos a la persona que le estaba
demandando una conversación aparte.
—Hola,
hermosa—la voz suave de Nicholas le llenó la cabeza, deleitada, podía
oír su voz sensual, cargada de las memorias de la noche que habían
compartido.
Miley sonrió, sacudiendo la cabeza al escuchar el tono de sus palabras.
—Se
supone que debes estar trabajando, semental—le recordó, casi riéndose
al saber que esa simple palabra podría encenderle el deseo.
—Oh, eres mala—se rió ahogadamente.—Podría tener que castigarte.
—Mmm—sonrió mientras se movía por el recinto, sus pasos ligeros invadidos con una energía que no sabía podía tener.
—Suena bien. Sin embargo, quizá yo deba castigarte la próxima vez. Pienso que te gustaría eso, Nicholas.
—Probablemente
me encantaría—ella podía oír la resignación pesarosa en su voz.—Cariño,
si es tu mano la que administra el castigo, entonces estoy seguro de
que no podría evitar el disfrutarlo. ¿Qué tienes que hacer hoy?
—Patrullar—le
dijo mientras llegaba al pequeño aparcamiento y al Jeep todo terreno
estacionado allí.—Estaré en el sector del oeste, ayudando con el
registro de las cuevas y en la búsqueda de los túneles a través de la
montaña. No necesitamos más visitas de cortesía de
asesinos—carga—misiles.
Nicholas bufó con eso.
—Te
encontraré en unas horas y nos escabulliremos a alguna parte para el
almuerzo—él sugirió.—Yo te proveeré del plato fuerte y tú puedes llevar
el postre—su voz se hizo grave y seductora al llenarse de una clara
promesa sexual.
Miley hizo una pausa al lado del Jeep, quedándose con la mirada fija en el
límpido cielo matutino, una sonrisa afloraba en sus labios como si
Nicholas llenara una parte suya que no sabía que existía. Podía sentir
una cálida ternura floreciendo en su corazón y un calor intenso en su
vag/ina. Ella lo deseaba ahora, no más tarde.
Rechazó con su cabeza ese pensamiento y se subió al Jeep.
—Debes
encontrarme primero—le dijo mientras encendía el motor y conducía hacia
atrás por el aparcamiento.—Quizá tengamos que saltarnos la comida y
dedicarnos al postre si es que hay mucho trabajo hoy.
—Será bueno igual—ella podría oír la anticipación, la sonrisa que invadía su voz.—Ten cuidado, mi gatita. Hasta luego.
—Pronto—murmuró
en respuesta mientras la conexión se interrumpía y el aparato receptor
regresaba, automáticamente, al canal primario.
Dirigió
el Jeep hacia la parte trasera de la propiedad y hacia el portón que
franqueaba la entrada en esa zona. El día se veía más claro y brillante
que nunca.
—No necesitas una lista
descriptiva, ¿eh?—Preguntó Nicholas con pena mientras ella continuaba
mirándolo con una llama de furia.—Bien. Mi principal queja son tus
hábitos nocturnos, que hasta ahora no han sido un problema. Pero
necesito que empieces a quedarte más cerca de la casa durante la noche
en vez de aventurarte por la montaña.
—¿Por qué?—Miley se movió incómoda.
Nicholas
podía ver la negación creciendo en sus desconfiados ojos verdes, la
necesidad de escapar que estaba creciendo en su cuerpo. Él no podía
permitirlo. Casi había tenido un ataque sabiendo que ella se estaba
enfrentando al bastardo lanzador de misiles. Y según Merinus, Callan
estaba más que preocupado con el incremento del calor, preocupado de que
disminuyera su precaución, su habilidad para rastrear y pelear
efectivamente.
—Eso
debería ser bastante obvio—gruñó mientras se acercaba a ella.—Si hay
problemas, necesito que evacues a Merinus, Roni y Cassie. Además,
necesitamos asegurarnos de que la manada principal se mantiene intacta
sin importar qué. Eso significa que tú también, mi guisante de olor.
Miley hizo una mueca ante el apodo.
—Nicholas,
ahórrate la mie/rda—saltó, provocando que él la mirara con divertida
sorpresa.—Me quieres aquí para tu conveniencia, nada más. Sigues
esperando que si estoy lo suficientemente cerca será más difícil para mí
negarme a tu sesión calculada de foll/ar.
Él
estaba rezando porque ella lo hiciera. Se preguntó si debería
explicarle la diferencia entre una esperanza y un rezo. Entonces decidió
que tal vez sería mejor, considerando el lento aumento de furia en su
expresión, que se mantuviera fuera de ahí.
Él ladeó su cabeza, mirándola con curiosidad
—Bueno, está esa consideración, compañera—él arrastró las palabras.
—¿Alguna
vez has considerado el hecho de que tal vez las hembras no se emparejen
realmente?—finalmente le preguntó ella sardónica.—Tal vez cualquier
hombre baste cuando pega. Quiero decir, hay tan pocas mujeres, y tantos
hombres en esta etapa. Tal vez tengamos que concebir con todos vosotros.
Él
se detuvo. Podía sentir la furia pulsando en sus venas de tan solo
pensar en eso. Si otro hombre siquiera trataba de tocarla, él perdería
toda semblanza de control y trataría de matarlo.
—No
lo creo—dijo con los dientes cerrados mientras lo pensaba.—Si ese fuera
el caso, estarías fuera foll/ando cualquier cosa con una erección. En
vez de eso, estás tan húmeda por mí que apenas puedes caminar sin
correrte.
Ella levantó su cabeza, mirándolo con fría burla
—Te estás sobreestimando.
—Y
tú estás subestimando mi inteligencia—él saltó.—No cometas ese error, Miley. Si tienes el cerebro que sé que está funcionando en esa
caliente cabecita tuya, entonces sabrás que ya revisé cada ángulo sobre
este tema. Sé a quién necesitas. Sé que esa pequeña hormona flotando en
mi cuerpo que nos une está ahí por una razón. No me presiones en esto.
Ella tragó tensamente.
—Eso no es posible. Fue un beso. Eso es todo.
Nicholas sonrió tenso.
—Uno
es todo lo que hizo falta. No niegues que estás más caliente que nunca.
Apuesto que tu co/ño está tan malditamente húmedo que podría ahogarme
en él cuando ponga mi boca allá abajo.
Su cara ardió en llamas, sus ojos brillando con los fuegos que rugían dentro de ella.
—Detente—ella respiró dura y profundamente mientras se apartaba de él.
—Deja
de huir de mí, Miley—susurró suavemente mientras su brazo se
enganchaba en la cintura de ella, atrayéndola hacia él.—Ya no te dejaré
hacer eso. No hay razón para correr.
—Mira—ella
presionó sus manos contra el pecho de él como si fuera a empujarlo.—Te
lo dije anoche, no puedo arriesgar esto. Ninguno de nosotros puede. No
sabemos qué pasará, Nicholas.
—No
me importa qué pasará, Miley—y eso era el final de la línea en lo
que a él concernía.—¿No estás cansada de estar lastimada? ¿De estar
dolorida? Podríamos calmar el calor, nena.
Él
bajó su cabeza, mordisqueando su oreja, dejando a sus labios susurrar
sobre la pequeña coraza mientras ella se estremecía en respuesta. Los
dedos de ella se enroscaron contra el pecho de él, sus uñas masajeándole
a través de la delgada tela de su camisa casi inconscientemente.
—Ambos
podríamos arrepentirnos mucho después—su voz era un pequeño y caliente
suspiro de necesidad femenina.—No puedo meterme en esto sin más,
Nicholas.
—Cariño,
ayer chupé cada dulce gota de esa droga de tu lengua y por la noche te
fo/llé hasta que explotaste sobre mí—le dijo duramente, sus manos
recorriendo su espalda, sobrevolando sus nalgas mientras permitía a sus
dedos apretarse en las suaves curvas.—Si eso no era meterse dentro,
entonces ¿qué es? Bésame, Miley. No sigas castigándonos así.
Ella
estaba respirando tan duro y rápido como él cuando él levantó su cabeza
lo suficiente para mirarla. Sus ojos estaban aturdidos, entrecerrados,
sus suaves labios rosas separados y brillando con humedad. Él lamió sus
propios labios, muriéndose por probarla, por hacer la única cosa que la
pondría tan salvaje que los quemaría vivos a ambos.
La mirada de ella se centró en sus labios, volviéndose somnolienta, su rostro suavizándose con pasión mientras los miraba.
—Podría
comerte viva—le dijo con gentileza.—Desde tus labios hasta tu co/ño,
chupar cada gota de humedad de ellos y entonces ponerte caliente y
húmeda otra vez antes de deslizar mi po/lla tan dentro de ti que nunca
podrás imaginar rechazarme otra vez. La idea de eso, la necesidad de
eso, tenía a su cuerpo en llamas, sin mencionar lo que le estaba
haciendo a la erección que palpitaba agónicamente entre sus muslos. Y
ella estaba pensando en eso. Él podía ver la lujuria derramándose en sus
ojos, suavizándola contra él mientras un gemido escapaba de su
garganta.
* * * * *
Miley miró las ardientes profundidades de los ojos de Nicholas, viendo la
determinación, la lujuria bramando a través de su cuerpo. Su expresión
era tensa, la carne ajustada sobre sus pómulos, sus ojos entrecerrados,
sus labios cargados de sensualidad. Él estaba duro y excitado y ella
presentía que él se estaba preparando para cambiar drásticamente las
reglas del juego al que estaban jugando.
—Éste no es el lugar apropiado para esto—dijo empujando sus hombros.
Si
ella pudiera poner distancia entre ellos entonces podría pelear contra
los efectos del calor por lo menos durante otro día. Un día podría
convertirse en dos, dos en más. Los fuegos hormonales rugiendo en su
cuerpo nunca duraban más de un mes; ella ya llevaba dos semanas. Si
pudiera mantenerlo lejos por un poco más.
—Es el lugar perfecto para ello.
Él
la soltó, pero antes de que ella pudiera recobrar su libertad él estaba
junto a la fuerte puerta de acero, echando la llave cuidadosamente
antes de girarse hacia ella, sus dedos yendo hacia los botones de su
camisa.
—¡Maldición, Nicholas!—ella saltó.—Los sillones no son cómodos para foll/ar. Espera hasta que encontremos una cama.
—Entonces
ven a mí cuando esté cerca de una cama—le dijo, su voz corta e
impaciente.—Ahora quítate eso, Miley, o estarás usando mi camisa y
nada más cuando nos vayamos, porque te arrancaré la ropa.
Una
chispeante consciencia surgió a través de su cuerpo; hasta los dedos de
sus pies hormiguearon con el tono exigente en su voz.
—Cálmate—siseó.—No voy a dejarte foll/arme aquí. Todos sabrán lo que hicimos cuando nos vayamos.
—Entonces
tú puedes foll/arme a mí—gruñó, avanzando hacia ella.—Pero no te irás
de aquí hasta que haya disparado cada maldita gota de semilla que está
atormentando a mi po/lla en tu co/ño. Así que desnúdate, nena, porque
justo ahora mi control está en una rienda muy corta.
La
lujuria la golpeó en el estómago. Tenía que ser el calor el que causaba
semejante reacción. Si él hubiera dicho algo tan *beep* en cualquier
otra ocasión ella lo hubiera pateado. Después de arrancarle los ojos.
Pero ahora, sus piernas se debilitaron y su respiración se detuvo ante
la exigencia sexual y ella se sintió tan estable como un fideo mientras
se movía alrededor del cuarto, tratando de mantener una distancia
razonable.
—Has perdido la cabeza—trató de gruñir, de inyectar algo de furia en su voz, pero en su lugar salió sin aliento y jadeante.
Él
dejó caer su camisa de sus hombros. Fuertes, anchos hombros. Hombros
que se flexionaban con fortaleza y brillaban con salud. Él era un
excitado, determinado macho en su cúspide y había decidido foll/ar. Su
co/ño dolió ante el pensamiento. La fuerza de las contracciones llenas
de necesidad que flexionaban dentro de su vag/ina le advirtió de que no
podría pelear tan fuertemente como necesitaba hacerlo.
—He
perdido mi paciencia—la corrigió, sus ojos oscureciéndose mientras, de
alguna forma, había logrado colocarla más cerca del sillón de lo que
ella quería estar.—Voy a dejarte toda desnuda, Miley, y una vez que
tenga mis manos sobre ti ambos sabemos que no tardará mucho. Después de
que arranque esos pantalones de tus largas y lindas piernas entonces voy
a enterrar mi boca tan dentro de tu húmedo co/ño que no habrá una
pulgada que no conozca mi toque.
Ella se estremeció. ¿Estremecerse? Demonios, estaba temblando, al borde del clímax sólo por la fuerza de sus palabras.
—Nicholas—dijo,
trató de escurrirse alrededor de él antes que pudiera detenerla. Era
como si él supiera lo que ella haría antes que lo hiciera.—Esto es una
locura. Nunca controlaremos esto si actúas de esta forma.
—¿Quién
dice que quiero controlarlo?—le preguntó diabólicamente.—No, nena. Sin
control. Sin pensar. Sin excusas. Sólo tú y yo tan calientes como la
lava y quemando el mundo a nuestro alrededor. Ahora, ¿vas a desnudarte o
lo hago yo?
Él se
quitó las zapatillas de cuero que había usado para la junta. Fue
entonces cuando ella supo que él había arreglado esto con anticipación.
Nicholas nunca, nunca usaba zapatillas alrededor del complejo. Él usaba
las resistentes botas de cuero que protegían sus pies y piernas mientras
trabajaba.
Le hubiera
replicado algo odioso si sus manos no hubieran ido a su cinturón, el
cuero deslizándose de la hebilla mientras sus dedos soltaban el primer
botón de sus pantalones.
—Maldita
seas, mi po/lla está ardiendo.—él estaba casi gruñendo mientras soltaba
el botón de sus pantalones.—Y tú aún estás vestida, Miley. No me
hagas arrancarte esas ropas.
Miley tragó tensamente mientras los pantalones y calzoncillos de él eran
pateados lejos de su duro cuerpo. Su po/lla se estiró hacia ella, pesada
e hinchada, la morada cabeza con forma de ciruela húmeda con semen y
viéndose demasiado tentadora para la comodidad de ella.
—Nicholas—susurró, apenas logrando no gemir con necesidad.—Ésta no es una buena idea.
—Es
la mejor idea que he tenido en ocho años—le informó, con voz dura
mientras se movía demasiado rápido para que ella pudiera evadirse.
Antes
de que ella pudiera correr, antes de que siquiera considerara pelear,
él la tenía acostada en el amplio sillón, las manos de él al borde de su
top mientras lo empujaba por encima de sus senos.
—Demonios, sí—él murmuró, sus manos encerrando sus senos mientras sus labios bajaban hacia los de ella.
Ella
podría haber peleado, se aseguró a sí misma. Podía haberlo empujado,
pelear hasta la puerta; podría haber escapado. ¿Una mentira para salvar
su orgullo? ¿Importaba?, se preguntó. Porque un segundo después los
labios de él cubrieron los de ella y el escape fue la última cosa en su
mente.Él no le dio una oportunidad de
oponérsele, pero Miley sabía que nunca debería haberla esperado. Sus
labios se inclinaron sobre los de ella, su lengua se sumergió más allá
de sus labios cuando abrió la boca, retorciéndose inmediatamente con la
de ella.
Su
lengua era fresca, tranquilizadora contra la suya cuando la caricia
comenzó a rozarse contra las glándulas inflamadas, permitiendo a la
hormona contenida allí liberarse. Miley había pensado que eso sería
suficiente, que el pequeño alivio le daría una oportunidad de recobrar
su control. Fue lo contrario a eso. Todo dentro de ella se apretó y
llameó en anhelo. Necesitaba más. Lo necesitaba chupando la hormona,
internándose dentro de él. Las demandas poderosas de la naturaleza
fueron más de lo que pudo negar.
Sus brazos se envolvieron alrededor de sus hombros, sus manos
enredándose en su pelo mientras ella luchaba por la dominación en al
menos esta única cosa. Su lengua batalló y se retorció mientras
lloriqueos y gimoteos escapaban de su garganta hasta que él le permitió
deslizar su lengua dentro de sus labios expectantes.
El primer trazo de su boca sobre la extensión inflamada hizo que su
cuerpo se arqueara tenso. La sensación desgarró a través de ella, un
placer tan abrumador anudó su vientre con un estremecimiento convulsivo
de agonizante hambre. Sus pechos estaban tan sensibles que cada toque de
sus dedos sobre sus pezones causaba un grito indefenso que hacía eco
dentro de sus labios, tan desesperada por el choque de su po/lla contra
su co/ño que ella estaba empujando sus pantalones, batallando para
quitarlos de entre ellos y que él pudiera zambullirse dentro de ella.
Sus lenguas se retorcieron dentro de su boca mientras los labios de él
chupaban el fluido especiado que provenía de las glándulas copulativas.
Eso calmó la sensibilidad, el calor que parecía llenar su propia lengua,
pero sólo aumentó el calor a todo lo largo de su cuerpo.
Ella no estaba pensando, tan ávida, tan hambrienta de él ahora que
ninguna cosa importaba excepto el duro empuje que sabía estaba por
venir.
—Todavía
no—el gruñido que rasgó su garganta cuando él separó sus labios fue
rudo, gutural.—Primero… lo que yo he soñado, Miley.
Él desgarró el top de ella un segundo antes de que él bajara sus
pantalones. Él los llevó a sus tobillos antes de darse cuenta que iba a
tener que desatar sus botas y quitarlas primero.
—Jo/der—gruñó.
Colocando sus manos en las rodillas de ella, las subió, luego las
separó todo lo que pudo mientras bajaba su boca hacia las inflamadas y
húmedas curvas de su dolorido co/ño.
Su lengua rodeó su clít/oris con un anillo de exquisito fuego mientras ronroneaba su apreciación.
—Estás tan malditamente mojada que podría ahogarme en ti—gruñó antes de lamer otra vez.
Fue una caricia firme y destructiva que iba aproximándose y
aproximándose a su congestionado clít/oris, las sensaciones haciendo que
sus caderas se contorsionaran mientras él avivaba el fuego más alto,
más caliente en su vag/ina.
—Nicholas, no puedo resistirlo—jadeó, sus manos empuñando los cojines
del sofá mientras luchaba por mantener su cordura.—Por favor, no me
tortures con esto.
Una risa ruda vibró contra su carne mojada.
—¿Torturarte?—le
preguntó guturalmente.—Miley, cariño, no entiendes, si no te saboreo
voy a perder la razón. Todo en lo que puedo pensar es en el sabor de tu
beso, de tu pequeño y caliente co/ño. Cómo gritarás por mí, cómo te
correrás en mi boca. Córrete por mí, nena, sacia mis ansias y luego
saciaré las tuyas.
Ella gritó su nombre mientras su lengua se retorcía a través de su co/ño, un lametazo lento, apreciativo mientras él
ronroneaba de placer.
—Jod/er. Adictivo—gimió.—Nunca he olvidado, Miley, tu dulce sabor, tu calor. Moriré necesitándote…
La cabeza de Miley golpeó contra el sofá mientras ella alzaba la voz
en creciente demanda. Su cuerpo estaba extendido, tenso, cada célula
apretándose en rápidos arcos de placer a través de ella.
Ella luchó por acercarse más, aplastar su carne dolorida en su boca. La
cercana urgencia, la necesidad de liberación, el agarre, los brutales
espasmos de necesidad flexionando su vientre estaban matándola. Su
clít/oris era un nudo inflamado de apasionada necesidad, su vag/ina un
caldero apretado de lujuria.
—Nicholas. Dios mío. No lo puedo aguantar…—sus piernas estaban
atrapadas por su propia ropa, sus rodillas mantenidas extendidas por sus
manos mientras él devoraba el espeso jarabe de su respuesta, tomándolo
en su boca, lamiendo y gimiendo contra ella, ahondado en las
profundidades abrasadoras de su vag/ina por más.
—Nicholas, por favor—casi gritó su nombre. No podía padecer las
convulsiones despiadadas en su vientre más ya. Su cuerpo estaba muy
exigente y sólo una única cosa lo haría o la podría aliviar.—Por favor.
Por Favor, Nicholas. Fóll/ame. Te lo ruego…
Él gimió impotente, su lengua zambulléndose profunda y duramente dentro
de su vag/ina, foll/ándola con una urgencia demencial. Ella nunca había
sabido de cualquier cosa tan caliente, o de un hambre tan profunda.
Su lengua atizó los fuegos más calientes, comiendo en ella, chapoteando
en ella, hasta que los pequeños temblores de sensación agitaron su
cuerpo despiadadamente.
—No puedo conseguir suficiente de ti—gimió mientras arrastraba su
cabeza desde su pulsante co/ño.—Estoy hambriento de ti, Miley.
Él se elevó a la altura de sus rodillas, su po/lla pesada y
congestionada cuando él la trató de alcanzar, obligándola a volverse
mientras ella se quedaba sin aliento por la sorpresa. Él tiró de los
cordones de una bota, la quitó y luego deslizó completamente su pierna
fuera de los pantalones mientras él se ubicaba entre sus muslos.
Hubo pocos preliminares. La necesidad era demasiada explosiva, ella los
había obligado a esperar demasiado tiempo y Nicholas tenía hambre. Su
pe/ne se zambulló dentro de ella, abriéndose paso a la fuerza en sus
músculos apretados como un puño, estirándola con brutales choques
mientras su espalda se arqueaba, sus caderas trabajando furiosamente
mientras él luchaba por detener el clímax.
Miley no pudo restringir su grito de placer o la contorsión de sus
caderas. Ella ubicó su co/ño sobre el grueso émbolo de su po/lla dentro y
fuera de su vag/ina. Sus piernas abrazaron las caderas de él, su
espalda se arqueó, y en pocos minutos ella se disolvió. Duro, explosivo,
los estremecimientos del orgasmo apretaron su cuerpo para acercarse a
un punto de ruptura cuando el placer la atravesó. No sólo placer…
éxtasis, una sensibilidad cegadora que nunca habría creído posible si no
la hubiera experimentado por sí misma. Era casi interminable,
contracción tras contracción tensándose alrededor de su pujante erección
hasta que la atrapó profundo dentro de ella, ordeñando cada caída de la
espesa y cremosa semilla atrapada dentro de sus pelotas.
Las manos de él eran fuertes sobre sus caderas, su masculinidad gemía
áspera y surgió bruscamente de las profundidades de su pecho cuando su
cuerpo se estremeció encima de ella por largos segundos. Finalmente,
dichosamente, los violentos temblores de estremecedor placer cesaron,
permitiéndole a él colapsar sobre ella, la boca de él en su cuello
mientras luchaba por respirar. Y estaba todavía duro.
Miley parpadeó lágrimas de fatigado conocimiento. Los varones de la
Especie eran excepcionalmente poderosos, creados para aguantar,
permitiéndoles mantenerse firmes bajo el intenso erotismo del calor
copulativo. ¿Cómo lo resistiría Nicholas?
—Voy a foll/arte hasta que ninguno de nosotros pueda moverse—murmuró en
su cuello mientras comenzaba a empujar dentro de ella otra vez.—Hasta
que no quede nada de ti o de mí, Miley. Sólo de nosotros. Sólo el
conocimiento de que nunca…—un duro empuje la elevó hacia él con un grito
débil de creciente hambre—nunca—más profundo, más duro,—me negarás
hacerte el amor otra vez.
Nicholas la ayudó a vestirse y
la llevó a su cuarto horas más tarde. Miley estaba agotada, exhausta
en sus brazos y su po/lla todavía dura, rugiente por la necesidad de
enterrarse en su interior otra vez. La desnudó y la dejó arropada en la
cama, se sentó pesadamente en la silla al lado de ella después de
desvestirse y clavó sus ojos en ella.
Ella
dormía profundamente, tan profundamente que el movimiento apenas la
molestó. Las sombras oscuras debajo de sus ojos eran la prueba de las
noches que había pasado sin dormir en estas semanas. Noches pasadas
rondando en su dormitorio o vagando por la montaña. Exactamente como él
había pasado las suyas.
Nicholas
recostó su cabeza cansadamente contra el respaldo de la silla y cerró
sus ojos. Su erección latió como un maldito dolor de muelas. No podía
obtener más de ella. No podía derramar su semilla dentro de ella lo
suficientemente rápido o lo suficientemente duro como para satisfacerse.
Sonrió
lentamente. Lo mataría, pero demonios, valía la pena. Ella estaba tan
apretada y caliente, encajaba perfectamente, tomando su po/lla como un
guante sedoso y haciéndolo esforzarse para acomodar su longitud
enteramente en su interior. No importaba lo preparada y mojada que ella
estuviera, se apretaba como un puño alrededor de su erección.
Él no era excesivamente grande, pero no estaba mal dotado tampoco.
La observó, su corazón pesaba ahora, sus emociones tan mezcladas como su deseo.
Sólo
Dios sabía cuanto la amaba. La amaba tanto que su corazón se había
quebrado dentro de su pecho cuando pensó que estaba muerta. Él no había
querido vivir, no había querido seguir, le había dolido tanto estar sin
ella. Cada célula de su cuerpo había llevado luto durante ocho largos y
vacíos años.
La noche
en que ella se abrió paso desde las sombras en Sandy Hook él había
respirado por primera vez desde que la había perdido. Su corazón había
empezado a latir otra vez, la sangre había refrescado su cuerpo,
recordándole que estaba vivo después de esa hibernación emocional en la
que había entrado. De repente, nada era más importante que tocarla,
abrazarla. Ser parte de ella. Y ella lo había odiado. Él lo había visto
en sus ojos, un dolor tan oscurecido en el alma, una furia que él nunca
podría extinguir.
Él
hizo una mueca al pensar en las razones de su odio. Poniéndose de pie
cogió unos pantalones flojos de chándal y se los puso, sobresaltándose
cuando su po/lla hizo sobresalir la tela apartándola de su cuerpo.
Yendo a las puertas del balcón se quedó mirando en la oscuridad silenciosamente.
Había
perdido a su niño, había sido violada, había sufrido por culpa de una
reacción contra las drogas que los científicos le habían dado de manera
tan violenta que casi le había matado. Y aun después de escapar, su
tormento no había terminado. Había resistido los años de creciente
excitación tan intensa que el dolor físico había sido destructivo. Había
sufrido en formas que él nunca podría imaginar, y a veces se preguntaba
si alguna vez acabaría.
Nicholas
cruzo los brazos sobre su pecho suspirando cansadamente. La había
obligado a aceptar el calor del apareamiento. Había tomado su beso,
sabiendo que no tendría alternativa después de que la hormona fuera
compartida entre ellos. ¿Acaso él era mejor que los guardas que la
habían violado en esos laboratorios?
—Nicholas—él se giró rápidamente ante su voz.
Ella estaba recostada observándolo, los ojos verdes ensombrecidos al vislumbrar su cuerpo excitado.
—Te duele—ella dijo suavemente, apartando las mantas hacia atrás y dejando su cuerpo desnudo.
—No—él estuvo allí antes de que ella terminara el movimiento.—Deberías dormir, amor. Estás exhausta.
Ella frunció el ceño, confusa.
—Estás excitado, Nicholas.
—He estado así durante los últimos ocho años—dijo sonriendo sardónicamente.—Unas cuantas horas más no me lastimarán.
Su
mirada brilló con emoción antes de ser rápidamente ocultada por las
gruesas y rubísimas, casi blancas pestañas que él tanto amaba.
—¿Qué ocurre si no se pasa?—le preguntó.—¿Cómo puedes soportarlo, Nicholas?
Sacudiendo
la cabeza, él fue a su lado, apoyando sus hombros contra el cabecero y
apretándola contra su pecho. Ella se resistió sólo un segundo antes de
tumbarse desgarbadamente sobre él. Casi deshuesada, como la perezosa
gatita que ella debería ser, pensó él con una sonrisa abierta. No le
molestaría que estuviese sobre él las veinticuatro horas del día, siete
días a la semana.
—Miley,
he estado así desde antes de nuestro primer beso. He tenido mucho
tiempo para hacerme a la idea. Pasará un buen rato antes de que hayamos
saciado el hambre que ha aumentado con los años—le dijo con un hilo
diversión.—No te preocupes por mí. Preocúpate por ti ahora. No quiero
lastimarte más. No puedo soportar ver la excitación y la necesidad
oscureciendo tus ojos cuando lo que mas quiero es aliviarte de la manera
que pueda.
Él besó la
parte superior de su cabeza, mientras que la maraña de su cabello
cubría su pecho. Sus dedos lo habían ensuciado, había deshecho la trenza
apretada en que ella lo sujetaba. Su cuerpo estaba relajado, caliente y
satinado contra su carne. Sus pelotas se apretaron con la necesidad de
hacerla gritar su nombre otra vez.
Ella
guardó silencio por largos minutos, pensando. Eso lo preocupaba. Miley nunca fracasaba en mandarle a la mie/rda cuando se ponía a
pensar. La mente de la mujer era como una trampa de acero, siempre lista
y efectiva como el demonio. Pero ella era una hembra y él estaría
condenado si conseguía entender la mente de una hembra ni tan siquiera
por una vez. Tal vez foll/arla no era una mala idea. Al menos así
dejaría de pensar.
—Pensé
que me habías dejado—dijo ella finalmente, con voz baja y ronca por la
emoción.—Durante mucho tiempo, pensé que simplemente te habías ido. Al
principio, dolió, pero tenía al bebé…—su voz se interrumpió mientras los
brazos de él se tensaban a su alrededor.
Todo
en Nicholas se hizo pedazos otra vez ante el dolor de su voz. Él
enterró su cabeza en su pelo y libró la emoción que lo rasgaba.
—Pude
haber sobrevivido con nuestro bebé, Nicholas—murmuró.—Soñé con un
pequeño niño que se parecía a ti y reía como lo haces tú—él podía oír la
pena, profunda en el alma, los sueños que ella había enterrado tan
profundamente dentro de ella.—Morí en esos laboratorios, Nicholas. No
puedes resucitar algo que ya no alberga vida.
Nicholas
sacudió su cabeza, la sombra de una sonrisa cruzó sus labios. Si,
jod/ida lógica femenina, pensó, y no por primera vez. Y la de esta mujer
seguro que iba a volverle loco.
—Miley,
cariño, estoy seguro de que te crees cada una de las palabras que salen
de tu boca—finalmente dijo.—Pero ésa es la mie/rda más grande que
alguna vez oí en mi vida.
Ella se tensó y se habría levantado de su pecho si él no la hubiese mantenido quieta.
—Quédate
donde estás antes de que llene tu boca con mi po/lla, así no tendría
que escuchar más tonterías—le advirtió.—Muerta. Si estuvieras
muerta, Miley, entonces no te dolería. No estarías herida. Y no te
importaría nada lo caliente y excitado que yo pueda estar, o si esa
maldita hormona que has metido en mí puede o no herirme. No te
preocuparías jod/idamente de mí, te irías y acabarías con esto.
Él
podía sentir la ira creciendo en ella. Mejor la ira que esa maldita
certeza de que no había amor dentro de ella. Él no aceptaría eso. Él no
la dejaría aceptar eso.
—Eres
un imbécil, Nicholas—se apartó dando tumbos, alejándose de él, sus ojos
brillando intensamente de furia.—¿Crees que siempre tienes razón? No
has sobrevivido estos años conmigo…
—Debería
haberlo hecho—gruñó detrás de ella, sorprendido de lo rápido que su
lujuria estaba empezando a crecer ahora.—No estaba con contigo por tu
elección, Miley. Tú optaste por no dejarme saber. Tú fuiste la que
decidió dejarme creer que estabas muerta. Tú, cariño, así que no trates
de culparme a mí por no estar junto a ti.
—Oh
sí, debería haber llamado.—Oh, hola, Nicholas, nene, sobreviví al fuego
y aborté involuntariamente a nuestro bebé. ¿Vendrías a foll/arme de
nuevo, incluso si creo que me mentiste y me dejaste para comenzar de
nuevo?——dijo ella dura, sarcásticamente.—Ni hablar, semental.
Semental. Su po/lla tembló. Él le mostraría a su semental.
—Eso habría funcionado para mí—dijo, observándola cuidadosamente.
Su
rostro estaba sonrosado, sus ojos brillando intensa, peligrosamente.
Pero él podía ver su excitación creciendo, el sudor que humedecía su
frente, sus rosados pezones duros. Su boca se hacía agua por cubrirlos,
chuparlos, oírla gritar y rogar por su po/lla.
—Me
apuesto algo a que sí—lo abofeteó y tan rápido como lo hizo él se
movió, empujándola hacia la cama, restringiendo sus manos contra el
colchón y montando sobre ella a horcajadas.—Quítate de mí, imb/écil
redomado. Merinus está en lo cierto; eres un est/úpido, simple y
llanamente. No merece la pena hablar contigo.
—Entonces
no hables—dijo él furioso.—Porque, demonios si tiene algún sentido para
mi lo que dices cuando hablas. Da un buen uso a esa boquita inteligente
y bésame en lugar de eso.
—No—ella trató de hacerse hacia adelante, una última débil protesta antes de que él pudiera inclinarse hacia ella.
Los
ojos de él se estrecharon por largos segundos, oscureciéndose más
mientras ella miraba la enojada determinación surgir en su expresión. Él
la empujó hasta que ella se reclinó de nuevo, acercándose a ella, su
po/lla apuntando a la convulsionante entrada de su co/ño.
—Por
ahora. Sólo esto por ahora—su voz estaba consumida con la lujuria.—No
estoy tomando—él jadeó con dureza.—Estoy dando. Mira, gatita, mírame
dar.
Los ojos de ella
bajaron hacia sus muslos abiertos, agrandándose cuando la cabeza de su
po/lla abrió los resbalosos labios de su co/ño.
—Nicholas…—ella
levantó sus caderas, subiendo sus pies hasta que descansaron en el filo
del sillón, abriéndose más, permitiéndole mirar mientras él empezaba a
hundirse en las ardientes profundidades de su co/ño.
—Mira
qué bonito—los pulgares de él abrieron los rosados pliegues hasta que
ella pudo sentir la cabeza de su erección estrechando la pequeña entrada
de su vag/ina mientras él empezaba a empujar dentro de ella.—El más
ajustado, más caliente pequeño co/ño en el que he estado, Miley.
Succióname hasta donde pueda llegar.
Ella
se agarró los tobillos con una sujeción desesperada. Ella no podía
tocarlo, no podía permitirse esa debilidad. Su cabeza se giró hacia el
respaldo del sillón, sus caderas agitándose cuando él empezó a
adentrarse en ella.
—Más—ella
estaba jadeando mientras él se movía lentamente, haciéndola sentir cada
centímetro de sus tejidos abrirse alrededor de la ancha cabeza.
Ella
podía sentir la protesta de los músculos no usados dando paso a la
amplitud dura como el acero. La codiciosa capa de fluido facilitó el
camino dentro de ella, el pulso de la satinada cabeza de la po/lla
mientras entraba en el angosto canal.
—No—él
estaba respirando con dureza, tomándola tan despacio que ella estaba
temblando, sus caderas sacudiéndose mientras las manos de él sostenían
las de ella, manteniéndolas en sus tobillos.—No quieres besarme, no me
dejas lamer tu suave co/ño, así que ahora voy a hacerlo así.—Su voz era
oscura, tan rasposa que acariciaba los sentidos de ella como una amante
mano firme.
Él la
estaba matando. Estrechándola poco a poco, haciendo que las paredes de
su co/ño tuvieran espasmos y se flexionaran con codicia extática
mientras él trabajaba despacio hacia adentro.
—Maldición,
gatita, eres tan bonita—sus ojos estaban brillantes, su rostro empapado
de sudor, sus largas pestañas eran picos húmedos mientras él la
miraba.—No hay nada más sexy que ver a tu dulce co/ño tomarme.
¿Recuerdas eso, Miley? ¿Recuerdas lo sexy que fue la primera vez? Es
aún más caliente ahora. Lo juro, creo que estás más estrecha que nunca.
El
sudor corría en surcos lentos por los lados de su cara, a lo largo de
las cicatrices de su pecho cuando él de repente entró en ella hasta la
empuñadura. Miley saltó contra él, luchando por respirar mientras su
co/ño se ajustaba alrededor de la poco familiar anchura.
Ella
lo miró, gimoteando por lo profundo que él la llenaba, necesitando que
él la tomara violentamente, que golpeara su carne tan fuerte y profundo
dentro de ella como fuera posible.
—Por favor—ella casi lloraba por la necesidad.
Él sonrió tensamente.
—Sé
cómo lo necesitas, Miley. Sé lo que necesitas. Ríndete ante mí y lo
tendrás ahora. Niégamelo y esperarás hasta que yo no pueda aguantar para
tenerlo.
Sus ojos se agrandaron
—¿Qué?—ella
lloriqueó, sus caderas tirando, luchando por la fricción que ella
necesitaba mientras él movía sus caderas en círculos ajustados, duros,
machacando la cabeza de su po/lla contra la cerviz aferrada.
—Sólo
un beso—él le canturreó suavemente mientras el nudo de necesidad se
estrechaba en su matriz.—Dame tu beso, Miley, y te jod/eré hasta que
estés gritando porque no sabes si es placer o dolor.
Su beso, su destrucción.
—Nicholas,
no me hagas esto—ella podía sentir las lágrimas agolpándose en sus
ojos, su cuerpo fuera de control, su co/ño contrayéndose alrededor de su
po/lla mientras él se deslizaba despacio hacia la entrada de nuevo
antes de regresar despacio, abriéndola toda de nuevo.—Por favor, duele,
duele tanto—ella estaba llorando e impotente para detenerlo. Los toques
en su matriz la estaban matando. Cuanto más la provocaba, más duros se
hacían.
Los ojos de él
bajaron a su abdomen, mirando las duras convulsiones de los músculos
cada vez que su po/lla golpeaba contra su cerviz.
—Lo
siento—ella gritó, la emoción y el miedo abrumándola.—Lo siento,
Nicholas. No puedo. No puedo darte lo que quieres. No puedo…
Él
maldijo. Un bajo, horrible sonido de aceptación desolada antes de que
él saliera de su cuerpo. Antes de que ella pudiera gritar en protesta él
la empujó hacia delante, la giró, la sostuvo contra el sillón y
embistió hasta el fondo.
La
espalda de ella se arqueó mientras un grito se arrancaba de su
garganta. Ahora su po/lla era una longitud de éxtasis dura como el
hierro arremetiendo en ella. Sus manos agarraron las caderas de ella,
casi lastimando con su fuerza mientras él la jod/ía tan duro y rápido
que ella juró que él chocaría contra su misma matriz. Y aún ella
necesitaba más. Ella chilló con necesidad mientras empujaba hacia atrás
en cada golpe, llevándolo más duro, más profundo, sintiendo su orgasmo
estrecharse en su matriz con cada empuje.
—Maldita
seas—él se inclinó sobre ella, sus dedos metiéndose entre sus muslos.
Localizando el duro e hinchado capullo de su clít/oris, él empezó a
frotarlo con caricias firmes y destructoras mientras arrasaba con el
tierno canal de su co/ño.
Ella
estaba muriendo. Miley sintió su cuerpo tensarse, sintió el fuego
hacer erupción en su matriz, y entonces explotar tan duro y rápido que
ella no pudo hacer nada sino aullar dentro de la tormenta que la estaba
arrollando.
—Sí.
Jod/er, sí. Miley. Córrete por mí, nena. Sí. Oh nena…—él la estaba
llenando. Chorreando dentro de ella mientras continuaba cabalgándola a
través de su orgasmo, cada lance enviándolo hasta las mismas
profundidades de su co/ño mientras él disparaba un río de espesa semilla
caliente a la boca de su matriz antes de retroceder y regresar hacia
delante por otro.
El
cuerpo de ella lo estaba absorbiendo. Su orgasmo la atravesó, sacudiendo
sus huesos y dejándola débil, exhausta, mientras yacía en los cojines
del sillón. Los músculos de su co/ño se flexionaron, ordeñaron la carne
de él mientras se mantenía en lo profundo para un último chorro de
descarga y se colapsaba sobre ella.
—Esto
no funcionará por mucho—él le advirtió.—Tú sabes que no, Miley.
Necesitas más que sólo la po/lla y la semilla caliente. Tu cuerpo y tu
mente necesitan más. No lo puedes negar por siempre.
Ella
sacudió su cabeza, temblando ante la verdad de sus palabras. Ella haría
que fuera suficiente. Si esto era todo lo que ella tendría, entonces
sería suficiente.
Él se retiró de ella despacio, su carne reblandecida saliendo de la sujeción de ella mientras él exhalaba con dificultad.
—¿Estás bien ahora?—su mano pasó suave sobre las curvas del trasero de ella.
Ella
asintió rápidamente. Tenía que alejarse de él. Tenía que tener un
minuto para entender exactamente qué había pasado y dónde ella había
perdido cada medida de sentido común que poseía.
—¿Necesitas
más?—ella podía sentir el hambre que palpitaba en su voz. Su co/ño
gritaba que sí. Su cabeza rogaba que no. Ella sacudió su cabeza, sus
dedos clavados en los cojines del sillón.
—Bien—su
voz era dura, desolada.—Ve a la consulta del doctor mañana a primera
hora. Allá te veré. Puedes esconderte de mí todo lo que quieras, pero
maldita sea si tu salud sufre por eso.
Él
se estaba vistiendo. Ella podía escucharlo detrás de ella mientras ella
permitía a su cuerpo acomodarse contra el suelo, su cabeza descansando
en el sillón lejos de él. No podía mirarlo, no podía enfrentar lo que
acababa de permitir que sucediera.
—Maldita
seas por ser tan necia—él finalmente maldijo.—Si me necesitas, Miley, sabes dónde encontrarme—la mezcla de sarcasmo y furia la
tenían temblando con temor.
Ella
a propósito no había realmente presionado a Nicholas en los pasados
seis meses. Lo había dejado hacer sus comentarios de listo, lo había
dejado atormentarla con su presencia y sus frases continuamente
enojadas. Pero no había contestado. No le había contestado porque sabía
que, cuando lo hiciera, ella dispararía la dominancia que él tenía tan
estrechamente controlada. La dominancia que ella acababa de disparar con
su negativa a compartir el calor con él. Con su negativa a ceder a las
necesidades que se rebelaban a través de su cuerpo.
La
puerta de la habitación se cerró tras él cuando se fue, dejándola
desnuda, los jirones de su bata colgando de un hombro, la semilla de él
escurriendo de su aporreado co/ño. Pero el dolor se había ido. Al menos,
por ahora.
Miley pataleó desde los
laboratorios del sótano ya tarde a la mañana siguiente después del
intenso examen y del proceso ritual de extracción de sangre que había
hecho Martin. El hombre tenía que ser parte vampiro para necesitar toda
esa sangre.
Prescindiendo
del ascensor subió rápidamente el corto trecho de las escaleras,
saliendo justo más allá de la amplia entrada y directamente a través de
la cocina.
—Lo prometiste—escuchó la grave y acongojada voz de Cassie.
—Sé
que lo prometí, chiquilla—Nicholas dijo con suavidad, su voz vagando
hacia el pasillo.—Pero Dash y mami tuvieron que moverse de nuevo. Nos
llamarán tan pronto se acomoden. Lo prometo, todo está bien, pero
necesitamos asegurarnos de que estarán seguros también.
—Pero necesito a mi mami—Cassie le dijo con lógica irrefutable.—El hada la extraña.
Miley su tonta huida hacia el peligro el día anterior.
—Y
el hada tiene buena razón de extrañarla—Nicholas dijo gentilmente, su
normalmente rasposa voz suave como el terciopelo.—De cualquier forma se
dirigirán a casa en un día más o menos. Envié a Merc y a Tanner sólo
para ayudar a Dash a cuidar a tu mami. Les dije, no importa lo que pase,
se pondrán delante de la mami de Cassie, y ellos dijeron que lo harían.
¿Piensas que dejarían que le pasara algo?
Miley inclinó su cabeza, sus ojos cerrándose mientras la voz de él tranquilizaba hasta sus desgastados nervios.
—No—dijo
Cassie vacilante.—Merc y Tanner y Dash la protegerán. Pero yo soy su
niñita, Nicholas. Ella debe arroparme. Y decirme cuando está bien
comerme mi chocolate para que no me duela la barriga…—los ojos de Miley se abrieron de golpe, su corazón encogiéndose con el sonido de
las incipientes lágrimas.
—¿Disculpa?—Nicholas adoptó un tono de falsa ofensa.—¿Has tenido algún dolor de barriga?
Miley sacudió su cabeza. Ellos habían mantenido el chocolate estrictamente fuera de su alcance.
—Bueno, no…
—¿Y no consigues bastante chocolate?—él le preguntó entonces, causando que los ojos de Miley se estrecharan en advertencia.
—Sí.
Esas Oreos son las mejores, Nicholas. Doble chocolate—el suspiro de
felicidad hizo que Miley mirara hacia la puerta sorprendida.
Seguramente Nicholas no estaba pasándole chocolate a esa niña. Él no lo
haría.
—Buena niña. Entonces, ¿cuál es tu veneno? ¿Leche?
—Sí, por favor. Y cuatro galletas esta vez—la niñita contestó.
—¿Cuatro?—su
voz se llenó de risa.—¿Doble chocolate? No lo creo, mi niña. Dos dobles
o cuatro normales. Tú decides. Y no me recuerdes que supuestamente no
debes comer más de una hoy. Podría sentir que necesito seguir
practicando como decir no a las pequeñas niñas astutas.
—Podría llorar—la amenaza de la pequeña niña se encontró con silencio.
—Podrías
llorar más fuerte cuando no haya galletas—él gruñó.—No intentes
chantajearme, pequeña estafadora—Cassie soltó una risita ante su tono
brusco.—Ayudé a criar a Merinus. No puedes salirme con una amenaza que
ella no haya inventado antes. Esa mujer era un terror con dos piernas.
Sólo puedes aspirar a alcanzar su astucia.
—Puedo
hacerlo mejor, pero me gustas. Aunque me hayas nalgueado. Eso no es
entrenamiento de papi, Nicholas—la niñita rió.—Está bien, cuatro
normales ahora. Dos dobles después.
—¿Quién
dijo algo acerca de después? Límite de seis al día, pequeña. Ya te
comiste dos. Y si te escondes de Dawn cuando venga a recogerte, te
cortaré el suministro de raíz. Nalguear podría no ser entrenamiento de
papi, pero la disciplina entra en alguna parte, listilla.
—Chú,
eres tan duro como Mami. ¿Estás seguro de que no eres ya un papi,
Nicholas?—las palabras de la niñita rompieron el corazón de Miley.
—No,
nena, no soy un papi—su tono suave y arrepentido destruyó su
alma.—Vamos, tiempo de galletas antes de que Merrie llegue. Ella curtirá
nuestros traseros si no somos cuidadosos.
—Te
amo, Nicholas—la niñita suspiró.—Pero si no hablo con mi mami pronto,
no vas a tener el suficiente chocolate para sobornarme. Las niñas
pequeñas necesitan a sus mamis.
—Sí, nena, lo hacen—acordó suavemente.—Más que nada, las niñas pequeñas necesitan a sus mamis.
Miley agachó su cabeza, su mano tapando su boca mientras se giraba y se
apresuraba al patio trasero de la casa y al aire de la mañana tardía.
Las lágrimas oprimieron su pecho, congestionaron su garganta. Un golpe
filoso de agonía rompió su alma mientras su vientre pulsaba con pena.
Si
no puedes proteger al hijo de otro, ¿cómo puedes esperar proteger el
tuyo? Las furiosas palabras de él después de la casi muerte de Cassie
aún tenían el poder de atravesar su alma. Él estaba en lo correcto. Ella
debió estar lista para cualquier cosa que Cassie tramara. Todos sabían
lo perfecto que era su oído; ella debió haber pensado, debió haber
atrapado a la niña antes de que atravesara la puerta.
Él
había estado furioso, tan aterrorizado como ella lo estaba cuando
Cassie se le escapó. Miley sabía que sus palabras no tenían intención
de ser tan hirientes como lo habían sido, ni de que los recuerdos
surgieran en ella tan desoladores y negros como lo habían hecho.
Su
hijo. Ella se detuvo a la sombra de uno de los viejos robles, sus manos
presionando su plano abdomen mientras su matriz se convulsionaba por la
necesidad. El calor estaba creciendo de nuevo. Ella no podía concebir,
nunca concebiría debido a su propia torpeza. ¿Acaso era el pago
desdeñoso del destino por no haber protegido al niño que ella había
llevado la primera vez? Ella creía firmemente en el destino, en el pago
ganado por todos y cada uno de los crímenes contra la naturaleza. Y tal y
como ahora el mundo estaba pagando, tal y como la naturaleza demandaba
la supervivencia de las especies que la ciencia había creado, ¿estaba el
destino cobrando su propio pago porque ella no había protegido la vida
que le había sido dada?
—Miley, ¿estás bien?—la voz
de Callan llegó a través de la unidad de comunicación que ella se había
colocado en la cabeza antes de dejar su dormitorio.
Ella
inspiró profundamente. Si él estaba viendo los puntos en los monitores
dentro de la sala de comunicaciones, él sabría dónde estaba ella y se
preocuparía por que ella no se estuviera dirigiendo a la junta que él
había programado.
—Estoy bien—luchó por mantener su voz clara, mantener su respiración calmada.—Estoy en camino.
—Te estaremos esperando, entonces—le respondió quedamente, aunque ella sabía que no lo había engañado.
Demonios,
Doc probablemente le contó acerca de los resultados de las pruebas, lo
cual sólo haría peor las cosas. El incremento de la hormona en su
sistema era dramático. Muy pronto, ella no sería capaz de pelear;
estaría de rodillas rogando a Nicholas que la foll/ara.
Las
hormonas en el sistema de Nicholas, aunque incrementadas, no parecían
afectarlo tan drásticamente como a ella. Aún más preocupante era la
extraña sensibilidad alrededor de su vientre, un ligero hinchamiento en
el área de las trompas de Falopio que se habían vuelto más sensibles.
El
calor estaba cambiando también. La necesidad era mucho más fiera de lo
que había sido en esta fase. Ella debería haber tenido dos semanas más
antes de entrar en la fase completa, y aun entonces, nunca había sido
como esto. Esto iba más allá del dolor.
Más allá del hambre. Era un fuego dentro de ella que sólo la descarga de Nicholas había apagado, y entonces, sólo por un rato.
Ella
tomó aliento con dureza y continuó hacia la sala de comunicaciones y la
junta que Callan había solicitado. El ataque de misiles, seguido tan
cerca por la llegada de Seth Lawrence, estaba preocupándolo igual que a
Nicholas. La información obtenida del atacante del misil había sido todo
menos reconfortante. El saber que alguna persona o grupo desconocido
estaban contratando asesinos para entrar al complejo y matar a Merinus,
Roni y la niña era francamente aterrador. Aumentaba las apuestas en un
juego de por sí peligroso.
* * * *
Nicholas
encendió de nuevo las luces y miró las expresiones en las cuatro
personas reunidas en la oficina improvisada después de un resumen sobre
el asesino que había atacado días antes y de Aaron y Seth Lawrence.
El
asesino era una irritación. Un inepto don nadie que había encontrado
las cuevas que se abrían desde el otro lado de la montaña y llegaban al
territorio de las Especies. Eso se tendría que resolver. Aaron y Seth
eran un asunto más grande. El hijo, Nicholas se inclinaba a confiar en
él. El padre era otro asunto totalmente distinto. Su opinión pública
sobre las Especies era bien conocida, su opinión de que deberían ser
encerrados de nuevo y bien vigilados había sido vocalizada públicamente
varias veces.
—Dobla
los guardias en los bosques—dijo Callan, su voz vibrando con un gruñido
furioso.—Pon a una unidad a buscar otras cuevas en la propiedad, otras
entradas de las que no seamos conscientes. Quien sea que ataque, tendrá
que atravesar nuestro perímetro de seguridad antes de atacar la casa.
Asegurémonos de que no pasará de nuevo. Pon guardias extra en la casa de
huéspedes también. Asegúrate de que la comitiva de Lawrence se quede
quieta.
—Seth no lastimaría a su hermana—Dawn los sorprendió a todos cuando habló.
Su
voz era firme, y llevaba un filo de acero que se había desarrollado
lentamente después de la muerte de Dayan. Sus ojos ámbar los miraron a
todos, las sombras del pasado aún girando en las profundidades, aunque
ya no evitaba los ojos de ellos.
—¿Qué te hace decir eso?—Preguntó Nicholas; su voz, aunque interrogante, tampoco rechazó de inmediato su opinión.
Ella se echó atrás el fleco de suave cabello café claro que caía sobre su frente.
—No
puedo explicarlo—Dawn sacudió su cabeza.—Puedes oler la verdad tan
fácil como una mentira—le dijo, su voz grave.—Él no está mintiendo,
Nicholas.
—Él no es el único aquí, tampoco—Nicholas le recordó.—¿Qué hay de los otros?
Ella parecía sorprendida de que él le preguntara su opinión.
—No sé acerca de los otros—dijo finalmente, nerviosa.—Algunas personas son más fáciles de leer.
Él asintió rápidamente
—Está
bien, entonces tú serás la sombra del hijo, pondré a los otros sobre el
padre y el chofer. Hazme saber qué sientes, Dawn. Estamos todos juntos
en esto. Combinamos nuestras fortalezas y debilidades. Así es como
sobreviviremos.
Él era
consciente del sobresalto de sorpresa de Dawn, la lenta confianza que
se irguió en su mirada mientras lo veía atentamente. Pero la mirada de Miley era una caricia física.
Ella
estaba alucinando por la forma en que él trató a Dawn, pero Nicholas no
estaba de acuerdo con los otros y con su intención de protegerla de
todas y cada una las penurias de la vida. Había sido lastimada muy duro y
demasiado a menudo en el pasado. Protegerla sólo haría daño a la mujer
que lentamente emergía de su concha.
—Eso
es todo—Dijo Nicholas con decisión mientras todos se ponían de pie. Su
mirada se estrechó sobre su pareja.—Excepto para ti—le dirigió a Miley una sonrisa burlona, sardónica a pesar de la excitación
creciente que tensaba su cuerpo.—Aún necesito hablar contigo.
Ella
levantó una ceja. Él no le había hablado desde la noche anterior pero
había notado su nerviosismo e irritabilidad mientras la junta
progresaba. Ella estaba tan caliente que casi resplandecía.
Él
la miró ahora, su mirada tocando sus hinchados senos, sus pezones que
empujaban contra la oscura tela de su uniforme, la forma en que su
mirada, cuando tocó la de él, se volvió hambrienta. Aunque no más
hambrienta que la de él, estaba seguro.
Él
estaba hambriento por el sabor de ella. Su propia lujuria sólo se había
incrementado desde que la había tomado la noche anterior; la necesidad
por el único, oscuro sabor de su beso lo estaba volviendo loco.
—No
pelees con ella, Nicholas—Gruño Callan mientras se movió hacia la
puerta con los otros.—Nos está costando mucho tratar con ella.
Miley apretó los dientes mientras miraba a su líder de manada.
—Eso no es cierto—saltó.
Callan resopló
—Díselo a alguien que no tenga cicatrices por estar peleando contigo, hermanita. Podría creerlo.
Un
pequeño gruñido de advertencia fue su única respuesta mientras Callan
rió por la bajo y dejó la habitación, dejando a Nicholas a solas con
ella. Él había visto la interacción entre hermanos, viendo el afecto, el
lazo familiar entre ellos. Justo como el que él compartía con Merinus.
—¿Qué
quieres?—Miley estaba condenadamente irritable, pensó, justo como
Callan había advertido. Él también sabía que la irritabilidad era uno de
los signos que acompañaban a su creciente calor.
—Bueno,
esa es una pregunta con peso—Nicholas sonrió lentamente mientras la
consideraba.—¿Quieres una lista por escrito o tienes tiempo para una
verbal? Podría ponerme bastante descriptivo verbalmente.
Ella
se ruborizó. Una corriente de suave rosa cubrió su cara mientras
cruzaba sus brazos sobre sus obviamente sensibles senos y lo miraba con
precaución. Ella era en partes iguales inocencia y seducción. Lo volvía
loco ver la fluida sensualidad en cada movimiento, aunque también la
completa inocencia de lo endemoniadamente sexy que estaba mientras lo
miraba con esa cautelosa sorpresa.
La
había foll/ado la noche anterior hasta que ella se corrió, gritando en
los cojines del sillón mientras su estrecho co/ño se apretaba en su
po/lla bramante. Él no la había besado. No había probado el calor
líquido que corría entre los muslos de ella y ahora él estaba hambriento
por eso. No esperaría mucho más.
subi en mi otro blog por favor pasen y digan si les gusta http://ihopefinditnovelasniley.blogspot.com/2013/01/perfecta-cap40.html