Ella era la esposa de otro
hombre ahora. Llevaba a un niño, sería madre y se enfrentaría a más
peligro del que él alguna vez pudo haber visualizado. Pero ella era
todavía la niñita a la que él había sobornado con chocolate. La joven
mujer a la que había sostenido cuando lloraba por la pérdida de la madre
de ambos. La misma que le había llamado imbécil la mayor parte de su
vida. Luchó para no apretarla demasiado fuerte mientras sus brazos la
rodeaban.
Él sintió el
olor de polvo de bebé y chocolate durante un momento. Los aromas que
habían sido únicos en Merinus cuando era niña. Un precoz manojo de
energía que se había metido en más problemas de los que siete hombres
habían podido mantenerla alejada.
Él besó su frente amablemente antes de empujarla hacia la puerta.
—Vete dentro. Necesitas descansar o aterrorizar a Callan. No estar aquí fuera analizando mi cabeza.
Ella no se rió como él esperaba, y tampoco se fue hacia la casa.
—Estoy
asustada, Nicholas—dijo suavemente mientras le miraba preocupada, con
sus manos descansando protectoramente sobre el monte de su
estómago.—Estoy asustada por ti. No puedes seguir así, y tampoco puede Miley. Quiero que nuestro hijo esté a salvo; que nuestras vidas
tengan algo de paz. Hasta que esta cosa entre tú y Miley se resuelva,
eso no va a pasar.
—Dale
algo de tiempo, Merinus—le dijo él gentilmente.—Vete dentro. Necesito
encargarme de algunas cosas antes de irme a la cama yo también. Estoy
derrotado.
Sin embargo, dormir era la última cosa en su mente.
—Buenas
noches, Nicholas—dijo Merinus suavemente.—Si tienes la oportunidad,
vete a ver a Cassie pronto. Está destrozada por la idea de que estés
enfadado con ella. Está convencida de que ha salvado vidas. Y sólo es
una niña pequeña.
Ella
posiblemente había salvado vidas. La de él y la de Lawrence. Si no
hubiera sido por la alerta de que Cassie estaba corriendo hacia ellos,
él hubiera estado en la línea de fuego cuando las balas empezaron a
volar. Sólo la alerta y su intento de interceptar a la niñita habían
salvado su propia vida.
—Iré
a verla pronto—prometió, endureciéndose él mismo contra las lágrimas
que sabía que vería en los ojos de la pequeña niña y su ruego por su
mami.
—Merc y Tanner
se irán por la mañana hacia la posición de Dash y Elizabeth. Instalaré a
Cassie con Dawn si está bien. Creo que les irá bien juntas—le dijo
Merinus suavemente.
La
ausencia de Merc y Tanner dejaría una debilidad dentro del grupo como
un todo; él sólo podía esperar que la situación en California se
resolviera sola pronto.
—Dawn
es una buena opción—estuvo de acuerdo.—Afortunadamente no tendremos más
visitantes sorpresa para colocar a Cassie en reacciones como la de hoy.
Todavía no puedo imaginarme por qué se metió a sí misma en una
situación tan malditamente loca.
—Porque
su hada se lo dijo—dijo Merinus con preocupación.—Y eso, Nicholas, me
aterra. Se está metiendo demasiado dentro de sí misma y en ese asunto
del hada. Tenemos que hablar de eso con su madre cuando la recojan. Va a
acabar lastimandose.
O ponerle a él al borde de la locura. Miley ya lo tenía tambaleándose; Cassie perfectamente podría empujarle del todo.
—Discutiré eso con Dash también—prometió Nicholas.—Adelante, veré a Cassie pronto.
Él
vio como Merinus entraba en la casa, una sombra oscura, pesada por el
niño y rica por la vida. Sacudió la cabeza antes de seguirla y subir
rápidamente las escaleras hacia la habitación de Cassie. Postergarlo no
lo haría más fácil.
Él
abrió la puerta del dormitorio de la niña, encogiéndosele el corazón
ante la vista de ella doblada en la mitad de la gran cama, sus ojos
azules cautivos mientras le miraba fijamente, con lágrimas cayendo por
su cara.
—Hey, cachorra—saludó suavemente mientras se movía y se sentaba en el borde de la cama.—¿Quieres que me vaya?
Ella sacudió su cabeza con fuerza.
—Lo
siento, Nicholas—su respiración estaba entrecortada por las
lágrimas.—Tenía que decírtelo. Puedes zurrarme todo el tiempo, pero
tenía que hacerlo.
Maldición, ella iba a ser todo un elemento cuando creciera, pensó él, terca como el infierno.
—Siento
haberte zurrado—él la miró fijamente, con el corazón roto al pensar en
la zurra que le había dado a su trasero.—Me aterrorizaste, Cassie. No sé
si hubiera podido seguir con mi vida si te hubiera pasado algo.
Ella asintió lentamente.
—Lo
sé, Nicholas. Pero eso es lo mismo que yo pienso. Estaría siempre
llorando si tú fueras herido. Y Miley también lloraría. Ella llora
demasiado. Casi tanto como lo hago yo por las noches.
Él la miró sorprendido.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque
la puedo oír cuando toda la casa está en silencio y ella sale fuera a
su balcón—susurró ella.—A veces, suena como si le doliera horriblemente,
también, Nicholas. Creo que su corazón está roto, como el mío cuando
pensé que mi mami no podría salvarme de ese hombre malo.
Las
habitaciones estaban insonorizadas en su mayor parte, cortesía del
Consejo. Pero a Cassie le gustaba abrir la puerta la rendija que
permitían los cerrojos de seguridad. Si Miley estaba en su balcón,
algunas habitaciones más allá, era fácil para Cassie oírla.
—Creo
que deberías decirle que ya no estás más enfadado con ella, Nicholas—la
pequeña niña dijo, solemnemente.—Heriste sus sentimientos realmente
mucho.
Él había herido mucho más que sus sentimientos, y lo sabía.
—Ven aquí y dame un abrazo. Me aseguraré de que Dawn te dé una galleta mañana. Pero eso es todo. Una. Has roto las normas.
Ella saltó a sus brazos, abrazándole fuertemente y plantando un sonoro beso en su mejilla.
—Mi
mami lo acabará todo pronto—susurró ella en su oreja.—Y mi papi Dash
necesitará que yo vaya con él realmente rápido, para que mami esté
feliz. Tienes que arreglarte con Miley, Nicholas. No quiero que estés
solo cuando me vaya. Mi hada se preocupa por ti.
El
se puso rígido, viendo como ella se acurrucaba de nuevo bajo las
mantas, mirándole con ojos que eran demasiado ancianos, demasiado
conocedores.
—Cassie, sobre esa hada—dijo con vacilación.
—Tú
tienes también tu hada, Nicholas—le dijo ella, su voz infantil
contradiciendo el conocimiento en sus ojos.—A veces la veo. Tiene todo
ese precioso pelo negro que parece una nube alrededor de su cara. Es
como el pelo de Merinus. Y tiene ojos azules, y huele realmente a rosas.
No como el perfume. El olor real.
El
se paró. A pesar de la fiebre que le hacía correr hacia Miley, del
peligro que podía sentir acercándose y sus propias preocupaciones sobre
Cassie, no pudo detener el asombro que llenó su sistema. Su madre olía a
rosas. El olor real de las rosas. Las que ella amaba tanto que todavía
llenaban el patio delantero de la casa de su padre.
—Rosas, ¿eh?—preguntó, suavemente.
—Ella
te hablará si le dejas—dijo Cassie con suavidad, sus ojos cerrándose
por el sueño ahora.—Porque ella te ama. Igual que mi hada me ama a mí…
Nicholas
se puso de pie, sacudiendo su cabeza confusamente. Demonios, esa niña
podría destruir ejércitos si se lo proponía. Respiró profundamente,
remetió las sábanas alrededor de ella y salió de la habitación.
Tenía una cita con su compañera.
Miley pudo retrasar el dolor
hasta tarde esa noche. Aunque ella sabía que venía. Tenía suficiente
experiencia con los síntomas del calor de apareamiento para saber qué
pasaría.
Después del
explosivo episodio en el cobertizo de armas, el resto del día estuvo tan
ocupado, tan lleno con la lucha por sobrevivir que ella fue capaz de
dirigir todos sus sentidos a su trabajo, en vez de a la incrementada
excitación que empezó a formarse. Pero cuando cayó la oscuridad y el
agotamiento tiraba de su cuerpo, le pegó más duro que nunca.
Su
útero se contraía dolorosamente. Vida. Ella podía sentir su cuerpo
gritando por el pulso de vida del semen de Nicholas derramándose en
ella, su po/lla latiendo, hinchándose dentro de ella, chorreando dentro
de ella. Ella no quería sus dedos, quería su gruesa erección. Ella
quería todo de él, viniendo sobre ella, sujetándola, tomándola con
erótica furia.
Ella
gimió mientras paseaba por su habitación; su carne estaba casi
electrificada, demasiado sensible y necesitada de su toque. Ella se
había quitado el uniforme más temprano, se duchó y vistió con el suave,
ligero algodón de una de las largas batas que ella prefería usar. El
material estilo túnica caía hasta sus pies, con largas aperturas que
llegaban hasta sus rodillas y le daban libertad de movimiento.
El
corpiño flotaba sobre sus senos, rozando sus pezones gentilmente
mientras los pequeños tirantes sobre sus hombros lo mantenían en su
lugar. Entre sus muslos, sus jugos empapaban las pequeñas bragas que
ella vestía. Casi haciéndolas inútiles. Su co/ño estaba tan resbaladizo
que ella sabía que chuparía la po/lla de Nicholas hasta sus
profundidades en segundos.
Ella
cerró los ojos mientras se acostaba en el sillón de su sala de estar,
su cabeza acomodada en el grueso brazo, sus muslos apretados. Sus senos
estaban torturados, duras curvas de calor radiante tenían a sus pezones
casi saltando a través del material de la oscura bata.
Su
lengua estaba palpitando, hinchada y a cada rato ella podía sentir y
probar el pulso de la odiada hormona en su boca. Escupirla no ayudaba;
ella lo había intentado antes. No había nada que ella podía hacer
excepto sufrir por las noches y mantenerse tan lejos de Nicholas como
fuera posible cuando se volvía tan intenso.
Debería
haberse mantenido alejada de él anoche y corrido duro y rápido esta
tarde. El recuerdo de su po/lla entrando en su boca, palpitando contra
su lengua, tan dura y caliente, la tuvo mordiendo un gemido de hambre
abrumadora. Lo habría chupado hasta terminar si él no hubiera estado tan
débil.
Había estado
poseída, tan hambrienta por el sabor de su semilla chorreando en su boca
que había perdido su cordura. En su lugar, había perdido el control. No
había sido más fuerte esta tarde.
Odiaba
esto. Envolvió sus brazos a través de sus senos, poniendo su cuerpo en
una posición fetal mientras luchaba contra la necesidad de ir hacia él.
Él era su compañero, su mente gritaba en protesta por su negación. Ve a
él.
Sacudió su cabeza.
No lo haría. No podía. El calor duraba un mes para ella; no tenía idea
de cuánto tiempo afectaría a Nicholas, qué le haría a él. Él casi había
muerto por ella una vez. Ponía su vida en riesgo por la familia de ella a
diario. No podía enfrentarse a la idea de que él podría ser herido
nuevamente, en formas que ella no podía anticipar.
Sentándose
con un gruñido, pasó sus dedos por su cabello húmedo y luchó por alejar
a él de su mente—los bronceados contornos de su musculoso cuerpo, la
gruesa longitud de su miembro, sus labios mientras susurraban sobre los
de ella y su erección empujando dentro de su codicioso co/ño. Sus manos,
sosteniéndola mientras la jod/ía con embates duros, profundos.
—Oh demonios…—susurró, maldiciendo su hambre cuando un corto y abrupto toque sonó en la puerta.
Levantando
su cabeza miró con resignación cuando la puerta se abrió y Nicholas
entró. Sus ojos se agrandaron con alarma mientras miraba el cicatrizado
pecho, después más abajo a los ondulados músculos de su abdomen y la
tensa longitud de su erección levantando una tienda en los pantalones de
gimnasia que él usaba. Él cerró la puerta, colocando el cerrojo en su
lugar.
—Dios, no me
hagas esto—ella sacudió su cabeza desesperadamente mientras él empujaba
los pantalones grises sobre la carne pulsante y bajo sus poderosos
muslos.
—¿Verte sufrir entonces?—él preguntó quedamente.
—Mejor yo sola que nosotros dos—gimoteó.—Por favor, Nicholas.
—Quítate la bata—él avanzó hacia ella.
Ella no podía respirar por la excitación. Él se veía salvaje, determinado.
—No puedo—ella tembló mientras él se le acercaba, parado frente a ella, su po/lla brillando con el semen goteando en la punta.
Miley se lamió los labios con hambre.
—¿Qué alivia el dolor, Miley?—él le preguntó.—¿Qué lo hace mejor?
Ella
sacudió su cabeza. Nada lo aliviaba, pero ella no podía quitar sus ojos
de la brillante cabeza con forma de seta de su po/lla.
—El
semen de tu compañero lo alivia—le dijo suavemente.—La descarga sexual y
mi semilla derramándose dentro de ti. Puedo darte eso, Miley—él se
acercó mientras los labios de ella se abrían involuntariamente.
—No
puedo forzarte—dijo suavemente.—No voy a forzarte, pero por Dios que
haré que estés tan caliente que no podrás caminar derecha si no lo haces
voluntariamente. No voy a dejarte escapar. Quítate la bata, Miley.
Déjame darte cada gota de lo que necesitas.
Lo
que ella necesitaba era su po/lla golpeando duro y profundo dentro de
ella, bombeando en ella en un orgasmo devastador, su semilla llenando su
hambrienta matriz con rico, potente calor.
—Nicholas…—ella
gimió desesperadamente mientras su lengua recorría sus labios,
humedeciéndolos un segundo antes de que la punta de la erección de él
los rozara.
Con un
grito torturado ella se inclinó hacia delante y envolvió la cabeza con
su boca, succionándola, probando la salada dulzura de su semen en su
lengua mientras se mezclaba con el potente condimento de la hormona que
se liberaba en su boca.
Ah,
Dios. Ella movió su lengua sobre la dura carne, codiciosa por cada
lamida ahora, cada sabor, cada desgarrado gemido de la boca de él
mientras ella empezaba a consumir cada centímetro que presionaba hacia
su garganta. Ella quería más. Necesitaba todo de él. Sus manos agarraron
las caderas de él mientras lo succionaba con fuerza, llenando su boca
pero sin lograr tomar toda la longitud.
—Miley, nena—las manos de él le agarraron el cabello.—Oh sí, gatita, traga mi po/lla. Cómetela toda, nena.
Las
palabras explícitas incendiaron su mente. Antes, durante la noche en
los laboratorios, él se había reprimido. Ella lo había sentido
reprimirse tanto en sus necesidades como en sus palabras. No se estaba
reprimiendo ahora. La estaba tomando, mostrándole el hombre que era y la
necesidad vibrando en su cuerpo.
Miley tomó la amplia cabeza profundamente en su boca, su lengua trabajando en
el sensible lado inferior mientras trataba de abrir su garganta para
él. Él estaba empujando dentro y fuera con largos, controlados empujes,
su respiración dura y pesada, rasposa entre los sonidos sorbientes,
suspirantes de húmeda hambre que salían de los labios de ella.
—Ah
sí. Trágalo, nena—su po/lla estaba palpitando con fuerza, pulsando
contra el fondo de la garganta de ella con cada entrada.—Ordeña mi
po/lla con esa linda boca. Vamos, nena, tómala. Tómalo todo, corazón.
Él
se movía más rápido ahora, más duro, su carne hinchándose en la lengua
mientras ella chupaba y lamía con codicioso abandono hasta que sintió el
primer pulso caliente de fluido cremoso hacer erupción en su garganta.
Las
manos de él estaban enredadas en el cabello de ella ahora,
sosteniéndola cerca, deslizando su po/lla tan profundo como era posible
en su garganta mientras le soltaba chorro tras chorro de caliente
líquido sedoso.
Miley tragó desesperadamente, saboreándolo en su lengua, en su boca, rellena
con el exceso de su descarga mientras él gritaba sobre ella.
Cuando
él retrocedió de sus aún succionantes labios, se agachó. Tomó el
corpiño de su bata con ambas manos y lo arrancó de su cuerpo.
—Nicholas…—su
protesta estaba llena de miedo mientras él se arrodillaba, las manos
tomando los muslos de ella y jalando sus caderas hacia el filo del
sillón.
Él miró hacia la carne desnuda de su montículo, sus labios hinchados con pasión, sus ojos oscureciéndose con lujuria.
—Quiero probarte—él susurró.—Como lo hice antes, mi boca enterrada en tu co/ño, mi lengua llevándote al orgasmo.
Él
la consumiría. El pánico se expandió dentro de ella. Ella estaba tan
húmeda, extremadamente jugosa por su necesidad. Ese fluido contenía la
misma hormona que secretaban las glándulas de su lengua, sólo que menos
potente.
hahhahaha bitch y justo la dejas ahi, cuando va a pasar algo, hahah ok, siguela pronto
ResponderEliminarHola! Perdon que no estuve pasando mucho, pero me habia alejado de blogger por un tiempo, pero ya regrese y me estoy poniendo al dia. Me encanta tu blog, espero que puedas pasar por el mio prontito. Besos
ResponderEliminarMuy Buen capitulo espero la sigas! :)
ResponderEliminarme encantaria qke pasaras a mi bloog tengo una nueva nove y me encantaria qkeee la leyeras! qke tengas buen dia besos