Los ojos de él se estrecharon por largos segundos, oscureciéndose más mientras ella miraba la enojada determinación surgir en su expresión. Él la empujó hasta que ella se reclinó de nuevo, acercándose a ella, su po/lla apuntando a la convulsionante entrada de su co/ño.
—Por ahora. Sólo esto por ahora—su voz estaba consumida con la lujuria.—No estoy tomando—él jadeó con dureza.—Estoy dando. Mira, gatita, mírame dar.
Los ojos de ella bajaron hacia sus muslos abiertos, agrandándose cuando la cabeza de su po/lla abrió los resbalosos labios de su co/ño.
—Nicholas…—ella levantó sus caderas, subiendo sus pies hasta que descansaron en el filo del sillón, abriéndose más, permitiéndole mirar mientras él empezaba a hundirse en las ardientes profundidades de su co/ño.
—Mira qué bonito—los pulgares de él abrieron los rosados pliegues hasta que ella pudo sentir la cabeza de su erección estrechando la pequeña entrada de su vag/ina mientras él empezaba a empujar dentro de ella.—El más ajustado, más caliente pequeño co/ño en el que he estado, Miley. Succióname hasta donde pueda llegar.
Ella se agarró los tobillos con una sujeción desesperada. Ella no podía tocarlo, no podía permitirse esa debilidad. Su cabeza se giró hacia el respaldo del sillón, sus caderas agitándose cuando él empezó a adentrarse en ella.
—Más—ella estaba jadeando mientras él se movía lentamente, haciéndola sentir cada centímetro de sus tejidos abrirse alrededor de la ancha cabeza.
Ella podía sentir la protesta de los músculos no usados dando paso a la amplitud dura como el acero. La codiciosa capa de fluido facilitó el camino dentro de ella, el pulso de la satinada cabeza de la po/lla mientras entraba en el angosto canal.
—No—él estaba respirando con dureza, tomándola tan despacio que ella estaba temblando, sus caderas sacudiéndose mientras las manos de él sostenían las de ella, manteniéndolas en sus tobillos.—No quieres besarme, no me dejas lamer tu suave co/ño, así que ahora voy a hacerlo así.—Su voz era oscura, tan rasposa que acariciaba los sentidos de ella como una amante mano firme.
Él la estaba matando. Estrechándola poco a poco, haciendo que las paredes de su co/ño tuvieran espasmos y se flexionaran con codicia extática mientras él trabajaba despacio hacia adentro.
—Maldición, gatita, eres tan bonita—sus ojos estaban brillantes, su rostro empapado de sudor, sus largas pestañas eran picos húmedos mientras él la miraba.—No hay nada más sexy que ver a tu dulce co/ño tomarme. ¿Recuerdas eso, Miley? ¿Recuerdas lo sexy que fue la primera vez? Es aún más caliente ahora. Lo juro, creo que estás más estrecha que nunca.
El sudor corría en surcos lentos por los lados de su cara, a lo largo de las cicatrices de su pecho cuando él de repente entró en ella hasta la empuñadura. Miley saltó contra él, luchando por respirar mientras su co/ño se ajustaba alrededor de la poco familiar anchura.
Ella lo miró, gimoteando por lo profundo que él la llenaba, necesitando que él la tomara violentamente, que golpeara su carne tan fuerte y profundo dentro de ella como fuera posible.
—Por favor—ella casi lloraba por la necesidad.
Él sonrió tensamente.
—Sé cómo lo necesitas, Miley. Sé lo que necesitas. Ríndete ante mí y lo tendrás ahora. Niégamelo y esperarás hasta que yo no pueda aguantar para tenerlo.
Sus ojos se agrandaron
—¿Qué?—ella lloriqueó, sus caderas tirando, luchando por la fricción que ella necesitaba mientras él movía sus caderas en círculos ajustados, duros, machacando la cabeza de su po/lla contra la cerviz aferrada.
—Sólo un beso—él le canturreó suavemente mientras el nudo de necesidad se estrechaba en su matriz.—Dame tu beso, Miley, y te jod/eré hasta que estés gritando porque no sabes si es placer o dolor.
Su beso, su destrucción.
—Nicholas, no me hagas esto—ella podía sentir las lágrimas agolpándose en sus ojos, su cuerpo fuera de control, su co/ño contrayéndose alrededor de su po/lla mientras él se deslizaba despacio hacia la entrada de nuevo antes de regresar despacio, abriéndola toda de nuevo.—Por favor, duele, duele tanto—ella estaba llorando e impotente para detenerlo. Los toques en su matriz la estaban matando. Cuanto más la provocaba, más duros se hacían.
Los ojos de él bajaron a su abdomen, mirando las duras convulsiones de los músculos cada vez que su po/lla golpeaba contra su cerviz.
—Lo siento—ella gritó, la emoción y el miedo abrumándola.—Lo siento, Nicholas. No puedo. No puedo darte lo que quieres. No puedo…
Él maldijo. Un bajo, horrible sonido de aceptación desolada antes de que él saliera de su cuerpo. Antes de que ella pudiera gritar en protesta él la empujó hacia delante, la giró, la sostuvo contra el sillón y embistió hasta el fondo.
La espalda de ella se arqueó mientras un grito se arrancaba de su garganta. Ahora su po/lla era una longitud de éxtasis dura como el hierro arremetiendo en ella. Sus manos agarraron las caderas de ella, casi lastimando con su fuerza mientras él la jod/ía tan duro y rápido que ella juró que él chocaría contra su misma matriz. Y aún ella necesitaba más. Ella chilló con necesidad mientras empujaba hacia atrás en cada golpe, llevándolo más duro, más profundo, sintiendo su orgasmo estrecharse en su matriz con cada empuje.
—Maldita seas—él se inclinó sobre ella, sus dedos metiéndose entre sus muslos. Localizando el duro e hinchado capullo de su clít/oris, él empezó a frotarlo con caricias firmes y destructoras mientras arrasaba con el tierno canal de su co/ño.
Ella estaba muriendo. Miley sintió su cuerpo tensarse, sintió el fuego hacer erupción en su matriz, y entonces explotar tan duro y rápido que ella no pudo hacer nada sino aullar dentro de la tormenta que la estaba arrollando.
—Sí. Jod/er, sí. Miley. Córrete por mí, nena. Sí. Oh nena…—él la estaba llenando. Chorreando dentro de ella mientras continuaba cabalgándola a través de su orgasmo, cada lance enviándolo hasta las mismas profundidades de su co/ño mientras él disparaba un río de espesa semilla caliente a la boca de su matriz antes de retroceder y regresar hacia delante por otro.
El cuerpo de ella lo estaba absorbiendo. Su orgasmo la atravesó, sacudiendo sus huesos y dejándola débil, exhausta, mientras yacía en los cojines del sillón. Los músculos de su co/ño se flexionaron, ordeñaron la carne de él mientras se mantenía en lo profundo para un último chorro de descarga y se colapsaba sobre ella.
—Esto no funcionará por mucho—él le advirtió.—Tú sabes que no, Miley. Necesitas más que sólo la po/lla y la semilla caliente. Tu cuerpo y tu mente necesitan más. No lo puedes negar por siempre.
Ella sacudió su cabeza, temblando ante la verdad de sus palabras. Ella haría que fuera suficiente. Si esto era todo lo que ella tendría, entonces sería suficiente.
Él se retiró de ella despacio, su carne reblandecida saliendo de la sujeción de ella mientras él exhalaba con dificultad.
—¿Estás bien ahora?—su mano pasó suave sobre las curvas del trasero de ella.
Ella asintió rápidamente. Tenía que alejarse de él. Tenía que tener un minuto para entender exactamente qué había pasado y dónde ella había perdido cada medida de sentido común que poseía.
—¿Necesitas más?—ella podía sentir el hambre que palpitaba en su voz. Su co/ño gritaba que sí. Su cabeza rogaba que no. Ella sacudió su cabeza, sus dedos clavados en los cojines del sillón.
—Bien—su voz era dura, desolada.—Ve a la consulta del doctor mañana a primera hora. Allá te veré. Puedes esconderte de mí todo lo que quieras, pero maldita sea si tu salud sufre por eso.
Él se estaba vistiendo. Ella podía escucharlo detrás de ella mientras ella permitía a su cuerpo acomodarse contra el suelo, su cabeza descansando en el sillón lejos de él. No podía mirarlo, no podía enfrentar lo que acababa de permitir que sucediera.
—Maldita seas por ser tan necia—él finalmente maldijo.—Si me necesitas, Miley, sabes dónde encontrarme—la mezcla de sarcasmo y furia la tenían temblando con temor.
Ella a propósito no había realmente presionado a Nicholas en los pasados seis meses. Lo había dejado hacer sus comentarios de listo, lo había dejado atormentarla con su presencia y sus frases continuamente enojadas. Pero no había contestado. No le había contestado porque sabía que, cuando lo hiciera, ella dispararía la dominancia que él tenía tan estrechamente controlada. La dominancia que ella acababa de disparar con su negativa a compartir el calor con él. Con su negativa a ceder a las necesidades que se rebelaban a través de su cuerpo.
La puerta de la habitación se cerró tras él cuando se fue, dejándola desnuda, los jirones de su bata colgando de un hombro, la semilla de él escurriendo de su aporreado co/ño. Pero el dolor se había ido. Al menos, por ahora.
Miley pataleó desde los laboratorios del sótano ya tarde a la mañana siguiente después del intenso examen y del proceso ritual de extracción de sangre que había hecho Martin. El hombre tenía que ser parte vampiro para necesitar toda esa sangre.
Prescindiendo del ascensor subió rápidamente el corto trecho de las escaleras, saliendo justo más allá de la amplia entrada y directamente a través de la cocina.
—Lo prometiste—escuchó la grave y acongojada voz de Cassie.
—Sé que lo prometí, chiquilla—Nicholas dijo con suavidad, su voz vagando hacia el pasillo.—Pero Dash y mami tuvieron que moverse de nuevo. Nos llamarán tan pronto se acomoden. Lo prometo, todo está bien, pero necesitamos asegurarnos de que estarán seguros también.
—Pero necesito a mi mami—Cassie le dijo con lógica irrefutable.—El hada la extraña.
Miley su tonta huida hacia el peligro el día anterior.
—Y el hada tiene buena razón de extrañarla—Nicholas dijo gentilmente, su normalmente rasposa voz suave como el terciopelo.—De cualquier forma se dirigirán a casa en un día más o menos. Envié a Merc y a Tanner sólo para ayudar a Dash a cuidar a tu mami. Les dije, no importa lo que pase, se pondrán delante de la mami de Cassie, y ellos dijeron que lo harían. ¿Piensas que dejarían que le pasara algo?
Miley inclinó su cabeza, sus ojos cerrándose mientras la voz de él tranquilizaba hasta sus desgastados nervios.
—No—dijo Cassie vacilante.—Merc y Tanner y Dash la protegerán. Pero yo soy su niñita, Nicholas. Ella debe arroparme. Y decirme cuando está bien comerme mi chocolate para que no me duela la barriga…—los ojos de Miley se abrieron de golpe, su corazón encogiéndose con el sonido de las incipientes lágrimas.
—¿Disculpa?—Nicholas adoptó un tono de falsa ofensa.—¿Has tenido algún dolor de barriga?
Miley sacudió su cabeza. Ellos habían mantenido el chocolate estrictamente fuera de su alcance.
—Bueno, no…
—¿Y no consigues bastante chocolate?—él le preguntó entonces, causando que los ojos de Miley se estrecharan en advertencia.
—Sí. Esas Oreos son las mejores, Nicholas. Doble chocolate—el suspiro de felicidad hizo que Miley mirara hacia la puerta sorprendida. Seguramente Nicholas no estaba pasándole chocolate a esa niña. Él no lo haría.
—Buena niña. Entonces, ¿cuál es tu veneno? ¿Leche?
—Sí, por favor. Y cuatro galletas esta vez—la niñita contestó.
—¿Cuatro?—su voz se llenó de risa.—¿Doble chocolate? No lo creo, mi niña. Dos dobles o cuatro normales. Tú decides. Y no me recuerdes que supuestamente no debes comer más de una hoy. Podría sentir que necesito seguir practicando como decir no a las pequeñas niñas astutas.
—Podría llorar—la amenaza de la pequeña niña se encontró con silencio.
—Podrías llorar más fuerte cuando no haya galletas—él gruñó.—No intentes chantajearme, pequeña estafadora—Cassie soltó una risita ante su tono brusco.—Ayudé a criar a Merinus. No puedes salirme con una amenaza que ella no haya inventado antes. Esa mujer era un terror con dos piernas. Sólo puedes aspirar a alcanzar su astucia.
—Puedo hacerlo mejor, pero me gustas. Aunque me hayas nalgueado. Eso no es entrenamiento de papi, Nicholas—la niñita rió.—Está bien, cuatro normales ahora. Dos dobles después.
—¿Quién dijo algo acerca de después? Límite de seis al día, pequeña. Ya te comiste dos. Y si te escondes de Dawn cuando venga a recogerte, te cortaré el suministro de raíz. Nalguear podría no ser entrenamiento de papi, pero la disciplina entra en alguna parte, listilla.
—Chú, eres tan duro como Mami. ¿Estás seguro de que no eres ya un papi, Nicholas?—las palabras de la niñita rompieron el corazón de Miley.
—No, nena, no soy un papi—su tono suave y arrepentido destruyó su alma.—Vamos, tiempo de galletas antes de que Merrie llegue. Ella curtirá nuestros traseros si no somos cuidadosos.
—Te amo, Nicholas—la niñita suspiró.—Pero si no hablo con mi mami pronto, no vas a tener el suficiente chocolate para sobornarme. Las niñas pequeñas necesitan a sus mamis.
—Sí, nena, lo hacen—acordó suavemente.—Más que nada, las niñas pequeñas necesitan a sus mamis.
Miley agachó su cabeza, su mano tapando su boca mientras se giraba y se apresuraba al patio trasero de la casa y al aire de la mañana tardía. Las lágrimas oprimieron su pecho, congestionaron su garganta. Un golpe filoso de agonía rompió su alma mientras su vientre pulsaba con pena.
Si no puedes proteger al hijo de otro, ¿cómo puedes esperar proteger el tuyo? Las furiosas palabras de él después de la casi muerte de Cassie aún tenían el poder de atravesar su alma. Él estaba en lo correcto. Ella debió estar lista para cualquier cosa que Cassie tramara. Todos sabían lo perfecto que era su oído; ella debió haber pensado, debió haber atrapado a la niña antes de que atravesara la puerta.
Él había estado furioso, tan aterrorizado como ella lo estaba cuando Cassie se le escapó. Miley sabía que sus palabras no tenían intención de ser tan hirientes como lo habían sido, ni de que los recuerdos surgieran en ella tan desoladores y negros como lo habían hecho.
Su hijo. Ella se detuvo a la sombra de uno de los viejos robles, sus manos presionando su plano abdomen mientras su matriz se convulsionaba por la necesidad. El calor estaba creciendo de nuevo. Ella no podía concebir, nunca concebiría debido a su propia torpeza. ¿Acaso era el pago desdeñoso del destino por no haber protegido al niño que ella había llevado la primera vez? Ella creía firmemente en el destino, en el pago ganado por todos y cada uno de los crímenes contra la naturaleza. Y tal y como ahora el mundo estaba pagando, tal y como la naturaleza demandaba la supervivencia de las especies que la ciencia había creado, ¿estaba el destino cobrando su propio pago porque ella no había protegido la vida que le había sido dada?
—Miley, ¿estás bien?—la voz de Callan llegó a través de la unidad de comunicación que ella se había colocado en la cabeza antes de dejar su dormitorio.
Ella inspiró profundamente. Si él estaba viendo los puntos en los monitores dentro de la sala de comunicaciones, él sabría dónde estaba ella y se preocuparía por que ella no se estuviera dirigiendo a la junta que él había programado.
—Estoy bien—luchó por mantener su voz clara, mantener su respiración calmada.—Estoy en camino.
—Te estaremos esperando, entonces—le respondió quedamente, aunque ella sabía que no lo había engañado.
Demonios, Doc probablemente le contó acerca de los resultados de las pruebas, lo cual sólo haría peor las cosas. El incremento de la hormona en su sistema era dramático. Muy pronto, ella no sería capaz de pelear; estaría de rodillas rogando a Nicholas que la foll/ara.
Las hormonas en el sistema de Nicholas, aunque incrementadas, no parecían afectarlo tan drásticamente como a ella. Aún más preocupante era la extraña sensibilidad alrededor de su vientre, un ligero hinchamiento en el área de las trompas de Falopio que se habían vuelto más sensibles.
El calor estaba cambiando también. La necesidad era mucho más fiera de lo que había sido en esta fase. Ella debería haber tenido dos semanas más antes de entrar en la fase completa, y aun entonces, nunca había sido como esto. Esto iba más allá del dolor.
Más allá del hambre. Era un fuego dentro de ella que sólo la descarga de Nicholas había apagado, y entonces, sólo por un rato.
Ella tomó aliento con dureza y continuó hacia la sala de comunicaciones y la junta que Callan había solicitado. El ataque de misiles, seguido tan cerca por la llegada de Seth Lawrence, estaba preocupándolo igual que a Nicholas. La información obtenida del atacante del misil había sido todo menos reconfortante. El saber que alguna persona o grupo desconocido estaban contratando asesinos para entrar al complejo y matar a Merinus, Roni y la niña era francamente aterrador. Aumentaba las apuestas en un juego de por sí peligroso.
* * * *
Nicholas encendió de nuevo las luces y miró las expresiones en las cuatro personas reunidas en la oficina improvisada después de un resumen sobre el asesino que había atacado días antes y de Aaron y Seth Lawrence.
El asesino era una irritación. Un inepto don nadie que había encontrado las cuevas que se abrían desde el otro lado de la montaña y llegaban al territorio de las Especies. Eso se tendría que resolver. Aaron y Seth eran un asunto más grande. El hijo, Nicholas se inclinaba a confiar en él. El padre era otro asunto totalmente distinto. Su opinión pública sobre las Especies era bien conocida, su opinión de que deberían ser encerrados de nuevo y bien vigilados había sido vocalizada públicamente varias veces.
—Dobla los guardias en los bosques—dijo Callan, su voz vibrando con un gruñido furioso.—Pon a una unidad a buscar otras cuevas en la propiedad, otras entradas de las que no seamos conscientes. Quien sea que ataque, tendrá que atravesar nuestro perímetro de seguridad antes de atacar la casa. Asegurémonos de que no pasará de nuevo. Pon guardias extra en la casa de huéspedes también. Asegúrate de que la comitiva de Lawrence se quede quieta.
—Seth no lastimaría a su hermana—Dawn los sorprendió a todos cuando habló.
Su voz era firme, y llevaba un filo de acero que se había desarrollado lentamente después de la muerte de Dayan. Sus ojos ámbar los miraron a todos, las sombras del pasado aún girando en las profundidades, aunque ya no evitaba los ojos de ellos.
—¿Qué te hace decir eso?—Preguntó Nicholas; su voz, aunque interrogante, tampoco rechazó de inmediato su opinión.
Ella se echó atrás el fleco de suave cabello café claro que caía sobre su frente.
—No puedo explicarlo—Dawn sacudió su cabeza.—Puedes oler la verdad tan fácil como una mentira—le dijo, su voz grave.—Él no está mintiendo, Nicholas.
—Él no es el único aquí, tampoco—Nicholas le recordó.—¿Qué hay de los otros?
Ella parecía sorprendida de que él le preguntara su opinión.
—No sé acerca de los otros—dijo finalmente, nerviosa.—Algunas personas son más fáciles de leer.
Él asintió rápidamente
—Está bien, entonces tú serás la sombra del hijo, pondré a los otros sobre el padre y el chofer. Hazme saber qué sientes, Dawn. Estamos todos juntos en esto. Combinamos nuestras fortalezas y debilidades. Así es como sobreviviremos.
Él era consciente del sobresalto de sorpresa de Dawn, la lenta confianza que se irguió en su mirada mientras lo veía atentamente. Pero la mirada de Miley era una caricia física.
Ella estaba alucinando por la forma en que él trató a Dawn, pero Nicholas no estaba de acuerdo con los otros y con su intención de protegerla de todas y cada una las penurias de la vida. Había sido lastimada muy duro y demasiado a menudo en el pasado. Protegerla sólo haría daño a la mujer que lentamente emergía de su concha.
—Eso es todo—Dijo Nicholas con decisión mientras todos se ponían de pie. Su mirada se estrechó sobre su pareja.—Excepto para ti—le dirigió a Miley una sonrisa burlona, sardónica a pesar de la excitación creciente que tensaba su cuerpo.—Aún necesito hablar contigo.
Ella levantó una ceja. Él no le había hablado desde la noche anterior pero había notado su nerviosismo e irritabilidad mientras la junta progresaba. Ella estaba tan caliente que casi resplandecía.
Él la miró ahora, su mirada tocando sus hinchados senos, sus pezones que empujaban contra la oscura tela de su uniforme, la forma en que su mirada, cuando tocó la de él, se volvió hambrienta. Aunque no más hambrienta que la de él, estaba seguro.
Él estaba hambriento por el sabor de ella. Su propia lujuria sólo se había incrementado desde que la había tomado la noche anterior; la necesidad por el único, oscuro sabor de su beso lo estaba volviendo loco.
—No pelees con ella, Nicholas—Gruño Callan mientras se movió hacia la puerta con los otros.—Nos está costando mucho tratar con ella.
Miley apretó los dientes mientras miraba a su líder de manada.
—Eso no es cierto—saltó.
Callan resopló
—Díselo a alguien que no tenga cicatrices por estar peleando contigo, hermanita. Podría creerlo.
Un pequeño gruñido de advertencia fue su única respuesta mientras Callan rió por la bajo y dejó la habitación, dejando a Nicholas a solas con ella. Él había visto la interacción entre hermanos, viendo el afecto, el lazo familiar entre ellos. Justo como el que él compartía con Merinus.
—¿Qué quieres?—Miley estaba condenadamente irritable, pensó, justo como Callan había advertido. Él también sabía que la irritabilidad era uno de los signos que acompañaban a su creciente calor.
—Bueno, esa es una pregunta con peso—Nicholas sonrió lentamente mientras la consideraba.—¿Quieres una lista por escrito o tienes tiempo para una verbal? Podría ponerme bastante descriptivo verbalmente.
Ella se ruborizó. Una corriente de suave rosa cubrió su cara mientras cruzaba sus brazos sobre sus obviamente sensibles senos y lo miraba con precaución. Ella era en partes iguales inocencia y seducción. Lo volvía loco ver la fluida sensualidad en cada movimiento, aunque también la completa inocencia de lo endemoniadamente sexy que estaba mientras lo miraba con esa cautelosa sorpresa.
La había foll/ado la noche anterior hasta que ella se corrió, gritando en los cojines del sillón mientras su estrecho co/ño se apretaba en su po/lla bramante. Él no la había besado. No había probado el calor líquido que corría entre los muslos de ella y ahora él estaba hambriento por eso. No esperaría mucho más.
hahah bitch me va a tocar leer uno por dia, hahha me encanto aunque siempre es un poco confuso
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