martes, 22 de enero de 2013

Catch Me Cap.12

—No necesitas una lista descriptiva, ¿eh?—Preguntó Nicholas con pena mientras ella continuaba mirándolo con una llama de furia.—Bien. Mi principal queja son tus hábitos nocturnos, que hasta ahora no han sido un problema. Pero necesito que empieces a quedarte más cerca de la casa durante la noche en vez de aventurarte por la montaña.
—¿Por qué?—Miley se movió incómoda.
Nicholas podía ver la negación creciendo en sus desconfiados ojos verdes, la necesidad de escapar que estaba creciendo en su cuerpo. Él no podía permitirlo. Casi había tenido un ataque sabiendo que ella se estaba enfrentando al bastardo lanzador de misiles. Y según Merinus, Callan estaba más que preocupado con el incremento del calor, preocupado de que disminuyera su precaución, su habilidad para rastrear y pelear efectivamente.
—Eso debería ser bastante obvio—gruñó mientras se acercaba a ella.—Si hay problemas, necesito que evacues a Merinus, Roni y Cassie. Además, necesitamos asegurarnos de que la manada principal se mantiene intacta sin importar qué. Eso significa que tú también, mi guisante de olor.
Miley hizo una mueca ante el apodo.
—Nicholas, ahórrate la mie/rda—saltó, provocando que él la mirara con divertida sorpresa.—Me quieres aquí para tu conveniencia, nada más. Sigues esperando que si estoy lo suficientemente cerca será más difícil para mí negarme a tu sesión calculada de foll/ar.
Él estaba rezando porque ella lo hiciera. Se preguntó si debería explicarle la diferencia entre una esperanza y un rezo. Entonces decidió que tal vez sería mejor, considerando el lento aumento de furia en su expresión, que se mantuviera fuera de ahí.
Él ladeó su cabeza, mirándola con curiosidad
—Bueno, está esa consideración, compañera—él arrastró las palabras.
—¿Alguna vez has considerado el hecho de que tal vez las hembras no se emparejen realmente?—finalmente le preguntó ella sardónica.—Tal vez cualquier hombre baste cuando pega. Quiero decir, hay tan pocas mujeres, y tantos hombres en esta etapa. Tal vez tengamos que concebir con todos vosotros.
Él se detuvo. Podía sentir la furia pulsando en sus venas de tan solo pensar en eso. Si otro hombre siquiera trataba de tocarla, él perdería toda semblanza de control y trataría de matarlo.
—No lo creo—dijo con los dientes cerrados mientras lo pensaba.—Si ese fuera el caso, estarías fuera foll/ando cualquier cosa con una erección. En vez de eso, estás tan húmeda por mí que apenas puedes caminar sin correrte.
Ella levantó su cabeza, mirándolo con fría burla
—Te estás sobreestimando.
—Y tú estás subestimando mi inteligencia—él saltó.—No cometas ese error, Miley. Si tienes el cerebro que sé que está funcionando en esa caliente cabecita tuya, entonces sabrás que ya revisé cada ángulo sobre este tema. Sé a quién necesitas. Sé que esa pequeña hormona flotando en mi cuerpo que nos une está ahí por una razón. No me presiones en esto.
Ella tragó tensamente.
—Eso no es posible. Fue un beso. Eso es todo.
Nicholas sonrió tenso.
—Uno es todo lo que hizo falta. No niegues que estás más caliente que nunca. Apuesto que tu co/ño está tan malditamente húmedo que podría ahogarme en él cuando ponga mi boca allá abajo.
Su cara ardió en llamas, sus ojos brillando con los fuegos que rugían dentro de ella.
—Detente—ella respiró dura y profundamente mientras se apartaba de él.
—Deja de huir de mí, Miley—susurró suavemente mientras su brazo se enganchaba en la cintura de ella, atrayéndola hacia él.—Ya no te dejaré hacer eso. No hay razón para correr.
—Mira—ella presionó sus manos contra el pecho de él como si fuera a empujarlo.—Te lo dije anoche, no puedo arriesgar esto. Ninguno de nosotros puede. No sabemos qué pasará, Nicholas.
—No me importa qué pasará, Miley—y eso era el final de la línea en lo que a él concernía.—¿No estás cansada de estar lastimada? ¿De estar dolorida? Podríamos calmar el calor, nena.
Él bajó su cabeza, mordisqueando su oreja, dejando a sus labios susurrar sobre la pequeña coraza mientras ella se estremecía en respuesta. Los dedos de ella se enroscaron contra el pecho de él, sus uñas masajeándole a través de la delgada tela de su camisa casi inconscientemente.
—Ambos podríamos arrepentirnos mucho después—su voz era un pequeño y caliente suspiro de necesidad femenina.—No puedo meterme en esto sin más, Nicholas.
—Cariño, ayer chupé cada dulce gota de esa droga de tu lengua y por la noche te fo/llé hasta que explotaste sobre mí—le dijo duramente, sus manos recorriendo su espalda, sobrevolando sus nalgas mientras permitía a sus dedos apretarse en las suaves curvas.—Si eso no era meterse dentro, entonces ¿qué es? Bésame, Miley. No sigas castigándonos así.

Ella estaba respirando tan duro y rápido como él cuando él levantó su cabeza lo suficiente para mirarla. Sus ojos estaban aturdidos, entrecerrados, sus suaves labios rosas separados y brillando con humedad. Él lamió sus propios labios, muriéndose por probarla, por hacer la única cosa que la pondría tan salvaje que los quemaría vivos a ambos.
La mirada de ella se centró en sus labios, volviéndose somnolienta, su rostro suavizándose con pasión mientras los miraba.
—Podría comerte viva—le dijo con gentileza.—Desde tus labios hasta tu co/ño, chupar cada gota de humedad de ellos y entonces ponerte caliente y húmeda otra vez antes de deslizar mi po/lla tan dentro de ti que nunca podrás imaginar rechazarme otra vez. La idea de eso, la necesidad de eso, tenía a su cuerpo en llamas, sin mencionar lo que le estaba haciendo a la erección que palpitaba agónicamente entre sus muslos. Y ella estaba pensando en eso. Él podía ver la lujuria derramándose en sus ojos, suavizándola contra él mientras un gemido escapaba de su garganta.
* * * * *

Miley miró las ardientes profundidades de los ojos de Nicholas, viendo la determinación, la lujuria bramando a través de su cuerpo. Su expresión era tensa, la carne ajustada sobre sus pómulos, sus ojos entrecerrados, sus labios cargados de sensualidad. Él estaba duro y excitado y ella presentía que él se estaba preparando para cambiar drásticamente las reglas del juego al que estaban jugando.
—Éste no es el lugar apropiado para esto—dijo empujando sus hombros.
Si ella pudiera poner distancia entre ellos entonces podría pelear contra los efectos del calor por lo menos durante otro día. Un día podría convertirse en dos, dos en más. Los fuegos hormonales rugiendo en su cuerpo nunca duraban más de un mes; ella ya llevaba dos semanas. Si pudiera mantenerlo lejos por un poco más.
—Es el lugar perfecto para ello.
Él la soltó, pero antes de que ella pudiera recobrar su libertad él estaba junto a la fuerte puerta de acero, echando la llave cuidadosamente antes de girarse hacia ella, sus dedos yendo hacia los botones de su camisa.
—¡Maldición, Nicholas!—ella saltó.—Los sillones no son cómodos para foll/ar. Espera hasta que encontremos una cama.
—Entonces ven a mí cuando esté cerca de una cama—le dijo, su voz corta e impaciente.—Ahora quítate eso, Miley, o estarás usando mi camisa y nada más cuando nos vayamos, porque te arrancaré la ropa.
Una chispeante consciencia surgió a través de su cuerpo; hasta los dedos de sus pies hormiguearon con el tono exigente en su voz.
—Cálmate—siseó.—No voy a dejarte foll/arme aquí. Todos sabrán lo que hicimos cuando nos vayamos.
—Entonces tú puedes foll/arme a mí—gruñó, avanzando hacia ella.—Pero no te irás de aquí hasta que haya disparado cada maldita gota de semilla que está atormentando a mi po/lla en tu co/ño. Así que desnúdate, nena, porque justo ahora mi control está en una rienda muy corta.
La lujuria la golpeó en el estómago. Tenía que ser el calor el que causaba semejante reacción. Si él hubiera dicho algo tan *beep* en cualquier otra ocasión ella lo hubiera pateado. Después de arrancarle los ojos. Pero ahora, sus piernas se debilitaron y su respiración se detuvo ante la exigencia sexual y ella se sintió tan estable como un fideo mientras se movía alrededor del cuarto, tratando de mantener una distancia razonable.
—Has perdido la cabeza—trató de gruñir, de inyectar algo de furia en su voz, pero en su lugar salió sin aliento y jadeante.
Él dejó caer su camisa de sus hombros. Fuertes, anchos hombros. Hombros que se flexionaban con fortaleza y brillaban con salud. Él era un excitado, determinado macho en su cúspide y había decidido foll/ar. Su co/ño dolió ante el pensamiento. La fuerza de las contracciones llenas de necesidad que flexionaban dentro de su vag/ina le advirtió de que no podría pelear tan fuertemente como necesitaba hacerlo.
—He perdido mi paciencia—la corrigió, sus ojos oscureciéndose mientras, de alguna forma, había logrado colocarla más cerca del sillón de lo que ella quería estar.—Voy a dejarte toda desnuda, Miley, y una vez que tenga mis manos sobre ti ambos sabemos que no tardará mucho. Después de que arranque esos pantalones de tus largas y lindas piernas entonces voy a enterrar mi boca tan dentro de tu húmedo co/ño que no habrá una pulgada que no conozca mi toque.
Ella se estremeció. ¿Estremecerse? Demonios, estaba temblando, al borde del clímax sólo por la fuerza de sus palabras.
—Nicholas—dijo, trató de escurrirse alrededor de él antes que pudiera detenerla. Era como si él supiera lo que ella haría antes que lo hiciera.—Esto es una locura. Nunca controlaremos esto si actúas de esta forma.
—¿Quién dice que quiero controlarlo?—le preguntó diabólicamente.—No, nena. Sin control. Sin pensar. Sin excusas. Sólo tú y yo tan calientes como la lava y quemando el mundo a nuestro alrededor. Ahora, ¿vas a desnudarte o lo hago yo?
Él se quitó las zapatillas de cuero que había usado para la junta. Fue entonces cuando ella supo que él había arreglado esto con anticipación. Nicholas nunca, nunca usaba zapatillas alrededor del complejo. Él usaba las resistentes botas de cuero que protegían sus pies y piernas mientras trabajaba.
Le hubiera replicado algo odioso si sus manos no hubieran ido a su cinturón, el cuero deslizándose de la hebilla mientras sus dedos soltaban el primer botón de sus pantalones.
—Maldita seas, mi po/lla está ardiendo.—él estaba casi gruñendo mientras soltaba el botón de sus pantalones.—Y tú aún estás vestida, Miley. No me hagas arrancarte esas ropas.
Miley tragó tensamente mientras los pantalones y calzoncillos de él eran pateados lejos de su duro cuerpo. Su po/lla se estiró hacia ella, pesada e hinchada, la morada cabeza con forma de ciruela húmeda con semen y viéndose demasiado tentadora para la comodidad de ella.
—Nicholas—susurró, apenas logrando no gemir con necesidad.—Ésta no es una buena idea.
—Es la mejor idea que he tenido en ocho años—le informó, con voz dura mientras se movía demasiado rápido para que ella pudiera evadirse.
Antes de que ella pudiera correr, antes de que siquiera considerara pelear, él la tenía acostada en el amplio sillón, las manos de él al borde de su top mientras lo empujaba por encima de sus senos.
—Demonios, sí—él murmuró, sus manos encerrando sus senos mientras sus labios bajaban hacia los de ella.
Ella podría haber peleado, se aseguró a sí misma. Podía haberlo empujado, pelear hasta la puerta; podría haber escapado. ¿Una mentira para salvar su orgullo? ¿Importaba?, se preguntó. Porque un segundo después los labios de él cubrieron los de ella y el escape fue la última cosa en su mente.Él no le dio una oportunidad de oponérsele, pero Miley sabía que nunca debería haberla esperado. Sus labios se inclinaron sobre los de ella, su lengua se sumergió más allá de sus labios cuando abrió la boca, retorciéndose inmediatamente con la de ella.
      Su lengua era fresca, tranquilizadora contra la suya cuando la caricia comenzó a rozarse contra las glándulas inflamadas, permitiendo a la hormona contenida allí liberarse. Miley había pensado que eso sería suficiente, que el pequeño alivio le daría una oportunidad de recobrar su control. Fue lo contrario a eso. Todo dentro de ella se apretó y llameó en anhelo. Necesitaba más. Lo necesitaba chupando la hormona, internándose dentro de él. Las demandas poderosas de la naturaleza fueron más de lo que pudo negar.
      Sus brazos se envolvieron alrededor de sus hombros, sus manos enredándose en su pelo mientras ella luchaba por la dominación en al menos esta única cosa. Su lengua batalló y se retorció mientras lloriqueos y gimoteos escapaban de su garganta hasta que él le permitió deslizar su lengua dentro de sus labios expectantes.
      El primer trazo de su boca sobre la extensión inflamada hizo que su cuerpo se arqueara tenso. La sensación desgarró a través de ella, un placer tan abrumador anudó su vientre con un estremecimiento convulsivo de agonizante hambre. Sus pechos estaban tan sensibles que cada toque de sus dedos sobre sus pezones causaba un grito indefenso que hacía eco dentro de sus labios, tan desesperada por el choque de su po/lla contra su co/ño que ella estaba empujando sus pantalones, batallando para quitarlos de entre ellos y que él pudiera zambullirse dentro de ella.
      Sus lenguas se retorcieron dentro de su boca mientras los labios de él chupaban el fluido especiado que provenía de las glándulas copulativas. Eso calmó la sensibilidad, el calor que parecía llenar su propia lengua, pero sólo aumentó el calor a todo lo largo de su cuerpo.
      Ella no estaba pensando, tan ávida, tan hambrienta de él ahora que ninguna cosa importaba excepto el duro empuje que sabía estaba por venir.
      —Todavía no—el gruñido que rasgó su garganta cuando él separó sus labios fue rudo, gutural.—Primero… lo que yo he soñado, Miley.
      Él desgarró el top de ella un segundo antes de que él bajara sus pantalones. Él los llevó a sus tobillos antes de darse cuenta que iba a tener que desatar sus botas y quitarlas primero.
      —Jo/der—gruñó.
      Colocando sus manos en las rodillas de ella, las subió, luego las separó todo lo que pudo mientras bajaba su boca hacia las inflamadas y húmedas curvas de su dolorido co/ño.
      Su lengua rodeó su clít/oris con un anillo de exquisito fuego mientras ronroneaba su apreciación.
      —Estás tan malditamente mojada que podría ahogarme en ti—gruñó antes de lamer otra vez.
      Fue una caricia firme y destructiva que iba aproximándose y aproximándose a su congestionado clít/oris, las sensaciones haciendo que sus caderas se contorsionaran mientras él avivaba el fuego más alto, más caliente en su vag/ina.
      —Nicholas, no puedo resistirlo—jadeó, sus manos empuñando los cojines del sofá mientras luchaba por mantener su cordura.—Por favor, no me tortures con esto.
      Una risa ruda vibró contra su carne mojada.
—¿Torturarte?—le preguntó guturalmente.—Miley, cariño, no entiendes, si no te saboreo voy a perder la razón. Todo en lo que puedo pensar es en el sabor de tu beso, de tu pequeño y caliente co/ño. Cómo gritarás por mí, cómo te correrás en mi boca. Córrete por mí, nena, sacia mis ansias y luego saciaré las tuyas.
      Ella gritó su nombre mientras su lengua se retorcía a través de su co/ño, un lametazo lento, apreciativo mientras él ronroneaba de placer.
      —Jod/er. Adictivo—gimió.—Nunca he olvidado, Miley, tu dulce sabor, tu calor. Moriré necesitándote…
      La cabeza de Miley golpeó contra el sofá mientras ella alzaba la voz en creciente demanda. Su cuerpo estaba extendido, tenso, cada célula apretándose en rápidos arcos de placer a través de ella.
      Ella luchó por acercarse más, aplastar su carne dolorida en su boca. La cercana urgencia, la necesidad de liberación, el agarre, los brutales espasmos de necesidad flexionando su vientre estaban matándola. Su clít/oris era un nudo inflamado de apasionada necesidad, su vag/ina un caldero apretado de lujuria.
      —Nicholas. Dios mío. No lo puedo aguantar…—sus piernas estaban atrapadas por su propia ropa, sus rodillas mantenidas extendidas por sus manos mientras él devoraba el espeso jarabe de su respuesta, tomándolo en su boca, lamiendo y gimiendo contra ella, ahondado en las profundidades abrasadoras de su vag/ina por más.
      —Nicholas, por favor—casi gritó su nombre. No podía padecer las convulsiones despiadadas en su vientre más ya. Su cuerpo estaba muy exigente y sólo una única cosa lo haría o la podría aliviar.—Por favor. Por Favor, Nicholas. Fóll/ame. Te lo ruego…
      Él gimió impotente, su lengua zambulléndose profunda y duramente dentro de su vag/ina, foll/ándola con una urgencia demencial. Ella nunca había sabido de cualquier cosa tan caliente, o de un hambre tan profunda.
      Su lengua atizó los fuegos más calientes, comiendo en ella, chapoteando en ella, hasta que los pequeños temblores de sensación agitaron su cuerpo despiadadamente.
      —No puedo conseguir suficiente de ti—gimió mientras arrastraba su cabeza desde su pulsante co/ño.—Estoy hambriento de ti, Miley.
      Él se elevó a la altura de sus rodillas, su po/lla pesada y congestionada cuando él la trató de alcanzar, obligándola a volverse mientras ella se quedaba sin aliento por la sorpresa. Él tiró de los cordones de una bota, la quitó y luego deslizó completamente su pierna fuera de los pantalones mientras él se ubicaba entre sus muslos.
      Hubo pocos preliminares. La necesidad era demasiada explosiva, ella los había obligado a esperar demasiado tiempo y Nicholas tenía hambre. Su pe/ne se zambulló dentro de ella, abriéndose paso a la fuerza en sus músculos apretados como un puño, estirándola con brutales choques mientras su espalda se arqueaba, sus caderas trabajando furiosamente mientras él luchaba por detener el clímax.
      Miley no pudo restringir su grito de placer o la contorsión de sus caderas. Ella ubicó su co/ño sobre el grueso émbolo de su po/lla dentro y fuera de su vag/ina. Sus piernas abrazaron las caderas de él, su espalda se arqueó, y en pocos minutos ella se disolvió. Duro, explosivo, los estremecimientos del orgasmo apretaron su cuerpo para acercarse a un punto de ruptura cuando el placer la atravesó. No sólo placer… éxtasis, una sensibilidad cegadora que nunca habría creído posible si no la hubiera experimentado por sí misma. Era casi interminable, contracción tras contracción tensándose alrededor de su pujante erección hasta que la atrapó profundo dentro de ella, ordeñando cada caída de la espesa y cremosa semilla atrapada dentro de sus pelotas.
      Las manos de él eran fuertes sobre sus caderas, su masculinidad gemía áspera y surgió bruscamente de las profundidades de su pecho cuando su cuerpo se estremeció encima de ella por largos segundos. Finalmente, dichosamente, los violentos temblores de estremecedor placer cesaron, permitiéndole a él colapsar sobre ella, la boca de él en su cuello mientras luchaba por respirar. Y estaba todavía duro.
      Miley parpadeó lágrimas de fatigado conocimiento. Los varones de la Especie eran excepcionalmente poderosos, creados para aguantar, permitiéndoles mantenerse firmes bajo el intenso erotismo del calor copulativo. ¿Cómo lo resistiría Nicholas?
      —Voy a foll/arte hasta que ninguno de nosotros pueda moverse—murmuró en su cuello mientras comenzaba a empujar dentro de ella otra vez.—Hasta que no quede nada de ti o de mí, Miley. Sólo de nosotros. Sólo el conocimiento de que nunca…—un duro empuje la elevó hacia él con un grito débil de creciente hambre—nunca—más profundo, más duro,—me negarás hacerte el amor otra vez.
Nicholas la ayudó a vestirse y la llevó a su cuarto horas más tarde. Miley estaba agotada, exhausta en sus brazos y su po/lla todavía dura, rugiente por la necesidad de enterrarse en su interior otra vez. La desnudó y la dejó arropada en la cama, se sentó pesadamente en la silla al lado de ella después de desvestirse y clavó sus ojos en ella.
Ella dormía profundamente, tan profundamente que el movimiento apenas la molestó. Las sombras oscuras debajo de sus ojos eran la prueba de las noches que había pasado sin dormir en estas semanas. Noches pasadas rondando en su dormitorio o vagando por la montaña. Exactamente como él había pasado las suyas.
Nicholas recostó su cabeza cansadamente contra el respaldo de la silla y cerró sus ojos. Su erección latió como un maldito dolor de muelas. No podía obtener más de ella. No podía derramar su semilla dentro de ella lo suficientemente rápido o lo suficientemente duro como para satisfacerse.
Sonrió lentamente. Lo mataría, pero demonios, valía la pena. Ella estaba tan apretada y caliente, encajaba perfectamente, tomando su po/lla como un guante sedoso y haciéndolo esforzarse para acomodar su longitud enteramente en su interior. No importaba lo preparada y mojada que ella estuviera, se apretaba como un puño alrededor de su erección.
Él no era excesivamente grande, pero no estaba mal dotado tampoco.
La observó, su corazón pesaba ahora, sus emociones tan mezcladas como su deseo.
Sólo Dios sabía cuanto la amaba. La amaba tanto que su corazón se había quebrado dentro de su pecho cuando pensó que estaba muerta. Él no había querido vivir, no había querido seguir, le había dolido tanto estar sin ella. Cada célula de su cuerpo había llevado luto durante ocho largos y vacíos años.
La noche en que ella se abrió paso desde las sombras en Sandy Hook él había respirado por primera vez desde que la había perdido. Su corazón había empezado a latir otra vez, la sangre había refrescado su cuerpo, recordándole que estaba vivo después de esa hibernación emocional en la que había entrado. De repente, nada era más importante que tocarla, abrazarla. Ser parte de ella. Y ella lo había odiado. Él lo había visto en sus ojos, un dolor tan oscurecido en el alma, una furia que él nunca podría extinguir.
Él hizo una mueca al pensar en las razones de su odio. Poniéndose de pie cogió unos pantalones flojos de chándal y se los puso, sobresaltándose cuando su po/lla hizo sobresalir la tela apartándola de su cuerpo.
Yendo a las puertas del balcón se quedó mirando en la oscuridad silenciosamente.
Había perdido a su niño, había sido violada, había sufrido por culpa de una reacción contra las drogas que los científicos le habían dado de manera tan violenta que casi le había matado. Y aun después de escapar, su tormento no había terminado. Había resistido los años de creciente excitación tan intensa que el dolor físico había sido destructivo. Había sufrido en formas que él nunca podría imaginar, y a veces se preguntaba si alguna vez acabaría.
Nicholas cruzo los brazos sobre su pecho suspirando cansadamente. La había obligado a aceptar el calor del apareamiento. Había tomado su beso, sabiendo que no tendría alternativa después de que la hormona fuera compartida entre ellos. ¿Acaso él era mejor que los guardas que la habían violado en esos laboratorios?
—Nicholas—él se giró rápidamente ante su voz.
Ella estaba recostada observándolo, los ojos verdes ensombrecidos al vislumbrar su cuerpo excitado.
—Te duele—ella dijo suavemente, apartando las mantas hacia atrás y dejando su cuerpo desnudo.
—No—él estuvo allí antes de que ella terminara el movimiento.—Deberías dormir, amor. Estás exhausta.
Ella frunció el ceño, confusa.
—Estás excitado, Nicholas.
—He estado así durante los últimos ocho años—dijo sonriendo sardónicamente.—Unas cuantas horas más no me lastimarán.
Su mirada brilló con emoción antes de ser rápidamente ocultada por las gruesas y rubísimas, casi blancas pestañas que él tanto amaba.
—¿Qué ocurre si no se pasa?—le preguntó.—¿Cómo puedes soportarlo, Nicholas?
Sacudiendo la cabeza, él fue a su lado, apoyando sus hombros contra el cabecero y apretándola contra su pecho. Ella se resistió sólo un segundo antes de tumbarse desgarbadamente sobre él. Casi deshuesada, como la perezosa gatita que ella debería ser, pensó él con una sonrisa abierta. No le molestaría que estuviese sobre él las veinticuatro horas del día, siete días a la semana.
—Miley, he estado así desde antes de nuestro primer beso. He tenido mucho tiempo para hacerme a la idea. Pasará un buen rato antes de que hayamos saciado el hambre que ha aumentado con los años—le dijo con un hilo diversión.—No te preocupes por mí. Preocúpate por ti ahora. No quiero lastimarte más. No puedo soportar ver la excitación y la necesidad oscureciendo tus ojos cuando lo que mas quiero es aliviarte de la manera que pueda.
Él besó la parte superior de su cabeza, mientras que la maraña de su cabello cubría su pecho. Sus dedos lo habían ensuciado, había deshecho la trenza apretada en que ella lo sujetaba. Su cuerpo estaba relajado, caliente y satinado contra su carne. Sus pelotas se apretaron con la necesidad de hacerla gritar su nombre otra vez.
Ella guardó silencio por largos minutos, pensando. Eso lo preocupaba. Miley nunca fracasaba en mandarle a la mie/rda cuando se ponía a pensar. La mente de la mujer era como una trampa de acero, siempre lista y efectiva como el demonio. Pero ella era una hembra y él estaría condenado si conseguía entender la mente de una hembra ni tan siquiera por una vez. Tal vez foll/arla no era una mala idea. Al menos así dejaría de pensar.
—Pensé que me habías dejado—dijo ella finalmente, con voz baja y ronca por la emoción.—Durante mucho tiempo, pensé que simplemente te habías ido. Al principio, dolió, pero tenía al bebé…—su voz se interrumpió mientras los brazos de él se tensaban a su alrededor.
Todo en Nicholas se hizo pedazos otra vez ante el dolor de su voz. Él enterró su cabeza en su pelo y libró la emoción que lo rasgaba.
—Pude haber sobrevivido con nuestro bebé, Nicholas—murmuró.—Soñé con un pequeño niño que se parecía a ti y reía como lo haces tú—él podía oír la pena, profunda en el alma, los sueños que ella había enterrado tan profundamente dentro de ella.—Morí en esos laboratorios, Nicholas. No puedes resucitar algo que ya no alberga vida.
Nicholas sacudió su cabeza, la sombra de una sonrisa cruzó sus labios. Si, jod/ida lógica femenina, pensó, y no por primera vez. Y la de esta mujer seguro que iba a volverle loco.
—Miley, cariño, estoy seguro de que te crees cada una de las palabras que salen de tu boca—finalmente dijo.—Pero ésa es la mie/rda más grande que alguna vez oí en mi vida.
Ella se tensó y se habría levantado de su pecho si él no la hubiese mantenido quieta.
—Quédate donde estás antes de que llene tu boca con mi po/lla, así no tendría que escuchar más tonterías—le advirtió.—Muerta. Si estuvieras muerta, Miley, entonces no te dolería. No estarías herida. Y no te importaría nada lo caliente y excitado que yo pueda estar, o si esa maldita hormona que has metido en mí puede o no herirme. No te preocuparías jod/idamente de mí, te irías y acabarías con esto.
Él podía sentir la ira creciendo en ella. Mejor la ira que esa maldita certeza de que no había amor dentro de ella. Él no aceptaría eso. Él no la dejaría aceptar eso.
—Eres un imbécil, Nicholas—se apartó dando tumbos, alejándose de él, sus ojos brillando intensamente de furia.—¿Crees que siempre tienes razón? No has sobrevivido estos años conmigo…
—Debería haberlo hecho—gruñó detrás de ella, sorprendido de lo rápido que su lujuria estaba empezando a crecer ahora.—No estaba con contigo por tu elección, Miley. Tú optaste por no dejarme saber. Tú fuiste la que decidió dejarme creer que estabas muerta. Tú, cariño, así que no trates de culparme a mí por no estar junto a ti.
—Oh sí, debería haber llamado.—Oh, hola, Nicholas, nene, sobreviví al fuego y aborté involuntariamente a nuestro bebé. ¿Vendrías a foll/arme de nuevo, incluso si creo que me mentiste y me dejaste para comenzar de nuevo?——dijo ella dura, sarcásticamente.—Ni hablar, semental.
Semental. Su po/lla tembló. Él le mostraría a su semental.
—Eso habría funcionado para mí—dijo, observándola cuidadosamente.
Su rostro estaba sonrosado, sus ojos brillando intensa, peligrosamente. Pero él podía ver su excitación creciendo, el sudor que humedecía su frente, sus rosados pezones duros. Su boca se hacía agua por cubrirlos, chuparlos, oírla gritar y rogar por su po/lla.
—Me apuesto algo a que sí—lo abofeteó y tan rápido como lo hizo él se movió, empujándola hacia la cama, restringiendo sus manos contra el colchón y montando sobre ella a horcajadas.—Quítate de mí, imb/écil redomado. Merinus está en lo cierto; eres un est/úpido, simple y llanamente. No merece la pena hablar contigo.
—Entonces no hables—dijo él furioso.—Porque, demonios si tiene algún sentido para mi lo que dices cuando hablas. Da un buen uso a esa boquita inteligente y bésame en lugar de eso. 

1 comentario:

  1. hahhaa bitch me encanto, pobre Miley, ok pero hay unas partes que trauman, solo me falta uno =s

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