sábado, 12 de enero de 2013

Catch Me Cap: 8

El beso la destruyó. Los gritos silenciosos de protesta, de miedo, rebotaron a través de su mente, pero por su cuerpo, su carne, ignoró cada ruego demandante de parar. La lengua de él se introdujo en su boca, un alivio refrescante contra el fiero dolor de la suya, tan tentadora, tan tranquilizadora que ella estuvo perdida.
No fue como nada que ella hubiera sentido antes; incluso ese primer beso que habían compartido hacía tanto tiempo fue sólo una débil variante de éste. La debilitó, hizo que sus sentidos gritaran con el creciente calor que corría a través de su cuerpo, estallando en su vientre y creciendo incluso más brillante.
Una conflagración creció dentro de ella cuando sus labios y lengua se combinaron para volverla loca por la hambrienta sensualidad que azotó su cuerpo. Ella no podía oponerse a él tanto como a sí misma. No mientras sus labios cubrieran los de ella. Su lengua tentaba y acariciaba, enloqueciéndola con la necesidad de sentir sus labios retorciéndose sobre los de ella, llegando a la carne inflamada de la lengua, aliviándola de la hormona que ahora pulsaba y latía dentro de sus glándulas hinchadas.
Años de necesidad, de demanda brutal causada por la naturaleza misma de lo que ella era subieron a la superficie. La batalla por la supremacía empezó entonces. Su lengua se enredó con la suya, pero no era lo que ella necesitaba. Acarició y enfrió la carne de su propio ardor, pero, de nuevo, ella necesitaba más. Luchó para empujarlo, para ganar el control, para alcanzar la victoria de encerrar sus labios, chupándolo con su boca, aliviando las glándulas tortuosamente hinchadas que parecían llenarse aún más.
Sus manos se apretaron en su pelo, sosteniéndola contra él, sin embargo había algo más, no cualquier necesidad. Sus brazos trenzadas alrededor de su cuello, sujetándole cerca, sus uñas metiéndose en su cabello con la cordura resbalando aún más y más lejos.
Su anhelo por él creció. Su sabor, su toque. Se convirtió en una tempestad rugiente, apartando los temores, las objeciones y la razón, mientras el calor incandescente estallaba a través de su cuerpo.
Con un grito victorioso, ella empujó su lengua dentro de sus labios y se disolvió. Instantáneamente Nicholas estaba allí. Sus labios la atraparon, su boca atrayéndola. La hormona atrapada dentro de las glándulas inflamadas se vertió libremente mientras sus caderas avanzaban, su pe/ne empujando fuerte e insistentemente contra la húmeda tela de sus pantalones, la protuberante cabeza dividiendo los labios de su co/ño mientras presionaba en su interior tan profundamente como el material permitía.

Miley trataba de frotarse ahora contra su cuerpo. El embelesado placer que se esparcía a través de ella mientras Nicholas ama/mantaba su lengua estaba conduciéndola casi más allá de lo que ella podría resistir. Su co/ño derramó su gruesa esencia contra la cabeza de su pe/ne, atrapada en tela. Sus manos lo acercaron a ella, su cabeza cayendo hacia atrás mientras él luchaba por obtener cada gota del afrodisíaco de ella.
En lo profundo de su mente ella sabía que el terror vendría más tarde. El miedo por Nicholas, le enviaría a ella cada miedo que alguna vez había conocido. Por ahora, sin embargo, sólo existía su beso, sus gruñidos de creciente excitación masculina, su po/lla endurecida presionando contra su co/ño, sus manos apartando su top, el dolor aliviándose en su lengua pero creciendo en su vientre.
Sus ojos lucharon por abrirse cuando él apartó su cabeza de ella. Un quejido escapó de ella, el miedo asomando ante el calor que crecía entre ellos. La cara de él estaba enrojecida, pesada ahora con lujuria, sus ojos casi negros, dilatados por el efecto instantáneo de la hormona absorbiéndose en su sistema.
—Nicholas—ella murmuró su nombre con un atisbo de desesperación mientras él la obligaba a bajar los brazos y luego tiraba del top sobre sus hombros. El elástico material se estiró apretado, obstaculizando sus movimientos mientras sus pechos asomaban por el borde de la tela sintética.
—No hables—sus manos levantaron los montículos inflamados.—Cada vez que hablas piensas. No pienses, jod/er, Miley, sólo siente.
—¿Qué has hecho, Nicholas?—ella se estremeció mientras su lengua golpeaba un duro y extremadamente sensible pezón.
—Lo que debería haber hecho seis meses atrás—él gruñó, asombrándola con la cólera escondida detrás de sus palabras, la necesidad vibrando en su voz.—Maldita seas, Miley. ¿Cómo sobreviviste a esto sola, nena? Dulce nena… Si no te tengo moriré ahora mismo.
Ella gritó mientras el hambre se volvía voraz. Sus labios rodearon su pezón, agarrándose a él fuerte y profundamente mientras sus manos se dirigieron a la cintura de sus pantalones ajustados. Su pe/ne latía, la cabeza literalmente pulsando mientras trataba de enterrarse más profundo en su co/ño, de vencer al material de sus pantalones entre ellos, amenazando con rasgar la tela mientras su co/ño se calentaba destructivamente.
La hormona. Miley lloriqueó mientras el placer gritaba a través de su cuerpo. Su boca agarró su pezón, sus dientes raspando, la lengua lamiendo, mientras un puño brutal de sensaciones tensaba su vientre.
¿Cómo funcionaría él? ¿Cómo lo haría ella? El calor era proporcionalmente más fuerte en ella que lo que había sido en Merinus. El agonizante dolor pronto se rasgaría a través de su vientre mientras su cuerpo batallaba por concebir. Era un hueco inútil, y no importaba cuán fértil la hormona quisiera hacerla, nunca podría sostener nueva vida.
Sin embargo, el pensamiento de la nueva vida que ella nunca podría ayudar a crear fue destruido por su toque. Él estaba descontrolado. Ellos estaban descontrolados. Sus manos fueron duras mientras peleaba por deslizar sus pantalones sobre sus caderas mientras la mantenía apretada contra él, un fuerte y fiero gruñido saliendo de su garganta.
Nicholas la mantuvo segura, su boca, sus dientes y su lengua atormentando la carne dura que él tenía cautiva. Su pezón estaba volviéndose tan sensible, tan inflamando que el placer era casi un dolor, empujándola más alto mientras la sobrecogía.
Ella podía sentir su corazón corriendo a velocidad, la sangre borboteando a través de sus venas mientras sus dientes raspaban sobre la cresta enhiesta antes de agarrarla amablemente, manteniéndola cautiva mientras su lengua daba un golpecito sobre ella en una demanda hambrienta.

Miley se contorsionó en sus brazos. Ella necesitaba estar más cerca. Podía sentir la masa remolineante de sensaciones creciendo en su vientre, pulsando con una demanda que no podía negar. No por más tiempo.
Sus brazos estaban amarrados a su cuerpo por la tela tensa de las mangas de su top, pero su mano alcanzó escapar, agarrando los musculosos antebrazos de Nicholas mientras él consumía sus pechos.
Él introdujo la dura punta más profundamente en su boca, succionando con movimientos fuertes, hambrientos mientras su lengua continuaba atormentándola. Ella podía sentir cada golpecito rápido de su lengua llevándola más cerca de la inconsciencia. Estaba indefensa para luchar contra eso. Indefensa contra eso.
—Por favor…—ella lloriqueó, pero no supo si la súplica era para que él parase o la tomase más profundo.
Su cabeza retrocedió mientras ella jadeaba por respirar, estremeciéndose mientras sus dientes raspaban la punta tierna, enviando blancas y calientes llamaradas desde su pecho hasta su vientre hasta que se convulsionó en un caliente y agonizante éxtasis. Sus gritos resonaron alrededor de ella mientras ella se tensaba, se estremecía, clavando sus uñas en los fuertes brazos que sujetaba mientras campanas y sirenas comenzaban a aullar a su alrededor.
¿Sirenas?
La boca de Nicholas liberó su pezón con una sensación de suave deslizamiento mientras levantaba la cabeza, un gruñido saliendo de sus labios mientras Miley repentinamente se daba cuenta de que las sirenas venían del exterior. Advirtiendo, estridente, el sistema de alarma aulló a través del recinto, resonando alrededor de ellos mientras las voces que se alzaban fuera del cobertizo finalmente penetraban en la neblina de lujuria que los envolvía.
La mirada de ella voló hacia él, sus manos tratando de alcanzarle mientras su cerebro reconocía el hecho que ahora existía peligro rodeándolos. Peligro para los ocupantes de la casa, Cassie, Merinus y Roni y sus bebés nonatos. La mente de ella peleó para aceptar la repentina interrupción, la necesidad de proteger en vez de fo/llar, la necesidad de luchar en vez de tocar.
El último pensamiento fue como un cuchillazo en su alma mientras Nicholas repentinamente apartaba los tirantes del top de sus hinchados pechos hacia sus hombros y ella se ajustaba el escote. Él luchaba por controlarse a sí mismo. Ella lo podía ver en la emoción rugiente brillando intensamente en sus ojos dilatados, la mueca de disgusto que tensaba su enrojecida cara mientras la furia comenzaba a envolverle.

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