viernes, 15 de febrero de 2013

Catch Me Cap: 15


Nicholas podía sentir su carne sensibilizada en formas que él nunca había esperado. Él no podía entenderlo, no podía explicarlo. Paseaba fuera del dormitorio de Miley después de su regreso al campamento, arrastrando una mano por su pelo mientras luchaba contra el loco impulso de entrar violentamente en su ducha y tomarla donde estaba. Él necesitaba su po/lla enterrada en su calor, y lo necesitaba ahora.

Sacudió la cabeza; aun después de ese primer beso no había sido como esto. Lo estaba consumiendo, una compulsión urgente, un deseo distinto a cualquier cosa que él hubiera conocido hasta este momento. Él trataba de justificar la sensación por el hecho de que ellos casi habían muerto en esas malditas cuevas más temprano, pero no había ninguna lógica en eso. No había ningún modo de explicar la oleada repentina de lujuria que ardía más brillante, más caliente que nada que él hubiera conocido antes.

Dios los ayudara a ambos si ella tenía alguna intención de negársele, porque él no creía poder dejarla. Él supo que no podía negar el hambre por ella. La podía saborear en su lengua, podía desear ardientemente la sensación de ella contra su carne.
Él encogió sus anchos, desnudos hombros; la caricia del aire generado sobre su carne lo hizo sobresaltarse por la sensación. Maldita sea, un hombre no debería ser tan sensible.

La ducha se cerró y él se tensó, preparado. La podía imaginar, su carne toda resbaladiza y mojada, cremosa y rosada y más tentadora que cualquier cosa que él conociera. Él todavía recordaba la sensación de ella en esa cueva. Su beso había sabido más delicado, el sabor de la hormona llenando sus sentidos mientras peleaba por mantener de alguna forma la cordura.

Su po/lla todavía había estado dura cuando salió de ella. Aun después de derramarse dentro de ella con una violencia de la que no había sabido que un hombre fuera capaz, él todavía necesitaba más de ella.
Se alejó de la puerta del cuarto de baño, caminando arriba y abajo por el piso, tratando de encontrar un sentido a sus emociones y a las extrañas sensaciones que lo atravesaban. Deseaba tanto. Cosas que nunca había pensado antes, nunca considerado.

Demonios, la amaba. Esa era la única cosa que había sido siempre una constante en su vida, pero estaba comenzando a sentir como si el calor del apareamiento y el sexo fuera todo lo que los uniera. Y ese era el punto crucial del asunto.
Se sobresaltó ante el conocimiento. Había vivido para vengarla todos estos años, había peleado para encontrar justicia para la mujer que pensaba que había perdido, sólo para sentir su mundo iluminarse otra vez cuando la encontró. Él no había permitido que su confianza fuera mellada por su cólera o su fingido odio. No había dejado que su resentimiento lo convenciera. Ella le pertenecía, con toda el alma.
—Demonios—se sentó en la silla en la esquina del cuarto y apoyó sus codos en las rodillas mientras se cubría la cara con las manos. ¿Por qué no lo había advertido antes? ¿Por qué no había visto qué estaba ocurriendo?
—Te advertí que había poca satisfacción en tomarme, Nicholas—Miley estaba en la puerta, una toalla cubriendo su ágil cuerpo, su largo pelo húmedo enmarcando su cara taciturna.

Él hizo una mueca por sus palabras, irguiendo y girando rápidamente su cabeza mientras la miraba y, por primera vez, él la vio. Sus hombros estaban apretados defensivamente, sus ojos cautelosos, siempre vigilantes.
—¿Está el calor disminuyendo para ti?—le preguntó.
Ella se encogió de hombros negligentemente.
—Está en sus últimas fases.
—¿Has visto al doctor?—él sabía que no lo había hecho.
—Todavía no. Iré por la mañana—le aseguró, una débil confusión notándose en su expresión.
—Le has dicho a Taber que irías esta noche—le recordó.—Te acompañaré a la consulta por la mañana.
Él se puso en pie, repentinamente cansado. A pesar de la excitación que lo estaba volviendo loco y el hambre que carcomía su alma, se sintió viejo. Sacudiendo la cabeza, se dirigió a la puerta y la abrió lentamente.
—¿Nicholas?—él hizo una pausa, manteniéndose de espaldas a ella, sabiendo que si la miraba iría hacia ella, la tocaría, la tomaría. Y una vez más la verdad lo comería vivo.
—¿Sí, nena?—él mantuvo su voz suave, esperando que escondiera su pena.
—¿No vas a quedarte?—preguntó ella, su tono igualmente suave, aunque confundido.
Él hizo una profunda, fuerte inspiración.
—No esta noche, Miley. Si me necesitas, sabes donde encontrarme.
El silencio detrás de él fue más fuerte que lo que la furia pudo haber sido. Él golpeó ligeramente su puño contra el marco de la puerta mientras se pateaba mentalmente. Demonios, él había hecho más de un lío de esto desde la primera vez.
—Buenas noches, Miley—dejó su dormitorio, ignorando su excitación, el dolor partiendo su pecho, y se dio cuenta que quizá el amor que había visto en ella tanto tiempo atrás verdaderamente había muerto.
* * * * *

Miley clavó los ojos en la puerta perpleja. ¿Qué diablos había ocurrido? ¿Se había él golpeado la cabeza durante la explosión anterior? ¿Y qué diablos quiso decir con que ella sabía dónde encontrarlo? ¿Desde cuándo esperaba él que ella lo buscara? Él había estado sentado sobre su cu/lo desde que la encontrara en Sandy Hook, nunca aflojando y malditamente seguro, nunca rindiéndose.

Ella puso sus manos en sus caderas, más confundida ahora de lo que alguna vez hubiera estado. Había olido su excitación, más caliente, más demandante que nunca. Y él simplemente se había marchado, alejándose.
Ella se apartó de él; apartando la toalla de su cuerpo la tiró al cuarto de baño antes de cubrirse con un caftán largo y salir de su cuarto tranquilamente. Bajó suavemente las escaleras, guiada por las voces de Callan y Merinus en la cocina y la necesidad de consejo.
Consejo no era algo que habitualmente buscara. Había tratado, durante años, de cargar a Callan lo menos posible con sus problemas, sabiendo que la protección de la Manada era lo más importante.
—Hola, Miley, pensé que te habías retirado por esta noche—Merinus sonrió mientras sorbía un vaso de leche fría.
Miley la miró con una débil sonrisa.
—Veo que has encontrado las Oreos que Nicholas pasó a escondidas a Cassie.
Merinus lanzó una sonrisa conspiradora.
—Supe que lo haría. Nicholas me ha guardado galletas toda mi vida.
Miley frunció el ceño mientras miraba a Callan.
—¿Por qué no le compras tú sus galletas? No eres exactamente pobre, lo sabes.
Callan sonrió abiertamente mientras se recostaba sobre su silla, sus dedos jugando con el pelo de su esposa mientras miraba a su hermana.

—Le complace dárselas y le permite retener un sentimiento de posesividad. ¿Por qué se lo quitaría? Nicholas la ha protegido toda su vida, cuidó de ella, aun ahora. No tengo problemas con las galletas—Callan se encogió de hombros descuidadamente.
Miley miró a su hermano de forma extraña.
—Pero ella es tu esposa—recalcó ella.—Tu responsabilidad.
Los ojos de Callan se estrecharon pensativamente por un momento. Él era su amado hermano mayor, pero ella pudo ver por qué Merinus había sido incapaz de resistirse una vez que ella vio su foto. Era excepcionalmente guapo en una ruda forma. Pómulos altos, cara estrecha, salvaje. Labios sensuales. Tenía el molde de un león en su cara, pero no le quitaba mérito a su aspecto en nada.
—Lo es—asintió.—Pero Nicholas fue una parte de su vida primero. Y por más tiempo. ¿Por qué debería resentirme o interferir en la relación que él aprecia tanto?
Merinus no había dicho nada. Ella sumergió su Oreo plácidamente en el vaso de leche y miró a Miley con ojos que eran demasiado conocedores.
Miley se encogió de hombros.
—Sólo era por curiosidad.
—Tú nunca eres sólo curiosa, Miley—reflexionó él.—¿Cuál es el problema? Tú estás todavía en celo, pero estás aquí haciéndome preguntas en vez de pasar tu tiempo unida a tu compañero.
Ella quedó quieta, parpadeando confundida.
—Es sexual…
Callan suspiró pesadamente.
—Miley—sacudió la cabeza.—No discutiré tus opiniones contigo, aunque disienta totalmente. El celo no es sólo físico, ya te lo he advertido.

Lo había hecho. Él le había enseñado sobre vínculos emocionales, físicos y espirituales. No había tenido sentido entonces, y no lo tenía ahora.
Ella curvó su hombro mientras caminaba hacia las puertas que se dirigían a la protegida gruta exterior.
—¿Dónde está Nicholas?—preguntó Merinus casualmente, aunque Miley podía oír el indicio de cólera calentando su voz.
Ella se encogió de hombros.
—En su cuarto, creo.
—Y tú estás aquí, ¿por qué?—preguntó Merinus.—¿Qué sucedió?
Ella se volvió hacia ellos, frunciendo el ceño confundida.
—No sé. Salí del cuarto de baño y él parecía… melancólico… casi triste, como si el peso en sus hombros fuese demasiado pesado de soportar. Asumí que el celo era la causa y le recordé que le había advertido de las consecuencias—ella miró a su hermano.—Él simplemente se marchó, Callan. No puedo entender por qué él simplemente se marchó.
Callan hizo una mueca.
—Nicholas es diferente, Miley. Tú no lo puedes tratar como si fuera yo, o uno de los otros. De muchas formas, su vida ha sido muy dura, sus cicatrices internas son tan profundas como las exteriores. Quizá deberías preguntarle.
—Él no se lo contaría a ella—dijo Merinus en ese momento, reclinándose en su silla y colocando sus manos sobre su abdomen distendido.
Miley le frunció el ceño.
—¿Por qué no?
—Porque tú deberías saber. Tú lo conoces mejor de lo que piensas, Miley. Sólo estás tratando de negar que lo haces—Merinus se encogió de hombros mientras sus manos acariciaban el vestido maternal azul claro de algodón que usaba.—Además, si él pensara que no sabías cuál era el problema, no habría dudado en decírtelo.
—¿Se supone que tengo que leer su mente ahora?—gruñó Miley.—El hombre es el varón más exasperante y confuso que alguna vez he encontrado en mi vida, Merinus. ¿Cómo se supone que debo saber qué hay en su cerebro?
Él iba a volverla loca.
—El cerebro de Nicholas no es por lo que deberías estar preocupada—le aseguró Merinus.—Por la forma que dices que él estaba actuando, lo has lastimado, Miley. Por algún motivo, lo has lastimado profundamente.

La emoción brilló intensamente en los ojos de la otra mujer, un brillo de lágrimas que causó que el corazón de Miley se apretara. En todas sus conversaciones acerca de Nicholas, Merinus nunca derramó lágrimas. ¿Por qué lo hacía ahora?
—¿Cómo pude lastimarlo?—ella abrió sus manos, confundida.—No hice nada, Merinus.

La mirada de Merinus fue dura, fría.
—Evidentemente has hecho algo. Derrotaste a Nicholas. Y hasta ahora, podría haber jurado que nadie podría—con la ayuda de su compañero ella se levantó, su mirada fija en Miley.—Si pierdo a mi hermano porque eres condenadamente terca para admitir la verdad ante ti misma, nunca te perdonaré. Recuerda eso, cuñada.
Ella se inclinó y besó a Callan ligeramente.
—Ven pronto a la cama. Te extraño cuando no estás allí.
Él tocó su cara. Fue un gesto curiosamente tierno, las puntas de sus dedos sobre su mejilla como si él disfrutara el toque de su piel.
—Te amo, nena—murmuró él.
—Y yo te amo a ti—los dedos de Merinus se arrastraron sobre su hombro mientras se alejaba bamboleándose y se dirigía hacia el ascensor en el vestíbulo fuera de la cocina.
—Pareces confundida, Miley—gruñó Callan mientras se levantaba de la mesa, recogiendo el platito y el vaso de Merinus y llevándoselos al fregadero.
Miley se encogió de hombros. Nicholas a menudo extendía la mano para tocarla como Merinus hacía con Callan. Una suave, gentil caricia. Una afirmación que él estaba realmente con ella.
Su mirada se llenaba de admiración mientras las puntas de sus dedos alcanzaban su mejilla. Ella se sobresaltó por el recuerdo tal como se sobresaltó cuando él la trató de tocarla así. No porque ella no quisiera que lo hiciera, si no porque cada vez que él lo hacía, algo se suavizaba en su interior. Algo que la hacía más hambrienta, que la hacía necesitarlo más.
—¿Cómo sabes que es amor y no solamente química?—murmuró ella mientras se frotaba los brazos, mirando a su hermano mientras enjuagaba el vaso y el plato de su esposa y los metía en el lavaplatos.—Simplemente podría ser el calor, Callan—le dijo desesperadamente.—¿Qué ocurre cuando se desvanece?
—El calor se va, Miley, tú sabes eso—la recriminó él.—Tu cuerpo está tratando de decirte lo que tu corazón y tu mente ya han aceptado. Sólo que eres demasiado terca para escucharlo.
Ella lo miró casi boquiabierta.
—¿Cómo puedes decirme eso? Callan, esto no es obstinación—dijo tratando de esconder el dolor que sus palabras le causaron; es más, ella trataba de esconderse de la sensación de que sus palabras eran verdaderas, que explotó en su pecho.
Él se apoyó contra la encimera.
—Él es un hombre duro. Un pelmazo donde los haya. Pero es un buen hombre, Miley. Y a pesar de sus sarcasmos y sus burlas, le muestra a la gente que considera suya cuánto le importa en la única forma en que sabe hacerlo. Diciéndote a ti misma que no lo amas no ayudará. Sé que lo amas. Lo he sabido desde la primera vez que les vi juntos. Tal vez deberías aceptarlo ahora.
—Conserva los sensores fuera de las cuevas. Los activaremos para sonido y visión y esperemos que haya más de una advertencia si otro de esos bastardos misiles busca—personas decide venir a buscarnos—Nicholas estaba encorvado sobre las imágenes del satélite de las tierras que las Especies poseían mientras su unidad esperaba alrededor de la mesa de reunión en su cuarto.—Las imágenes no muestran las cuevas que encontramos, pero si miras con atención, maldita sea, verás una sombra en lugar de eso—marcó dos de las áreas donde se encontraba el casi imperceptible borrón sobre las páginas gruesas.—Estas imágenes fueron muy cuidadosamente—preparadas—. Hasta ahora, he encontrado seis áreas que necesitan ser comprobadas. Reúne tres unidades más por la mañana y comienza a revisar las demás. Informaré a Callan y Taber a primera hora de la mañana.
—¿Qué hay acerca de las nuevas imágenes?—preguntó Jackal suavemente, su tranquila voz interrumpiendo los pensamientos de Nicholas.—El satélite militar que tomó éstas debería haber estado capacitado para darnos una idea de dónde estaban las cuevas en ambos lados, así como también una idea de sus sistemas de túneles. ¿Qué ocurre si inutilizamos más imágenes?
Jackal era tan calmo y frío como la más profunda noche de invierno. Él había sido el primer soldado que Nicholas había elegido para su equipo de expertos de rescate. Nunca se alteraba o irritaba. Nunca levantaba su voz. Si lo jod/ías lo suficientemente mal, entonces estabas muerto. Era así de simple y rápido.
—El mismo problema—Nicholas exhaló rudamente mientras luchaba por mantener sus pensamientos controlados.
Él debería haber estado cómodo en este momento, pensó furioso. En lugar de estar relajándose con una cerveza y vistiendo los suaves pantalones grises de entrenamiento que él prefería para la noche, estaba sufriendo en pesados pantalones vaqueros y con una excitación del demonio.
—No tiene que ser así—su técnico experto, Ice, habló en ese momento.—Industrias Lawrence tiene su satélite orbitando alrededor de la Tierra. ¿Por qué no ponemos al bastardo a trabajar después de todo los problemas que él causó despedazando nuestra barrera tal y como lo hizo? Si él es realmente serio acerca de querer ser una parte de la vida de su hermana, entonces que te consiga lo que necesitas.
—¿Cómo podemos estar seguros que es confiable, sin embargo?—Jackal golpeó suavemente las imágenes que tenían con impaciencia.—Parece como si el gobierno los hubiera jo/dido.
—Porque uno de nosotros estaría allí cuando se bajaran las imágenes—Ice sonrió fríamente.—Sé cómo operar y programar los satélites. Si Lawrence me autorizara para eso, podría obtener todo lo que necesitamos.
Nicholas entrecerró sus ojos mirando al alto soldado. Ice se había entrenado con algunos sistemas gubernamentales bastante adelantados antes de unirse a su equipo.
—Me encargaré de eso—Nicholas inclinó la cabeza.—Eso podría solucionar muchos de nuestros problemas ahí. Si él está de acuerdo, entonces ascenderá a la escala de personal de confianza. Si él trata de evitarlo, entonces sube en la lista de sospechosos. Personalmente, pienso que estará ansioso por ayudar.
Seth Lawrence pareció sincero en sus ofertas de ayudar donde pudiera y así proteger a su hermana y a su futura sobrina o sobrino. Hasta ahora, él había aceptado sus restricciones en el campamento así como también las excesivamente controladas reuniones que le estaban permitidas con su hermana. Esto lo irritaba, Nicholas podía entenderlo. Tener que cuestionar sus motivos tan intensamente no era algo que a él le gustara, pero entendía los motivos detrás de eso.
Nicholas se frotó la nuca, deseando poder aliviar la tensión de su cuerpo tan fácilmente.
—Bien, un problema menos, ¿cuántos más faltan?—preguntó impacientemente.
—Tenemos todo lo demás cubierto—le aseguró Jackal.—Uno de nosotros trabajará con una unidad de las Especies un tiempo, pero te diré, estas Especies son cabezas duras y astutas como un infierno. No sé si tenemos mucho que ofrecerles en información o experiencia. Algunos de esos chicos son tu peor pesadilla. Y ni siquiera mencionaré a esas mujeres. Son lo suficiente como para hacer a un hombre querer empezar a ejecutar a miembros del Consejo.
Nicholas sabía exactamente cómo se sentía. Las hembras de las Especies eran a menudo las más peligrosas. Sus ojos estaban oscurecidos con pesadillas, sus sueños embrujados por ellas. Algunas preferían pasar los días sin dormir antes que enfrentar los demonios que las aguardaban.
—Necesitamos un psicólogo aquí—gruñó.—Callan se niega hasta ahora, pero estoy trabajando en eso.
Él entendía las objeciones de Callan. Si por casualidad el psicólogo fuera un simpatizante del Consejo podía hacer más daño que bien. Pero algunos de las Especies estaban caminando una fina línea entre su cordura y sus principios morales.
—El chico de ciudad y sus psicólogos—bufó Jackal.—Justamente lo que necesitamos, algún chupa paletas con pantalones estrambóticos a nuestro alrededor diciéndonos a todos nosotros cómo necesitamos ponernos en comunicación con nuestro niño interior—se burló.—Me encuentro con ese pequeño bastardo interior y le sacaré la mie/rda por puro gusto.
—¿Estás divirtiéndote, Jackal?—Ice reía disimuladamente mientras el ex—niño granjero de Kansas le lanzaba una mirada asesina.
Jackal lanzó un bufido.
—Todavía no. ¿Quieres alistarte de voluntario como saco de arena, Ice?
—Suficiente—Nicholas no tenía tiempo para estas riñas amistosas.—Quitense de en medio—les dijo mientras daba vueltas las imágenes y se las entregaba a Jackal.—Mantente en contacto regular y mantenme al día con tu progreso mañana. Hablaré con Lawrence por la mañana.
Los otros hombres salieron en fila del cuarto, finalmente dejando a Nicholas en bendita paz. Lo primero que hizo fue desnudarse. Si no conseguía liberar su miembro de los malditos pantalones vaqueros sabía que se volvería loco.
Desnudo, su pe/ne hinchado y pesado, se desplomó en una silla a un lado del cuarto y miró alrededor con frustración.

Él podría estar hundiendo su torturada erección dentro del caliente abrazo del co/ño de Miley ahora mismo si no fuera tan malditamente terco. Apoyó su cabeza en el respaldo de la silla, sus dedos masajeando su po/lla mientras se imaginaba su apretado, líquido calor fluyendo por su eje hasta sus pelotas, haciendo tensar todo su cuerpo por la necesidad de eyacular dentro de ella.

Desafortunadamente, eso nunca era suficiente. No físicamente. Físicamente, él entendía el roedor hambre. La hormona se estaba fortaleciendo en su corriente sanguínea de una manera que tenía al viejo doctor mirándolo raro otra vez, y era la causa de la excitación sexual incesante. El anhelo insaciable que llenaba su alma era otra cuestión, sin embargo. Él frunció el ceño, rascando distraídamente su pecho lleno de cicatrices al pensar. Había algo que faltaba, algo que no importaba cuán a menudo él tomara a Miley, no podía llenar ese lugar que continuamente se volvía más vacío.
Su corazón. Él soltó su aliento pesadamente mientras otra vez admitía la verdad. Él no tenía el corazón de ella. Él tenía su cuerpo, el compromiso de su fidelidad, pero no era voluntaria. Y eso lo mataba. Ella era suya sólo por la química entre ellos.
No había nada de toques tiernos o íntimos roces de cuerpos como él había visto con los otros Felinos y sus compañeras. Miley evitaba eso tanto como le era posible. Cuándo estaban juntos era sexo lo que ella quería y nada más. Y Nicholas necesitaba más.
Él movió sus manos a los brazos de la silla, apretando sus dedos sobre ellos mientras rechinaba sus dientes con furia. ¿Cuántas veces había él tratado de tocarla, ansiado sentir la suavidad de su carne contra la punta de sus dedos, o el calor de su cuerpo contra el suyo? Más veces de las que él se preocupó en contar, y en cada instancia ella se había sobresaltado o alejado cautelosamente de él. Cada vez él había sido rechazado.
—¿Nicholas?—la voz de Miley fuera de la puerta del dormitorio le hizo fruncir el ceño siniestramente.
Tú sabes donde encontrarme si me necesitas. Él había hecho la oferta, entonces ¿por qué le irritaba que ella hubiera venido?
—Está abierto—él no cambió su desnuda, repantigada posición en la silla. Bajó su cabeza, observando mientras el panel se abría y ella entraba cautelosamente.
Maldición, ella parecía un ángel. Todo ese pelo rubio, grueso y lustroso, enmarcaba su cara y caía sobre su espalda en una madeja de pura seda blanca. El caftán verde esmeralda flotaba sobre su cuerpo, susurrando sobre sus pechos, sus caderas y sus muslos y cayendo a sus graciosos pies.
Los ojos de ella se ampliaron ante su excitación, su desnudez. Tragando tensamente, ella cerró la puerta y deslizó el cerrojo.
Nicholas entrecerró sus ojos sobre ella entonces. Ella parecía… incómoda. Sus manos todavía agarraban la manilla de la puerta; sus ojos estaban oscuros tanto de excitación como de vacilación.
—Esto es una metedura de pata no un monstruo—gruñó el, señalando su erección.—Estás mirándolo como si esperaras que mordiera.
—Parece bastante enojado—una sonrisa pequeña y nerviosa tocó sus labios antes de desvanecerse y ella lo miró sombríamente.—Tú pareces lo suficientemente enojado.
Él respiro bruscamente por la frustración.
—Estoy muy cansado, Miley, y excitado por añadidura. Si por eso es por lo que estás aquí entonces ven adelante.
Él se elevó en toda su estatura, ansioso por llenarla, calmar al menos en parte su dolor.
Ella mordió su labio, su mirada fluctuando hacia la cama.
—Eso no era todo lo que quería—murmuró, sus miradas encontrándose, rompiendo el corazón de él con la vulnerabilidad que vislumbró allí.
Él frotó fatigadamente la parte de atrás de su cuello.
—¿Qué más podría pasar?—finalmente preguntó.—Seré honesto, nena, mi control y mi paciencia están desgastados esta noche, y este no es un buen momento para una pelea.
—¿Pero está bien para foll/ar?—no hubo calor en su voz, sólo esa destructora serenidad que le causaba dolor a su alma.
Dios mío, él quería tocarla. Quería simplemente pasar las yemas de sus dedos sobre su mejilla, acariciar su mandíbula. Estaba peor que los chicos gato que corrían alrededor del maldito lugar.
—Sí—él pasó su mano sobre su propio pelo.—Está bien para foll/ar.
Era mejor foll/ar, su po/lla estaba gritando.
Ella agachó su cabeza, inclinando la cabeza con vacilación.
—¿Miley, por qué infiernos estás aquí?—finalmente gruñó.—Obviamente no tienes ninguna prisa por hacer algo sucio aquí conmigo, ¿así que por qué no me dices lo que quieres?—
Ella se mordió los labios y él quiso gemir.
—Quiero saber por qué que estás tan enojado—dijo finalmente.—Por qué te fuiste de mi cuarto y por qué actúas más imb/écil de lo normal. Quiero que me hables, Nicholas.
Él bufó.
—He estado hablándote por más de un año, Miley, y tú no te has molestado en escuchar. ¿Por qué ahora?
Ella apartó la mirada antes de colocar tras su oreja un mechón suelto de su pelo.
—Tú no te has alejado de mí antes, Nicholas—sonó confundida, como si el mismo acto de él hubiese echado abajo su pequeño mundo.
Nicholas resopló una media sonrisa mientras sus labios se curvaban burlonamente. Él había andado detrás de ella como un perro enfermo de amor detrás de una perra en celo, y la razón que ella estaba tomando era que se había dado cuenta de que él repentinamente se había alejado. Eso lo disgustaba mucho.
—Te dije que estaba aquí si me necesitabas—él finalmente se encogió de hombros mientras se movía hacia la cama, extendiéndose sugestivamente sobre ella, su mano agarrando la base de su po/lla mientras la miraba.—¿Esto es todo lo que necesitas de mí, no es eso, nena? Ven y obtenlo. Es todo tuyo, cuando quieras—él odió la furia palpitante en su pecho, la necesidad de sacudirla, de hacerle ver de una vez por todas todo lo que ella arrojaba lejos.
Ella miró hacia él con indecisión.
—He tratado de contártelo—murmuró.—De hacerte entender, Nicholas. No quise lastimarte, fue por eso que te advertí que lo que necesitas de mí no estaba allí.
Apretó sus dientes ante el impotente dolor en su voz.
—Te deseo. Te necesito. Te acepto como mi compañero. ¿Qué más puedo darte que tú no tengas ya?
Su amor. Él suspiró apenas.
—Yo no estoy pidiéndote nada más, Miley—dijo finalmente resignado.—Nada más.
Ella se movió lentamente apartándose de la puerta.
—Tú quieres algo que no te estoy dando—ella murmuró.—Quiero dártelo, Nicholas. Te juro que quiero. Te quiero feliz, quiero que tú conozcas algo de paz tan desesperadamente como yo la necesito para mí misma. Dime lo que quieres. No me hagas continuar adivinando.
Ella estaba apretando sus manos, sus dedos retorciéndose juntos mientras clavaba los ojos en él, esos ojos oscurecidos, llenos de dolor. Que Dios le ayudara, ella había sufrido tanto en su vida. ¿Era justo que sufriera incluso un segundo más de lo que ya había sufrido? ¿Que ella tuviera que ser herida por su fracaso para protegerla?
—Miley…—él murmuró su nombre con desoladora tristeza.—Ven aquí, cariño. Tú no tienes que adivinar. No hay nada que decir. Pienso que Taber es contagioso. Todos esos locos cambios de humor suyos—él casi se atragantó con las palabras.
Ella negó con la cabeza desesperadamente.
—No me mientas ahora—estaba sentada al borde de la cama, clavando los ojos en él, su mirada fija implorando.—No me apacigües.
Él llegó a tocar su mejilla y sintió su corazón hacerse pedazos cuando ella retrocedió. En lugar de eso, inmediatamente él la movió a su hombro, cubriendo su propia necesidad, su propia acción traicionada. Ella todavía lo miró fijamente como si nunca hubiera retrocedido.
Él intentó sonreír.
—Te necesito—finalmente murmuró. No había necesidad de hacer más grande su dolor en este momento. Ella le daba lo qué tenía, y eso era más que lo que él esperaba, ¿no es así?
Debido a él ella perdió su niño, había sido drogada y cruelmente violada y forzada a sobrevivir en el miedo por casi una década. Porque él le había fallado.
Ella no quería su ternura, él lo supo. Los toques tiernos que él le habría dado, las palabras suaves. Quería ser fo/llada. Quería el calor aliviador, quería ser tomada hasta que su orgasmo se abriese a presión a través de su cuerpo, aliviando su dolor. Él podría darle esto, y si eso fallaba en calmar sus propios apetitos, entonces esa era su falta, no la de ella.
Él la atrajo hacia él, sus labios cubriendo los de ella mientras un grito sofocado escapaba de sus labios. Su pelo cubriéndolos a ambos mientras él se maravillaba con el tacto de ella. Era suave, delicada, su carne caliente y tan tentadora como el mismo pecado.

Nicholas aplanó sus manos, deslizándolas bajo la seda del caftán hacia sus caderas. Allí, el lo subió, levantándolo a lo largo de sus piernas mientras ellas se enredaban con las de él, desesperadas por tocar su carne desnuda contra él.
Sus labios lucharon por la supremacía de su beso, pues por una vez a él no le importó esa jod/ida hormona. Se suponía que la ligaba a él, a hacerle a ella ver el amor que ella les había estado negando a ambos, y había fallado.
Su lengua se zambulló en cambio más allá de sus labios, enredándola con la suya, gruñendo como advertencia cuando ella trató de tomar el control del beso. Sus manos se movieron al escote del caftán, agarrando el material y desgarrándolo con una salvaje rasgadura mientras él la depositaba de espaldas sobre la cama.
Él se esforzó por controlarse. Quería que durara. La quería tan malditamente ardiente, tan fuera de su mente por el placer que le permitiese amarla. Le permitiese tocarla, acariciarla como él deseaba.
Ella se quedó con la mirada fija en él, sus mejillas ruborizadas, sus verdes ojos brillando intensamente ahora con excitación en vez de dolor mientras él se colocaba sobre ella, tirando de la arrugada bata de su cuerpo mientras contemplaba la piel que había destapado.
Un sonrojo ligero cubrió los suaves montículos de sus hinchados pechos. Él recorrió con la parte de atrás de los dedos de una de sus manos la curva más próxima y casi tembló ante el calor que irradiaba fuera de ella mientras sus pezones se endurecían aún más.
Las puntas rosas, suaves y oscuras estaban alargadas, tiesas con su excitación y un regalo tentador que se clavaba en su ya voraz apetito. Su po/lla latió con la demanda de que la tomara ahora, pero su corazón gritó para que él la tocara primero. Sólo deseaba que lo físico fuera lo que le conducía. Anhelaba tocar más que sus suaves pechos o sus labios sedosos; necesitaba tocar su alma.
—Eres tan bella—murmuró mientras bajaba su cabeza, colocando su mejilla sobre la curva de su pecho hasta que sus labios encontraron el sensitivo pezón. Su boqueada de placer lo sacudió.
—Estás intentando provocarme—ella se arqueó contra él, su respiración áspera y profunda cuando él pasó su mano a lo largo de su tembloroso estómago hacia sus muslos separados.
—¿Sólo intentando?—murmuró mientras sus labios se posaban encima del delicado satén de su pecho.—Pensé que podrías reconocer un claro propósito cuando lo veías, cariño.
Su risa suave fue más una boqueada cuando su lengua lamió su pezón. Su mano se deslizó en su muslo interior, acercándose pero nunca tocando el montículo de la superficie resbalosa entre sus muslos.
—Quiero saborear cada pulgada tuya—sus labios besaron su pecho, arriba de su clavícula.—Eres tan dulce, tan delicada y tan condenadamente ardiente que casi me quemas vivo.
—¿Qué piensas que me haces a mí?—su voz fue ruda, ronca del placer que él sabía estaba desplazándose a través de ella.
—Pongámonos más calientes—gruñó él un instante antes de que sus labios cubriesen los de ella otra vez.



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