—Maldita seas, Miley, te dije que mantuvieras a tu gente fuera de estas malditas cuevas—. Nicholas estaba furioso mientras la confrontaba en la caverna principal del sistema de cuevas que habían encontrado esa mañana. Al igual que la cueva que el asesino había usado para deslizarse por la montaña, ésta también tenía un extenso sistema, como un laberinto de túneles que ocupaba todo el interior de la montaña.
—Y yo te dije que te tranquilizaras—gruñó ella mientras él rodeaba la curva detrás de ella, el perfume de su excitación y su enojo casi haciéndola tambalearse mientras se enrollaba a su alrededor, recordándole el anhelo que la atormentaba también.
—Respuesta equivocada—ladró él furiosamente mientras se ponía a su lado y agarraba su cadera para detener su avance en uno de los estrechos túneles.—¿Estás demente? ¿Tienes alguna idea de la trampa tan adecuada que puede ser una de estas cuevas?
Ella frunció el ceño, mirando fijamente su cara furiosa a través de la incandescencia de la linterna que estaba dirigida al suelo.
—Oh, no sé, Nicholas—respondió ella con dulzura falsa.—¿Piensas que los dos explosivos que desmantelamos hace una hora me podrían haber dejado entrar en este pequeño problema?
Hasta ahora, los dos túneles principales que habían encontrado habían estado alambrados con suficientes explosivos para hacer caer la montaña misma. Estaban expertamente escondidos y casi indetectables. Afortunadamente, Miley, así como también varios de los otros de las Especies, había sido entrenados para detectar explosivos que algún Felino pudiera perder. No era tanto detectar el aroma del explosivo mismo como detectar la variación de aromas en el área en sí.
Cuando cualquier cosa nueva era introducida en un área, aun si su perfume no era detectado por sus sensibles narices, las diferencias en los olores alrededor de ellos cambiaban. Así fue cómo habían sido encontrados los dos explosivos hasta ahora. Habían intentado camuflar el olor de los ingredientes de alta tecnología del compuesto mismo, lo cual probaba que habían sido puestos contra los Felinos. Si habían sido puestos antes o después que el Consejo evacuara, era pura adivinanza hasta el momento.
—Miley, maldición, sal de aquí—él la detuvo otra vez cuando ella comenzó a seguir bajando el sucio camino que conducía a través de la piedra.—Traeremos un equipo de explosivos hasta aquí…
—¿Qué diablos piensas que soy?—preguntó ella incrédulamente.—Has leído mi expediente, conoces mi entrenamiento. Estoy más que capacitada para estar aquí.
—Tu eres más que terca e intratable, diablos, eso es lo que eres.
Él la agarró otra vez, empujándola contra la pared de piedra mientras se erguía amenazadoramente sobre ella.—Te di una orden directa, Miley. Despeja la jod/ida área.
Ella levantó lentamente la mirada hacia él.
—Me debes estar confundiendo con alguien a quien realmente le importa obedecer tus órdenes, Nicholas—dijo suavemente.—Yo no lo hago.
—¿No te importa? Diablos, ya sé que tú no sigues mis malditas órdenes—él estaba mostrando literalmente sus dientes ahora mientras se acercaba rápidamente a ella antes que pudiera defenderse, sujetándole las manos contra la pared mientras la linterna caía al suelo, su débil luz suficiente como para ver la lujuria y la furia encendiéndose en su mirada.
—No me empujes, Nicholas—ella miró hacia él implacablemente.—No seré intimidada por ti. Ni ahora, ni nunca. No soy ninguna indefensa mujercita normal para inclinarme de modo respetuoso y postrarme a tus pies por cualquier orden que me dieras.
—¿Quién está a cargo de la seguridad aquí, cosita dulce?—dijo mientras le dirigía una apretada y dura sonrisa.—Lo último que escuché fue que no eras tú.
Ella inspiró ante eso.
—Sólo porque tu tienes pelotas y yo no—gruñó ella.—Por alguna razón, Callan debe pensar que el tamaño de tu pe/ne indica la capacidad de tu cerebro. Quizá le debería advertir que no es así.
Para ser sincera, Nicholas era mejor para el trabajo y ella lo sabía. Pero eso no significaba que ella no tuviera su propia fuerza. Fuerza que ella no permitiría que él tomara de ella. Ella se lo quedó mirando enojada, desafiándolo a ir más lejos en sus demandas masculinas superiores.
—Quizá debieras—dijo él arrastrando las palabras.—Pero primero veamos si el tamaño de mi pe/ne puede inculcar algún sentido en tu terco trasero primero.
Ella tuvo tiempo de abrir la boca con toda la intención de mandarlo al infierno con todos y cada insulto que ella pudiera sacar de su cerebro recalentado, cuando sus labios cubrieron los de ella. Hubo un segundo de atontada sorpresa, ese momento cuando ella se preguntó por qué demonios se oponía a él, porque sentir sus labios en los suyos era el paraíso.
Ésa fue la respuesta para cada célula dolorida, hambrienta en su cuerpo. Sus brazos cruzaron sus hombros, sus dedos se hundieron en el suave músculo bajo su camisa mientras ella resbalaba su lengua sobre la de él, siguiéndola mientras la retiraba de vuelta a su boca hasta que sus labios pudieron cerrarse sobre los de ella, chupando su lengua, sacando la dulce esencia de la excitante hormona de las glándulas allí y consumiéndose él mismo.
Ambos gimieron, el sonido atrapado por la boca del otro mientras se comían el uno al otro; labios y lenguas enredadas, presionando juntas mientras la carnalidad del acto se volvía abrumadora.
Miley podía sentir su sexo goteando, humedeciendo sus bragas, haciéndola moverse contra el duro muslo que se había deslizado entre los suyos, presionando contra su co/ño y haciéndola arder.
—El postre primero—gruñó Nicholas mientras separaba sus labios de los de ella, sus manos moviéndose a sus pantalones, soltando el cierre rápidamente.—Sal de esos pantalones, Miley, no puedo esperar más tiempo.
Febril, en llamas, la sexualidad que subía vertiginosamente entre ellos era demasiado caliente, demasiado intensa para negarla ahora. Las manos de Miley se movieron al broche de sus propios pantalones cuando ella vio su miembro libre. Nicholas lo tomó en su mano, los dedos moviéndose sobre él mientras la miraba estrechando sus ojos.
Los dedos de ella estaban temblando, su respiración raspando su garganta mientras empujaba la cintura de los pantalones sobre sus caderas, la curva de su trasero.
—No puedo esperar, Miley—murmuró él con la voz rota mientras se volvía a ella.—Inclínate. Pon tus manos contra la pared.
Él la situó como la deseaba, inclinada, apuntalada contra la piedra, mientras él separaba sus muslos hasta donde sus pantalones lo permitían.
—Nicholas—lloriqueó ella ávidamente mientras lo sentía inclinarse, la embotada punta de su erección deslizándose contra la carne resbaladiza de su súper—sensibilizado co/ño.
—Maldición, nena, estás tan caliente—murmuró él, una mano agarrando su cadera mientras tiraba de ella, obligándola a elevarse de puntillas para crear la altura necesaria para alojar la brillante cabeza en la entrada de su vag/ina.—Ahí, Miley—gimió él.—Diablos sí, nena. Justo ahí.
Miley tuvo que morderse los labios para no gritar cuando él comenzó a hundirse dentro de ella. Lentas rotaciones de sus caderas introdujeron la dura carne dentro del apretado tejido de su co/ño mientras ella luchaba por respirar a través del placer moviéndose a gran velocidad por ella.
—¿Tratando de no gritar, nena?—le preguntó él apretadamente, ambas manos en sus caderas mientras empujaba dentro de ella.
Miley no podía creer el erotismo del acto. Inclinada hacia delante, sus pantalones en sus tobillos mientras Nicholas la foll/aba por atrás, su *beep* empujando dentro de ella con golpes rítmicos, poderosos que la hacían rogar por no gritar su necesidad de él.
—Eres cruel—gimió ella, descansando su cabeza sobre su brazo mientras empujaba su sexo para facilitar el empalamiento.—No me provoques, Nicholas.
—Oh, cariño, esto no es provocar—le aseguró él amablemente.—Ahora esto, querida, esto es provocar.
Ella gimió impotentemente mientras los golpes se hacían más lentos pero no menos devastadores. El sudor comenzó a humedecer su cuerpo mientras la electricidad chisporroteaba por sus terminales nerviosas. Ella jadeó, lloriqueó suplicando, todo en vano mientras Nicholas murmuraba su disfrute por ella. Qué caliente. Qué dulce. Qué apretada...
Ella saboreó su sangre mientras se mordía el labio, luchando contra su agarre mientras comenzaba a desear ardientemente los profundos, controlados empujes que ella sabía que él podía darle. Ella lo deseaba zambulléndose dentro de ella, arrojándola a los casi violentos orgasmos que la sobrecogían cuando él hacía eso.
En lugar de eso, eran lentos, medidos empujes. Profundas, gentiles pe/netraciones, que estiraban los ajustados músculos y la hacían apretarlo con un grito de anhelo, pulsando alrededor de su miembro mientras él la pe/netraba, sus labios posados en su cuello.
—Nicholas, no puedo soportarlo—gimió ella mientras él se retiraba, volvía, hacía una pausa y se retiraba otra vez sólo para renovar el ciclo.
—Tienes que soportarlo—jadeó él.—Me está matando, Miley. Tú me estás matando con el placer y no puedo soportar pensar en dejarte ir.
Él estaba bombeando dentro de ella, suaves, fuertes empujes que eran demasiado lentos, demasiado malditamente provocadores y sólo hacían su necesidad más grande. Ella estaba haciendo esfuerzos por respirar, sus caderas contorsionándose mientras él la retenía, su sexo apretando con fuerza convulsivamente alrededor del eje, duro como el acero, que la estaba volviendo loca.
—Si no me fo/llas, juro que te castraré más tarde—gimió ella mientras las caderas de Nicholas se retorcían, su mano elevándola mientras él se hundía más profundo dentro de las ardientes profundidades de su vag/ina.—Lo digo en serio, Nicholas—gritó ella.—No puedo soportarlo. Lo necesito más duro.
—Ahh, cariño, todo lo que tenías que hacer era pedirlo—gimió él, su voz tensa ahora, mientras aumentaba el ritmo.
Miley sintió su respiración retenida en su pecho mientras sus ojos se cerraban indefensos. Todos sus sentidos estaban centrados entre sus muslos. La percepción de su po/lla pe/netrándola con duros, empaladores golpes, frotando sobre los sensibles tejidos, estirándolos, haciéndola arder mientras él comenzaba, finalmente, a foll/arla en serio.
Sus gemidos entremezclados en los confines oscuros del túnel, murmullos jadeantes, gruñidos hambrientos de hembra Felina mezclándose en una sinfonía de hambre.
Miley se apretó a él, propulsándolo dentro de ella, más profundo, más duro, sintiendo la suave extensión de la cabeza de su po/lla empujando contra su útero mientras un nudo de tensión comenzaba a construirse dentro de su vientre. Ella estaba estremeciéndose, sus piernas temblando, sus músculos endureciéndose mientras Nicholas aumentaba su ritmo una vez más.
El sonido de carne húmeda golpeando al unísono, la succión de su co/ño sobre su miembro, todo combinaba con los gemidos y llenaba su cabeza con una aullante demanda que supo que ya no podía seguir negando.
Sus dedos arañaron la piedra; su espalda se arqueó mientras ella se empujaba a sí misma más duro contra la cuña de carne que la dividía, pistoneando dentro de ella ahora con golpes duros, poderosos. Un grito bajo se formó en su garganta, luego aumentó en volumen mientras la conflagración de placer explotaba en su matriz y se lanzaba a través de su cuerpo.
Nicholas estaba sólo a unos pocos golpes detrás de ella. Sus dientes rasparon su cuello mientras se hundía profundo, luego él la mordió, él realmente la mordió, haciéndola gritar mientras otra oleada de violenta reacción la alcanzaba, estremeciendo todo su cuerpo, inclinando su espalda mientras sentía la po/lla de Nicholas pulsar, su semen, caliente y rico, derramándose dentro de ella.
—Vamos a matarnos si seguimos así—él estaba respirando duramente varios minutos después mientras la estabilizaba antes de débilmente ajustarse sus pantalones para después ayudarla a ella con los suyos.
Sus manos estaban temblando, su cuerpo todavía recorrido por ocasionales estremecimientos de placer mientras el eco de su orgasmo seguía recorriendo el cuerpo de ella.
—Si, bien, yo traté de advertirte—trató de inyectar una pequeña medida de mordacidad en su tono, pero fue imposible con la languidez rodando sobre ella. Demonios, podría dormirse ahora si hubiera una cama a mano.
Hizo una profunda, relajante respiración, luego se calmó. Sintió su corazón repentinamente acelerado en su pecho, el miedo explotando en la boca de su estómago.
—¿Qué es eso?—Nicholas se levantó de recoger la linterna.
Ella se dio vuelta, aspirando los olores del final, luego del otro.
—Mie/rda—murmuró ella.—Vamos. Rápido. De algún modo hemos detonado un explosivo.
Estaba cerca, pero ella no sabía cuán cerca. Ella podía oler la maldita cosa calentándose, disponiéndose a explotar, y sabía que no había una maldita oportunidad de encontrarla. Según la fuerza de los explosivos podía ser contenida detrás de ellos, o su fuerza podía hacer volar el resto del túnel. Con ella y Nicholas adentro.
Ellos corrieron.
La energía de la explosión envió a Miley y a Nicholas a través de la abertura de la caverna principal; la sensación de repentina ingravidez, de volar, era casi aterrorizante mientras veía las enormes rocas que rodeaban el área surgiendo amenazadoramente debajo de ella. Encogió su cuerpo mientras tocaba tierra, rodó y cayó sobre sus pies mientras luchaba por recobrar el aliento.
Nicholas estaba sobre sus rodillas, respirando con gran dificultad debido al polvo a su alrededor a la vez que luchaba por alcanzar sus aparatos y aclarar su cabeza.
—Jonas—gritó ella furiosamente mientras las Especies Felinas se reunían alrededor de ellos.—Haz un recuento de las personas. Necesito una cuenta de los que estamos.—Había otros en la caverna principal, así como también varios más en los túneles más pequeños desde más temprano.
—Todos numerados, Miley—Jonas gritó hacia atrás.—He hecho una petición urgente de avisar a un médico y a Callan. ¿Estás bien?
—¿Tenemos heridos?—estrechó sus ojos, viendo a varios miembros de las Especies sentados sobre la tierra mientras los demás las asistían.—Estado.
Él se levantó de un salto tras examinar a Nicholas.
—Tenemos escombros colapsando desde arriba la entrada de la mina, tenemos lesiones menores, unos cuantos huesos quebrados. ¿Qué diablos provocó esa explosión?
—Infiernos—ella respiraba apenas, aspirando bocanadas profundas de oxígeno mientras Nicholas se ponía rápidamente en pie.—Debe haber estado conectado por el sonido. No había el menor rastro, ningún signo del explosivo, Jonas, antes de que empezara a calentarse. Empiezo a preguntarme si acaso el sistema entero no es una gran tumba allí dentro.
Nicholas bufó sarcásticamente, aunque ella luchó por ignorarle.
—Callan está llegando—gritó Jonas.—Estén preparados para llevar fuera a los heridos. ¿Miley, nos vamos o nos quedamos?
—¡Tú vete de una jod/ida vez!—Nicholas se volvió contra el miembro de la Especie Leona furiosamente.—Recoge tu mie/rda y vuelve al complejo. ¡Ahora!
Jonas parpadeó hacia él con una expresión vacía en su rostro.
—Sí, señor—finalmente asintió con la cabeza antes de volverle la espalda.—Arriba, chicos y chicas, estamos siendo enviados a casa.
Nicholas estaba gruñendo. Miley inclinó su cabeza, mirándolo curiosamente cuando pateó una piedra, masculló algo y le lanzó a ella otra mirada peligrosa.
Ella sonrió brillantemente.
—¿La adrenalina no es una buena cosa? ¿Quieres lanzarla fuera?
Él frunció el ceño, arqueó su labio en una violenta mueca de furia y caminó con fuerza hacia donde Callan había estacionado su furgoneta, seguido de varios Jeeps.
Mientras ella observaba, Jonas avanzó a hurtadillas hacia ella.
—¿Pueden los humanos ser infectados y convertirse en Especies?—él preguntó curiosamente.—Lo juro, creo que gruñe mejor que yo.
Ella reprimió la risa, dándole un codazo al aleonado hombre que reía disimuladamente y se apresuró a ir hacia Callan. Sólo Dios sabía qué cosa le estaba diciendo Nicholas sobre ella.
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