Miley se percató de que la envolvía la más dulce languidez que había experimentado nunca. Incluso después de aquella primera noche con Nicholas ella no había conocido ese sentido de saciedad, de satisfacción completa. Sus brazos, firmes y calientes, la habían envuelto durante la larga noche; el sonido del latido de su corazón resonando en su oído la había consolado, la había apaciguado.
No había habido pesadillas, no había habido demonios alzándose desde su enrevesada memoria y que habían reptado a través de su inconsciencia incluso en la mejor de las noches. No había habido nada de eso entre los brazos de Nicholas.
—¿Despierta?—su voz estaba somnolienta, ruda y erótica. Esto envió un pequeño temblor de deseo que resonó en su columna vertebral y lanzó calor entre sus muslos.
—Despierta—ella sonrió, su lengua lamió perezosamente la marca rojiza de su pecho.
Fue explosivo. Ella sintió el estremecimiento de respuesta de él que tensó sus músculos, vio la forma de una tienda de campaña que formaban las sábanas cuando su po/lla comenzó a endurecerse.
Ella levantó la sábana, mirando a hurtadillas bajo ella con falsa curiosidad y luego con admiración acalorada.
¿Realmente, alguna vez se había tomado tiempo en mirar la po/lla de Nicholas?
Ella lanzó la sábana lejos de su cuerpo, se movió hacia abajo hasta que su cabeza descansó sobre su duro abdomen y observó cómo lentamente se llenaba toda esa carne deliciosa. Su boca salivaba ante la vista de aquel eje oscuro, pesadamente torneado y la ancha cabeza acampanada que mostraba apenas la humedad de unas gotas nacaradas de anticipación que rezumaban del ojo de su pe/ne.
Ella pasó su mano por la parte interna de su pierna, luego pasó de tocar ligeramente su muslo a sostener el peso de su escroto. Ahuecó la carne sedosa en su palma, mirando fijamente como su mano apretaba la cabeza bulbosa de su po/lla hasta que derramó, sin poder evitarlo, otra gota de su fluido cremoso.
—Miley, cariño—hubo un hilo de risa en su voz.—No está bien gastar bromas a un hombre empalmado.
—¿Bromear?—su lengua lamió la incisión de su ombligo cuando una pequeña gotita derramada cayó sobre su duro estómago.—¿Estoy bromeando?
Ella soltó su aliento suavemente sobre su punta sensible y observó como se sacudía otra vez, hinchándose aún más en respuesta al aire caliente que lo abanicaba. En respuesta a ella. El asombro la llenó. La primera vez que lo había visto, muchos años atrás, él la había llenado de admiración y excitación. Todos los demás machos habían palidecido en comparación con Nicholas. De todos modos, no había ningún otro hombre con el que ella podría considerar hacer esto.
—Miley, gatita—gruñó.—¿Vas a hacer algo con la erección que has despertado a la vida o te vas a dedicar a admirarla todo el día?
—Esto es bien digno de admiración—susurró cuando sintió su escroto tensarse, miró la pulsación de su sangre en la marca de las venas que se extendían alrededor de la carne gruesa.—Es de hecho una vista capaz de hacer la boca agua a cualquier mujer adulta que piense en degustarla—ella lo confirmó con una sonrisa cuando su dura po/lla se sacudió con fuerza como reflejo a sus palabras.
—¿Que solamente lo piense?—le preguntó, su voz tirante al igual que los músculos duros de su abdomen tensados bajo su cabeza.
—Bueno, ¿que lo intente?—preguntó mientras chasqueaba la lengua y salvaba la pequeña distancia, entonces golpeó con su lengua la cabeza palpitante de su erección.
Nicholas se quedó sin aliento, sus manos se cerraron sobre su pelo mientras él levantaba sus caderas, presionando su po/lla firmemente contra sus labios. Miley abrió completamente su boca, su lengua lamiendo codiciosamente alrededor de la cresta acampanada mientras su boca le succionaba. Su gemido fue un gruñido oscuro, rudo de pasión y necesidad que sacudió su pulso haciéndolo subir vertiginosamente e hizo a su lujuria flamear de ardor.
Ella apretó sus muslos para aliviar la presión, un gemido escapó de su garganta cuando saboreó más de la semilla salada que se derramó en su boca.
—Ven aquí—la orden de Nicholas fue ruda, las palabras salieron lentamente de su pecho mientras su mano bajaba a su cadera.—Ponte sobre mí, cariño, permíteme probar el sabor de tu dulce coñ/ito.
Ondas ardientes de lujuria chamuscaron su vientre cuando ella se puso sobre sus rodillas, su boca moviéndose hacia abajo para tomar más de su erección mientras él la guiaba hasta que sus muslos estuvieron a la altura de su cara.
El primer toque de su lengua hizo que se estremeciera de placer. Un segundo más tarde ella presionó su sexo contra él, ansiosa de más, desesperada por sentir el toque de su lengua sumergiéndose hondo dentro de las profundidades hambrientas de su co/ño.
Su boca bajó sobre la carne que se alzaba dura e impaciente desde el centro de sus muslos, intentando tragar todo cuanto podía de su grueso eje. Los lametazos continuos, avaros de la lengua de él y la succión de sus labios en su sexo mientras la conducía a la locura era todo lo que ella necesitaba para perder la poca cordura que todavía poseía mientras trataba de devorar su po/lla.
Ella lo quería todo de él, su semen llenando su boca, resbalando garganta abajo mientras él chupaba cada gota de crema líquida de su co/ño. Ella lo quería ahora. Lo necesitaba a él ahora.
Los sonidos de gemidos acalorados y bocas que chupaban hambrientas la envolvían. Sus dedos sostenían y acariciaban sus pelotas mientras los labios varoniles rodeaban su clít/oris y dos dedos empujaban dentro de su vag/ina exigiendo una respuesta. Ella se sacudió, tomando aún más duramente la pe/netración de sus dedos mientras acogía su po/lla más profundamente, chupándola ansiosamente a la vez que la boca de él comía con avara ferocidad su co/ño cremoso.
Su orgasmo crecía dentro de ella. Ella lo podía sentir apretándose en su vientre del mismo modo que, cuando ella bajó su mano, sintió el escroto de Nicholas tensándose en la base de su erección mientras su otra mano bombeaba la dura longitud de su eje. Ella quería saborearlo. Quería sentir cada gota caliente de su semilla disparándose en su garganta.
Ella sintió sus dedos empujando más duramente dentro de ella, más profundo, un segundo antes de que él se retirara, dibujara con sus jugos el camino hasta la entrada de su ano para después regresar y empujarlos profundamente al interior de su co/ño otra vez, conectando ambos puntos con un firme y caliente empuje de su dedo sobre su ano.
Miley se corrió, con un grito escapando de su garganta, vibrando alrededor de su po/lla cuando ella explotó. En el momento de su liberación, Nicholas gimió con fuerza y profundamente, sus dedos se aceleraron dentro de ella, el azote de su lengua a su palpitante clít/oris se aceleró al igual que el empuje de sus caderas, enterrando su po/lla más profundamente en su boca cuando su orgasmo comenzó a pulsar rápidamente en su interior, un chorro duro escapó procedente de su po/lla.
Él llenó su boca, el sabor conduciéndola más alto cuando ella se tragó cada gota enriquecedora, sus gemidos una súplica para conseguir más.
—Suficiente—él la sacó de encima de él, empujándola a la cama mientras ella luchaba contra él, sus manos lo presionaron para que volviese a tumbarse en el colchón.
—No. Disfruta esto—ella se alzó sobre él, pasando su muslo sobre sus caderas, frotando la carne mojada de su co/ño sobre la cordillera dura de su erección antes de dar permiso a su ancha cabeza de oscilar contra la entrada su co/ño.
—Duro, Nicholas—susurró, bajando sus labios hacia los suyos mientras se preparaba para la invasión.—Duro…
Su espalda se inclinó, su gemido de satisfacción y placer perforaron el silencio de la habitación cuando él la empaló, separando sus finos tejidos con un empuje feroz, determinante.
No hubo lucha por el control, ninguna tentativa por retrasar la necesidad compulsiva del orgasmo. Los sonidos de carne mojada friccionándose conjuntamente, los gruñidos murmurados, hambrientos y gritos acalorados llenaron el aire alrededor de ellos.
Miley bajó su cabeza hasta su pecho, su lengua lamió la marca que ella le había hecho segundos antes de que volviese a rasparlo con sus letales colmillos y aplicase una succión firme, erótica sobre su carne excesivamente sensible.
Su liberación provocó la suya. Duro, convulsivo, se desgarró a través de ellos, vinculándolos, atándolos, y de una vez por todas perforando las barreras finales del alma de Miley.
—Te amo—gritó Nicholas mientras se dejaba caer bajo ella, llenándola con su semilla, sus manos agarrando fuerte sus caderas tal y como la había sostenido.—Miley, te amo…
Su cabeza levantada, una saciedad lánguida propagándose a través de su cuerpo, dejándola adormecida, débil, y todavía llena de una fuerza que ella no había sabido que poseía.
Ella extendió su mano, las puntas de sus dedos acariciaron su mejilla y para su sorpresa el toque de sus dedos llenó de lágrimas los ojos de él. Y MIley supo, en ese momento, que si ella alguna vez le perdía otra vez no querría, no podría sobrevivir al dolor.
—Me gustaría que llevaras tus cosas a mi cuarto—Nicholas hizo el anuncio sorpresa mientras se preparaban para el día.
Vestida con su acostumbrados pantalones, negros y ajustados, usando la blusa a juego, su pelo peinado en una trenza, Miley se estaba poniendo la chaqueta cuando él le habló. Hizo una pausa para arreglar la tela sobre los hombros y comprobar cuidadosamente el arma enfundada en su muslo.
—¿Oíste lo que te dije, Miley?—ella podía sentir la determinación emanando de él y trataba de esconder su sonrisa.
—Te oí, sí—ella se aclaró la voz, apenas—Puedo encargarme de eso esta tarde después de que me encuentre con Doc.
El silencio cayó detrás de ella, un denso silencio anticipatorio que latía como un corazón silencioso. Un corazón que podría ser sentido pero no escuchado más que con los sentidos internos.
—No te dejaré ir. Nunca en la vida—le dijo a ella, moviéndose hasta quedar detrás, sus brazos rodeándole la cintura, haciendo que su cabeza cayera hacia atrás, hacia sus hombros.
—No te he pedido que lo hagas—contestó ella—Soy terca, Nicholas, no est/úpida.
No era algo fácil de decir para ella, olvidar el dolor y de una vez desterrar los miedos que la perseguían hasta obsesionarla. Pero ella era conciente de que no había tenido una vida hasta que Nicholas reapareció en su vida. Solo había estado sobreviviendo, nada más. Ella necesitaba vivir, no meramente existir, necesitaba amar.
—Muy terca—la corrigió, besándole el cuello suavemente.
Miley sonrió, una suave curva en sus labios como si por fin ella admitiera la declaración.
—No será fácil—finalmente murmuró ella.—No seré fácil. Todavía hay cicatrices, Nicholas—le advirtió.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella
—Las curaremos juntos, Miley. Haremos lo que sea necesario.
Ella asintió la cabeza, lentamente, antes de enderezarse otra vez.
—Hora de ir a trabajar, semental—ella dijo suavemente, su voz llena de diversión.—Puedes jugar mas tarde.
—Eso me parece bien—él se rió ahogadamente mientras la soltaba.—Esta mañana debo ir hacia a la casa de huéspedes con Callan y Taber. Lawrence ha propuesto una idea que podría surtir efecto para alcanzar las casas que necesitamos mas rápidamente, combinaremos nuestras ideas—él dijo, más que un poco feliz.—Lawrence Industries tiene una pequeña línea de construcción bajo la dirección de uno de sus mejores amigos, uno en el que él confía completamente. Él está dispuesto a proveer los materiales a un bajo coste así como también la asistencia técnica para formar mano de obra y entrenar a nuestros hombres para construir ellos mismos—contó él.—Tenemos tierra de sobra aquí como para hacernos autosuficientes hasta cierto punto, y todavía siento que eso es la mejor manera de actuar.
Miley suspiró resignada. Desafortunadamente, estaba de acuerdo con él, pero necesitaban los edificios con urgencia, no podían permitirse meses de demora. Quizá ésta fuera la solución para el problema.
—Luego me cuentas qué resulta—ella finalmente inclinó la cabeza mostrando su aprobación.—Hoy tengo que hacer otro control del inventario. No sabemos como pasó pero la cuenta de los fusiles que Merc insistió en que compráramos no está bien. Creo que debe ser un error nuestro o del proveedor. Odio cuando hay problemas con las armas, Nicholas. Me pone paranoica.
—Sin bromas. Hazme saber si encuentras algo mal. Los únicos extraños que hemos tenido por aquí han sido los empleados de los Lawrence y nuestra gente de seguridad ha estado lo suficientemente pendiente de ellos como para no detectar un robo en un sitio tan alejado de la casa de huéspedes, pero necesitamos solucionarlo—él hizo una mueca mientras se ponía una chaqueta ligera sobre su oscura camisa de algodón.—Te alcanzaré más tarde para ver si nos podemos encontrar para un poco de... uhh, de almuerzo—él levantó sus cejas pícaramente.—Hasta más tarde, gatita—la besó levemente en la frente antes de dejar el cuarto y dirigirse al vestíbulo.
Miley se quedó parada inmóvil, conciente de la tonta sonrisa que tenía en la cara mientras Nicholas salía. Después de la noche pasada, no había tenido otra opción más que confiar en él, darle todo lo que florecía dentro de ella. No era simplemente deseo por su pe/ne, sino una necesidad de que la acariciara, de su sonrisa, de su risa. Una oportunidad para curarse.
—Maldito hombre. No lo puedo entender, y Merinus no me dejará matarlo—dijo divertida mientras sacudía la cabeza antes de dirigirse a la puerta. Podía rendirse de una vez y amarlo, se dijo finalmente al llegar a su propia puerta. Y... ¿por qué esperar para empezar a vivir la vida que él le ofrecía?
* * * * *
—¿Miley?—la vocecita y el golpe suave en su puerta hicieron que Miley se tensara al reconocer la voz de Cassie.
La puerta se abrió lentamente y la niñita se asomó. Mientras entraba al dormitorio pudo ver su cara triste y el largo cabello castaño cayendo en largos rizos gruesos sobre su espalda.
—¿Quién te cuida hoy, Cassie?—Miley le preguntó curiosa.
—No sé, Miley —la niñita estaba más que confundida—Me desperté y no había nadie. Siempre hay alguien allí cuando me despierto.
Miley clavó los ojos en la niñita desordenadamente. Cassie todavía tenía puesto su camisón y agarraba firmemente su osito de peluche como si eso pudiera darle seguridad.
—Estoy asustada, Miley—murmuró ella—Mi hada me dijo que subiera aquí. Ella parece un poco preocupada—la niñita se movió mas cerca como si necesitara consuelo o protección.
Miley tomó su enlace de comunicaciones del tocador y se lo puso en la cabeza mientras cambiaba la frecuencia al canal que usaban en la casa. Ahí se enteró que Taber, Callan, Nicholas y Dawn estaban con los Lawrence, pero que no habían dejado a la niñita sin un guarda.
—¿Quién está encargado de la casa?—preguntó en el enlace.
Nadie le contestó.
Tampoco escuchó nada cuando se cambió a la frecuencia principal, sólo ruido estático.
—Cassie, ¿viste a alguien cuando viniste para acá?—Preguntó Miley suavemente, moviéndose hacia la ventana y mirando a hurtadillas para afuera.
—No—Cassie mantenía su osito de peluche cada vez mas abrazado.—No vi a nadie, Miley.
—¿Sabes como esconderte, Cassie?—Volvió a preguntar Miley, sintiendo una familiar sensación de peligro subiéndole por la columna vertebral.
Los ojos de Cassie se agrandaron por el miedo repentino. Su labio inferior tembló.
—Quiero a mi mamá—murmuró repentinamente, el sonido de su respiración indicaba que la niñita conocía al dedillo los peligros que podrían existir fuera del cuarto.—Mamá nunca me deja sola.
Mie/rda. Nadie se movía afuera. ¿Adónde diablos estaban los guardias?
—Está bien—Miley se volvió hacia la niñita.—¿Podrás guardar silencio? ¿Pase lo que pase?
Cassie asintió ferozmente.
—Quiero que te quedes justo detrás de mí, Cassie. Y no digas ni una sola palabra. No hagas ni un ruido a menos que yo te diga que lo hagas. Vamos a ir al cuarto de Merinus. ¿Has entendido?
Cassie asintió sacudiendo su cabeza rápidamente.
Moviéndose hacia la puerta, Miley sacó la pistola y espió hacia fuera cuidadosamente. Todas las puertas estaban cerradas; el guardia que normalmente estaba en servicio al final del vestíbulo no estaba. Maldición. Maldición.
Ella miró hacia atrás, a la niña. Ella estaba pálida, temblando y desplazándose muy cerca, siguiendo cada movimiento del cuerpo de Miley.
—Bien, despacio, despacio—Miley murmuró mientras abría la puerta.
Ella entró al salón, controló que estuviera vacío, rápidamente llevó a Cassie al dormitorio y se movió ágilmente por la segunda ala de los dormitorios del piso superior, donde estaba localizada la habitación de Callan y de Merinus. Haciendo una pausa a la vuelta en el vestíbulo, aplastó a Cassie contra la pared y también controló la zona. Nadie. Mie/rda. ¿En donde diablos estaban todos?
Desplazándose cuidadosamente hacia el vestíbulo, sus sentidos afilados como una navaja se enfocaron hacia el cuarto de Merinus. Estaba a sólo tres puertas del cuarto cuando un nuevo olor entró violentamente en su cabeza. Extraño. Diferente. Esperándolas a ellas.
Se detuvo. Había dos puertas entre ella y el dormitorio de Merinus y una de ellas podría abrirse lo suficiente como para permitirle a alguien escondido en uno de los cuartos verlas pasar por allí.
Miley se movió hacia la puerta al lado de ella. Girando el picaporte, la abrió y empujó a Cassie al interior y luego fue tras ella. Entonces cerró la puerta tan silenciosamente como pudo, le indicó a la niña que guardara silencio mientras se paraba junto a la ancha ventana al otro lado de la habitación.
Mirando hacia afuera, dio un suspiro de alivio cuando divisó a dos guardias caminando por el perímetro de la casa. Abriendo de par en par las cortinas ella lentamente levantó la ventana, rezando para no estar dándole a conocer su posición al enemigo tan cerca de ella, a solo dos puertas de distancia.
Ella estaba a punto de llamarles la atención cuando les vio caerse. Primero uno, luego el otro. Sus ojos se agrandaron. No pudo escuchar ningún sonido, en un segundo habían caído, muertos o desmayados, no podía estar segura.
Mie/rda. Mie/rda. Mirando alrededor ella arrastró frenéticamente a Cassie hacia el armario al otro lado del cuarto.
—Tu te quedas aquí—metió a la niña llorosa casi a la fuerza en el cuarto pequeño.—Lo digo en serio, Cassie. Nadie más, solo yo sabré dónde estás escondida. No te muevas de aquí. ¿Me oyes?
Ella dejó durante algunos segundos sus labios en la oreja de Cassie, su corazón quebrándose mientras la niñita se estremecía y temblaba a pesar de aceptar lo que Miley le decía.
—Aquí te quedas—ella la ordenó otra vez antes de dar marcha atrás y cerrar la puerta lentamente.
Quienquiera que fuera la persona que esperaba en el cuarto arriba del vestíbulo, había logrado anular al enlace de comunicaciones y a los empleados y para colmo, estaba esperando silenciosamente. Pero... ¿qué esperaba?
Ella volvió a la puerta y la abrió lentamente, miró con atención hacia el vestíbulo pero al no ver nada, sospechó inmediatamente. Dio un paso hacia fuera del cuarto, aplanándose contra la pared, sosteniendo el arma firmemente.
Un segundo más tarde la manija de la puerta de Merinus giraba. Apuntándola con su arma, Miley observó fríamente cómo se abrió y cómo la otra mujer se paró en el vano, mirándola sorprendida al verla apuntarle con la pistola. Tan rápido como se había abierto, la puerta volvió a cerrarse y se escuchó el ruido de la cerradura al trabarse.
Chica lista. Miley sonrió con fría determinación. Al menos la otra mujer estaba a salvo. Eso era todo lo que importaba. Ahora casi podía sentir las olas de furia emanando del otro cuarto. Quienquiera que estaba escondido allí adentro había visto cómo Merinus se había encerrado de vuelta en su cuarto.
Un segundo más tarde tres detonaciones sonaron desde el cuarto de Merinus. Los disparos eran una clara señal para cualquiera de las Especies que estuviera lo bastante cerca como para oírlos. El bastardo podría haber sacado a los guardias de la casa y a los del perímetro pero no había manera de que se hubiera deshecho de todos ellos.
Ella oyó una maldición, suave, llena de amenaza y dirigió su pistola hacia la altura aproximada en que si disparaba, heriría gravemente en vez de matar. Había sólo dos maneras de escapar de ese cuarto: la ventana o la puerta. Pero ella no se esperaba lo que apareció por la puerta del cuarto.
Roni apareció primero, seguida de cerca por el enfermero /chofer que había venido con los Lawrence varios días antes. Había una presumida sonrisa victoriosa en la cara del hombre mientras apuntaba su pistola a la sien de Roni y la mantenía cuidadosamente delante de él.
—Muy afortunada—gruñó al verla—Pero no del todo buena.
Él se enfrentó a Miley, mirándola con malicioso desprecio.
—¿Dónde está la niña? Ella no estaba de su habitación o con su guarda.
Miley mantuvo su expresión fría y su arma preparada.
—Si lo supiera, no te lo diría.
Sus redondos ojos brillaron intensamente con furia.
—Suelta la pistola o la mataré.
Miley negó con la cabeza mientras curvaba sus labios en una sonrisa burlona.
—De ninguna manera. Y si la matas, mueres en el siguiente segundo.
Él no estaba nervioso. Era frío y calculador. Sostenía a Roni de los cabellos, un agarre no muy violento en el mejor de los casos, su pistola firmemente sobre su sien. Los ojos de Miley encontraron a los de Roni. Ella podría ver la resignación en los ojos de la otra mujer. En cierta forma él había sacado a sus hombres. Miley no estaba segura de cómo pudo haberlo logrado, pero lo había hecho.
—Bien, podemos considerar esto como un empate—él sonrió lentamente, como una serpiente disponiéndose a atacar.—¿Piensas que esa advertencia va a ayudarte a ganar tiempo? Me aseguré de que tus muchachos estuvieran fuera de servicio durante varias horas. Es lo mejor—él gruñó sarcásticamente.—Fueron fáciles de vencer, Miley.
Miley apenas se encogió de hombros
—Parece que te olvidaste de mí, sin embargo. No soy tan fácil.
Su mirada se encontró con la de Roni. La otra mujer subió sus ojos para indicar la mano que la sujetaba del cabello y luego rápidamente hacia el piso. ¿Dios mío, acaso podría ella soltarse? Ella volvió a mirar arriba nuevamente, esta vez frenéticamente. Arriba y luego abajo. ¿Iba a tirarse al suelo?
Miley apuntó su arma hacia la cabeza de Roni. Si la otra mujer no se movía lo suficientemente rápido… ella tragó incómodamente.
Repentinamente, Roni se tiró al suelo. La pistola del hombre disparó al mismo tiempo que la de Miley. La bala impactó en el asesino, inmediatamente ella corrió hacia él, apartando de una patada la pistola antes de arrodillarse al lado de Roni.
—¡Bastardo!—Roni se incorporó enojadísima, los labios fruncidos, la furia iluminándole los ojos mientras pateaba al asesino caído.
La puerta de Merinus se abrió repentinamente al mismo tiempo en que se sentían pies subiendo las escaleras y voces masculinas que comenzaban a gritar con furia. Era todo un caos.
Nicholas, Callan, Taber, más que una docena de guardas Felinos y Seth Lawrence entraron precipitadamente en el vestíbulo.
—¿Está feliz ahora, señor Lawrence?—Miley le dijo en la cara al tiempo que Taber corría a buscar a su esposa.—¿Valía la pena esto?
Él se quedó con los ojos fijos en el conductor tirado en el suelo, su mirada taciturna, llena de sufrimiento antes de mirar a su hermana. El arrepentimiento brilló en sus ojos.
—No, señorita Callahan, no lo valía—pero no apartó la vista de su hermana.
—Miley, no lo mataste—Nicholas dijo sorprendido mientras dejaba el cuerpo caído.—No fue una herida mortal.
—No, no le maté, todavía no—ella contestó al volverse hacia él.—Primero quiero saber quien le contrató. Luego lo mataré—ella se quedó con la mirada fija en Nicholas, sus ojos delataban su furia brutal.—Esta vez, la Ley de las Especies será aplicada.
Ella cambió de dirección y marchó de vuelta al cuarto dónde Cassie aguardaba su regreso. Abriendo la puerta del armario, ella se arrodilló delante de la niña llorosa, su corazón acongojado. Cassie no emitía ni un sonido, pero sus pequeños hombros se estremecían violentamente mientras mantenía abrazado a su osito de peluche.
—Vamos, Cassie. Ya pasó—Miley murmuró mientras la alzaba.
—Quiero a mi mamá—los sollozos eran desgarradores.—Quiero a mi mamá ahora. Ahora. Si no me traes a mi mamá, los voy a morder a todos. Lo haré. Lo haré…—ella enterró su cabeza en el hombro de Miley, sus brazos apretándose en un abrazo mientras su llanto se escuchaba por toda la habitación.
Milley se volvió hacia Nicholas, las lágrimas llenando sus ojos mientras él la contemplaba dolorido.
—Ven acá, Cassie—Callan se desplazó hasta donde estaba Miley, su esposa siempre junto a él mientras tomaba a la niñita de los brazos de su hermana.
Ella fue sin problemas y aunque sus lágrimas no pararon, tampoco lo hicieron sus pedidos para que volviera su mamá. Nicholas tomó a Miley en sus brazos y ella, sólo entonces se dio cuenta de que estaba temblando, se estremecía violentamente reaccionando a lo que había pasado, furia y miedo sacudiéndose a través de ella.
Miley envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y enterrando su cara en contra de su cuello dejó fluir libremente sus lágrimas. Lloró por el pasado, por las traiciones, por las pérdidas, por el niño que nunca habían conocido. La amargura fluyó profundamente en sus sollozos entrecortados al abrazarlo a él. A su soporte, a su corazón.
Los terribles Tylers llegaron a la propiedad en unas horas. Seis hermanos, junto con su padre, John Tyler y su tío, el Senador Samuel Tyler. Era una locura y Miley entendía completamente por qué Merinus era siempre tan renuente a tenerlos a todos ellos en la hacienda al mismo tiempo.
Eran tercos, cerrados y testarudos. Cada uno tenía su propia idea de cómo deberían hacerse las cosas y cada discusión se convertía en una guerra de palabras. Sin embargo, todos ellos amaban a Merinus y estaban decididos a estar allí durante el tiempo que hiciera falta para asegurarse de que estuviera protegida.
—Esto no está bien, Miley—Tanner, que estaba parado en el amplio comedor justo al lado de ella, le hizo el comentario mientras ambos miraban, espantados, como la furia iba creciendo con cada discusión.—Terminarán matándose unos a otros.
Miley bufó distraídamente.
—Eso nos podría solucionar el problema.
Tanner se rió ahogadamente, su risa contagiosa la hizo reír a ella a su vez.
—Mira bien como revolotean alrededor de Merinus y Roni—él señaló con la cabeza al grupo de hombres que incluía a Callan y a Taber.
Merinus estaba como si algo le doliera terriblemente mientras intentaba ponerse de pie. Inmediatamente, al menos una media docena de los hombres que la rodeaban se abalanzaron para ayudarla. Pensando que estaban ocupados, Roni intentó escapar, pero ni eso fue posible. Por lo pronto, las dos mujeres estaban atrapadas en el medio de un protector infierno de testosterona. Por suerte, Nicholas había escuchado cuando Miley había mostrado sus dientes y había gruñido que ella mataría al primer hombre que tratara de—protegerla—.
—Esas pobres mujeres—ella exhaló apenas.
Ahí fue cuando Tanner volvió su mirada hacia ella. Su raro pelo negro a rayas doradas cayó sobre su frente; las hebras de oro que cruzaban su melena hacían juego con el color ámbar de sus ojos. Eran de un extraño y fantasmal ámbar, casi resplandecían en su misteriosa cara bronceada.
Mientras habían estado escondidos, él había usado lentes de contacto de otro color y había teñido su pelo, así que Miley estaba acostumbrada a una versión menos colorida de su hermano. Ahora él no hacía nada para ocultar lo que era e intentaba compensar los años en que se había visto forzado a disfrazar su naturaleza verdadera.
—¿Cuando vas a decirle a Nicholas que estás embarazada?—él la sorprendió con la pregunta, dicha en voz tan baja que solo ella pudo oírlo, pero la risa en la voz de él le hizo querer golpearlo.
Miley se puso rígida. Ella se había enterado apenas una hora antes, durante el examen que Nicholas había pedido que le hicieran después de que se hubieran llevado a la fuerza al asesino para encerrarlo en una celda. Por suerte su compañero había estado ocupado asegurando el territorio y no había estado con ella durante la visita.
El doctor Martin estaba tan confundido por el embarazo como la misma Miley. Según él, la hormona destilada por su cuerpo había empezado de alguna manera a reparar el daño en sus trompas de Falopio y había hecho curar la operación que él había practicado años atrás, para prepararla para la fertilización de su útero.
Él se rascó la cabeza y masculló algunas frases vagas que no tenían mucho sentido más que para reafirmar que las Especies todavía eran un enigma y que él necesitaba más ayuda.
—¿Sin respuesta?—Tanner sonrió burlonamente cuando ella se quedó silenciosa.
—Cállate, Tanner—ella gruñó.—Dame una oportunidad para acostumbrarme yo misma.
No podía creer lo que le estaba pasando. Era más de lo que había pedido en sus oraciones. Se sobresaltó mientras veía a las dos mujeres sentadas en el comedor, luchando por respirar mientras los hombres a su alrededor discutían sobre como protegerlas e ignoraban completamente los intentos de ellas escaparse. Rogaba que eso no fuera lo que le esperaba a ella en los meses venideros de su embarazo. Aquello la volvería loca.
—Díselo a ellos—él inclinó la cabeza hacia el cuarto, con una risa ahogada.—Te ayudarán a hacerte a la idea.
Ella comenzaba a lamentar el regreso de Tanner. Su helicóptero había aterrizado justo antes que el de los Tyler, llevándole a él, a Merc y a Simon Quatres. Rápidamente habían cargado a Cassie en la máquina para llevarla al lado de su madre herida. Dash y Elizabeth habían completado su misión, triunfando sobre la amenaza más peligrosa para la vida de Cassie. La pequeña familia sería escondida una vez que Elizabeth se recuperara, al menos eso le había informado Tanner. Cassie, y el bebé que Elizabeth estaba gestando, seguirían estando en peligro hasta que el mundo aceptara a las nuevas especies que vivían en el. Y no parecía que eso fuera algo que iba a pasar pronto.
—Tanner, vete a encontrar a otra persona para torturar y atormentar—Le ordenó Miley finalmente, mientras su mirada buscaba a Nicholas antes de mirar lentamente hacia arriba.
Realmente, ella necesitaba compartir las noticias con él, quería ver su cara cuando le dijera que él iba a ser padre. Necesitaba exorcizar a los fantasmas del pasado.
Al tiempo que Nicholas se volvía hacia su propio padre, un repentino chillido perforó completamente el cuarto. Los ojos de todos miraron a Merinus, sorprendidos de ver que ella clavaba su mirada furiosa en todos ellos.
—¡Basta, maldición!—les gritó a los hombres de la habitación mientras Roni, de un salto, empujaba la mano de Taber para ir al lado de la otra mujer.—Estamos embarazadas, no heridas y definitivamente no estamos incapacitadas. Terminad de una vez con toda esta basura machista.
Un silencio asombrado llenó el cuarto mientras ella reforzaba sus palabras con una dura bofetada en la cabeza de Gray, su hermano más joven, cuando él comenzó a discutir. Y no era una pequeña palmada fraternal.
—Ahora—Merinus se acomodó los hombros de su vestido premamá mientras los miraba estrechando los ojos.—Estoy aburrida de todos ustedes. Quiero un vaso de leche, un paquete de Oreos y algo de paz. Pueden pelear todo lo que quieran, pero Roni y yo ya hemos tenido bastante. Queremos nuestra leche y nuestras galletas en mi cuarto inmediatamente.
Las dos mujeres se movían hacia la puerta cuando los gemelos se levantaron de sus asientos con toda la intención de bloquearles la salida.
—Vuelvan a su sitio, imb/éciles—gruñó Merinus.—Antes de que cumpla mi amenaza de dispararles a todos.
Se sentaron, aunque sonrisas indulgentes cruzaron sus caras.
—Mejor te escapas, Miley—masculló Merinus mientras Tanner daba un paso al costado para dejarla pasar.—Eres la próxima.
Miley gruñó, su mano acariciando la culata de su arma todavía sujeta en su muslo.
—Sólo que yo no amenazaré con dispararles—masculló.—Lo haré.
Ella le echó a Nicholas una mirada de advertencia. A cambio, recibió una sonrisa malvada, casi atrevida. Una sonrisa que hizo que su pulso se agitara vigorosamente y que se le humedeciera la vag/ina de anticipación.
Merinus y Roni pasaron rápidamente a su lado y se encaminaron hacia el ascensor situado en el extremo más alejado de la entrada. Evidentemente, en ese momento Merinus estaba muy segura de lo que hacía. Mientras se volvía hacia Nicholas, Miley se preguntó cómo encararía la situación si él intentara protegerla. Para su sorpresa, el pensamiento de Nicholas revoloteando sobre ella y su niño no le molestó demasiado. Sin embargo, esos hermanos suyos tendrían que irse.
—Propongo posponer esta discusión por ahora—anunció Nicholas cuando Miley_ indicó, otra vez, su deseo de regresar a su cuarto.—Caleb—él se giró hacia uno de los gemelos—tú y Seth reúnan a todo el mundo y empiecen los planes para comenzar con lo de las casas. Tío Sam, deberás hacer algo con la Alianza de las Especies en D.C. Quiero un satélite de inteligencia de primera generación instalado en esas cuevas. Papá, más tarde reúnete con Merinus para ver el informe que ella está preparando, queremos una cobertura global sobre este tema. Tiene que detenerse.
Su voz se endureció con las últimas palabras, su mirada se volvió helada mientras la furia amenazaba con subir a la superficie. El asesino había llegado demasiado cerca de la hermana a la que todos ellos apreciaban. No dejarían que eso volviera a ocurrir.
Cuando Nicholas caminó a grandes pasos hacia ella, Miley sintió que la presencia de él le infundía un placentera seguridad y calor a todo su ser. Él le pertenecía. Finalmente. Completamente. Su mano se movió sobre su abdomen, sus dedos extendiéndose mientras la verdad la alcanzaba. El hijo de ambos descansaba allí. Su bebé. La alegría que floreció en el corazón se desparramó por todo su cuerpo mientras sus labios se curvaban en una sonrisa incontenible.
* * * * *
Nicholas se detuvo cerca de ella, contemplando la alegría, la felicidad completa y absoluta reflejada en su cara y que parecía encender todo el cuarto a su alrededor. Miley brillaba, emitía calor y una luz radiante que lo sorprendió. Parecía como si sus ojos fueran más verdes, su piel suave más cremosa y sin embargo, al mismo tiempo aparecía más misteriosa y, contradictoriamente, más cerca de él, de sus caricias, que nunca antes en la vida. Su mirada se quedó fija sobre ella. ¿Qué era diferente?
Luego sus ojos se detuvieron en el abdomen de ella, los dedos extendidos como si quisieran proteger algo. Él sintió que se le desbocaba el corazón latiendo a toda velocidad y que se le secaba la boca. El calor había empezado a aflojar, justo ahora él se daba cuenta de eso. Había habido algunos momentos en los que él no había deseado desesperadamente estar dentro de ella. No eran muchos esos momentos, tenía que admitir. Y aunque el deseo estaba todavía allí, era mucho más natural, más suave.
Dio otro paso hacia ella, apenas conciente de que los otros seguían detrás de él, el silencio rodeándolos. Todo lo que él podía oír eran los latidos de su propio corazón; todo lo que podía ver era el conocimiento resplandeciendo en los ojos de Miley. Y eso lo puso de rodillas. Literalmente.
—Nicholas—la exclamación emocionada de ella no lo detuvo, la tomó de las caderas y le enterró su cara en el estómago.
Estaba abrumado. La emoción le golpeaba por dentro, rasgándole el pecho, llenando su corazón. Ella llevaba a su bebé. Él podía jurar que era capaz de sentirlo bajo su mejilla, la vida, una renovación de todos los sueños que ambos ya habían considerado perdidos.
—Te amo—Envolvió sus brazos alrededor de ella mientras le daba un tierno beso sobre su abdomen.—Miley te amo.
—Nicholas, te están mirando—ella murmuró, pero no había vergüenza en su voz, sólo risa, sólo amor.
—Déjalos—él se movió apenas para observar mientras extendía sus dedos sobre el estómago plano.
Le temblaban los dedos y, por todos los infiernos, también su cuerpo entero mientras la miraba y veía en su mirada emocionada la seguridad de que un niño crecía en su cuerpo.
—¿Cómo pasó?—él sacudió la cabeza al preguntar. Ya se había resignado a no curar nunca la herida abierta que esa parte del pasado iba a ser para los dos.
Ella extendió la mano, las puntas de sus dedos le tocaban la cara.
—Doc no está seguro—ella se aclaró la voz mientras recorría con la mirada el cuarto lleno de hombres detrás de ellos.—Nicholas, si ellos empiezan a revolotear sobre mí, voy a tener que dispararles.
—Ignóralos—él sacudió la cabeza mientras se incorporaba.—¿Estás segura?
Él no podía dejar de tocarla. La mano de ella descansaba sobre su hombro ahora mientras él le acariciaba la suave piel del brazo, maravillándose del milagro que ella representaba en su vida.
—Bueno, el doctor dice que es así—ella se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.—¿Qué piensas tu?
Nicholas recorrió con la mirada al grupo detrás de ellos. Sus malditos hermanos reían disimuladamente, pero eso estaba bien, podrían burlarse todo lo que quisieran ahora que él tenía el mundo entre sus brazos.
Él se volvió hacia ella con una sonrisa abierta y murmuró:
—Pienso que necesitamos salir y comprobarlo nosotros mismos, para estar seguros, quiero decir.
La risa de ella fue un bálsamo para su alma, un sonido de alegría, de sueños y de todas las tercas esperanzas que él había acarreado consigo durante años.
—Definitivamente—le contestó ella, volviéndose para ir hacia las escaleras.
Nicholas no le dio tiempo ni para dar un paso. En lugar de eso, la levantó entre sus brazos.
—Maldición, Nicholas, te dispararé a ti también—amenazó con ferocidad mientras él se ponía en marcha por las escaleras.—Bájame antes de que me dejes caer.
—Ni lo pienses—le dijo mirándola, adorando el pequeño ceño fruncido en la cara de ella mientras la llevaba al dormitorio.—Nunca te dejaré caer, cariño, y nunca te dejaré ir. Nunca más, Miley.
Ella tocó su cara y el calor explotó en dentro de él. Un mimo, dado libremente, la caricia de una compañera, así lo había llamado él cuando lo había visto ocurrir entre Callan y Merinus.
—Nunca más, Nicholas—estuvo de acuerdo antes de dejar que su cabeza descansara contra el hombro de él y que sus brazos se enroscaran alrededor de sus hombros mientras lo abrazaba fuerte—Nunca más.
AWWW ME HIZO LLORAR FUE UNA HISTORIA MUY TRISTE PERO A LA VEZ PASIONAL ME ENCANTOOOO QUE BUENO QUE HAYA UN BABY NILEY EN CAMINO Y QUE NICK Y MILEY AL FIN PUEDAN ESTAR JUNTOS!!!!!
ResponderEliminarLA AME
BESOOS
haahha me encanto, va a nacer un pequeño gatito *_*
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