Mucho tiempo después que Nick escoltase a Miley de nuevo al saloon y se fuese a casa a buscar su propia cama, yacía despierto recordando la expresión de incredulidad de sus ojos cuando ella se dio cuenta que no tenía intención de acompañarla al piso de arriba de nuevo para cobrarse el valor de su dinero en la forma tradicional, haciendo el amor con ella.
No es que creyera por un momento que Miley pensara en el acto sexual como hacer el amor. En realidad no pensaba en ello en absoluto.
Una sonrisa triste se asentó en su boca al recordar su sitio para la costura, separado y escondido del resto de la habitación por un biombo. Miley, con su verdadero yo amurallado y escondido de las miradas indiscretas.
Una pregunta daba vueltas en la cabeza de Nick. ¿Por qué? ¿Qué cadena de acontecimientos habían llevado a Miley a su vida presente, y qué le impedía dejarlo detrás? Recordó la caprichosa cara de payaso que había bordado en la almohada, el vestido de encaje sobre su mesa de costura, la colección de bocetos y arte floral sobre sus paredes, y su muy leída Biblia, dejada abierta en la historia de María Magdalena. Una mujer joven como ella no pertenecía al Lucky Nugget. Ella debería haberse casado y bordado cojines para sus propios bebés. Debería tener el amor de un hombre, protegiéndola y proveyendo para ella.
Cerrando los ojos, Nick trató de imaginarse a sí mismo llenando ese papel, y la imagen se formó en su mente con demasiada facilidad. Las imágenes lo llenaron de un sentido de rectitud y de alegría. Recordando sus aparentemente inocentes ojos verdes y la forma en la boca con hoyuelos en las esquinas cuando arrancó le una sonrisa, no podía evitar la sensación de que sus pasos lo habían estado conduciendo hacia esta niña toda su vida.
Loco, muy loco. ¿O no? Según su padre, cada uno tenía su propio destino personal, un propósito que nació para cumplir, y hasta que lo encontrara, vagaba por la vida, buscando siempre, nunca satisfecho. Nick había experimentado esa sensación, pero ahora que había tropezado con Miley, se había ido.
Tal vez estaba destinado por la suerte, a ser el hombre que la sacase de sus actuales circunstancias para darle el hogar que se merecía.
El anhelo en su interior para hacer precisamente eso era innegable, y cuando el sueño lo atrapó, una pequeña semilla de determinación encontró un terreno fértil. Durante el curso de la noche, mientras dormía, esa semilla echó raíces, y por la mañana cuando despertó, estaba lleno de nuevos propósito. Inmediatamente después de abrir los ojos, comenzó a planear su estrategia.
Esa noche, en el momento en que oscureció, se dirigió de nuevo al Lucky Nugget con otros cincuenta dólares en la mano. En menos de treinta minutos, había sacado a Miley del saloon para ir a caminar con ella bajo la luz de la luna otra vez.
—¿Estamos volviendo a los columpios?— preguntó un poco nerviosa.
—Esta noche no.— Al mirar hacia ella, Nick no podía dejar de notar la forma en que se mordía el labio inferior, y sonrió a pesar de todo. —No te preocupes, Miley. Gus sabe que saliste de la cantina en mi compañía. Mi trasero va a ser pasto de los tiburones, si te pasa algo.
Ella sacudió la cabeza.
—No es eso. Después de anoche, estoy convencida de que eres inofensivo.
—¿Soy inofensivo?— No pudo resistir burlarse de ella. —Nunca le digas a un hombre que es inofensivo. Se podría proponer demostrarte que te equivocas del todo. Digno de confianza, tal vez.
Ella hizo un pequeño sonido de exasperación.
—Esto no es cosa de risa.
—¿El qué?
—Toda esta situación.
—¿De que situación estás hablando?
—De que pagas una cantidad descabellada de dinero dos noches seguidas para monopolizar mi tiempo. No puedes seguir haciendo esto, ya lo sabes.
—¿Haciendo qué?
Su voz se elevó una octava.
—Perder tu dinero de esta manera.
—¿Me verías de forma gratuita?
Ella puso los ojos en blanco.
—Tengo que ganarme la vida.
—Entonces voy a seguir perdiendo mi dinero. No es que crea que lo estoy desperdiciando.
—A este ritmo, pronto irás a la quiebra.
A pesar de la agudeza de su tono de voz, Joseph vio la auténtica preocupación en sus ojos. No podía dejar de recordar cómo había estado convencido de que ella era una buscona. ¿Cómo se había equivocado tanto?.
—¿Por qué no dejas que yo me preocupe por mi dinero?—, le dijo con suavidad. —No voy a gastar más de lo que pueda pagar.
En verdad, hasta el último centavo que Nick tenía en el banco tenía ya un destino, y si tuviera la intención de alcanzar sus metas a tiempo, no podía permitirse gastar mucho más en ver a Miley. Sin embargo, según la forma en que lo mirase, era una cuestión de prioridades. Él ya tenía una extensión importante de terreno maderero, y si no podía permitirse el lujo de comprar más inmediatamente, todavía era joven. Miley lo necesitaba ahora.
Perdido en sus pensamientos, Nick tomó nota que estaba nerviosa, retorciéndose las manos, un hábito que encontró entrañable porque era algo que su madre solía hacer cuando estaba molesta. Fue un gesto puramente femenino, pensó, que transmitía la ansiedad mucho más elocuentemente que las palabras.
Se inclinó un poco hacia adelante para verle la cara mientras caminaban.
—Un centavo por tus pensamientos.
—No puedes permitirte el lujo de darme un centavo por ellos.
Nick se echó a reír a pesar de todo. Luego se puso serio porque podía ver que ella estaba realmente apenada.
—Miley, no me gastaría el dinero si no me sobrase.
—Nadie tiene que tanto dinero para perderlo así.— Ella se detuvo y respiró hondo. —Debemos tener una charla sobre este tema, Nick.
—Está bien. Así que hablemos.
—He sido amiga de Índigo por muchos años. Lo sé todo acerca de tus aspiraciones de ser un magnate maderero algún día.
—¿Y?
Levantó las manos.
—¿Y? Si vas a gastarte dinero a manos llenas conmigo, nunca lograrás tus metas. Sé que debes centrarte en ahorrar. Has trabajado muy duro por cada centavo de ese dinero, y yo no quiero ser responsable de que te lo gastes frívolamente.
—Lo tendré en cuenta.
—Entonces, llévame a mi habitación. Voy a devolverte los cincuenta dólares que me diste esta noche, y podrás parar esta locura antes que hayas perdido tu dinero para nada.—
—¿Para nada?
—Sea lo que sea que quieras de mí, no puedo dártelo. ¿No lo ves? ¡Me traes aquí, me empujas en el columpio anoche y me coges de la mano! Y esta noche, me llevas a dar un paseo bajo la luna. —Se tocó la garganta, con la mirada fija en uno de los botones de su camisa.— ¿Qué sentido tiene esto? Te estás comportando como si fuésemos. . . como si me estuvieses cortejando.
—¿Y qué hay de malo en eso?
—No hay futuro en esto, por un lado. Y por el otro, ¿por qué un hombre va a querer eso de mí? Búscate una chica agradable, Nick. Llévala a pasear bajo la luna. No te costará ni un centavo.
—Tal vez yo no quiero estar con otra chica.
—Eso es una tontería.— Con un evidente esfuerzo, alzó los ojos hacia él. Por su expresión, él sabía lo que le costó decir lo que soltó a continuación. —Soy una… una pros/tituta. Cepillarme el almidón de mi cabello y lavarme la cara no cambia eso. No sé por qué estás haciendo esto, pero sea cual sea la razón, es inútil. Yo soy lo que soy, y nunca podré cambiar.
—¿Por qué no?
—Simplemente no puedo, eso es todo. Si tienes alguna idea loca de salvarme de mí misma y cambiar mi vida, olvídate. Soy una causa perdida.
—Miley, nadie es una causa perdida—. Mientras decía estas palabras, Nick se dio cuenta de cuán sinceramente las quería decir. —Y siempre hay una salida. Para ti, tal vez soy yo. Por qué no me das una oportunidad, ¿eh?
—No.— Ella le dio un movimiento enfático con la cabeza. —No quiero volver a verte. Lo digo en serio. Llévame al Saloon, recupera tu dinero, y olvídate de mi.
Nick la tomó del brazo y la guió de vuelta para seguir andando.
—Hemos venido aquí a dar un paseo, y eso estamos haciendo.
Con un suspiro de cansancio, presionó el dorso de la muñeca a la frente.
—Está bien, está bien. Pero no me digas después que no te lo advertí. No hay futuro en esto, nada de lo que digas o de lo que hagas puede cambiar eso.
—Está bien. No hay futuro. Pero tenemos esta noche y, todas las que pueda pagar hasta que se acabe mi dinero.
—Estás loco.
—Probablemente. Pero es mi dinero, y lo puedo gastar en lo que me de la gana.
Nick la llevó a uno de sus lugares favoritos a lo largo de los bajíos del Creek. Un viejo gran roble nudoso crecía allí, sus ramas cargadas dejaban pasar fragmentados rayos de luz de luna, por lo que la hierba verde que yacía debajo de él, parecían perlas esparcidas sobre el terciopelo. En vez de sentarse a su lado en el banco, Miley se mantuvo de pie y se apoyó contra el tronco de un árbol, con las manos remilgadamente dobladas y manteniéndolas tensas alrededor de la cintura. Se quedó mirando fijamente al agua, que pasaba gorgoteando, dando a Nick la extraña sensación de que estaba con él sólo en cuerpo.
Decidió que le permitiría escapar de él de aquella manera por un par de minutos, ya que sentía lo verdaderamente molesta que estaba. En cierto modo, su ataque de conciencia le hizo gracia. Ella tomaba el dinero de los hombres casi todas las noches de su vida, pero se resistió a coger el suyo. Supuso que debía de sentir que este no era un intercambio justo, pero la forma en que él lo veía, era mucho más equitativo que de la otra manera que ella ganaba su dinero. No había nada correcto sobre una mujer que reducía su vida a vender su cuerpo a los hombres a cambio de unas monedas. Nada correcto para él, y nada justo.
Después de varios minutos, Nick rompió el silencio.
—Es una hermosa noche, ¿no? Me encanta el sonido del viento en los árboles. Mi padre dice que es Dios susurrando su sabiduría, y que si uno escucha las palabras, se pondrá de manifiesto.
Ella no respondió, y Nick se volvió para mirarla. La vaga expresión de su rostro le dijo que se había sumergido en las imágenes que él no podía ver. Esto lo enfureció tanto como le entristeció; lo primero, porque no podía separarse de él tan fácilmente, y lo segundo, porque ella parecía sentir que era necesario. No era una amenaza para ella. Al menos no en la forma habitual.
La idea dio que pensar a Nick, y comenzó a preguntarse si tal vez no amenazaba a Miley de otras maneras que no podía comprender. Se puso en pie y lentamente se acercó a ella. No parecía darse cuenta de sus movimientos. Se paró ante ella, estuvo a punto de levantarle la barbilla con la mano y entonces lo pensó mejor. No podría forzarla hacia la realidad con un toque. En la oscuridad de su cuarto tenía que soportar mucho más y con éxito, bloqueándose de esta manera.
—¿Qué edad tienes, Miley?
Algo brilló en sus ojos y Nick sonrió levemente. Para responder a las preguntas directas, había que pensar.
—Yuujuuu. ¿Cuántos años tienes?
La vacuidad se deslizó lentamente por su expresión, y se centró en él, mirándole ligeramente irritada.
—¿Cuántos te parecen?
—Cerca de dieciséis años.
Arrugó la nariz.
—Yo nunca he tenido dieciséis años. Fui de los trece hasta los noventa sin cumpleaños por el medio.
Nick tuvo la horrible sensación que realmente tenía razón.
—¿Y antes, cuando tenías trece años?
Su boca se torció en una sonrisa triste.
—Yo era una niña que todavía creía en los cuentos de hadas.
Sintiéndose un poco mareado, Nick tragó hondo. ¿Qué clase de hombres podían saciar su lujuria en el cuerpo de una niña? ¿Qué clase de mundo permitía que los inocentes fuesen las víctimas?
—¿Que pasó, Miley? ¿Me lo puedes decir? Ayer por la noche mencionaste a tu padre moribundo, que te quedaste huérfana. ¿No había nadie que te ayudase? ¿El hambre te obligo a este oficio?
—No, no me estaba muriendo de hambre—, dijo con voz hueca. —Supongo que si hubiera sido así, ¿entonces podrías perdonarme? ¿Encontrar justificable lo que hice?
Había muchísima amargura en la pregunta. Nick no había tenido la intención de sonar crítico.
—No te estoy condenando, Miley, trataba de aprender más sobre ti.
Se apartó del árbol.
—No hay nada que aprender. No tengo pasado—. Después de poner cierta distancia entre ellos se volvió hacia él y contempló el tronco del árbol que se alzaba detrás. El deseo inequívoco en su expresión atrapó su corazón. Él sabía que ella había visto las iniciales que habían talladas en la corteza del árbol, hechas por jóvenes amantes a través de los años.
Este punto a lo largo de Shallows Creek era el lugar favorito para citarse, lo había sido durante décadas y probablemente siempre lo sería. A medida que contemplaba los muchos corazones y flechas de Cupido que habían sido talladas por entusiastas jóvenes amantes, agregó, con voz dura, extraña y sin expresión,
—No hay pasado, ni futuro.
Eso era realmente la forma en que ella lo veía, se dio cuenta. No se trataba de histrionismo bien ensayado, en un intento por ganarse su simpatía. Atraído por ella, Nick acortó el espacio entre ellos con pasos medidos, no del todo seguro de lo que pensaba hacer cuando la alcanzase. Sólo sabía que había un anhelo en sus ojos que no podía ignorar. Cuando él se acercaba a donde estaba parada, se dio cuenta de dos cosas: que era de estatura más diminuta de lo que se había dado cuenta, y que la cercanía la ponía nerviosa e inestable.
Nick, sonrió un poco cuando tomó en la mano su pequeña barbilla. ¿Una pros/tituta cuya boca se estremecía cuando un hombre la acorralaba? ¡Qué enigma era! No debería haber nada acerca de los hombres que pudiese asustarla, sin embargo, tenía la sensación de verdaderamente estaba alarmada.
Esa boca. Tenía la forma perfecta, el labio superior delicado, grabado en un arco, el inferior y completo, lleno, del color de los pétalos, de rosa pálido, que se despliegan con la más suave caricia de la luz del sol. Era el tipo de boca que un hombre fantaseaba y anhelaba degustar. De pie con lo cerca que estaba, las puntas de sus pechos le rozaron la camisa, y podía sentir su calor a través de las capas de lino con las que se vendaba sus costillas. Sin renunciar al control de la barbilla, puso su otra mano en la cintura de la chica.
Acercando la cabeza, Nick buscó su dulce boca, con toda la intención de besarla. Pero justo antes de que sus labios la tocaran, la miró a los ojos y no vio nada. Así de rápido, un solo toque, y Miley ya no estaba allí con él. Se quedó inmóvil, sintiendo como si alguien lo hubiese golpeado con un puño en sus entrañas.
—Miley—, susurró.
Alzó la cara de ella ligeramente y estudió su expresión, sorprendido por la experta que era en separarse de la realidad en el mismo momento en que se sentía amenazada.
Su barbilla se levantaba con facilidad en sus manos. Debajo de la mano que mantenía en la cintura, no sentía la tensión. Nick sabía que podría despojarla de su ropa, ponerla sobre la hierba, y hacer todo lo que deseara a su hermoso cuerpo. No iba a resistirse. Él dudaba que siquiera fuese ahora consciente de quien era él. Pero quería más de ella que satisfacer su ansia física y su lujuria.
—Háblame de las imágenes oníricas que ves—, le susurró con voz ronca. —¿A dónde estás ahora?
Ella no respondió, por lo que Nick reiteró la petición en voz más alta. Ella parpadeó alterando su respiración, cómo si saliese de un sueño profundo.
—¿Perdón?
—Ahora mismo—, repitió, —¿Qué estabas imaginando?
Sus ojos se clavaron en los suyos, desconcertados y brillando bajo la luz de la luna. Qué hermosos ojos, pensó. Se podría perder en ellos para siempre.
—¿Qué tipo de cosas sueñas?— le preguntó de nuevo.
—Yo… No sé lo que quieres decir.
Ella sabía exactamente lo que quería decir, y él lo sabía.
—Te escapas a tu mundo de sueños. Índigo se lo comentó a Jake, y Jake me lo dijo. Es tu forma de sobrevivir a las noches, ¿no? ¿Así es cómo consigues vivir sabiéndote utilizada por los hombres que visitan tu habitación?
Trató de girar y poner distancia, pero Nick estaba preparado para eso y la mantuvo controlada. A medida que aumentó la presión sobre la barbilla, su boca se apretó tentadoramente. Anhelaba probar esos labios para poner su propia marca sobre ellos, para reclamarla de forma que nadie lo pudiese negar. Pero quería que ella fuese consciente de su presencia cuando lo hiciera, no en algún lugar perdida entre sus malditas ensoñaciones.
—No puedes escapar de todo tan fácilmente—, le dijo.
Mirando hacia él, Miley sabía que su advertencia era de doble filo, que no sólo estaba diciéndole que no podía escapar de sus manos, pero sobre todo que no iba a dejar que escapase a sus ensueños.
Alto, moreno, delgado y fuerte, llenó su visión, sus anchos hombros, los brazos tensos para anticiparse por si ella hiciese algún movimiento brusco. Eso por sí solo era suficiente para alarmarla. El brillo de determinación que vio en sus ojos, aún más. Nick Jonas no era un hombre que hiciese algo a medias, y cuando él tenía una mujer, la poseía por completo. Su expresión le dijo con más claridad que las palabras, que había decidido que la quería.
El pulso de Nick se aceleró. En su pánico, pensó en una docena de planes para escapar, pero los iba descartando todos como absurdos. No podía correr más rápido que el hombre, e incluso si pudiera hacerlo, no tenía más que un lugar para ir, el saloon. Él simplemente la seguiría. En su habitación, estaban sobre la mesa los cincuenta dólares en oro, el precio que había pagado por una noche en su compañía. Podía pasar el tiempo con él aquí, o con el riesgo de tener que pasar con él el resto de la noche en su cama. Normalmente esto último no lo habría encontrado alarmante, pero sintió que Nick iba a exigir su atención, mientras se uniera a ella físicamente. No podría escapar a los sueños, no podría separarse de la realidad cuando las manos de este hombre reclamasen su cuerpo.
Él rozó ligeramente con el pulgar sobre de los labios entreabiertos, como si midiese la rápida inhalación y expulsión de aire. Podía sentir su pulso golpeando por debajo de los dedos que mantenía debajo de su mandíbula. Los signos de su miedo no se le escaparon, aunque al final él cambió su expresión de escrutadora a ligeramente divertida.
La soltó tan de repente que la sorprendió con la guardia baja, luego él se volvió hacia el árbol. Temblorosa, Miley se abrazó a su propia cintura y vio que él sacaba el cuchillo de la vaina en la cadera. La hoja del arma brillaba como plata azulada bajo la luz de la luna cuando lo llevó hasta la corteza del árbol. Con movimientos rápidos de su fuerte muñeca, quitó pedazos de corteza. Mirando desde detrás de él, Miley sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse detrás de sus párpados, cuando vio cómo su nombre tomó forma.
Era tan tonto. Sabía que lo era. Sin embargo, tener su nombre tallado en un árbol por un chico había sido una de las cosas que había perdido cuando era niña y hacía tiempo que había aceptado que nunca llegaría a pasar. Sin darse cuenta, Nick estaba cumpliendo su sueño. Excepto, por supuesto, que las muescas de su nombre que estaba haciendo sobre la corteza que estarían solas. Ningún hombre en su sano juicio podría vincular su nombre con el suyo, en un viejo árbol, o en cualquier otro lugar.
Miley, incrédula, vio como Nick acabó con su nombre y comenzó a tallar otro debajo de ella. Una C fue rápidamente seguida por una H. En el momento en que terminó y comenzó a tallar el corazón para rodear los nombres de ambos, ella estaba temblando. Cuando finalmente se enderezó y le sonrió, estaba convencida que estaba burlándose de ella.
Miley, la pu/ta a la que nunca amó nadie.
Todo huyó de su mente racional, y reaccionó instintivamente y corrió. A medida que cortaba a través del bosque iluminado por la luna, oyó a Nick, su tono de voz sonaba inconfundiblemente desconcertado, gritando su nombre. No quiso detenerse o disminuir su velocidad por temor a que pudiera alcanzarla. Casi estaba en el saloon antes de darse cuenta que él no la perseguía. Con sus largas piernas, no habría habido ninguna competencia, la habría cogido, y ella lo sabía.
A solas en el bosque, Nick siguió con la mirada a Miley, confuso, sin saber qué había hecho para ofenderla. ¿Tallar sus nombres en el árbol? Por supuesto que no.
Él había querido hacer un símbolo de los sentimientos que estaba desarrollando por ella, no insultarla. Sin embargo, así fue como ella había actuado, como si la hubiera humillado de alguna manera.
Paciencia, él mismo se advirtió. Tenía que ser paciente. Podría ser una buena idea si él se echara atrás por unos días y le diese un respiro.
Tan repugnante como era el pensamiento de que volviera a trabajar por las noches en su habitación, también sabía que tenía que moverse más lentamente con ella. No podía esperar que se rindiese durante la segunda noche.
Tal vez si le diese algo de tiempo para pensar las cosas, sería más receptiva la próxima vez que fuese a verla.
mori! la parte de que Nick talla los nombres me encanto, fue genial!
ResponderEliminar