De los retazos de la conversación, Nicholas se cercioró de que Frank Graham, el padre de Miley, había muerto en un accidente mientras hacia su trabajo de carpintero hacía más de nueve años atrás. Sin preguntar, Nicholas supuso que Miley, la hija mayor, tendría unos trece años en el momento de su muerte.
—Fue una trágica pérdida—, dijo Mary suavemente, proyectando una sombra sobre el ambiente festivo. —Por razones en las que no entraremos— dirigió una dulce sonrisa hacia Miley_ —El sarampión entró en esta casa, y toda nuestra familia cayó enferma y Jason.— se le quebró la voz como si estuviera abrumada por emoción. Tragó como para recuperar su voz, y continuó. —Jason y yo sufrimos los efectos permanentes, y los gastos médicos fueron exorbitantes. Frank, Dios le tenga en su gloria, tomó todos los trabajos que le ofrecían y se llevó él mismo a un estado de agotamiento. Si no fuera por ese cansancio permanente, bueno, él era muy ágil y siempre fue cuidadoso.— Sonrió de nuevo, pero con tristeza. —Tenía a muchos que dependíamos de él, como ves. Sabía que se le necesitaba desesperadamente y tuvo siempre gran cuidado. Si no fuera por nuestra tragedia familiar, nunca habría trabajado en el tejado de la torre de la iglesia cuando ya había comenzado a llover. Era resbaladizo y peligroso. Pero quería terminar el trabajo para poder cobrar. Debido a ello, siguió trabajando.
Nicholas no podía dejar de notar la expresión herida en el rostro de Miley. Su corazón encogido, pero antes de que pudiese mirarla fijamente a los ojos, inclinó la cabeza.
—Bueno, ¡basta de eso!— María dijo con un brillo forzado. Colocó una mano sobre su pecho: —Cómo he llegado a este tema, nunca lo sabré. Cuando lo que importa es el ahora. Mi maravillosa, y preciosa Francine ha cuidado de nuestras necesidades muy bien. A pesar de que siempre lloraré la muerte sin sentido de mi Frank, ninguno de nosotros podemos decir que hemos sufrido necesidades. Francine ha procurado siempre por nosotros, Dios te bendiga querida.
Nicholas tragó una bola de carne seca. Buscando entre las características preciosas de María Graham, él mismo se aseguró que estaba leyendo mal en toda esta situación. Por un momento, le había parecido que Mary Graham había revelado las circunstancias de la muerte de su marido, no por informar a Nicholas, sino para recordar a Miley de sus obligaciones familiares. ¿Tal vez incluso tocar su conciencia? ¿Como si hubiera sido culpa de ella que su familia tuviese el sarampión? La noción misma era absurda. Nicholas decidió que, aunque por lo general sabía leer bastante bien los ojos de las personas, tal vez mirando en la ceguera de los ojos de María Graham debía estar recibiendo falsas señales.
Después de la comida, Mary Graham se había instalado en un taburete para arrancar la máquina de helados, mientras Miley y las niñas lavaban los platos. Frankie invitó a Nicholas a salir al exterior y con prontitud comenzó a liar un cigarrillo en el momento que estaban en el porche.
Reconociendo el logo en la bolsa de Frankie como la de una de las mas caras de tabaco, Nicholas tuvo que tragarse de nuevo las preguntas y mucho más que un poco de indignación. Frankie tenía edad suficiente para asumir las responsabilidades de un hombre, sin embargo, seguía asistiendo a la escuela, estudiando matemáticas avanzadas preparándose para la universidad, bajo la guía de un tutor especial, dejando toda la carga de su madre y sus hermanos a su hermana mayor. Algo acerca de esta imagen dejó un mal sabor en la boca de Nicholas. ¿El chico tenía la menor idea de lo mucho que su hermana tenía que sacrificar para proporcionar el dinero que tan a la ligera desperdiciaba? En tabaco caro, además. Si el muchacho quería disfrutar, debería pagar por sus propios vicios.
Nicholas no podía dejar de recordar los vestidos raídos y los zapatos desgastados que Miley usaba todos los días en Tierra de Jonas. Sin embargo, ¿su familia llevaba sólo lo mejor? La casa era de modesta estructura, pero el interior estaba bien hecho, los muebles mas que bien. Todo esto era una carga demasiado pesada para un hombre. Y mucho mas pesada para los hombros frágiles de una mujer.
Se moría de ganas de preguntarle a Miley sólo por qué no insistía en que Frankie y Alaina dejaran la escuela y trabajaran y ayudarán con los gastos para que ella pudiese buscar otro empleo.
En una familia del tamaño de los Graham, Nicholas pronto se dio cuenta que los momentos de privacidad eran un bien escasos. En el momento en que el helado estuvo listo, Miley sirvió el pastel de cumpleaños, lo que hizo que la fiesta llegase a su pleno apogeo.
Sentándose en una silla de asiento de crin de caballo trenzado que había en una esquina, Nicholas se retiró para poder observar sin inmiscuirse.
Miley. . .
Al verla en esta situación con su familia, Nicholas apenas podía creer que esta joven fuera la misma mujer reservada que había creído llegar a conocer. Aquí, ella no tenía miedo de ser reconocida, una paranoia que ahora entendía, pues era por proteger a su familia del escándalo. Su risa era fácil y su voz sonaba a través de la casa tan dulcemente como una melodía. Su amable paciencia con su madre y Jason, le dijo a Nicholas más acerca de ella, de lo que podía haber averiguado hasta ahora, no sólo que ella era tan dulce fuera como lo era dentro, sino que además era cariñosa y fiel con los que la necesitaban.
Esas dos cualidades, obviamente, la había llevado a una vida como pros/tituta, el último sacrificio que cualquier mujer joven puede hacer. Pero, ¿qué otro recurso tenía en su poder? Mary Graham, con todo lo que claramente amaba a sus hijos, era ciega e incapaz de asumir la responsabilidad de su cuidado. A diferencia de muchas viudas, no había estado en condiciones de volver a casarse. No muchos están dispuestos a unirse a una mujer ciega con una familia de este tamaño ya hecha. La carga financiera por sí sola, sería un factor disuasorio.
Ese pensamiento hizo un nudo en el estómago Nicholas. Con qué ligereza había perseguido a Miley, pensando que la rescataría de la vida que llevaba. Ahora se dio cuenta de que no era así de simple. Para asumir la responsabilidad de Miley, también tendría que asumir la responsabilidad de su familia. El gasto mensual de comida y alojamiento serían más que considerable. Nicholas sospechaba que un niño con necesidades especiales como Jason, probablemente tuviese extraordinarios gastos médicos. El hombre que asumiese este reto, haría bien en tener un buen trabajo para conseguir llegar a fin de mes. Cosas como la compra de grandes extensiones de bosques madereros estaría fuera de la cuestión.
En ese momento le golpeó la realidad de esta situación, perseguía lo imposible. Por su cuenta, con sólo tener que preocuparse de sí mismo, su futuro parecía brillante. Podía llegar a la luna, y tuvo una maldita buena oportunidad de alcanzarla. Si se casase con Miley, podía besar sus sueños y decirles adiós.
Una vida a cambio de ocho años, que era el sacrificio de Miley había hecho. Tan noble como era, también era un despilfarro vergonzoso. Inclinada sobre Alaina cuando la chica abrió los regalos, Miley se veía tan dulce y hermosa, el sueño de todo hombre, con su dulce sonrisa y brillantes ojos verdes. Se merecía tanto más de lo que tenía, mucho más. Y Nicholas anhelaba dárselo.
Cuando Alaina abrió el regalo de Miley, Nicholas reconoció inmediatamente el vestido de encaje de color rosa como el que había visto en la mesa de costura de Miley. La niña dio un grito de alegría y bailó alrededor de la sala, sosteniendo el vestido apretado contra ella.
—Oh, Miley, es tan hermoso! Me encanta.
La mirada de Nicholas pasó de Alaina y su nuevo vestido al atavío de Miley. Su color era rosa, una blusa de algodón ligero con elegantes tapas, con volantes en las mangas y también en la cintura. Su falda de lana, cortada al bies para fluir con gracia desde sus caderas hasta el suelo, era un rosa profundo. En contraste con sus cabellos de oro, la mezcla de colores le puso en la mente los pétalos de una flor y la luz solar. Era un traje bonito y a la última moda, a diferencia de los trapos grises y raídos que usaba normalmente.
Nicholas sospechaba que tenía a un lado la ropa especial para usar sólo en el hogar para que su familia nunca pudiese adivinar la verdad, y que lo hacía para que ninguno de ellos se viera privado de nada de lo que necesitasen.
Después que Alaina terminó de abrir todos los regalos, Nicholas fue nuevamente invitado por Frankie para salir al aire libre para fumarse un cigarrillo. A pesar de que disfrutó de su tabaco, tanto como de la charla con el joven, Nicholas había sido criado por un padre que por lo general ayudaba con las tareas de cocina, y encontró irritante la aversión de Frankie al Trabajo de la mujer. A pesar de sus aires de mayor, el muchacho tenía un montón que madurar, estimó Nicholas, y mientras más pronto se hiciese un hombre, mucho mejor para Miley.
Incapaz de resistirse a tener un poco de diversión a costa de Frankie, Nicholas consideró el guapo perfil del joven por un momento.
—Sabes, Frankie, juraría que nos hemos conocido antes de hoy.
Los ojos azules del muchacho se llenaron de perplejidad. Tomando una profunda calada a su cigarrillo recién liado, exhaló y dijo:
—¿En serio? pues no me acuerdo.
Disfrutando inmensamente del cigarrillo, Nicholas pretendía reflexionar sobre el pasado. Por último, negó con la cabeza.
—Sé que te conozco. Supongo que de donde, va a venir a mí, mas temprano o mas tarde.
Pocos minutos después, cuando él y Frankie volvieron a entrar en la casa, Nicholas esperó a un lapso en la conversación, chasqueó los dedos, y le dijo:
—¡Lo tengo!
—¿Que es lo que tienes?— Miley dejó el fregadero, fijando en él sus curiosos ojos verdes.
Nicholas dio una palmada en la espalda Frankie.
—Donde y cuando conocí a Frankie.— Soltó una carcajada sabihonda—. Eres un bribón, tú. Es todo un viaje llegarse hasta Tierra de Jonas un sábado por la tarde para ir al saloon. Me sorprende que te aventuras a ir, te queda muy lejos.
El silencio que siguió y que cayó sobre la habitación parecía ensordecedor. La cara de Frankie se puso roja.
—¿Tierra de Jonas? Me temo que estás…
Interrumpiéndole, Nicholas dijo:
—Sabía que me acordaría con el tiempo. Dónde te había visto, quiero decir.— Por la expresión de agonía de Frankie, Nicholas lanzó una rápida mirada hacia su madre. —Oh, lo siento, viejo. No quise decir nada que, bueno, ya sabes. Pensé que,— aclaró la garganta y Nicholas, hizo todo lo posible para parecer avergonzado. —Cómo eres el hombre de la casa y todo, no me di cuenta que me habían pasado al decir esto… Bueno, no tenía intención de levantar la liebre.
—¿Frankie?— dijo María en voz baja. —¿Qué estabas haciendo en Tierra de Jonas? La única razón que se me ocurre sería la de visitar a tu hermana, y sabes muy bien que la señora Belle le prohíbe tener visitas personales en su casa.
Frankie se retorcía.
—Yo, hum, sí, fui a Tierra de Jonas con algunos amigos míos, mamá.
— ¿Al saloon?
—Sí, señora.
—¿Con qué amigos?
—Sólo algunos compañeros de la escuela.
Nicholas echó un vistazo a Miley. Para su alivio, sus ojos brillaban y pudo ver que estaba luchando por no reírse. Ella presionó los labios, asumió una expresión de desaprobación mientras doblaba el trapo de cocina y lo colgaba en unos clavos.
—El saloon de Tierra de Jonas no es lugar para los chicos de tu edad, Frankie, —ella le reprendió.— He oído los rumores sobre ese lugar, y me he enterado de que hay mujeres de mala reputación en el piso de arriba del local.
María se quedó boquiabierta. La cara de Frankie se sonrojó un tono más profundo casi carmesí.
Nicholas decidió que ahora sería un momento prudente para hacer su salida. Dio a Frankie otra palmadita en la espalda de disculpa, y ofreció la señora Graham un educado adiós, dándole las gracias por haberlo incluido en la fiesta de cumpleaños y expresando su pesar por no poder quedarme más tiempo.
—Es un largo viaje de vuelta—, explicó, —y me gustaría sacar el máximo provecho de lo que queda de sol antes de que oscurezca.
Como una reina de su trono, Mary Graham le tendió la mano a Nicholas para que la tomase. Sonrió un poco con el gesto, consciente de que nacía más de la necesidad que de las ilusiones de grandeza. La mujer no podía ver y había aprendido las formas de manejarse para compensar. Al extender la mano a la expectativa, la gente simplemente se la tomaba, y por lo tanto evitaba por su parte cualquier tanteo torpe en busca de una mano que si se la ofrecían antes, no vería. Nicholas encontró sus maneras entrañables, parecían de una mujer que no había sido golpeada por la aflicción, y probablemente nunca lo sería.
—Te acompaño—, dijo Miley mientras sacaba su sombrero del estante. —Le ruego me disculpe por unos minutos, mamá. Estaré de vuelta pronto.
Nicholas había atado su caballo en el abrevadero. Miley caminó a su lado mientras bajaba los escalones del porche y se fue en dirección a su montura. Ella esperó hasta que estuvieron fuera del alcance del oído de la casa antes de hablar.
—Bueno, ¿por fin satisfecho?
Nicholas escuchó la amargura en su voz y sabía que se lo merecía. Ahora que había conocido a su familia, podía entender mejor su inclinación por mantener el secreto.
—Lo siento, Miley. Cuando te vi salir de la ciudad de nuevo ayer, no pude resistir ir tras de ti.
—¿Pasaste la noche en Grants Pass?
Se puso el sombrero negro y dio un toque a la ancha ala para mirarla mientras caminaban.
—Estoy acostumbrado a dormir al aire libre. Me limité a esconder mi saco de dormir debajo de un árbol.
—¿Y esperaste hasta la tarde para venir?
Se encogió de hombros.
—No podía aparecer demasiado pronto sin que pareciese sospechoso. Si hubiera viajado todo el camino desde Tierra de Jonas, me habría llevado la mayor parte de la mañana.
—Ya veo.
Sólo que, por supuesto, ella no lo veía, ni mucho menos. Nicholas podría decirlo por su expresión.
—Supongo que piensas que soy un incurable entrometido.
—Estoy más preocupada por lo que piensas hacer con lo que has averiguado de mí.
Nicholas se paró.
—¿Qué demonios significa eso?
—Es muy difícil entender por qué has querido averiguar todo sobre mí, y me gustaría saber que vas a hacer con respecto a tu descubrimiento de mi verdad. Quiero saber por qué es importante para ti.
—Miley, te quería ayudar. Eso es todo.
Las sombras le llenaron los ojos.
—¿Y ahora? ¿Sigues tan ansioso por ayudarme, Nicholas?
Ambos sabían que la respuesta a esa pregunta ya no era tan simple. Tragó saliva y miró hacia otro lado, con el deseo, Dios le ayudase, de poder decir que sí. Pero la verdad era que necesitaba tiempo para pensar. Miley venía envuelta en un arca con una familia de ocho personas. Cualquier hombre que asumiese esa responsabilidad, mejor que estuviese malditamente seguro de en qué estaba metiendo, antes de dar el paso.
Cuando finalmente Nicholas se volvió hacia ella, vio un sospechoso brillo en sus ojos, que supuso que era lágrimas no derramadas. Por Dios, nunca tuvo la intención de hacerla daño. Por la misma razón, no podía hacer cualquier promesa a la ligera, ni siquiera para salvar sus sentimientos ni la situación. Por mucho que quisiese cuidarla, tenía docenas de sueños no cumplidos, los cuales, ni en un millón de años podría lograr si se comprometía con Miley.
Eso era egoísta, y él lo sabía. Imperdonablemente egoísta. Pero no era fácil decir adiós a todo lo que había soñado. Desde su infancia, había deseado tener su propio campo maderero algún día. Desde hacía años, había estado trabajando cómo un animal y ahorrando casi cada centavo que hizo para comprar los terrenos forestales. Si se dejaba encantar por esta chica, tendría que abandonar todo eso.
—Miley, necesito tiempo para pensar en todo.
Su boca se torció en una sonrisa amarga.
—Traté de decirte que no podías hacer nada por mí, pero te negaste a escuchar.— Su barbilla se elevó con orgullo. —No te sientas mal por mi causa. Mis obligaciones son una extraña sorpresa para ti, pero no te preocupes, lo tengo asumido desde hace mucho tiempo, y he aceptado ya que tengo que seguir haciéndolo.
—Ahora aquí diferimos de opinión—, aventuró Nicholas, probando suerte. —Frankie y Alaina tienen la edad suficiente para contribuir al apoyo de esta familia. Tú deberías insistir en que lo hiciesen y luego, conseguirte otro tipo de trabajo.
—Ya veo—, dijo en voz baja. —¿Y Frankie y Alaina? ¿No crees que ellos deben casarse y tener una oportunidad para una vida normal?
—¿Por qué? Tu has sacrificado todo. No es justo para ti seguir siendo la única en hacerlo.
Se levantó la brisa y tomó un rizo perdido en su peinado. Con dedos temblorosos, se apartó el pelo de los ojos.
—No, tu lo ha dicho. He sacrificado todo. No hay ninguna vuelta atrás para mí, Nicholas Desde esa primera noche, mi destino estaba sellado. No puedo pretender que nunca sucedió. Y aunque pudiera, ¿qué posibilidades tengo de llevar una vida normal?
—Con el hombre adecuado, una buena maldita oportunidad.
—¿Y dejar que Alaina y Frankie envejezcan cuidando a nuestra familia? En el momento en que los otros niños tengan la edad suficiente para mantenerse y sólo queden Jason y mamá para cuidar, Alaina será una solterona y Frankie va a ser un mal partido, atrapado con los grilletes de una madre ciega y su hermano ****a.
—Ah, ya veo—, dijo con un toque de sarcasmo. —Es mejor para ti ofrecerte para ser el sacrificio.
—Sí.
La respuesta sencilla atrajo su mirada a la suya y le obligó a ahondar en las verdes profundidades. Leyó una gran cantidad de dolor allí.
—¿Por qué, Miley? ¿No crees que te mereces un poco de felicidad? No es como si fuera tu culpa que tu madre y Jason tengan aflicciones.
—Sí—, le susurró de nuevo. —Es mi culpa. Enteramente mi culpa.
—¿Qué?— preguntó con incredulidad. —¿La ceguera y la ****ez? Vamos, Miley. ¿Cómo puedes cargar con esa culpa?
—Es una larga historia. Sólo confía en mí cuando digo que ambos serían normales si no fuera por mí. Como una extensión de eso, yo también soy responsable de que mi padre subiera al techo del campanario bajo la lluvia.— Levantó sus manos en un gesto desamparado.— Así que, ¿ves? Tomé la decisión hace mucho tiempo que era mi deber de cuidar de mi familia. Cuando los otros niños sean adultos, todavía deberé ser yo quien haga los sacrificios necesarios para cuidar de mamá y Jason. Mejor una vida arruinada que tres. Quiero que Alaina y Frankie…— Su voz se apagó, y tragó con dificultad, abrazándose a sí misma, como protegiéndose del frío.— Quiero que tengan una oportunidad de ser feliz, eso es todo.
Nicholas sabía que había estado a punto de decir que quería que su hermano y hermana tuvieran una oportunidad de tener todas las cosas que ella se había perdido.
—¿Qué hay de tu felicidad?
Ella bajó los ojos un poco para que no pudiera leer su expresión.
—No importa.
—¿No importa?
Dejando caer los brazos a los costados, exhibió una sonrisa temblorosa.
—Adiós, Nicholas. Confío en que lo que has sabido hoy sobre mí, seguirá siendo un secreto entre nosotros. Esto haría pasar un dolor indecible a mi familia, si se enterasen de la verdad..
Con esto, se volvió hacia la casa. Nicholas la agarró del brazo.
—Miley, espera.
Ella lo miró por encima del hombro.
—¿No te das cuenta?— le preguntó con una vocecita hueca. —Si de verdad quieres ayudarme, mantente alejado de mí. Todo lo que has hecho es hacerme desear las cosas que nunca podré tener.
Con eso, ella se soltó de su mano y se fue de inmediato.