viernes, 9 de agosto de 2013

Magia en Ti - Cap: 18


Con una voz fuerte, dijo:
—Agradezco la oferta, Nicholas, pero hay razones por las que no puedo aceptar.
Él la miró durante un largo rato.
 —¿Qué razones? Tal vez yo pueda ayudarte.
—No. Tal vez lo intentarías. Sin embargo, algunas dificultades no pueden ser resueltas.—
—Mi familia no es como la mayoría. Sabes que Índigo estaría allí para ti. Y mis padres son exactamente como ella. Entre ellos y yo, de alguna manera podremos arreglar tus problemas.
Eso habría costado una fortuna, por no mencionar que se necesitaría un milagro.
—Mis problemas son un poco peor que los de la mayoría, me temo.
—Cuéntamelos.
Se veía tan serio que por primera vez en nueve años, se sintió tentada. Pero el sentido común regresó antes que cediese a la tentación. Incluso con la mejor de las intenciones, Nicholas accidentalmente podría repetir algo que ella le dijese. Si la verdad de su identidad se hiciese de conocimiento público, sería desastroso. Además, podría causar daños irreversibles, incluso si la gente sospechara  quién era realmente. Grants Pass, su ciudad natal, no estaba lo suficiente lejos para proporcionar protección. Mientras ella anduviese con cuidado, podría ir salvando la situación, pero si bajaba la guardia, no estaba lo suficiente lejos de su pueblo para garantizar que no habría chismes en su contra. Había demasiada gente que amaba, que podría herir seriamente.
—Por favor, no me malinterpretes—, dijo ella con voz temblorosa. —Siempre estaré agradecida por haberte ofrecido a ayudarme.— Ella esbozó una sonrisa. —He tenido ofertas antes por supuesto, pero siempre atándome las manos. Tú eres el primer hombre que no quiere algo de mí a cambio.
Tenía la boca apretada.
 —Eso no es exactamente cierto. Hay algo que quiero a cambio.
—Oh.
Hizo una mueca.
—No es nada de lo que estás pensando. Y no es que eso significa que no te encuentre muy atractiva.  Es sólo que,— Él tomó una respiración profunda.—Me gustaría ayudarte a empezar de nuevo sin nada de eso. ¿Me entiendes? Sin obligaciones, sin nada sucio. Así como un amigo. Siento que tengo que hacerlo, para mi es necesario.

Miley frunció ligeramente el ceño.
—¿Necesario? Me temo que no lo entiendo.
Se rascó la nariz y miró a su copa de vino. En la oscuridad, Miley sabía que él no podía ver nada, que estaba centrado en el contenido de la copa sólo porque se encontró mirando algo que le inquietaba.
—Una vez, hace mucho tiempo, podría haber ayudado a alguien, pero al final le di la espalda y no lo hice. Desde que me encontré contigo, me he dado cuenta de lo equivocado que estaba.—  Por fin levantó la mirada.— No puedo volver atrás y cambiar el pasado. Sólo puedo seguir adelante… Pero si pudiese ayudarte, tal vez por lo menos, pudiera dejar de sentirme culpable.
—Ya veo.
—Probablemente no. Es una pobre explicación, lo sé. Pero es lo mejor que puedo darte.
—Si el rescate de una paloma mancillada es tu plan, me temo que has elegido a la mujer equivocada. Ya no hay solución para mí. En muchos años,— Ella agitó la mano. —Espero que con el tiempo mis circunstancias puedan llegar a ser un poco más manejables, tal vez entonces, podré elegir otro medio de ganarme la vida, pero hasta entonces, no tengo más remedio que seguir haciendo lo que hago.
—Todo el mundo tiene una opción, Miley.
—No,— dijo simplemente. —Algunas de nosotras no lo tenemos.
Su frustración era evidente en su expresión.
—Esto ha sido encantador—, le dijo. —Pero ahora creo que debería volver. Si me acompañas, voy a devolverte los cincuenta dólares. Todavía queda un montón de noche para que yo pueda  compensar el tiempo perdido.
—Me estás poniendo entre la espada y la pared, con esto. No puedo dejarte en este infierno. Si no puedo sacarte de allí de una manera, lo haré de otra.
—Es posible que necesites un cartucho de dinamita y varias palancas—, dijo a la ligera.
Él negó con la cabeza.
—No voy a llevarte de vuelta. Estoy decidido.
Un brillo de determinación estaba de vuelta en sus ojos. Él iba en serio, se dio cuenta. Pase lo que pase, tenía la intención de sacarla de allí. Si lo hubiera sido cualquier otro hombre, Miley podría haberse reído de la situación. Pero desde el principio había sentido Nicholas del Lobo tenía un lado peligroso. Él no era un hombre que se pudiese tomar a la ligera, y tuvo la sensación de que rara vez dejaba de cumplir con algo que él se propusiese a hacer.
—Si tengo que hacerlo, voy a tomar ejemplo de mi padre y voy a secuestrarte—, dijo en broma.

A pesar de la ligereza de su voz, Miley no podía descartar la amenaza. Como todo el mundo en la ciudad, ella había oído los rumores acerca de Nicholas Jonas. Él era un rebelde, no hay duda de eso. Si decidiese secuestrar a una mujer, probablemente lo haría, y el diablo se llevase las consecuencias. No sería la primera vez que había desafiado a la autoridad.

Algo en la expresión de ella, le debió hacer notar lo que pasaba ahora por la mente de la chica, él suavizó.
—No empieces a sentir miedo de mí de nuevo, Miley. Soy inofensivo, de verdad.
De acero envuelto en terciopelo, pensó. Él no era exactamente lo que ella llamaría inofensivo. Tiró el resto de su vino de lejos y guardó su copa en la canasta. Cuando se levantó, dijo,
—Realmente es hora de volver.
Esperaba que él discutiese. En su lugar, se puso de pie, dejó su copa y la botella dentro de la canasta, y luego la ayudó a doblar la manta.

Acercándose para doblarla mientras igualaban los bordes de la tela, Miley rozó accidentalmente sus nudillos contra los de él. El contacto la electrificó, y ella levantó la vista para encontrarse con sus ojos, no pudo mirar hacia otro lado. Por un momento horrible pensó que podía darle un beso. Y lo peor era que ella lo quería. Tanto que le dolía.
No había duda; Nicholas Jonas era peligroso.


Mucho tiempo después que Nicholas escoltase a Miley de nuevo al saloon y se fuese a casa a buscar su propia cama, yacía despierto recordando la expresión de incredulidad de sus ojos cuando ella se dio cuenta que no tenía intención de acompañarla al piso de arriba de nuevo para cobrarse el valor de su dinero en la forma tradicional,  haciendo el amor con ella.
No es que creyera por un momento que Miley pensara en el acto sexual como hacer el amor. En realidad no pensaba en ello en absoluto.
Una sonrisa triste se asentó en su boca al recordar su sitio para la costura, separado y escondido del resto de la habitación por un biombo. Miley, con su verdadero yo amurallado y escondido de las miradas indiscretas.

Una pregunta daba vueltas en la cabeza de Nicholas  ¿Por qué? ¿Qué cadena de acontecimientos habían llevado a Miley a su vida presente, y qué le impedía dejarlo detrás? Recordó la caprichosa cara de payaso que había bordado en la almohada, el vestido de encaje sobre su mesa de costura, la colección de bocetos y arte floral sobre sus paredes, y su muy leída Biblia, dejada abierta en la historia de María Magdalena. Una mujer joven como ella no pertenecía al Lucky Nugget. Ella debería haberse casado y bordado cojines para sus propios bebés. Debería tener el amor de un hombre, protegiéndola y proveyendo para ella.

Cerrando los ojos, Nicholas trató de imaginarse a sí mismo llenando ese papel, y la imagen se formó en su mente con demasiada facilidad. Las imágenes lo llenaron de un sentido de rectitud y de alegría. Recordando sus aparentemente inocentes ojos verdes y la forma en la boca con hoyuelos en las esquinas cuando arrancó le una sonrisa, no podía evitar la sensación de que sus pasos lo habían estado conduciendo hacia esta niña toda su vida.
Loco, muy loco. ¿O no? Según su padre, cada uno tenía su propio destino personal, un propósito que nació para cumplir, y hasta que lo encontrara, vagaba por la vida, buscando siempre, nunca satisfecho. Nicholas había experimentado esa sensación, pero ahora que había tropezado con Miley, se había ido.

Tal vez estaba destinado por la suerte, a ser el hombre que la sacase de sus actuales circunstancias para darle el hogar que se merecía.
El anhelo en su interior para hacer precisamente eso era innegable, y cuando el sueño lo atrapó, una pequeña semilla de  determinación encontró un terreno fértil. Durante el curso de la noche, mientras dormía, esa semilla echó raíces, y por la mañana cuando despertó, estaba lleno de nuevos propósito. Inmediatamente después de abrir los ojos, comenzó a planear su estrategia.

Esa noche, en el momento en que oscureció, se dirigió de nuevo al Lucky Nugget con otros cincuenta dólares en la mano. En menos de  treinta minutos,  había sacado a Miley del saloon para ir a caminar con ella bajo la luz de la luna otra vez.
—¿Estamos volviendo a los columpios?— preguntó un poco nerviosa.
—Esta noche no.— Al mirar hacia ella, Nicholas no podía dejar de notar la forma en que se mordía el labio inferior, y sonrió a pesar de todo. —No te preocupes, Miley. Gus sabe que saliste de la cantina en mi compañía. Mi trasero va a ser pasto de los tiburones, si te pasa algo.
Ella sacudió la cabeza.
—No es eso. Después de anoche, estoy convencida de que eres inofensivo.
—¿Soy inofensivo?— No pudo resistir burlarse de ella. —Nunca le digas a un hombre que es inofensivo. Se podría proponer demostrarte que te equivocas del todo. Digno de confianza, tal vez.
Ella hizo un pequeño sonido de exasperación.
—Esto no es cosa de risa.
—¿El qué?
—Toda esta situación.
—¿De que situación estás hablando?
—De que pagas una cantidad descabellada de dinero dos noches seguidas para monopolizar mi tiempo. No puedes seguir haciendo esto, ya lo sabes.
—¿Haciendo qué?
Su voz se elevó una octava.
—Perder tu dinero de esta manera.
—¿Me verías de forma gratuita?
Ella puso los ojos en blanco.
—Tengo que ganarme la vida.
—Entonces voy a seguir perdiendo mi dinero. No es que crea que lo estoy desperdiciando.
—A este ritmo, pronto irás a la quiebra.
A pesar de la agudeza de su tono de voz, Nicholas vio la auténtica preocupación en sus ojos. No podía dejar de recordar cómo había estado convencido de que ella era una buscona. ¿Cómo se había equivocado tanto?.
—¿Por qué no dejas que yo me preocupe por mi dinero?—, le dijo con suavidad. —No voy a gastar más de lo que pueda pagar.

En verdad, hasta el último centavo que Nicholas tenía en el banco tenía ya un destino, y si tuviera la intención de alcanzar sus metas a tiempo, no podía permitirse gastar mucho más en ver a Miley. Sin embargo, según la forma en que lo mirase, era una cuestión de prioridades. Él ya tenía una extensión importante de terreno maderero, y si no podía permitirse el lujo de comprar más inmediatamente,  todavía era joven. Miley lo necesitaba ahora.
Perdido en sus pensamientos, Nicholas tomó nota que estaba nerviosa, retorciéndose las manos, un hábito que encontró entrañable porque era algo que su madre solía hacer cuando estaba molesta. Fue un gesto puramente femenino, pensó, que transmitía la ansiedad mucho más elocuentemente que las palabras.

Se inclinó un poco hacia adelante para verle la cara mientras caminaban.
—Un centavo por tus pensamientos.
—No puedes permitirte el lujo de darme un centavo por ellos.
Nicholas se echó a reír a pesar de todo. Luego se puso serio porque podía ver que ella estaba realmente apenada.
—Miley, no me gastaría el dinero si no me sobrase.
—Nadie tiene que tanto dinero para perderlo así.— Ella se detuvo y respiró hondo. —Debemos tener una charla sobre este tema, Nicholas.
—Está bien. Así que hablemos.
—He sido amiga de Índigo por muchos años. Lo sé todo acerca de tus aspiraciones de ser un magnate maderero algún día.
—¿Y?
Levantó las manos.
—¿Y? Si vas a gastarte dinero a manos llenas conmigo, nunca lograrás tus metas. Sé que debes centrarte en ahorrar. Has trabajado muy duro por cada centavo de ese dinero, y yo no quiero ser responsable de que te lo gastes frívolamente.
—Lo tendré en cuenta.
—Entonces, llévame a mi habitación. Voy a devolverte los cincuenta dólares que me diste esta noche, y podrás parar esta locura antes que hayas perdido tu dinero para nada.—
—¿Para nada?
—Sea lo que sea que quieras de mí, no puedo dártelo. ¿No lo ves? ¡Me traes aquí, me empujas en el columpio anoche y me coges de la mano! Y esta noche, me llevas a dar un paseo bajo la luna. —Se tocó la garganta, con la mirada fija en uno de los botones de su camisa.— ¿Qué sentido tiene esto? Te estás comportando como si fuésemos. . . como si me estuvieses cortejando.
—¿Y qué hay de malo en eso?
—No hay futuro en esto, por un lado. Y por el otro, ¿por qué un hombre va a querer eso de mí? Búscate una chica agradable, Nicholas. Llévala a pasear bajo la luna. No te costará ni un centavo.
—Tal vez yo no quiero estar con otra chica.
—Eso es una tontería.— Con un evidente esfuerzo, alzó los ojos hacia él. Por su expresión, él sabía lo que le costó  decir lo que soltó a continuación. —Soy una… una pros/tituta. Cepillarme el almidón de mi cabello y lavarme la cara no cambia eso. No sé por qué estás haciendo esto, pero sea cual sea la razón, es inútil. Yo soy lo que soy, y nunca podré cambiar.
—¿Por qué no?
—Simplemente no puedo, eso es todo. Si tienes alguna idea loca de salvarme de mí misma y cambiar mi vida, olvídate. Soy una causa perdida.
—Miley, nadie es una causa perdida—. Mientras decía estas palabras, Nicholas se dio cuenta de cuán sinceramente las quería decir. —Y siempre hay una salida. Para ti, tal vez soy yo. Por qué no me das una oportunidad, ¿eh?
—No.— Ella le dio un movimiento enfático con la cabeza. —No quiero volver a verte. Lo digo en serio. Llévame al Saloon, recupera tu dinero, y olvídate de mi.
Nicholas la tomó del brazo y la guió de vuelta para seguir andando.
 —Hemos venido aquí a dar un paseo, y eso estamos haciendo.
Con un suspiro de cansancio, presionó el dorso de la muñeca a la frente.
—Está bien, está bien. Pero no me digas después que no te lo advertí. No hay futuro en esto, nada de lo que digas o de lo que hagas puede cambiar eso.
—Está bien. No hay futuro. Pero tenemos esta noche y, todas las que pueda pagar hasta que se acabe mi dinero.
—Estás loco.
—Probablemente. Pero es mi dinero, y lo puedo gastar en lo que me de la gana.

Nicholas la llevó a uno de sus lugares favoritos a lo largo de los bajíos del Creek. Un viejo gran roble nudoso crecía allí, sus ramas cargadas dejaban pasar  fragmentados rayos de  luz de luna, por lo que la hierba verde que yacía debajo de él, parecían  perlas esparcidas sobre el terciopelo. En vez de sentarse a su lado en el banco, Miley se mantuvo de pie y se apoyó contra el tronco de un árbol, con las manos remilgadamente dobladas y manteniéndolas tensas alrededor de la cintura. Se quedó mirando fijamente al agua, que pasaba gorgoteando, dando a Nicholas la extraña sensación de que estaba con él sólo en cuerpo.
Decidió que le permitiría escapar de él de aquella manera por un par de minutos, ya que  sentía lo verdaderamente molesta que estaba. En cierto modo, su ataque de conciencia le hizo gracia. Ella tomaba el dinero de los hombres casi todas las noches de su vida, pero se resistió a coger el suyo. Supuso que debía de sentir que este no era un intercambio justo, pero la forma en que él lo veía, era mucho más equitativo que de la otra manera que ella ganaba su dinero. No había nada correcto sobre una mujer que reducía su vida a vender su cuerpo a los hombres a cambio de unas monedas. Nada correcto para él, y nada justo.
Después de varios minutos, Nicholas rompió el silencio.
—Es una hermosa noche, ¿no? Me encanta el sonido del viento en los árboles. Mi padre dice que es Dios susurrando su sabiduría, y que si uno escucha las palabras, se pondrá de manifiesto.
Ella no respondió, y Nicholas se volvió para mirarla. 

La vaga expresión de su rostro le dijo que se había sumergido en las imágenes que él no podía ver. Esto lo enfureció tanto como le entristeció; lo primero, porque no podía separarse de él tan fácilmente, y lo segundo, porque ella parecía sentir que era necesario. No era una amenaza para ella. Al menos no en la forma habitual.
La idea dio que pensar a Nicholas  y comenzó a preguntarse si tal vez no amenazaba a Miley de otras maneras que no podía comprender. Se puso en pie y lentamente se acercó a ella. No parecía darse cuenta de sus movimientos. Se paró ante ella, estuvo a punto de levantarle la barbilla con la mano y entonces lo pensó mejor. No podría forzarla hacia la realidad con un toque. En la oscuridad de su cuarto tenía que soportar mucho más y con éxito, bloqueándose de esta manera.
—¿Qué edad tienes, Miley?
Algo brilló en sus ojos y Nicholas sonrió levemente. Para responder a las preguntas directas, había que pensar.
—Yuujuuu. ¿Cuántos años tienes?
La vacuidad se deslizó lentamente por su expresión, y se centró en él, mirándole ligeramente irritada.
—¿Cuántos te parecen?
—Cerca de dieciséis años.
Arrugó la nariz.
 —Yo nunca he tenido dieciséis años. Fui de los trece hasta los noventa sin cumpleaños por el medio.
Nicholas tuvo la horrible sensación que realmente tenía razón.
—¿Y antes, cuando tenías trece años?
Su boca se torció en una sonrisa triste.
—Yo era una niña que todavía creía en los cuentos de hadas.
Sintiéndose un poco mareado, Nicholas tragó hondo. ¿Qué clase de hombres podían saciar su lujuria en el cuerpo de una niña? ¿Qué clase de mundo permitía que los inocentes fuesen las víctimas?
—¿Que pasó, Miley? ¿Me lo puedes decir? Ayer por la noche mencionaste a tu padre moribundo, que te quedaste huérfana. ¿No había nadie que te ayudase? ¿El hambre te obligo a este oficio?
—No, no me estaba muriendo de hambre—, dijo con voz hueca. —Supongo que si hubiera sido así, ¿entonces podrías perdonarme? ¿Encontrar justificable lo que hice?

Había muchísima amargura en la pregunta. Nicholas no había tenido la intención de sonar crítico.
—No te estoy condenando, Miley, trataba de aprender más sobre ti.
Se apartó del árbol.
—No hay nada que aprender. No tengo pasado—. Después de poner cierta distancia entre ellos se volvió hacia él y contempló el tronco del árbol que se alzaba detrás. El deseo inequívoco en su expresión atrapó su corazón. Él sabía que ella había visto las iniciales que habían talladas en la corteza del árbol, hechas por jóvenes amantes a través de los años.
Este punto a lo largo de Shallows Creek era el lugar favorito para citarse, lo había sido durante décadas y probablemente siempre lo sería. A medida que contemplaba los muchos corazones y flechas de Cupido que habían sido talladas por entusiastas jóvenes amantes, agregó, con voz dura, extraña y sin expresión,
—No hay pasado, ni futuro.

Eso era realmente la forma en que ella lo veía, se dio cuenta. No se trataba de histrionismo bien ensayado, en un intento por ganarse su simpatía. Atraído por ella, Nicholas acortó el espacio entre ellos con pasos medidos, no del todo seguro de lo que pensaba hacer cuando la alcanzase. Sólo sabía que había un anhelo en sus ojos que no podía ignorar. Cuando él se acercaba a donde estaba parada, se dio cuenta de dos cosas: que era de estatura más diminuta de lo que se había dado cuenta, y que la cercanía la ponía nerviosa e inestable.
Nicholas, sonrió un poco cuando tomó en la mano su pequeña barbilla. ¿Una pros/tituta cuya boca se estremecía cuando un hombre la acorralaba? ¡Qué enigma era! No debería haber nada acerca de los hombres que pudiese asustarla, sin embargo, tenía la sensación de verdaderamente estaba alarmada.
Esa boca. Tenía la forma perfecta, el labio superior delicado, grabado en un arco, el inferior y completo, lleno, del color de los pétalos, de rosa pálido, que se despliegan con  la más suave caricia de la luz del sol. Era el tipo de boca que un hombre fantaseaba y anhelaba degustar. De pie con lo cerca que estaba, las puntas de sus pechos le rozaron la camisa, y podía sentir su calor a través de las capas de lino con las que se vendaba sus costillas. Sin renunciar al control de la barbilla, puso su otra mano en la cintura de la chica.

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hace mucho que no subia de esta pero fue por falta d tiempo, prometo subir mas seguido 


1 comentario:

  1. Awwwwwwwwwww!!!!!!!!!
    Que triste es esta novela, muero por saber la razón de porque Miley no se deja ayudar por Nick, está bien que no quiera que gasté su dinero en ella, pero apuesto lo que sea a que detrás de eso hay algo más y juro por lo que sea que muero por saber que está pasando!!!!! D:
    Sube pronto porfasss, cuidate,besis, bye ♥

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