martes, 20 de agosto de 2013

Magia en Ti - Cap: 19


Acercando la cabeza, Nicholas buscó su dulce boca, con toda la intención de besarla. Pero justo antes de que sus labios la tocaran, la miró a los  ojos y no vio nada. Así de rápido, un solo toque, y Miley ya no estaba allí con él. Se quedó inmóvil, sintiendo como si alguien lo hubiese golpeado con un puño en sus entrañas.
—Miley—, susurró.
Alzó la cara de ella ligeramente y estudió su expresión, sorprendido por la experta que  era en separarse de la realidad en el mismo momento en que se sentía amenazada.

Su barbilla se levantaba con facilidad en sus manos. Debajo de la mano que mantenía en la cintura, no sentía la tensión. Nicholas sabía que podría despojarla de su ropa, ponerla  sobre la hierba, y hacer todo lo que deseara a su hermoso cuerpo. No iba a resistirse. Él dudaba que siquiera fuese ahora consciente de quien era él. Pero quería más de ella que satisfacer su ansia física y su lujuria.
—Háblame de las imágenes oníricas que ves—, le susurró con voz ronca. —¿A dónde estás ahora?
Ella no respondió, por lo que Nicholas reiteró la petición en voz más alta. Ella parpadeó  alterando su respiración, cómo si saliese de un sueño profundo.
—¿Perdón?
—Ahora mismo—, repitió, —¿Qué estabas imaginando?
Sus ojos se clavaron en los suyos, desconcertados y brillando bajo la luz de la luna. Qué hermosos ojos, pensó. Se podría perder en ellos para siempre.
—¿Qué tipo de cosas sueñas?— le preguntó de nuevo.
—Yo… No sé lo que quieres decir.
Ella sabía exactamente lo que quería decir, y él lo sabía.
—Te escapas a tu mundo de sueños. Índigo se lo comentó a Jake, y Jake me lo dijo. Es tu forma de sobrevivir a las noches, ¿no? ¿Así es cómo consigues vivir sabiéndote utilizada por los hombres que visitan tu habitación?

Trató de girar y poner distancia, pero Nicholas estaba preparado para eso y la mantuvo controlada. A medida que aumentó la presión sobre la barbilla, su boca se apretó tentadoramente. Anhelaba probar esos labios para poner su propia marca sobre ellos, para reclamarla de forma que nadie lo pudiese negar. Pero quería que ella fuese consciente de su presencia cuando lo hiciera, no en algún lugar perdida entre sus malditas ensoñaciones.
—No puedes escapar de todo tan fácilmente—, le dijo.
Mirando hacia él, Miley sabía que su advertencia era de doble filo, que no sólo estaba diciéndole que no podía escapar de sus manos, pero sobre todo que no iba a dejar que escapase a sus ensueños.

Alto, moreno, delgado y fuerte, llenó su visión, sus anchos hombros, los brazos tensos para anticiparse por si ella hiciese algún movimiento brusco. Eso por sí solo era suficiente para alarmarla. El brillo de determinación que vio en sus ojos, aún más. Nicholas Jonas no era un hombre que hiciese algo a medias, y cuando él tenía una mujer, la poseía por completo. Su expresión le dijo con más claridad que las palabras, que había decidido que la quería.

El pulso de Miley se aceleró. En su pánico, pensó en una docena de planes para escapar, pero los iba descartando todos como absurdos. No podía correr más rápido que el hombre, e incluso si pudiera hacerlo, no tenía más que un lugar para ir, el saloon. Él simplemente la seguiría. En su habitación, estaban sobre la mesa los cincuenta dólares en oro, el precio que había pagado por una noche en su compañía. Podía pasar el tiempo con él aquí, o con el riesgo de tener que pasar con él el resto de la noche en su cama. Normalmente esto último no lo habría encontrado alarmante, pero sintió que Nicholas iba a exigir su atención, mientras se uniera a ella físicamente. No podría escapar a los sueños, no podría separarse de la realidad cuando las manos de este hombre reclamasen su cuerpo.
Él rozó ligeramente con el pulgar sobre de los labios entreabiertos, como si midiese la rápida inhalación y expulsión de aire. Podía sentir su pulso golpeando por debajo de los dedos que mantenía debajo de su mandíbula. Los signos de su miedo no se le escaparon, aunque al final él cambió su expresión de escrutadora a ligeramente divertida.

La soltó tan de repente que la sorprendió con la guardia baja, luego él se volvió hacia el árbol. Temblorosa, Miley se abrazó a su propia cintura y vio que él sacaba el cuchillo de la vaina en la cadera. La hoja del arma brillaba como  plata azulada bajo la luz de la luna cuando lo llevó hasta la corteza del árbol. Con movimientos rápidos de su fuerte muñeca, quitó pedazos de corteza. Mirando desde detrás de él, Miley sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse detrás de sus párpados, cuando vio cómo su nombre tomó forma.
Era tan tonto. Sabía que lo era. Sin embargo, tener su nombre tallado en un árbol por un chico había sido una de las cosas que había perdido cuando era niña y hacía tiempo que había aceptado que nunca llegaría a pasar. Sin darse cuenta, Nicholas estaba cumpliendo su sueño. Excepto, por supuesto, que las muescas de su nombre que estaba haciendo sobre la corteza que estarían solas. Ningún hombre en su sano juicio podría vincular su nombre con el suyo, en un viejo árbol, o en cualquier otro lugar.
Miley, incrédula, vio como Nicholas acabó con su nombre y comenzó a tallar otro debajo de ella. Una C fue rápidamente seguida por una H. En el momento en que terminó y comenzó a tallar el corazón para rodear los nombres de ambos, ella estaba temblando. Cuando finalmente se enderezó y le sonrió, estaba convencida que estaba burlándose de ella.

Miley, la pu/ta a la que nunca amó nadie.
Todo huyó de su mente racional, y reaccionó instintivamente y corrió. A medida que cortaba a través del bosque iluminado por la luna, oyó a Nicholas,  su tono de voz sonaba inconfundiblemente desconcertado, gritando su nombre. No quiso detenerse o disminuir su velocidad por temor a que pudiera alcanzarla. Casi estaba en el saloon antes de darse cuenta que él no la perseguía. Con sus largas piernas, no habría habido ninguna competencia, la habría cogido, y ella lo sabía.

A solas en el bosque, Nicholas siguió con la mirada a Miley, confuso, sin saber qué había hecho para ofenderla. ¿Tallar sus nombres en el árbol? Por supuesto que no.
Él había querido hacer un símbolo de los sentimientos que estaba desarrollando por ella, no insultarla. Sin embargo, así fue como ella había actuado, como si la hubiera humillado de alguna manera.
Paciencia, él mismo se advirtió. Tenía que ser paciente. Podría ser una buena idea si él se echara atrás por unos días y le diese un respiro.
Tan repugnante como era el pensamiento de que volviera a trabajar por las noches en su habitación, también sabía que tenía que moverse más lentamente con ella. No podía esperar que se rindiese durante la segunda noche.
Tal vez si le diese algo de tiempo para pensar las cosas,  sería más receptiva la próxima vez que fuese a verla.

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