lunes, 27 de junio de 2011

έναν εξαπατώντας σύζυγο: cap 2

Miley había dejado de escuchar. No dejaba de recordar ciertas cosas, indicios que convertían lo que Tay decía en algo demasiado probable para que pudiera tomárselo como si fuera una simple habladuría. Detalles en los que debía haber reparado hacía semanas. Pero había estado demasiado ocupada, demasiado absorta en sus propios asuntos para darse cuenta. Nunca había desconfiado del hombre cuyo amor por ella y por sus hijos no había puesto en duda jamás.
 
En aquellos momentos, se daba cuenta de muchas cosas. El frecuente mal humor de Liam, su irritación con ella y con los niños, las numerosas veces que se había quedado en su estudio en lugar de subir a acostarse n ella.
 
Se estremeció de la cabeza a los pies. Cerró los ojos y recordó que, otras veces anteriores, Liam había querido hacer el amor y ella le había respondido que estaba demasiado cansada.
Pero ella creía que habían solucionado aquel problema. 

Pensaba que, desde hacía un par de semanas, desde que William dormía sin despertarse en toda la noche y ella estaba más descansada, todo había vuelto a la normalidad.
Sólo habían pasado unas noches desde que hicieran el amor con tanta ternura que Liam se había estremecido entre sus brazos al despertar.
¡Dios ... !
 
-Miley...
 
¡No! ¡Ya no podía seguir escuchando a su amiga! -Tengo que colgar -dijo con voz grave-, tengo que dar de comer a William.
 
En aquel momento, recordó algo mucho más doloso que el mal humor de Liam. Recordó el delicado aroma de un caro perfume de mujer que una mañana descubrió en una de las camisas de su marido al recogerla para echarla a la lavadora. Estaba impregnado en el algodón de la camisa. En el cuello, en los hombros, en la pechera. El mismo delicado aroma que Miley había detectado sin reconocerlo desde hacía algunas noches, cada vez que su marido volvía a casa tarde y la saludaba con un beso. En su mejilla, en el cuello, en el pelo ...
¡Qué estúpida había sido!
 
-No, Miley, por favor, espera ...
 
Colgó bruscamente y el auricular se le cayó de las manos, golpeó sonoramente sobre sus piernas y sobre el suelo y quedó a los pies de la' escalera. Imaginaba a Liam. Lo imaginaba con otra mujer, teniendo una aventura, haciendo el amor, ahogándose en suspiros ...
 
Le dieron náuseas y se cubrió la boca con una mano, apretando el puño contra sus fríos y temblorosos labios.
 
El teléfono sonó otra vez. Un llanto cansado que provenía de la cocina se mezcló con el sonido del teléfono. Se puso de pie. Poseída de una extraña calma, levantó el auricular y lo volvió a colgar. Luego, con la misma calma, que no era más que una manifestación del profundo choque que acababa de sufrir, lo agarró, lo dejó descolgado y se dirigió a la cocina.
 
Nada más terminar su cena, William se durmió. Se tumbó boca abajo, hecho un ovillo, abrazado a un osito de peluche. Miley se quedó mirándolo un buen rato, aunque sin verlo realmente, sin ver nada en absoluto.
Se le había quedado la mente en blanco.
Echó un vistazo a las habitaciones de los mellizos.

Lucas estaba dormido, con las sábanas arrugadas a los pies de la cama, como siempre, y los brazos cruzados sobre la almohada. Se acercó, le dio un beso y lo tapó. De sus hijos, Lucas era el que más se parecía a su padre, Rubio y con una barbilla prominente, señal de su carácter decidido, como el de su padre. Era alto y fuerte, igual que Liam a la misma edad, tal y como había visto fotos del álbum de su suegra.
 
Luego, fue a ver a su hija. Marie era muy diferente a su hermano mellizo. Al entrar por la mañana en su habitación, se la encontraba siempre en la misma posición en que se había dormido. Marie tenía el pelo sedoso y rubio, esparcido sobre la almohada. 

Era el ojito derecho de Liam, que no ocultaba su adoración por su princesa de ojos azules. Y la pequeña lo sabía y explotaba la situación al máximo.
 
¿Cómo podía Liam hacer algo que le pudiera doler a su hija? ¿Cómo podía hacer algo que pudiera rebajarlo a ojos de su hijo mayor? ¿Podía ponerlo todo en peligro sólo por el sexo?
¿Sexo? Le dieron escalofríos. Tal vez era algo más que sexo, tal vez era amor, un amor verdadero. La clase de amor por la que un hombre lo traiciona todo.
 
Pero, tal vez, fuera todo mentira. Una mentira sucia y estúpida, y ella estaba cometiendo con él la mayor de las indignidades con tan sólo suponerlo capaz de algo así.
Pero recordó el perfume, y las muchas noches que había pasado fuera, echándoe las culpas al contrato de Harvey's.
¡Maldito contrato!
 
 Se tambaleó y salió de la habitación de Marie para dirigirse a su cuarto, donde, la semana anterior, se habían encontrado de nuevo y habían hecho el amor de una manera muy tierna por primera vez en muchos meses.
La semana anterior. ¿Qué había pasado la semana anterior para que él volviera a ella de nuevo? Que ella había hecho un esfuerzo, eso es lo que había ocurrido. Ella había estado muy preocupada por cómo iba su matrimonio y había hecho un esfuerzo. Había dejado a los niños con su madre y había cocinado el plato favorito de Liam. Se había puesto un vestido de seda negro y habían cenado con velas,
Sin embargo, recordó la tensión del rostro de Liam al estar desnudos en la cama, una tensión que él achacaba a menudo al estrés, y sintió un escalofrío.
 
Cerró la puerta y se dirigió al cuarto de estar. Se daba cuenta de muchas cosas, cosas que en su estúpida ceguera no había visto hasta entonces.
La fuerza con que la había agarrado por los hombros, en un intento desesperado, pero evidente de guardar distancias. La triste mirada de sus ojos avellana mientras observaba su boca. El suspiro con que había recibido su confesión: «Te quiero, Liam», le había dicho, «siento mucho que haya sido muy difícil vivir conmigo».
 
Liam había cerrado los ojos y. tragado saliva, frunciendo los labios y apretando los puños sobre sus hombros hasta que ella sintió dolor. Luego, la había estrechado entre sus brazos y había hundido el rostro en su cuello, pero no había dicho una palabra, ni una sola palabra; Ni una disculpa, ni una declaración de amor, nada.

Pero habían hecho el amor con mucha ternura, recordaba con un dolor que recorría todo su ser. Fuera cual fuese su relación con la otra mujer, todavía lo deseaba con pasión, con una pasión que no podría sentir por ningún otro hombre.
¿O tal vez sí? ¿Qué sabía ella de los hombres? Había conocido a Liam con dieciseis años. Había sido su primer amante, su único amante. Ella no sabía nada de los hombres.
Y, por lo visto, nada de su marido.
 
Vio su rostro reflejado en el espejo que había sobre la chimenea de mármol y lo miró fijamente. Estaba pálida y tenía un rictus de tensión en los labios, pero, por lo demás, su aspecto era el normal. Ni sangre ni cicatrices. La misma Milei Hemsworth de siempre. Veintitres años, madre y esposa, por ese orden. Sonrió amargamente. Aquella era una verdad a la que nunca se había atrevido a enfrentarse.
«Lo querías», se dijo, «y lo conseguiste, en el corto espacio de seis meses. No está mal para una ingenua muchacha de dieciseis años». Pero Liam tenía veinticuatro años, pensó con cinismo, y la suficiente experiencia como para dejarse atrapar por el truco más viejo del mundo.
Pero, entonces, el cinismo la abandonó. No había sido ningún truco, no tenía derecho a denigrarse a sí misma llamando truco a algo que en absoluto lo fue. Tenía dieciseis años cuando conoció a Liam, y era muy inocente. Era la primera vez que iba a una discoteca, acompañada de un grupo de amigas que se rieron de su miedo a que les preguntaran la edad y no les dejaran pasar.
 
-¡Oh, vamos! -le dijeron- Si te preguntan cuántos años tienes, miénteles, como hacemos nosotras.
 
Fue consciente de la presencia de Liam desde el momento de entrar. Era fuerte, delgado y Rubio, y muy atractivo, tanto como una estrella de cine. Sus amigas también advirtieron su presencia, y se rieron tontamente al comprobar que no ocultaba su interés por ellas. Pero, en realidad, era a Miley a quien estaba mirando. 

Miley, con su pelo largo, rubio y ondulado, que le caía hasta los hombros y enmarcaba su preciosa cara.
Su amiga Julie la había maquillado y le había prestado una de sus minifaldas ajustadas y un pequeño top que dejaba al descubierto su ombligo cada vez que giraba al ritmo de la música. Si sus padres la hubieran visto así vestida, se habrían muerto del susto. Pero estaba pasando el fin de semana en casa de Julie, mientras sus padres se habían ido a visitar a unos parientes, así que no podían ver cómo su única hija pasaba el tiempo mientras ellos estaban fuera.
 
Y fue a Miley a quien Liam se acercó cuando pusieron una canción lenta. Le dio un toquecito en el hombro para que se volviera y sonrió, con gracia y confianza en sí mismo. Consciente de la envidia de las otras chicas, dejó que la tomara entre sus brazos sin una palabra de protesta. Miley todavía podía recordar aquel hormigueo al sentir su tacto, su proximidad, su suave pero firme masculinidad.
Bailaron durante mucho rato antes de que él hablara. 

-¿Cómo te llamas?
 
-Miley-le respondió ella con timidez- Miley Cyrus.
-Hola, Miley Cyrus -dijo Liam con un murmullo-.Liam Hemsworth

3 comentarios:

  1. oliix jenyy ooww ya leeii aww me encaantho komo siempree el capiii corazoon te queloo millonees byee

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  2. esta hermosisisimo la novela .
    sube prontooo :)

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  3. wiii!
    jejeje me encantooo!
    esta genial!
    sube pronto el siguiente!!! :)

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