Nick dio un par de toques a la puerta.
- Pase.
Giró el pomo y entró a la oficina de su jefe, Snade. Se sentó en frente de él.
- ¿Y bien? – dijo Nick con una expresión fría en su rostro. La que tenía.
- Te llamé para que nos vuelvas a dar tus servicios.
- Snade, te dejé claro que no volvería a trabajar para la CIA después de lo que
paso con Selena.
-
Vamos, hace más de tres años que pasó esto. – sacó una foto de una
pequeña carpeta. La puso boca abajo. La curiosidad invadió a Nick. –
Esta vez tenemos a una experta masajista. Miley Cyrus. Ha tratado
con personajes importantes, incluido a Alexander Donovan.
- ¿El criminal?
-
Eso creemos. Últimamente han muerto muchas chicas, y tememos que haya
sido él.
Además, pensamos que Miley ha tenido relaciones con
Alexander. Y puede ser la próxima en morir. Tendrás que interrogarla
para averiguar si sabe algo y… - la penetrante mirada de Snade se clavó
en la de Nick – protegerla de cualquier peligro. Tú eres el más adecuado
para ello, has sido uno de los mejores entrenados.
Nicholas negó con la cabeza.
En ese momento Snade giró la foto. Nick se quedó mirando a la seductora mujer que había en ella.
- Piénsatelo.
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El Lamborgini
de color negro aparcó delante de la clínica. Nick se quitó las gafas y
miró por la ventanilla. Jugueteó con la foto en sus dedos. Volvió a
mirar a la mujer que había en ella. Preciosa. Nick se acomodó en el
asiento de su coche. Un top negro, unas gafas Ray Ban y unos shorts
tejanos que dejaban a la vista unos buenos muslos. Sandalias de tacón
alto y el castaño pelo suelto. Sonrió, era lo suficiente explosiva para
que los hombres se tuvieran que girar para volver a verla. Algo distrajo
su atención. Eran las siete y media de la mañana, y alguien abría la
clínica.
La vio, de espaldas metiendo la llave en el cerrojo del portal.
Llevaba un jersey de media manga y una minifalda que llegaba por media
cintura. De nuevo las provocativas sandalias negras de tacón. Entró y
dejó la puerta abierta, aguantada por una especie de chisme pequeño, en
su pie.
-
Bueno, vamos a ver qué aplicada es en su faena. – Nick intentó
asomarse, vio a Miley terminando unos arreglos en la oficina
principal.
Se relamió al verla agachada. Hermoso culo. Alguien entró por la puerta.
- Buenos días, preciosa.
Ella se giró y se levantó, analizando quien era. Sonrió.
- Hola, Alex. – observó que llevaba algo en las manos - ¿Y eso? – alzó una ceja.
- Es para ti. – le alcanzó un ramo de flores enorme.
- No hace falta que me regales nada… - dijo ella fingiendo una sonrisa.
Nick no dejó de observarlos. Sacó un par de fotos con la cámara que le había prestado Snade.
-
Así que es cierto que estas con ese criminal, muñeca… - sonrió – la
sorpresa que te vas a llevar cuando te diga que es un coleccionador de
mujeres muertas.
Se volvió a acomodar en el asiento y siguió observándolos.
- Espero que hoy aceptes la cena… - dijo Alexander acercándose a ella. La intentó besar, pero Miley lo rechazó.
- Alex, solo eres un cliente más. Entiende que no me gustas.
Nicholas soltó una leve carcajada.
-
Buena chica. Sigue rechazándolo. – sonrió. Una sonrisa limpia y blanca,
que haría estremecer a cualquier mujer en solo verla. Cogió su calibre
del 38 y lo colocó en su cinturón, camuflado.
Alexander la miró apenado.
- ¿Qué es lo que no te gusta de mí? – dijo abriendo los brazos.
-
A ver… - Miley puso los enormes ojos azules, en blanco. – que sí,
que eres muy atractivo y que tendrás a muchas mujeres detrás. Pero a mí,
no-me-gustas.
Alex
se le abalanzo. Las alarmas de Nick se despertaron y se dispuso a
salir. Pero lo único que hizo Alex fue besarla. Miley lo forzó a
dejarla.
- Piénsalo ¿vale? – se giró, dejándola perpleja.
Miley negó con la cabeza y se metió en la clínica masajista de nuevo.
- Bien… - Nick miró el reloj. Las ocho.
Sintió
que alguien entraba en la clínica. Se fijó en quien era. Una mujer, más
o menos de la edad de Miley. Rubia, pelo recogido. Iba con una
falda ceñida negra, dejando ver las piernas. Una blusa blanca, escotada
que daba bastante a la imaginación. Nick volvió a sonreír.
-
Vaya con la secretaria, tampoco se queda atrás. – abrió la puerta del
coche y salió, cerrando con el mando inalámbrico el precioso Lamborgini.
La mujer que
acababa de sentarse en la silla del escritorio principal alzó la mirada.
Los ojos azules recorrieron descarados a Nicholas. Perfecto dios
griego, podría hacer mojar el tanga de cualquier mujer con solo mirarlo.
Una camisa de tirantes negra, ceñida, que dejaba ver los músculos del
brazo y daba a imaginar que abdomen tendría… unos pantalones del mismo
color, no eran estrechos. Y unas botas militares.
La secretaria se movió en su asiento, era un hombre excitante. Lo miró a los ojos, intentando recuperar la compostura.
- Ho-hola… ¿Lo puedo ayudar en algo?
- Ajá. – dijo con un tono ronco, vacilante. – Quiero hora con la señorita
Miley. Necesito urgentemente que me trate la espalda.
La secretaria miró en la agenda.
- Bueno… ¿para cuándo lo quiere?
- Para ahora mismo. – la mujer abrió algo los ojos.
- Oh… creo que esta hora… - recorrió con el dedo la agenda. – Si, está libre.
- Entonces ¿puedo pasar ya? – dijo con una esplendida sonrisa que terminó de aturdir a la secretaria.
- Sí, claro, claro… - dijo hundiendo los ojos en los labios de Nicholas.
- Gracias.
Disimuladamente,
colocó una micro cámara en la parte posterior de la mesa de la
secretaria. Luego se dirigió a la puerta donde ponía ‘espere su turno’.
Entró sin avisar, sabiendo que aun era observado por la rubia
secretaria.
- Madre mía. – susurró observando la espalda y trasero de Nick.
Miley no se dio cuenta de que alguien había entrado en la clínica. Y A esa
hora no venia prácticamente nadie. Así que se había dispuesto a
cambiarse.
Nick se encontró en un pasillo, no muy largo. Dedujo que era la primera puerta a la derecha. ‘Dra Cyrus’.
Nick entró sin picar a la puerta.
Se encontró con la mujer de antes,
Ahora solo en ropa interior. Miley se giró, sobresaltada. Nick no
pudo evitar quedarse mirándola. Unas curvas perfectamente hechas para
que él pasara la lengua. Pechos firmes enfundados en un sujetador gris,
del mismo color que el tanga, que dejaba a la vista unas buenas nalgas. Miley se tapó con su bata de masajista.
- ¿Se pensaba quedar mirándome todo el día como un baboso? – le espetó
Miley, cabreada y sonrojadísima.
Nick se rió. Además con buen carácter. Eso le ponía.
Owwwwww me encanto :D siguela,esta muy buena (:
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