lunes, 27 de mayo de 2013

Magia en Ti - Cap: 8


Después de haber crecido con una hermana menor que  él, Nick tenía más experiencia limpiando las lágrimas de una mujer que la mayoría de los hombres, pero se sentía un inepto con Miley. Una hembra de su profesión se suponía que era dura e imperturbable. No es que Miley fuese fiel a ese estereotipo. Ella seguía jugando con las solapas de la bata como si temiera que  partes de su cuerpo pudieran estar expuestas. Una pros/tituta experimentada no hacia ese tipo de gestos.
Sintió que tenía que calmarla de alguna forma, 

Nick resolvió ponerle una mano en el hombro. Tenía toda la intención de consolarla con su gesto,  pero con su toque saltó como si le hubiese pinchado con un alfiler. Nick se sobresaltó tanto como ella. ¿La reacción de una paloma mancillada? Se tragó una docena de preguntas.

—Con esto de Frankie,— dijo en tono tranquilizador, —bien está lo que bien acaba, ¿verdad? Lo viste a tiempo y saliste de allí.
—Usted no-no lo com-comprende. ¡Podría vol-volver!— Mirando hacia él, mordió su labio inferior en un claro intento de silenciar los sollozos arrancados de su pecho. En la luz de luna, sus ojos llenos de lágrimas brillaban como el mercurio, el kohl rodaba por sus mejillas como ríos. —¿Y si vuelve otra vez el próximo sábado, y ni siquiera sé que es él?— Su rostro se crispó, y ella emitió un gemido.  —Oh, Dios, ¿qué pasaría si él ya ha venido, y no lo he sabido?

La pregunta quedó entre ellos, obviamente, un tormento para ella, pero un completo misterio para Nick. Sin duda la chica sabía quienes eran sus clientes. Nadie podría hacer el tipo de trabajo que ella hacía, y no mantener una impresión de los hombres con quien se acostaba. ¿O es que acaso sí podía?
Nick recordó la explicación de Jake, que Miley se concentraba en sus ensoñaciones y se aislaba de todo mientras trabajaba, y que surgía a la mañana siguiente sin tocar por las experiencias de la pasada noche.
—Miley…
Ella se puso las dos manos sobre los ojos de nuevo.
—Ojalá estuviera muerta.
—Creo que todo el mundo se siente así a veces. Pero nada puede ser realmente tan malo. Ni una sola vez se piensa en serio en ello.
—Oh, sí, sí se puede. Esto es tan malo. ¡Si yo pudiera, me pegaría un tiro!— con uno de sus puños, se frotó la mejilla y se untó de kohl todo el ojo. —Yo-Lo siento. No suelo llorar. Por lo menos no delante de nadie.
Su garganta se le convulsionó en otro sollozo ahogado. Evidentemente incómoda con su exhibición de emociones, volvió la mirada hacia el bosque detrás de él. Su rostro maquillado era tal lío que Nick no pudo soportar un segundo más, agarro el pañuelo de su bolsillo. Con sensación de torpeza, dio unos toques en el manchurrón negro de sus ojos. Su toque la sobresaltó de nuevo, y ella se echó hacia atrás, agarrando su muñeca. El frenético agarre de sus pequeños dedos, capturaron su corazón como nada más podría hacer.
—Tranquila… Sólo te estoy limpiando un poco—, explicó y continuó para aclarar la mejilla. —No puedes volver a entrar de esta manera. No, a menos que puedas permitirse ahuyentar a los clientes.
—No quiero.

El regreso de Nick dijo más de lo que podía saber. Trató de imaginar lo que su profesión debía ser. La utilización sin fin. Quedar sucia por las zarpas de extraños en su cuerpo.
¿Quién podría culparla por tratar de bloquearlo todo? La sola idea de lo que ella pasaba cada noche, le hizo sentirse enfermo.
Mientras buscaba en el pañuelo un lugar limpio, ella lo miró con una mirada de contrariedad en su pequeña cara, claramente ajena al cariz de sus pensamientos.
 —Soy perfectamente capaz de secarme y limpiarme  sola.
—Si pudieras verte, no dirías eso. La pintura que utilizas alrededor de tus ojos la tienes untada por todas partes.
—¿Así?— Se frotó ineficazmente en la mejilla. —¿Dónde?
Nick no podía dejar de reír.
—No haces más que empeorar la situación. Estate quieta.

Resignada, volvió su rostro hacia él. Mirando hacia abajo a sus ojos, Nick supo que estaba perdido. Pros/tituta o no, sólo un hijo de pu/ta duro de corazón podría resistir esa mirada. Ella se sonó suavemente cuando le apretó el paño sobre la punta de la nariz. Nick contuvo otra sonrisa, recordando todas las veces que había realizado el mismo servicio a Índigo en los últimos años. ¿Era una chica realmente tan diferente? Sólo el hecho de que se estaba haciendo esa pregunta, le hizo darse cuenta que le había tocado en lo más profundo, mas de lo que él quisiera, y lo que era peor, ya no le importaba una mie/rda lo que pensasen los demás.
—¿Qué estás haciendo aquí, Miley?
—Se lo dije. Me acerqué a ver a May Belle y…
—No, no.— Hizo un gesto hacia el saloon. —No aquí fuera, sino allí. Ya sabes, en el Lucky Nugget. ¿Cómo acabaste trabajando en las habitaciones de arriba?

Sus pestañas ocultaron su mirada con timidez.
—Yo… eh… en realidad no es asunto suyo.
—Tal vez yo quiero que lo sea.
La sequedad de esas palabras golpearon Nick, sinceramente no supo que decir. El cambio parecía haber llegado de la nada, tan de repente que se sentía como un péndulo oscilando desde un extremo al otro. Pero cuando más pensaba en ello, sabía que no era realmente el caso. Desde el primer instante en que había puesto los ojos en esta joven, había estado luchando contra los sentimientos que brotaban de él ahora. Sentimientos posesivos. Sentimientos protectores.
Jesús. Necesitaba un par de litros de café de su madre, y rápido.

Finalmente, levantó las pestañas de nuevo para mirarlo, su mirada desconcertada revelando mucho más de lo que probablemente se daba cuenta, la confusión y el miedo que no podía comprender del todo. Su interés en ella la aterraba, de eso se dio cuenta. La vida la había claramente tratado con crueles golpes.

Nick no podía dejar de recordar otro par de ojos que había visto llenos de dolor, ojos mentirosos, en el miedo, que entonces había creído. Ahora, años después, aquí estaba Miley, con un rostro tan dulce, capturando su corazón y los ojos que destellaban mensajes que cada una de sus acciones desmentían. ¿Pu/ta o ángel?
A pesar de que tuvo dificultades para admitirlo, incluso para él mismo, Nick sabía la respuesta a esa pregunta. La emoción desnuda que leyó en su expresión no podía ser fingida. Una víctima, su padre la había llamado así, y Nick se dio cuenta, demasiado tarde, que no podía ser otra cosa. Mirándola a los ojos atormentados, sólo un tonto creería que ella había escogido esta vida.

Una vez, hacía mucho tiempo, tanto que ya no había forma de rectificar, había dado la espalda y se alejó de unos ojos como los de esa niña. Si él hiciese esto mismo otra vez,  Nick tuvo la maldita sensación que estaría tan condenado como ella.

Su rostro estaba bastante limpio ahora, pero reacio a ponerla en libertad, Nick ahuecó una mano bajo la barbilla y continuó su pase suave por  las mejillas mientras estudiaba sus características. Cejas arqueadas finamente, una nariz pequeña, frágil puente, una mandíbula tan delicada que un golpe de su mano abierta podría romper. Y su boca. Él nunca había visto una boca tan vulnerable. Incluso ahora, todavía temblaba ligeramente con lágrimas reprimidas. El suyo fue una de los más dulces rostros que había tenido el placer de mirar.
Buscando su expresión, Nick recordó lo que su padre le había dicho, que un hombre podía abandonar el lugar de su infancia y viajar por siempre sólo para descubrir que en realidad no  había llegado a ninguna parte. A principios de esta tarde, no había tenido mucho sentido para él. Pero ahora que creyó entender. Había sido criado para ser una persona, y nunca podría escapar de esto. Si lo intentara, sólo chocaría contra una pared de ladrillo, que en este caso era Miley.

Mirándola hacia abajo, se sentía un poco tonto… compararla con una pared de ladrillos. Pero, maldita sea, si no era exactamente eso. Un obstáculo a través del que no podía abrirse paso.
Como si presintiera sus pensamientos, ella de repente dijo:
—-Creo que será mejor que se vaya ahora.
Dejando caer la mano, miró hacia el salón, su mente buscaba una razón para mantenerla allí, aunque sólo sea por unos minutos más.
—¿Crees que ese tal Frankie se ha ido?
Su rostro se ensombreció.
—No P-Probablemente. Puse la señal de ocupado, pero le va a tomar un tiempo a Gus  cerrar para esta noche. Por lo general recibo a las personas  que llaman a la puerta hasta la una.
¿Las personas que llaman a la puerta? Ese era un nombre elegante para ello. ¿Y por lo general trabajaba sólo hasta la una? A esa hora la mayoría de los clientes del Saloon, ya había pasado con creces de la sobriedad a la borrachera.
 —Voy a esperar contigo. Este no es lugar para que una mujer se quede sola de noche.

Él apenas habló, cuando recordó a quien le estaba hablando. Miley entretenía a borrachos todas las noches. Una probabilidad de encontrarse a un borracho más o menos no debería ser un motivo de preocupación, para él o para ella. Como si ella no viese lo absurdo de su comentario, se estremeció y se abrazó a su cintura, para todo el mundo como si estuviera imaginando lo que podría sucederle si se quedaba sola y  encontrase el pensamiento detestable.

Sintió una sensación de cansancio inexplicable, Nick se recostó contra el árbol, aprovechando el silencio para estudiar a su compañera. Ella miró a su alrededor como una cría de doce años, de pie allí, temblándole la barbilla, su esbelta figura embutida en seda y encaje. Al igual que una niña pequeña que había subido al ático y se hubiese vestido con las galas de su madre, ante el  tocador, un poco ladeada, porque ella sólo llevaba una zapatilla puesta. Se dio cuenta que parecía inusualmente nerviosa en su presencia, sin embargo, otra revelación misteriosa le desconcertaba. Él no era más que un hombre, con el mismo equipo que cualquiera con los que ella había estado. ¿Dónde residía la amenaza?

Nick reprimió una sonrisa. Supuso que estar de pie detrás del edificio con un hombre no era su rutina habitual. En estas circunstancias, debía ser un poco difícil de trascender la realidad por el sueño, un hecho que determinó de recordar. Cuando él estuviese con ella de nuevo, no le permitiría escapar a su olvido. Lo que probablemente significaba que estaba destinado a convertirse en la pesadilla de su existencia.

Ese pensamiento le dio una pausa a Nick y le obligó a dar un paso atrás y analizar sus intenciones. Un ejercicio inútil. Que me aspen si sabía cuáles eran sus intenciones.
Había llegado hasta aquí, bueno, tal vez se tambaleó era una palabra mas adecuada, para ofrecer una disculpa sincera para complacer a su padre y su hermana. Ahora era la menor de sus preocupaciones, sólo estaba pensando en como poder ver a Miley de nuevo.
Loco, tan loco como el Infierno. Tal vez la locura corría por las venas de su familia.
—¿Cuánto tiempo crees que hemos estado aquí?— preguntó de repente.
Joseph se echó hacia atrás en este momento. No era el único que podría perderse en ensoñaciones. Buscando a tientas su reloj de bolsillo, lo cogió y miró el rostro en sombras de la chica.
—¿Diez minutos, tal vez?
Ella suspiró contrariada.
—No parece tanto.
Sin pensar. La tocó con los nudillos en la manga y le sonrió.
—¿Tienes frío? Tengo calor de sobra para los dos.
Ella le lanzó una mirada de asombro y se retiró un paso.
—No tengo frío en absoluto.
—Entonces, ¿por qué tiemblas?
Ella jugueteó con su cinturón y luego se abrazó a sí misma de nuevo.
—No me di cuenta que lo estaba haciendo.
Su voz se oyó tan baja, su enunciación tan vacilante, que Nick se preguntó con que frecuencia en realidad hablaba con los hombres. No podía concebir cómo podía estar en su profesión sin conversar con los clientes.
—¿Eres tímida Miley?
Otra mirada de asombro llegó desde sus ojos verdes.
—¿Perdón?
Nick le regaló una sonrisa que  había estado practicando frente a un espejo desde la adolescencia. Su mejor y más desenfadada, torcida y maliciosa sonrisa, diseñada precisamente para desarmar a cualquier chica.
—Eres tímida. No he visto a una chica tan bonita y ruborosa desde que era un crío.
Ella parpadeó. No era la reacción que había estado buscando.
—Yo te asusto, ¿no?
—Sí.
Una vez más, esa no era la respuesta que andaba buscando. Sorprendido por la libertad con que ella lo reconoció, dijo,
 —¿Por qué?
Ella lo miró durante un largo rato, con los ojos cómo un espejo de confusión.
—Yo no estoy segura. Tu acabas de decirlo.
—Soy el hermano de Índigo, recuerda. ¿Qué mejor recomendación puedo tener?
—Tú no eres dulce como Índigo.
Insatisfecho, él replicó,
—¿Quién lo dice?
Ella rodó los ojos.
—No seas tonto. Ya sabes que no lo eres. Índigo es…— Se interrumpió, y suavizó su expresión. —Índigo es como ninguna persona que yo haya conocido antes.
Nick, se dio por vencido.
—Ella es una persona muy especial.
—Sí,—  estuvo de acuerdo en ese sentido vacilante misma. —Muy especial. Es la mejor amiga que he tenido. Confío en ella con mi vida. Incluso los animales salvajes están encantados con ella.
—Yo también les gustaba.— Nick se sintió ridículo por haber dicho eso. Sonaba como un niño jactancioso. —Al menos antes.
Parecía dudosa.
—Oye, solía tener hordas de ellos dando vueltas a mi alrededor, cuando era un niño. Mapaches, ciervos. Incluso una vez tuve de  mascota una serpiente de cascabel.
Ella se estremeció.
—Nunca me mordió.— Reuniendo el buen gusto de reírse de sí mismo, Nick añadió: —Y yo tampoco la mordí a ella— Se encogió de hombros. —Yo sé que te he hecho pasar un mal rato esta mañana. Lo siento mucho por eso. Espero que no estés enfadada conmigo para siempre. Si es posible, me gustaría que fuéramos amigos.
—¿Amigos?
Que esta perspectiva ella la encontrara claramente alarmante, le irritó.
—Sí, amigos. ¿Qué hay de malo en eso?

La buscó con la mirada. Nick quería tranquilizarla, decirle que no tenía nada que temer de él, pero a juzgar por las cosas que leía en sus ojos podría ser una mayor amenaza. Más de lo que podía pensar.
—Yo creo que será mejor que te vayas ahora—, dijo ella con voz temblorosa.
Él sacó su reloj de nuevo.
—Sólo han pasado veinte minutos, como mucho. ¿Crees que Frankie se habrá ido?
—Probablemente. Los niños de esa edad no son siempre pacientes.
¿Niños? Nick levantó una ceja, pero hizo caso omiso.
—Va a arriesgarte a entrar?.
—Antes comprobaré los caballos atados en el frente, pertenecen a él y a sus amigos. Reconocí a Moisés.
Nick no recordó haber visto ningún caballo, pero entonces no había tenido ojos para gran cosa, que no fuesen las piernas de Miley.
—¿Moisés?
—Nuestro cab…— Se interrumpió. —Moisés es el caballo de Frankie.

Era obvio que estaba tan nerviosa que no podía pensar con claridad, que había dado a conocer mucho mas acerca de ella, de lo que en realidad quería revelar. Un buen indicador. Cuando se tratara de sacarle información, podría tener una ventaja.
Dando un paso atrás para darle el espacio que él sentía que necesitaba, dijo,
 —Bueno, supongo que ha estado bien la noche, entonces.
Ella asintió con la cabeza, claramente no tenía nada más que decir. Después de un momento, le susurró:
—Gracias por ayudarme a bajar del tejado.—

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