miércoles, 1 de mayo de 2013

Magia en Ti - Cap: 6


Los grillos lanzaban su serenata en la oscuridad, y los mosquitos zumbaban alrededor de la cabeza de Nick. Después de tomar otro trago más de la botella de whisky, que había comprado en el salón, se limpió la boca y apoyó la espalda en mayor medida contra el pino, con la mirada fija en las ramas silueteadas contra el cielo azul cobalto por encima de él.
Con un brazo dejado caer sobre la rodilla doblada,  dejó la botella de whisky colgando por el gollete, metiendo un dedo por la parte interior. Con la otra mano, se dio unas palmaditas en el bolsillo de la camisa para buscar el cigarrillo a medio fumar que había liado antes. Encontró el mechero en el bolsillo de sus pantalones, miró de soslayo en contra de la llama luminosa mientras lo encendía y daba una calada profunda. A medida que exhala el humo, se rió en voz baja y con amargura, mientras sacudía la cabeza.

Como a su tío Veloz le gusta decir, si esto no era un infierno de noche, él ya no sabía lo que era. Allí estaba él, un hombre hecho y derecho, escondido de sus padres en el patio trasero. Durante toda la noche, su madre había estado caminando por ahí buscándolo como si estuviera chupando un limón. Y su padre tenía poco o nada que decirle.
Nick apenas podía soportar estar en la misma casa con ellos dos.
Todo en el mundo sabía en su casa que había hecho una proposición a la pros/tituta. Si eso era un delito penal, que agregasen  su nombre a una larga lista. El sexo era el negocio de la chica, por el amor de Dios. No era como si hubiera insultado a una dama o algo así. Cada vez que Nick pensaba en ello, se quemaba a fuego lento.

Aunque su gente no había dicho nada, él sabía que Índigo les había contado acerca de su conversación con Miley. Se suponía que la totalidad de ellos esperaba que fuese al saloon, sombrero en mano, a pedir disculpas. Pedir perdón a una pu/ta, que locura, y por hacer nada más que ofrecer su dinero para comprar lo que ella vendía todas las noches de la semana. Había hecho lo que debía hacer, lo que Jake y su padre debieron haber hecho, y no sentía el más mínimo remordimiento.

Tomando otro trago de whisky, Nick trató de estimar cuánto tiempo más podría tener que permanecer en Tierra de Jonas. Se le iba a hacer demasiado largo, eso era una certeza. En el instante que sus costillas sanasen, iba a coger el camino. Y si su familia pensaba que volvería a visitarles de nuevo en un futuro próximo, que todos ellos esperaran sentados.
Estaba harto de esta mie/rda.
—¿Un buen whisky?
El repentino sonido de la voz de su padre sorprendió a Nick, lo que dio testimonio de cuán bebido estaba en realidad. Entrenado para la guerra como los indios desde muy joven por su padre, por lo general percibía la presencia de una persona antes de llegar a unos seis metros de él.
Miró a través de la oscuridad, tratando de concentrarse.
No es que la presencia de Cazador de Jonas fuese imposible, esta era su casa. Echando a un lado el cigarrillo, Nick le ofreció la botella, sin esperar realmente que su padre aceptase.
—Es poco mejor que mediocre, supongo. ¿Quieres un trago?
Con la facilidad de un hombre mucho más joven, Cazador tomó la botella y se sentó a su lado a la forma india. Incluso en la penumbra, Nick podía ver su conjunto de rasgos, su dureza tallada, características físicas que había heredado, y se veía reflejado en él.
Una charla padre-hijo. No era la forma en que quería pasar la noche.
A causa del calor, su padre no llevaba camisa. En el claro de luna, su pecho desnudo y los hombros brillaban de bronce pulido, con el pelo largo y oscuro como cortina de seda, que se acompasaba cada vez que se movía.
Incluso después de vivir entre los blancos por más de veinte años, aún tenía ese aura de salvaje que no podía ser ignorado, un borde peligroso que, en opinión de Nick, hacía a los otros hombres parecer pálidos en comparación.
Comanche hasta la médula, así era su padre. Siempre lo había sido, siempre lo sería. No es que tuviera un problema con eso. Lo que sentía injusto era la esperanza que tenía su padre de que él viviese de acuerdo con el mismo conjunto de reglas que tenía Cazador, simplemente porque era su hijo y había heredado su aspecto de indio.
En los campamentos madereros, un hombre tenía que sobrevivir, y al infierno con su patrimonio y toda la mie/rda que se fuese junto con eso.
Aun con su cerebro adormecido por el licor, Joseph vio la expresión de esos sentimientos antes de que  se diese cuenta de todo lo que estaba diciendo.
—Todos encontráis tan terriblemente fácil juzgarme, ¿no? Desde que he vuelto a casa, todos habéis estado tomando nota de lo mucho que he cambiado, y cambiado a peor. Pero ninguno ha perdido ni un solo minuto preguntándome el por qué.
Cazador bebió un trago de bourbon y silbó a través de sus dientes blancos y fuertes. Le entregó la botella de nuevo a Nick, y dijo:
—Eso quema directo hasta las tripas—. Se aclaró la garganta y se estremeció. —Y para responder a tu pregunta, sí, me lo he preguntado.
—Bueno, seguro que no podrías probármelo. Y te digo, ya estoy harto de ser criticado. Como si el resto de vosotros fueseis tan jodidamente perfectos que tuvieseis todo el derecho de hablar.
—Tal vez sólo buscamos entender, Nick.
—Correcto—, se burlaba de él. —Si de verdad queréis comprender, porque no habéis tratado de hablar conmigo al respecto, en vez de juzgarme.
—Yo estoy aquí para hablar.

Nick, supuso que eso era cierto, aunque un poco tarde.
—Quizás Jake tendría derecho a juzgarme… Tal vez ninguno de vosotros realmente me conozca. Sé que he cambiado. Lo que me jode, es que ninguno apuesta el cu/lo de una rata por mí. — Tomó otro largo trago de la botella. —¿Cómo puedo evitar  cambiar? Ahí está la dificultad. Las cosas no han sido precisamente un lecho de rosas para mí, ya sabes. Durante los últimos siete años, he estado viviendo en las peores condiciones que te puedas imaginar, moviendo el trasero desde la primera luz hasta la noche, ahorrando cada centavo que pude para invertir en la tierra. Durante la temporada de lluvias, todo el tiempo, estuve calado hasta los huesos durante varios días y al terminar, por la noche, me metía en la cama igual de mojado.
Cazador miró en la oscuridad, sin decir nada. Su silencio animó a Nick para continuar.
—Índigo dice que soy duro. Y Mamá no me ha criticado abiertamente, pero lo he visto en sus ojos. Y tu desapruebas lo que me he convertido, y no lo niegues.
—No voy a negarlo, decir que no desaprobamos algunas de las cosas que piensas y haces sería una mentira. Eso no quiere decir que hemos dejado de quererte, Nick, o que todavía no podemos encontrar mucho dentro de ti que admirar.
A pesar de la entrada suave, la crítica era una picadura. Nick, se tragó el dolor con otro trago de whisky.
—Bueno, quizás no me entendáis. No he querido ser duro, pero me pareció una buena idea.
—¿No has querido? Entonces explícame por qué.
—Soy de otra raza, en caso de que se te haya olvidado, un cuarto de Comanche.
—Sí. Otra raza. Mi sangre corre por tus venas.
—No te ofendas, pero de acuerdo a los blancos, eso me hace no del todo humano.

Las palabras quedaron flotando como una nube entre ellos. Nick, tan pronto como lo dijo, le gustaría poder tragárselas de vuelta.
—Lo siento, padre. Yo no quise decir eso.
—Sí, creo que lo hiciste—, dijo Cazador en voz baja. —Y me pone el corazón en tierra, que tú te sientas de esa manera.
Nick, con el puño apretado alrededor del cuello de la botella.
 —No es como me siento. Ya lo sabes. Pero es una verdad que no podemos escapar, no obstante. Más allá de estas montañas, la gente me echa una mirada y saben que soy un piel roja, que nací  en una tienda, como un salvaje. Eso automáticamente me hace ser inferior a ellos. No me consideran tan bueno como un hombre blanco para cualquier cosa que haga. La única manera que yo puedo superar eso es tener poder. El dinero es poder.
—Ya veo.
—No, no lo ves, es una lástima, y nunca lo harás.  Tú y mamá habéis creado vuestro propio y pequeño mundo aquí, un lugar seguro en el que estáis bastante protegidos. Nunca os habéis enfrentado a lo que he tenido que enfrentarme, no en la misma medida. Tal vez me he vuelto duro, pero para sobrevivir, tenía que hacerlo.
Cazador suspiró.
—Nick, si tu madre estuviese aquí, le diría que está sentado en una olla grande de compasión.
El pote de la compasión—, corrigió Nick. Entonces se le ocurrió lo que había dicho su padre. —Jesús. ¿Tengo que escuchar esto?
—No, tu puede cerrar los oídos.
—Piensas que estoy sintiendo lástima por mí mismo, ¿verdad?— Nick, dudó un momento, preguntándose si tal vez la tenía. —Bueno, si alguna vez alguien tuvo una razón, era yo.
—Dime esa razón.
Esa era una petición que Nick podría cumplir.
—Cuando fui por primera vez a los campos, traté de vivir respetando todos los ideales puros que me enseñaste, haciendo a los demás lo que yo quería que me hiciesen a mí.
—Ah, ¿sí? Eso me hace sentir muy orgulloso.
—Sí, ¡un hurra por tu orgullo! ¡Me ***** en todo! Y cuando los hijos de pu/ta no se cagaban en mí, me estaban golpeando hasta llevarme al infierno.
Cazador negó con la cabeza.
—¿No eras un buen compañero?
El sarcasmo de su padre obligó a Nick a reconsiderar un par de frases. Tal vez él estaba revolcándose en el pote de la compasión. O tal vez sería más exacto decir que estaba llorando sobre su whisky. Dejó a su padre anotarse el tanto, antes de él mismo volverse loco. Entrecerró los ojos.
—¿Quieres oír esta historia o no?
—Voy a necesitar una manta para absorber las lágrimas. Pero, sí, quiero oír tu historia.
Nick, frunció el ceño.
—¿Dónde diablos estaba?
—Estabas en la parte acerca de que te golpeaban todo el tiempo hasta llevarte al mismo infierno.
—Ah, es cierto. De todos modos, eso fue hasta que me defendí, hasta que me volví peor que ellos eran…— Él dio a su padre un brindis con la botella medio vacía—. Y ahora aquí estoy, transformado, en una persona que no pueden soportar.
—Te quiero, hijo. Con cada aliento que tomo.
—De acuerdo. Pero eso no quiere decir que yo te guste.— Nick daba otro trago de whisky. —Es curioso, eso. Estáis todos tan decididos a no juzgar a esa pequeña pu/ta. Pero, ¿qué hay de mí?
—Miley es una víctima.
—¿Y tengo entendido que yo no?
—Sólo si tú decides serlo.— Su padre se volvió a mirarlo. —En tus propias palabras, los hombres en los campamentos eran crueles contigo, aunque sólo hasta que te defendiste. Yo te entrené para luchar, si puedes recordar. Sé que cuando finalmente devolviste el golpe,  lo hiciste con gran venganza, ya que es el camino de mi pueblo.
En esto, al menos, Nick tuvo que admitir que era hijo de su padre, luchó para ganar y por lo general lo hizo, aunque tomara su último gramo de fuerza.  Rendirse no es una palabra que Cazador de Jonas incluía en su vocabulario y no lo había enseñado a sus hijos.
—Las Frannies de este mundo no tienen armas—, dijo su padre en voz ronca, —y tampoco un brazo fuerte, si tuvieran uno, podrían luchar. Los  hombres sin corazón las utilizan, y con el fin de sobrevivir, deben rendirse. Es su única opción y su mayor vergüenza. Una de la que no hay escapatoria. Son víctimas, Nick, todas y cada una de ellas.
—No estoy de acuerdo. Si eso fuera cierto, aceptarían ayuda cuando se les ofreciese, y yo sé por experiencia que no lo hacen. No se puede ayudar a una persona que no se ayuda a sí misma.
El silencio se estableció de nuevo, un doloroso silencio, incómodo. Supuso que era una amarga dosis de su padre para tragar, él, que había compartido con tanta abnegación todas sus creencias, con la esperanza que su hijo siguiese sus mismos valores. Ahora ellos estaban en una encrucijada de caminos.
Como si su padre leyera sus pensamientos, dijo:
—Yo sé que la vida es un camino difícil, y que tienes grandes sueños, Nick.
—Sí.
—No pierdas tu camino.
La suave advertencia hecha, encogió el corazón de  Nick.
—Pero estos sueños que tienes. ¿Vale la pena sacrificar todo por alcanzarlos?
—Ser propietario de un terreno maderero, que es lo que siempre he querido durante tanto tiempo como puedo recordar. Desde que era un niño, tenía esos planes. Ya lo sabes.
—Pero no por las mismas razones. Y al final, ¿qué tendrás? Bolsillos llenos, gran poder, ¿y el corazón vacío?
—Búrlate si quieres, pero el poder es la única manera en que alguna vez llegaré a ser alguien. Ya tengo una zona considerable de  tierra, y he ahorrado lo suficiente para comprar otra. Un día, pronto, voy a ser más rico que cualquiera que haya conocido. Tan rico que nadie, nadie en ningún lugar, será capaz de mirarme por encima del hombro.
—Ah, sí. Y tendrás este poder del que hablas.— Cazador abrió las palmas de las manos hacia arriba y contempló las líneas grabadas allí —, recuerda que el dinero no lo es todo. Mira, Jake dejó todo por estar con Índigo, para criar a sus hijos aquí.
—¿Qué estás diciéndome, que renuncie a mis sueños y me conforme con una mina que se agota, aquí en Tierra de Jonas?
—La mina sigue ofreciendo un rendimiento constante.
—Apenas para ganarse la vida de dos familias. ¿Y cuando se agote? Entonces, ¿qué? ¿Vamos a excavar otro túnel y orar para encontramos con otra veta? Tal vez se puede vivir de esa manera, sin saber de dónde saldrá tu próxima comida, pero quiero más que eso en la vida.
—¿Más? Yo no lo creo.— Cazador hizo un gesto hacia la casa de troncos detrás de ellos, y luego barrió el brazo en un gesto para indicar la propiedad circundante.
—¿Qué más necesita tener un hombre, Nick? Hay amor aquí, y paz. Esas cosas no se pueden comprar con monedas.
—Yo no soy un minero. Me gusta, y lo mismo ocurre a Índigo. Pero no es para mí, nunca lo ha sido. Ya lo sabes.

Nick, se frotó la punta de la bota. No le importaba si su padre no pudiese entender ni una maldita cosa de lo que decía.
—Tú siempre lo has sabido.
—Yo no te pido que seas minero, sólo el mejor hombre que puedas ser. Me preocupo por tus sueños, no porque yo esté de ellos, sino por lo que te están convirtiendo, mientras los persigues. Tu eres Nicholas Jonas, mi hijo, y estás renunciando a eso.
—Para ser tu hijo, ¿tengo que ser perfecto?
—Un poco perfecto sería muy bueno.
—¿Un poco? Seguramente no soy tan malo.— Con los ojos turbios, Nick se centró en la oscuridad del bosque al otro lado del arroyo. Trató de hacer un balance de sus defectos, que, a su juicio eran condenadamente unos pocos. —Maldita sea. Dispara de una vez.
Cazador le clavó una mirada de exasperación.
—¿Qué más? ¿Supongo que piensas que bebo demasiado? Perdón, por todos los infiernos. Me había olvidado, yo no estoy de vuelta en casa, sino viviendo con un grupo de puritanos.
—¿Eso piensas?
—El que? Que vivo con un grupo de puritanos?
—No, que bebes demasiado.
—Diablos, no.— Nick tapó con el corcho la boca de la botella. Le llevó dos intentos el  acertar con el corcho en su sitio. Cazador soltó un bufido de disgusto. Nick resopló de nuevo. —Sólo tengo una mala noche, y he bebido un poco, ¿hago mal a alguien?
—Sí, yo diría que lo haces.
—Pero yo no hago de esto un hábito.
—Eso es bueno.
Después de un largo silencio, Nick cedió.
—Está bien, si deseas la pura verdad, supongo que podría haber bebido un poco menos whisky.
—Siempre quiero la verdad, Nick. Si hablamos mentiras, ¿por qué molestarse en hablar?
Nick supuso que la observación tenía su mérito. Pero a veces era mucho más fácil mentir.
—En las noches de los sábados en los campos, no hay mucho más que hacer que beber y jugar a las cartas. Prácticamente todos los madereros son grandes bebedores. Yo no soy peor que el resto.
—Pero no eres el mejor.
—¡Maldita sea! No puedo ganar, ¿no? ¿Por qué diablos tengo que ser mejor que todos los demás? Respóndeme a eso. ¿Por qué no puedes estar satisfecho conmigo, tal y como soy?
—Debido a que la mayoría de los hombres en este mundo no son buenos, y ser como los demás, no te hace ningún bien.
—Soy lo suficientemente bueno como para estar a gusto.
—No, no lo estás. Es por eso bebes.
Nick dio una risa amarga y levantó la botella en el simulacro de un brindis.
—Me has traído de vuelta al principio. Volvemos a mi forma de beber, ¿no? Muy bien, vamos a hacer frente a eso. Como regla general, puedo comprar una botella  los sábados y en ningún otro momento. A veces lo bebo todo entero, a veces no, y durante la semana, puedo tomar o  dejarlo. ¿Es eso lo que llamas indulgencia?
—No es lo que pasa en la boca lo que me preocupa.
—¿Qué, pues?
—Lo que oigo que sale de ella.
—Mi maldiciones, quieres decir?
—Tus maldiciones no significa nada para mí. Tus palabras airadas lo hacen. A veces mi corazón está puesto sobre la tierra, al oír las cosas que dices. ¿Y cuando miro a tus ojos? Ah, Nick, me muero un poco.
—Y a veces yo también me muero un poco cuando me miro en los tuyos—, espetó Nick. Otro pozo de dolor se levantó en su interior. —Después de todo mi trabajo para hacer algo por mí mismo, ¿cómo crees que me siento cuando veo lo decepcionado que estáis de mí? ¿Criticándome cada vez que me doy la vuelta?
—¿Yo hago eso?
—Sí, lo haces.
Cazador sonrió levemente.
—Creo que tú estás buscando tu propio reflejo en un charco de agua.
—No empieces. Nunca falla, siempre intentas llevarme a tu terreno con todo lo que digo.
—¿Por qué hago esto?
—Supongo que estás tratando de hacerme buscar las respuestas.
—¿Eso es malo?
—Es que yo no tengo ninguna.
Cazador agarró el hombro de Nick. Sentir el peso cálido de su mano casi trajo lágrimas a sus ojos. Tenía una urgencia inquietante para presionar su rostro contra el pecho de su padre y llorar como un niño. La parte más terrible era que no sabía por qué. Sólo sabía que se sentía muy perdido. Y más solo de lo que alguna vez había estado en su vida.
—A veces no estoy seguro de qué se trata todo esto—, le susurró con voz entrecortada. Él no esperaba que su padre entendiese lo que quería decir con eso, porque no estaba seguro de que él mismo lo supiese. —Nada de lo que me enseñaste me sirve, para la mie/rda que hay.
Cazador le dio una palmadita amable.
—No—, él estuvo de acuerdo. —Las cosas que te enseñé, sé que no cuentan para nada, en ningún lugar, Nick. Sólo en tu corazón.
—Las normas que me enseñaste, sólo un santo podría vivir con ellas, y yo no soy santo, no. Ni nada que se le parezca.
—Se trata de un mapa que dibujé para ti, Nick, nada más. Traté de marcar el camino con claridad, pero como con todos los mapas, hay más de una ruta. Tú debes elegir el camino que tomar.
Tomando una respiración profunda, Nick dijo:
—Sí, bueno… yo he hecho mi elección. Creo que estoy hecho un lío infernal…¿no?
—¿Lo estás?
—Tú sabes condenadamente bien que es así. Si no, no estaríamos hablando de mí.
—Lo que creo que no importa. ¿Qué piensas tú?
—Que estoy hecho un lío infernal.
—Tal vez es hora que muevas los pies en otra dirección.

—¿Y renunciar a todo lo que he soñado?
—No lejos de tus sueños. Pero, hacia ellos, por otro camino.
—Tal vez—. Nick se quedó en silencio por un momento, pensando. —Y sabes, lo curioso es que me sentía plenamente satisfecho conmigo mismo antes de venir a casa. Ahora estoy repentinamente removiendo cada maldita cosa en mi vida, boca abajo y al revés. Ya no estoy seguro de que ni si quiera me guste a mí mismo, por no hablar de si os gusto o no a alguno de vosotros. De hecho, si estamos tratando de la verdad a secas, a veces creo que realmente, todos me odiáis.
Después de estas palabras, Cazador se echó a reír y le dio una ligera sacudida.
—No, nadie te odia, hijo. Cuando nos miramos hacia dentro, vemos un reflejo de uno mismo, y es algo que negamos, si podemos. Eso es todo.

Nick no alcanzaba a ver por qué su padre estaba tan condenadamente divertido acerca de esto.
—Es una cosa extraña que sucede cuando un hombre regresa al lugar de su infancia. En vez de mirar siempre a los demás, se ve obligado a prestar atención a sí mismo. Es algo inquietante cuando descubre que ha viajado una gran distancia, sólo para ir a ninguna parte.
Esta observación no tenía mucho sentido para Nick y la esquivó.
—Me siento atrapado en el medio, entre la vida que tengo ahora y la forma en que las cosas eran antes. —, susurró.— Y estoy siendo arrastrado en ambos sentidos. Una parte de mí desearía que las cosas volviesen a ser tan simples para mí, tanto cómo parecen ser para vosotros. Pero otra parte de mí sabe que no puede ser.
—La vida es como una manta que tejes a tu alrededor. Tú haces tu propio tejido.
—Eso es fácil para ti decirlo.
—¿Crees que todo lo que sé, ha venido a mí en el viento?— Cazador negó con la cabeza. —Salí de Texas con una mujer embarazada, su hermana, una chica que había padecido horrores y viajamos más de dos mil kilómetros, más de la mitad a pie, porque perdimos un caballo. Yo no sabía a dónde iba o lo que yo podría encontrar cuando llegase aquí, sólo que no tenía lo que habló la profecía, que debía ir al oeste para encontrar un nuevo lugar donde el tabeboh y el Comanche podrían vivir en armonía.
Nick había oído esta historia antes, tantas veces, que la sabía de memoria.
—Justo después de que llegamos aquí, naciste, fuiste el cumplimiento de esa promesa. Mi hijo, que forma parte de Comanche, que forma parte tabeboh(blanco). Desde la primera vez que te abracé, te canté todas las canciones de mi pueblo, para que pudieras cantarlas a tu propio hijo algún día, y él a la suya. Yo hice lo mismo con Índigo.
—Y ahora me estoy alejando de esas canciones, ¿eso es que lo que estás diciendo?—
—Sólo te estoy pidiendo que no se te olviden las palabras. Naciste para transmitirlas, Nick. A través de ti y de Índigo, las personas del Pueblo Comanche seguirán viviendo, incluso, a pesar de que sus huesos se hayan convertido en polvo.
—No puedo cantar la letra de canciones  en las que ya no creo
—Si no crees en las canciones de tus antepasados, ¿en qué creerás?
—En nada—, le susurró con voz entrecortada. —No me importa una maldita cosa.
Después de otro largo silencio, dijo Cazador,
—Tal vez deberías descorchar la botella, y luego tomar otro trago. Sin nada en que creer, el licor será tu único consuelo.
Señor, ¿cuál era la verdad?.
 —A veces, padre, puedes dejar sin sangre en las venas a un hombre con una sola palabra que digas.
—¿Así que estas sustituyendo tu sangre por whisky por eso?
Nick, resopló.
—Sabía que ibas a darle la vuelta a todo hasta que volviésemos al principio.
—¿Al principio de qué?
—Has venido aquí para pedirme que vaya a disculparme con  Fanny o Miley o como infiernos se llame.
Cazador asintió con la cabeza.
—Le dije a Índigo que hablaría contigo acerca de eso, sí. Pero tú eliges caminar tu propio camino. Sin embargo, ¿lo que siente Índigo no te importa? Sus amigos  son preocupación de ella, no tuya, y no mía.
—Buen punto.
—Tu enojo por su amistad con Miley me preocupa.
—No estoy enojado. Al menos eso no era lo que me impulsó desde el principio. Yo sólo estaba tratando de proteger a mi hermana. ¿Es eso tan malo?
—¿Protegerla de qué?
—¡Abre los ojos! Esa mujer está detrás de algo. ¿Por qué si no iba a estar dando vueltas a Índigo?
—¿Por qué tanta amargura, Nick?
La tentación de contarle a su padre por qué era grande, pero le dolía demasiado para sacarlo a flote.
—No estoy amargado, sólo conozco a las de su clase, y confía en mí, ella es veneno puro. No creo que sea lo que pretende ser, ni por un minuto.
—¿Qué es lo que pretende ser?
Nick, se limpió la boca con el dorso de su mano.
—Diablos, no sé. ¡Inocente! Ella finge ser inocente, y sé condenadamente bien que no puede serlo.
—¿Ella te ha dicho eso? ¿Que es inocente?
—No, por supuesto que no. Es sólo una mirada que ella tiene. Ya sabes, con esos ojos muy abiertos y… — Se interrumpió. —Tiene tan bien aprendida la lección, que parece recién salida del colegio.
—¿Y dices que lo viste en sus ojos?
Nick supo a donde se dirigía, y se puso rígido.
—Hubo un tiempo—, dijo Cazador en voz baja, —en que creías mas en lo que leías en los ojos de una persona,  que en las acciones de los demás.
Eso había sido antes de que hubiese mirado a unos ojos mentirosos.
—Sí, bueno, me enteré de la manera difícil que era un tonto.
—Y temes que lo que se ve en los ojos de Miley, ¿harán un tonto de ti?

La pregunta dio que pensar a Nick. Si fuera honesto, tal vez lo que vio en sus ojos le daba miedo. Y por una buena condenada razón. Había algo en ella que le atraía, le obsesionaba, y no importa cómo lo intentara, no podía borrarla de su mente.
Su padre le apretó el hombro de nuevo. Luego se puso en pie.
—Cuando la cabeza te dice una cosa y tu corazón otra, escucha a tu corazón. Él nunca te mentirá.
Nick cerró los ojos fuertemente. Maldito sea. Maldito sea el infierno.
—Voy a ir y pedirle disculpas—, le susurró con voz ronca. —No voy a decir una maldita palabra más de este asunto, pero iré a disculparme. Espero que estés satisfecho. Dile a Índigo lo bien que lo has hecho.
—¿Esta noche?
—Sí, maldita sea, esta noche.


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