miércoles, 19 de marzo de 2014

Tù eres mi Amor - Cap: 13



Miley se alisó el pelo frente al espejo, después lanzó una mirada crítica sobre su vestido de lanilla verde. Con cuidado colocó bien la cinta de terciopelo que retenía su cabellera color caoba cuidadosamente anudada detrás de la nuca. Una noche de insomnio había dejado ojeras bajo sus ojos pero eso no le restaba belleza ni frescura. No parecía de ningún modo una joven a punto de forzar, con una estratagema, a un hombre a declararle su amor.

Mientras bajaba la escalera para reunirse con Paul, que la estaba esperando, ella se repetía su estrategia: le haría creer que volvía a Paris.

En la puerta del salón dudó, Paul era tan seductor que estuvo tentada de tirar las conveniencias por la borda y pedirle en matrimonio.

-¡Que tarde tan maravillosa-dijo en cambio-¿Salimos al jardín?

En cuanto estuvieron fuera de la vista, detrás de una haya, Paul la cogió en sus brazos y la besó.

-Tengo que ponerme al día por no haberte hecho caso durante todos esos años-declaró el.

Era exactamente el momento apropiado, 
Miley retrocedió un paso y le sonrió.

-Vas a tener que darte prisa porque solo te quedan unas semanas.

-¿Qué quieres decir?

-Vuelvo a Francia con mis tíos-explicó ella.

-Pero yo creía que habías vuelto para quedarte definitivamente.

-Esta también es mi casa Paul.

Tenía un aspecto tan triste que 
Miley se sintió un poco culpable, de todos modos el debía saber que había un medio para impedir que se marchara.

-Pero tu padre está aquí-dijo el-Y yo también. ¿Eso no significa nada para ti?

-Por supuesto que si-murmuró la joven desviando los ojos.

-No puedes marcharte-dijo el con voz tensa-Creo...creo que estoy enamorado de ti.

El corazón de 
Miley dejó de latir para luego empezar a latir con un ritmo desenfrenado, pero era demasiado pronto para dejarse caer en sus brazos, le dirigió una sonrisa por encima del hombro y empezó a alejarse.

-Espero que me escribas para decírmelo cuando estés seguro.

-¡O no!-dijo Paul atrapándola entre sus brazos-Entonces señorita Stone ¿me amas o no?

-Creo que si-respondió ella.

Paul la soltó y su expresión se ensombreció.

-Tengo cosas que hacer esta tarde-anunció el.

Desesperada 
Miley pensó que había descubierto su estratagema.

Volvieron a la puerta, donde esperaba el coche de Paul, el depositó un beso furtivo en la punta de los dedos de 
Miley y luego se fue para volverse de inmediato.

-¿Qué oportunidad tengo exactamente frente a Westland?

-¿Cuál te gustaría tener?-respondió ella llena de esperanza.

Sus ojos se endurecieron, abrió la boca para contestar, pero se arrepintió y se fue.
Miley le vio alejarse con rostro sombrío, ahora ya conocía sus verdaderas intenciones, solo quería coquetear con ella.

Al llegar a su carruaje, Paul de detuvo de nuevo dando la espalda a 
Miley  lentamente se dio la vuelta y levantó los ojos hacia ella, después volvió sobres sus pasos. Las rodillas de Miley temblaban.

-Señorita Stone-dijo con una voz llena de humor-acabo de darme cuenta de que solo tengo dos posibilidades. O renuncio a ti, o me caso contigo.

Miley leyó en sus ojos que ya había hecho la elección.

-Si escoges la huida no vas a perdonártelo nunca-respondió ella con lágrimas en los ojos.

Paul rompió a reir y abrió los brazos, 
Miley se refugió en ellos, riendo y llorando a la vez, apretó la mejilla contra el corazón de Paul que latía furiosamente.

El hombre que amaba acababa de hacerle el mejor de los regalos, casi le dieron ganas de caer de rodillas para expresarle su gratitud. Paul la amaba y quería casarse con ella, esa era la prueba de lo que ella había cambiado mientras estuvo en Francia. Al fin había madurado. Las cotillas del pueblo no se volverían a burlar de ella por su conducta respecto de Paul Sevarin, podrían decir que el siempre la había amado pero que esperaba el momento oportuno.

-Vamos a buscar a tu padre-dijo Paul.

-¿Por qué?-pregunto 
Miley levantando la cabeza.

-Porque me gustaría dejar todo arreglado lo más rápido posible y difícilmente puedo pedir tu mano a tu tía. Aunque me gustaría hacerlo si pudiera escoger.

-Sewell, ¿dónde está mi padre?-preguntó ella al entrar en la casa.

-El señor se fue a Londres señorita-respondió el mayordomo-hace una media hora.

-¿Londres? Creí que no se iba hasta mañana. ¿Va a volver antes de lo que pensaba?

Sewell afirmó no saber nada, lo cual estropeó su felicidad.

-No volverá hasta dentro de cinco días-le dijo ella a Paul-Justo a tiempo para la pequeña fiesta de su cumpleaños, las invitaciones ya han sido enviadas. A menos que vuelva antes, por la tarde, no podremos decirle nada hasta el día siguiente ¿Te parece bien el domingo después de misa?-propuso con una sonrisa.

-Tengo que ir a negociar la compra de dos caballos. Si quiero llegar a tiempo a Hampton Park, debo salir el sábado, el día siguiente de la vuelta de tu padre.

-¿Cuánto tiempo estarás fuera?-preguntó 
Miley  disimulando su decepción.

-Menos de dos semanas, unos diez días como mucho.

-Me van a parecer una eternidad.

Paul la cogió en sus brazos.

-Para demostrarte que mis intenciones son honorables, me quedaré aquí todo el sábado por si tu padre volviera antes de lo previsto. Después de todo, solo son cinco días. Incluso voy a retrasar mi viaje hasta después vuestra pequeña fiesta, en caso de que esté invitado, por supuesto. Si no consigo hablar con el, le pediré una entrevista en cuanto vuelva.

Después de que Paul se fue, 
Miley tuvo ganas de darle la noticia a Anne pero lo pensó mejor, prefería guardar su felicidad para ella sola.



Nicholas revisaba su correo mientras desayunaba, como todos los días, recibió noticias de su madre y su hermano, los dos se sorprenderían cuando supieran que por fin había encontrado una esposa. Todavía sonreía ante la idea mientras revisaba la factura del joyero de Londres por el colgante de esmeraldas de 
Miley.  Después el duque respondió a las preguntas de su secretario que quería saber que debía hacer en varios asuntos.



-El señor Stone desea ver a Su Gracia-anunció el mayordomo-Le he dicho que Su Gracia estaba ocupado pero dice que es urgente.

-Muy bien, dígale que entre-dijo Nicholas con un suspiro de fastidio.

-Es absolutamente necesario que hable con usted antes de irme a Londres-explicó Martín-estamos en un condenado lío.

Nicholas despidió al mayordomo con un gesto.

-¿Qué está usted diciendo Martín?

-Tenemos un problema. Es Paul Sevarin. Estaba con 
Miley cuando me fui.

-Le dije que eso no me preocupaba-dijo Nicholas con despreocupación.

-Pues quiza ya sea hora de que se preocupe. Esa pequeña idi/ota está encaprichada de el desde los quice años, el pobre diablo está a punto de pedirme su mano. Me pregunto porque si ella le volvía loco antes. A mi también por otra parte.

-Solo puedo aprobar el gusto de ese “pobre diablo”. Ya le he dicho que no había de que preocuparse, soy perfectamente capaz de ocuparme de 
Miley.

-¡Eso es lo que usted cree!-cortó Martín fuera de sí-Pero no la conoce tan bien como yo. Es testaruda y decidida, cuando una idea se le mete en la cabeza nada puede quitársela.¿Comprende lo que quiero decir?

-Si-respondió friamente Nicholas.

-Pues entonces hay que impedir cueste lo que cueste que Paul Sevarin le hable de matrimonio. Hay que decirle que están ustedes prometidos desde el mes de julio. Decirselo a Sevarin y a todo el mundo.

-No.

-¿No?

-Martin ¿ha conseguido alguna vez obligar a su hija a actuar en contra de sus propios deseos?

Martín se hundió en su asiento, desalentado.

-
Miley me obedecerá a mi-concluyó Nicholas-pero nadie debe hablarle de nuestro compromiso antes de que yo esté preparado para hacerlo. ¿Está claro?

Martín asintió con la cabeza, resignado.

-Bien-dijo el duque abriendo un nuevo sobre.

-Hay otra cosa-dijo Martín nervioso.

-Le escucho.

-Se trata de Lady Anne. Cree que 
Miley no le ama . Hay que convencerla de que usted puede cambiar las cosas.

-¿Por qué?

-porque mis criados me han dicho que estaba enviando cartas a toda Europa intentando hacer venir a su marido.

-¿Quiere decir que ella se opone a nuestro matrimonio?

-No, pero ha mimado mucho a 
Miley  una vez que se repuso de la sorpresa, admitió que sería un magnífico matrimonio.

-Estoy encantado de ver que lady Anne es una persona razonable.

-No tanto. No acepta que hayamos ocultado nuestro acuerdo a 
Miley . Dice que soy un padre sin corazón, le trata a usted de dictador, en resumen, cree que no somos dignos de Miley ninguno de los dos.

-Es sorprendente que las cien mil libras que le di a usted no la hayan hecho cambiar de opinión-dijo Nicholas con cinismo.

-Según ella, eso es una propina-dijo Martín-Creo que se opondrá al matrimonio si 
Miley no siente nada por usted. Cuenta con hacer intervenir a su marido, tiene relaciones con gente importante.

-Si quiere conservar esas relaciones, mas le vale no convertirse en mi adversario-dijo Nicholas con una mirada divertida-Aún a riesgo de parecer vanidoso, yo diría que soy un personaje importante.

Cuando Martín se hubo marchado, Nicholas miró por la ventana a los obreros que construían un pabellón al fondo del parque.

Si Stone hubiera venido la víspera apremiándole a casarse con su hija lo más rápido posible, sin duda habría aceptado ya que hasta entonces 
Miley no había sido para el otra cosa que una posesión más. La había comprado como a cualquier otro objeto. La noche del baile de máscaras, había pensado en convertirla en su amante pero no lo hizo y por otro lado ya era tiempo de que el se casara y tuviera un heredero. Cuando vió el rostro radiante de la joven, había decidido unir lo útil a lo agradable casándose con la señorita Stone.

Pero el día anterior por la noche, todo había cambiado. Ella había despertado en el una ternura insospechada, había comprendido lo mucho que ella debió sufrir en su juventud. A el no gustaban sus vecinos, a los cuales consideraba unos paletos de espíritu mezquino. Al saber que ella volvía se habían apresurado a contarle al duque los fiascos de la joven y la manera en la que perseguía a Paul. Si ella deseaba demostrar a todos ellos que era capaz de conquistar a Sevarin, el le iba a dar esa satisfacción. Nicholas podía ser paciente algunos días más hasta que Paul se decidiera a pedir la mano de 
Miley.

Martín Stone no volvería hasta pasados cinco días, Nicholas no podía esperar tanto tiempo para volver a ver a 
Miley y buscó un pretexto para encontrase con ella y sonrió pensando en el desafío que ella le había lanzado el día del picnic. Cogiendo la pluma, reflexionó en el contenido del mensaje que iba a enviar. Si se limitaba a invitarla, ella se negaría, por lo que tenía que provocarla.

“Querida señorita Stone:

Quiso desafiarme montando el semental negro. Le propongo una carrera el miércoles por la mañana en el terreno que usted elija. Si de todas formas ha cambiado de idea sepa usted que no achacaré ese cambio al miedo.

Suyo etc...”

El lacayo volvió un cuarto de hora después con la respuesta. Ella aceptaba su invitación y le citaba a las diez de la mañana cerca del bosquecillo. Con una sonrisa satisfecha, Nicholas se levantó y se estiró, después silbando alegremente, subió para ponerse su traje de equitación.



Mientras esperaba en la cima de la colina, el miércoles por la mañana, Nicholas se sintió hechizado por el espectáculo que se ofrecía a sus ojos. Sobre la hierba se apresuraba mujeres con sombrillas multicolores, hombres vestidos con sus mejores galas, jinetes y paseantes. Solo faltaban los acróbatas. Sonaron una trompetas y la gente se giró hacia el duque para ver como se acercaba.
Miley le miró detenidamente.

-¿Siente usted que se trate de un duelo señorita Stone?-preguntó deteniendo su caballo al lado del de ella.
Miley quiso ignorarle con desdén pero la sonrisa encantadora de Nicholas la desarmó. Dos vecinos se acercaron para desear buena suerte al duque. El padre de Courtney hizo sonar nuevamente la trompeta.

-¿Preparados?-gritó Paul levantando su pistola.

-Sígame señor, voy a mostrarle el camino-dijo 
Miley inclinándose hacia Nicholas quien estalló en carcajadas.

El disparo resonó y los caballos echaron a correr. Nicholas, sorprendido, soltó las riendas un instante perdiendo así una fracción de segundo. Mientras daban la vuelta alrededor del rio, retuvo a su semental. Delante de el Terror, franqueaba sin problemas un pequeño muro de piedra.

En la última recta, Nicholas vio que Terror empezaba a cansarse y decidió pasarle a la salida de la curva. De pronto, el corazón de Nicholas dejó de latir, el semental negro acababa de cruzarse en su camino pero sin jinete. Miró alrededor loco de inquietud y al fin vio a 
Miley  tendida en el suelo, bajo un gran roble a la entrada del bosque. Debia haber sido golpeada por una rama que colgaba.

Corrió hacia ella y le tomó el pulso, aparentemente, no tenía nada roto. Quitándose la chaqueta, la colocó debajo de la cabeza de 
Miley . Cuando esta por fin abrió los ojos, Nicholas soltó un suspiro de tranquilidad. Le apartó el pelo de la cara y se inclinó sobre ella.

-¿Va todo bien?-murmuró-¿Le duele algo? ¿Puede hablar?

Sus ojos verdes le miraban y le sonrió débilmente.

-Recuerde que antes de caerme, iba por delante-dijo ella.

Nicholas no creía a sus oídos, se levantó y se apoyó en el tronco del árbol.

-¿Quiere ayudarme a ponerme de pie?

-No-dijo el implacable cruzando los brazos.

-Muy bien-dijo ella incorporándose-No es muy gracioso por su parte.

-Tampoco lo es el fingir una caída para evitar perder.

-Siempre he tenido ese defecto-explicó ella devolviéndole la chaqueta-Y puedo asegurarle que lo siento. Hago trampas cuando veo que no puedo ganar.

Ella se pasó una mano por el pelo y recogió la fusta de entre las hojas muertas. Nicholas se subió a la silla y cogió las riendas de Terror. En lugar de devolver el caballo a 
Miley se adelantó a ella.

-Su confesión me ha impresionado tanto que voy a confesarlo algo yo también. Soy de esos que están dispuestos a todo para impedir que los tramposos ganen. Incluso llego al extremos de hacer trampas para conseguirlo.

Con esto se alejó bajo la mirada molesta de 
Miley.

-No va a tener que andar demasiado-dijo volviéndose-De todas formas, alguien vendrá pronto para ver que es lo que estamos haciendo. Sea lo que sea está fuera de lugar que vuelva a montar su caballo, ahora que está descansado, para terminar la carrera.
Miley se golpeó la pierna con la fusta, después se sentó en la hierba para esperar ayuda. La situación empezaba a divertirla, no se había caído voluntariamente del caballo, simplemente había girado la cabeza en el mismo momento que una rama la desequilibraba haciéndola caer. Nicholas había estado tan preocupado que no consiguió seguir enfadada con el. Lo olvidó todo al ver llegar a Paul a todo galope.

-¿Puedes explicarme porque desapareces cada vez que estás sola con Westland?-preguntó molesto.



Cuando Nicholas llevó a Terror, lady Gilbert le recibió con un grito.

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde está 
Miley?

-Esta llegando-respondió Nicholas viendo a la joven sobre el caballo de Sevarin.

Cambió repentinamente de opinión respecto de las razones de su caída que ciertamente no había sido voluntaria. 
Miley  bajó del caballo, todos los espectadores estaban ansiosos por conocer al vencedor de la carrera sobretodo aquellos que habían apostado dinero. Nicholas se inclinó, cogió a la joven del brazo y la puso en su caballo delante de el.

-Esperan a conocer el resultado de la carrera-le dijo sin prestar atención a su indignación.

-Ha ganado el señor Westland-anunció 
Miley -de hecho no hay vencedor-añadió para que solo Nicholas lo oyera.

-Su caballo estaba cansado y de todas formas iba usted a perder, es demasiado buena amazona como para no darse cuenta de eso.

-Gracias por admitir que mi caída fue un accidente.

-Estaría sorprendida si supiera hasta que punto confío en usted.



El jueves pasó muy lentamente, el viernes, 
Miley escribió una larga carta a Emily quien ya estaba de vuelta en Londres. A pesar de sus ganas de hablar de su noviazgo con Paul, consiguió no decir nada, se prometió visitar as u amiga pronto.

Al bajar supo que Nicholas Westland acababa de llegar, estaba hablando educadamente con Anne y levantó los ojos en cuanto la vio.

-He venido para asegurarme de que se había recuperado de su accidente-dijo con un tono carente de toda ironía.

-Totalmente-respondió ella.

-Muy bien, entonces no tiene ningún pretexto para negarse a jugar una partida de ajedrez conmigo esta tarde.
Miley aprovechó la ocasión que se le presentaba para no pasar la tarde sentada en el canapé, mirando como bordaba Anne.

Por la noche, en su cama, ella no consiguió dormir. Pensaba en su noviazgo con Paul. Nicholas, por su parte, soñaba en su noche de bodas con 
Miley imaginando su hermoso cuerpo delgado y sedoso, se esforzaría por hacer nacer el deseo en ese cuerpo virgen.

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