Ella no puede controlarlo. Ésa
es la única cosa sobre las hembras que he comprobado. Sus cuerpos
simplemente no pueden evitar el toque de su compañero, sin importar
nada, sin importar cuándo o dónde. Hasta que se de la concepción, o, en
el caso de Miley, sospecho que hasta que el calor disminuya, como ha
pasado antes.
Nicholas
no había olvidado esa poca perla de información que Doc Martin le había
dado en una reunión anterior, pero él era suficientemente hombre como
para admitir que quería que Miley viniera a él por sí misma, y no
porque su cuerpo no le dejara otra opción. Esa fue la más virulenta
objeción que tuvo inicialmente contra la relación de Callan y Merinus.
Siempre se había sentido como si su hermana no hubiera tenido elección
en el asunto, incluso aunque pareciera ser delirantemente feliz.
Pero
mientras se abría paso a través de la hacienda, se encontró
repentinamente a sí mismo viendo el tema desde una perspectiva
diferente. Su perspectiva, admitió, pero, al menos, una diferente. Ella
era su mujer. Olvidando el emparejamiento, olvidando el calor, el hecho
simple y llano del tema era que ella era de él, lo quisiera ella admitir
o no. Si el calor no fuera un factor a tener en cuenta, se habría
congelado el infierno antes de que él la tratara con tanta
consideración.
No
tocarla, reservando sus tratos con ella los mordaces y afilados
comentarios que a menudo le habían lastimado a él tanto como a ella, no
había sido fácil. Él le había permitido correr cada vez que ella lo
había necesitado, y en lugar de ir a cazarla, le había dado libertad.
Porque él no había querido forzar en ella algo que era tan natural en el
cuerpo de Miley como respirar: la necesidad de estar con su
compañero.
Tiró con fuerza de la pequeña radio de su cinturón y se la acercó a la boca.
—Miley, ¿dónde estás?
Estaba
jod/idamente cansado de esperar a que ella tomara su decisión. El hecho
de que ella estuviera dispuesta a enfrentar las agonías físicas que
había sufrido antes que acudir a él había herido su orgullo, incluso
aunque algo cálido llenara su pecho ante el pensamiento de que ella
estaba intentando protegerle de algo desconocido. Sonrió entre dientes.
Lo desconocido podía ser condenadamente excitante a veces.
—En el cobertizo de las municiones—su voz sonó brusca, distraída.—¿Qué pasa?
Nicholas
giró automáticamente hacia el bajo y extenso cobertizo de acero que
guardaba las armas y las municiones. Se había construido y diseñado
según las especificaciones de Miley. Las armas que se suponía que
iban a llegar pronto se habían encargado según las recomendaciones de
ella. La mujer sabía tanto como él, si no más, sobre las armas. Pero no
era sobre pistolas o rifles de lo que quería hablar con ella.
—Estaré ahí en un minuto. Tenemos que hablar—contestó, tenso. No estaba dispuesto a entrar en el tema en un canal abierto.
Se
había despertado esa mañana con una erección que hubiera podido hacerle
clavar las uñas en un roble sólido, de tan dura que había sido. Su
excitación había disminuido un poco a lo largo de la mañana. Si lo que
Doc Martin había encontrado era cierto, entonces la unión física entre Miley y él había estado allí desde aquella primera noche que habían
pasado juntos. Cómo había pasado, él no se preocupaba de eso. Todo lo
que sabía era el hambre que sentía por ella, y una necesidad
multiplicada por diez de estar dentro de su cuerpo.
Empujó
la puerta para abrir el cobertizo de armas y entró en los confines
frescos y bien iluminados del edificio. Y allí estaba ella.
Nicholas
la miró mientras cerraba la puerta, apretando los dientes antes los
signos de estrés en la expresión de ella. Sus ojos estaban oscurecidos
por el insomnio, sus labios apretados por el esfuerzo de luchar contra
el calor que se extendía por su cuerpo.
—¿Crees que puedes luchar contra esto por siempre, Miley?
Ella
se sobresaltó. Si había algo que le volvía loco era ver ese traicionero
temblor de dolor cuando ella se veía obligada a enfrentarse a algo que
no quería afrontar.
—Maldición,
Nicholas—ella se irguió frente a las cajas que había estado
ordenando.—Tengo trabajo que hacer aquí. No tengo tiempo para esto.
Él se acercó más, manteniendo sus pasos lentos, sin amenazarla de momento.
—Mordiendo
y siseando como siempre—dijo burlonamente, permitiendo a sus labios
inclinarse en esa sonrisa sarcástica que sabía que ella odiaba.—Prefiero
ese dulce ronroneo que haces cuando te toco.
La quería fuera de sus casillas. Quería sacudir ese control que ella trataba de mantener entre ellos.
—Yo no ronroneo—ella pareció aterrorizada ante el pensamiento.
—Oh,
sí, lo haces—él miró su instintiva necesidad de retirarse, ocultando su
sonrisa cuando ella se contuvo, luchando por permanecer ante él, para
superarle.—Haces el más dulce ronroneo cuando te toco, Miley. Lo
recuerdo. Bajo y suave, resonando con placer.
Su
po/lla se endureció, totalmente erecta, más dura de lo que él recordaba
que había estado nunca mientras se acercaba lo suficiente como para
oler la esencia de mujer de ella, como para ver el deseo que ella
trataba de esconder brillando en sus ojos verdes.
—Estás
loco—bufó ella, dándose la vuelta, con sus manos temblando mientras se
inclinaba hacia la caja, buscando desordenadamente en la paja mientras
cogía otro rifle automático de las profundidades y lo dejaba junto a
otros en un carro a su lado.
—¿Lo estoy?—él la empujó para que lo afrontara, sintiendo el calor febril de su piel mientras ella trataba de apartarse.
—Voy a darte una patada en el cu/lo como no me dejes ir—ella jadeaba.
Nicholas
podía ver la fina película de transpiración deslizándose sobre su
frente, el rubor en sus mejillas, el hambre que rugía en sus ojos.
—No
podrías patearme el cu/lo ni aunque quisieras ahora mismo—replicó,
tensamente.—Mírate, Miley. Estás débil, exhausta de luchar contra el
calor y casi temblando de lujuria. ¿Cuánto tiempo puedes luchar contra
ello?
—He luchado
antes—ella se retorció mientras él la empujaba contra el estante bajo de
metal detrás de ella, manteniéndola sujeta con su cuerpo, su propia
hambre carnal latiendo en su cerebro con una fuerza que él estaba
empezando a temer.
—Algo
como esto no—gruñó él, agarrando sus caderas mientras las manos de ella
peleaban contra su pecho. Ella flexionó sus dedos, raspando las uñas a
través del algodón de su camisa, acariciando la marca en su pecho con
placer devastador.—¿Crees que estás sola, Miley? ¿Crees por un solo
maldito minuto que estás sufriendo sin mí?
Él tiró de su camisa para abrirla, los botones saltaron mientras ella apartaba sus manos.
—Mira,
maldita seas—una mano enmarañó su pelo mientras la forzaba a mirar la
marca a una sola pulgada de su plano y duro pezón masculino.—Mira lo que
dejaste en mí, Miley. Mira lo bien que me marcaste. ¿Crees por un
solo jod/ido minuto que esa maldita hormona puede hacer esto más duro en
mí?
Su voz era dura, enrabietada. Él no sabía si podría controlarse, si podía foll/arla ahora sin hacerles daño a ambos.
Escuchó
el pequeño sonido de agonía que surgió de las profundidades de la
garganta de ella mientras abría sus ojos con dolor y horror. Su cara
empalideció, sus dedos se acercaron para tocar de nuevo la marca
enrojecida.
Nicholas
sonrió por el placer, caliente y destructivo, que corrió derecho hacia
su pe/ne. Se hinchó, latió mientras sentía rezumar la pre-eyac/ulación
del pequeño y resbaladizo ojo en el centro de la protuberante cabeza.
Con una profunda respiración, atrapó los dedos de ella contra su pecho, aquietándolos.
—Lo siento tanto—murmuró ella, con un quejido de necesidad y negación que rompió el corazón de él.
—¿Lo
sientes?—preguntó él suavemente.—Oh, no, nena. No quiero oír que lo
sientes. Quiero oírte ronronear mientras mi lengua folla tan profunda y
duramente tu apretado y pequeño coñ/ito que grites por eso. Y después de
que haya saciado mi necesidad de ti, entonces quiero sentir esas
afiladas uñas arañando mi espalda mientras te lleno con cada dura y
dolorida pulgada de mi po/lla. Eso es lo que quiero oír, Miley.
Sus
ojos se abrieron aún más, con el estupor brillando intensamente en su
mirada mientras alzaba la cabeza, con la lengua asomando entre sus
labios.
—Uh, uh—él
sacudió la cabeza, aplicando un poco más de presión en la de ella
mientras la presionaba contra su pecho.—No te lamas esos preciosos
labios, nena. Lame la marca que dejaste en mí. Saboréame, Miley,
antes de que haga algo que los dos lamentemos.
Su
control estaba en el punto más bajo. Su cuerpo estaba lleno de un
desorden sobrecogedor. Su po/lla dolía como una herida abierta y la
marca de su pecho ardía como una llama.
—Nicholas.—Ella apoyó su frente en él, con la respiración murmurando sobre la sensible marca.
Las
manos de ella se cerraron en su cintura, acercándose más apretadamente a
él mientras luchaba por respirar. Su pequeño cuerpo temblaba, casi se
sacudía mientras luchaba contra los dos y contra el hambre que rabiaba
entre ellos.
Nicholas
apretó su agarre sobre las sedosas hebras de su pelo en la parte
posterior de su cabeza antes de abrir la palma de su mano, apretando de
nuevo.
—Ahora—gruñó él.—Sabes lo que jod/idamente necesito, Miley. Dámelo antes de que coja algo que no estás lista para darme.
El
suave y desesperado gemido que resonó en el pecho de ella hizo que él
se tensara, esperando. No era un sonido de protesta ni de miedo, sino de
hambre. Un segundo después, su propio gemido masculino, más duro,
resonó sobre ellos cuando la lengua de ella asomó, golpeando despacio
sobre la marca, haciendo que el áspero y desgarrador toque recorriera
sus terminaciones nerviosas y llevando cada músculo de su cuerpo a un
punto muerto mientras su cabeza caía, haciendo muecas por la agonía de
sensaciones.
Tan
delicadamente como un gatito ella probó el sabor de su carne, tentando
el control que él estaba ejerciendo sobre la famélica necesidad que
estaba creciendo dentro de él. Lamió la pequeña marca caliente con una
sensualidad que le destruyó mientras probaba su piel; cada caricia hacía
que ella se moviera hacia él con mayor demanda, acrecentando el calor
entre ellos.
Sus
vaqueros eran una restricción que él no podía soportar más. Con una mano
en su cabeza, la otra se movió entre sus cuerpos, sus dedos peleando
desesperadamente con su cinturón mientras luchaba por liberar su
agonizante carne.
—¡Oh,
Dios! Nicholas, por favor…—sus manos apretaban su cintura, su voz
delgada con negación y protesta a pesar de los hambrientos lametones
contra su carne.
—Miley,
nena.—Él sacó su camiseta de los pantalones antes de volver a su lucha
con el cinturón.—Dios, tócame. Me estoy quemando vivo.
El
cinturón se soltó y un segundo después las manos de ella estaban allí
con la de él, peleando para abrir el cierre de sus vaqueros mientras él
peleaba por liberar su pe/ne. Los labios de ella cubrieron la marca que
había hecho tantos años antes, succionando con vacilación, con la lengua
lamiendo provocativamente ahora a pesar de los lamentos de protesta que
vibraban contra la piel de él.
Un
segundo después, estaba libre. El áspero grito de placer de Nicholas le
sorprendió incluso a él mientras la mano de Miley intentaba
enrollarse alrededor del grueso tallo de carne. Las heridas de su hombro
fueron olvidadas. En realidad, no existían más. Nicholas podía sentir
la sangre bombeando dura y pesadamente a través de sus venas mientras el
placer se convertía en una tormenta de fuego, chamuscando cada célula
en su despertar.
La
mano de ella se movió sobre la sensible carne de su po/lla, flexionando,
acariciando, volviéndole loco con las sensaciones mientras luchaba por
volver a controlarse. No podía arrojarla al suelo y foll/arla como el
animal que podía sentir creciendo en su interior. Pero quería hacerlo.
Que Dios le ayudara, quería saborear el dulce jugo que sabía que fluía
de su co/ño y luego quería foll/arla. Tan profundamente, tan
malditamente duro que nunca volviera a negársele de nuevo.
—Siiiiii…—él
siseó en voz alta la palabra cuando sintió que ella se movía hacia
abajo, su respiración húmeda y caliente mientras sondeaba buscando cada
sudada zona de sensibilidad. A través de su pecho, bajo su abdomen. Su
po/lla latió ansiosamente. Más abajo… si él no conseguía introducir la
prominente cabeza de su erección en la boca de ella se iba a volver
loco. Y si conseguía meterla, entonces se volvería loco.
Gimió
profundamente cuando la lengua de ella le tocó. Pudo sentirla,
abrasadoramente caliente y tan malditamente buena que él a duras penas
pudo contener la liberación que podía sentir en ebullición en sus
pelotas.
—Maldita
seas—jadeó, perdido en la neblina de lujuria que le llenaba, agarrando
con una mano la base de su pe/ne y apretando con la otra el pelo de
ella.—Chúpala, Miley. Envuelve tu boca alrededor de mi po/lla antes
de que pierda la cabeza.
Pero
él estaba perdido de cualquier manera. Oyó el pequeño y estrangulado
gemido procedente de la garganta de ella, lo sintió mientras atravesaba,
duro y pesado, sus labios. Abrió los ojos mientras miraba desesperado
las hileras de armas en el muro frente a él. No podía mirar hacia abajo.
No podía tentar su control…
Las
manos de ella le rodearon, apretando su po/lla, ordeñándola mientras
sus labios, enrojecidos y llenos, se desplegaban alrededor de la
inflamada cabeza. Su lengua dio un golpecito sobre la prieta carne,
mientras sus gemidos aumentaban al sentir una pequeña cantidad de
líquido pre-seminal eyaculada en el interior de su caliente boca.
Él
estaba cerca, tan cerca, y ella estaba empujándole al precipicio. El se
estremeció ante la tormenta que sacudía su cuerpo, la lujuria, la
emoción, la necesidad y el dolor que habían ido creciendo a lo largo de
los años. Y el sabía, sin importar la demanda de su cuerpo, que esto
nunca sería suficiente. Podría correrse en su boca por siempre y aún
estaría duro, furiosamente erecto y muriéndose por el caliente líquido
escondido en el interior del ajustado agarre de su co/ño.
Sus
manos eran duras, quizá demasiado duras, temió él mientras empujaba
hacia atrás, arrastrándola hacia él. La alzó sobre el estante de tal
manera que colocó la dulce entrada de su cuerpo en línea directa con su
carne caliente y dura como una roca y que dolía por hundirse en ella.
—Nicholas,
no…—ella murmuró las palabras, pero estaba débil en sus brazos, su
cabeza cayendo hacia atrás mientras los labios de él se movían por su
cuello.—No hagas esto. Por favor.
—Que
se jo/da—gruñó él, enmarcando la cabeza de ella con sus manos,
centrando su mirada fija en los labios de ella.—Bésame, Miley.
Dámelo, nena. Ahora.
Las manos de ella agarraron sus muñecas; sus labios temblaron.
—No puedo—gritó ella débilmente.—Sabes que no puedo.
Los ojos de ella estaban casi negros por la lujuria ahora, con el hambre salvaje devorándola, destruyendo el control de él.
—Negarlo
es matarnos a los dos, Miley—mordió él, con la lujuria y la rabia
desplegándose en el interior de su mente hasta que no supo si quería
foll/arla o golpearla primero.—Negar mi derecho a esto, a tus besos.
Negar que soy tu jo/dido compañero, maldita seas.
Ella
abrió la boca, si fue para negarlo o darle la razón, él nunca lo supo.
Todo lo que sabía era el hambre, la rabia, la necesidad enviando agujas
de agonizante demanda a través de sus pelotas y al eje atormentado de su
po/lla.
Él cubrió sus labios con los suyos, introduciendo profundamente su lengua en la boca de ella. Su mujer. Por Dios, su compañera.
viernes, 30 de noviembre de 2012
Catch Me Cap: 6
Miley se quedó mirándolo en
estado de shock. ¿Estaba bromeando con ella? Nunca antes lo había hecho.
Él le había contestado bruscamente o le había dicho algo imposiblemente
arrogante con la única intención de enfurecerla.
Él le había gruñido, se había burlado de ella, la había llamado por hermosos diminutivos cariñosos y, en general, hizo todo lo imposible por convertir su vida en un infierno. Pero nunca le había gastado bromas tan amablemente. Tan dulcemente.
El tiempo que habían compartido juntos en los laboratorios no había dado lugar a ninguna oportunidad para la risa o para bromear. La vida y la muerte eran la lucha diaria, día a día. Cada minuto de sus vidas había sido una lección en la muerte. Cómo lograrla, ya fuera de forma rápida y poco llamativa, o llena del máximo dolor. Miley supuso que ella conocía más formas de matar a un hombre que la mayoría de asesinos que paseaban a su alrededor ahora. Pero nunca había sabido cómo bromear.
—Miley—él le recordó su petición con ternura, su voz regañándola.
Caballeroso. Él podía ser tan suave, tan tierno, el pensamiento de la sola noche que él le había dado la desgarraba por dentro. No quería recordarlo, ella necesitaba desesperadamente olvidar aquella noche. Recordarla la hacía débil, la hacía ansiar todas las cosas que se había negado a sí misma.
—Sabes que no puedo—murmuró, se sobresaltó cuando él atrapó su mano, vigilándola estrechamente.
Sus dedos llenos de duros callos, acariciaron su mano, mucho más suave, creando una fricción de calor que convirtió su respiración en un suave jadeo. Amaba su toque. El calor y fuerza de su carne siempre la asombraban, como lo hacían las llamas ardientes de hambre que crecían en su vientre.
—Siempre retrocedes temblando, cuando te toco—le dijo con pesar, su mirada la miró fija y sombriamente—¿Acaso te asusta que te lastime?—Su mirada era muy oscura, arrepentida—¿Te lastimé, Miley, te lastimé cuando hice el amor contigo por primera vez?
La respiración de Miley aumentó cuando él se llevó sus dedos a sus labios ¿Hacerle daño? Él había destrozado su corazón, pero físicamente le había dado el placer más grande que hubiese conocido alguna vez en su vida.
Ella negó con la cabeza lentamente, sus ojos ampliándose mientras él acariciaba con la yema de su dedo índice sus labios entreabiertos. La sensación la atravesó como una lanza directamente lanzada contra su clít/oris y, de allí, a su co/ño dolorido. Sus labios eran firmes y picantes, llenos con promesa sexual.
—¿Estás mojada?—Le preguntó con una sonrisa rara en sus labios—Espero que estés al menos tan mojada como yo duro, nena. No sería justo de otra manera.
Su lengua lamió su dedo, causándole una fuerte sacudida por la sensación. Mojada, suave, ella podía fácilmente recordar cómo él había surcado su clít/oris con ella, cómo le mantuvo sus muslos abiertos mientras chupaba la pequeña perla que no dejaba de agitarse. Ese nudo ciego de carne se hinchó y latió en el pensamiento mientras ella contraatacaba con un gemido.
Sin respirar apenas, ella se chupó sus labios secos, luchando por mantener los ojos abiertos, asegurarse de que veía cada movimiento que él hacía. No podría resistir mucho más tiempo. No teniendo su toque atormentador sobre ella. Un placer atormentador contra el que pronto estaría indefenso, lo sabía.
—Tenemos que detenernos—hablar se estaba convirtiendo en algo cercano a lo imposible. Ella apenas podía respirar.
El hambre la atacó, llenándola del dolor agridulce de la lujuria que ella sabía que nunca podría culminar. Había cometido un error, desde luego sin saberlo, había condenado a su organismo a un dolor sin remisión. No le haría lo mismo a Nicholas. Él se había angustiado ya sobradamente en su atrevimiento por tratar de salvarla.
—Comparte la cama conmigo, Miley—le pidió, su voz baja y ronca, vibrando por la necesidad.—Déjame ayudarte a sobrellevarlo. Estoy malditamente demasiado débil para imponerte cualquier otra cosa a la fuerza ahora mismo.
Él no tendría que hacerlo. Su mirada se arrastró por sus fuertes pectorales hasta su abdomen apretado y el largo y rígido tallo de su po/lla levantándose. Ella se relamió los labios nerviosamente. Era tan débil. Mientras él había estado enojado con ella, disparándole dardos de odio por su negativa hacia él, ella había podido esconderse, mantenerse lo suficientemente lejos para mantener su determinación. Pero este Nicholas, más suave, más amable aumentaba su hambre hasta un nivel mucho más profundo.
Nicholas gimió.
—Caramba, cariño. Quiero ese lamido de tu lengua todo para mí, no sobre tus labios. Déjame relamerte tus labios—él tiró de su mano, tirándola hacia abajo antes de que la intención de su peligroso movimiento pe/netrase en su mente, y ella avanzó dando tumbos hacia atrás.
—No. No puedo—su lengua palpitaba, las glándulas hinchadas y desesperadas ahora.
Sus pechos le dolían, sus pezones endurecidos formando picos firmes que raspaban casi dolorosamente en contra del ataque ajustado de su top.
—Seguro que puedes.—Sus ojos brillaban calientes, mostraban un hambre oscura cuando él clavó los ojos en la carne de sus pechos que se alzaban y casi rebosaban de su top.—Vamos, Cariño. Déjame besarte otra vez. Sé lo mucho que lo necesitas. Cómo de hinchada tienes tu preciosa lengüecita. La puedo sentir en mi po/lla, latiendo. Vamos, Miley, ninguna cosa va a ser más intensa que lo que ya estoy sintiendo.
Él la tiró hacia abajo. Su cabeza no gritaba. Pero, en cambio, cada célula de su cuerpo lloraba por él. Ella podía saborear la mezcla suave de lluvia y la dulzura en su boca mientras ella temblaba del miedo repentino y se sacudía por fuerza que él transmitía otra vez, inconscientemente se tragó el sabor potente de la hormona.
Ella tembló ante el conocimiento de lo rápidamente que el calor progresaba esta vez. Ella debería tener más tiempo antes de que las glándulas comenzasen a marcar nuevos rumbos y derramar su especia en su sistema. Más tiempo para prepararse y asegurarse que ella podría escapar lo suficientemente lejos de él, aun sabiendo el infierno que ella aún tenía que resistir.
Ella se movió hacia atrás de la cama precipitadamente.
—Tengo que irme.
—No—él se apoyó en la parte superior de la cama, su mirada fija agudizándose, su expresión endureciéndose.—No huyas de mí en esto, Miley. Déjame compartir esto contigo, si no deseas nada más.
—No lo entiendes—ella forzó a las palabras a salir de sus labios, mientras el sabor enriquecedor de la hormona y el deseo regaba sus glándulas.—No lo sabes, Nicholas. No puedes entenderlo.
—Entiendo que reviento de ganas por ti, y ha sido así durante ocho años—le dijo suavemente.—¿Piensas?—le dijo apenas,—¿piensas que no analicé todo lo que podía ocurrirme, lo que me iba a hacer a mí mismo cuando vi lo que había experimentado Merinus? ¿Piensas realmente que es más jod/idamente peor que estar completamente duro, sin tregua? Te podría fo/llar durante semanas y no tener bastante de ti. La pequeña hormona que se está apagando en ti no va ha hacerlo peor.
Él no tenía ni idea de cuánto peor podía llegar a ser realmente.
—Estás chiflado—ella alzó la voz apenas, su voz ronca.—¿Piensas que no puede ponerse peor, Nicholas? ¿Piensas que el deseo no puede convertirse en una tortura tan dolorosa que gustosamente morirías en vez de resistirla durante más tiempo?—ella fijó la mirada en él reflejando la amargura del conocimiento.—Puede empeorar. El infierno dentro de ti no sería peor. Estarás tan mal que tus caderas no se calmarán cuando trates de fo/llar el mismo aire. Tan profundo y doloroso que gritarás de agonía y fo/llarías cualquier cosa o cualquiera pero sin poder aguantar el toque de otra persona tocando tu carne. Tan debilitante que serás un cero a la izquierda en combate porque que todo lo que querrás hacer es fo/llar.
Sus ojos se oscurecieron en ese momento, ampliándose en estado de shock mientras ella describía los pasados episodios que había tenido que padecer. Sus mejillas se sonrojaron tomando un color rojizo y ella casi podía ver su lujuria aumentando rápidamente al pensar en tal desfogue.
—Entonces trae tu trasero aquí y foll/emos—gruñó casi violentamente.—Sabes que hacerlo es el único modo de aliviarlo, Miley.
—Nada lo alivia, Nicholas—ella quiso gritar fuera de sí, furiosa.—¿No entiendes? Callan fo/lló a Merinus cada vez que la hormona la hacía ovular. Su cuerpo la estaba preparando y le dio a ella bastante tiempo para ver si la concepción ocurriría antes de forzar su hambre otra vez. No puedo concebir. No concebiré. ¿Recuerdas?
—Podría prescindir de una disección de la vida sexual de mi hermana—le informó arrastrando las palabras.—Y no sabes si lo que dices es cierto o no. Todo lo que tienes es una suposición.
—Y todo lo que tú tienes es una erección—se burló ella.—Puedes ayudarte tú mismo. Por lo menos tú puedes encontrar algún alivio en eso, Nicholas. No encontrarás satisfacción en mi cuerpo.
—Creo que no, gatita—siseó con los dientes apretados cuando se cayó en la cama, al tropezar un segundo como si sus pies hubiesen decidido traicionarle.
Miley lo miró, con los ojos muy abiertos, mientras seis pies de macho furioso y despierto hacía una pausa como si estuviese turbado. Su po/lla estaba oscura y llena, la humedad anterior, multiplicada sin previo aviso, rezumó de su cuerpo. Él se tambaleó sobre sus pies, las drogas afectaban ahora a su coordinación. Él se detuvo, se quedó con la mirada fija en ellos un minuto, luego avanzó hacia ella otra vez y rápidamente tropezó de nuevo.
—Hijo de pu/ta. Odio las jodidas drogas—maldijo.
Instintivamente, Miley se movió más cerca de él, viendo la frustración y la determinación que probablemente iban a hacer que él terminase sobre su trasero. No es que ella no pensase que él merecía caer sobre su trasero, pero si él se abría los puntos, entonces Doc tendría que coserle de nuevo.
Ése fue su primer error.
Sus brazos la rodearon, una malvada risa ahogada sonando en su oreja, y antes de que ella le pudiese detener, la tiraba hacia atrás en la cama.
—Demonios—maldijo él dolorosamente cuando cayó sobre ella, dejó caer su peso en el hombro bueno, aunque él hizo una mueca de dolor ante una sacudida del hombro herido.
Miley se quedó con la mirada fija en él con ceño fruncido. Maldito hombre terco. Estaba convencido de seguir su propio camino, aunque no supiese nada de eso, y se negaba a escuchar el sentido común.
—¿Nicholas, estás loco?—ella no luchó contra él cuando se situó entre sus muslos, su hinchado pe/ne contra el montículo de su co/ño mientras su respiración crecía junto a su hambre.
Los ojos de Nicholas se cerraron por un segundo. Justo el tiempo suficiente para que ella observase el placer ardiente que veteaba a través de su expresión.
—¿Ahora qué, gran chico?—le preguntó burlonamente. Sus ropas los separaban y ella sabía malditamente bien que él se iba a apagar como una luz antes de que pudiese cumplir su objetivo completamente.
—Dios, te sientes tan bien que podría morir aquí mismo, ahora, y sabiendo que nada puede ser mejor que esta sensación—su voz estaba ronca y gruesa tanto por la lujuria como por el cansancio de la droga.
Las palabras se estrellaron contra su corazón. Los ojos de Miley se cerraron mientras ella peleaba para evitar que su rostro mostrase la dicha destructiva que sentía. Sus ojos se habían estrechado como puntas de alfiler de color oscuro cuando él presionó sus caderas en la cuna de sus muslos. La larga y dura carne picante presionaba firmemente contra su clít/oris henchido, haciéndola jadear en su creciente éxtasis.
—Siente lo bueno que es, cariño—murmuró cuando su cabeza bajó, su lengua acariciando la carne húmeda de su clavícula.—¿Lo recuerdas, Miley? ¿Que tan caliente y bueno fue la primera vez? Observar a mi po/lla hundirse en tu dulce co/ño pequeño fue la cosa más erótica que alguna vez he visto en mi vida.
La percepción de sus labios moviéndose en contra de su piel fue el cielo y el infierno. El placer fue tan exquisito que su co/ño se contrajo, pulsó, derramando sus jugos en un rastro sedoso sobre la delgada tela que la separaba de la po/lla ansiosa de Nicholas. Su lengua latió con un ritmo que palpitaba de necesidad, derramando la especia dulce de la hormona en su boca y enviándola a acelerarse a través de su sistema.
Oh, esto estaba mal, pensó, mientras sus caderas se sacudían con fuerza contra las de él por reflejo. Esto era muy malo.
Sus manos agarraron su carne desnuda, sosteniéndose en su cintura firme, sus musculosas caderas, mientras él movía su eje caliente contra su sensible hendidura.
—Nicholas—su nombre fue un suspiro de anhelo que no pudo controlar.
Demasiados años de sufrir los efectos atormentadores del calor y no conocer la calma. Tantas noches perdidas en anhelar justamente eso, ansiando la percepción de su cuerpo firme cubriéndola, sus brazos sujetándola, tal como él hacía en ese momento.
—Shh, nena—él lamió la cima de sus pechos por encima de su top.—Siente lo bueno que es. Déjame acariciarte, Miley. Todo liso y suave y caliente contra mí. Un coñ/ito tan pequeño y bonito.
A pesar de la fiebre que aumentaba, de la lujuria fluyendo en su sangre, Miley bufó divertida.—Has perdido el juicio—gimió cuando sintió el rastro de sus dedos bajo el tirante de su top y el tirón que dio para sacarlo de su hombro.
—Mmm. Mira lo que encontré—él se aproximó al escote y lo bajó con su barbilla, revelando el pezón duro, henchido, que se alzó suplicantemente hacia él.—Una baya bastante pequeña, toda madura y dulce hecha para mí.
Su lengua se rizó alrededor de la misma antes de ella pudiese fortalecerse ante la acción. Se arqueó involuntariamente, empujándose más cerca de sus labios, un gemido desigual de hambre resonó alrededor de ellos cuando ella se estremeció violentamente en sus brazos. Nicholas gimió entonces lenta, pesadamente, derrumbándose contra ella.
—¿Nicholas?—Miley tragó mientras sentía la presión de la cabeza de Nicholas descansando sobre su hombro, su cuerpo grande casi aplastando el de ella con toda la presión de su peso encima de ella. Era consolador, pero realmente pesado.
—¿Nicholas?—ella golpeó su hombro fuerte.
Su respiración era ligera y relajada. Él pesaba más a cada segundo.
—Maldita sea, Nicholas—ella no supo ya si reírse o llorar cuando comenzó a luchar contra su cuerpo, lo empujó sobre su lado ileso hasta que finalmente, compasivamente, logró sacarlo de encima de ella.
—Loco—masculló ella.—Estás desquiciado, Nicholas. Completamente loco. Deberías estar encerrado.
Y él todavía estaba completamente duro. Ella gruñó frustrada mientras rodaba de la cama y tiraba la manta sobre él con un siseo de repugnancia. ¿Salvada por las drogas de Doc? Sacudió su cabeza cansadamente. Era la primera vez que ella supiese que los analgésicos de Doc habían puesto fuera de combate a alguien. Él era tan agarrado con las drogas como un avaro con su dinero. Y ahora Nicholas dormía profundamente y sin dolor mientras ella caminaba de arriba abajo por el cuarto, pateándose a sí misma para su falta de control.
Se lanzó en la silla al lado de su cama y se quedó con la mirada fija en su forma inconsciente. No debería haberse dejado herir para empezar, bufó silenciosamente. Si él la hubiera dejado sola en el infierno, él no se habría desmayado a dos segundos de la llegada a la meta debido a las drogas inyectadas para la herida.
Él le había gruñido, se había burlado de ella, la había llamado por hermosos diminutivos cariñosos y, en general, hizo todo lo imposible por convertir su vida en un infierno. Pero nunca le había gastado bromas tan amablemente. Tan dulcemente.
El tiempo que habían compartido juntos en los laboratorios no había dado lugar a ninguna oportunidad para la risa o para bromear. La vida y la muerte eran la lucha diaria, día a día. Cada minuto de sus vidas había sido una lección en la muerte. Cómo lograrla, ya fuera de forma rápida y poco llamativa, o llena del máximo dolor. Miley supuso que ella conocía más formas de matar a un hombre que la mayoría de asesinos que paseaban a su alrededor ahora. Pero nunca había sabido cómo bromear.
—Miley—él le recordó su petición con ternura, su voz regañándola.
Caballeroso. Él podía ser tan suave, tan tierno, el pensamiento de la sola noche que él le había dado la desgarraba por dentro. No quería recordarlo, ella necesitaba desesperadamente olvidar aquella noche. Recordarla la hacía débil, la hacía ansiar todas las cosas que se había negado a sí misma.
—Sabes que no puedo—murmuró, se sobresaltó cuando él atrapó su mano, vigilándola estrechamente.
Sus dedos llenos de duros callos, acariciaron su mano, mucho más suave, creando una fricción de calor que convirtió su respiración en un suave jadeo. Amaba su toque. El calor y fuerza de su carne siempre la asombraban, como lo hacían las llamas ardientes de hambre que crecían en su vientre.
—Siempre retrocedes temblando, cuando te toco—le dijo con pesar, su mirada la miró fija y sombriamente—¿Acaso te asusta que te lastime?—Su mirada era muy oscura, arrepentida—¿Te lastimé, Miley, te lastimé cuando hice el amor contigo por primera vez?
La respiración de Miley aumentó cuando él se llevó sus dedos a sus labios ¿Hacerle daño? Él había destrozado su corazón, pero físicamente le había dado el placer más grande que hubiese conocido alguna vez en su vida.
Ella negó con la cabeza lentamente, sus ojos ampliándose mientras él acariciaba con la yema de su dedo índice sus labios entreabiertos. La sensación la atravesó como una lanza directamente lanzada contra su clít/oris y, de allí, a su co/ño dolorido. Sus labios eran firmes y picantes, llenos con promesa sexual.
—¿Estás mojada?—Le preguntó con una sonrisa rara en sus labios—Espero que estés al menos tan mojada como yo duro, nena. No sería justo de otra manera.
Su lengua lamió su dedo, causándole una fuerte sacudida por la sensación. Mojada, suave, ella podía fácilmente recordar cómo él había surcado su clít/oris con ella, cómo le mantuvo sus muslos abiertos mientras chupaba la pequeña perla que no dejaba de agitarse. Ese nudo ciego de carne se hinchó y latió en el pensamiento mientras ella contraatacaba con un gemido.
Sin respirar apenas, ella se chupó sus labios secos, luchando por mantener los ojos abiertos, asegurarse de que veía cada movimiento que él hacía. No podría resistir mucho más tiempo. No teniendo su toque atormentador sobre ella. Un placer atormentador contra el que pronto estaría indefenso, lo sabía.
—Tenemos que detenernos—hablar se estaba convirtiendo en algo cercano a lo imposible. Ella apenas podía respirar.
El hambre la atacó, llenándola del dolor agridulce de la lujuria que ella sabía que nunca podría culminar. Había cometido un error, desde luego sin saberlo, había condenado a su organismo a un dolor sin remisión. No le haría lo mismo a Nicholas. Él se había angustiado ya sobradamente en su atrevimiento por tratar de salvarla.
—Comparte la cama conmigo, Miley—le pidió, su voz baja y ronca, vibrando por la necesidad.—Déjame ayudarte a sobrellevarlo. Estoy malditamente demasiado débil para imponerte cualquier otra cosa a la fuerza ahora mismo.
Él no tendría que hacerlo. Su mirada se arrastró por sus fuertes pectorales hasta su abdomen apretado y el largo y rígido tallo de su po/lla levantándose. Ella se relamió los labios nerviosamente. Era tan débil. Mientras él había estado enojado con ella, disparándole dardos de odio por su negativa hacia él, ella había podido esconderse, mantenerse lo suficientemente lejos para mantener su determinación. Pero este Nicholas, más suave, más amable aumentaba su hambre hasta un nivel mucho más profundo.
Nicholas gimió.
—Caramba, cariño. Quiero ese lamido de tu lengua todo para mí, no sobre tus labios. Déjame relamerte tus labios—él tiró de su mano, tirándola hacia abajo antes de que la intención de su peligroso movimiento pe/netrase en su mente, y ella avanzó dando tumbos hacia atrás.
—No. No puedo—su lengua palpitaba, las glándulas hinchadas y desesperadas ahora.
Sus pechos le dolían, sus pezones endurecidos formando picos firmes que raspaban casi dolorosamente en contra del ataque ajustado de su top.
—Seguro que puedes.—Sus ojos brillaban calientes, mostraban un hambre oscura cuando él clavó los ojos en la carne de sus pechos que se alzaban y casi rebosaban de su top.—Vamos, Cariño. Déjame besarte otra vez. Sé lo mucho que lo necesitas. Cómo de hinchada tienes tu preciosa lengüecita. La puedo sentir en mi po/lla, latiendo. Vamos, Miley, ninguna cosa va a ser más intensa que lo que ya estoy sintiendo.
Él la tiró hacia abajo. Su cabeza no gritaba. Pero, en cambio, cada célula de su cuerpo lloraba por él. Ella podía saborear la mezcla suave de lluvia y la dulzura en su boca mientras ella temblaba del miedo repentino y se sacudía por fuerza que él transmitía otra vez, inconscientemente se tragó el sabor potente de la hormona.
Ella tembló ante el conocimiento de lo rápidamente que el calor progresaba esta vez. Ella debería tener más tiempo antes de que las glándulas comenzasen a marcar nuevos rumbos y derramar su especia en su sistema. Más tiempo para prepararse y asegurarse que ella podría escapar lo suficientemente lejos de él, aun sabiendo el infierno que ella aún tenía que resistir.
Ella se movió hacia atrás de la cama precipitadamente.
—Tengo que irme.
—No—él se apoyó en la parte superior de la cama, su mirada fija agudizándose, su expresión endureciéndose.—No huyas de mí en esto, Miley. Déjame compartir esto contigo, si no deseas nada más.
—No lo entiendes—ella forzó a las palabras a salir de sus labios, mientras el sabor enriquecedor de la hormona y el deseo regaba sus glándulas.—No lo sabes, Nicholas. No puedes entenderlo.
—Entiendo que reviento de ganas por ti, y ha sido así durante ocho años—le dijo suavemente.—¿Piensas?—le dijo apenas,—¿piensas que no analicé todo lo que podía ocurrirme, lo que me iba a hacer a mí mismo cuando vi lo que había experimentado Merinus? ¿Piensas realmente que es más jod/idamente peor que estar completamente duro, sin tregua? Te podría fo/llar durante semanas y no tener bastante de ti. La pequeña hormona que se está apagando en ti no va ha hacerlo peor.
Él no tenía ni idea de cuánto peor podía llegar a ser realmente.
—Estás chiflado—ella alzó la voz apenas, su voz ronca.—¿Piensas que no puede ponerse peor, Nicholas? ¿Piensas que el deseo no puede convertirse en una tortura tan dolorosa que gustosamente morirías en vez de resistirla durante más tiempo?—ella fijó la mirada en él reflejando la amargura del conocimiento.—Puede empeorar. El infierno dentro de ti no sería peor. Estarás tan mal que tus caderas no se calmarán cuando trates de fo/llar el mismo aire. Tan profundo y doloroso que gritarás de agonía y fo/llarías cualquier cosa o cualquiera pero sin poder aguantar el toque de otra persona tocando tu carne. Tan debilitante que serás un cero a la izquierda en combate porque que todo lo que querrás hacer es fo/llar.
Sus ojos se oscurecieron en ese momento, ampliándose en estado de shock mientras ella describía los pasados episodios que había tenido que padecer. Sus mejillas se sonrojaron tomando un color rojizo y ella casi podía ver su lujuria aumentando rápidamente al pensar en tal desfogue.
—Entonces trae tu trasero aquí y foll/emos—gruñó casi violentamente.—Sabes que hacerlo es el único modo de aliviarlo, Miley.
—Nada lo alivia, Nicholas—ella quiso gritar fuera de sí, furiosa.—¿No entiendes? Callan fo/lló a Merinus cada vez que la hormona la hacía ovular. Su cuerpo la estaba preparando y le dio a ella bastante tiempo para ver si la concepción ocurriría antes de forzar su hambre otra vez. No puedo concebir. No concebiré. ¿Recuerdas?
—Podría prescindir de una disección de la vida sexual de mi hermana—le informó arrastrando las palabras.—Y no sabes si lo que dices es cierto o no. Todo lo que tienes es una suposición.
—Y todo lo que tú tienes es una erección—se burló ella.—Puedes ayudarte tú mismo. Por lo menos tú puedes encontrar algún alivio en eso, Nicholas. No encontrarás satisfacción en mi cuerpo.
—Creo que no, gatita—siseó con los dientes apretados cuando se cayó en la cama, al tropezar un segundo como si sus pies hubiesen decidido traicionarle.
Miley lo miró, con los ojos muy abiertos, mientras seis pies de macho furioso y despierto hacía una pausa como si estuviese turbado. Su po/lla estaba oscura y llena, la humedad anterior, multiplicada sin previo aviso, rezumó de su cuerpo. Él se tambaleó sobre sus pies, las drogas afectaban ahora a su coordinación. Él se detuvo, se quedó con la mirada fija en ellos un minuto, luego avanzó hacia ella otra vez y rápidamente tropezó de nuevo.
—Hijo de pu/ta. Odio las jodidas drogas—maldijo.
Instintivamente, Miley se movió más cerca de él, viendo la frustración y la determinación que probablemente iban a hacer que él terminase sobre su trasero. No es que ella no pensase que él merecía caer sobre su trasero, pero si él se abría los puntos, entonces Doc tendría que coserle de nuevo.
Ése fue su primer error.
Sus brazos la rodearon, una malvada risa ahogada sonando en su oreja, y antes de que ella le pudiese detener, la tiraba hacia atrás en la cama.
—Demonios—maldijo él dolorosamente cuando cayó sobre ella, dejó caer su peso en el hombro bueno, aunque él hizo una mueca de dolor ante una sacudida del hombro herido.
Miley se quedó con la mirada fija en él con ceño fruncido. Maldito hombre terco. Estaba convencido de seguir su propio camino, aunque no supiese nada de eso, y se negaba a escuchar el sentido común.
—¿Nicholas, estás loco?—ella no luchó contra él cuando se situó entre sus muslos, su hinchado pe/ne contra el montículo de su co/ño mientras su respiración crecía junto a su hambre.
Los ojos de Nicholas se cerraron por un segundo. Justo el tiempo suficiente para que ella observase el placer ardiente que veteaba a través de su expresión.
—¿Ahora qué, gran chico?—le preguntó burlonamente. Sus ropas los separaban y ella sabía malditamente bien que él se iba a apagar como una luz antes de que pudiese cumplir su objetivo completamente.
—Dios, te sientes tan bien que podría morir aquí mismo, ahora, y sabiendo que nada puede ser mejor que esta sensación—su voz estaba ronca y gruesa tanto por la lujuria como por el cansancio de la droga.
Las palabras se estrellaron contra su corazón. Los ojos de Miley se cerraron mientras ella peleaba para evitar que su rostro mostrase la dicha destructiva que sentía. Sus ojos se habían estrechado como puntas de alfiler de color oscuro cuando él presionó sus caderas en la cuna de sus muslos. La larga y dura carne picante presionaba firmemente contra su clít/oris henchido, haciéndola jadear en su creciente éxtasis.
—Siente lo bueno que es, cariño—murmuró cuando su cabeza bajó, su lengua acariciando la carne húmeda de su clavícula.—¿Lo recuerdas, Miley? ¿Que tan caliente y bueno fue la primera vez? Observar a mi po/lla hundirse en tu dulce co/ño pequeño fue la cosa más erótica que alguna vez he visto en mi vida.
La percepción de sus labios moviéndose en contra de su piel fue el cielo y el infierno. El placer fue tan exquisito que su co/ño se contrajo, pulsó, derramando sus jugos en un rastro sedoso sobre la delgada tela que la separaba de la po/lla ansiosa de Nicholas. Su lengua latió con un ritmo que palpitaba de necesidad, derramando la especia dulce de la hormona en su boca y enviándola a acelerarse a través de su sistema.
Oh, esto estaba mal, pensó, mientras sus caderas se sacudían con fuerza contra las de él por reflejo. Esto era muy malo.
Sus manos agarraron su carne desnuda, sosteniéndose en su cintura firme, sus musculosas caderas, mientras él movía su eje caliente contra su sensible hendidura.
—Nicholas—su nombre fue un suspiro de anhelo que no pudo controlar.
Demasiados años de sufrir los efectos atormentadores del calor y no conocer la calma. Tantas noches perdidas en anhelar justamente eso, ansiando la percepción de su cuerpo firme cubriéndola, sus brazos sujetándola, tal como él hacía en ese momento.
—Shh, nena—él lamió la cima de sus pechos por encima de su top.—Siente lo bueno que es. Déjame acariciarte, Miley. Todo liso y suave y caliente contra mí. Un coñ/ito tan pequeño y bonito.
A pesar de la fiebre que aumentaba, de la lujuria fluyendo en su sangre, Miley bufó divertida.—Has perdido el juicio—gimió cuando sintió el rastro de sus dedos bajo el tirante de su top y el tirón que dio para sacarlo de su hombro.
—Mmm. Mira lo que encontré—él se aproximó al escote y lo bajó con su barbilla, revelando el pezón duro, henchido, que se alzó suplicantemente hacia él.—Una baya bastante pequeña, toda madura y dulce hecha para mí.
Su lengua se rizó alrededor de la misma antes de ella pudiese fortalecerse ante la acción. Se arqueó involuntariamente, empujándose más cerca de sus labios, un gemido desigual de hambre resonó alrededor de ellos cuando ella se estremeció violentamente en sus brazos. Nicholas gimió entonces lenta, pesadamente, derrumbándose contra ella.
—¿Nicholas?—Miley tragó mientras sentía la presión de la cabeza de Nicholas descansando sobre su hombro, su cuerpo grande casi aplastando el de ella con toda la presión de su peso encima de ella. Era consolador, pero realmente pesado.
—¿Nicholas?—ella golpeó su hombro fuerte.
Su respiración era ligera y relajada. Él pesaba más a cada segundo.
—Maldita sea, Nicholas—ella no supo ya si reírse o llorar cuando comenzó a luchar contra su cuerpo, lo empujó sobre su lado ileso hasta que finalmente, compasivamente, logró sacarlo de encima de ella.
—Loco—masculló ella.—Estás desquiciado, Nicholas. Completamente loco. Deberías estar encerrado.
Y él todavía estaba completamente duro. Ella gruñó frustrada mientras rodaba de la cama y tiraba la manta sobre él con un siseo de repugnancia. ¿Salvada por las drogas de Doc? Sacudió su cabeza cansadamente. Era la primera vez que ella supiese que los analgésicos de Doc habían puesto fuera de combate a alguien. Él era tan agarrado con las drogas como un avaro con su dinero. Y ahora Nicholas dormía profundamente y sin dolor mientras ella caminaba de arriba abajo por el cuarto, pateándose a sí misma para su falta de control.
Se lanzó en la silla al lado de su cama y se quedó con la mirada fija en su forma inconsciente. No debería haberse dejado herir para empezar, bufó silenciosamente. Si él la hubiera dejado sola en el infierno, él no se habría desmayado a dos segundos de la llegada a la meta debido a las drogas inyectadas para la herida.
viernes, 23 de noviembre de 2012
Catch Me Cap: 5
Consiguieron llevarme a un
hospital, pero para entonces yo ya estaba hecho un desastre. Pasaron
semanas antes de que ellos fueran capaces de averiguar quién era yo.
Meses antes de que yo estuviera lúcido. Cuando fui capaz de ayudarte…—el
tragó con fuerza,—los laboratorios ya no existían. Ellos dijeron que
todos habían muerto. Que nada había quedado.
Él cerró sus ojos otra vez.
Ella pensaba que él simplemente se había largado. Ella se cubrió la cara con las manos. Aun después de que Callan y Merinus le habían dicho lo que Dayan había hecho, ella todavía no lo creía. No completamente. No en su corazón. No hasta ahora.
—Lo siento—murmuró ella otra vez.
Él negó lentamente con la cabeza.
—Déjalo. Ayúdame a lavar esta mugre de mi cuerpo, Miley, entonces quizá pueda dormir un rato. Hablaremos del resto mañana.
Miley sintió palpitar su corazón dentro de su pecho. Su co/ño estaba gritando por la victoria. Sus manos casi vibraban pensando en el placer de acariciar su piel, hasta con la barrera de una esponja en medio. Despacio, se arrodilló al lado de la bañera y levantó la pequeña esponja de la cesta que colgaba al borde. Bañándola en el agua levantó la pastilla de jabón.
—El pelo—masculló él, sentándose despacio y bajando su cabeza.—Sólo usa el jabón. Yo lo hago.
Ella lavó su pelo con cuidado, entonces después de poner una toalla sobre el vendaje, enjuagó las pequeñas hebras con una tela. Apartándola, empezó a lavarle rápidamente, desesperada para terminar pronto y conseguir llevarlo a la cama con la esperanza de que pudiera dormir. Se sentía tentada y luego desesperada. Pasaba de un extremo al otro velozmente.
Su cara ardió cuando él tomó la tela y lavó su duro pe/ne mojado y el escroto. Su cara se torció con una mueca de placer, la carne dura agrandándose entusiasta bajo su toque.
—Suficiente—su voz sonó estrangulada cuando ella tomó la tela de su mano y la escurrió. Sostuvo una toalla.—Estás completamente limpio y yo estoy cansada de jugar a ser niñera.
Una sonrisa soñolienta, sensual cruzó sus labios mientras la observaba a través de sus párpados entrecerrados.
—Y lo haces tan bien—susurró él, pero se obligó a levantarse.
El agua resbaló por su cuerpo bronceado mientras se levantaba delante de ella, mirándola fijamente, retándola mientras su engordada po/lla llenaba la visión de ella.
Estaba mojado y el agua se deslizaba como riachuelos desde la cabeza con forma de champiñón y el pesado y nervudo eje. Miley se lamió sus labios, recordando demasiado bien lo bien que sabía, cómo sus gemidos de placer acariciaron sus sentidos mientras la boca de ella lo había envuelto. Ella tragó fuertemente y rápidamente se aclaró la garganta antes de levantarse para ayudarle a salir de la bañera y darle la toalla para que pudiera secarse.
Ella pensó que era lo suficientemente fuerte para hacerlo. Pensó que podía controlar el hambre y la necesidad el tiempo suficiente para secarlo y llevarlo a la cama. Pero cuando se enfrentó otra vez a la gruesa erección, sólo podía lloriquear ante su derrota.
Las manos de él se enredaron en su pelo mientras ella se arrodillaba ante él. La sujetó quieta, aunque no había razón para ello. Sus labios se abrieron mientras la aterciopelada cabeza de su po/lla se introducía entre ellos, abiertos y permitiéndole tomar su boca con un poderoso y profundo empujón.
—Dios mío. Miley—su voz envió temblores que se extendían en cascada sobre su piel cuando su gruesa y palpitante po/lla la llenó, con cada caricia de su lengua aumentaba el movimiento de sus caderas, magreándolo cuando él empujó entre sus labios con un gemido estrangulado.
Ella gimió, cerrando sus ojos mientras se sujetaba a sus muslos con las manos y empezaba a succionar el engordado eje. Justo como él le había enseñado hacía una vida, su boca cerrada en él, su lengua acariciándolo y chupando la sensible punta despacio.
Sus manos se agarraron a su pelo, tensando su cuerpo mientras un gemido enrabietado llenaba los oídos de ella y sentía su caliente pre-eyacu/lación gotear en su lengua. Era salado, rico, haciendo que se percatase de lo desesperada que había estado por degustarlo. Ella quería todo eso, quería sentir que los chorros calientes de su semen llenando su boca, recubriendo su lengua y atormentándola mientras él encontraba su liberación en ella.
—Miley, nena—su voz sonaba ronca mientras él foll/aba sus labios lentamente.—Nena, esto es tan jod/idamente bueno que podría morir, pero voy a caerme al suelo en cualquier momento.
Para demostrar sus palabras él casi tropezó, una risa ahogada, torturada llenando el aire cuando ella despacio lo liberó. Alzando la vista lentamente, su aliento quedó atrapado en el hambre que asomaba en su mirada.
—Hijo de pu/ta, finalmente consigo meter mi po/lla en esta dulce boca otra vez y no puedo tenerme en pie el tiempo suficiente para disfrutar de ello.
Miley estaba temblando mientras se apartaba duramente, manteniendo los labios firmemente cerrados mientras miraba fijamente la húmeda longitud de carne masculina. Dios querido, ¿qué estaba haciendo? Había perdido la cabeza completamente.
—Demonios—dijo él mientras se apuntalaba contra la pared para mantenerse en pie.—Supongo que puedo olvidarme de la liberación, ¿no? ¿Puedo al menos tener algo de ayuda para ir a la cama?
Ella sacudió la cabeza lentamente. Él la miraba con una apasionada intensidad y un hambre sexual que hacía llamear su cuerpo conscientemente. Esto era una locura, se dijo ella ferozmente. Ella sabía de qué iba esto suficientemente para saber que esto no aliviaría su hambre por él. No hacía más que empeorar las cosas.—Maldición—ella caminó hacia él, colocando su brazo alrededor de su cintura y conduciéndolo del cuarto de baño a su cama.
—Sí, los dos estamos malditos—gruñó él mientras ella apartaba las sábanas al final de la cama y él se sentaba lentamente.—Hijo de pu/ta, no va a haber manera de poder dormir bocabajo con esta erección, Miley.
—Ya la tenías antes de que te tocase—dijo frunciendo el ceño mientras él la miraba en suave acusación.
—Por ti—gruñó él.—Ha estado duro desde la noche en que saliste de entre las sombras de Sandy Hook. Maldición, no puedo estar demasiado lejos de mi gata.
Ella casi perdió el equilibrio con la protesta apenas expresada. Luego lo perdió realmente cuando la sujeto para echarla sobre la cama a su lado. Recostándose contra él, se quedó mirándolo fijamente, la alarma pasando como un rayo por su sistema. Demasiado cerca. Él estaba ahora demasiado cerca para que ella pudiera mantener cualquier tipo de control.
—Necesitas dormir—Por favor duérmete pensó ella, oh Dios hazlo dormir.
Pero ella no podía resistirse a tocar la incipiente barba a lo largo de su mejilla, sus dedos acariciando, las sensibles yemas estremeciéndose de placer con la áspera sensación. Él la miraba, relajado para variar. Ella nunca lo había visto tan controlado, sonriéndole tranquilamente, con sus ojos oscuros llenos de calor.
—Necesitas foll/arme—él sonrió abiertamente, provocativamente, sus ojos dilatados casi negros mientras la miraba.—Venga, una sola vez. Prometo que no me quedaré dormido sobre ti—la engatusó con una voz aterciopelada, ronca, que enviaba llamaradas eléctricas de pasión a través de su cuerpo.
¿Cómo se suponía que ella podría luchar contra este nuevo y repentinamente gentil Nicholas?
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wooow años sin subir LOL espero les guste y comente :D talvez el marte subo otro
Él cerró sus ojos otra vez.
Ella pensaba que él simplemente se había largado. Ella se cubrió la cara con las manos. Aun después de que Callan y Merinus le habían dicho lo que Dayan había hecho, ella todavía no lo creía. No completamente. No en su corazón. No hasta ahora.
—Lo siento—murmuró ella otra vez.
Él negó lentamente con la cabeza.
—Déjalo. Ayúdame a lavar esta mugre de mi cuerpo, Miley, entonces quizá pueda dormir un rato. Hablaremos del resto mañana.
Miley sintió palpitar su corazón dentro de su pecho. Su co/ño estaba gritando por la victoria. Sus manos casi vibraban pensando en el placer de acariciar su piel, hasta con la barrera de una esponja en medio. Despacio, se arrodilló al lado de la bañera y levantó la pequeña esponja de la cesta que colgaba al borde. Bañándola en el agua levantó la pastilla de jabón.
—El pelo—masculló él, sentándose despacio y bajando su cabeza.—Sólo usa el jabón. Yo lo hago.
Ella lavó su pelo con cuidado, entonces después de poner una toalla sobre el vendaje, enjuagó las pequeñas hebras con una tela. Apartándola, empezó a lavarle rápidamente, desesperada para terminar pronto y conseguir llevarlo a la cama con la esperanza de que pudiera dormir. Se sentía tentada y luego desesperada. Pasaba de un extremo al otro velozmente.
Su cara ardió cuando él tomó la tela y lavó su duro pe/ne mojado y el escroto. Su cara se torció con una mueca de placer, la carne dura agrandándose entusiasta bajo su toque.
—Suficiente—su voz sonó estrangulada cuando ella tomó la tela de su mano y la escurrió. Sostuvo una toalla.—Estás completamente limpio y yo estoy cansada de jugar a ser niñera.
Una sonrisa soñolienta, sensual cruzó sus labios mientras la observaba a través de sus párpados entrecerrados.
—Y lo haces tan bien—susurró él, pero se obligó a levantarse.
El agua resbaló por su cuerpo bronceado mientras se levantaba delante de ella, mirándola fijamente, retándola mientras su engordada po/lla llenaba la visión de ella.
Estaba mojado y el agua se deslizaba como riachuelos desde la cabeza con forma de champiñón y el pesado y nervudo eje. Miley se lamió sus labios, recordando demasiado bien lo bien que sabía, cómo sus gemidos de placer acariciaron sus sentidos mientras la boca de ella lo había envuelto. Ella tragó fuertemente y rápidamente se aclaró la garganta antes de levantarse para ayudarle a salir de la bañera y darle la toalla para que pudiera secarse.
Ella pensó que era lo suficientemente fuerte para hacerlo. Pensó que podía controlar el hambre y la necesidad el tiempo suficiente para secarlo y llevarlo a la cama. Pero cuando se enfrentó otra vez a la gruesa erección, sólo podía lloriquear ante su derrota.
Las manos de él se enredaron en su pelo mientras ella se arrodillaba ante él. La sujetó quieta, aunque no había razón para ello. Sus labios se abrieron mientras la aterciopelada cabeza de su po/lla se introducía entre ellos, abiertos y permitiéndole tomar su boca con un poderoso y profundo empujón.
—Dios mío. Miley—su voz envió temblores que se extendían en cascada sobre su piel cuando su gruesa y palpitante po/lla la llenó, con cada caricia de su lengua aumentaba el movimiento de sus caderas, magreándolo cuando él empujó entre sus labios con un gemido estrangulado.
Ella gimió, cerrando sus ojos mientras se sujetaba a sus muslos con las manos y empezaba a succionar el engordado eje. Justo como él le había enseñado hacía una vida, su boca cerrada en él, su lengua acariciándolo y chupando la sensible punta despacio.
Sus manos se agarraron a su pelo, tensando su cuerpo mientras un gemido enrabietado llenaba los oídos de ella y sentía su caliente pre-eyacu/lación gotear en su lengua. Era salado, rico, haciendo que se percatase de lo desesperada que había estado por degustarlo. Ella quería todo eso, quería sentir que los chorros calientes de su semen llenando su boca, recubriendo su lengua y atormentándola mientras él encontraba su liberación en ella.
—Miley, nena—su voz sonaba ronca mientras él foll/aba sus labios lentamente.—Nena, esto es tan jod/idamente bueno que podría morir, pero voy a caerme al suelo en cualquier momento.
Para demostrar sus palabras él casi tropezó, una risa ahogada, torturada llenando el aire cuando ella despacio lo liberó. Alzando la vista lentamente, su aliento quedó atrapado en el hambre que asomaba en su mirada.
—Hijo de pu/ta, finalmente consigo meter mi po/lla en esta dulce boca otra vez y no puedo tenerme en pie el tiempo suficiente para disfrutar de ello.
Miley estaba temblando mientras se apartaba duramente, manteniendo los labios firmemente cerrados mientras miraba fijamente la húmeda longitud de carne masculina. Dios querido, ¿qué estaba haciendo? Había perdido la cabeza completamente.
—Demonios—dijo él mientras se apuntalaba contra la pared para mantenerse en pie.—Supongo que puedo olvidarme de la liberación, ¿no? ¿Puedo al menos tener algo de ayuda para ir a la cama?
Ella sacudió la cabeza lentamente. Él la miraba con una apasionada intensidad y un hambre sexual que hacía llamear su cuerpo conscientemente. Esto era una locura, se dijo ella ferozmente. Ella sabía de qué iba esto suficientemente para saber que esto no aliviaría su hambre por él. No hacía más que empeorar las cosas.—Maldición—ella caminó hacia él, colocando su brazo alrededor de su cintura y conduciéndolo del cuarto de baño a su cama.
—Sí, los dos estamos malditos—gruñó él mientras ella apartaba las sábanas al final de la cama y él se sentaba lentamente.—Hijo de pu/ta, no va a haber manera de poder dormir bocabajo con esta erección, Miley.
—Ya la tenías antes de que te tocase—dijo frunciendo el ceño mientras él la miraba en suave acusación.
—Por ti—gruñó él.—Ha estado duro desde la noche en que saliste de entre las sombras de Sandy Hook. Maldición, no puedo estar demasiado lejos de mi gata.
Ella casi perdió el equilibrio con la protesta apenas expresada. Luego lo perdió realmente cuando la sujeto para echarla sobre la cama a su lado. Recostándose contra él, se quedó mirándolo fijamente, la alarma pasando como un rayo por su sistema. Demasiado cerca. Él estaba ahora demasiado cerca para que ella pudiera mantener cualquier tipo de control.
—Necesitas dormir—Por favor duérmete pensó ella, oh Dios hazlo dormir.
Pero ella no podía resistirse a tocar la incipiente barba a lo largo de su mejilla, sus dedos acariciando, las sensibles yemas estremeciéndose de placer con la áspera sensación. Él la miraba, relajado para variar. Ella nunca lo había visto tan controlado, sonriéndole tranquilamente, con sus ojos oscuros llenos de calor.
—Necesitas foll/arme—él sonrió abiertamente, provocativamente, sus ojos dilatados casi negros mientras la miraba.—Venga, una sola vez. Prometo que no me quedaré dormido sobre ti—la engatusó con una voz aterciopelada, ronca, que enviaba llamaradas eléctricas de pasión a través de su cuerpo.
¿Cómo se suponía que ella podría luchar contra este nuevo y repentinamente gentil Nicholas?
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wooow años sin subir LOL espero les guste y comente :D talvez el marte subo otro
Catch Me Cap: 4
Como si ella tuviera alguna
intención de obedecer cualquier orden que diera Nicholas Tyler, pensó Miley, todavía más que furiosa más tarde esa noche tras unirse a las
patrullas de montaña que vigilaban la propiedad.
Él no le había ordenado su regreso a casa. No hubiera servido de nada y él era lo suficientemente listo para no hacerlo. Daba gracias a Dios por ello. Su cuerpo se amotinaba, y el hecho de que ahora sabía que él era consciente de su excitación física solamente servía para empeorar la situación.
Demasiados años célibes, ése era el problema, intentaba convencerse mientras se movía entre los árboles, consciente del silencio de la noche, de la calma que acariciaba sus sentidos. Esto le recordaba a Nicholas. Todo le recordaba a Nicholas.
Tócame, Miley. Su voz la había acariciado como la brisa más suave cuando su mano agarró su erección, haciendo estremecer su carne con el placer. Él había estado duro, caliente y grueso. Un pe/ne que habría complacido a la mujer más exigente. Y estuvo más que complacida con él.
Ella tembló, su sexo se humedecía solo de pensar lo bien que la había complacido en los laboratorios. Moviéndose dentro de ella, su cuerpo lo había apretado con el esfuerzo por controlar la necesidad de precipitarse en su propia liberación, mientras él la conducía más alto cada vez.
Detente, se ordenó a sí misma suspirando. Recordar solamente la haría más débil, más hambrienta. No podía permitirse estar más hambrienta.
—Miley tenemos movimiento no identificado que se dirige hacia a ti, por el este. ¿Estás segura?
Tamber Mason, una tímida y pequeña miembro de la Especie Leona, habló por el canal de comunicación con una voz llena de tensión, mientras Miley se tranquilizaba contra la amplia base de un árbol.
—¿Cómo de cerca?—susurró Miley mientras comprobaba su reloj. Hacía poco más de una hora que se había escapado de la amenaza de Nicholas.
—A menos de medio kilómetro, moviéndose en diagonal a las tres en punto de donde estás ahora. Un recorrido que siguiendo su actual curso le conduce directamente hacia las puertas traseras del complejo principal—el intercomunicador hizo clic varias veces, mientras el canal seguía emitiendo, para asegurar la privacidad mientras Tamber hablaba.
Miley sacó su arma fácilmente de la pistolera y, comprobando el percutor, se desplazó silenciosamente. Su cuerpo felino estaba listo para cualquier tipo de amenaza que se encontrara. Rápidamente empezó a moverse a la posición indicada.
—Mantenme informada del rumbo y la distancia—murmuró en el micrófono. Se colocó las gafas de visión nocturna sobre los ojos y recorrió con la pantalla del radar el lugar.
Dos pequeños puntos destellaron inmediatamente en un pequeño mapa en la periferia de su ojo derecho. El suyo propio en azul y la fuente desconocida en color rojo. Ella se desplazó a lo largo de la montaña, manteniéndose agachada, caminando entre la densa maleza y el espeso follaje, mientras se dirigía hacía el intruso.
En secreto Tamber había comprobado cada enlace y posición de las Especies que estaban en sus puestos en la montaña. Había un punto de más en movimiento del que debería haber, sin confirmación por parte de los guardias que había comprobado antes de consultar con Miley.
—Todo lo que recojo ahora es una anomalía—dijo Tamber silenciosamente mientras Miley se movía acercándose, mirando cautelosamente la sombra verde fluorescente de las gafas que ahora protegían la parte superior de su rostro.—Pero esto apareció de la nada. Un minuto no había nada, al siguiente estaba allí.
Confiando en la otra mujer para que guardara su espalda, Miley advirtió varios puntos azules moviéndose también en otras posiciones. Rodeando un montículo de altas rocas redondas y grandes, continuó avanzando hacía la anomalía, vigilando cuidadosamente con un ojo el pequeño punto rojo que se deslizaba a lo largo del mapa, acercándose cada vez más a la puerta que conducía al complejo principal. Eso tampoco tenía sentido, era algo incoherente. Habría sido más fácil para un intruso, entrar por muchos otros puntos antes que por la puerta trasera.
Tan suavemente como la brisa, se deslizó agachándose entre el espeso follaje, esquivando fácilmente las ramas superiores que habrían alertado a un rastreador con experiencia que estaba siendo acechado.
Del Consejo o un fanático, eso no importaba, solo seguían intentándolo. Las tentativas para poder entrar en el complejo parecían empeorar con cada noticia que se emitía por televisión. Algunas de las insinuaciones en aquellos llamados informes eran más que insultantes, eran categóricamente peligrosas. Mantenerse al corriente de todos ellos era casi imposible y contrarrestarlos venía siendo cada día más difícil.
Y ellos seguían intentándolo. Las tentativas de matar las nuevas especies humanas parecían ser diarias. Avanzando lentamente acercándose, Miley pasó fácilmente entre unos pinos jóvenes y se movió despacio detrás del intruso. Cuando lo tuvo a la vista, el terror se cernió de un golpe duro y pesado en su corazón.
—Yo no lo haría—ella apuntó su arma automática cuando él se disponía a levantar el lanzamisiles, un tubo largo y cilíndrico, a su hombro.
Él se congeló durante un largo segundo. Ella olió el miedo que irradiaba de su cuerpo al igual que podía sentir su determinación para asesinar.
—Un solo movimiento y te abro la cabeza—le ladró ella.—Tamber, alerta a la casa, mie/rda. Tenemos un lanzamisiles.
No tenía ni idea si podría derribarlo antes de que él lanzara el misil. Su mano estaba en el gatillo, el arma apuntaba a un lugar que golpearía directamente en la casa.
—Evacuar, Tamber. Evacuar—Miley dio la orden de vaciar la casa, escuchando de fondo el caos que hizo erupción en la sala de control.
—¿Vale la pena morir por eso?—le preguntó al atacante, viendo como su mano se cerraba sobre el gatillo.—Puedo arreglarlo, compañero, si bajas el arma ahora.
—Abominaciones…—Su mano se apretó.
Miley disparó inmediatamente, pero antes de que él cayese el gatillo del lanzamisiles se hundió, causando el lanzamiento del misil.
—¡Lanzado! ¡Lanzado!—gritó.—¡Por Dios, salid de la casa ahora! ¡Ahora!
Ella sabía que no habían tenido tiempo para evacuar la casa, ningún modo de conseguir que todo el mundo estuviera a salvo. Corrió hacía el hombre caído, consciente de que no estaba completamente muerto. Sentándose en un instante a horcajadas sobre su espalda, no hizo caso de la sangre que mojaba su hombro y el grito de dolor, cuando ella tiró sus brazos hacía atrás y aseguró sus muñecas con unas esposas de acero antes de ponerse rápidamente en pie.
—Traigan a ese bastardo—gritó a dos de los hombres mientras oía a lo lejos la explosión montaña abajo.—El resto de ustedes, vengan conmigo.
—Tamber, informa—gritó por el intercomunicador, mientras corría montaña abajo.—¡Por Dios, informa!
Podía oír los gritos de fondo cuando las órdenes fueron transmitidas, pero no a Tamber.
—Ningún herido—de repente una voz gritó en su oreja, haciendo que casi tropezase ladera abajo, teniendo ya la casa a la vista.—No tenemos ningún herido. Ningún herido. Misil abortado.
Algo lo había abortado. La montaña poblada con exceso de árboles había salvado sus pellejos. Dos viejos robles con siglos de antigüedad y gruesos troncos ardían en la base de la montaña, el impacto había detonado los explosivos del misil. Las Especies se apresuraban alrededor de los patios, tirando de mangueras con bocas de riego que estaban localizadas en la periferia de la propiedad, para apagar las llamas antes de que prendieran fuego a la montaña entera.
—Comprueba como están todos—clamó Miley por el intercomunicador, mientras daba media vuelta y se apresuraba, deshaciendo el camino por donde había venido.
Mataría al bastardo.
Cuando se acercó a los dos Especies que arrastraban a la figura que chillaba montaña abajo, se permitió un gruñido felino, la furia se escapó entre sus dientes. Ellos se detuvieron, dejando caer su carga y quedándose de pie un poco apartados, mientras ella se acercaba.
Él sollozaba. Como un niño atrapado en alguna indiscreción que sabía que traería un castigo. El bastardo no estaba arrepentido aún, sólo aterrorizado.
—Hola—susurró la palabra con un peligroso gruñido, era como un depredador mientras se encorvaba arrodillándose para mirar fijamente la cara pálida.—¿Qué tenemos aquí? ¿Un pequeño bocado de medianoche?—Mostró sus dientes, viendo como sus ojos se fijaban en los agudos colmillos de ambos lados de la dentadura. Ella era uno de los raros casos con dos hileras llenas de afiladas armas. Conservar los largos colmillos escondidos detrás de pequeñas sonrisas y el pretexto de la timidez no había sido fácil, viviendo en una pequeña ciudad del este de Kentucky, en la que antes habían estado escondiéndose.
No había ninguna necesidad de esconderse ahora. Retiró hacia atrás sus gafas, consciente de que ahora sus ojos brillaban sorprendentemente a luz de la luna llena que brillaba en lo alto.
Él gritó un segundo antes de que sus ojos girasen, echando la cabeza atrás y perdiera el conocimiento. Miley gruño fríamente.
—Arrástralo a las celdas—se levantó mientras daba la orden tajante a los dos guardias.—Estoy segura que Nicholas y Callan le están esperando.
Misiles, ahora. Sacudió la cabeza mientras luchaba por respirar a través de las palpitaciones de su corazón. ¿Cómo diablos había logrado pasar las alarmas externas y llegar tan lejos montaña abajo, antes de que el radar lo detectara?
—Necesito dos unidades más aquí fuera. Necesitamos comprobar las cercas externas, así como las alarmas de seguridad—gritó Miley en el intercomunicador para estar segura de que era oída por encima del alboroto en la sala de comunicaciones.
—Ponte en camino—la voz de Callan llena de furia atronó por el micrófono.—Trae tu cu/lo aquí ahora. Te necesito aquí. Tenemos heridos.
—¿Quién?—el miedo se abatió de golpe sobre su corazón pensando en su familia mientras empezaba a bajar la montaña a paso rápido.
—La metralla causada por la explosión golpeó a varios guardias y Merinus está despotricando sobre ti al estar allí fuera. Regresa aquí y apacíguala. No necesito que tenga el bebé antes de lo debido.
Lo que significaba que Merinus estaba más que enfadada. Lo que significaba que era alguien cercano a Merinus…
—¿Dónde está Nicholas?—ella respiró duramente.
Se hizo el silencio.
—Oh, Dios—sus rodillas se debilitaron debido al miedo. Reuniendo su fuerza, Miley corrió hacía abajo el resto de montaña, hasta la puerta abierta que la esperaba.
Ella no podía pensar, no podía respirar. Rechazó reconocer el dolor abrasador que se instaló en su pecho y que hizo que quisiera aullar por el sufrimiento. Ignoró la desesperación, no hizo caso al miedo y corrió todo lo que podía para regresar a casa y a su compañero.
*****
—Demonios del infierno, si no dejas de hurgar en mí voy a romperte los dedos—lanzó Nicholas a Doc Martín cuando él le arrancaba un larga astilla de madera de su hombro, restañando la sangre con una gasa gruesa.
La carne del hombro estaba toda desgarrada y manando sangre, mientras Doc trabajaba para limpiar el área.
Miley se paró dentro de la bien equipada sala médica y contempló las heridas llena de horror. El músculo liso, perfecto, se apretó dolorosamente cuando el Doctor insertó otra inyección de anestésico para amortiguar el dolor antes de sacar más astillas de madera de la carne.
Las heridas nunca la habían afectado en particular. Había estado ayudando al Doctor durante años con las de Callan y a menudo también con Taber. Pero viendo a Nicholas, su perfecta carne rasgada y tratada tan brutalmente, sintió amenazadoras nauseas en el estómago.
—Miley, necesito más vendas—le gritó Doc cuando ella hizo una pausa detrás de él.—He tenido casi que sedar a Merinus cuando ha visto esto y todos los demás están ocupados.
Apresurándose a ir al fregadero, Miley rápidamente se lavó a fondo las manos y los brazos, enjuagándolas y secándolas antes de volver de prisa a la camilla. Quedándose frente de Nicholas, preparó las gasas, mirando fijamente los utensilios y el pequeño cubo de metal lleno de fragmentos de madera.
—Maldito Dr. Jekyll—masculló Nicholas con una mueca de disgusto cuando la exploración empezó de nuevo.
Él conservaba su cabeza agachada, encorvando el hombro como por el dolor, aunque ella sabía que el área debería estar correctamente entumecida en aquel punto.
—No es tan malo. Solo necesitará unos puntos—murmuró el Doctor.—Tuviste suerte, hijo. Estas astillas volantes podrían haber perforado un pulmón.
Miley luchó por controlar la sensación de horror ante el pensamiento. Su estómago se contrajo cuando tragó fuertemente y preparó las suturas que el doctor necesitaría.
—¿Estás bien?—le preguntó Nicholas, en un murmullo, su cabeza todavía agachada.
—Muy bien—dijo ella con una voz espesa. Aún no podía creer que él estuviera sentado allí, que el ataque casi lo hubiera matado. El hecho de que estaba consciente y relativamente ileso la asombraba.—¿Y los demás?—sus ojos se levantaron para mirar al doctor.
Doc Martín gruñó con irritación mientras sacaba otra astilla.—Daños menores. Limb cogió a uno de ellos. El otro fue lanzado dentro de un edificio. Es el que se llevó la peor parte. Si sobrevive podría conseguir sacarle las malditas astillas antes de la próxima semana.
Nicholas se había movido otra vez, girando ligeramente más lejos de Miley.
Ella miró ceñuda su cabeza inclinada. ¿Estaba más herido de lo que había dejado ver? Él estaba actuando tan inusualmente que ella se movió hasta encontrarse cara a cara con él, inclinándose sobre su pecho desnudo para inspeccionar sus heridas.
Ella se congeló de horror mientras él finalmente levantaba la cabeza y lanzaba un suspiró de resignación. Las cicatrices eran horrendas. Grandes líneas cortadas irregularmente entre la carne se extendían de un lado a otro de su oscuro pecho. Una corría sobre un pequeño pezón masculino, las otras entrecruzaban la piel como un mapa loco de violencia. Él no había tenido aquellas cicatrices en los laboratorios. Y ella sabía sobre cicatrices; aquellas eran viejas.
Dayan dijo que él atacó a Nicholas aquella noche. Que él debería estar muerto. Ahora sé por que él estaba tan mal todos esos meses que estuvo en el hospital, Miley. Ellos no me dejaron verlo entonces. Pero las heridas eran terribles. miley recordó a Merinus contando el mal que hizo Dayan cuando intentó matarla junto al niño recién concebido con Callan.
La mirada fija de Nicholas era dura cuando él la miró.
—¿También vas a desmayarte?—le pregunto cautelosamente.—Con Merinus ya he tenido suficiente. No creo que mi hombro pueda soportar otra hembra desmayándose ahora mismo.
Su expresión era salvaje. Sus ojos brillaban intensamente con dolor y furia.
—Miley, necesito aquella gasa—le gritó el Doctor.—Deja de comerte con los ojos este pecho y dámela.
Ella avanzó a trompicones, consciente de que Nicholas lentamente se enderezaba tanto como le permitía el Doctor. Ella le dio la gasa, su mente era un revoltijo de confusión. Nunca había esperado ver semejantes cicatrices en el hombre que había creído invencible durante los meses pasados. Aparte de su propia cólera y emociones confusas, sabía que nunca había imaginado un tiempo en que pudiera concebir que nadie dañara a Nicholas seriamente. No había creído completamente a Merinus hasta ahora.
Estaba de pie allí, incrédula, ayudando al Doctor automáticamente. Dándole lo que necesitaba cuando se lo pedía, luchando contra la culpa y la rabia que la llenaba cada vez que los músculos de él se contraían. Él no gemía o se estremecía; soportaba el dolor como si sólo fuera una pequeña irritación.
—No necesitas demasiados puntos, pero esta herida es un tanto irregular—dijo el Doctor cuando aplicó la última puntada.—Debes permitirle descansar durante un rato, sin embargo. Cambiaré el vendaje diariamente, te daré una inyección para calmarle el dolor esta noche y vigílalo. Si se infecta tendremos dificultades. Y no queremos que esto ocurra.
Nicholas solo gruñó.
Miley se levantó silenciosamente cuando Doc le puso una inyección para el dolor y luego vendó el hombro.
—¿Puedes llevarlo a su habitación?—le preguntó a Miley.—Todos los demás corren de un lado a otro como pollos a los que se les haya cortado la cabeza. Ellos le dejarían regresar mas bien a la lucha antes de acostarlo donde él pudiera recuperar fuerzas.
—Me encargaré de ello—dijo asintiendo con la cabeza firmemente, encontrándose con la sonrisa satisfecha de Nicholas, cuando levantó su cabeza. Maldito fuera, hasta herido tenía que ser un asno burlón.
—Estará bastante aturdido hasta que se duerma. Quédate con él—la mirada de ella voló hacia el doctor mientras empezaba a preparar excusas.
¿Estaba loco? ¿Quedarse con Nicholas? Él era bien consciente del efecto que estar juntos les causaba. Sabía condenadamente bien que lo mismo pasaría en su habitación.
—No me mires así, muchacha—le dijo el Doctor.—Alguien tiene que quedarse con él y no queda nadie más. Ahora sácalo de aquí.
—Vamos, gatita—la voz de Nicholas sonaba cansada cuando él se levantó para ponerse de pie, mientras que con la otra mano se agarraba el brazo herido.—Ven a mimarme toda agradable y tranquila y dejaré que te vayas pacíficamente.
—Quédate con él—volvió a decir el Doc cuando terminó Nicholas de hablar.—Sin discusión.
El mundo estaba contra ella, decidió Miley cuando se colocó al lado de Nicholas, pasando su brazo alrededor de su desnuda cintura.
—Quiero un baño, maldita sea—le informó rígidamente mientras salían de la habitación.—No voy a tocar mi limpia cama tal y como estoy.
Ella suspiró. Sí, el mundo estaba en su contra. Ella rezó para que alguien, cualquiera, estuviera disponible para ayudarle aparte de ella. Entraron en el ascensor y apretó el botón para subir hasta el piso principal donde Nicholas había tomado una habitación. Por suerte, las puertas no se abrirían muy lejos de su cuarto.
—¿Cogiste al bastardo?—le preguntó él cuando entraron en el ascensor.
—Sí. Le gruñí y le mostré algunos dientes. Paso más miedo que si hubiera estado en el infierno. Desearía que al menos enviaran a alguien más entero. Estos mariquitas se desmayan si les sonríes de manera equivocada.
Nicholas gruñó. Él se apoyaba pesadamente contra ella mientras se abrían las puertas, lo que era una indicación de que el analgésico comenzaba a afectarlo.
—Vamos a acostarte—lo condujo del ascensor hacia su habitación.
—El baño primero—le recordó respirando profundamente.—Juro por Dios que este día ha sido un infierno.
Era un nuevo día, pero ella no iba a indicárselo. Eran poco más de las dos de la mañana y el alba no estaba lejos. Ella sabía que él se levantaba antes de las cinco cada mañana y por lo general todavía estaba despierto a medianoche. Trabajaba tan duro, si no más, que cualquiera de su familia.
—Bien, un baño—¿Qué podía pasar? Ella lo metería en la bañera, lavaría su espalda y se aseguraría de estar allí cuando estuviera listo para salir. Ningún trato más. Ella conocía las drogas del Doctor. Lo aturdirían un poco, pero podría ponerse de pie por si mismo.
Ella no anticipó lo que vendría.
Él no podía desabotonar sus vaqueros demasiado ajustados. Su brazo era inútil. Tragando fuertemente, ella los desabotonó con dedos temblorosos, más que consciente de la gruesa protuberancia bajo ellos. Cuidando de mantener sus ojos apartados, se los deslizó junto con los calzoncillos por sus poderosas piernas antes de que él se sentara en la pequeña silla al lado de la bañera para dejarle que desatara sus botas.
Finalmente, gloriosamente desnudo y con movimientos lentos, él fue capaz de entrar en la bañera y apoyar trabajosamente su espalda contra el respaldo. Su cabeza descansaba hacía atrás, mientras sus ojos se le cerraban.
—No puedes dormirte, Nicholas—ella se estremeció mientras observaba la cabeza de su pe/ne oscilar arriba y abajo a lo largo de su abdomen bronceado. Sólo Nicholas podía ponerse duro estando medio muerto. Simplemente era su suerte.
—Estoy despierto—refunfuñó él.—Sólo dame un minuto.
Él levantó su brazo bueno, sus dedos frotaban perezosamente su pecho lleno de cicatrices. Ella siguió la acción, sus ojos mirando fijamente las delgadas cicatrices, su corazón encogiéndose de dolor al pensar lo que él tuvo que sufrir.
—Él me atacó fuera del edificio del laboratorio—dijo Nicholas suavemente, provocando que ella levantara su cabeza, encontrando su mirada.
Sus ojos estaban ahora dilatados y adormecidos.
—Lo siento—ella no sabía que decir. No sabía que sentir.
—El bastardo pensó que podía enterrarme y luego dar media vuelta y marcharse—dijo suavemente aunque su voz palpitaba de cólera y dolor.—Logré salir yo mismo y gatear a través de la maleza. Finalmente me encontraron unos excursionistas. Medio muerto y febril.
Él no le había ordenado su regreso a casa. No hubiera servido de nada y él era lo suficientemente listo para no hacerlo. Daba gracias a Dios por ello. Su cuerpo se amotinaba, y el hecho de que ahora sabía que él era consciente de su excitación física solamente servía para empeorar la situación.
Demasiados años célibes, ése era el problema, intentaba convencerse mientras se movía entre los árboles, consciente del silencio de la noche, de la calma que acariciaba sus sentidos. Esto le recordaba a Nicholas. Todo le recordaba a Nicholas.
Tócame, Miley. Su voz la había acariciado como la brisa más suave cuando su mano agarró su erección, haciendo estremecer su carne con el placer. Él había estado duro, caliente y grueso. Un pe/ne que habría complacido a la mujer más exigente. Y estuvo más que complacida con él.
Ella tembló, su sexo se humedecía solo de pensar lo bien que la había complacido en los laboratorios. Moviéndose dentro de ella, su cuerpo lo había apretado con el esfuerzo por controlar la necesidad de precipitarse en su propia liberación, mientras él la conducía más alto cada vez.
Detente, se ordenó a sí misma suspirando. Recordar solamente la haría más débil, más hambrienta. No podía permitirse estar más hambrienta.
—Miley tenemos movimiento no identificado que se dirige hacia a ti, por el este. ¿Estás segura?
Tamber Mason, una tímida y pequeña miembro de la Especie Leona, habló por el canal de comunicación con una voz llena de tensión, mientras Miley se tranquilizaba contra la amplia base de un árbol.
—¿Cómo de cerca?—susurró Miley mientras comprobaba su reloj. Hacía poco más de una hora que se había escapado de la amenaza de Nicholas.
—A menos de medio kilómetro, moviéndose en diagonal a las tres en punto de donde estás ahora. Un recorrido que siguiendo su actual curso le conduce directamente hacia las puertas traseras del complejo principal—el intercomunicador hizo clic varias veces, mientras el canal seguía emitiendo, para asegurar la privacidad mientras Tamber hablaba.
Miley sacó su arma fácilmente de la pistolera y, comprobando el percutor, se desplazó silenciosamente. Su cuerpo felino estaba listo para cualquier tipo de amenaza que se encontrara. Rápidamente empezó a moverse a la posición indicada.
—Mantenme informada del rumbo y la distancia—murmuró en el micrófono. Se colocó las gafas de visión nocturna sobre los ojos y recorrió con la pantalla del radar el lugar.
Dos pequeños puntos destellaron inmediatamente en un pequeño mapa en la periferia de su ojo derecho. El suyo propio en azul y la fuente desconocida en color rojo. Ella se desplazó a lo largo de la montaña, manteniéndose agachada, caminando entre la densa maleza y el espeso follaje, mientras se dirigía hacía el intruso.
En secreto Tamber había comprobado cada enlace y posición de las Especies que estaban en sus puestos en la montaña. Había un punto de más en movimiento del que debería haber, sin confirmación por parte de los guardias que había comprobado antes de consultar con Miley.
—Todo lo que recojo ahora es una anomalía—dijo Tamber silenciosamente mientras Miley se movía acercándose, mirando cautelosamente la sombra verde fluorescente de las gafas que ahora protegían la parte superior de su rostro.—Pero esto apareció de la nada. Un minuto no había nada, al siguiente estaba allí.
Confiando en la otra mujer para que guardara su espalda, Miley advirtió varios puntos azules moviéndose también en otras posiciones. Rodeando un montículo de altas rocas redondas y grandes, continuó avanzando hacía la anomalía, vigilando cuidadosamente con un ojo el pequeño punto rojo que se deslizaba a lo largo del mapa, acercándose cada vez más a la puerta que conducía al complejo principal. Eso tampoco tenía sentido, era algo incoherente. Habría sido más fácil para un intruso, entrar por muchos otros puntos antes que por la puerta trasera.
Tan suavemente como la brisa, se deslizó agachándose entre el espeso follaje, esquivando fácilmente las ramas superiores que habrían alertado a un rastreador con experiencia que estaba siendo acechado.
Del Consejo o un fanático, eso no importaba, solo seguían intentándolo. Las tentativas para poder entrar en el complejo parecían empeorar con cada noticia que se emitía por televisión. Algunas de las insinuaciones en aquellos llamados informes eran más que insultantes, eran categóricamente peligrosas. Mantenerse al corriente de todos ellos era casi imposible y contrarrestarlos venía siendo cada día más difícil.
Y ellos seguían intentándolo. Las tentativas de matar las nuevas especies humanas parecían ser diarias. Avanzando lentamente acercándose, Miley pasó fácilmente entre unos pinos jóvenes y se movió despacio detrás del intruso. Cuando lo tuvo a la vista, el terror se cernió de un golpe duro y pesado en su corazón.
—Yo no lo haría—ella apuntó su arma automática cuando él se disponía a levantar el lanzamisiles, un tubo largo y cilíndrico, a su hombro.
Él se congeló durante un largo segundo. Ella olió el miedo que irradiaba de su cuerpo al igual que podía sentir su determinación para asesinar.
—Un solo movimiento y te abro la cabeza—le ladró ella.—Tamber, alerta a la casa, mie/rda. Tenemos un lanzamisiles.
No tenía ni idea si podría derribarlo antes de que él lanzara el misil. Su mano estaba en el gatillo, el arma apuntaba a un lugar que golpearía directamente en la casa.
—Evacuar, Tamber. Evacuar—Miley dio la orden de vaciar la casa, escuchando de fondo el caos que hizo erupción en la sala de control.
—¿Vale la pena morir por eso?—le preguntó al atacante, viendo como su mano se cerraba sobre el gatillo.—Puedo arreglarlo, compañero, si bajas el arma ahora.
—Abominaciones…—Su mano se apretó.
Miley disparó inmediatamente, pero antes de que él cayese el gatillo del lanzamisiles se hundió, causando el lanzamiento del misil.
—¡Lanzado! ¡Lanzado!—gritó.—¡Por Dios, salid de la casa ahora! ¡Ahora!
Ella sabía que no habían tenido tiempo para evacuar la casa, ningún modo de conseguir que todo el mundo estuviera a salvo. Corrió hacía el hombre caído, consciente de que no estaba completamente muerto. Sentándose en un instante a horcajadas sobre su espalda, no hizo caso de la sangre que mojaba su hombro y el grito de dolor, cuando ella tiró sus brazos hacía atrás y aseguró sus muñecas con unas esposas de acero antes de ponerse rápidamente en pie.
—Traigan a ese bastardo—gritó a dos de los hombres mientras oía a lo lejos la explosión montaña abajo.—El resto de ustedes, vengan conmigo.
—Tamber, informa—gritó por el intercomunicador, mientras corría montaña abajo.—¡Por Dios, informa!
Podía oír los gritos de fondo cuando las órdenes fueron transmitidas, pero no a Tamber.
—Ningún herido—de repente una voz gritó en su oreja, haciendo que casi tropezase ladera abajo, teniendo ya la casa a la vista.—No tenemos ningún herido. Ningún herido. Misil abortado.
Algo lo había abortado. La montaña poblada con exceso de árboles había salvado sus pellejos. Dos viejos robles con siglos de antigüedad y gruesos troncos ardían en la base de la montaña, el impacto había detonado los explosivos del misil. Las Especies se apresuraban alrededor de los patios, tirando de mangueras con bocas de riego que estaban localizadas en la periferia de la propiedad, para apagar las llamas antes de que prendieran fuego a la montaña entera.
—Comprueba como están todos—clamó Miley por el intercomunicador, mientras daba media vuelta y se apresuraba, deshaciendo el camino por donde había venido.
Mataría al bastardo.
Cuando se acercó a los dos Especies que arrastraban a la figura que chillaba montaña abajo, se permitió un gruñido felino, la furia se escapó entre sus dientes. Ellos se detuvieron, dejando caer su carga y quedándose de pie un poco apartados, mientras ella se acercaba.
Él sollozaba. Como un niño atrapado en alguna indiscreción que sabía que traería un castigo. El bastardo no estaba arrepentido aún, sólo aterrorizado.
—Hola—susurró la palabra con un peligroso gruñido, era como un depredador mientras se encorvaba arrodillándose para mirar fijamente la cara pálida.—¿Qué tenemos aquí? ¿Un pequeño bocado de medianoche?—Mostró sus dientes, viendo como sus ojos se fijaban en los agudos colmillos de ambos lados de la dentadura. Ella era uno de los raros casos con dos hileras llenas de afiladas armas. Conservar los largos colmillos escondidos detrás de pequeñas sonrisas y el pretexto de la timidez no había sido fácil, viviendo en una pequeña ciudad del este de Kentucky, en la que antes habían estado escondiéndose.
No había ninguna necesidad de esconderse ahora. Retiró hacia atrás sus gafas, consciente de que ahora sus ojos brillaban sorprendentemente a luz de la luna llena que brillaba en lo alto.
Él gritó un segundo antes de que sus ojos girasen, echando la cabeza atrás y perdiera el conocimiento. Miley gruño fríamente.
—Arrástralo a las celdas—se levantó mientras daba la orden tajante a los dos guardias.—Estoy segura que Nicholas y Callan le están esperando.
Misiles, ahora. Sacudió la cabeza mientras luchaba por respirar a través de las palpitaciones de su corazón. ¿Cómo diablos había logrado pasar las alarmas externas y llegar tan lejos montaña abajo, antes de que el radar lo detectara?
—Necesito dos unidades más aquí fuera. Necesitamos comprobar las cercas externas, así como las alarmas de seguridad—gritó Miley en el intercomunicador para estar segura de que era oída por encima del alboroto en la sala de comunicaciones.
—Ponte en camino—la voz de Callan llena de furia atronó por el micrófono.—Trae tu cu/lo aquí ahora. Te necesito aquí. Tenemos heridos.
—¿Quién?—el miedo se abatió de golpe sobre su corazón pensando en su familia mientras empezaba a bajar la montaña a paso rápido.
—La metralla causada por la explosión golpeó a varios guardias y Merinus está despotricando sobre ti al estar allí fuera. Regresa aquí y apacíguala. No necesito que tenga el bebé antes de lo debido.
Lo que significaba que Merinus estaba más que enfadada. Lo que significaba que era alguien cercano a Merinus…
—¿Dónde está Nicholas?—ella respiró duramente.
Se hizo el silencio.
—Oh, Dios—sus rodillas se debilitaron debido al miedo. Reuniendo su fuerza, Miley corrió hacía abajo el resto de montaña, hasta la puerta abierta que la esperaba.
Ella no podía pensar, no podía respirar. Rechazó reconocer el dolor abrasador que se instaló en su pecho y que hizo que quisiera aullar por el sufrimiento. Ignoró la desesperación, no hizo caso al miedo y corrió todo lo que podía para regresar a casa y a su compañero.
*****
—Demonios del infierno, si no dejas de hurgar en mí voy a romperte los dedos—lanzó Nicholas a Doc Martín cuando él le arrancaba un larga astilla de madera de su hombro, restañando la sangre con una gasa gruesa.
La carne del hombro estaba toda desgarrada y manando sangre, mientras Doc trabajaba para limpiar el área.
Miley se paró dentro de la bien equipada sala médica y contempló las heridas llena de horror. El músculo liso, perfecto, se apretó dolorosamente cuando el Doctor insertó otra inyección de anestésico para amortiguar el dolor antes de sacar más astillas de madera de la carne.
Las heridas nunca la habían afectado en particular. Había estado ayudando al Doctor durante años con las de Callan y a menudo también con Taber. Pero viendo a Nicholas, su perfecta carne rasgada y tratada tan brutalmente, sintió amenazadoras nauseas en el estómago.
—Miley, necesito más vendas—le gritó Doc cuando ella hizo una pausa detrás de él.—He tenido casi que sedar a Merinus cuando ha visto esto y todos los demás están ocupados.
Apresurándose a ir al fregadero, Miley rápidamente se lavó a fondo las manos y los brazos, enjuagándolas y secándolas antes de volver de prisa a la camilla. Quedándose frente de Nicholas, preparó las gasas, mirando fijamente los utensilios y el pequeño cubo de metal lleno de fragmentos de madera.
—Maldito Dr. Jekyll—masculló Nicholas con una mueca de disgusto cuando la exploración empezó de nuevo.
Él conservaba su cabeza agachada, encorvando el hombro como por el dolor, aunque ella sabía que el área debería estar correctamente entumecida en aquel punto.
—No es tan malo. Solo necesitará unos puntos—murmuró el Doctor.—Tuviste suerte, hijo. Estas astillas volantes podrían haber perforado un pulmón.
Miley luchó por controlar la sensación de horror ante el pensamiento. Su estómago se contrajo cuando tragó fuertemente y preparó las suturas que el doctor necesitaría.
—¿Estás bien?—le preguntó Nicholas, en un murmullo, su cabeza todavía agachada.
—Muy bien—dijo ella con una voz espesa. Aún no podía creer que él estuviera sentado allí, que el ataque casi lo hubiera matado. El hecho de que estaba consciente y relativamente ileso la asombraba.—¿Y los demás?—sus ojos se levantaron para mirar al doctor.
Doc Martín gruñó con irritación mientras sacaba otra astilla.—Daños menores. Limb cogió a uno de ellos. El otro fue lanzado dentro de un edificio. Es el que se llevó la peor parte. Si sobrevive podría conseguir sacarle las malditas astillas antes de la próxima semana.
Nicholas se había movido otra vez, girando ligeramente más lejos de Miley.
Ella miró ceñuda su cabeza inclinada. ¿Estaba más herido de lo que había dejado ver? Él estaba actuando tan inusualmente que ella se movió hasta encontrarse cara a cara con él, inclinándose sobre su pecho desnudo para inspeccionar sus heridas.
Ella se congeló de horror mientras él finalmente levantaba la cabeza y lanzaba un suspiró de resignación. Las cicatrices eran horrendas. Grandes líneas cortadas irregularmente entre la carne se extendían de un lado a otro de su oscuro pecho. Una corría sobre un pequeño pezón masculino, las otras entrecruzaban la piel como un mapa loco de violencia. Él no había tenido aquellas cicatrices en los laboratorios. Y ella sabía sobre cicatrices; aquellas eran viejas.
Dayan dijo que él atacó a Nicholas aquella noche. Que él debería estar muerto. Ahora sé por que él estaba tan mal todos esos meses que estuvo en el hospital, Miley. Ellos no me dejaron verlo entonces. Pero las heridas eran terribles. miley recordó a Merinus contando el mal que hizo Dayan cuando intentó matarla junto al niño recién concebido con Callan.
La mirada fija de Nicholas era dura cuando él la miró.
—¿También vas a desmayarte?—le pregunto cautelosamente.—Con Merinus ya he tenido suficiente. No creo que mi hombro pueda soportar otra hembra desmayándose ahora mismo.
Su expresión era salvaje. Sus ojos brillaban intensamente con dolor y furia.
—Miley, necesito aquella gasa—le gritó el Doctor.—Deja de comerte con los ojos este pecho y dámela.
Ella avanzó a trompicones, consciente de que Nicholas lentamente se enderezaba tanto como le permitía el Doctor. Ella le dio la gasa, su mente era un revoltijo de confusión. Nunca había esperado ver semejantes cicatrices en el hombre que había creído invencible durante los meses pasados. Aparte de su propia cólera y emociones confusas, sabía que nunca había imaginado un tiempo en que pudiera concebir que nadie dañara a Nicholas seriamente. No había creído completamente a Merinus hasta ahora.
Estaba de pie allí, incrédula, ayudando al Doctor automáticamente. Dándole lo que necesitaba cuando se lo pedía, luchando contra la culpa y la rabia que la llenaba cada vez que los músculos de él se contraían. Él no gemía o se estremecía; soportaba el dolor como si sólo fuera una pequeña irritación.
—No necesitas demasiados puntos, pero esta herida es un tanto irregular—dijo el Doctor cuando aplicó la última puntada.—Debes permitirle descansar durante un rato, sin embargo. Cambiaré el vendaje diariamente, te daré una inyección para calmarle el dolor esta noche y vigílalo. Si se infecta tendremos dificultades. Y no queremos que esto ocurra.
Nicholas solo gruñó.
Miley se levantó silenciosamente cuando Doc le puso una inyección para el dolor y luego vendó el hombro.
—¿Puedes llevarlo a su habitación?—le preguntó a Miley.—Todos los demás corren de un lado a otro como pollos a los que se les haya cortado la cabeza. Ellos le dejarían regresar mas bien a la lucha antes de acostarlo donde él pudiera recuperar fuerzas.
—Me encargaré de ello—dijo asintiendo con la cabeza firmemente, encontrándose con la sonrisa satisfecha de Nicholas, cuando levantó su cabeza. Maldito fuera, hasta herido tenía que ser un asno burlón.
—Estará bastante aturdido hasta que se duerma. Quédate con él—la mirada de ella voló hacia el doctor mientras empezaba a preparar excusas.
¿Estaba loco? ¿Quedarse con Nicholas? Él era bien consciente del efecto que estar juntos les causaba. Sabía condenadamente bien que lo mismo pasaría en su habitación.
—No me mires así, muchacha—le dijo el Doctor.—Alguien tiene que quedarse con él y no queda nadie más. Ahora sácalo de aquí.
—Vamos, gatita—la voz de Nicholas sonaba cansada cuando él se levantó para ponerse de pie, mientras que con la otra mano se agarraba el brazo herido.—Ven a mimarme toda agradable y tranquila y dejaré que te vayas pacíficamente.
—Quédate con él—volvió a decir el Doc cuando terminó Nicholas de hablar.—Sin discusión.
El mundo estaba contra ella, decidió Miley cuando se colocó al lado de Nicholas, pasando su brazo alrededor de su desnuda cintura.
—Quiero un baño, maldita sea—le informó rígidamente mientras salían de la habitación.—No voy a tocar mi limpia cama tal y como estoy.
Ella suspiró. Sí, el mundo estaba en su contra. Ella rezó para que alguien, cualquiera, estuviera disponible para ayudarle aparte de ella. Entraron en el ascensor y apretó el botón para subir hasta el piso principal donde Nicholas había tomado una habitación. Por suerte, las puertas no se abrirían muy lejos de su cuarto.
—¿Cogiste al bastardo?—le preguntó él cuando entraron en el ascensor.
—Sí. Le gruñí y le mostré algunos dientes. Paso más miedo que si hubiera estado en el infierno. Desearía que al menos enviaran a alguien más entero. Estos mariquitas se desmayan si les sonríes de manera equivocada.
Nicholas gruñó. Él se apoyaba pesadamente contra ella mientras se abrían las puertas, lo que era una indicación de que el analgésico comenzaba a afectarlo.
—Vamos a acostarte—lo condujo del ascensor hacia su habitación.
—El baño primero—le recordó respirando profundamente.—Juro por Dios que este día ha sido un infierno.
Era un nuevo día, pero ella no iba a indicárselo. Eran poco más de las dos de la mañana y el alba no estaba lejos. Ella sabía que él se levantaba antes de las cinco cada mañana y por lo general todavía estaba despierto a medianoche. Trabajaba tan duro, si no más, que cualquiera de su familia.
—Bien, un baño—¿Qué podía pasar? Ella lo metería en la bañera, lavaría su espalda y se aseguraría de estar allí cuando estuviera listo para salir. Ningún trato más. Ella conocía las drogas del Doctor. Lo aturdirían un poco, pero podría ponerse de pie por si mismo.
Ella no anticipó lo que vendría.
Él no podía desabotonar sus vaqueros demasiado ajustados. Su brazo era inútil. Tragando fuertemente, ella los desabotonó con dedos temblorosos, más que consciente de la gruesa protuberancia bajo ellos. Cuidando de mantener sus ojos apartados, se los deslizó junto con los calzoncillos por sus poderosas piernas antes de que él se sentara en la pequeña silla al lado de la bañera para dejarle que desatara sus botas.
Finalmente, gloriosamente desnudo y con movimientos lentos, él fue capaz de entrar en la bañera y apoyar trabajosamente su espalda contra el respaldo. Su cabeza descansaba hacía atrás, mientras sus ojos se le cerraban.
—No puedes dormirte, Nicholas—ella se estremeció mientras observaba la cabeza de su pe/ne oscilar arriba y abajo a lo largo de su abdomen bronceado. Sólo Nicholas podía ponerse duro estando medio muerto. Simplemente era su suerte.
—Estoy despierto—refunfuñó él.—Sólo dame un minuto.
Él levantó su brazo bueno, sus dedos frotaban perezosamente su pecho lleno de cicatrices. Ella siguió la acción, sus ojos mirando fijamente las delgadas cicatrices, su corazón encogiéndose de dolor al pensar lo que él tuvo que sufrir.
—Él me atacó fuera del edificio del laboratorio—dijo Nicholas suavemente, provocando que ella levantara su cabeza, encontrando su mirada.
Sus ojos estaban ahora dilatados y adormecidos.
—Lo siento—ella no sabía que decir. No sabía que sentir.
—El bastardo pensó que podía enterrarme y luego dar media vuelta y marcharse—dijo suavemente aunque su voz palpitaba de cólera y dolor.—Logré salir yo mismo y gatear a través de la maleza. Finalmente me encontraron unos excursionistas. Medio muerto y febril.
Catch Me cap: 3
Su mandíbula casi golpeó el
suelo cuando él se dio la vuelta y volvió a entrar en la cocina. ¿Qué no
le hiciera ir a buscarla? Pensó incrédulamente. Hijo de pu/ta, iba a
matarle.
Entrecerrando los ojos se dirigió rápidamente a su habitación. Se cambió velozmente, vistiéndose con unos cómodos pantalones negros y una camisa deportiva ajustada. Se colocó el cinturón de la pistolera en la cadera, ató la daga a su muslo, se recogió el pelo bajo la gorra negra de béisbol y salió furtivamente de la casa. Le permitiría que viniera a buscarla. Se iba a encontrar un infierno mayor que el que esperaba.
Por una vez, no se encontraba acompañado de su nueva compañera y esposa, Roni. Es más, se dedicaba a vigilar a Nicholas con esos extraños ojos verdes, con un indicio de censura observándose en sus profundidades.
— ¿No tienes miedo de que Roni se niegue a aceptar tu decisión de alejarla de su familia? —Nicholas volvió en sí, expresándose con la misma educación.— Yo no te digo a ti como manejar a tu compañera, Taber. No trates de decirme como manejar a la mía.
Los labios de Taber se elevaron, mostrando los peligrosos caninos de su boca. Nicholas sonrió burlonamente.
— Es más erótico cuando Miley los enseña. No te tomes la molestia de tratar de intimidarme, niño gato. Simplemente trato de ser suave contigo porque eres lo suficientemente susceptible como para ofenderte y no quiero perder el tiempo necesario para limpiarme los puños contigo.
Nicholas se levantó lentamente de la silla, recogiendo su taza se encaminó hacia la cafetera, esperando tener la paciencia necesaria para hablar con Taber. De todos los machos de las Especies, Taber era el más temperamental. Y Nicholas creía que fue precisamente su suerte la que había resuelto que fuera él quien interviniera y le recriminara su comportamiento con Miley.
— ¿Liarte a puñetazos conmigo? —gruñó Taber.— Lo haces sonar como una sesión de lucha. Podría arrancarte la garganta, Nicholas.
— Podrías intentarlo —Nicholas se sirvió el café y contraatacó, con el cansancio avanzando lentamente en su mente.
Parecía que llevaba despierto meses. La necesidad sexual le despertaba todas las noches, manteniéndole alejado del sueño y consumiéndole la paciencia.
Cuando Taber no contestó, Nicholas se dio la vuelta, levantando una ceja y esperó. Los machos de las Especies podían ser imprevisibles en el mejor de los días; aunque hacían un trabajo admirable evitando la violencia, era consciente de que el potencial estaba allí.
Taber cambió de posición, fijando su mirada durante un segundo, su espeso y oscuro cabello cayó por su cara antes de que se inclinara descuidadamente hacia atrás y se girara de regreso para afrontar a Nicholas.
— Estaba allí cuando se dio cuenta de que no ibas a volver. Estaba allí cuando perdió ese niño y casi murió —rugió Taber.— No fuiste. Estoy cansado de verte lastimarla, Nicholas. Déjala.
— Vuelve con tu compañera y utiliza con ella tus trucos de gatito —replicó Nicholas, aumentando su enojo mientras el otro hombre le observaba.— ¿Crees que no me imagino el infierno que atravesó, tú, ronroneante saco de genética alterada? ¿Crees que hay una oportunidad en el infierno que haga que le permita seguir torturándonos por ese terco orgullo? Coge esta pista, Reynolds. Ni un momento más.
El cuerpo de Taber se movió peligrosamente, sus ojos brillaron intensos con una furia que los transformó en jade y un gruñido retumbó en su pecho.
— Eres un bastardo de mente ágil, Tyler. Date por afortunado de ser el cuñado de Callan y el compañero de Miley o te mataría por eso.
Nicholas bufó.
— No dejes que eso te impida intentarlo. Estoy seguro de que Merinus te perdonaría rápidamente —colocó la taza en la pequeña mesa del centro y se giró para pelear. Pronto estaría dándole de patadas en el cu/lo a esa pantera arrogante que le observaba en ese mismo momento.
— Déjala, Nicholas —le ordenó de nuevo.— No tienes que quedarte tanto tiempo pegado a su cu/lo.
— Todavía tengo que montar su cu/lo —dijo Nicholas sonriendo entre dientes.—Y cuando lo haga, no estarás invitado a mirar. A diferencia de tu otro hermano, no necesito audiencia ni ayuda ninguna.
Las practicas sexuales de Tanner estaban descontroladas, pero no más que lo que lo estaba la libido de Nicholas. Si no metía a Miley en una cama rápidamente, le iban a dar el certificado de demente.
— Esto no va de Tanner —le recordó Taber furioso.— Se trata de Miley. Y te advierto…
— No cometas ese jo/dido error —la voz de Nicholas bajó peligrosamente.— No trates de hacerme una advertencia de mie/rda, Taber, porque entonces pelearemos. Ella es mi mujer, mi compañera, mi asunto. Métete en tus propios asuntos y mantente alejado del infierno de los míos.
— La vas a matar —el gruñido sonó más profundo, más rudo.—No te dejaré continuar con esto, Nicholas.
— Te desafío a que me detengas —se burló Nicholas.— Patearé tu cu/lo de gato por toda la cocina, Taber, si lo intentas.
— Muy bien, niños, acaben con este infierno —dijo Roni apareciendo por la puerta, con las manos en las curvilíneas caderas, los azules ojos brillando con cólera cuando recorrió con la mirada a su compañero.— ¿Qué demonios pasa con los dos? No es momento de esto.
— Roni, esto no es asunto tuyo —advirtió Taber suavemente, mientras Nicholas negaba con la cabeza, mientras elevaba la mano irritado hasta el puente de su nariz.
— Señor sálvame —murmuró Nicholas.— ¿Está la fase lunar en un lugar jod/idamente incorrecto o algo así? ¿Algo parecido a un extraño síndrome premenstrual que afecta a los machos Felinos? —preguntó enfrentándose a Taber.— Hombre, el apareamiento no ha enfriado nada tu cu/lo.
Empujaba al otro hombre y Nicholas lo sabía. Lo sabía y rehusaba echarse atrás. Estaba cansado de escucharle refunfuñar, gruñir y el resentimiento general que recibía de él la mayoría de las veces.
— ¡Taber! —gritó Roni agarrando el brazo de su compañero un segundo antes de que brincase hacia Nicholas.
Nicholas mostró una lenta y fría sonrisa en sus labios.
— Déjale Roni. Te entregaré su pellejo más tarde.
— Maldito seas, Nicholas, cierra esa endiablada boca —gritó Roni cuando Callan, Merc, Tanner y unos cuantos más entraron en la cocina, deteniéndose sorprendidos ante la escena que se encontraron.
— ¿Qué diablos pasa aquí?—preguntó Callan suavemente, haciendo que su voz retumbara, con su mirada ámbar nada complacida.
— Oye, Garfield, este hermano tuyo cree que puede ordenarme que deje a mi compañera puesto que él es un feliz y ronroneante niño gato con la suya. Quizá deberías aconsejarle de otra manera—Nicholas apoyó la cadera contra la pequeña mesa, aunque observó a la furiosa pantera cuidadosamente.— Simplemente le estoy diciendo que puede besarme el maldito cu/lo hasta el infierno ida y vuelta porque es jod/idamente imposible que la deje—dirigió su nada educado comentario a la gruñona pantera en cuestión.
Roni había colocado su cuerpo delante de su compañero, y sujetó aún más fuerte sus brazos.
— Callan, haz algo—recurrió al líder de la Manada cuando su compañero le ordenó en voz baja que le soltara inmediatamente.
Nicholas observó a su cuñado por el rabillo del ojo, vio la tensión que mostraba la cara del otro hombre, la indecisión. Tanner negó con la cabeza y masculló por lo bajo algo que hizo que Callan le lanzara una aguda mirada.
— Nicholas, déjala ir—dijo finalmente de manera significativa.— Simplemente date la vuelta y márchate, hombre. Por todos nosotros.
Había rendida resignación en la voz de Callan, una tristeza que hizo que los instintos de Nicholas reaccionaran violentamente.
—¿Por qué?—preguntó Nicholas suavemente.— No la dejaré ir, Callan, como tú no dejarías ir a Merinus…
— Callan no destruyó a Merinus—dijo Taber con una primitiva furia.— No te observaré destruirla de nuevo, Nicholas. Vete al infierno hasta que esto sea más fácil para ella. Ahora, antes de que tengamos que echarte a la fuerza.
Ahora fue Nicholas el que mostró los dientes.
— Roni, será mejor que le sujetes fuerte—le dijo a ella suavemente.— Porque puedo enseñarle a tu pequeño gato algunos modales.
Nicholas no pudo entender su furia más de lo que entendía la de Taber, pero le fue imposible no observar el asesinato en los ojos del hombre cuando éste dejó de lado a su esposa y le enfrentó.
Girando, Nicholas cambió inmediatamente de posición para enfrentarle, mientras los demás saltaban asustados entre ellos. Tanner y Merc agarraron a Taber, mientras Roni gritaba alarmada y Callan se colocaba delante de Nicholas.
— Basta—no había cólera en la voz de Callan, ni resentimiento. En lugar de eso le observaba apesadumbrado.— El derramamiento de sangre no arreglará esto, Nicholas. Pelear no lo arreglará.
— Ella es mía—dijo Nicholas mordiendo las palabras.
— Y por esa razón me he mantenido apartado, de la misma manera que Tanner y Dawn lo han hecho, mientras la veíamos sufrir desde que llegaste—dijo quedamente.— Para Taber es una lucha más dura. Para que lo sepas, fue Taber el que la encontró desangrándose cuando involuntariamente abortó. Fue Taber el que escuchó su llanto y las que hubieran sido sus últimas palabras si no hubiera actuado tan rápidamente como lo hizo. Fue a Taber, Nicholas, al que ella le rogó que la dejara morir porque no podría vivir sin ti o sin su hijo. Y fue Taber el que juró vengarla. No puedes borrar ocho años de dolor, furia y odio simplemente porque fue un malentendido.
Nicholas clavó los ojos en él en estado de shock, antes de que sus ojos se giraran hacia la furiosa mirada de Taber que le atravesaba. Sus manos se abrieron y se cerraron, su mandíbula se tensó con agonía.
— La amo—dijo, con voz tensa, sintiendo un dolor en el pecho al darse cuenta de su afirmación.— Siempre la he amado, y sus amenazas no van a cambiar eso. Ni lo hará su odio. Lo mismo que no va a cambiar el hecho de que no me voy y no la dejo. Cada uno de ustedes se tienen que ir acostumbrando a eso.
Salió de la habitación, su propia cólera, su propio dolor, abrumándole. Necesitaba ver a Miley, para asegurarse de que todavía vivía llevándole, empujándole… Destruyéndole...
*****
La noche era su amiga. Miley se movió a lo largo de la montaña sobre la hacienda de las Especies. Ella a menudo daba por sentado la clara visión que poseía en la oscuridad. Podía ser tan perfecta como a la luz del día, a pesar de la falta de iluminación procedente del cielo sin luna. Se encontraba cómoda en la oscuridad. Un lugar para esconderse e intentar ponerle sentido a las crecientes demandas de su cuerpo.
Las demandas que Nicholas hacía eran cada vez peores. Luchó contra la inexplicable conciencia que crecía dentro de ella diariamente. Luchó contra su necesidad de tocarle, no por hambre o lujuria, sino solamente para asegurarse a sí misma que él estaba allí. Que él vivía. Que él respiraba. Luchaba contra esto hasta el punto de que temía incluso el contacto más ligero entre ellos, porque esto hacía más difícil cada día el negar el frágil lazo que ella podía sentir formándose dentro de su alma.
El frío era más que bienvenido ahora. El borde crujiente, afilado de la temperatura ayudaba a aclarar su cabeza, a agarrarse a sus defensas. Ella podía resistir mejor las temperaturas que el resto de su familia. Aunque no tenía la piel peluda del leopardo de nieve, tenía una tolerancia para el clima frío que el resto de las Especies no tenía. Aunque el calor que surgía dentro de ella podía tener mucho que ver.
El calor copulativo estaba peor de lo que incluso había pensado que podía ser. Como si la presencia de Nicholas en cierta forma hubiera avivado los fuegos más ardientes dentro de ella. Su lengua estaba hinchada ahora; las glándulas en los lados estaban inundadas, pulsando por la necesidad de soltar la rica hormona contenida dentro de ellas.
Esto la había sobresaltado, el conocimiento de que ella estaba exteriorizando alguna de las características de los varones. Su consorte no era uno de las Especies. La hormona afrodisíaca propulsaría su sexualidad más alta, como lo haría con la de ella. Cerró sus ojos ante ese pensamiento. Doc Martin la había advertido que esto seria como llenar a Nicholas de súper Viagra, asegurándose de que él podía funcionar lo suficientemente a menudo como para asegurar la concepción.
El pensamiento de Nicholas perpetuamente duro era más de lo que ella podía profundizar. Demonios, él mantenía una erección ahora la mayoría de las veces. Cada vez que le veía, sus ojos refulgían con excitación y la protuberancia de sus pantalones parecía ponerse más grande. Tentándola. Oh señor, cómo la tentaba.
Se relamió los labios mientras se abría camino a lo largo de la montaña. Recordó claramente la dureza de acero que crecía entre sus muslos. La forma y el largo, el espesor de la carne, la percepción de él. Ella quiso gemir de necesidad ante el recuerdo de su sabor cuando se corrió pulsando a través de su lengua y bajo su garganta. O la percepción de él empujando entre sus muslos. Su co/ño lloró al pensar en aquello.
Miley apretó sus dientes y se mantuvo en movimiento. Estaría condenada si cedía en esto. Ella podía ver a Nicholas, tan dominante y autoritario como cualquiera de los miembros de las Especies. Él se convertiría en el mismo tipo de monstruo que Callan y Taber.
Ella bufó. Como si pudiera sobrevivir estando recluida en esa casa mientras el peligro crecía alrededor de ellos. En las pasadas dos semanas allí hubo tres intentos de romper los perímetros exteriores de la cerca de seguridad que corría alrededor de la montaña. Ellos aún tenían que atrapar a quienquiera que hubiera tratado de romper la seguridad, sin embargo. Miley no se podía imaginar escondiéndose dentro de los confines de la hacienda durante tanto tiempo. Callan y Taber habían perdido ambos sus mentes en sus intentos por proteger a Merinus y Roni. Esto la volvería loca.
Ella no podía detener su lamento por no poder concebir, su pena por la pérdida del niño que una vez había llevado. Su vientre se flexionó como advertencia, un preludio para los duros espasmos que sabía llegarían pronto… la demanda de su cuerpo para que una nueva vida fuera creada, que la concepción fuera permitida. Ella había destruido cualquier oportunidad de eso en sus años anteriores de ignorancia. Y ella se estaba cansando de luchar con Nicholas y contra el calor que crecía dentro de ella.
Él era su compañero. Ella supo esto desde que reconoció la profundidad de la verdadera unión entre Merinus y Callan. Esto no hizo la situación más fácil para manejarla. Para saber que él era el único hombre al que ella podría permitirle tocarla, abrazarla, no podría ser de buen agüero para su futuro.
— ¿Puedes ser aun mas terca, Miley?—La voz rota de Nicholas en el enlace de comunicación en su oreja la hizo tensarse mientras hacía una pausa en su camino montaña arriba.
Con una silenciosa maldición ella colocó los prismáticos de la parte superior de su cabeza sobre sus ojos y activó el preciso localizador. Ella rezó para que él estuviera en el edificio de comunicaciones en vez de capitaneando arriba en la montaña. Maldición. Ahí estaba él. Observó su único localizador mientras éste se movía firmemente más cerca de ella. El otro miembro de las Especies que patrullaba estaba retrocediendo, dándole vía libre mientras él iba directamente hacia ella.
— Probablemente podría—gruñó ella por la frustración.
Ella podía sentir la anticipación aumentando en ella ahora. Como si su voz hubiera activado un interruptor que hacía que su cuerpo supiera que él se acercaba. Sus pechos estuvieron repentinamente sensibilizados, inflamados otra vez, los pezones empujaban contra el material de su top mientras hacia una pausa y se sentaba en una roca redonda, grande, musgosa. No serviría de nada huir de él. Era asombrosamente persistente.
Miley tomó aire profundamente, atrapando la débil huella de su perfume mientras él se acercaba a ella. Sus ojos se cerraron en respuesta al torrente de sangre que comenzó a resollar con furia a través de sus venas. Él olía delicioso, oscuro y excitante, su lujuria desbordando peligrosamente por su olor acalorado.
Él sería duro, pensó con un suspiro. Su po/lla presionaría apretada contra sus pantalones vaqueros, desafiándole a que lo soltara, para que le tomara como ella lo necesitaba. Sacudió la cabeza ante este pensamiento. Su autocontrol flaqueaba. La falta de sueño y el creciente calor comenzaban a tomarse su precio en ella.
Miley apartó el micrófono del enlace del comunicador de su cara, aislando a los demás de cualquier cosa que ella dijera. Los audífonos estaban todavía en posición, sin embargo, y ella era capaz de mantenerse en contacto con los otros guardas así como también con el centro de comunicaciones. Se quitó de encima las gafas mientras veía la marca de Nicholas en el localizador acercándose firmemente. Él sabia dónde estaba ella. El receptor pequeño abrochado en la parte de atrás de sus pantalones vaqueros le permitía ser rastreada fácilmente por las gafas computarizadas que la fuerza de seguridad de las Especies usaba. Ella puso sus gafas en el bolsillo de su cinturón y esperó a Nicholas. La noche de invierno se llenó repentinamente de un calor bochornoso, evocativo que le pen/etró hasta los huesos y le hizo querer relajarse en el toque que ella sabía que Nicholas estaría ansioso por darle. Él podría estar más loco que el infierno, pero cuando él se introdujo el área donde estaba la roca grande y redonda en la que ella se sentaba, su lujuria se enrolló en sus sentidos como una ola de lava ardiente de hambre.
— No te tomé por una cobarde, Miley—Las primeras palabras que salieron de su boca pusieron el pelo detrás de su cuello erizado por la furia. Ella fue incapaz de contener el bajo gruñido de cólera que vibró en su pecho.
— Hay una diferencia entre la cobardía y la indiferencia, Nicholas—mordió ella mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, observando mientras él se acercaba.— No te tengo miedo en lo más mínimo. ¿Por qué me seguiste hasta aquí arriba? Cualquier cosa que tengas que decirme pudo haber pasado a través del comando.
— ¿De verdad?—gruñó él mientras se detenía a centímetros de ella.— ¿De verdad quieres que el resto del equipo me escuche mientras te digo simplemente lo duramente que tengo la intención de golpear tu trasero por irte así? ¿Y hasta dónde tengo la intención de tener mi po/lla enterrada en tu co/ño resbaladizo mientras hago eso?
Ella se hubiera sentido insultada si la imagen repentina que pasó como un relámpago por su cabeza no hubiera aumentado el pulso en su co/ño en respuesta. ¿Pulsando? Infiernos, palpitaba como una herida abierta y cruda, implorando ser llenada. Pero eso no quería decir que ella tenía que dejarle saber eso.
— ¿Oh, no eres valiente?—ella levantó una ceja desdeñosamente. Estaría condenada si no se tomaba la molestia de enojarse realmente. Como si necesitara que la sangre se apresurara más duro en su clít/oris, llevando los vestigios débiles de la hormona que escapaba de las glándulas en su lengua hacia el resto de su cuerpo rápidamente.— Sabes, Nicholas, podría arañar tus ojos fácilmente. Soy un Felino. ¿Recuerdas?
Él gruñó sarcásticamente.
— Pretenderé ser tu lobo y te comeré entonces—él disparó.— Ábrete.
Su brazo se movió antes de que ella pudiera pensar, su mano se dirigió a su cara. Increíblemente, él la atrapó un segundo antes del impacto.
— Estás fuera de línea—ella explotó furiosa.— Estoy harta de oírte gruñir y de tus velados insultos, Nicholas.
— Y yo estoy malditamente harto y cansado de ser atacado física y emocionalmente por una gata del infierno que no tiene el sentido común de cuidarse—él gruñó en respuesta.— ¿Piensas que no he aprendido lo que has pasado todos estos años, Miley? ¿Lo malo que se hace el calor y su duración aunque tú te empeñes en negarlo? Pudiste haberme encontrado en cualquier momento.
La rabia brillaba intensamente en sus ojos ahora. El azul profundo relumbraba con furia mientras sus labios se apretaban. Esto la excitó, la enfureció.
— Oh, sí, realmente iba a hacer eso—ella sacudió con fuerza su brazo hacia atrás, su cuerpo zumbando, su corazón doliendo aún por ese toque.— Ir llorando a ti por este complejo, creyendo que tú me habías traicionado, para empezar. Iba simplemente a marchar hasta tu puerta y pedirte dulcemente que me foll/aras y me lo hicieras más fácil. Aun si hubiera sabido lo que era el calor, no había ni una sola oportunidad en el infierno de que sucediera—mantener su voz baja, conservar la furia moderada detrás de un rudo gruñido fue una de las cosas más duras que ella alguna vez había hecho en su vida. Ella necesitaba gritar, enfurecerse, golpear y lastimarle tanto como ella había sido herida cuando ella creyó que él la había abandonado.
— Sabías que yo sencillamente no me alejaría de ti, Miley—él no se echaba atrás. Estaba directamente frente a su rostro, el calor de su cólera y su lujuria enrollándose alrededor de ella como cadenas invisibles mientras sus manos agarraban sus brazos.
Su carne ardió en la de ella. Ella pudo sentir cada uno de sus dedos, cada célula cuando ellos entraron en contacto con su cuerpo y se volvió desproporcionadamente sensibilizada. Ella peleó inhalar suficiente aire como para aclarar su cabeza, reforzar su autocontrol, pero todo lo que ella podía oler era a Nicholas y su caliente lujuria masculina.
Miley clavó los ojos en él, aspirando el perfume de él, intoxicada por la repentina necesidad, abrumadora de tocarle. Eso la hacía temblar, se dio cuenta. La miraba fijamente de manera que ella pensó que quería sacudirla hasta dejarla sin sentido. Sus ojos se estrecharon, se oscurecieren y apretaron sus mejillas, sus labios usualmente sensualmente y llenos se contrajeron en una línea delgada de cólera. Y ella quiso su beso.
Su lengua latió mientras se esforzaba por alejarse de él. Ella podría saborear la hormona llenando su boca mientras las glándulas inundadas comenzaron a llenar y requerir ser compartidas.
— Apártate de mí—ella trató de empujarle hacia atrás, negar la necesidad y el hambre que barría todo a través de ella y la furia que se demoraba justo bajo la superficie.— Si te hubiera importado, entonces me habrías llevado contigo cuando te lo rogué, Nicholas, pero en vez de eso me dejaste—incluso ella estaba sorprendida por el sonido gutural de su voz, el dolor inesperado y rudo que resonaba en ella.
— ¿Dios mío, piensas que no me odio lo suficientemente a mí mismo por eso, Miley?—sus ojos eran tristes, llenos con su propio dolor, su propio arrepentimiento.— ¿Piensas que no he rezado literalmente por volver atrás y actuar de modo diferente? ¿Por asegurarme de que salías de allí?
Él la soltó, como si no pudiera aguantar tocarla más. Sus manos se abrieron camino entre las cortas hebras de su grueso pelo mientras él soltaba una respiración rota. Él luchaba por controlarse tanto como ella.
— Mira, Nicholas—miley se movió hacia atrás, luchando por respirar a través de las emociones que rasgaban a través de ella y que el emitía.— Es demasiado tarde para volver atrás, y ha pasado demasiado para seguir adelante…
— Y un infierno que ha pasado demasiado—gruñó él mirándola fija e implacablemente. ¿Piensas que busqué todos estos años, Miley, arriesgando mi vida y la de mi familia y me conduje a mí mismo hacia la locura para que así tú me pudieras alejar como si nada de esto fuera malditamente importante?—una ruda risa hizo eco a través de la noche.— No lo creo, nena. Y creo que tú también sabes que eso no va a ocurrir. De otra manera, tú no estarías corriendo como un pequeño gato asustado en la dirección opuesta cada vez que me acerco.
Su voz había aumentado, pero aún más, él se había movido. Miley se alejó, dándose cuenta de que se estaba retirando un segundo antes de que se topara con una roca grande detrás de ella.
— Trato de ser sensata—ella mordió.— Algo que tú no eres, Nicholas. No tienes ni idea de lo que podría ocurrir. No sabes cómo esto te podría afectar…
— Sé cómo me afectas tu—él gruñó.— Sé que mi po/lla está como el acero en mis pantalones el noventa por ciento del tiempo, estoy ardiendo por entrar en ti. Sé que cada vez que veo un arañazo en tu piel quiero matar a alguien. Una magulladura me pone rabioso. Recuerdo cada jod/ida cosa que ocurrió aquella noche en ese laboratorio, nunca lo he superado, Miley. Nunca lo he olvidado. Y, por Dios, nunca me rendí. Tú te rendiste.
— Yo lo acepté—áspera, ronca, su voz reflejó todo el dolor y la furia de los años pasados.— Y ahora es tu turno, Nicholas. Es hora de aceptar que ha terminado. Se acabó la noche en que esos bastardos me violaron… Oh, Dios—ella presionó su mano sobre su boca cuando le observó palidecer, observó el dolor que cruzaba su cara.
Apartándose violentamente de la roca grande, se alejó lo suficiente de él para evitar su toque, para aspirar el aire bochornoso de la noche en vez del tinte amargo de su dolor.
Ella apenas recordaba esa noche. Había sido nebulosa, brumosa. Las drogas habían reaccionado con las hormonas que surgían a través de su sistema. Los científicos no tenían ni idea del error que habían cometido hasta que ella empezó a convulsionarse bajo el bastardo que la violaba.
— Miley. Hubiera dado mi vida por haberte salvado de eso—él murmuró detrás de ella.— Y esa es la verdad absoluta.
Ella negó con la cabeza con un sentido de fatalidad.
— No, Nicholas. Casi diste tu vida, de cualquier manera, y nunca la supimos. No fue tu culpa. No te culpo por eso—y no lo hacia. Simplemente lo aceptaba.— No soy la chica que tú amaste entonces. La chica que te amó no existe ya. Ella murió con el niño que perdió. Todo lo que quedo fue la asesina—ella se giró hacia él, viendo ensombrecerse su cara, la amargura en su mirada.— Soy una de las Especies, Nicholas. Nada más. Nada menos. Y estoy en celo. Es físico. Es biológico. Y no tenemos idea de cómo esto te podría afectar. No estoy dispuesta a correr el riesgo.
Una risa corta, sarcástica escapó de él.
— Debes tomarme por un imb/écil, Miley—dijo moviendo la cabeza, asombrándola con el toque de diversión que notó en su voz.— Eres buena, nena. Tan buena, que creo que incluso te has engañado a ti misma. Pero no me has engañado a mí. Piensa en eso, Miley. Y empieza a contar los días. Porque estaré condenado si te dejo correr mucho más tiempo.
Entrecerrando los ojos se dirigió rápidamente a su habitación. Se cambió velozmente, vistiéndose con unos cómodos pantalones negros y una camisa deportiva ajustada. Se colocó el cinturón de la pistolera en la cadera, ató la daga a su muslo, se recogió el pelo bajo la gorra negra de béisbol y salió furtivamente de la casa. Le permitiría que viniera a buscarla. Se iba a encontrar un infierno mayor que el que esperaba.
* * * * *
—
¿No tienes miedo de empujarla demasiado lejos? —preguntó Taber varios
minutos después de que la familia saliera de la cocina y regresara a sus
respectivas habitaciones.Por una vez, no se encontraba acompañado de su nueva compañera y esposa, Roni. Es más, se dedicaba a vigilar a Nicholas con esos extraños ojos verdes, con un indicio de censura observándose en sus profundidades.
— ¿No tienes miedo de que Roni se niegue a aceptar tu decisión de alejarla de su familia? —Nicholas volvió en sí, expresándose con la misma educación.— Yo no te digo a ti como manejar a tu compañera, Taber. No trates de decirme como manejar a la mía.
Los labios de Taber se elevaron, mostrando los peligrosos caninos de su boca. Nicholas sonrió burlonamente.
— Es más erótico cuando Miley los enseña. No te tomes la molestia de tratar de intimidarme, niño gato. Simplemente trato de ser suave contigo porque eres lo suficientemente susceptible como para ofenderte y no quiero perder el tiempo necesario para limpiarme los puños contigo.
Nicholas se levantó lentamente de la silla, recogiendo su taza se encaminó hacia la cafetera, esperando tener la paciencia necesaria para hablar con Taber. De todos los machos de las Especies, Taber era el más temperamental. Y Nicholas creía que fue precisamente su suerte la que había resuelto que fuera él quien interviniera y le recriminara su comportamiento con Miley.
— ¿Liarte a puñetazos conmigo? —gruñó Taber.— Lo haces sonar como una sesión de lucha. Podría arrancarte la garganta, Nicholas.
— Podrías intentarlo —Nicholas se sirvió el café y contraatacó, con el cansancio avanzando lentamente en su mente.
Parecía que llevaba despierto meses. La necesidad sexual le despertaba todas las noches, manteniéndole alejado del sueño y consumiéndole la paciencia.
Cuando Taber no contestó, Nicholas se dio la vuelta, levantando una ceja y esperó. Los machos de las Especies podían ser imprevisibles en el mejor de los días; aunque hacían un trabajo admirable evitando la violencia, era consciente de que el potencial estaba allí.
Taber cambió de posición, fijando su mirada durante un segundo, su espeso y oscuro cabello cayó por su cara antes de que se inclinara descuidadamente hacia atrás y se girara de regreso para afrontar a Nicholas.
— Estaba allí cuando se dio cuenta de que no ibas a volver. Estaba allí cuando perdió ese niño y casi murió —rugió Taber.— No fuiste. Estoy cansado de verte lastimarla, Nicholas. Déjala.
— Vuelve con tu compañera y utiliza con ella tus trucos de gatito —replicó Nicholas, aumentando su enojo mientras el otro hombre le observaba.— ¿Crees que no me imagino el infierno que atravesó, tú, ronroneante saco de genética alterada? ¿Crees que hay una oportunidad en el infierno que haga que le permita seguir torturándonos por ese terco orgullo? Coge esta pista, Reynolds. Ni un momento más.
El cuerpo de Taber se movió peligrosamente, sus ojos brillaron intensos con una furia que los transformó en jade y un gruñido retumbó en su pecho.
— Eres un bastardo de mente ágil, Tyler. Date por afortunado de ser el cuñado de Callan y el compañero de Miley o te mataría por eso.
Nicholas bufó.
— No dejes que eso te impida intentarlo. Estoy seguro de que Merinus te perdonaría rápidamente —colocó la taza en la pequeña mesa del centro y se giró para pelear. Pronto estaría dándole de patadas en el cu/lo a esa pantera arrogante que le observaba en ese mismo momento.
— Déjala, Nicholas —le ordenó de nuevo.— No tienes que quedarte tanto tiempo pegado a su cu/lo.
— Todavía tengo que montar su cu/lo —dijo Nicholas sonriendo entre dientes.—Y cuando lo haga, no estarás invitado a mirar. A diferencia de tu otro hermano, no necesito audiencia ni ayuda ninguna.
Las practicas sexuales de Tanner estaban descontroladas, pero no más que lo que lo estaba la libido de Nicholas. Si no metía a Miley en una cama rápidamente, le iban a dar el certificado de demente.
— Esto no va de Tanner —le recordó Taber furioso.— Se trata de Miley. Y te advierto…
— No cometas ese jo/dido error —la voz de Nicholas bajó peligrosamente.— No trates de hacerme una advertencia de mie/rda, Taber, porque entonces pelearemos. Ella es mi mujer, mi compañera, mi asunto. Métete en tus propios asuntos y mantente alejado del infierno de los míos.
— La vas a matar —el gruñido sonó más profundo, más rudo.—No te dejaré continuar con esto, Nicholas.
— Te desafío a que me detengas —se burló Nicholas.— Patearé tu cu/lo de gato por toda la cocina, Taber, si lo intentas.
— Muy bien, niños, acaben con este infierno —dijo Roni apareciendo por la puerta, con las manos en las curvilíneas caderas, los azules ojos brillando con cólera cuando recorrió con la mirada a su compañero.— ¿Qué demonios pasa con los dos? No es momento de esto.
— Roni, esto no es asunto tuyo —advirtió Taber suavemente, mientras Nicholas negaba con la cabeza, mientras elevaba la mano irritado hasta el puente de su nariz.
— Señor sálvame —murmuró Nicholas.— ¿Está la fase lunar en un lugar jod/idamente incorrecto o algo así? ¿Algo parecido a un extraño síndrome premenstrual que afecta a los machos Felinos? —preguntó enfrentándose a Taber.— Hombre, el apareamiento no ha enfriado nada tu cu/lo.
Empujaba al otro hombre y Nicholas lo sabía. Lo sabía y rehusaba echarse atrás. Estaba cansado de escucharle refunfuñar, gruñir y el resentimiento general que recibía de él la mayoría de las veces.
— ¡Taber! —gritó Roni agarrando el brazo de su compañero un segundo antes de que brincase hacia Nicholas.
Nicholas mostró una lenta y fría sonrisa en sus labios.
— Déjale Roni. Te entregaré su pellejo más tarde.
— Maldito seas, Nicholas, cierra esa endiablada boca —gritó Roni cuando Callan, Merc, Tanner y unos cuantos más entraron en la cocina, deteniéndose sorprendidos ante la escena que se encontraron.
— ¿Qué diablos pasa aquí?—preguntó Callan suavemente, haciendo que su voz retumbara, con su mirada ámbar nada complacida.
— Oye, Garfield, este hermano tuyo cree que puede ordenarme que deje a mi compañera puesto que él es un feliz y ronroneante niño gato con la suya. Quizá deberías aconsejarle de otra manera—Nicholas apoyó la cadera contra la pequeña mesa, aunque observó a la furiosa pantera cuidadosamente.— Simplemente le estoy diciendo que puede besarme el maldito cu/lo hasta el infierno ida y vuelta porque es jod/idamente imposible que la deje—dirigió su nada educado comentario a la gruñona pantera en cuestión.
Roni había colocado su cuerpo delante de su compañero, y sujetó aún más fuerte sus brazos.
— Callan, haz algo—recurrió al líder de la Manada cuando su compañero le ordenó en voz baja que le soltara inmediatamente.
Nicholas observó a su cuñado por el rabillo del ojo, vio la tensión que mostraba la cara del otro hombre, la indecisión. Tanner negó con la cabeza y masculló por lo bajo algo que hizo que Callan le lanzara una aguda mirada.
— Nicholas, déjala ir—dijo finalmente de manera significativa.— Simplemente date la vuelta y márchate, hombre. Por todos nosotros.
Había rendida resignación en la voz de Callan, una tristeza que hizo que los instintos de Nicholas reaccionaran violentamente.
—¿Por qué?—preguntó Nicholas suavemente.— No la dejaré ir, Callan, como tú no dejarías ir a Merinus…
— Callan no destruyó a Merinus—dijo Taber con una primitiva furia.— No te observaré destruirla de nuevo, Nicholas. Vete al infierno hasta que esto sea más fácil para ella. Ahora, antes de que tengamos que echarte a la fuerza.
Ahora fue Nicholas el que mostró los dientes.
— Roni, será mejor que le sujetes fuerte—le dijo a ella suavemente.— Porque puedo enseñarle a tu pequeño gato algunos modales.
Nicholas no pudo entender su furia más de lo que entendía la de Taber, pero le fue imposible no observar el asesinato en los ojos del hombre cuando éste dejó de lado a su esposa y le enfrentó.
Girando, Nicholas cambió inmediatamente de posición para enfrentarle, mientras los demás saltaban asustados entre ellos. Tanner y Merc agarraron a Taber, mientras Roni gritaba alarmada y Callan se colocaba delante de Nicholas.
— Basta—no había cólera en la voz de Callan, ni resentimiento. En lugar de eso le observaba apesadumbrado.— El derramamiento de sangre no arreglará esto, Nicholas. Pelear no lo arreglará.
— Ella es mía—dijo Nicholas mordiendo las palabras.
— Y por esa razón me he mantenido apartado, de la misma manera que Tanner y Dawn lo han hecho, mientras la veíamos sufrir desde que llegaste—dijo quedamente.— Para Taber es una lucha más dura. Para que lo sepas, fue Taber el que la encontró desangrándose cuando involuntariamente abortó. Fue Taber el que escuchó su llanto y las que hubieran sido sus últimas palabras si no hubiera actuado tan rápidamente como lo hizo. Fue a Taber, Nicholas, al que ella le rogó que la dejara morir porque no podría vivir sin ti o sin su hijo. Y fue Taber el que juró vengarla. No puedes borrar ocho años de dolor, furia y odio simplemente porque fue un malentendido.
Nicholas clavó los ojos en él en estado de shock, antes de que sus ojos se giraran hacia la furiosa mirada de Taber que le atravesaba. Sus manos se abrieron y se cerraron, su mandíbula se tensó con agonía.
— La amo—dijo, con voz tensa, sintiendo un dolor en el pecho al darse cuenta de su afirmación.— Siempre la he amado, y sus amenazas no van a cambiar eso. Ni lo hará su odio. Lo mismo que no va a cambiar el hecho de que no me voy y no la dejo. Cada uno de ustedes se tienen que ir acostumbrando a eso.
Salió de la habitación, su propia cólera, su propio dolor, abrumándole. Necesitaba ver a Miley, para asegurarse de que todavía vivía llevándole, empujándole… Destruyéndole...
*****
La noche era su amiga. Miley se movió a lo largo de la montaña sobre la hacienda de las Especies. Ella a menudo daba por sentado la clara visión que poseía en la oscuridad. Podía ser tan perfecta como a la luz del día, a pesar de la falta de iluminación procedente del cielo sin luna. Se encontraba cómoda en la oscuridad. Un lugar para esconderse e intentar ponerle sentido a las crecientes demandas de su cuerpo.
Las demandas que Nicholas hacía eran cada vez peores. Luchó contra la inexplicable conciencia que crecía dentro de ella diariamente. Luchó contra su necesidad de tocarle, no por hambre o lujuria, sino solamente para asegurarse a sí misma que él estaba allí. Que él vivía. Que él respiraba. Luchaba contra esto hasta el punto de que temía incluso el contacto más ligero entre ellos, porque esto hacía más difícil cada día el negar el frágil lazo que ella podía sentir formándose dentro de su alma.
El frío era más que bienvenido ahora. El borde crujiente, afilado de la temperatura ayudaba a aclarar su cabeza, a agarrarse a sus defensas. Ella podía resistir mejor las temperaturas que el resto de su familia. Aunque no tenía la piel peluda del leopardo de nieve, tenía una tolerancia para el clima frío que el resto de las Especies no tenía. Aunque el calor que surgía dentro de ella podía tener mucho que ver.
El calor copulativo estaba peor de lo que incluso había pensado que podía ser. Como si la presencia de Nicholas en cierta forma hubiera avivado los fuegos más ardientes dentro de ella. Su lengua estaba hinchada ahora; las glándulas en los lados estaban inundadas, pulsando por la necesidad de soltar la rica hormona contenida dentro de ellas.
Esto la había sobresaltado, el conocimiento de que ella estaba exteriorizando alguna de las características de los varones. Su consorte no era uno de las Especies. La hormona afrodisíaca propulsaría su sexualidad más alta, como lo haría con la de ella. Cerró sus ojos ante ese pensamiento. Doc Martin la había advertido que esto seria como llenar a Nicholas de súper Viagra, asegurándose de que él podía funcionar lo suficientemente a menudo como para asegurar la concepción.
El pensamiento de Nicholas perpetuamente duro era más de lo que ella podía profundizar. Demonios, él mantenía una erección ahora la mayoría de las veces. Cada vez que le veía, sus ojos refulgían con excitación y la protuberancia de sus pantalones parecía ponerse más grande. Tentándola. Oh señor, cómo la tentaba.
Se relamió los labios mientras se abría camino a lo largo de la montaña. Recordó claramente la dureza de acero que crecía entre sus muslos. La forma y el largo, el espesor de la carne, la percepción de él. Ella quiso gemir de necesidad ante el recuerdo de su sabor cuando se corrió pulsando a través de su lengua y bajo su garganta. O la percepción de él empujando entre sus muslos. Su co/ño lloró al pensar en aquello.
Miley apretó sus dientes y se mantuvo en movimiento. Estaría condenada si cedía en esto. Ella podía ver a Nicholas, tan dominante y autoritario como cualquiera de los miembros de las Especies. Él se convertiría en el mismo tipo de monstruo que Callan y Taber.
Ella bufó. Como si pudiera sobrevivir estando recluida en esa casa mientras el peligro crecía alrededor de ellos. En las pasadas dos semanas allí hubo tres intentos de romper los perímetros exteriores de la cerca de seguridad que corría alrededor de la montaña. Ellos aún tenían que atrapar a quienquiera que hubiera tratado de romper la seguridad, sin embargo. Miley no se podía imaginar escondiéndose dentro de los confines de la hacienda durante tanto tiempo. Callan y Taber habían perdido ambos sus mentes en sus intentos por proteger a Merinus y Roni. Esto la volvería loca.
Ella no podía detener su lamento por no poder concebir, su pena por la pérdida del niño que una vez había llevado. Su vientre se flexionó como advertencia, un preludio para los duros espasmos que sabía llegarían pronto… la demanda de su cuerpo para que una nueva vida fuera creada, que la concepción fuera permitida. Ella había destruido cualquier oportunidad de eso en sus años anteriores de ignorancia. Y ella se estaba cansando de luchar con Nicholas y contra el calor que crecía dentro de ella.
Él era su compañero. Ella supo esto desde que reconoció la profundidad de la verdadera unión entre Merinus y Callan. Esto no hizo la situación más fácil para manejarla. Para saber que él era el único hombre al que ella podría permitirle tocarla, abrazarla, no podría ser de buen agüero para su futuro.
— ¿Puedes ser aun mas terca, Miley?—La voz rota de Nicholas en el enlace de comunicación en su oreja la hizo tensarse mientras hacía una pausa en su camino montaña arriba.
Con una silenciosa maldición ella colocó los prismáticos de la parte superior de su cabeza sobre sus ojos y activó el preciso localizador. Ella rezó para que él estuviera en el edificio de comunicaciones en vez de capitaneando arriba en la montaña. Maldición. Ahí estaba él. Observó su único localizador mientras éste se movía firmemente más cerca de ella. El otro miembro de las Especies que patrullaba estaba retrocediendo, dándole vía libre mientras él iba directamente hacia ella.
— Probablemente podría—gruñó ella por la frustración.
Ella podía sentir la anticipación aumentando en ella ahora. Como si su voz hubiera activado un interruptor que hacía que su cuerpo supiera que él se acercaba. Sus pechos estuvieron repentinamente sensibilizados, inflamados otra vez, los pezones empujaban contra el material de su top mientras hacia una pausa y se sentaba en una roca redonda, grande, musgosa. No serviría de nada huir de él. Era asombrosamente persistente.
Miley tomó aire profundamente, atrapando la débil huella de su perfume mientras él se acercaba a ella. Sus ojos se cerraron en respuesta al torrente de sangre que comenzó a resollar con furia a través de sus venas. Él olía delicioso, oscuro y excitante, su lujuria desbordando peligrosamente por su olor acalorado.
Él sería duro, pensó con un suspiro. Su po/lla presionaría apretada contra sus pantalones vaqueros, desafiándole a que lo soltara, para que le tomara como ella lo necesitaba. Sacudió la cabeza ante este pensamiento. Su autocontrol flaqueaba. La falta de sueño y el creciente calor comenzaban a tomarse su precio en ella.
Miley apartó el micrófono del enlace del comunicador de su cara, aislando a los demás de cualquier cosa que ella dijera. Los audífonos estaban todavía en posición, sin embargo, y ella era capaz de mantenerse en contacto con los otros guardas así como también con el centro de comunicaciones. Se quitó de encima las gafas mientras veía la marca de Nicholas en el localizador acercándose firmemente. Él sabia dónde estaba ella. El receptor pequeño abrochado en la parte de atrás de sus pantalones vaqueros le permitía ser rastreada fácilmente por las gafas computarizadas que la fuerza de seguridad de las Especies usaba. Ella puso sus gafas en el bolsillo de su cinturón y esperó a Nicholas. La noche de invierno se llenó repentinamente de un calor bochornoso, evocativo que le pen/etró hasta los huesos y le hizo querer relajarse en el toque que ella sabía que Nicholas estaría ansioso por darle. Él podría estar más loco que el infierno, pero cuando él se introdujo el área donde estaba la roca grande y redonda en la que ella se sentaba, su lujuria se enrolló en sus sentidos como una ola de lava ardiente de hambre.
— No te tomé por una cobarde, Miley—Las primeras palabras que salieron de su boca pusieron el pelo detrás de su cuello erizado por la furia. Ella fue incapaz de contener el bajo gruñido de cólera que vibró en su pecho.
— Hay una diferencia entre la cobardía y la indiferencia, Nicholas—mordió ella mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, observando mientras él se acercaba.— No te tengo miedo en lo más mínimo. ¿Por qué me seguiste hasta aquí arriba? Cualquier cosa que tengas que decirme pudo haber pasado a través del comando.
— ¿De verdad?—gruñó él mientras se detenía a centímetros de ella.— ¿De verdad quieres que el resto del equipo me escuche mientras te digo simplemente lo duramente que tengo la intención de golpear tu trasero por irte así? ¿Y hasta dónde tengo la intención de tener mi po/lla enterrada en tu co/ño resbaladizo mientras hago eso?
Ella se hubiera sentido insultada si la imagen repentina que pasó como un relámpago por su cabeza no hubiera aumentado el pulso en su co/ño en respuesta. ¿Pulsando? Infiernos, palpitaba como una herida abierta y cruda, implorando ser llenada. Pero eso no quería decir que ella tenía que dejarle saber eso.
— ¿Oh, no eres valiente?—ella levantó una ceja desdeñosamente. Estaría condenada si no se tomaba la molestia de enojarse realmente. Como si necesitara que la sangre se apresurara más duro en su clít/oris, llevando los vestigios débiles de la hormona que escapaba de las glándulas en su lengua hacia el resto de su cuerpo rápidamente.— Sabes, Nicholas, podría arañar tus ojos fácilmente. Soy un Felino. ¿Recuerdas?
Él gruñó sarcásticamente.
— Pretenderé ser tu lobo y te comeré entonces—él disparó.— Ábrete.
Su brazo se movió antes de que ella pudiera pensar, su mano se dirigió a su cara. Increíblemente, él la atrapó un segundo antes del impacto.
— Estás fuera de línea—ella explotó furiosa.— Estoy harta de oírte gruñir y de tus velados insultos, Nicholas.
— Y yo estoy malditamente harto y cansado de ser atacado física y emocionalmente por una gata del infierno que no tiene el sentido común de cuidarse—él gruñó en respuesta.— ¿Piensas que no he aprendido lo que has pasado todos estos años, Miley? ¿Lo malo que se hace el calor y su duración aunque tú te empeñes en negarlo? Pudiste haberme encontrado en cualquier momento.
La rabia brillaba intensamente en sus ojos ahora. El azul profundo relumbraba con furia mientras sus labios se apretaban. Esto la excitó, la enfureció.
— Oh, sí, realmente iba a hacer eso—ella sacudió con fuerza su brazo hacia atrás, su cuerpo zumbando, su corazón doliendo aún por ese toque.— Ir llorando a ti por este complejo, creyendo que tú me habías traicionado, para empezar. Iba simplemente a marchar hasta tu puerta y pedirte dulcemente que me foll/aras y me lo hicieras más fácil. Aun si hubiera sabido lo que era el calor, no había ni una sola oportunidad en el infierno de que sucediera—mantener su voz baja, conservar la furia moderada detrás de un rudo gruñido fue una de las cosas más duras que ella alguna vez había hecho en su vida. Ella necesitaba gritar, enfurecerse, golpear y lastimarle tanto como ella había sido herida cuando ella creyó que él la había abandonado.
— Sabías que yo sencillamente no me alejaría de ti, Miley—él no se echaba atrás. Estaba directamente frente a su rostro, el calor de su cólera y su lujuria enrollándose alrededor de ella como cadenas invisibles mientras sus manos agarraban sus brazos.
Su carne ardió en la de ella. Ella pudo sentir cada uno de sus dedos, cada célula cuando ellos entraron en contacto con su cuerpo y se volvió desproporcionadamente sensibilizada. Ella peleó inhalar suficiente aire como para aclarar su cabeza, reforzar su autocontrol, pero todo lo que ella podía oler era a Nicholas y su caliente lujuria masculina.
Miley clavó los ojos en él, aspirando el perfume de él, intoxicada por la repentina necesidad, abrumadora de tocarle. Eso la hacía temblar, se dio cuenta. La miraba fijamente de manera que ella pensó que quería sacudirla hasta dejarla sin sentido. Sus ojos se estrecharon, se oscurecieren y apretaron sus mejillas, sus labios usualmente sensualmente y llenos se contrajeron en una línea delgada de cólera. Y ella quiso su beso.
Su lengua latió mientras se esforzaba por alejarse de él. Ella podría saborear la hormona llenando su boca mientras las glándulas inundadas comenzaron a llenar y requerir ser compartidas.
— Apártate de mí—ella trató de empujarle hacia atrás, negar la necesidad y el hambre que barría todo a través de ella y la furia que se demoraba justo bajo la superficie.— Si te hubiera importado, entonces me habrías llevado contigo cuando te lo rogué, Nicholas, pero en vez de eso me dejaste—incluso ella estaba sorprendida por el sonido gutural de su voz, el dolor inesperado y rudo que resonaba en ella.
— ¿Dios mío, piensas que no me odio lo suficientemente a mí mismo por eso, Miley?—sus ojos eran tristes, llenos con su propio dolor, su propio arrepentimiento.— ¿Piensas que no he rezado literalmente por volver atrás y actuar de modo diferente? ¿Por asegurarme de que salías de allí?
Él la soltó, como si no pudiera aguantar tocarla más. Sus manos se abrieron camino entre las cortas hebras de su grueso pelo mientras él soltaba una respiración rota. Él luchaba por controlarse tanto como ella.
— Mira, Nicholas—miley se movió hacia atrás, luchando por respirar a través de las emociones que rasgaban a través de ella y que el emitía.— Es demasiado tarde para volver atrás, y ha pasado demasiado para seguir adelante…
— Y un infierno que ha pasado demasiado—gruñó él mirándola fija e implacablemente. ¿Piensas que busqué todos estos años, Miley, arriesgando mi vida y la de mi familia y me conduje a mí mismo hacia la locura para que así tú me pudieras alejar como si nada de esto fuera malditamente importante?—una ruda risa hizo eco a través de la noche.— No lo creo, nena. Y creo que tú también sabes que eso no va a ocurrir. De otra manera, tú no estarías corriendo como un pequeño gato asustado en la dirección opuesta cada vez que me acerco.
Su voz había aumentado, pero aún más, él se había movido. Miley se alejó, dándose cuenta de que se estaba retirando un segundo antes de que se topara con una roca grande detrás de ella.
— Trato de ser sensata—ella mordió.— Algo que tú no eres, Nicholas. No tienes ni idea de lo que podría ocurrir. No sabes cómo esto te podría afectar…
— Sé cómo me afectas tu—él gruñó.— Sé que mi po/lla está como el acero en mis pantalones el noventa por ciento del tiempo, estoy ardiendo por entrar en ti. Sé que cada vez que veo un arañazo en tu piel quiero matar a alguien. Una magulladura me pone rabioso. Recuerdo cada jod/ida cosa que ocurrió aquella noche en ese laboratorio, nunca lo he superado, Miley. Nunca lo he olvidado. Y, por Dios, nunca me rendí. Tú te rendiste.
— Yo lo acepté—áspera, ronca, su voz reflejó todo el dolor y la furia de los años pasados.— Y ahora es tu turno, Nicholas. Es hora de aceptar que ha terminado. Se acabó la noche en que esos bastardos me violaron… Oh, Dios—ella presionó su mano sobre su boca cuando le observó palidecer, observó el dolor que cruzaba su cara.
Apartándose violentamente de la roca grande, se alejó lo suficiente de él para evitar su toque, para aspirar el aire bochornoso de la noche en vez del tinte amargo de su dolor.
Ella apenas recordaba esa noche. Había sido nebulosa, brumosa. Las drogas habían reaccionado con las hormonas que surgían a través de su sistema. Los científicos no tenían ni idea del error que habían cometido hasta que ella empezó a convulsionarse bajo el bastardo que la violaba.
— Miley. Hubiera dado mi vida por haberte salvado de eso—él murmuró detrás de ella.— Y esa es la verdad absoluta.
Ella negó con la cabeza con un sentido de fatalidad.
— No, Nicholas. Casi diste tu vida, de cualquier manera, y nunca la supimos. No fue tu culpa. No te culpo por eso—y no lo hacia. Simplemente lo aceptaba.— No soy la chica que tú amaste entonces. La chica que te amó no existe ya. Ella murió con el niño que perdió. Todo lo que quedo fue la asesina—ella se giró hacia él, viendo ensombrecerse su cara, la amargura en su mirada.— Soy una de las Especies, Nicholas. Nada más. Nada menos. Y estoy en celo. Es físico. Es biológico. Y no tenemos idea de cómo esto te podría afectar. No estoy dispuesta a correr el riesgo.
Una risa corta, sarcástica escapó de él.
— Debes tomarme por un imb/écil, Miley—dijo moviendo la cabeza, asombrándola con el toque de diversión que notó en su voz.— Eres buena, nena. Tan buena, que creo que incluso te has engañado a ti misma. Pero no me has engañado a mí. Piensa en eso, Miley. Y empieza a contar los días. Porque estaré condenado si te dejo correr mucho más tiempo.
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