viernes, 23 de noviembre de 2012

Catch Me Cap. 1

Cinco Meses Más Tarde

      — Buenas tardes, gatita —la voz deliberadamente arrastrada de Nicholas mientras Miley entraba en la cocina, preparada para la reunión semanal en la que Callan insistía, hacía que el pelo detrás de su nuca se erizara en defensa instantánea. Esa voz arrastrada nunca indicaba una agradable conversación cuando Nicholas estaba involucrado.
      
No era como si cualquier conversación que ella tuviera con él fuera siempre agradable, sin embargo, se recordó a sí misma sarcásticamente. Él insistía en provocarla en cualquier oportunidad y generalmente hacía sus mejores intentos para ver simplemente lo enojada que la podía poner.
      
 Sus ojos azules eran indiferentes, calculadores, mirándola con una mofa divertida que le hacía querer arrancarla. Esa necesidad estaba en conflicto directo con el deseo abrumador de fo/llar a ese tonto. Estaba en celo. Odiaba eso pero no tenía opción excepto admitirlo. Después de ocho largos años de dolor y miedo, ahora sabía porqué su cuerpo la traicionaba, comenzando con una abrumadora excitación y terminando con un yermo, casi agonizante dolor antes de disminuir lentamente. Por un mes, cada año, había estado entrando en calor. Y había sufrido porque su consorte ya la había tomado, ya había programado su cuerpo para no aceptar otro toque que el de él.
      
Si él hubiera sido uno de la Especie, ella podría haberlo entendido. Merinus y Roni habían sido marcadas por sus consortes, sus cuerpos condicionados por los fluidos hormonales que liberaban las glándulas hinchadas justo debajo de las lenguas de los hombres. Pero Miley sabía que en la única noche que ella había pasado con Nicholas sus propias glándulas hormonales no habían sido activadas. Y ella sin duda alguna no había cometido el error de besarlo desde que él había irrumpido de vuelta en su vida. No desde que había aprendido los signos del calor copulativo y había sabido más allá de una sombra de duda que Nicholas era su consorte.
      
Él se apoyaba negligentemente contra el mostrador de la cocina, taza en mano, su cuerpo alto, esbeltamente musculoso, relajado y tentador. Sus pantalones vaqueros hinchados en lo alto de sus muslos. Ella tragó apretadamente mientras arrastraba su mirada sobre él. Él estaba duro y listo para fo/llar. Y sólo Dios sabía justamente cuán perversamente quería que él viniera a ella. Fuerte y grueso, su pe/ne entrando en su mojado co/ño hasta que ella gritara. Casi tembló ante el pensamiento mientras sintió una corriente de calor fluyendo en ella.
— Oh, ahora hay algo interesante —su voz divertida bajó un tono mientras él obviamente notaba el traicionero color.— ¿Por qué el sonrojo, gatita? ¿Estás acalorada?
      

Apartándose de él rápidamente, ella fingió indiferencia mientras colocaba los archivos sobre la mesa en preparación para la llegada del resto de la Manada.
      — Nicholas, estás comenzando a irritarme —le dijo serenamente sin volverse.—Tus pequeños y astutos comentarios me ponen los nervios de punta. Sigue, y te mostraré cómo pelea un Felino realmente.
      Él gruñó, el sonido lleno de sarcasmo.
      — Sé buena, Miley, o mandaré a nuestro pequeño ángel sobre ti. Ella te morderá, ¿recuerdas?
      
Cassie realmente le había gruñido el día anterior cuando Miley le había contestado bruscamente a Nicholas acerca de algo que él le dijo. La niñita era asombrosamente protectora con él.
     
Miley miró hacia Nicholas mientras negaba con la cabeza compasivamente. Pobre Cassie. Estaba aprendiendo tantos malos hábitos de él.
      — Prometimos mantenerla alejada de ti —le dijo. Nicholas no era una buena influencia sobre la niña, eso parecía.—Vas a convertirla en un pequeño monstruo si continúas echándola a perder en la forma en que lo estás haciendo.
      Él sonrió con presumida diversión.
      — Combate a la pequeña muñeca en la que tú y Merinus la querrían convertir —replicó él.— Deja a la niña ser una niña, diablos. No es que ella haya tenido mucha oportunidad en los pasados dos años.
     

 Eso no era más que la verdad. Según las informaciones de Dash Sinclair, la niñita había vivido una pesadilla de constantes ataques y huidas desesperadas mientras su madre luchaba por mantenerla segura. Ella era la primera niña de la Especie Lobo conocida concebida fuera de un tubo de ensayo, y el precio sobre su cabeza debido a eso era astronómico. Pero eso no quería decir que Nicholas tenía que convertir a una niña perfectamente dulce en algo como un pequeño marimacho.
      — Ella es un niña pequeña, no un rufián —Miley se volvió contra él ceñuda.— Nicholas, la tuviste en una pelea de barro ayer. No hay excusa para eso a estas alturas del año.
      Él sonrió. Una deliberada y lenta curva de sus labios mientras sus ojos cafes se llenaban de regocijo.
      — Lo sé. Maldición, la chica tiene buena puntería, ¿no es así? Y no estaba frío, hacía calor como el infierno y ella estaba pasando un buen rato. Eso es todo lo que necesitaba.
      

Nicholas y Cassie, ambos, estuvieron cubiertos de barro de la cabeza a los dedos de los pies. En el momento en que Miley se había acercado a la puerta, recriminando a Nicholas por el desorden, una masa informe de tierra firme pegajosa había salpicado contra un lado de su cabeza. El pequeño ángel, una vez conocido como Cassie Colder, le había informado muy ferozmente que ella era un lobo y Miley una gata y si ella no era muy simpática con Nicholas entonces iba a morderla.
      — Al ritmo que ella está llevando voy a tener que ponerlos a ambos una correa —le dijo acaloradamente.— Deja de alentarla. Ella es simplemente una niña.
      En un segundo su expresión pasó de una risa presumida a una de intensa y oscura sexualidad.
      — ¿Una correa, eh? —Su voz se volvió ronca, aterciopelada, su mirada cayendo sobre sus pechos mientras ellos se alzaban bajo la camiseta de algodón que ella llevaba puesta. Ella podía sentir sus pezones endureciéndose.— ¿Podemos incluir esposas? Tengo algunas, sabes.
      

 El calor hizo erupción entre sus muslos. Maldito él y sus burlas. Él sólo estaba alimentando la progresión de su calor, haciendo más duro para ella luchar. E iba a insistir en empeorarlo. ¿Podía ponerse el día mejor? Se preguntó sarcástica.
      — Sólo si tú eres el que está en ellas —ella retrocedió de golpe, tratando de ignorar la imagen de él encadenado a su cama, estirado bajo ella mientras se bajaba a sí misma sobre la rígida longitud de su erección. La vista era demasiada tentadora para permitírsela por mucho más tiempo.
      Desafortunadamente, sus palabras cáusticas tuvieron poco efecto en él. Sus insultos raramente obtenían más que un tenue vislumbre de irritación dentro de esos ojos oscuros. Pero eso le trajo a ella la esencia de varón ardiente, excitado.
      

Ella podía oler su lujuria ahora, como la ráfaga de una tormenta repentina cerrándose de golpe en sus sentidos. Sus ojos brillaron intensamente, su expresión oscureciéndose con excitación. Si ella miraba más abajo, entonces sabría que la protuberancia en sus pantalones vaqueros parecería una gruesa barra acerada ansiosa por la liberación.
      — Eso podría arreglarse —murmuró el en forma cálida, mientras daba un paso más cerca, su cuerpo pesado moviéndose con fluida gracia y poder masculino.— ¿Mi cuarto o el tuyo?
      

Ella se acercaba al orgasmo sólo por la pura intensidad de su voz. Miley sintió su co/ño inundarse con sus jugos, sintió el duro dolor de sus pezones bajo la tela de su camisa y quiso sisear de furia. ¿Por qué no podía la vida, sólo por un año, ser amable con ella? se preguntó abatida. ¿Qué había hecho para merecer esto?
      — Sólo en tus sueños —ella logró arrastrar las palabras burlonas más allá de sus labios.
      Él se rió ahogadamente entonces. El sonido era bajo, exaltando sus ya inflamados nervios mientras él se acercaba más. Ella no estaba a punto de retirarse. Si lo hiciese, entonces sólo la seguiría. Si él la siguiese sabría justamente lo desesperada que estaba por mantener tanta distancia como fuera posible entre ellos.
      — No tienes ni idea, nena. ¿Quieres que yo te cuente un poco sobre ellos?

      Él hizo una pausa ante ella, su ancho pecho a no más que unos milímetros de sus pechos. Ella luchó por mantener su respiración lenta y pareja, pero era consciente del hecho de que estaba fallando. Tal como sabía que él lo sabía. Su cabeza descendió mientras veía el pecho de ella subir más fuerte que antes de que él levantara sus pestañas, fijando su mirada en la de ella de manera sugerentemente.
      — No —negó con la cabeza, tratando de apartarse de él. No necesitaba saber de sus sueños. La tentación de su toque era demasiada grande.
      — Uno de mis favoritos… —él ignoró su negativa mientras movía su mano, sus nudillos subiendo ligeramente sobre el brazo de ella— es uno donde te tengo extendida sobre mi regazo, volviendo tu trasero de un vibrante rojo por fastidiarme por tanto tiempo. Tú retorciéndote y mendigando por mi po/lla cada vez que yo palmeo una de esos pequeños y redondeados cachetes. Estaría más que feliz de representarlo para ti —ofreció con toda la apariencia de considerada educación.


     Ella debería estar indignada. En lugar de eso, Miley se quedó sobresaltada y lucho contra la presión de sus nalgas al pensar en sus manos cayendo sobre ellas de tal modo. Oh, sí, ella podía imaginar eso también. Demasiado bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario