viernes, 30 de noviembre de 2012

Catch Me Cap: 6

Miley se quedó mirándolo en estado de shock. ¿Estaba bromeando con ella? Nunca antes lo había hecho. Él le había contestado bruscamente o le había dicho algo imposiblemente arrogante con la única intención de enfurecerla.
Él le había gruñido, se había burlado de ella, la había llamado por hermosos diminutivos cariñosos y, en general, hizo todo lo imposible por convertir su vida en un infierno. Pero nunca le había gastado bromas tan amablemente. Tan dulcemente.

El tiempo que habían compartido juntos en los laboratorios no había dado lugar a ninguna oportunidad para la risa o para bromear. La vida y la muerte eran la lucha diaria, día a día. Cada minuto de sus vidas había sido una lección en la muerte. Cómo lograrla, ya fuera de forma rápida y poco llamativa, o llena del máximo dolor. Miley supuso que ella conocía más formas de matar a un hombre que la mayoría de asesinos que paseaban a su alrededor ahora. Pero nunca había sabido cómo bromear.
Miley—él le recordó su petición con ternura, su voz regañándola.
Caballeroso. Él podía ser tan suave, tan tierno, el pensamiento de la sola noche que él le había dado la desgarraba por dentro. No quería recordarlo, ella necesitaba desesperadamente olvidar aquella noche. Recordarla la hacía débil, la hacía ansiar todas las cosas que se había negado a sí misma.
—Sabes que no puedo—murmuró, se sobresaltó cuando él atrapó su mano, vigilándola estrechamente.
Sus dedos llenos de duros callos, acariciaron su mano, mucho más suave, creando una fricción de calor que convirtió su respiración en un suave jadeo. Amaba su toque. El calor y fuerza de su carne siempre la asombraban, como lo hacían las llamas ardientes de hambre que crecían en su vientre.
—Siempre retrocedes temblando, cuando te toco—le dijo con pesar, su mirada la miró fija y sombriamente—¿Acaso te asusta que te lastime?—Su mirada era muy oscura, arrepentida—¿Te lastimé, Miley, te lastimé cuando hice el amor contigo por primera vez?

La respiración de Miley aumentó cuando él se llevó sus dedos a sus labios ¿Hacerle daño? Él había destrozado su corazón, pero físicamente le había dado el placer más grande que hubiese conocido alguna vez en su vida.
Ella negó con la cabeza lentamente, sus ojos ampliándose mientras él acariciaba con la yema de su dedo índice sus labios entreabiertos. La sensación la atravesó como una lanza directamente lanzada contra su clít/oris y, de allí, a su co/ño dolorido. Sus labios eran firmes y picantes, llenos con promesa sexual.
—¿Estás mojada?—Le preguntó con una sonrisa rara en sus labios—Espero que estés al menos tan mojada como yo duro, nena. No sería justo de otra manera.

Su lengua lamió su dedo, causándole una fuerte sacudida por la sensación. Mojada, suave, ella podía fácilmente recordar cómo él había surcado su clít/oris con ella, cómo le mantuvo sus muslos abiertos mientras chupaba la pequeña perla que no dejaba de agitarse. Ese nudo ciego de carne se hinchó y latió en el pensamiento mientras ella contraatacaba con un gemido.
Sin respirar apenas, ella se chupó sus labios secos, luchando por mantener los ojos abiertos, asegurarse de que veía cada movimiento que él hacía. No podría resistir mucho más tiempo. No teniendo su toque atormentador sobre ella. Un placer atormentador contra el que pronto estaría indefenso, lo sabía.
—Tenemos que detenernos—hablar se estaba convirtiendo en algo cercano a lo imposible. Ella apenas podía respirar.
El hambre la atacó, llenándola del dolor agridulce de la lujuria que ella sabía que nunca podría culminar. Había cometido un error, desde luego sin saberlo, había condenado a su organismo a un dolor sin remisión. No le haría lo mismo a Nicholas. Él se había angustiado ya sobradamente en su atrevimiento por tratar de salvarla.
—Comparte la cama conmigo, Miley—le pidió, su voz baja y ronca, vibrando por la necesidad.—Déjame ayudarte a sobrellevarlo. Estoy malditamente demasiado débil para imponerte cualquier otra cosa a la fuerza ahora mismo.

Él no tendría que hacerlo. Su mirada se arrastró por sus fuertes pectorales hasta su abdomen apretado y el largo y rígido tallo de su po/lla levantándose. Ella se relamió los labios nerviosamente. Era tan débil. Mientras él había estado enojado con ella, disparándole dardos de odio por su negativa hacia él, ella había podido esconderse, mantenerse lo suficientemente lejos para mantener su determinación. Pero este Nicholas, más suave, más amable aumentaba su hambre hasta un nivel mucho más profundo.
Nicholas gimió.
—Caramba, cariño. Quiero ese lamido de tu lengua todo para mí, no sobre tus labios. Déjame relamerte tus labios—él tiró de su mano, tirándola hacia abajo antes de que la intención de su peligroso movimiento pe/netrase en su mente, y ella avanzó dando tumbos hacia atrás.
—No. No puedo—su lengua palpitaba, las glándulas hinchadas y desesperadas ahora.

Sus pechos le dolían, sus pezones endurecidos formando picos firmes que raspaban casi dolorosamente en contra del ataque ajustado de su top.
—Seguro que puedes.—Sus ojos brillaban calientes, mostraban un hambre oscura cuando él clavó los ojos en la carne de sus pechos que se alzaban y casi rebosaban de su top.—Vamos, Cariño. Déjame besarte otra vez. Sé lo mucho que lo necesitas. Cómo de hinchada tienes tu preciosa lengüecita. La puedo sentir en mi po/lla, latiendo. Vamos, Miley, ninguna cosa va a ser más intensa que lo que ya estoy sintiendo.

Él la tiró hacia abajo. Su cabeza no gritaba. Pero, en cambio, cada célula de su cuerpo lloraba por él. Ella podía saborear la mezcla suave de lluvia y la dulzura en su boca mientras ella temblaba del miedo repentino y se sacudía por fuerza que él transmitía otra vez, inconscientemente se tragó el sabor potente de la hormona.

Ella tembló ante el conocimiento de lo rápidamente que el calor progresaba esta vez. Ella debería tener más tiempo antes de que las glándulas comenzasen a marcar nuevos rumbos y derramar su especia en su sistema. Más tiempo para prepararse y asegurarse que ella podría escapar lo suficientemente lejos de él, aun sabiendo el infierno que ella aún tenía que resistir.
Ella se movió hacia atrás de la cama precipitadamente.
—Tengo que irme.
—No—él se apoyó en la parte superior de la cama, su mirada fija agudizándose, su expresión endureciéndose.—No huyas de mí en esto, Miley. Déjame compartir esto contigo, si no deseas nada más.


—No lo entiendes—ella forzó a las palabras a salir de sus labios, mientras el sabor enriquecedor de la hormona y el deseo regaba sus glándulas.—No lo sabes, Nicholas. No puedes entenderlo.
—Entiendo que reviento de ganas por ti, y ha sido así durante ocho años—le dijo suavemente.—¿Piensas?—le dijo apenas,—¿piensas que no analicé todo lo que podía ocurrirme, lo que me iba a hacer a mí mismo cuando vi lo que había experimentado Merinus? ¿Piensas realmente que es más jod/idamente peor que estar completamente duro, sin tregua? Te podría fo/llar durante semanas y no tener bastante de ti. La pequeña hormona que se está apagando en ti no va ha hacerlo peor.
Él no tenía ni idea de cuánto peor podía llegar a ser realmente.
—Estás chiflado—ella alzó la voz apenas, su voz ronca.—¿Piensas que no puede ponerse peor, Nicholas? ¿Piensas que el deseo no puede convertirse en una tortura tan dolorosa que gustosamente morirías en vez de resistirla durante más tiempo?—ella fijó la mirada en él reflejando la amargura del conocimiento.—Puede empeorar. El infierno dentro de ti no sería peor. Estarás tan mal que tus caderas no se calmarán cuando trates de fo/llar el mismo aire. Tan profundo y doloroso que gritarás de agonía y fo/llarías cualquier cosa o cualquiera pero sin poder aguantar el toque de otra persona tocando tu carne. Tan debilitante que serás un cero a la izquierda en combate porque que todo lo que querrás hacer es fo/llar.

Sus ojos se oscurecieron en ese momento, ampliándose en estado de shock mientras ella describía los pasados episodios que había tenido que padecer. Sus mejillas se sonrojaron tomando un color rojizo y ella casi podía ver su lujuria aumentando rápidamente al pensar en tal desfogue.
—Entonces trae tu trasero aquí y foll/emos—gruñó casi violentamente.—Sabes que hacerlo es el único modo de aliviarlo, Miley.
—Nada lo alivia, Nicholas—ella quiso gritar fuera de sí, furiosa.—¿No entiendes? Callan fo/lló a Merinus cada vez que la hormona la hacía ovular. Su cuerpo la estaba preparando y le dio a ella bastante tiempo para ver si la concepción ocurriría antes de forzar su hambre otra vez. No puedo concebir. No concebiré. ¿Recuerdas?
—Podría prescindir de una disección de la vida sexual de mi hermana—le informó arrastrando las palabras.—Y no sabes si lo que dices es cierto o no. Todo lo que tienes es una suposición.
—Y todo lo que tú tienes es una erección—se burló ella.—Puedes ayudarte tú mismo. Por lo menos tú puedes encontrar algún alivio en eso, Nicholas. No encontrarás satisfacción en mi cuerpo.
—Creo que no, gatita—siseó con los dientes apretados cuando se cayó en la cama, al tropezar un segundo como si sus pies hubiesen decidido traicionarle.
Miley  lo miró, con los ojos muy abiertos, mientras seis pies de macho furioso y despierto hacía una pausa como si estuviese turbado. Su po/lla estaba oscura y llena, la humedad anterior, multiplicada sin previo aviso, rezumó de su cuerpo. Él se tambaleó sobre sus pies, las drogas afectaban ahora a su coordinación. Él se detuvo, se quedó con la mirada fija en ellos un minuto, luego avanzó hacia ella otra vez y rápidamente tropezó de nuevo.
—Hijo de pu/ta. Odio las jodidas drogas—maldijo.

Instintivamente, Miley se movió más cerca de él, viendo la frustración y la determinación que probablemente iban a hacer que él terminase sobre su trasero. No es que ella no pensase que él merecía caer sobre su trasero, pero si él se abría los puntos, entonces Doc tendría que coserle de nuevo.
Ése fue su primer error.
Sus brazos la rodearon, una malvada risa ahogada sonando en su oreja, y antes de que ella le pudiese detener, la tiraba hacia atrás en la cama.
—Demonios—maldijo él dolorosamente cuando cayó sobre ella, dejó caer su peso en el hombro bueno, aunque él hizo una mueca de dolor ante una sacudida del hombro herido.

Miley se quedó con la mirada fija en él con ceño fruncido. Maldito hombre terco. Estaba convencido de seguir su propio camino, aunque no supiese nada de eso, y se negaba a escuchar el sentido común.
—¿Nicholas, estás loco?—ella no luchó contra él cuando se situó entre sus muslos, su hinchado pe/ne contra el montículo de su co/ño mientras su respiración crecía junto a su hambre.
Los ojos de Nicholas se cerraron por un segundo. Justo el tiempo suficiente para que ella observase el placer ardiente que veteaba a través de su expresión.
—¿Ahora qué, gran chico?—le preguntó burlonamente. Sus ropas los separaban y ella sabía malditamente bien que él se iba a apagar como una luz antes de que pudiese cumplir su objetivo completamente.
—Dios, te sientes tan bien que podría morir aquí mismo, ahora, y sabiendo que nada puede ser mejor que esta sensación—su voz estaba ronca y gruesa tanto por la lujuria como por el cansancio de la droga.

Las palabras se estrellaron contra su corazón. Los ojos de Miley se cerraron mientras ella peleaba para evitar que su rostro mostrase la dicha destructiva que sentía. Sus ojos se habían estrechado como puntas de alfiler de color oscuro cuando él presionó sus caderas en la cuna de sus muslos. La larga y dura carne picante presionaba firmemente contra su clít/oris henchido, haciéndola jadear en su creciente éxtasis.
—Siente lo bueno que es, cariño—murmuró cuando su cabeza bajó, su lengua acariciando la carne húmeda de su clavícula.—¿Lo recuerdas, Miley? ¿Que tan caliente y bueno fue la primera vez? Observar a mi po/lla hundirse en tu dulce co/ño pequeño fue la cosa más erótica que alguna vez he visto en mi vida.
La percepción de sus labios moviéndose en contra de su piel fue el cielo y el infierno. El placer fue tan exquisito que su co/ño se contrajo, pulsó, derramando sus jugos en un rastro sedoso sobre la delgada tela que la separaba de la po/lla ansiosa de Nicholas. Su lengua latió con un ritmo que palpitaba de necesidad, derramando la especia dulce de la hormona en su boca y enviándola a acelerarse a través de su sistema.
Oh, esto estaba mal, pensó, mientras sus caderas se sacudían con fuerza contra las de él por reflejo. Esto era muy malo.
Sus manos agarraron su carne desnuda, sosteniéndose en su cintura firme, sus musculosas caderas, mientras él movía su eje caliente contra su sensible hendidura.
—Nicholas—su nombre fue un suspiro de anhelo que no pudo controlar.
Demasiados años de sufrir los efectos atormentadores del calor y no conocer la calma. Tantas noches perdidas en anhelar justamente eso, ansiando la percepción de su cuerpo firme cubriéndola, sus brazos sujetándola, tal como él hacía en ese momento.
—Shh, nena—él lamió la cima de sus pechos por encima de su top.—Siente lo bueno que es. Déjame acariciarte, Miley. Todo liso y suave y caliente contra mí. Un coñ/ito tan pequeño y bonito.
A pesar de la fiebre que aumentaba, de la lujuria fluyendo en su sangre, Miley bufó divertida.—Has perdido el juicio—gimió cuando sintió el rastro de sus dedos bajo el tirante de su top y el tirón que dio para sacarlo de su hombro.
—Mmm. Mira lo que encontré—él se aproximó al escote y lo bajó con su barbilla, revelando el pezón duro, henchido, que se alzó suplicantemente hacia él.—Una baya bastante pequeña, toda madura y dulce hecha para mí.
Su lengua se rizó alrededor de la misma antes de ella pudiese fortalecerse ante la acción. Se arqueó involuntariamente, empujándose más cerca de sus labios, un gemido desigual de hambre resonó alrededor de ellos cuando ella se estremeció violentamente en sus brazos. Nicholas gimió entonces lenta, pesadamente, derrumbándose contra ella.
—¿Nicholas?—Miley tragó mientras sentía la presión de la cabeza de Nicholas descansando sobre su hombro, su cuerpo grande casi aplastando el de ella con toda la presión de su peso encima de ella. Era consolador, pero realmente pesado.
—¿Nicholas?—ella golpeó su hombro fuerte.
Su respiración era ligera y relajada. Él pesaba más a cada segundo.
—Maldita sea, Nicholas—ella no supo ya si reírse o llorar cuando comenzó a luchar contra su cuerpo, lo empujó sobre su lado ileso hasta que finalmente, compasivamente, logró sacarlo de encima de ella.
—Loco—masculló ella.—Estás desquiciado, Nicholas. Completamente loco. Deberías estar encerrado.
Y él todavía estaba completamente duro. Ella gruñó frustrada mientras rodaba de la cama y tiraba la manta sobre él con un siseo de repugnancia. ¿Salvada por las drogas de Doc? Sacudió su cabeza cansadamente. Era la primera vez que ella supiese que los analgésicos de Doc habían puesto fuera de combate a alguien. Él era tan agarrado con las drogas como un avaro con su dinero. Y ahora Nicholas dormía profundamente y sin dolor mientras ella caminaba de arriba abajo por el cuarto, pateándose a sí misma para su falta de control.
Se lanzó en la silla al lado de su cama y se quedó con la mirada fija en su forma inconsciente. No debería haberse dejado herir para empezar, bufó silenciosamente. Si él la hubiera dejado sola en el infierno, él no se habría desmayado a dos segundos de la llegada a la meta debido a las drogas inyectadas para la herida.

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