viernes, 23 de noviembre de 2012

Catch Me cap: 3

Su mandíbula casi golpeó el suelo cuando él se dio la vuelta y volvió a entrar en la cocina. ¿Qué no le hiciera ir a buscarla? Pensó incrédulamente. Hijo de pu/ta, iba a matarle.
Entrecerrando los ojos se dirigió rápidamente a su habitación. Se cambió velozmente, vistiéndose con unos cómodos pantalones negros y una camisa deportiva ajustada. Se colocó el cinturón de la pistolera en la cadera, ató la daga a su muslo, se recogió el pelo bajo la gorra negra de béisbol y salió furtivamente de la casa. Le permitiría que viniera a buscarla. Se iba a encontrar un infierno mayor que el que esperaba.
* * * * *
— ¿No tienes miedo de empujarla demasiado lejos? —preguntó Taber varios minutos después de que la familia saliera de la cocina y regresara a sus respectivas habitaciones.

Por una vez, no se encontraba acompañado de su nueva compañera y esposa, Roni. Es más, se dedicaba a vigilar a Nicholas con esos extraños ojos verdes, con un indicio de censura observándose en sus profundidades.
— ¿No tienes miedo de que Roni se niegue a aceptar tu decisión de alejarla de su familia? —Nicholas volvió en sí, expresándose con la misma educación.— Yo no te digo a ti como manejar a tu compañera, Taber. No trates de decirme como manejar a la mía.

Los labios de Taber se elevaron, mostrando los peligrosos caninos de su boca. Nicholas sonrió burlonamente.
— Es más erótico cuando Miley los enseña. No te tomes la molestia de tratar de intimidarme, niño gato. Simplemente trato de ser suave contigo porque eres lo suficientemente susceptible como para ofenderte y no quiero perder el tiempo necesario para limpiarme los puños contigo.

Nicholas se levantó lentamente de la silla, recogiendo su taza se encaminó hacia la cafetera, esperando tener la paciencia necesaria para hablar con Taber. De todos los machos de las Especies, Taber era el más temperamental. Y Nicholas creía que fue precisamente su suerte la que había resuelto que fuera él quien interviniera y le recriminara su comportamiento con Miley.
— ¿Liarte a puñetazos conmigo? —gruñó Taber.— Lo haces sonar como una sesión de lucha. Podría arrancarte la garganta, Nicholas.
— Podrías intentarlo —Nicholas se sirvió el café y contraatacó, con el cansancio avanzando lentamente en su mente.
Parecía que llevaba despierto meses. La necesidad sexual le despertaba todas las noches, manteniéndole alejado del sueño y consumiéndole la paciencia.

Cuando Taber no contestó, Nicholas se dio la vuelta, levantando una ceja y esperó. Los machos de las Especies podían ser imprevisibles en el mejor de los días; aunque hacían un trabajo admirable evitando la violencia, era consciente de que el potencial estaba allí.

Taber cambió de posición, fijando su mirada durante un segundo, su espeso y oscuro cabello cayó por su cara antes de que se inclinara descuidadamente hacia atrás y se girara de regreso para afrontar a Nicholas.
— Estaba allí cuando se dio cuenta de que no ibas a volver. Estaba allí cuando perdió ese niño y casi murió —rugió Taber.— No fuiste. Estoy cansado de verte lastimarla, Nicholas. Déjala.
— Vuelve con tu compañera y utiliza con ella tus trucos de gatito —replicó Nicholas, aumentando su enojo mientras el otro hombre le observaba.— ¿Crees que no me imagino el infierno que atravesó, tú, ronroneante saco de genética alterada? ¿Crees que hay una oportunidad en el infierno que haga que le permita seguir torturándonos por ese terco orgullo? Coge esta pista, Reynolds. Ni un momento más.

El cuerpo de Taber se movió peligrosamente, sus ojos brillaron intensos con una furia que los transformó en jade y un gruñido retumbó en su pecho.
— Eres un bastardo de mente ágil, Tyler. Date por afortunado de ser el cuñado de Callan y el compañero de Miley o te mataría por eso.
Nicholas bufó.
— No dejes que eso te impida intentarlo. Estoy seguro de que Merinus te perdonaría rápidamente —colocó la taza en la pequeña mesa del centro y se giró para pelear. Pronto estaría dándole de patadas en el cu/lo a esa pantera arrogante que le observaba en ese mismo momento.
— Déjala, Nicholas —le ordenó de nuevo.— No tienes que quedarte tanto tiempo pegado a su cu/lo.
— Todavía tengo que montar su cu/lo —dijo Nicholas sonriendo entre dientes.—Y cuando lo haga, no estarás invitado a mirar. A diferencia de tu otro hermano, no necesito audiencia ni ayuda ninguna.

Las practicas sexuales de Tanner estaban descontroladas, pero no más que lo que lo estaba la libido de Nicholas. Si no metía a Miley en una cama rápidamente, le iban a dar el certificado de demente.
— Esto no va de Tanner —le recordó Taber furioso.— Se trata de Miley. Y te advierto…
— No cometas ese jo/dido error —la voz de Nicholas bajó peligrosamente.— No trates de hacerme una advertencia de mie/rda, Taber, porque entonces pelearemos. Ella es mi mujer, mi compañera, mi asunto. Métete en tus propios asuntos y mantente alejado del infierno de los míos.
— La vas a matar —el gruñido sonó más profundo, más rudo.—No te dejaré continuar con esto, Nicholas.
— Te desafío a que me detengas —se burló Nicholas.— Patearé tu cu/lo de gato por toda la cocina, Taber, si lo intentas.
— Muy bien, niños, acaben con este infierno —dijo Roni apareciendo por la puerta, con las manos en las curvilíneas caderas, los azules ojos brillando con cólera cuando recorrió con la mirada a su compañero.— ¿Qué demonios pasa con los dos? No es momento de esto.
— Roni, esto no es asunto tuyo —advirtió Taber suavemente, mientras Nicholas negaba con la cabeza, mientras elevaba la mano irritado hasta el puente de su nariz.
— Señor sálvame —murmuró Nicholas.— ¿Está la fase lunar en un lugar jod/idamente incorrecto o algo así? ¿Algo parecido a un extraño síndrome premenstrual que afecta a los machos Felinos? —preguntó enfrentándose a Taber.— Hombre, el apareamiento no ha enfriado nada tu cu/lo.

Empujaba al otro hombre y Nicholas lo sabía. Lo sabía y rehusaba echarse atrás. Estaba cansado de escucharle refunfuñar, gruñir y el resentimiento general que recibía de él la mayoría de las veces.
— ¡Taber! —gritó Roni agarrando el brazo de su compañero un segundo antes de que brincase hacia Nicholas.
Nicholas mostró una lenta y fría sonrisa en sus labios.
— Déjale Roni. Te entregaré su pellejo más tarde.
— Maldito seas, Nicholas, cierra esa endiablada boca —gritó Roni cuando Callan, Merc, Tanner y unos cuantos más entraron en la cocina, deteniéndose sorprendidos ante la escena que se encontraron.
— ¿Qué diablos pasa aquí?—preguntó Callan suavemente, haciendo que su voz retumbara, con su mirada ámbar nada complacida.
— Oye, Garfield, este hermano tuyo cree que puede ordenarme que deje a mi compañera puesto que él es un feliz y ronroneante niño gato con la suya. Quizá deberías aconsejarle de otra manera—Nicholas apoyó la cadera contra la pequeña mesa, aunque observó a la furiosa pantera cuidadosamente.— Simplemente le estoy diciendo que puede besarme el maldito cu/lo hasta el infierno ida y vuelta porque es jod/idamente imposible que la deje—dirigió su nada educado comentario a la gruñona pantera en cuestión.
Roni había colocado su cuerpo delante de su compañero, y sujetó aún más fuerte sus brazos.
— Callan, haz algo—recurrió al líder de la Manada cuando su compañero le ordenó en voz baja que le soltara inmediatamente.

Nicholas observó a su cuñado por el rabillo del ojo, vio la tensión que mostraba la cara del otro hombre, la indecisión. Tanner negó con la cabeza y masculló por lo bajo algo que hizo que Callan le lanzara una aguda mirada.
— Nicholas, déjala ir—dijo finalmente de manera significativa.— Simplemente date la vuelta y márchate, hombre. Por todos nosotros.
Había rendida resignación en la voz de Callan, una tristeza que hizo que los instintos de Nicholas reaccionaran violentamente.
—¿Por qué?—preguntó Nicholas suavemente.— No la dejaré ir, Callan, como tú no dejarías ir a Merinus…
— Callan no destruyó a Merinus—dijo Taber con una primitiva furia.— No te observaré destruirla de nuevo, Nicholas. Vete al infierno hasta que esto sea más fácil para ella. Ahora, antes de que tengamos que echarte a la fuerza.
Ahora fue Nicholas el que mostró los dientes.
— Roni, será mejor que le sujetes fuerte—le dijo a ella suavemente.— Porque puedo enseñarle a tu pequeño gato algunos modales.

Nicholas no pudo entender su furia más de lo que entendía la de Taber, pero le fue imposible no observar el asesinato en los ojos del hombre cuando éste dejó de lado a su esposa y le enfrentó.
Girando, Nicholas cambió inmediatamente de posición para enfrentarle, mientras los demás saltaban asustados entre ellos. Tanner y Merc agarraron a Taber, mientras Roni gritaba alarmada y Callan se colocaba delante de Nicholas.
— Basta—no había cólera en la voz de Callan, ni resentimiento. En lugar de eso le observaba apesadumbrado.— El derramamiento de sangre no arreglará esto, Nicholas. Pelear no lo arreglará.
— Ella es mía—dijo Nicholas mordiendo las palabras.
— Y por esa razón me he mantenido apartado, de la misma manera que Tanner y Dawn lo han hecho, mientras la veíamos sufrir desde que llegaste—dijo quedamente.— Para Taber es una lucha más dura. Para que lo sepas, fue Taber el que la encontró desangrándose cuando involuntariamente abortó. Fue Taber el que escuchó su llanto y las que hubieran sido sus últimas palabras si no hubiera actuado tan rápidamente como lo hizo. Fue a Taber, Nicholas, al que ella le rogó que la dejara morir porque no podría vivir sin ti o sin su hijo. Y fue Taber el que juró vengarla. No puedes borrar ocho años de dolor, furia y odio simplemente porque fue un malentendido.
Nicholas clavó los ojos en él en estado de shock, antes de que sus ojos se giraran hacia la furiosa mirada de Taber que le atravesaba. Sus manos se abrieron y se cerraron, su mandíbula se tensó con agonía.
— La amo—dijo, con voz tensa, sintiendo un dolor en el pecho al darse cuenta de su afirmación.— Siempre la he amado, y sus amenazas no van a cambiar eso. Ni lo hará su odio. Lo mismo que no va a cambiar el hecho de que no me voy y no la dejo. Cada uno de ustedes se tienen que ir acostumbrando a eso.
Salió de la habitación, su propia cólera, su propio dolor, abrumándole. Necesitaba ver a Miley, para asegurarse de que todavía vivía llevándole, empujándole… Destruyéndole...

*****
 
La noche era su amiga. Miley se movió a lo largo de la montaña sobre la hacienda de las Especies. Ella a menudo daba por sentado la clara visión que poseía en la oscuridad. Podía ser tan perfecta como a la luz del día, a pesar de la falta de iluminación procedente del cielo sin luna. Se encontraba cómoda en la oscuridad. Un lugar para esconderse e intentar ponerle sentido a las crecientes demandas de su cuerpo.

Las demandas que Nicholas hacía eran cada vez peores. Luchó contra la inexplicable conciencia que crecía dentro de ella diariamente. Luchó contra su necesidad de tocarle, no por hambre o lujuria, sino solamente para asegurarse a sí misma que él estaba allí. Que él vivía. Que él respiraba. Luchaba contra esto hasta el punto de que temía incluso el contacto más ligero entre ellos, porque esto hacía más difícil cada día el negar el frágil lazo que ella podía sentir formándose dentro de su alma.

El frío era más que bienvenido ahora. El borde crujiente, afilado de la temperatura ayudaba a aclarar su cabeza, a agarrarse a sus defensas. Ella podía resistir mejor las temperaturas que el resto de su familia. Aunque no tenía la piel peluda del leopardo de nieve, tenía una tolerancia para el clima frío que el resto de las Especies no tenía. Aunque el calor que surgía dentro de ella podía tener mucho que ver.

El calor copulativo estaba peor de lo que incluso había pensado que podía ser. Como si la presencia de Nicholas en cierta forma hubiera avivado los fuegos más ardientes dentro de ella. Su lengua estaba hinchada ahora; las glándulas en los lados estaban inundadas, pulsando por la necesidad de soltar la rica hormona contenida dentro de ellas.

Esto la había sobresaltado, el conocimiento de que ella estaba exteriorizando alguna de las características de los varones. Su consorte no era uno de las Especies. La hormona afrodisíaca propulsaría su sexualidad más alta, como lo haría con la de ella. Cerró sus ojos ante ese pensamiento. Doc Martin la había advertido que esto seria como llenar a Nicholas de súper Viagra, asegurándose de que él podía funcionar lo suficientemente a menudo como para asegurar la concepción.

El pensamiento de Nicholas perpetuamente duro era más de lo que ella podía profundizar. Demonios, él mantenía una erección ahora la mayoría de las veces. Cada vez que le veía, sus ojos refulgían con excitación y la protuberancia de sus pantalones parecía ponerse más grande. Tentándola. Oh señor, cómo la tentaba.

Se relamió los labios mientras se abría camino a lo largo de la montaña. Recordó claramente la dureza de acero que crecía entre sus muslos. La forma y el largo, el espesor de la carne, la percepción de él. Ella quiso gemir de necesidad ante el recuerdo de su sabor cuando se corrió pulsando a través de su lengua y bajo su garganta. O la percepción de él empujando entre sus muslos. Su co/ño lloró al pensar en aquello.
Miley apretó sus dientes y se mantuvo en movimiento. Estaría condenada si cedía en esto. Ella podía ver a Nicholas, tan dominante y autoritario como cualquiera de los miembros de las Especies. Él se convertiría en el mismo tipo de monstruo que Callan y Taber.

Ella bufó. Como si pudiera sobrevivir estando recluida en esa casa mientras el peligro crecía alrededor de ellos. En las pasadas dos semanas allí hubo tres intentos de romper los perímetros exteriores de la cerca de seguridad que corría alrededor de la montaña. Ellos aún tenían que atrapar a quienquiera que hubiera tratado de romper la seguridad, sin embargo. Miley no se podía imaginar escondiéndose dentro de los confines de la hacienda durante tanto tiempo. Callan y Taber habían perdido ambos sus mentes en sus intentos por proteger a Merinus y Roni. Esto la volvería loca.

Ella no podía detener su lamento por no poder concebir, su pena por la pérdida del niño que una vez había llevado. Su vientre se flexionó como advertencia, un preludio para los duros espasmos que sabía llegarían pronto… la demanda de su cuerpo para que una nueva vida fuera creada, que la concepción fuera permitida. Ella había destruido cualquier oportunidad de eso en sus años anteriores de ignorancia. Y ella se estaba cansando de luchar con Nicholas y contra el calor que crecía dentro de ella.

Él era su compañero. Ella supo esto desde que reconoció la profundidad de la verdadera unión entre Merinus y Callan. Esto no hizo la situación más fácil para manejarla. Para saber que él era el único hombre al que ella podría permitirle tocarla, abrazarla, no podría ser de buen agüero para su futuro.
— ¿Puedes ser aun mas terca, Miley?—La voz rota de Nicholas en el enlace de comunicación en su oreja la hizo tensarse mientras hacía una pausa en su camino montaña arriba.

Con una silenciosa maldición ella colocó los prismáticos de la parte superior de su cabeza sobre sus ojos y activó el preciso localizador. Ella rezó para que él estuviera en el edificio de comunicaciones en vez de capitaneando arriba en la montaña. Maldición. Ahí estaba él. Observó su único localizador mientras éste se movía firmemente más cerca de ella. El otro miembro de las Especies que patrullaba estaba retrocediendo, dándole vía libre mientras él iba directamente hacia ella.
— Probablemente podría—gruñó ella por la frustración.
Ella podía sentir la anticipación aumentando en ella ahora. Como si su voz hubiera activado un interruptor que hacía que su cuerpo supiera que él se acercaba. Sus pechos estuvieron repentinamente sensibilizados, inflamados otra vez, los pezones empujaban contra el material de su top mientras hacia una pausa y se sentaba en una roca redonda, grande, musgosa. No serviría de nada huir de él. Era asombrosamente persistente.

Miley tomó aire profundamente, atrapando la débil huella de su perfume mientras él se acercaba a ella. Sus ojos se cerraron en respuesta al torrente de sangre que comenzó a resollar con furia a través de sus venas. Él olía delicioso, oscuro y excitante, su lujuria desbordando peligrosamente por su olor acalorado.
Él sería duro, pensó con un suspiro. Su po/lla presionaría apretada contra sus pantalones vaqueros, desafiándole a que lo soltara, para que le tomara como ella lo necesitaba. Sacudió la cabeza ante este pensamiento. Su autocontrol flaqueaba. La falta de sueño y el creciente calor comenzaban a tomarse su precio en ella.

Miley apartó el micrófono del enlace del comunicador de su cara, aislando a los demás de cualquier cosa que ella dijera. Los audífonos estaban todavía en posición, sin embargo, y ella era capaz de mantenerse en contacto con los otros guardas así como también con el centro de comunicaciones. Se quitó de encima las gafas mientras veía la marca de Nicholas en el localizador acercándose firmemente. Él sabia dónde estaba ella. El receptor pequeño abrochado en la parte de atrás de sus pantalones vaqueros le permitía ser rastreada fácilmente por las gafas computarizadas que la fuerza de seguridad de las Especies usaba. Ella puso sus gafas en el bolsillo de su cinturón y esperó a Nicholas. La noche de invierno se llenó repentinamente de un calor bochornoso, evocativo que le pen/etró hasta los huesos y le hizo querer relajarse en el toque que ella sabía que Nicholas estaría ansioso por darle. Él podría estar más loco que el infierno, pero cuando él se introdujo el área donde estaba la roca grande y redonda en la que ella se sentaba, su lujuria se enrolló en sus sentidos como una ola de lava ardiente de hambre.
— No te tomé por una cobarde, Miley—Las primeras palabras que salieron de su boca pusieron el pelo detrás de su cuello erizado por la furia. Ella fue incapaz de contener el bajo gruñido de cólera que vibró en su pecho.
— Hay una diferencia entre la cobardía y la indiferencia, Nicholas—mordió ella mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, observando mientras él se acercaba.— No te tengo miedo en lo más mínimo. ¿Por qué me seguiste hasta aquí arriba? Cualquier cosa que tengas que decirme pudo haber pasado a través del comando.
— ¿De verdad?—gruñó él mientras se detenía a centímetros de ella.— ¿De verdad quieres que el resto del equipo me escuche mientras te digo simplemente lo duramente que tengo la intención de golpear tu trasero por irte así? ¿Y hasta dónde tengo la intención de tener mi po/lla enterrada en tu co/ño resbaladizo mientras hago eso?

Ella se hubiera sentido insultada si la imagen repentina que pasó como un relámpago por su cabeza no hubiera aumentado el pulso en su co/ño en respuesta. ¿Pulsando? Infiernos, palpitaba como una herida abierta y cruda, implorando ser llenada. Pero eso no quería decir que ella tenía que dejarle saber eso.
— ¿Oh, no eres valiente?—ella levantó una ceja desdeñosamente. Estaría condenada si no se tomaba la molestia de enojarse realmente. Como si necesitara que la sangre se apresurara más duro en su clít/oris, llevando los vestigios débiles de la hormona que escapaba de las glándulas en su lengua hacia el resto de su cuerpo rápidamente.— Sabes, Nicholas, podría arañar tus ojos fácilmente. Soy un Felino. ¿Recuerdas?

Él gruñó sarcásticamente.
— Pretenderé ser tu lobo y te comeré entonces—él disparó.— Ábrete.
Su brazo se movió antes de que ella pudiera pensar, su mano se dirigió a su cara. Increíblemente, él la atrapó un segundo antes del impacto.
— Estás fuera de línea—ella explotó furiosa.— Estoy harta de oírte gruñir y de tus velados insultos, Nicholas.
— Y yo estoy malditamente harto y cansado de ser atacado física y emocionalmente por una gata del infierno que no tiene el sentido común de cuidarse—él gruñó en respuesta.— ¿Piensas que no he aprendido lo que has pasado todos estos años, Miley? ¿Lo malo que se hace el calor y su duración aunque tú te empeñes en negarlo? Pudiste haberme encontrado en cualquier momento.

La rabia brillaba intensamente en sus ojos ahora. El azul profundo relumbraba con furia mientras sus labios se apretaban. Esto la excitó, la enfureció.
— Oh, sí, realmente iba a hacer eso—ella sacudió con fuerza su brazo hacia atrás, su cuerpo zumbando, su corazón doliendo aún por ese toque.— Ir llorando a ti por este complejo, creyendo que tú me habías traicionado, para empezar. Iba simplemente a marchar hasta tu puerta y pedirte dulcemente que me foll/aras y me lo hicieras más fácil. Aun si hubiera sabido lo que era el calor, no había ni una sola oportunidad en el infierno de que sucediera—mantener su voz baja, conservar la furia moderada detrás de un rudo gruñido fue una de las cosas más duras que ella alguna vez había hecho en su vida. Ella necesitaba gritar, enfurecerse, golpear y lastimarle tanto como ella había sido herida cuando ella creyó que él la había abandonado.
— Sabías que yo sencillamente no me alejaría de ti, Miley—él no se echaba atrás. Estaba directamente frente a su rostro, el calor de su cólera y su lujuria enrollándose alrededor de ella como cadenas invisibles mientras sus manos agarraban sus brazos.

Su carne ardió en la de ella. Ella pudo sentir cada uno de sus dedos, cada célula cuando ellos entraron en contacto con su cuerpo y se volvió desproporcionadamente sensibilizada. Ella peleó inhalar suficiente aire como para aclarar su cabeza, reforzar su autocontrol, pero todo lo que ella podía oler era a Nicholas y su caliente lujuria masculina.
Miley clavó los ojos en él, aspirando el perfume de él, intoxicada por la repentina necesidad, abrumadora de tocarle. Eso la hacía temblar, se dio cuenta. La miraba fijamente de manera que ella pensó que quería sacudirla hasta dejarla sin sentido. Sus ojos se estrecharon, se oscurecieren y apretaron sus mejillas, sus labios usualmente sensualmente y llenos se contrajeron en una línea delgada de cólera. Y ella quiso su beso.
Su lengua latió mientras se esforzaba por alejarse de él. Ella podría saborear la hormona llenando su boca mientras las glándulas inundadas comenzaron a llenar y requerir ser compartidas.
— Apártate de mí—ella trató de empujarle hacia atrás, negar la necesidad y el hambre que barría todo a través de ella y la furia que se demoraba justo bajo la superficie.— Si te hubiera importado, entonces me habrías llevado contigo cuando te lo rogué, Nicholas, pero en vez de eso me dejaste—incluso ella estaba sorprendida por el sonido gutural de su voz, el dolor inesperado y rudo que resonaba en ella.
— ¿Dios mío, piensas que no me odio lo suficientemente a mí mismo por eso, Miley?—sus ojos eran tristes, llenos con su propio dolor, su propio arrepentimiento.— ¿Piensas que no he rezado literalmente por volver atrás y actuar de modo diferente? ¿Por asegurarme de que salías de allí?
Él la soltó, como si no pudiera aguantar tocarla más. Sus manos se abrieron camino entre las cortas hebras de su grueso pelo mientras él soltaba una respiración rota. Él luchaba por controlarse tanto como ella.
— Mira, Nicholas—miley se movió hacia atrás, luchando por respirar a través de las emociones que rasgaban a través de ella y que el emitía.— Es demasiado tarde para volver atrás, y ha pasado demasiado para seguir adelante…
— Y un infierno que ha pasado demasiado—gruñó él mirándola fija e implacablemente. ¿Piensas que busqué todos estos años, Miley, arriesgando mi vida y la de mi familia y me conduje a mí mismo hacia la locura para que así tú me pudieras alejar como si nada de esto fuera malditamente importante?—una ruda risa hizo eco a través de la noche.— No lo creo, nena. Y creo que tú también sabes que eso no va a ocurrir. De otra manera, tú no estarías corriendo como un pequeño gato asustado en la dirección opuesta cada vez que me acerco.

Su voz había aumentado, pero aún más, él se había movido. Miley se alejó, dándose cuenta de que se estaba retirando un segundo antes de que se topara con una roca grande detrás de ella.
— Trato de ser sensata—ella mordió.— Algo que tú no eres, Nicholas. No tienes ni idea de lo que podría ocurrir. No sabes cómo esto te podría afectar…
— Sé cómo me afectas tu—él gruñó.— Sé que mi po/lla está como el acero en mis pantalones el noventa por ciento del tiempo, estoy ardiendo por entrar en ti. Sé que cada vez que veo un arañazo en tu piel quiero matar a alguien. Una magulladura me pone rabioso. Recuerdo cada jod/ida cosa que ocurrió aquella noche en ese laboratorio, nunca lo he superado, Miley. Nunca lo he olvidado. Y, por Dios, nunca me rendí. Tú te rendiste.
— Yo lo acepté—áspera, ronca, su voz reflejó todo el dolor y la furia de los años pasados.— Y ahora es tu turno, Nicholas. Es hora de aceptar que ha terminado. Se acabó la noche en que esos bastardos me violaron… Oh, Dios—ella presionó su mano sobre su boca cuando le observó palidecer, observó el dolor que cruzaba su cara.
Apartándose violentamente de la roca grande, se alejó lo suficiente de él para evitar su toque, para aspirar el aire bochornoso de la noche en vez del tinte amargo de su dolor.

Ella apenas recordaba esa noche. Había sido nebulosa, brumosa. Las drogas habían reaccionado con las hormonas que surgían a través de su sistema. Los científicos no tenían ni idea del error que habían cometido hasta que ella empezó a convulsionarse bajo el bastardo que la violaba.
Miley. Hubiera dado mi vida por haberte salvado de eso—él murmuró detrás de ella.— Y esa es la verdad absoluta.
Ella negó con la cabeza con un sentido de fatalidad.
— No, Nicholas. Casi diste tu vida, de cualquier manera, y nunca la supimos. No fue tu culpa. No te culpo por eso—y no lo hacia. Simplemente lo aceptaba.— No soy la chica que tú amaste entonces. La chica que te amó no existe ya. Ella murió con el niño que perdió. Todo lo que quedo fue la asesina—ella se giró hacia él, viendo ensombrecerse su cara, la amargura en su mirada.— Soy una de las Especies, Nicholas. Nada más. Nada menos. Y estoy en celo. Es físico. Es biológico. Y no tenemos idea de cómo esto te podría afectar. No estoy dispuesta a correr el riesgo.
Una risa corta, sarcástica escapó de él.
— Debes tomarme por un imb/écil, Miley—dijo moviendo la cabeza, asombrándola con el toque de diversión que notó en su voz.— Eres buena, nena. Tan buena, que creo que incluso te has engañado a ti misma. Pero no me has engañado a mí. Piensa en eso, Miley. Y empieza a contar los días. Porque estaré condenado si te dejo correr mucho más tiempo.

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