viernes, 23 de noviembre de 2012
Catch Me: Prologo
Miley estaba en las sombras del motel en silencio, observando con cuidado, entrecerrando sus ojos cuando los nueve hombres se separaron y fueron a sus respectivas habitaciones. Estaban furiosos, pero sólo uno de ellos exudaba peligro. Ella los había visto en el aeropuerto después de dejar al Doc en la casa de seguridad, luego los había seguido al motel y había visto como se registraron.
Nicholas no se parecía a Merinus de ningún modo. Él tenía el cabello más oscuro, color casi negro, ojos intensos, fríos azules. Su mandíbula fuerte y pómulos altos daban una pista de su ascendencia nativa americana, su cuerpo duro, lleno de gracia, insinuaba el extenso entrenamiento militar. Ella conocía esa mirada, el modo en que el asesino se movía. Ella había crecido entre ellos, había sido violada por ellos más de una vez. Pero a éste, ella lo conocía personalmente.
Este hombre había traído su placer. A pesar de sus súplicas, a pesar de sus deseos de lo contrario, él la había tomado bajo el ojo insensible de una cámara, llevándola de un clímax a otro, su lujuria igualada por la suya, y la suya por su toque.
¿Esto sólo había sido hacía siete años? Dulce cielo, aquella noche la atormentó siempre, incluso ahora, como si hubiera pasado sólo ayer. El soldado oscuro que había jurado ayudarla y rescatarla. Él había venido, sosteniendo la libertad en una mano, su corazón en la otra, y había pasado la noche enseñándole los placeres del cuerpo a la mujer. Cuando se marchó, nunca volvió. Pero los doctores si. Con el vídeo, vinieron las risas, las burlas de las cosas que Nicholas Tyler le había hecho, lo que ella le había hecho, todo en nombre de la ciencia. La violación no la había fecundado. Ellos se preguntaban si el placer lo haría.
Sus manos se apretaron en puños de rabia cuando el salió fuera de su cuarto, perezosamente terminando un cigarrillo que había encendido momentos antes. Ella quiso matarlo ahora. Había jurado que lo mataría si alguna vez lo encontraba. Había jurado que él pagaría cada momento de dolor que ella sufrió todos aquellos años. Había jurado que él pagaría por mentirle, y por hacerlo tan fácilmente sin su conocimiento. Él la había traicionado, tal como había traicionado a su hermana.
Su expresión se endureció cuando la última puerta finalmente se cerró y quedo a solas con ella.
— ¿Dónde está Merinus? —Su voz era salvaje, pulsando con una furia que envió un resquicio de inquietud a su cuerpo.—¿Y por qué demonios no nos encontramos en el aeropuerto como lo prometieron?
— Tengo una pregunta mejor —le contestó desde la seguridad de las sombras.—¿Por qué un hermano traicionaría a la hermana que él jura amar en lugar de llegar con la ayuda prometida?
Él giró despacio, casualmente, hasta que la enfrentó. Ella vio la dureza en su expresión y la sorpresa.
— ¿De qué diablos está usted hablando?
— Un equipo entero de soldados barrió la casa de Callan. Una docena de hombres. Todo lo que sé seguro es que ellos no los atraparon. Pero sé que ellos la quieren. Ellos saben sobre ella.
— ¿Saben qué, por Dios? —Él pasó sus dedos por su cabello, su voz era tranquila, pero a un paso de la furia.— ¿Por qué demonios ellos atacarían ahora?
— Ellos saben que su hermana es la compañera de Callan —le dijo con cuidado.—Tal como usted debe saberlo.
¿Lo sabía él? Ella miró su cara pálida alarmada, sus ojos azules abiertos con sorpresa.
— ¿Aquel bastardo la tocó? —Mordió entre dientes.
— No —habló ella arrastrando las palabras burlonamente.— Él se emparejó con ella. ¿Seguramente usted recuerda el concepto? Y ahora el Consejo no se preocupa de si el está vivo o muerto. Ellos quieren a la mujer y cualquier niño que ella pudiera llevar. Pero usted ya sabía eso, ¿no señor Tyler? ¿Por qué atacarían ellos sólo unas horas después de que ella se comunicara con usted?
Él sacudió su cabeza despacio.
— Nunca traicioné a mi hermana. No lo haría. —Su voz envió una frialdad sobre su espina dorsal.
Miley frunció el ceño.
— Vine para matarlo, Nicholas Tyler —le dijo con cuidado.
Él no pareció sorprendido ahora. Su boca se torció con una mueca burlona.
— Quizás usted podría retrasar su pequeño intento durante el tiempo que me tome salvar a la tonta de mi hermana —ladró.— ¿Qué es esa mie/rda del acoplamiento?
— Más tarde —contestó Miley.— Ahora no hay tiempo para explicaciones. Ahora es tiempo para que usted me diga como supo el Consejo del acoplamiento, si Merinus no se lo dijo a usted.
Y Miley estuvo casi segura de que él ciertamente no lo sabía. Él era un mentiroso, pero en este caso, decía la verdad. Sus dones habían crecido con los años, con la madurez y a fuerza de desesperación. Ella ahora podía oler una mentira como los otros podían oler la basura.
— ¿Quien es usted? —su voz chisporroteó.— Y usted va a tener que acercarse más mujer. No puedo ayudar a Merinus o Callan con tan poca información.
Suspirando, Miley dio un paso de las sombras. Ella miró sus ojos agrandarse cuando la reconoció.
— No estás muerta —susurró, parpadeando, intentando asegurarse de que ella estaba allí.
La amargura la llenó con una ola de dolor tan intenso, que amenazó con ahogarla.
— No, amor, no fui asesinada. Pero esto no significa que tenga mucho por lo que vivir.
Y Miley afrontó su pasado como nunca lo había hecho antes. Las pesadillas y esperanzas rotas se fragmentaron alrededor de ella, haciendo entrar su alma en un vacío triste, oscuro del que ella temió nunca poder escapar. Sintió la lujuria avanzar por su cuerpo, la necesidad, tal como Callan y Merinus la sentían, tronando a través de su sangre, a través de su mismo ser. Ante ella se encontraba el hombre que la había traicionado años atrás. En un laboratorio triste, frío, su cuerpo respondiendo aún sin su consentimiento, lanzándola hacia el placer a pesar de cada barrera que ella presentó contra eso. Su compañero. El padre del niño que ella había perdido. Un hombre al que había jurado matar.
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