sábado, 3 de mayo de 2014

Tù eres mi Amor - Cap: 19



Dos dias después, hacia las nueve de la mañana, Miley vio dos carruajes negros que se detenían en el paseo que llevaba a la casa. Se puso rápidamente los guantes de cuero a juego con su ropa de viaje y descendió los escalones de dos en dos seguida por Clarissa. Anne y su padre fueron a despedirse y ella ignoró a su padre pero abrazó afectuosamente a su tia mientras Nicholas acompañaba a la doncella hasta el segundo carruaje.

-¿Dónde esta Clarissa?-preguntó 
Miley poco después mientras el duque se instalaba a su lado.

-Viene en el otro coche con mi ayuda de cámara. Se entretiene leyendo los libros que le he dejado.

-Clarissa adora las novelas de amor.

-Le he dado “Como llevar una propiedad” y los “Diálogos” de Platón-confesó Nicholas-pero no le he dado tiempo para reaccionar.

-
Miley estalló en carcajadas. El coche atravesó la campiña inglesa, era un vehículo muy lujoso con cómodos asientos de terciopelo, Nicholas tenia sitio de sobra para estirar sus largas piernas, sus hombros tocaban los de Miley, sin embargo no era por falta de espacio. Miley podía oler su colonia y apartó la cabeza para mirar por la ventana.

-¿Dónde está su casa?-preguntó después de un rato en silencio.

-Mi casa está donde tu estés.

-Yo...Quiero decir...su propiedad, Claymore-dijo 
Miley turbada por la ternura de su grave voz.

-A una hora y media de Londres si hace buen tiempo.

-¿Es antigua?

-Muy antigua.

-Entonces debe ser lúgubre, en general esas mansiones ancestrales parecen espaciosas pero luego resultan sombrías y agobiantes.

-Se han hecho algunos trabajos de modernización-explicó Nicholas con un tono teñido de diversión-Creo que Claymore no te parecerá demasiado lamentable.
Miley llegó a la conclusión de que se trataba de una residencia suntuosa, pero enseguida se dio cuenta de que jamás la vería. Se sintió invadida por una tristeza inexplicable. Nicholas notó el cambio de humor de ella y se propuso distraerla contándole anécdotas divertidas de su infancia con su hermano Stephen. Nunca se habia mostrado tan amable y la tristeza de Miley desapareció. Cuando entraron en las calles de Londres, la joven se tensó.

-¿Qué te pasa?-preguntó Nicholas.

-Me siento un poco molesta por llegar a casa de Emily con usted, eso le va a parecer extraño.

-Haz como si nos fuéramos a casar-dijo Nicholas riendo.

La cogió en sus brazos y la besó con tanto ardor que 
Miley estuvo a punto de creerle.

Emily les acogió calurosamente, con gran alivio de 
Miley, no dejó adivinar su sorpresa y condujo a su invitada a su habitación. Después se unió a los dos hombres en el salón. Volvió un cuarto de hora después con las mejillas enrojecidas por la curiosidad.

-¡Es el! Acaba de revelarme su verdadera identidad, Michael lo sabia pero Su Gracia le habia pedido que no dijera nada. Todo el mundo habla de el, 
Miley, vas a ir al baile de los Rutherford con el mejor partido de Europa. ¡El baile de los Rutherford!-repitió como si quisiera despertar el entusiasmo de la joven.Miley se mordió los labios.

-¿Cuánto hace que conoces al duque de Claymore?

-Menos de una semana-respondió prudentemente.

-¿Y? Dímelo todo, ¿estás enamorada de el? ¿te ama? ¿Te sorprendiste al saber quien era?

-Mucho-admitió 
Miley con una ligera sonrisa.

-Cuéntamelo todo.

El entusiasmo de Emily era contagioso pero le respondió con firmeza.

-No esta enamorado de mi ni yo de el. Me voy a casar con Paul, ya esta todo planeado.



En su habitación, Nicholas miró el reloj de péndulo, eran casi la diez de la noche, estaba casi impaciente por ir a casa de los Archibald.

-Si me lo permitís milord-dijo su ayuda de cámara ayudándole a ponerse un chaleco negro-es muy agradable estar de nuevo en Londres.

Dio un paso atrás para inspeccionar el aspecto de su señor.

-¿Estoy elegante Armstrong?-preguntó Nicholas mirándose en el espejo.

-Absolutamente milord-respondió el criado feliz al ver al duque de tan buen humor-Deseo que tengais una feliz velada Vuestra Gracia.

Nicholas se puso su capa negra forrada de seda escarlata y bajó los escalones.

-Adelante McRae-grito al cochero de librea.

A medida que se aproximaba a su destino, imaginaba la reacción de Marcus y de Ellen Rutherford cuando les presentara a su prometida. ¿Por qué deseaba ella guardar en secreto su compromiso? A el le hubiera gustado anunciarlo a los cuatro vientos.



-Ya está aquí-gritó Emily entrando precipitadamente en la habitación de 
Miley-Me gustaría ver la cara de Margaret Merryton si te viera en el baile más famoso del año en compañía del duque.Miley no pudo evitar una sonrisa, sintió una inexplicable alegría al ver a Nicholas que estaba hablando con lord Archibald.

Nicholas levantó los ojos para verla bajar los escalones, se le cortó la respiración y su corazón empezó a latir enloquecido. 
Miley estaba maravillosa con su vestido de satén dorado que dejaba al descubierto un hombro y realzaba sus formas voluptuosas como si fuerza una diosa resplandeciente. Nicholas se dijo que nunca la había visto tan deseable, provocativa y sensual. Sus brazos estaban metidos en unos guantes a juego con el vestido. Cuando se acercó a el, Nicholas le cogió la mano con sus ojos grises brillando.

-Dios mio estas magnifica-dijo con una voz estrangulada por la emoción.

Envuelta en su mirada, 
Miley estuvo a punto de ceder a la tentación de abandonarse a la perspectiva de una agradable velada. Examinó al duque de la cabeza a los pies y luego le miro con expresión divertida.

-No tanto con usted.

Nicholas puso su capa sobre los hombros de ella y la llevó con el. Incluso olvido saludar a los Archibald. Emily miró la puerta cerrada y dio un largo suspiro.

-Si algo se pude decir-dijo Michael pasándole un brazo por los hombros-es que espero que ella no pierda la cabeza, ya que Claymore por su parte no va a perder el corazón jamás. Debes haber oído bastantes rumores sobre el. Incluso aunque se enamorara de ella, no se casaría con una mujer que no fuera de su rango. La tradición familiar se lo prohíbe.

La noche era oscura y un frío viento azotó la cara de 
Miley, ella se subió la capucha para proteger su peinado y se quedó boquiabierta al ver el carruaje.

-A mis ojos no es usted un duque-explicó-Todavía le veo igual que cuando le vi la primera vez en mi casa.

-¿Te gustan estos caballos?-preguntó Nicholas al ver que ella admiraba los cuatro magníficos animales.

-Nunca he visto otros tan hermosos.

-Entonces son tuyos-dijo el duque deslizando un brazo por sus hombros.

-No, no puedo aceptarlos.

-No vas a privarme también del placer de hacerte regalos-dijo el gentilmente-Me gusta saber que llevas la ropa que te he comprado.

-Y por mí ¿cuánto ha pagado?

-Hazme al menos un favor, deja de considerarte una mercancía.

-¿Cuánto?-insistió 
Miley.

-Cien mil libras-respondió el duque con tono helado después de un ligero momento de duda.

La joven nunca hubiera podido pensar en una cantidad parecida. Incluso si Paul y ella ahorraban durante toda su vida, nunca conseguirían devolvérselo todo a Nicholas. Sin embargo no quiso estropear la noche.

-No es usted demasiado sensato.

-¿De verdad?-respondió el arrastrando la voz y arrojando los guantes en el asiento-¿Y porque?

-Porque a mi entender no debería haber pagado a mi padre ni un solo chelín más de noventa y nueve mil libras.

Nicholas la miró un momento y luego rompió a reir.

-Cuando un hombre decide conseguir un tesoro, no regatea por unas libras más o menos-dijo atrayéndola hacia el.

Siguió un silencio durante el cual la mirada de Nicholas se volvió más intensa.

-Te deseo-susurró inclinándose sobre ella para capturar sus labios.

Su beso apasionado dejó a 
Miley desorientada y ruborizada.

La mansión de los Rutherford estaba completamente iluminada, 
Miley y Nicholas fueron recibidos por un lacayo con librea provisto de una antorcha y que les llevó hasta la sala de baile.

-¿Estas preparada?-preguntó Nicholas cogiendola del brazo con actitud posesiva.
Miley, que estaba buscado con los ojos a Alexander, se dio cuenta de que todas las miradas se dirigían hacia ellos. El barullo de las conversaciones se atenuó y pronto solo se oyeron murmullos. Al ver a Nicholas, una mujer se acercó a un hombre distinguido y le murmuró algo al oído, este levantó la los ojos para mirar al duque y se acercó a el.

-Todo el mundo nos mira-susurró 
Miley alarmada.

Nicholas, imperturbable, miro a los invitados y luego sus ojos volvieron al hermoso rostro de su dama.

-Ya lo veo.

-¡Nicholas!-dijo su anfitrión al llegar hasta ellos-¿Dónde diablos te habías metido? Empezaba a creer que habías desaparecido.
Miley escuchó la conversación de los dos hombres, que evidentemente eran amigos desde hacía tiempo. Lord Rutherford era un apuesto hombre de unos cuarenta años con los ojos de un azul intenso y muy expresitu.

-¿Y quien es esta encantadora criatura?-preguntó-¿Puedes presentármela?
Miley vió como la mirada de Nicholas se llenaba de orgullo.

-Te presento a mi amigo lord Marcus Rutherford.

El miró la mano de la joven que seguía en la del anfitrión y añadió:

-Marcus, te ruego que sueltes la mano de mi futura esposa la señorita 
Miley Stone.

-¿
Miley?-repitió Marcus-Es un nombre muy...

Se interrumpió y una sonrisa incrédula se dibujó en sus labios.

-¿He oído bien?

Nicholas asintió con la cabeza.

-Sígame señorita-continuó-Como puede ver aquí hay cerca de seiscientos invitados que arden en deseos de saber quien es usted.

Al ver que Nicholas tenia la intención de abandonarla en manos de su anfitrión, 
Miley tomó las riendas.

-Lord Rutherford-dijo lanzando una mirada suplicante al duque-Nosotras...no deseamos anunciar nuestro compromiso hasta dentro de un tiempo.

Parecia tan desamparada que el duque renunció a presentársela a todos como había previsto.

-Esto debe quedar entre nosotros Marcus-confirmó

-Debes estar loco-dijo lord Rutherford soltando el brazo de 
Miley-Nunca conseguirás guardar una joya así en secreto. ¿Puedo al menos decirselo a lady Rutherford? Ya me ha encargado la misión de descubrir quien era esta encantadora joven que te acompaña.

Nicholas asintió antes de que 
Miley pudiera impedirlo.

-Mire lo que va a pasar-dijo ella con una mirada de desesperación.

Vió a lord Rutherford hablar con su esposa quien, en cuanto el se dio la espalda, se apresuró a susurrar algo al oído de una invitada. Esta les miró fijamente y se giró hacia su vecina.

-Este es el final de nuestro secreto-comentó 
Miley con la voz temblando de ira.

Preguntó dónde podía refrescarse y abandonó a Nicholas en el balcón.

Encerrada en el baño, 
Miley se miró en el espejo. ¡Esto era una catástrofe!. En pocos minutos, todo Londres estaría al corriente de su compromiso con el duque. Cuando ella se fugara con Paul, Nicholas sería humillado a los ojos del todo el mundo. Ella no podía hacerle eso sin que el se vengara, y esa idea la hacía temblar de miedo.

Intentó serenarse, después de todo, puede que la gente pensara que había sido Nicholas quien había roto. Se sintió algo mejor, a fin de cuentas circulaban tantos rumores...

Su corazón empezó a latir más deprisa cuando pensó en el orgullo que se leía en la mirada del duque. No había ninguna duda: el la amaba. Ella no podía avergonzarle quedándose escondida el resto de la velada. Tenia que fingir que le amaba.

Mirándose por última vez en el espejo, vió que este reflejaba a una joven con un menton voluntarioso. Cuando se preparaba para abrir la puerta, satisfecha de lo que había visto, oyó voces femeninas en la habitación contigua.

-Su ropa viene de Paris-dijo una de ellas.

-Pero con un nombre como 
Miley Stone, solo puede ser inglesa-añadió otra-¿Crees que puede ser cierto el rumor que dice que están prometidos?

-¡Desde luego que no! Si fuera lo suficientemente astuta como para hacer que Claymore pidiera su mano, puedes estar segura de que se apresuraría a gritarlo a los cuatro vientos. No me imagino a Nicholas retirando su palabra.

Rechazando el seguir escuchando detrás de las puertas, 
Miley quiso alejarse cuando una tercera voz dijo:

-Están prometidos, podéis creerme. Lawrence y yo acabamos de hablar con el duque y puedo asegurar que es verdad.

-¿Quieres decir que el confirma el rumor?

-No seas est/úpida. Sabes muy bien que el se cierra como una ostra cuando alguien quiere inmiscuirse en su vida privada.

-¿Entonces que es lo que te hace decir que está comprometido?

-Dos cosas. Cuando Lawrence le ha preguntado donde se habían conocido, el duque sonrió plácidamente lo cual hizo que Vanesa Stanfield se pusiera lívida. Si os acordáis, ella había hecho correr el rumor de su compromiso con el duque antes de que se fuera a Francia. Ahora, Vanesa ha quedado como una tonta, ya que es evidente que el duque se fue para reunirse con la señorita Stone. El ha confesado que la conoce desde hace varios años. En cualquier caso, cuando habla de ella, su actitud brilla de orgullo.

-Me cuesta imaginar algo así.

-Entonces imagina una luz en sus ojos.

-Me gustaria creerte-dijo la otra voz riendo-¿Cuál es la segunda razón.

-La forma como ha mirado a Easterbrook cuando este a pedido ser presentado a la señorita Stone. Le ha fusilado con la mirada literalmente.

Incapaz de quedarse mas tiempo escondida, 
Miley abrió la puerta, con una misteriosa sonrisa en los labios, pasó por delante de las tres jóvenes e inclinó la cabeza con gracia.

Nicholas no se había movido pero estaba rodeado de una docena de personas, cuando vió a 
Miley dejó a los otros invitados sin una sola palabra de disculpa para reunirse con ella. La orquesta empezó un vals, pero Nicholas llevó a Miley a una alcoba separada de la sala por una cortina.

-¿No quiere bailar?

-La última vez que bailamos un vals, me dejaste solo en medio de la pista.

-Se lo merecía-dijo 
Miley sin tener en cuenta las miradas fijas en ellos.

Entraron en la alcoba y Nicholas cogió al pasar dos copas de champán, le dio una a ella y saludó con la cabeza a los invitados que se acercaban.

-Valor querida, ya llegan.
Miley se terminó de un trago el contenido de su copa.

Se aproximaban, en efecto, en pequeños grupos, ansiosos por tener noticias del duque, 
Miley creyó detectar un fondo de mala intención en la actitud de algunas mujeres. Eso no tenia nada de extraño, Nicholas era extremadamente seductor y de el se desprendía una poderosa virilidad.

El bajó sus envolventes ojos grises hacia ella y la joven se vió invadida por una oleada de calor que no tenia nada que ver con el champán que habia bebido. Cuando por fin encontraron un momento de intimidad, ella le dirigió una audaz sonrisa.



-A mi parecer deben pensar que soy su amante.

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