martes, 21 de enero de 2014
Tù eres mi Amor - Cap: 4
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Molesta por la idea de que el hubiera notado su insistente mirada, Miley enrojeció y se dio la vuelta tan bruscamente que estuvo a punto de tirar el vaso que le tendía André.
-Vuestro ponche señorita-dijo como si le estuviera ofreciendo diamantes para seguidamente bajar la vista hacia su chaleco de satén lleno de manchas-Es difícil abrirse paso entre tanta gente-explicó-He sido empujado por un león borracho y por el mismo plátano que hablaba con tu hace un momento. Por si fuera poco, un cocodrilo me ha dado un golpe con la cola y se ha ido jurando.
-Lo siento André-dijo la joven intentando no reírse-Ha debido se horrible.
-No es nada. Por tu haría lo que fuera, atravesaría el canal de La Mancha en una balsa, me arrancaría el corazón...
-¿Incluso iríais de nuevo a llenar mi vaso?-dijo Miley maliciosamente.
André declaró solemnemente que incluso haría eso. Alexander le miraba con una mezcla de diversión y de piedad.
-Querida-dijo conduciéndola hacia la puerta ventana que llevaba a la terraza-tienes que decidirte. O te casas con André o le dejas caer, de lo contrario corre el riesgo de lanzarse a una aventura peligrosa por amor a ti, como por ejemplo atravesar la calle.
-Supongo que debería casarme con el-dijo con una mueca-Después de todo fuiste tu quien me dijo que sería un marido muy aconsejable ¿Te acuerdas? Fue en el baile de debutantes.
-Sería un grave error. La familia de André Rousseau y la mía son amigas desde hace tiempo. Sería molesto que tuviera que matar a su único hijo y convertirte en viuda.
-¡Que lástima! Aprecio a André y te aprecio a ti. Todos somos amigos.
-¿Amigos?-repitió Alexander-Tu y yo somos más que eso.
-Buenos amigos entonces-admitió Miley intranquila.
Se quedaron un rato en la terraza hablando de los invitados que pasaban por delante de ellos.
-¿A que edad debe casarse una joven inglesa?-preguntó el bruscamente.
-Antes de los treinta y cinco-respondió rápidamente ella.
-No bromeo.
-Muy bien-dijo Miley intentando conservar un tono casual-Entonces, antes de los veinticinco.
-¿Es a esa edad cuanto quieres casarte?
-En este momento solo pienso en bailar.
-De acuerdo, bailemos-dijo Alexander a punto de enfadarse y empezar una pelea.
Le ofreció el brazo.
-Lo siento señor-dijo de pronto una voz grave-Miss Stone me había prometido este vals.
Miley se volvió y vio con estupor la silueta vestida de negro surgir de las sombras. Incluso sin ese traje demoníaco habría reconocido esa sonrisa burlona.
-Me habíais prometido este baile-insistió Satán, dándose cuenta de la indecisión de Miley.
-No recuerdo haber prometido ningún baile a nadie esta noche-dijo, aunque deseaba hacer cualquier cosa para poner fin a la conversación con Alexander.
-Fue hace meses-explicó Satán tomándola por el codo y llevándola resueltamente hacia la pista de baile.
Miley disimuló una sonrisa ante la audacia de ese desconocido y se excusó educadamente ante Alexander sintiendo en la nuca su fría mirada.
Se olvidó de todo en cuanto empezó a bailar. Este hombre bailaba con tanta gracia que parecía no haber hecho otra cosa en su vida.
-¿Realmente os había prometido este baile?-preguntó sin poder reprimir la curiosidad.
-No.
-¿Quién sois?
-¿Un amigo?-respondió con voz cálida y grave, dejando asomar una sonrisa en su rostro bronceado.
-No-dijo ella que no reconocía la voz-Podéis ser alguien conocido pero no un amigo.
-Habrá que remediar eso-respondió el con seguridad.
A Miley le dieron ganas de quitarle un poco de esa confianza en sí mismo.
-Creo que va a ser imposible. Ya tengo más amigos de los que necesito, y todos me juran lealtad eterna.
-En ese caso-dijo con sus ojos grises brillantes-puede que alguno sufra un accidente, con un poco de ayuda por mi parte.
Miley empezó a reír ya que evidentemente sus palabras no eran realmente una amenaza.
-Eso no sería muy amable, mis amigos no son demasiado recomendables y tu les enviaríais hacia un destino dotado de un clima bastante malo.
-¿Un clima cálido?
-Eso me temo-dijo Miley con un falso suspiro de resignación.
El rió de nuevo y sus ojos la miraron con una audacia que la hizo sentir incomoda.¿Quién podía ser ese hombre? En la terraza había hablado con un francés sin acento, en este momento, en la pista, hablaba un inglés impecable. Su cara, medio disimulada por una máscara de lobo, tenia un tono bronceado que no podía haber adquirido en Paris en este principio de la primavera. Tampoco en Inglaterra de hecho.
Cuando el vals terminó, Miley se dirigió hacia Alexander que se mantenía al borde de la pista, pero su caballero la llevó hacia una puerta que daba al jardín, sin soltarle la mano. ¿Era sensato seguir en la oscuridad a un hombre del cual no conocía siquiera el nombre? La presencia de numerosos invitados en los senderos del jardín le dio seguridad, si su acompañante no se comportaba como un caballero podría solicitar ayuda. Una vez fuera, ella desató las cintas de su máscara y aspiró profundamente el aire perfumado de esa noche de primavera, el hombre le ofreció una silla.
-No, prefiero quedarme de pie-dijo ella saboreando la calma y la belleza de la noche de luna llena.
-Decidme Proserpina ¿cómo podemos ser amigos si ninguno de sus otros amigos muere para dejarme su lugar?
-¿Cómo sabéis quién soy?-preguntó Miley feliz de haber encontrado al menos a una persona que reconociera su disfraz.
-Ella hacia alusión a su vestido pero el desconocido malinterpretó su pregunta.
-De la Ville no lleva máscara, los rumores dicen que sois inseparables, al verle he sacado la conclusión de que erais tu.
Miley frunció el ceño al saber que Alexander y ella eran objeto de rumores.
-La respuesta parece molestaros. Podría haber dicho que tenéis algunos...encantos que os distinguen de las demás incluso llevando una máscara, y no haber mencionado a de la Ville.
¿Su mirada había vagado por su cuerpo o solo había tenido esa impresión? El se apoyó descuidadamente en la mesa de hierro forjado.
-¿Quién sois?-pregunto Miley con firmeza.
-Un amigo.
-¡En absoluto! No conozco a nadie tan alto como tu, o que tenga vuestros ojos ni esas maneras tan audaces sobre todo para un inglés-hizo una pausa-¿por qué sois ingles verdad?
-Que descuido por mi parte-dijo burlón-Tendría que haber llenado mi discurso con faltas gramaticales.
Su buen humor era contagioso y Miley no pudo reprimir una sonrisa.
-Muy bien-dijo ella-ahora que ya sabemos que sois ingles, decidme quien sois.
-¿Quién os gustaría que fuera mi querida pequeña?-preguntó el-las mujeres adoran los títulos de nobleza ¿os gustaría que os dijera que soy un duque?
Miley rompió a reir.
-Puede que seáis un obrero o incluso un pirata, pero no sois más duque que yo.
Su sonrisa de desvaneció y pareció desconcertado.
-¿Puedo saber que es lo que os hace tener esa seguridad?
Miley lo examinó de la cabeza a los pies pensando en el único duque que había conocido en su vida-
-Para empezar si fueseis duque llevaríais un monóculo.
-¿Con la máscara?
-Un duque no necesita el monóculo para ver. Es solo un accesorio, sirve para mirar a las damas. Pero hay otros detalles que revelan que no sois un duque. No andáis con un bastón, no respiráis haciendo ruido, no gruñís y, honestamente, dudo que sufráis de gota.
-¡De gota!-repitió el echándose a reír.
-Deberíais escoger otro titulo, si fuerais bizco o patizambo seriáis un conde muy honorable.
El se rió de nuevo y la miró casi con ternura.
-Señorita Stone ¿nunca os han dicho que hay que tener respeto por los títulos de nobleza en lugar de burlarse de ellos?
-Lo han intentado-admitió Miley con una brillo malicioso en los labios.
-De modo que lo único que os hace decir que no soy duque es la falta de un monóculo.
-Del que no os separaríais nunca-dijo ella jugueteando con la cinta de su máscara.
-¿Ni siquiera durante una carrera?
-Si fuerais duque estaríais demasiado gordo para montar a caballo.
Con falsa negligencia cogió a la joven por las muñecas y la atrajo hacia el. La cadera de Miley quedó pegada a su muslo.
-¿Incluso en la cama?-murmuró.
Demasiado sorprendida para responder, Miley liberó con fuerza las manos y le dirigió una mirada ofendida.
-¿Puedo ofreceros una copa de champán?-Propuso el antes de que ella pudiera decir una sola palabra.
La dominaba con su alta estatura y ella se quedó impresionada por el ancho torso del desconocido.
-De acuerdo-accedió.
Se miraron durante un largo instante a los ojos, después el se alejó hacia la casa. Ella dejó escapar un suspiro de alivio, después huyó lo más rápido que pudo y volvió a la pista de baile por otra entrada.
El resto de la noche, Miley estuvo tensa, temiendo encontrarse de nuevo con el desconocido de la capa negra. Sin embargo Satán, como ella le llamaba, guardó las distancias rodeado de un grupo de personas que reian con el.
Mientras ella se despedía de sus anfitriones en compañía de sus tios vio a Satán pasar por delante suyo. Con la cabeza inclinada parecía escuchar atentamente lo que le decía una joven rubia que le sonreía, seguramente su amante, pensó Miley irritada. No parecía perder el tiempo con las mujeres.
El se volvió de repente, y por segunda vez sorprendió a Miley mirándole fijamente. Sus miradas se cruzaron y Miley levantó la barbilla con altanería intentando intimidarle pero el esbozó una extraña sonrisa y le hizo un gesto con la cabeza. Furiosa apartó los ojos odiando su arrogancia.
-¿Qué pasa querida?-preguntó Anne.
Sobresaltada, Miley señaló con la cabeza la entrada donde Satán ponía sobre los hombros de la rubia una capa.
-¿Sabes quien es ese hombre?
Anne observó a la pareja un momento hasta que la rubia se quitó la máscara.
-Es Marie St. Allermain la famosa cantante-murmuró-estoy segura.
Miley vio que una extraña expresión recorría el rostro de su tia mientras miraba al hombre moreno vestido de negro.
-Y si ella es Marie St Allermain, el hombre debe ser...¡Dios mio, es el!
Anne se volvió hacia su sobrina, pero esta miraba a Satán pasar una mano acariciante por los hombros de la cantante. Recordando que esas mismas manos la habían atraido hacia el hacia un rato, enrojeció de cólera.
-¿Por qué lo preguntas?-preguntó Anne inquieta.
Miley no queria admitir por nada del mundo que se habia dejado llevar hacia el parque por un desconocido.
-Crei haberle reconocido, pero me he debido equivocar-balbució tranquila al ver que su tía no insistía.
De hecho Anne estaba encantada de no proseguir con esa conversación. Muchas veces había temido que su sobrina cayera en las garras del duque de Clainborne. La cantante era su amante desde hacia casi un año, y se decía que incluso la había acompañado a España donde ella había cantado para el rey dos meses antes.
Desde hacía varios años se le veía del brazo de las mujeres más famosas de Europa pero no pensaba en casarse. Era realmente el último hombre en el que deseaba que su sobrina se interesase.
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