miércoles, 22 de enero de 2014

Tù eres mi Amor - Cap: 8



Miley habría dado cualquier cosa por que Alexander de la Ville estuviera a su lado esta noche. Se hubiera inclinado hacia ella y le habría murmurado:

-Solo son unos provincianos querida. Lleva la cabeza alta.

Su padre no dejaba de pasear al pie de la escalera. Cuando vio a su hija, se paró en seco y la admiración que ella leyó en sus ojos le devolvió un poco de confianza en si misma.

Entrando en el salón, 
Miley sintió todas las miradas clavadas en ella. El murmullo de las conversaciones se atenuó, con una profunda inspiración levantó la cabeza mientras su padre la llevaba al centra de la habitación.

La gente se apartó para dejar pasar a un joven pelirrojo: Peter Redfern había hecho rabiar a 
Miley cuando eran pequeños pero también era uno de sus pocos amigos. Estaba empezando a quedarse calvo a pesar de tener solo veinticinco años pero no había perdido nada de su encanto juvenil.

-¡Dios mio!-exclamó cuando estuvo frente a ella-¿Eres tu? ¿Qué has hecho con tus pecas?
Miley se dominó frente a un saludo tan poco digno y le tendió la mano.

-¿Y tu que has hecho con tu pelo?

-Peter se echó a reír, rompiendo el silencio, y todos los invitados se acercaron a saludar a 
Miley.

Conteniéndose para no buscar a Paul con los ojos, repitió incansable las mismas respuestas a las preguntas sobre su estancia en Paris. Peter estaba aún a su lado un cuarto de hora después mientras ella charlaba con la mujer del farmacéutico. Desde un rincón del salón, donde estaban todas las jóvenes acompañadas de sus respectitu maridos, oyó la risa maliciosa de Margaret Merryton.

-Oí decir que en Paris había provocado varios espectáculos y que es totalmente indeseable para la alta sociedad de Paris-contaba Margaret.

-Es hora de enfrentarse a la señorita Merryton-dijo Peter que la había oído-No puedes evitarla por más tiempo. Además está acompañada por otra persona a quien todavía no has visto.
Miley se volvió a regañadientes hacia su enemiga de siempre y la vio con la mano puesta posesivamente en el brazo de Nicholas Westland.

-Nos sentimos desolados al saber que no habías encontrado un marido en Francia-dijo Margaret con tono meloso.

-Cada vez que abres la boca-dijo 
Miley con una mirada llena de disgusto-espero que digas una estupidez.

Iba a empezar a hablar con Emily cuando Peter la retuvo.

-Quiero presentarte al señor Westland, ha alquilado la casa de los Hodge y viene de Francia.
Miley llegó a la conclusión de que si acababa de llegar de Francia, era el quien había contado esas mentiras sobre ella a Margaret.

-¿Le gusta el campo?-preguntó ella con tono aburrido.

-La mayor parte de la gente es muy amable conmigo.
Miley notaba como sus ojos grises la desnudaban como lo habían hecho en la orilla del rió.

-No lo dudo, seguramente alguien será lo bastante amable para mostradle los límites de sus tierras, así no volverá más a las nuestras.

Se hizo el silencio. Nicholas Westland ya no tenía un aspecto divertido.

-Señorita Stone-dijo con voz tensa-me parece que hemos empezado con mal pie. Puede que si me concede el honor de este baile...
Miley no tuvo oportunidad de responder. Justo detrás de ella acababa de oírse una voz grave y familiar.

-Perdónenme, parece ser que 
Miley Stone está aquí esta noche pero no la reconozco.

Puso su mano en su codo y el corazón de 
Miley empezó a latir como un loco cuando Paul la hizo girarse hasta quedar frente a el.

Ella levantó la cabeza y se topó con los ojos más bonitos que había visto nunca. Sin darse cuenta, tendió las manos hacia Paul y este las tomó en las suyas tan poderosas y calientes.

-Buenos días Paul-fue todo lo que consiguió decir al ver su bello rostro.

El le ofreció el brazo.

-Baila conmigo-dijo el simplemente con una sonrisa.

Temblando, 
Miley dejó que Paul la cogiera en sus brazos, sintió su mano en la cintura estrechándola contra el. Ella sabía que era el momento de volver a ser la joven sin problemas y segura de si misma que era en Paris, pero se sentía tan patosa como si tuviera quince años. Se moría de ganas de decirle que le amaba y preguntarle si ahora la quería.

-¿Me has echado de menos?-le preguntó el.

Notando el tono confiado de su voz, una señal de alarma sonó en la cabeza de 
Miley.  Por instinto le dirigió una sonrisa provocativa.

-¡Te he echado de menos desesperadamente!-dijo exagerando el tono.

-¿Cuánto?-insistió Paul.

-No era nada-dijo con tono de burla, sabiendo que le habían hablado de su éxito en Paris-De hecho estuve a punto de morir de pena y desolación.

-Mentirosa-dijo el estrechando su abrazo-eso no es lo que me han contado esta misma mañana. ¿Es verdad que le dijiste a un noble francés que si estuvieras tan impresionada por su título como por su arrogancia aceptarías su proposición allí mismo?

-Es cierto-dijo ella riendo.

-¿Puedo saber que te estaba proponiendo?

-No.

-¿Debo retarlo a duelo?
Miley creía que estaba soñando: ¡Estaba flirteando con ella!

-¿Cómo esta Courtney?

Se odió de inmediato por haber dicho eso al ver la sonrisa satisfecha de Paul.

-Voy a ir a buscarla, así podrás verlo por ti misma-propuso el mientras la música terminaba.

Todavía mortificada por la metedura de pata que acababa de hacer, 
Miley no se dio cuento de que la llevaba hasta el grupo de Nicholas Westland.

-Creo que le robé a 
Miley cuando iba a bailar con ella, Nicholas-dijo Paul.
Miley se acordó que le había dado la espalda al señor Westland para ir a bailar con Paul, no podía hacer otra cosa más que concederle este baile para hacerse perdonar por su mala educación pero la invitación no llegó. Delante de todos la dejó plantada, enrojeciendo de ira y de vergüenza. Por fin le tendió el brazo.

-¿Señorita Stone?-preguntó el con tono aburrido y sin ningún entusiasmo.

-No gracias-respondió fríamente la joven-no deseo bailar señor Westland.

Se volvió y se alejó para reunirse con Anne. Estaba hablando con ella desde hacía cinco minutos, cuando su padre la cogió por el brazo.

-Me gustaría presentarte a alguien-dijo con rudeza.

A pesar de su engreimiento, 
Miley notaba que estaba orgulloso de ella, le siguió sin resistirse hasta que vio hacia quien se dirigían. Nicholas Westland bromeaba con Emily y su marido con Margaret Merryton todavía colgada de su brazo.

-¡Papá por favor!-murmuró aterrada-no me gusta.

-¡No seas idi/ota!-contestó su padre con tono cortante tirando de su brazo-Aquí está-anunció a su vecino con una súbita jovialidad.

-Ya nos hemos conocido-dijo Nicholas.

Las mejillas de ella enrojecieron bajo la mirada burlona de Nicholas. Si se atrevía a decir algo para avergonzarla delante de su padre le mataría. Por primera vez en su vida, se sentía aceptada por su padre.

-Muy bien-dijo Martín mirándoles-¿Y si bailaran los dos? La música está hecha para eso.
Miley sabía que Nicholas no le iba a pedir jamás que bailara con el, ni siquiera con la amenaza de un arma. Le miró con ojos suplicantes y después miró hacia la pista de baile.

El levantó una ceja, divertido. 
Miley creyó por un instante que iba a ignorar su invitación silenciosa, pero el se encogió de hombros y sin ni siquiera ofrecerle el brazo, se dirigió indolentemente hacia la pista, dejándola libre para elegir si le seguía o se quedaba donde estaba.
Miley se unió a el pero le odió con cada paso que daba. Cuando la miró a la cara, ella vio que se estaba riendo. ¡Se reía abiertamente de su humillación!

Furiosa, 
Miley paso por delante de el, decidida a dejarle plantado en mitad de la pista. El alargó rápidamente la mano y la cogió por el brazo.

-¡No se atreva!-gruñó obligándola a mirarle de frente.

-Es muy amable por su parte invitarme a bailar-dijo 
Miley con acidez.

-¿No es lo que quería? Si hubiera sabido que prefería usted pedirlo, no me habría tomado la molestia de hacerlos las dos veces anteriores.

-Es usted el más arrogante y grosero...
Miley se cruzó con la mirada de su padre y le dirigió una sonrisa radiante. Cuando volvió los ojos, volvió a mirar la cara de Nicholas con una mirada asesina.

-Insoportable, inmundo...

Nicholas reía mientras que ella se ahogaba de ira.

-Continúe-dijo con una ancha sonrisa-No me habían regañado así desde mi infancia. ¿Por donde iba? Por inmundo creo.

-¡Y palurdo!-añadió ella para terminar.

-Eso me deja en una delicada posición. Me obliga usted a decirle que su comportamiento de esta noche conmigo no es digno de una joven educada.

-Sonría por favor, mi padre nos está mirando.

Nicholas obedeció, enseñó sus dientes blancos pero su mirada se entretuvo en los labios de 
Miley que se tensó en sus brazos.

-Creo que este breve encuentro se está prolongando demasiado, señor Westland.

Dio un paso hacia atrás pero el brazo de Nicholas la apretó más fuerte.

-No tengo ninguna intención de que ninguno de los dos dé un espectáculo, querida pequeña-gruñó.

Prisionera, 
Miley se encogió de hombros y volvió los ojos.

-¿Encantadora fiesta verdad? Su padre nos observa todavía-añadió el en un susurro.

-Era una encantadora fiesta-respondió 
Miley.

Esperó su respuesta pero el no reaccionó. La estaba mirando sin el menor rencor y de repente ella se sintió idi/ota. Ciertamente el se había comportado muy mal en el rió, pero ella se había vengado a lo largo de la noche.

-Creo que es su turno para ser maleducado-dijo ella con una sonrisa-¿Me equivoco?

Los ojos de Nicholas expresaron el placer que le provocaba su cambio de actitud.

-Creo que estamos empatados-dijo suavemente.

Había algo en esa voz grave y en esos ojos grises, en su maravillosa forma de bailar el vals, algo que le traía a la memoria un vago recuerdo a 
Miley  le miró intensamente intentando recordar.

-¿Nos habíamos conocido antes señor Westland?

-Si ese hubiera sido el caso creo que no lo habría usted olvidado.

-No lo dudo-dijo ella apartando la idea de su cabeza.

Cuando la pareja dejó la pista de baile, Paul se dirigió hacia ellos en compañía de Courtney. 
Miley se dijo que parecía una muñeca de porcelana, con su vestido de satén azul cielo, sus mejillas rosadas y sus bucles ordenados.

-Me cuesta creer que seas tu-le dijo a 
Miley con una voz cargada de admiración.

Después se alejó del brazo de Nicholas.
Miley se quedó quieta esperando que Paul la invitara a bailar.

-¿Es costumbre en Paris que un hombre y una mujer que se acaban de conocer bailen mirándose a los ojos?-preguntó Paul con ironía.

-Yo...yo no le miraba fijamente-balbució ella sorprendida-Su cara me resultaba familiar aunque nunca le hubiera visto. ¿Te ha pasado alguna vez?

-Me acaba de pasar-respondió el-Creía conocerte pero ya no estoy tan seguro.

El giró los talones y se alejó. Hasta hacía poco tiempo, 
Miley habría corrido detrás de el para asegurarle que era a el a quien ella quería, solo a el, no a Nicholas Westland, pero ahora era más sensata. Sonrió disimuladamente.

Pasó el resto de la fiesta bailando con los jóvenes de la región. Entre un Paul demasiado seguro de si mismo y un Paul celoso, prefería a este último. Lady Eubank tenía razón, había que desafiarle.



Cuando 
Miley se despertó al día siguiente, era casi mediodía. Se levantó con energía, segura de que Paul iría a visitarla. No vino. Solo vio a algunos vecinos, por la tarde tuvo que esforzarse por parecer alegre. Pensó que Paul vendría al día siguiente pero tuvo una nueva decepción.

Tardó un día más en volver a verle y fue por casualidad cuando volvía del pueblo con Emily.

-¿Sabes que el señor Westlan tuvo que volver a Londres por sus negocios al día siguiente de la fiesta?-preguntó esta.

-Mi padre lo mencionó-dijo 
Miley pensando en Paul-creo que tiene que volver mañana ¿por qué?

-Me parece que Margaret está contando las horas, solo piensa en el y...-Emily se calló y miró a lo lejos-Si mis ojos no me engañan veo venir tu presa.
Miley se inclinó y distinguió un elegante faetón que rodaba hacia ellas. Paul se detuvo al llegar a su altura, saludó educadamente a Miley y dirigió completamente su atención a Emily a quien dedicó algunas galanterías. Ella acabó por decirle riendo que ahora era una mujer casada.
Miley escuchaba su conversación mientras intentaba calmar a Khan, que manifestaba una intensa aversión por el caballo negro de Paul.

-¿Iras a la fiesta de lady Eubank mañana?-preguntó Paul.

Después de un largo silencio, 
Miley levantó los ojos y vio que se dirigía a ella.

-¿Iras a la fiesta de lady Eubank?-repitió Paul.
Miley asintió con la cabeza, con su corazón latiendo con fuerza.

-Muy bien, entonces te veré allí.

Sin otra palabra, cogió las riendas y el faetón se alejó.

-Es la conversación mas extraordinaria a la que he podido asistir-comentó Emily cuando el se perdió de vista-Paul acaba de hacer todo lo posible por ignorarte ¿No te parece extraño 
Miley?

-En absoluto-respondió 
Miley con un suspiro resignado-Acuérdate, Paul siempre me ignoraba.

-Lo sé, pero entonces no te miraba fijamente mientras lo hacia. Cuando me hablaba te miraba a ti sin que tu lo notaras.

-¿De verdad?

-De verdad. Te digo que le he visto hacerlo.

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