jueves, 19 de diciembre de 2013

Magia en Ti- Cap: 37



Lo primero que Nicholas sugirió, a la mañana siguiente, fue que Miley y él, debían hacer un viaje a Grants Pass para informar a su madre y a su familia de su matrimonio. Debido al embarazo de Miley, 
Nicholas esperaba ir en la carreta, sólo hasta Jacksonville, desde allí cogerían el tren, que a su juicio era un modo de transporte más rápido y menos accidentado.

El tiempo era lo esencial, si querían coger el tren. Miley guardó apresuradamente vestidos y ropas para los dos en un bolso de viaje, mientras 
Nicholas iba a enganchar la carreta. Loretta tenía preparado el té de jengibre, cuando Miley bajó del desván. Las dos mujeres se sentaron en la mesa, a beber sus respectivos brebajes, Miley el remedio, Loretta su café.

Después de terminar la primera taza de té y empezar la segunda, Miley empezó a preguntarse dónde estaba 
Nicholas.

-Parece necesitar un tiempo extraordinariamente largo para enganchar la carreta.

“Realmente, así es”.

Después de su segunda taza de té, Miley no pudo más de impaciencia y fueron a averiguar lo que retrasaba a 
Nicholas.  Cuando salió al porche, le vió delante del granero. Estaba agachado sobre la rueda izquierda de la carreta, supo que algo estaba mal.

Sintiéndose extrañamente expuesta sin su sombrero. Miley levantó sus faldas y se apresuró a bajar los escalones del porche. Sentía que sus mejillas se ruborizaban incómodamente mientras caminaba hacia él. Recelos y tonterías. Sólo en la calle principal, alejados, había unas pocas personas que no parecían ser conscientes de ella. No podía ocultarse siempre, tarde o temprano tendría que arriesgarse a salir sin sombrero.

No obstante, Miley se sentía en evidencia. 
Nicholas miró por encima de su hombro, cuando la vió acercarse, su cara se iluminó con una sonrisa. “Un ligero retraso. Basta con que reemplace un remache”, explicó.

-¿Cuánto tiempo llevará?

-Unos pocos minutos, no más.

Miley se abrazó la cintura y miró hacia el saloom. -“Um... ¿crees que me dará tiempo para ir a hacer una visita a May Belle realmente rápida? A esta hora, el negocio abajo será escaso o inexistente. Me gustaría que supiera que estoy bien y…”,- se atragantó. -“Bueno, ya sabes, darle las gracias y despedirme”.

Echó un vistazo el Lucky Nugget. No había caballos atados fuera. -“Por mí de acuerdo”.

-“Si crees que no debo hacerlo…”

-“No, no”.- Se levantó para tocar su barbilla. -“Simplemente no quiero que vayas mientras haya clientes, eso es todo”.- Bajando la cabeza besó su sien. -“Ve, sólo que no tardes mucho ¿Vale?”

Sintiendo su reserva acerca de que fuera, Miley quería patearse a sí misma por hacer la sugerencia. Por supuesto no quería que su esposa volviera a entrar en el saloom. Cuando una señora pasaba por delante de dicho establecimiento, cruzaba la calle hasta la acera opuesta. -“Nah, Ahora que lo pienso, esperaré hasta que lo hayas arreglado”.-

Observando el enrojecimiento de sus mejillas, 
Nicholas guiñó un ojo. -“Miley, ella es tu amiga. Tienes razón al querer ir a verla. Si no lo haces, se sentirá herida. Realmente no me importa”.

-“Está bien. Yo... um… No es lugar para una dama. Olvidé sólo por un minuto que...”

-Ya vale, dijo,- cortándola.- ¡Simplemente ve! Yo iré al granero, conseguiré un remache. Si te quedas aquí de pie sólo lograrás ponerte nerviosa. Cuando termine, iré a casa y me serviré otra taza del café de mamá.

Mientras él se había puesto detrás y le dio una juguetona palmada en el trasero. Miley saltó y colocó una mano en el lugar. -“Pagarás por ello”.

-“Promesas, promesas”,-dijo hablando sobre su hombro, mientras entraba en el granero.- “Salúdala de mi parte”,- desapareció entre las sombras oscuras, para reaparecer de inmediato.- “Por cierto… ¿por qué no les invitas a cenar a May Belle y a Shorty?”.

-¿Cena? ¿May Belle?

-Mi madre logrará que se sienta bienvenida, y también mi padre.

Miley no podía concebir que nadie invitara a una conocida pros/tituta a cenar a su casa.

-“Oh, Joseph, no me gustaría imponer mis amigos a tus padres. ¡De verdad!”

-Mi padre intentó invitar a May Belle a nuestra casa para almorzar. -Puso un dedo como para tirar de un imaginario gatillo, contra ella.- “Necesitas trabajar en la obediencia propia de una esposa, ¿sabes?”.

Miley inició una sonrisa.- ¡Sí, señor!

-Entonces lleva a ese lindo trasero tuyo al saloom, y mientras estás allí, transmite mi invitación.

-¡Sí, señor!

Vestido todo de negro, rápidamente desapareció cuando regresó a las sombras del edificio. Miley le miró hasta que sus ojos le quemaban. Era una tontería. Una gran tontería. Pero, en su mente, era como una premonición. El principio del fin.

Intentando tranquilizarse a sí misma, respiró hondo y se puso en marcha hacia el Lucky Nugget. Mientras caminaba, imaginaba lo que le diría 
Nicholas si le contara los pensamientos que se arrastraban por su mente. Que era una tonta. Que Dios no mandaba la lluvia que mojaba las cabezas como castigo. Que tenía más derecho a la felicidad que nadie.

Sin embargo, pensar en lo qué 
Nicholas podría decir, no era tan reconfortante como realmente oírselo decir.

Como siempre durante el día, el saloom estaba oscuro y tenebroso cuando Miley entró. Varios años atrás, Swift López y el dueño anterior del Lucky Nugget, se habían enzarzado en una pelea y habían atravesado el cristal de la ventana frontal. Como el gran cristal hubiera sido caro de reemplazar, la ventana fue tapada con tablones. Gus estaba convencido de que la ventana podría volver a romperse nuevamente en otra lucha por lo que nunca instaló un nuevo vidrio después de comprar el local.

Había un cliente solitario sentado en una mesa de la esquina, pero las sombras eran tales que Miley no podía verlo claramente. La oscuridad la beneficiaba. Si ella no podía divisar las facciones del hombre, entonces probablemente él no podría identificar las suyas. Se sentía más segura así.

Gus estaba detrás de la barra limpiando vasos. Cuando vio a Miley, levantó una mano como saludo. -“¡Bueno, si es mi chica favorita regresando a su antigua guarida!”.

Miley puso una mano sobre la barandilla cuando comenzó a subir las escaleras. -“Sólo por un minuto. Sólo quiero ver a May Belle por un segundo”

-“¡Ella va a ser la siguiente en dejarme, dicen por ahí!” -Dijo Gus sacudiendo la cabeza bondadosamente.- Se casa con ese viejo ****, Shorty. ¿Te lo puedes creer?

Miley siguió subiendo la escalera -“Creo que es maravilloso”.

-“Sí, bueno”.- Gus había arrojado su toalla sobre su hombro. -“Supongo que es justo. Ella ha pasado un montón de años aquí, y todo el mundo se merece un retiro feliz. Tengo que decir, sin embargo, que este viejo lugar ya no será el mismo cuando vosotras os hayáis ido para ser respetables mujeres casadas. Supongo que tendré que poner un anuncio en los periódicos de San Francisco, para encontrar algún reemplazo. Pero no hay mucha gente interesada en este tipo de trabajo. ¿Sabes?”



Miley dudó en su ascenso. Pese a todas sus bravatas, Gus había sido amable a su manera, y siempre la trató bastante bien. Eso había sido especialmente cierto en estas últimas semanas. Desde que encontró a 
Nicholas, rara vez había estado disponible para sus clientes. Eso tenía que haber repercutido en su negocio. Sin embargo, nunca le dijo una palabra.

-“Gus, Me gustaría darte las gracias. Por tu comprensión y…”

Él descartó sus palabras, con un gesto -“Vamos, nadie está más contento que yo, de que hayas encontrado un poco de felicidad, miel. Desde el primer momento en que te vi, supe que no estabas hecha para este tipo de vida”.

El cliente de la esquina empujó atrás su silla y se levantó. -“¡No, seguro como el infierno que no!”

¡Esa voz! Hizo que el estómago de Miley, se revolviera, y volvió su afligida mirada al orador. Echándose el sombrero hacia atrás, fue saliendo lentamente desde las profundas sombras que le envolvían. Cuando llegó a la luz que se derramaba desde la puerta abierta, vio que sus azules ojos ardían en su pálido rostro.

-“Frankie”, susurró.

Dio otro paso más. -¡No!, no estaba hecha para este tipo de vida, viene de una familia respetable.

-¡Oh, Frankie!

Por espacio de varios latidos, simplemente se quedó allí, mirándola fijamente con una mirada seca. Entonces surgieron lágrimas en sus ojos. 
-Llegué a la ciudad anoche,- dijo suavemente.- Con mis amigos. Hemos oído decir que por diez dólares, un tipo podría tener la pu/ta más guapa de este lado de Frisco. Una pequeña rubia, llamada Miley.- Soltó una carcajada dura.- “¿No es gracioso? Vine aquí dos veces con la esperanza de pagar para echarle un pol/vo a mi hermana”.

Las piernas de Miley temblaban tanto, que tuvo que agarrarse a la barandilla para no caerse.- “Frankie, yo…”
-“Puedo explicarlo”.- Temblando, temblando horriblemente, bajó por las escaleras. -“Por favor, Frankie. Dame la oportunidad de explicártelo”.

Esos ojos. Llenos de lágrimas y rabia sin diluir. Paró su discurso. -¿Así que me puedes decir más mentiras?- Él señaló con el pulgar las habitaciones del segundo piso.- ¿Qué trabajabas como señorita de compañía de una rica anciana llamada Sra. May Belle?- Se rió de nuevo. Y luego, lentamente y pronunciando con claridad exagerada, dijo, -¿Tienes alguna idea de cómo me sentí anoche cuando oí decir a uno de los mineros, que la razón por la que Miley no estaba disponible para los clientes era porque se había ido y se había casado? Que debería haber sido con Joseph Wolf, el único tipo en la ciudad que querría casarse con ella. Mis orejas ardían porque Joseph Wolf, había ido a nuestra casa para hacer la corte a mi hermana.

Miley se llevó una mano a la garganta.

-Fue entonces cuando me di cuenta. Miley, Miley. Rubia. Bonita. Mi hermana, la pros/tituta. Su voz comenzó a temblar. Allí estaba yo con mis amigos, rogando que no se dieran cuenta. Escuchar como ellos se lamentaban del hecho de que haber hecho todo ese camino, no una sino dos veces. ¡Y no llegaron a jod/er con mi hermana!

Miley se asustó y cerró los ojos. Oyó a Gus golpear con un vaso.

-“Escucha, jovencito, nadie te ha llamado para sacar aquí los trapos sucios. Te han pedido una oportunidad para explicarse. Sería mejor que escucharas”.

Frankie levantó un dedo y lo agitó delante del propietario del saloom. -“¡Cállese!”,- gritó.- “¡Esto es sólo entre ella y yo, y nadie más!”

-“Entonces se cortés con tu lengua”,- gritó.

Miley levantó una mano temblorosa. -“Está bien, Gus”.

Frankie se giró para mirarla. En ese momento, Miley supo lo que se sentía al morir por dentro. Frankie, su hermano pequeño. ¡Oh, cuánto le quería! Y ahora la estaba mirando fijamente como si ella fuera cieno. No creía que nada podría dañarla más. Hasta que comenzó a hablar de nuevo.

-“No deseo volver a verte”,- dijo con una voz rasposa. -“¿Entiendes? Nunca. No te quiero cerca de mi madre ni de mis hermanas. Pon un pie en nuestra tierra nuevamente y yo…”,- se calló y sacudió la cabeza. -“No lo intentes. Eso es todo. Porque si lo haces pasaría algo malo. Verdadero malo. Podría sacar el rifle y dispararte”.

Miley sabía que no haría eso. Pero la herida que mostraba no podía ignorarse. -“Frankie, a veces no tenemos opciones”.- Se acercó y llegó a tocar su manga.- Sólo lo hice porque os quería.

Él alejó su brazo. -“¿Amor? ¿No hay elección?”

-“Frankie, sea lo que sea también soy tu hermana”.

Retrocedió un paso.- “Tú no eres mi hermana. Y el resto de la familia sentirá lo mismo cuando escuchen lo que has hecho”

-¡Frankie, no!

Cuando él salió del saloom, Miley tuvo que correr para alcanzarle. Fuera en la acera le agarró por el brazo, Lo retiró con tanta fuerza que ella quedó sentada en el suelo contra al edificio. “-¡No pongas tus viles manos sobre mí!”

-“¡No puedes decírselo a mamá!”- lloró.- “¡Le romperás el corazón y ella ya tiene suficientes penas!”

Giró, bajó de la pasarela y cruzó la calle para dirigirse a la cuadra. Miley corrió tras él. Los transeúntes de la acera, los miraban con curiosidad, pero esta vez a ella no le importaba nada hacerse notar. Agarrando por la manga a su hermano, lloró -“¡Frankie! Por favor, dame sólo cinco minutos para explicarme. Eso es todo que pido. Sólo lo hice por ti y por los demás. El dinero que gané, ¡todo fue para apoyar a la familia!”

Él giró para enfrentarla, con la cara desencajada, los ojos llenos de dolor y de ira. -“¡Ah, sí, el dinero! Dios mío, cuando pienso en las veces que me entregaste el dinero. Lo cogí, sin imaginarme…” -Se calló y cogió su brazo para que le soltara. -“Te prosti/tuiste para obtenerlo. Te tumbaste de espalda, te abriste de piernas y follaste para ello. ¿Entonces traías el dinero fresco desde sus sucias manos y lo ponías en las mías?

Miley hizo una mueca por el dolor que le producían los dedos calvados profundamente en su carne. -¡Frankie, por favor!

Pero él no la escuchaba. Mirando de soslayo a dos hombres en la acera, la empujó unos pasos hacia ellos. -¿Caballeros desean una pu/ta? Por diez dólares, pueden tener un pol/vo. ¡Hagan fila! Ella no es muy exigente.

Conmocionada, Miley se quedó mirando est/úpidamente a los hombres. Ellos giraron la cara. La miraron. Directamente en su cara.

Girando a su alrededor, Frankie gritó. -“¿Mentiste a Joseph Wolf también? ¿Sabe con qué tipo de mugre se casó?

Miley inclinó su cabeza, sabiendo cuando lo hacía, que ya era demasiado tarde para ocultar su rostro. Incluso si hubiera sido capaz, Frankie la había llamado pu/ta y nombrado a 
Nicholas casi al mismo tiempo, dijo:

-“Dentro de una hora, todos en el pueblo lo sabrán”.

Miley, la nueva esposa 
Nicholas Wolf, era la pu/ta del Lucky Nugget. Después de esto, nunca sería capaz de mantener su cabeza erguida nuevamente. Y la vergüenza se extendería a la familia de Nicholas.  A sus padres, que sólo la trataron con amabilidad. A Índigo, su esposo y sus hijos, que le habían brindado su amistad, cuando nadie más lo hizo.

Con la cabeza doblada, Miley miraba fijamente al suelo. En el borde de la acera, un diente de león testarudo, crecía desmadejado, mostrando su penosa cara amarilla a la luz del sol. Dientes de león, margaritas. No eran tan diferentes. “Quédate conmigo”, había susurrado 
Nicholas. Pero él nunca sentiría lo mismo ya.

Un diente de león. Intentando crecer donde no debía. Al igual que ella. “Déjale que levante el cristal, Miley y que reorganice las cosas. Déjale quitarte de un sitio al que no pertenecías y ponerte en otro lugar”

Ingrávida. Se sentía ingrávida. Como la pelusa del diente de león que arrastra el viento. Era tan fácil dejarse ir y flotar lejos. Tan fácil.
Nicholas había terminado de arreglar la carreta y estaba en casa esperando con impaciencia el regreso de Miley, cuando sonó un golpe en la puerta. No estaba preparado para lo que vió cuando abrió. Flanqueada por Gus y May Belle, estaba Miley en el porche, con la cabeza baja y los hombros hundidos.

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