sábado, 7 de diciembre de 2013

Magia en Ti - Cap: 32


Cuando volvió a entrar en la casa, Miley se sorprendió al encontrar que Loretta había regresado de visitar a Índigo, evidentemente, por la puerta trasera. La presencia de otra mujer podría haber ayudado a Miley para relajarse si hubiera sido alguien que no fuese su suegra. Así las cosas, Miley no podía sentirse a gusto. Tenía miedo de decir o hacer  mal las cosas y se retiró en silencio, algo que de por sí también la preocupaba, pues temía que pudieran creerla mal educada.

El té de jengibre y sus propiedades sorprendentes para tratar las nauseas matutinas fue el tema inicial de conversación entre las otras tres personas. Cuando Miley tomó un sorbo de la bebida en cuestión, se sentaron a su alrededor en la mesa, mirándola con expectación y explicándole las propiedades de la planta: la rapidez con que habían visto que se asentaba el estómago de una mujer embarazada, además de los aromas que podrían añadirse para hacer el sabor más agradable al paladar. Lo que Miley no podía olvidar era que su embarazo estaba en la mente de todos. Consciente de sí misma y temiendo el momento en que podrían empezar a especular sobre las fechas, apenas podía tragar los sorbos de té que tomaba y no se sorprendió en absoluto cuando Loretta hizo una pausa en la conversación para preguntarle.

—¿De cuánto estas?
Con sus rasgos oscuros, sonriendo con orgullo, Nicholas respondió por ella:
—Más de dos meses, según el Dr. Yost, y creo que no se equivoca muy a menudo.
Miley le lanzó una mirada de horror. A pesar de que estaba sentado justo a su lado, él fingió no haberse dado cuenta y le dieron ganas de rechinar los dientes. ¿Cómo podía decir la verdad? ¿Pensaba que sus padres eran unos imbéciles? Sólo hacía apenas un mes y medio que había vuelto a Tierra de Jonas. A cualquier persona con diez dedos y la capacidad de contar, le iba a ser fácil averiguar que no había estado presente cuando su hijo había sido concebido.

Para consternación de Miley, Loretta Jonas ni siquiera trató de ocultar cómo contaba con los dedos.
—Vamos a ver. Estamos bien entrados en julio —con la punta de sus dedos delgados contó los meses, y abrió mucho los ojos azules .
Miley esperaba que dijera: Espera un minuto. ¿Cómo puede ser eso? En cambio, con las mejillas encendidas con evidente deleite,  gritó:
—¡Oh, qué bonito! ¡Puede ser un bebé de febrero! Lo que es un momento ideal, Miley. Justo antes de la primavera;  el clima cálido cuando se tiene un bebé es menos problemático para todo, sobre todo para hacer la colada.
—Confía en una mujer —dijo Nicholas con un resoplido— .Preocuparse por  lo que habrá que lavar. Es de mi hijo de quien estamos hablando. Puede ensuciar todos los pañales y la ropa que quiera. —Envolvió un brazo musculoso por los hombros de Miley,  y le dio un rápido abrazo— .Estaré a mano con las tareas. Voy a ayudarte con la colada.
—Este bebé podría ser una niña, y no espero que tú hagas mis tareas —Miley insertó el comentario. Se sentía tan humillada, que quería morir. ¿Qué estarían pensando sus padres?  Si estuviera en sus zapatos, estaría horrorizada. Y enojada. No podía dejar de sentir cómo si estuviese usando a su hijo, y en la peor de las formas imaginables.
—¿Tus tareas? —Loretta dejó su taza de café con un clic sobre la mesa—. Mi querida niña, sácate eso de la cabeza. En esta familia, los hombres hacen su parte justa en las tareas. Se necesitan dos para hacer un bebé, y dos deben compartir la carga de la crianza. —Ella sonrió con cariño a su apuesto marido—. Cazador lavó casi todos los pañales  cuando los niños eran pequeños, y cuando estaba en casa, prácticamente se hacía cargo de ellos. Yo era la envidia de todas las mujeres de la ciudad. Demasiados hombres aborrecen cualquier tipo de tarea doméstica. Piensan que los hace menos masculinos. Cazador nunca se preocupó por tamaña estupidez, y tampoco lo hace Jake. Cualquier sábado por la mañana, lo verás en el patio, ayudando a lavar la ropa a Índigo. Estoy segura de que Nicholas te será de lo más útil.
—¿Hay alguna duda? —le preguntó Nicholas- . Miley no está interesada en las minas como Índigo, pero tiene planes para coser y hacer manualidades, creo. —Él mostró una mirada de admiración—. Espera a ver sus trabajos, mamá. Hace  cosas bellísimas. Vestidos, cuadros de flores secas bajo cristal, juguetes para niños. Podría muy bien ganar dinero si pusiese alguna de las cosas a la venta en alguna tienda.
—¿En serio? —Los ojos de Loretta reflejaron un interés genuino.
Miley echó a Nicholas otra mirada inquisitiva. Por mucho que le gustara crear cosas con sus manos, nunca se le había ocurrido que podría esperar  cooperación de su marido para poder tener tiempo para tales fines.
—Sólo son pequeños trabajos —dijo tímidamente a su suegra—. No hay nada tan grande como Nicholas lo hace sonar.
Hizo una mueca de exasperación.
—Son  grandes. Me gustaría comprar un cojín para nuestro bebé, con la cara de un payaso, como la que estás haciendo para Jason, y yo estaría dispuesto a pagar un buen dinero por ello.

¿Nuestro bebé? Al oírle decir aquello, cómo sin darle importancia, hizo que Miley se inundase con un inmenso deseo que aquello hubiese sido cierto, que Nicholas hubiese sido el verdadero padre biológico de su hijo. Oh, deseaba tanto creer que su vida podría ser reparada tan fácilmente, que Nicholas podía intervenir y agitar una varita mágica, y transformar todo lo horrendo en algo hermoso…
—¿Tienes una máquina de coser, Miley?
Sintiéndose un poco culpable, Miley volvió  a la conversación.
—Sí. Una Wheeler-Wilson.
—Completamente nueva —Nicholas comentó. Sonriendo a su padre, dijo—. ¡Cuidado! Mamá se pondrá verde cuando la vea. La primera cosa que va a hacer  es querer otra igual de nueva.
—¡Una  Wheeler-Wilson! —Loretta sonrió,  haciéndosele hoyuelos en sus mejillas—. Ah, bueno, la mía es antigua, pero todavía hace su trabajo. No puedo esperar a ver la tuya, Miley. ¿Dónde está?
—No la he traído todavía desde el saloon —respondió Nicholas.

Miley se encogió. Esperó a que uno de sus padres  hiciese algún  comentario despectivo, pero no hicieron ninguno. El hecho de que se abstuvieran la asombró. No había que ser un genio para sumar dos y llegar a cuatro. El resto de sus pertenencias estaban en el saloon. Ella estaba embarazada de un niño que no podría ser su hijo. Estas eran las personas más est/úpidas que habían caminado alguna vez, o, que eran las más amables. Miley tenía miedo interiormente de creer que eran lo último.
—Con dos máquinas de coser,  puedes tener tu vestido de boda montado en poco tiempo —comentó Loretta alegremente. Se inclinó hacia adelante sobre su taza de café, fijó los ojos brillantes en Miley—. No puedo esperar para ir de compras por las telas. Cazador dice que va a enganchar  mañana el carro y nos llevará a Jacksonville. Vamos a poder hacerlo en un día.
—Mamá —trató de interrumpirla Nicholas pero Loretta mantuvo su charla.
—La selección de telas no es muy grande. ¿Te gustan las perlas para el bordado?
—¿Mamá?
—Desde que Nicholas  me dijo que vosotros dos estáis planeando tener una boda formal, he estado imaginando un vestido, literalmente, goteando perlas bordadas.

Miley se atragantó con un sorbo de té de jengibre. Sólo podía mirar a su suegra con un asombro sin palabras. ¿Una boda formal? Esta era la primera vez que Miley había oído hablar de eso. Y la idea le pareció un puro disparate. ¿Un vestido de novia blanco? ¿Para ella?
—Te mereces tener una boda hermosa —Nicholas insertó rápidamente—. Mientras dormías, todos estábamos de charla, y se me ocurrió mencionar que podríamos… —se interrumpió y dirigió una mirada mordaz a su madre—. Sólo hablamos del tema de paso, eso es todo.

Miley podía ver por la expresión de Loretta que ella se había dado cuenta que Nicholas hizo mención de la boda de una forma muy diferente.
—Sería bueno hablar de ello. Realmente deberías tener una boda bonita, cariño.
—Bueno, ¡por supuesto que debería! —Loretta secundó—. Es el día más importante de la vida de una mujer, y debe ser algo para recordar siempre. Casarse delante de un juez de paz, simplemente no es lo mismo.

Los oscuros ojos azules de Cazador se posaron en la cara pálida de Miley.
—Tiene que haber una boda, ¿no? Las promesas deben ser hechas ante Dios y ante los Grandes Seres. Sin ellos, no es un matrimonio adecuado.
Nicholas se aclaró la garganta.
—Miley y yo tenemos que discutir esto en privado, papá.
Cazador sonrió.
—Lo que viene después de la ceremonia es lo privado. La boda es de todos. A vosotros no os importa estar casados por un sacerdote, ¿verdad? El padre O’Grady es muy amable, y no va a insistir en que Miley se…— Miró a su esposa en busca de ayuda. —¿Cuál es la palabra?
—Una conversión —suministro Loretta—. Es lo de siempre, por supuesto, que los cónyuges deben practicar la misma religión o ser converso a la fe. Sin embargo, en nuestra familia, somos un poco ortodoxos en nuestra adoración. El Padre O’Grady se ha dado por vencido con nosotros, creo. —Se tocó el pecho—. Yo soy una católica tradicional hasta la médula de mis huesos. Pero Cazador tiene sus propias convicciones religiosas, por lo que criamos a nuestros hijos creyendo en ambas doctrinas. Nicholas e Índigo…— Se interrumpió y le sonrió a su hijo—. En realidad, el padre O’Grady diría que tienes remedio. Se contenta sólo con ver sus rostros en la iglesia de vez en cuando y no insiste en que hagamos las cosas de la manera tradicional. Eso incluye el matrimonio. Jake es metodista, y hasta el momento, no ha recibido instrucción en la Fé Católica. Dice que tiene miedo que con su primera confesión, haga que al Padre le dé un ataque al corazón.

Todo el mundo, menos Miley, se echó a reír. Nicholas se aclaró la garganta y dijo:
—Creo que estamos abrumando a Miley, mamá. No creo que ella tuviese una boda por la iglesia en mente. Creo que la hemos tomado por sorpresa.
—Oh, ya veo —dijo Loretta con suavidad.
Sólo que no lo veía, pensó Miley.  Ninguno de ellos lo hacía. Ella no podía tener una boda por la iglesia. Podía ver que estaban emocionados con la ocasión, pero era una locura.
—Realmente me gustaría tener una boda bonita, —le dijo en voz baja Nicholas- . Quiero verte con un hermoso vestido blanco y verte caminar por el pasillo hasta mi lado del brazo de Frankie. Me gustaría que toda tu familia y la mía estuviesen allí. Tu madre y todos los niños. Mis padres y mi tío Veloz y tía Amy. Índigo y Jake…Por supuesto. Apuesto a que a Índigo le encantaría ser tu dama de honor.
Congelada, sin poder hablar ni decir que no, todo lo que podía hacer Miley era mirarlo.
Él sonrió levemente.

—Una ceremonia legal apresurada sólo es un apaño, ya sabes. Hasta que nos digan nuestros votos en una iglesia, no me sentiré bien casado. ¿Querrías?
Miley se sintió como si su corazón se desgranase en un millón de pequeños fragmentos filosos. Un hermoso vestido blanco. Siendo escoltada hacia el altar por su hermano. Por supuesto que quería esas cosas. Anhelaba  eso. ¿Qué mujer no querría? Pero aquello eran sueños, no la realidad. Estas personas no estaban pensando con lógica. Era una pros/tituta. Una pros/tituta embarazada. Si ella, vestida toda de blanco, caminase por el pasillo de una iglesia católica, o cualquier otra iglesia, para el caso, sería una blasfemia.
Como si adivinara sus pensamientos, Nicholas volvió a decir:
—Tal vez deberíamos hablar de ello más tarde.
La cara de Miley se sentía paralizada, como si estuviera congelada literalmente. Sintió como la vergüenza surgió en su interior, y  bajó la barbilla, incapaz de soportar la mirada de nadie. Una boda. Una boda real. ¿Cómo podía sentirse tan mal, habiendo deseado siempre tener una?

El silencio cayó sobre la mesa. Se hizo un silencio horrible, tremendo. Sabía que todos estaban esperando que dijese algo. Pero, ¿qué? ¿Que estaría perfectamente dispuesta para hacer una pantomima en una boda por la iglesia? Si Nicholas quería una boda convencional, debería haberse casado con una chica convencional. Tal vez ese era el problema en pocas palabras. Todos estaban fingiendo que era algo que no era, porque no podían soportar la verdad.
Miley se levantó de la mesa.
—Les ruego que me disculpen —dijo con voz temblorosa—. Me siento un poco cansada y creo que voy a descansar un poco.
Tan pronto como dijo las palabras, se apartó de la mesa. Apenas podía ver hacia dónde iba. Los muebles de la sala de estar parecían borrosos,  y el suelo como un agujero a sus pies, en vez de madera pulida.
—¿Miley? —Nicholas la llamó.
La escalera de la buhardilla se alzaba frente a ella. Agarró los carriles y subió los peldaños frenéticamente, sus pies eran una ráfaga de aire en movimiento, las faldas se enredaban en sus tobillos. ¡Oh, Dios! Quería morir. Deseó poder huir. En este momento, antes de que su corazón pudiera latir de nuevo. Le dolía tanto, que apenas podía soportarlo.
Una hermosa boda. ¿Cómo podrían? Más importante aún, ¿cómo podría Nicholas pedirle algo así? Si él se había propuesto avergonzarla, había elegido el camino perfecto. Una vez en la buhardilla, corrió a su habitación. Arrojándose sobre la cama, Miley se cubrió el rostro con la almohada para ahogar sus sollozos. ¿Cómo podía estar tan ciego que no podía ver lo imposible que era todo esto? El hombre estaba loco. Sus padres estaban locos. Ella era una pu/ta, y todos estaban fingiendo que eso no les alteraba. Si Nicholas quería una novia pura y virginal, se había casado con la mujer equivocada.
Después de la abrupta salida de Miley de la mesa, Nicholas simplemente se sentó allí, aturdido. Había pensado que una gran boda sería el sueño de Miley, que sus planes de celebrarla la harían indescriptiblemente feliz. En cambio, lo había mirado… No había palabras para describir la expresión que había visto en su rostro. Al igual que un perro que había sido abandonado y no sabía por qué, sintiendo las piernas demasiado inestables para apoyarse, se levantó de la silla.
—Jesús. Debo ser el más est/úpido bastardo que haya existido jamás —le dijo a nadie en particular—. Por supuesto que ella quiere una gran boda. No se trata de un caso de lo que ella quiere. Nunca ha sido un caso de lo que Miley ha querido. Sólo de lo que la vida repartió para ella.

Sus padres no hablaban, y en su silencio, Nicholas escuchó el lamento de corazón que ninguno podía expresar.
—Bueno —dijo su madre con voz trémula—. Esto es sin duda algo embarazoso, ¿no? Lo siento, Joseph. No me di cuenta que no habías hablado con ella sobre eso.
Nicholas cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz. Esto no era culpa de sus padres. Era culpa suya. Esta tarde había tomado el toro por los cuernos y había arrastrado con él a Miley desde entonces. Todo era demasiado, demasiado rápido. Apenas le había dado una oportunidad de respirar.
Tras dejar caer la mano, dijo:
—Yo, eh, voy a subir las escaleras. Hablaré con ella. Disculpadnos.
Antes de que pudiera alejarse, su madre se levantó.
—Índigo me pidió que fuésemos para tomar un café y algo de postre. Creo que tu padre y yo vamos a pasear hasta su casa y a pasar un rato con ellos, mientras vosotros estáis arriba.
Nicholas sabía condenadamente bien que su hermana no había emitido dicha invitación. Su familia solía ser más informal para visitarse.
—No tenéis por que salir, mamá. Esta es vuestra casa.
—Y es también la tuya —cortó Cazador—. Vamos a ir. Un buen rato, ¿no? No es nada.
Significaba todo para Nicholas  En ese momento, mirando hacia el pasado, sobre su comportamiento hacia estas dos personas en los últimos años, se sintió muy avergonzado.

Él había sido un rebelde con ellos, sin tener razón. Había sentido ira en su contra, sin tener  por qué. Se había obsesionado con todas las cosas de la vida que en realidad, no eran importantes. No se merecía a unos padres como estos. Todavía no parecía darse cuenta de lo especiales que eran. No importa qué tan inexcusable fuesen sus acciones, habían seguido amándolo, a la espera, siempre a la espera,  que madurase finalmente.
—Gracias, papá —Nicholas, volvió su mirada a su madre—. Mamá.
—Vámonos —instó a Loretta—. Nos veremos a la vuelta.

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