lunes, 6 de febrero de 2012

Undress for me cap: 26


Aparqué cerca de la galería de Liam, confundida y furiosa porque la decisión de ir a verlo hubiera surgido de un modo tan natural. Me sentía idio.ta. Me había metido en la vida y en la cama de un hombre sin pararme a pensar un instante en mi seguridad emocional.

En mi interior, sabía que él nunca me haría daño físicamente. Era como si hubiera desarrollado un sexto sentido sobre los hombres desde que había sido atacada. Había conocido a un par de tipos que me habían hecho desconfiar, que me habían puesto nerviosa desde el momento en el que los conocí.Liam Hemsworth, artista y polvazo del siglo, no hacía que tuviera ganas de salir huyendo.

Salí del coche, enfadada conmigo misma por meterme en una relación estando emocional y físicamente tan necesitada. No hacía falta ser un genio para saber que no quería que Liam fuera el dependiente. Necesitaba que él fuera fuerte y resistente. Tenía que saber que él estaba allí, lleno de vida y pasión. Que estaba preparado y dispuesto a llenarme con su fuerza y, por supuesto, con su po.lla.

Entré en la galería, cerré, saqué la llave de la cerradura y me apresuré escaleras arriba. Me detuve en el penúltimo escalón, aturdida y furiosa. Había una mujer impresionante, alta y delgada como las modelos de pasarela. Parecía que tenía la oscura piel aceitada, y me pregunté si se había puesto el aceite ella misma. Subí el último peldaño y respiré profundamente para calmarme. Tendría que acostumbrarme al hecho de que Liam trabajara con mujeres desnudas. El alabastro estaba cubierto, y ahora cataba trabajando en un proyecto en bronce —que yo solo había visto una vez. El resto de veces que había estado allí, lo había tenido cubierto.

La mujer no me miró, aunque yo sabía que era consciente de mi presencia. Se tensó, pero mantuvo su pose. Yo jamás hubiera aceptado posar en una postura así. Estaba arrodillada sobre la plataforma, con los brazos sobre lacabeza y la espalda arqueada. Parecía incomodísimo. Caminé hacia las escaleras que guiaban al apartamento de Liam y escuché una audible inhalación. Miré sobre mi hombro y levanté una ceja antes de seguir subiendo las escaleras.

Para cuando encontré una botella de vino, un sacacorchos y una copa, Liam estaba ya subiendo las escaleras. Me serví una generosa porción y me llevé la botella conmigo mientras me dirigía a los sofás que estaban colocados junto a la televisión. Lo admito, no tengo ni idea de por qué los hombres insisten en tener unas televisiones tan grandes. Sin embargo, su pantalla plana era fascinante. Yo nunca había visto una televisión de pantalla plana, excepto en las tiendas.

Me siguió hasta el sofá con una copa vacía y se sentó junto a mí mientras cogía la botella.
—Me has costado una modelo.
—¿Disculpa? —Levanté una ceja.
Suspiró y tomó un largo trago de vino.
—Aparentemente, la chica tenía algunas ambiciones personales de las que yo no era consciente.
—Oh, pobrecito artista. Debe de ser horrible que las jóvenes núbiles desnudas se te lancen al cuello constantemente.
Liam me miró un momento y después comenzó a reírse.
—Bueno, supongo que es raro que un hombre se queje de eso.
—Lo es —Señalé la televisión. —Enciende esa cosa, y quiero el mando a distancia.
Supongo que esta noche no vas a desnudarte para mí.
—Oh, puedo desnudarme, pero hoy no voy a sentarme en la butaca —Cogí el mando a distancia después de que Liam encendiera la televisión, y eché un vistazo a los botones. Comencé a hacer zapping.

Lo mejor de hacer zapping es ser tú quien zapea. El zapeo es todo un arte, un arte perdido en la mayoría de los hombres, que raramente se detienen en algo que no sea una mujer desnuda o un evento deportivo. Además, siendo quien zapea, el rápido cambio de imagen no es molesto, La persona que tiene el control del mando lo disfruta.
—Si no encuentras pronto algo que ver, voy a llamar a mi compañía de cable y a denunciarte por maltrato.
—Adelante —Di otro sorbo al vino. —Si no les gusta, que se *******.
—Nunca pensé que diría esto, pero estás muy sexy cuando estás enfadada.
—Estoy mucho más que enfadada.
—Soy un hombre muy afortunado —Tomó un trago largo de vino, y suspiró cuando me detuve en un canal en el que estaban emitiendo un documental.
—Siempre me he preguntado si los dinosaurios tenían el aspecto que creemos que tenían. Quiero decir, claro que podemos juntar los huesos. Pero, joder, por lo que sabemos, algunos de ellos podrían haber sido violetas.
Se rió.
—Estoy seguro de que hay gente a la que le pagan mucho dinero por pensar en ese tipo de cosas.
—A veces creo que me gustaría tener un trabajo más sencillo. Quizá me gustaría ser esa persona que se sienta junto al botón de emergencias. Quiero decir, en serio, aparte de los simulacros, ¿esa cosa se usa de verdad alguna vez? No lo creo.
—Dudo que haya alguien sentado junto a él.
—No arruines mi fantasía libre de estrés. Si no puedes contribuir a ella, cállate. —Miré la botella desde mi copa vacía, y fruncí el ceño. En realidad no necesitaba otra copa.
—¿Vas a contarme qué pasa?
—Hoy tenía que reunirme con Edward Morrison; estaba planeado desde hacía tiempo. Sin embargo, llamó hace un par de semanas y añadió a Jeff King a la reunión, y Jane no me lo dijo. Lo descubrí esta mañana. Apareció, tuvimos nuestra reunión y me pidió que cenara con él. Le dije que no.
—¿Por qué no me lo contaste? —me preguntó en voz baja, con la voz cargada de sorpresa y enfado.
—¿Qué? ¿Se supone que tengo que venir corriendo a contarte mis problemas? —contesté, y entonces me sonrojé ante el tono brusco de mi voz. —Fue menos estresante de lo que pensaba que sería, y mucho más doloroso —Me aclaré la garganta.

Liam me sirvió más vino, y lo miré a los ojos. Su rostro, hermoso y angelical, era una fotografía de la rabia. Observar cómo afrontaba su propia furia era una experiencia interesante. Celosa del control que tenía, me giré y me encogí de hombros.
—Que estuvieras en la misma habitación que ese bastardo me enferma.
—Es culpa mía. Si hubiera presentado cargos, incluso aunque hubiera quedado en libertad... —suspiré. —Aunque lo hubieran encontrado no culpable de asaltarme, dudo que Edward lo hubiera traído a Boston para la reunión de hoy.
—¿No le contaste a Edward lo que te pasó?
—No. Sabía que Jeff y yo no quedamos de buenas, pero creo que pensó que había sido por cuestionesprofesionales. Dos meses antes de que ocurriera me ascendieron. A Jeff le molestó, y no era un secreto. Que yo tuviera más experiencia y conocimientos era lo de menos.
—Te tenía rencor.
Al principio sus comentarios parecían ser burlas con buena intención. Pero donde otros se hubieran detenido, él continuó. Nunca se me pasó por la cabeza que... que pudiera ser violento.
—Hasta que te violó.
—Sí —Tragué saliva con dificultad. Odiaba oír a Liam decirlo.

Liam habló de nuevo.
—Me gustaría pensar que puedo hacer que todo te vaya bien. Quiero creer que puedo hacerte olvidar que ese hombre ha existido alguna vez, pero sé que no está dentro de mis capacidades. Lo odio por haberte tocado de un modo que no podrá ser borrado, ni olvidado.

Sus palabras estaban muy medidas. Podía ver su frustración, y su rabia.
—Lo sé.
—¿Tienes hambre? —me preguntó.
—No—Dejé mi copa de vino. —¿Me llevas a la cama?
—¿Estás segura de que quieres eso, ahora?
—Es lo que necesito.

Se incorporó y me levantó del sofá. Lo seguí subiendo las escaleras, y deslicé mis manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros. Se giró y me atrajo hacia él cuando nos detuvimos junto a la cama. Sus ojos eran oscuros y estaban concentrados en mi rostro mientras me sacaba la blusa del interior de la falda y la desabotonaba. Apartó la seda de mis hombros y la dejó caer al suelo.

Sus dedos desplazaron los tirantes de mi sujetador, y después se movieron alrededor para desabrochar lo. El cierre cedió fácilmente bajo sus dedos, y dejé que el sujetador cayera al suelo. Besándome suave y delicadamente el cuello, me desabrochó la falda y la bajó cuidadosamente hasta mis caderas. Era como ser desnudada por unas suaves manos invisibles. Tan cariñoso y cuidadoso era que hizo que el aliento se me quedara congelado en la garganta.
Salí del montón de ropa a mis pies, y lo aparté del camino,
—Liam.
—¿Si, Miley?
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté en voz baja, mientras se arrodillaba a mis pies, y besaba suavemente mi estómago.
—Desnudándote.

Me apoyé en sus hombros mientras me desabrochaba las sandalias y me las quitaba. Sus suaves dedos subieron por mis muslos y se deslizaron bajo los bordes de mis braguitas antes de agarrarlos y bajarlas. Tomé aliento profundamente mientras me las quitaba. Liam me había reducido a una chiquilla inconsciente solo desnudándome. Mi cuerpo estaba ardiendo, y mis pezones estaban tan duros que no tener sus manos sobre ellos era casi una agonía.

Me tumbé sobre la cama mientras se quitaba la camisa y se desabrochaba los vaqueros. Cuando se vio libre de los pantalones y los boxers, pude ver que desnudarme también lo había excitado a él. Su po.lla sobresalía gruesa y dura de su cuerpo. Dios, cómo amaba esa po.lla. ¿Lo amaba a él? No sabía si había cruzado la línea, pero parecía casi seguro.

Puso una rodilla sobre la cama, y después la otra. Lo miré, y su mirada se movió por mi cuerpo, y se detuvo en mi depilado sexo. Llevaba años sin rasurármelo para un hombre. Me había sorprendido que ni siquiera se me hubiera ocurrido. Sus dedos acariciaron mi vulva desnuda, y después bajó la cabeza y la hundió en mi carne húmeda y caliente.

Separé las piernas y pasé las manos por su cabeza mientras su boca se sumergía en mí. Joder, sí, pensé, no hay nada como un hombre que tenga una buena po.lla, y que pueda comerse un coño como si estuviera hambriento. Me moví bajo su boca, mientras alternativamente me penetraba y se movía rápidamente sobre mi clítoris con su lengua. Me introdujo dos dedos, y gemí por el placer.

Levantó la cabeza y lo miré. Sus dedos me penetraron profundamente, y observó la respuesta de mi cuerpo, mis caderas que no pudieron mantenerse quietas, mis manos sobre mis pechos, mi boca. Movió sus dedos y usó su pulgar para acariciar mi clítoris. Gemí y cerré los ojos.
—No, no cierres los ojos.

Los abrí de nuevo, aunque era difícil, y lo miré. Le daría cualquier cosa que quisiera, y ambos lo sabíamos. Me succioné el labio inferior de nuevo, y me arqueé contra su mano. Dios, estaba matándome... el cálido y dulce placer de sus dedos era increíble y agradablemente doloroso. Era ese tipo de dolor devastador que llega cuando el placer es demasiado intenso, y el deseo se intensifica hasta el punto en el que tu interior hierve.
—No te contengas —susurrón. —Cuéntame cuánto te gusta.
Liberé mi labio, y me pasé la lengua por la hinchada carne.
—Dios, Liam, me estás matando.
Se rió y miró la mesita de noche.
—No te muevas de aquí.

Me arquee cuando sacó los dedos de mi interior y dejó la cama para buscar un condón. No podía quedarme quieta. Me puse de rodillas y gateé hasta donde estaba él, junto a la cama. Cogí el condón de su mano, e hice que se girara para poder meterme su ***** en la boca. Era lo suficientemente grande para que fuera difícil que me cupiera más que el glande en la boca. Ayudándome con las manos, lamí y succioné tanto como pude meterme en la boca hasta que él se inclinó y, cuidadosamente, me sacó la *****.

Cuando miré su rostro, supe que sentía lo mismo que yo. Abrí el envoltorio del condón, y saqué el látex. Lo coloqué y apreté las piernas. Mi sexo se tensaba y relajaba alternativamente. Mi cuerpo sabía lo que vendría a continuación, y estaba más que preparado para acoger cada centímetro que él tuviera que ofrecer.

Me tumbé boca arriba y separé las piernas. Él se arrodilló en la cama, se acercó, y levantó mis calleras mientras presionaba la punta de su ***** en mi interior. Necesitaba que me penetrara.
Me besó en los labios mientras apoyaba en mí parte de su peso.
—¿Te has afeitado por mi?
—Sí.
—Genial.
—No debería importarme lo que pienses —admití mientras comenzaba a entrar y salir de mi interior. El cuidadoso roce de su cuerpo me hizo sentir desamparada y victoriosa, al mismo tiempo. La combinación era sorprendente y muy satisfactoria.
Me arqueé bajo su cuerpo, y acogí la profunda penetración de su pene con un jadeo.
—Sí.
—¿Quieres más? —me preguntó suavemente, y deslizó las manos bajo mi trasero. Inclinó mis caderas y se hundió más profundamente en mi interior.
—Fóllame —Me aferré a su espalda e inhalé con fuerza. —Cariño, por favor.
—Dímelo —Nuestras miradas se unieron en la tenuemente iluminada habitación.
Relajé las manos sobre su espalda, y me deslicé en la humedad de la misma.
—Quiero todo lo que tienes.
Y lo hizo. Lo deseaba de todos los modos posibles, y me pregunté brevemente cómo se había convertido en tanto para mí, en tan poco tiempo. Me abracé a él, y lo sostuve con fuerza mientras Liam me metía y sacaba la *****. La mezcla de cuerpos nunca había sido más primitiva, ni más perfecta. Me humedecí contra su invasión, y gemí por el placer

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