sábado, 4 de febrero de 2012

Undress for me Cap: 25


Había comenzado una relación sexual con un hombre al que apenas conocía, y no sentía ni una pizca de culpa o remordimiento. De hecho, mientras entraba en la galería, resplandeciente, no pude siquiera fingir que me arrepentía. Estaba tan complacida conmigo misma que necesitaba decirle a todo el mundo que había estado follando con Liam Hemsworth. Jane saltó de su escritorio justo cuando terminé de subir las escaleras, y me siguió hasta mi despacho.
Cerró la puerta y se apoyó en ella.
—Miley, has echado un polvo.
Me reí ante la sorpresa reflejada en su rostro, y me senté.
—Ha sido un fin de semana muy productivo.
—No había visto a una mujer con ese aspecto de satisfacción desde que le regalé a mi madre un kilo de bombones Godiva por el día de la madre.
Fruncí el ceño, momentáneamente distraída.
—¿Le regalaste a tu madre un kilo de Godiva para el día de la madre? A mí sólo me diste cinco bombones por el día de la mujer trabajadora.
Jane se encogió de hombros.
—Ella me trajo al mundo. Tú solo firmas mis nóminas.
Me reí y asentí.
—Vale, está bien que tengas claras tus prioridades. —Abrí la agenda y miré el orden del día. Al ver la reunión que tenía concertada para la tarde fruncí el ceño. —Jane, ¿qué es esto de las tres?
—Dos caballeros del Met de Nueva York van a reunirse contigo y con el señor Storey.
—¿Para qué demonios? —pregunté.
Jane se quedó inmóvil, supongo que por la dureza de mi tono. No había podido evitarlo.
Se aclaró la garganta.
—Quieren traer una de sus exposiciones a Boston. Ya hablamos de eso el mes pasado, Miley.
—Sí, y se suponía que solo iba a venir Edward.
—Decidió traer a un colega con él. Yo lo único que hice fue añadirlo a tu agenda. No pensé que fuera para tanto. El señor Morrison dijo que estaba deseando verte de nuevo, y que sabía que te gustaría que trajera al señor King con él. Que erais buenos amigos cuando estuviste trabajando allí —Se detuvo, y yo la miré. Estaba mirándome fijamente. —Estás pálida, Miley. ¿Qué pasa?

Cerré los ojos, y giré la silla para evitar dar al resto de la zona de trabajo un espectáculo. Estaba temblando. Mi vientre se había tensado tan rápido que estaba empezando a sentir retortijones. De mis ojos manaron lágrimas de frustración. Estaba furiosa por no poder controlarme. El silencio de Jane no era una bendición. No podía decirle lo que sentía en aquel momento.
—Miley, ¿qué he hecho? —me preguntó Jane en voz baja.
¿Cómo podía decirle que había invitado a una serpiente a mi jardín? No pude. Negué con la cabeza.
—Nada. Lo que pasa es que no aprecio a Jeff King.
—Es demasiado tarde para decirle al señor Morrison que venga solo.
—Lo sé —Parpadeé  rápidamente para evitar las lágrimas. —Cuando me mude al despacho de Milton pondré persianas aquí y allí.
—Me parece una buena idea —susurró Jane.
—Esto no puede estar pasando —dije, finalmente.
—Lo siento mucho —Jane se acercó a mí para poder ver mi rostro. Por su expresión, supe que todo lo que sentía estaba reflejado en mi cara.
—Asistiremos a la reunión, pero bajo ninguna circunstancia debes dejarme a solas con Jeff King —No podía ser cobarde, pero no iba a darle la oportunidad de hacerme daño otra vez.
—Entiendo.
La miré, vi su mirada, y me di cuenta de que lo entendía.
—Me gustaría quedarme sola un momento. ¿Podrías llamar a la doctora Price y preguntarle si puede darme una cita para esta mañana?

Sentada en mi escritorio, intenté organizar mis pensamientos sobre la reunión que se avecinaba. No había pensado realmente en ella desde que la dispuse. Consideraba a Edward Morrison como un amigo querido, y había pensado en la reunión como algo desenfadado y sin una planificación previa. Había hablado con él para traer la exposición que había preparado para su museo a Boston, como evento breve y exclusivo. No se me ocurrió que Jeff podría encontrar un modo de acompañar a Edward. Debería haberlo hecho, y me sentía ******* por haber cometido aquel error.

Cuando la secretaria de Demi cerró la puerta a mi espalda, me senté en el reclinable y apreté mi bolso contra mi pecho. Era como si hubiera ocurrido el día anterior. Como si nunca me hubiera marchado de Nueva York. Inhalé profundamente y cerré los ojos, Jeff King se había apoderado de mi mundo, solo con venir a Boston. Lo odiaba por ello. En realidad, lo odiaba por un montón de razones, pero por el momento lo odiaba por poder venir a Boston.
—Normalmente te dejo sentarte ahí hasta que estás lista para hablar.
Abrí los ojos y la miré. Parecía preocupada, lo que me sorprendió. Demi Lovato había sido muy buena escondiendo su expresión, hasta ahora. Incluso cuando los detalles de mi violación aparecieron, se quedó sentada en la silla sin mostrar ninguna emoción en su rostro.
—Jeff King va a venir a la galería, y a mi despacho, dentro de dos horas y media —Odiaba incluso decirlo. Pero más que eso, odiaba el modo en que el miedo saturaba mi voz. —Pensaba que ya había superado esto pero, cuando me di cuenta de que había sido añadido a la reunión, se me revolvieron las tripas. Estoy destrozada.
—No es raro que una mujer siga temiendo la presencia del hombre que abusó de ella incluso años después del suceso. Tienes todo el derecho a esperar que él no aparezca en tu mundo. Desafortunadamente, como elegiste no presentar cargos contra él, esa esperanza es un poco más difícil de hacer realidad. ¿Aún te sigue llamando? —Presionó los labios formando una delgada línea, como si quisiera decir algo más.
—Sí —asentí. —He estado recibiendo llamadas perdidas. No estoy segura de que sean suyas. Sin embargo, el muy bastardo me llamó a mi teléfono móvil para charlar un poco. Me pidió que me encontrara con él. Me negué y le colgué.
—Has dicho que te sientes destrozada —Me recordó Demi con voz suave.
—Como me sentí aquella noche cuando estaba en el suelo de mi oficina, donde él me dejó. No podía levantarme, no podía pedir ayuda —Presioné los dedos con fuerza contra mis labios para evitar que temblaran. No podía hacer nada excepto quedarme allí tirada, como él me bahía dejado.
—Pero no le quedaste allí. Te levantaste Miley. Te levantaste, y te has construido una vida aquí en Boston, que te hace feliz.
—Sí.
—Jeff King no puede quitarte eso. Puede intentarlo. Es posible que vea tu éxito aquí como una ofensa. Fuiste lo suficientemente fuerte como para superar lo que te hizo, y eso podría hacer que se enfureciese.
—No me importa lo que él piense —Intenté relajarme y, lentamente, puse mi bolso en el suelo junto al sillón. —No puede importarme.
—Te guste o no, Miley, ese hombre ha dejado huella en tu mente. El hecho es que quizá no haya un día en el que no pienses en él. Apartarlo, a él y a sus acciones, al desván de tu mente, no es sano.
—A mí me funciona —Fruncí el ceño. —No. Eso es mentira. No me funciona, joder —Me crucé de brazos y la miré. —Llevo viniendo a la terapia casi un año. Debería ser capaz de afrontar esto.
—He sido cristiana durante cuarenta y dos años, y puedo decirte con toda seguridad que no estoy preparada para el fin del mundo.
—¿Eso qué significa? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Significa, Miley, que puedes prepararte para algo durante toda tu vida, y que aun así puede cogerte por sorpresa. La vida no es predecible, e intentar controlarla solo puede conducirte a la locura.
—Y debería tomar cada día como venga —Ella me había dicho eso un par de veces. No era un consejo que hubiera llevado a cabo nunca. —Anoche me acosté con Liam Hemsworth.
—Bien —Se echó hacia atrás en su silla, y me observó. —¿Te arrepientes, o has sentido miedo?
—No, para nada. Me siento muy cómoda y segura con él. Me relajé un poco, aliviada porque hubiera aceptado mi súbito cambio de tema.
—¿Crees que te has precipitado?
—Me gustaría decir que sí, porque parece que sería lo apropiado —Me encogí de hombros, suspiré, y después chasqueé la lengua. —Es como cuando era niña y hacía algo malo que realmente me había divertido, y mi madre me obligaba a disculparme. Lo hacía, pero nunca lo sentía.
—¿Pensar en él te ayuda?
—Sí—asentí.
—Pero no aleja totalmente a Jeff de tu mente.
—No. No estoy segura de lo que voy a hacer hoy. Quiero gritarle y golpearle hasta que se sienta tan mal como yo. ¿Qué voy a hacer?

Demi se levantó de su escritorio y caminó hasta detenerse frente a mí. Se apoyó en su escritorio y se quedó en silencio un momento.
—No aceptes bajo ninguna circunstancia encontrarte con ese hombre si no es por cuestiones profesionales. Deja claro que considerarás cualquier contacto por su parte como acoso, y estate preparada para involucrar a la policía si no te hace caso. Incluso sin una acusación por violación, las leyes contra el acoso te protegerán en ese sentido. Sé fuerte, sé firme, y no le des la posibilidad de acercarse a ti.
»Es fácil decirlo, supongo, pero un hombre como Jeff King disfruta con el poder. Quiere que tengas miedo, y necesita creer que en Nueva York te dejó destrozada. Cuando se dé cuenta de que no eres una temblorosa y devastada víctima, podría convertirse en una amenaza grave. No lo subestimes, y mantente siempre en lugares donde puedas pedir ayuda si la necesitas.
Asentí y suspiré.
—Ser fuerte, no dejarme engañar, y llamar a la policía si no lo capta.
Demi se rió.
—Sí, básicamente.
—¿Y si no puedo? Cuando me violó no pude llamar a la policía.
—Podrás. No tiene influencia en tu vida, no puede controlarte. Jeff King no es nada. Es solo un hombre despreciable que necesita hacer daño a las mujeres para sentirse superior.

Cuando crucé la puerta, Jane estaba en su escritorio. Una mirada a mi despacho me dijo por qué parecía tan abatida. Habían llegado temprano. Me acerqué al escritorio de Jane y recogí mis mensajes.
—Lo siento muchísimo, Miley.
La culpa que llevaba escrita en el rostro me hizo sentirme pequeña y furiosa. Nunca había querido disgustarla. Su amistad era más importante para mí de lo que estaba dispuesta a admitir.
—No te preocupes, Jane. ¿Les has ofrecido café?
—Sí, y ambos lo han rehusado. La sala de reuniones estará lista en un par de minutos, Si quieres, podemos empezar la reunión antes.
Miré mi reloj y levanté una ceja.
—No me había dado cuenta de que había tardado tanto. Avísame cuando Milton esté listo y la sala de reuniones esté preparada. Recuérdamelo, ¿qué les habíamos ofrecido para la colección?
—La sala central, segunda planta.
Edward se reunió conmigo en la puerta de mi despacho, con las manos extendidas y una verdadera sonrisa de afecto. Lo había echado de menos. Era uno de los mejores hombres que había conocido nunca. Adoraba a su mujer y a sus hijos como si fueran lo único que importara en el mundo. 

Me gustaba eso de él; su lealtad y su devoción eran entrañables. Acepté su abrazo y miré brevemente a Jeff, que también se había levantado.
—Jeff.
 Miley —Odiaba mi nombre en sus labios, y quise darle un puñetazo en la cara para que nunca pudiera decirlo de nuevo.
Caminé hasta mi escritorio y tomé asiento. Dejé caer mi bolso en el cajón junto a mí, y dirigí mi mirada a Edward.
—Mi ayudante está preparando nuestra sala de reuniones. En cuanto el señor Storey esté disponible, podremos comenzar.
Edward sonrió.
—¿Ves, Jeff? Te dije que nuestra Miley lo tendría todo bajo control.
Miré a Jeff y lo encontré mirándome. Su expresión era una mezcla de confusión y rabia.
—Jeff siempre me ha subestimado —Miré a Jane, que asintió. —Podemos pasar a la sala de reuniones. Edward, estoy segura de que la sala que hemos preparado te parecerá ideal para la exposición impresionista. Sin embargo, me sorprende que vayas a permitir que viaje.
—No puedo quedarme con todas las cosas hermosas a la vez —Edward sonrió. —No sería justo.
—Tengo algunas piezas de exposiciones que ya hemos hecho antes en el área central. Eso te dará una idea de lo que podemos hacer —Entré en la sala de reuniones por delante de ellos, pero esperé hasta que ambos hubieron escogido sus sillas antes de sentarme a un par de asientos de Jane.

Tenía un aspecto profesional, pero estaba tan tensa que me sorprendía que su piel no se estuviera rasgando. Me arrepentía de haber permitido que viera mi ansiedad. Milton entró apresuradamente y llenó el silencio con su charla sin sentido, y entonces comencé la exposición de diapositivas. No tenía ni idea de qué decir, y ni siquiera sabía si la presentación iba bien. Cada vez que miraba a Jeff se me revolvían las entrañas. Para cuando me senté y Jane encendió las luces de nuevo, me sentía como si acabara de correr una maratón.

Cuando terminé la presentación, abandoné la sala de reuniones y dejé los detalles a Milton y Jane, No podía quedarme ni un minuto más. Ya en mi oficina, encendí la radio, me senté en mi escritorio y miré la pared frente a mí. Llevaba mirando el muro durante casi veinte minutos cuando se abrió la puerta de mi despacho. Levanté la mirada para hablar a Jane, pero no era ella.
—¿Qué quieres, Jeff? —le pregunté, con incredulidad.
—Había pensado que podríamos cenar juntos —Jeff se apoyó contra el marco de la puerta como si no tuviera una sola preocupación en el mundo.

Me sentía como un personaje de dibujos animados, con la boca abierta de par en par por la sorpresa. La cerré tan fuerte que mis dientes entrechocaron. Agarré con fuerza los reposabrazos de mi silla.
—¿Es que se te ha ido la puta cabeza?
—Antes éramos amigos.
—Eso pensaba, pero entonces me violaste. Has sido una presencia maligna en mi vida, pero tengo la suerte de haberte sobrevivido. Ahora no significas nada para mí.

El silencio cayó como una roca entre nosotros. Jeff era uno de esos hombres que nunca aceptaba la responsabilidad de sus actos, y una parte de mí se arrepentía profundamente de no haber hecho que pagara por lo que me había hecho. Cerró la puerta de mi despacho y caminó frente a ella como si estuviera pensando algo. No podía imaginarme que tuviera algo que decir que pudiera hacerme pensar aún peor de él, pero nunca fui buena juzgándolo.
—Fue un error.
—¿Un error? —pregunté, casi abrumada por la afirmación. —La violación es un crimen, no un error. Sal de mi oficina.
—Miley, podemos arreglar esto entre nosotros.

—Cada vez que te miro puedo escucharme suplicándote que pares —Contuve el aliento. —Y no lo hiciste. Me violaste, y nada de lo que digas podrá cambiar eso.
El musculo de su mandíbula se movió mientras me miraba.
—Te estoy pidiendo perdón.
—Vete.
—Miley.
—Vete, y no vuelvas nunca más. No eres bienvenido en Holman, ni profesionalmente, ni de ningún otro modo. Cuando la exposición impresionista llegue aquí este invierno, tú te quedarás en Nueva York.
—Es mi exposición.
—No me importa —Y era mi exposición. Él la había recibido porque yo me había marchado.
—Edward espera que venga con él para la inauguración.
—Si vienes con él, Jeff, le contaré lo que me hiciste. Le contaré la verdadera razón por la que dejé el museo y Nueva York. ¿Qué impresión crees que se formará de ti después de eso?
Enrojeció de furia.
—Eso destrozaría mi carrera.
—No será menos de lo que te mereces. Tú intentaste destrozar mi alma —Me levanté, no podía seguir sentada. —Vete —Miré a su espalda, a Jane, que estaba de pie junto a la puerta. —Vete, o haré que mi ayudante llame a seguridad para que te acompañen a la salida.

Cuando hubo desaparecido de mi vista, fui al cuarto de baño y cerré la puerta. Solo podía sentirme agradecida porque el ******* que había diseñado nuestro espacio de trabajo no hubiera hecho las paredes del baño también de cristal. Bajé la tapa del váter y me senté. Cuando Jane apareció, fruncí el ceño.
—No creí que tuviera que soportar que la gente viniera al baño conmigo hasta que tuviera niños. Jane cerró la puerta, y se apoyó en ella.
—¿Qué te hizo Jeff King, Miley?
—Esa no es una conversación que una supervisora y una subordinada debieran tener —contesté.
—Bien, entonces cuéntamelo porque soy tu amiga.
La miré, y supe que en realidad no quería saberlo.
—Lo siento, Jane. Esto no es culpa tuya, y siento haberte disgustado.
—¿Estuviste enrollada con él?
—No —Me levanté del váter y fruncí el entrecejo. Era extraño estar en el baño con Jane. Entonces me reí, golpeada por lo absurdo de la situación.
Jane frunció el ceño mientras abría la puerta. Salí detrás de ella, sabiendo que no iba a darse por vencida. Se sentó en una silla frente a mi escritorio mientras yo caminaba hasta la ventana. El aparcamiento estaba casi vacío.
—Deberíamos intentar encontrar un modo de traer a la gente a la galería a la hora del almuerzo.
Jane resopló.
—No a menos que queramos servir algunas tapitas mientras contemplan las obras.
La miré.
—Me obligó a tener sexo con él.
Las palabras quedaron suspendidas en sus labios mientras el color abandonaba rápidamente su rostro. La rabia y una mirada que solo otra mujer podría comprender invadieron sus ojos. Se levantó y se metió las manos en los bolsillos. Me pareció joven y vulnerable. Jane solo tenía dos años menos que yo, pero me sentía mucho más mayor que ella. Se aclaró la garganta, y agitó la cabeza.
—Está bien, Jane. Nadie sabe qué decir después de una confesión así, y cuando hablan, inevitablemente meten tanto la pata que generalmente solo consiguen sentirse peor. Yo estoy bien.
—Me aseguraré de que seguridad comprenda que ese tipo no debe volver a entrar en este edificio —Caminó hacia la puerta.
—¿Qué vas a decirles?
—Que me cogió el culo —Jane sonrió, pero sus ojos permanecieron oscuros y furiosos. —El señor Wilkes no puede soportar a los hombres que no tienen educación. No le dejará traspasar la puerta sin notificármelo antes.
No dije nada más, y Jane se marchó de mi despacho.





4 comentarios:

  1. hahha si q ese **** de Jeff pague, grr lo odio, pobre Miley, ¿por que en todas tus novelas tiene que haber una violacion? ¿por que?

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    1. lalala Hola :)
      Soy una.. lectora vieja pero que nunca comenté. Te juro que muero con tus novelas es como sjdhjhfjhsjshfj *.* Enserio-
      Espero que sigas esta novela :) Besos
      Sofi~

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  2. POBRE MILEY!!!!!!! SEGUILAAAAAA PORFA MUERO POR LEER EL PROXIMO CAPI , SEGUILAAA Y BESOTESS

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  3. O.o JENYYYYYYY XQ LA DEJAS ASIII? SABES QUE MUERO POR ESTA NOVE Y LA DEJAS ASII? U-U DIOS ME VA A DAR ALGO AL CORAZON JAJAJA ENCERIOOO PORFIIS PORFIS PORFIS SEGUILAAAAA, BESITOS, TE QUIERO (:

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