sábado, 18 de febrero de 2012

Undress for me Cap: 30


Para expresarlo claramente, no tenía tiempo para un desastre. Pero la vida tiene la costumbre de esperar hasta ese momento en el que no puedes cargar con una sola viruta de paja más, y justo entonces, te tira encima cien kilos adicionales. Desde la parte superior de las escaleras, observé sorprendida a Lisa Millhouse frente a James Brooks, apuñalando su pecho repetidamente con un dedo. 

Le hablaba con vehemencia y convicción, con un vocabulario que yo normalmente reservaba para los atascos de tráfico. Si maldecir a alguien tuviera categoría olímpica, estoy segura de que Lisa hubiera estado en el podio. Incliné la cabeza y miré a Jane. Era parte de los ávidos espectadores y, por una vez, no podía culparla. James y Lisa formaban una excitante y dinámica pareja.

Me recoloqué el bolso en el hombro y caminé hacia ellos con lo que esperaba que fuera una sonrisa tolerante en el rostro.
—¡Buenos días!

Ambos se giraron para mirarme, preparados para morder, y después miraron el suelo. Afortunadamente, recordando que ya habían dado a catorce personas suficiente entretenimiento, se quedaron en silencio. Me aclaré la garganta e hice una señal hacia mi despacho.
—¿Por qué no continuamos esa conversación en mi oficina?

Eché una mirada a Jane por encima de mi hombro, con la expresión universal de necesito cafeína a la voz de ya. Supongo que se sentía aliviada por estar fuera de la línea de fuego. 

Entré en mi despacho y cerré la puerta. Lisa y James se sentaron frente a mi escritorio, cada uno en un extremo. Me tomé mi tiempo para acomodarme.
—Bien —Me eché hacia atrás en la butaca y los miré a los dos. —Como ni siquiera sabía que vosotros dos os conocíais, puedo garantizaros que no tengo ni idea de por qué estabais discutiendo. Sin usar la frase "él empezó", Lisa, cuéntame qué ha pasado.

Lisa cruzó los brazos y me miró durante un largo momento. Entonces aspiró aire profundamente, se mordió el labio inferior, y estalló.
—¡Pero empezó él!
—¡Y una mierda!
—Señor Brooks —murmuré. —No es tu turno de hablar.
James se desplomó en su silla.
—Esto no es justo.
Era como hablar con niños de cinco años.
—¿Es un conflicto profesional o personal?
—Profesional —soltó Lisa.
—Personal —la corrigió James con los dientes apretados.
Lisa se sonrojó y yo comencé a reírme.
—Entiendo, ¿entonces el espectáculo que le habéis dado a los trabajadores hace un par de minuto eran juegos preliminares?
Lisa se levantó.
—¡No tienes que ser ofensiva!
—Tú eres la única que está siendo ofensiva aquí —le espetó James en respuesta.
—Oh, que te den por el culo. —Lisa salió de la oficina apresuradamente, con un portazo tan fuerte que la pared de cristal tembló.
Miré a James.
—Brooks, ¿estás intentando alejar a todos los artistas con los que actualmente trabaja esta galería, o solo pretendes sacar de quicio a Lisa?
—Esto no es asunto tuyo, Miley.
—Lo sé.
James se frotó la cara y se levantó.
—Esa mujer es irracional. ¡A la mayoría de las mujeres no les importa que las invites a cenar!
Golpeé la superficie de mi escritorio con una uña.
—¿Tuviste en cuenta de algún modo que su posición en esta galería se vería afectado por la cena contigo?
—Gracias —murmuró James. —No tenía ni idea de que pensaras que fuera un bastardo sexista.
—No he dicho eso.
Con excesiva lentitud, tomó aliento y dijo:
—No, Miley, no impliqué el que su posición en la galería fuera a verse afectada por salir o no conmigo —Me miró como si pensara que yo no lo creía. —Jane nos presentó, y yo le dije que me gustaba el trabajo que había visto de ella hasta ahora. Lisa estaba aquí para hablar sobre el proyecto de los institutos con Jane. Me entrometí en su reunión porque me sentía atraído por ella. Al final de la reunión, Jane usó su instrumento de tele-transportación súper secreto para desaparecer —Agitó la cabeza y miró a Jane, que acababa de volver con el café, lo dejó en mi escritorio, y se marchó. —Tiene un increíble talento para eso.
Me reí, entendía lo que quería decir.
—Es bastante sigilosa. Entonces, ¿qué pasó cuando Jane dejó la habitación?
—Le pedí a lisa que saliera a cenar conmigo, y le dije que estaba interesado en descubrir más sobre la fuente de su inspiración Nunca había conocido a una escultura con ese tipo de pasión y violencia tranquila. Me miró, y supe que lo que pensaba se me reflejaba en la cara. —¿Qué?
Suspiré.
—Lisa valora su privacidad.
—Lo entiendo.
—No —Negué con la cabeza. —Lisa es compulsiva sobre su intimidad. Tendrás que traspasar su coraza, ysinceramente, no sé si podrás hacerlo —Miré la zona de trabajo y suspiré. —Si quieres puedes pedirle consejo a Nicholas.
—Pensaba que él y tú...
—Sí, pero tuvo una relación con Lisa en el pasado. La conoce mucho mejor que cualquiera de nosotros. —James se levantó y se metió las manos en los bolsillos. —Y James, no te aconsejo que llames a Lisa irracional a la cara. Esa mujer tiene un soplete.
James asintió y, con una pequeña sonrisa, dejó mi despacho. Jane esperó hasta que James bajó las escaleras antes de levantarse de su silla y correr hasta la puerta de mi oficina.

Cerró la puerta, caminó tranquilamente hasta mi escritorio y me susurró:
—Lisa le dijo de todo menos chupapollas. Y no repitió insulto ni una sola vez.
Miré mi escritorio e intenté mantener un rostro serio, pero al final, perdí la batalla y solté una carcajada. Jane se sentó en la silla que James acababa de abandonar. Esperó hasta que hube terminado de reírme antes de continuar.
Se cepilló los pantalones como si hubiera encontrado pelusas en ellos y me miró.
—Son tal para cual.
Asentí y suspiré.
—Sí, me he dado cuenta.

Ahora que sus planes para contratar a Jeff King se habían desbaratado, Milton había comenzado su labor con el resto de la galería. Le llevó unas cuatro horas alienar a todo el equipo de administración, y el día entero para hacerse con el equipo de ventas. El personal de ventas está acostumbrado a tratar con gente difícil, y tienen una gran tolerancia a las gilipo.lleces. Las mujeres de la zona de trabajo se escondían en el baño en grupos de dos o tres. Los dos hombres que trabajaban en la galería no eran objetivo de Milton, así que la mayor parte del tiempo obstaculizaba a los demás.

Milton llegó a mi despacho casi a mediodía. Cerró la puerta, esforzándose por mirarme fijamente. Siempre me había parecido un malvado duende de talla grande, aunque la idea de Lisa del gnomo de jardín tenía gracia. Milton era un hombre enorme... Era su personalidad lo que lo hacía parecer tan pequeño e inútil.
—¿Qué puedo hacer por ti, Milton?
—¿Vas a poner a Jane Tilwell en tu puesto?
—Sí.
—No está preparada para ese trabajo.
—La señorita Tilwell está licenciada tanto en Empresariales como en Historia del Arte. Es perfecta para el puesto.
—Sería mejor que contrataras a Jeff King.
—No.
—Yo todavía tengo poder aquí.
—No me parece que la habilidad para acosar y reprender a los demás sea poder —Su rostro se puso rojo de furia, y me sorprendió ver una pequeña mueca de culpabilidad en su rostro. Después de todo, parece que era un ser humano.

Murmuró algo entre dientes y dejó mi oficina. Miré hacia la mesa de Jane y la encontré al teléfono. Suspiré, y cuando me miró, le hice una señal para que entrara. Creía que tenía derecho a conocer la irritación de Milton y su conocimiento de su futuro en la galería.


******************

Me olvidé de James Brooks hasta que entré en la galería de Liam. Entré con la llave que había colocado en mi llavero y, tras subir las escaleras corriendo, encontré a James sentado en mi butaca roja, con una cerveza en la mano. Agitaba su mano libre mientras hablaba. Fruncí el ceño; no me gustaba verlo sentado en mi butaca.
—Esa maldita mujer no tiene derecho a ser tan cruel —Su tono era prepotente.
Liam se rió.
—Las mujeres son, posiblemente, las criaturas más crueles del mundo. Tienen demasiado carácter, pero como también son las únicas que tienen co.ño, tendremos que aguantarnos.
Si no hubiera llevado mi bolso grande, se lo hubiera tirado a la cara.
—Señor Hemsworth.

Miró hacia mí, se quitó las gafas de seguridad, y se metió la herramienta en el bolsillo de los vaqueros.
—Dulce Miley, precisamente ahora estábamos hablando de ti.
Me reí y negué con la cabeza.
—¡Cómo he podido acabar estando contigo!
—Pregúntame eso un poco más tarde otra vez. Será un placer recordártelo.
—Lo haré —Levanté una ceja y lo miré de arriba abajo.
Empecé a subir el segundo tramo de escaleras, pero me detuve para quitarme los zapatos.
—¿Estáis bebiéndoos la cena?
—Él está bebiendo —Liam se rió y señaló a James, que miraba lastimeramente una botella de cerveza vacía. —Yo estoy trabajando. He pedido comida. Llegará pronto.
Asentí y me detuve a los pies de la escalera.
—James.
Me miró y me ofreció una sonrisa.
—¿Sí, Miley?
—No vas a encontrar la respuesta a tu pregunta en el fondo de una botella.
—Esta noche estoy ahogando mis penas. Mañana voy a practicar la postración y el ruego. Después lo haré de verdad en el porche delantero de Lisa.
Chasqueé la lengua.
—Deberías conseguir una armadura.
—¡Disculpa?
—Como mínimo, un casco sería una buena inversión.
Mientras comenzaba a subir las escaleras, James preguntó a Liam a qué me refería, y Liam se rió.
—A Lisa le gusta disparar a sus visitas no invitadas con una pistola de pintura

No hay comentarios:

Publicar un comentario