sábado, 18 de febrero de 2012

Undress for me Cap: 31


—¿Estás segura de que quieres irte a casa?
Me reí y solté la mano de Liam mientras bajábamos las escaleras y entrábamos en la galería. Me recoloqué el bolso y asentí.
—Sí, tengo que ocuparme de algunas cosas, y preparar la reunión con Samuel Castlemen. 

Estará aquí por la mañana.
Liam me acercó a él y cogió mi rostro con sus manos. Su boca era suave y tierna. Podría haberme perdido en ella con facilidad, pero después de un momento me aparté y salí por la puerta, hacia la noche. Eché un vistazo por encima de mi hombro, le sonreí y entré en mi coche. No cerró la puerta hasta que estuve en el coche con las puertas cerradas.

Pasé la mayor parte del viaje de vuelta a mi apartamento arrepintiéndome de no haberme acostado con él antes de marcharme. En mi apartamento, encontré un pósit del servicio de mantenimiento de mi edificio. Habían arreglado mi puerta y reemplazado mi cadena con una mucho más fuerte. Después de entrar en mi apartamento y cerrar por dentro, fui hasta mi contestador automático, por costumbre, y pulsé el botón.

Había un mensaje de mi madre. Suspiré y la escuché hablar de sus compras recientes. No dejó de parlotear hasta que mi contestador la cortó.
—Así que si quieres venir sólo tienes que llamarme, y te enseñaré mi nuevo sombrero... Es de color púrpura intenso y tiene...

En el contestador sonó un clic, y agité la cabeza. No podía imaginarme qué era lo que tenía aquel sombrero, y una parte de mí no quería descubrirlo. Me aparté el cabello mientras comenzaba el siguiente mensaje. Se escuchó un sonoro suspiro, y miré el contestador, esperando a que Lisa continuara. Era la única que me suspiraba en el contestador.
—Miley, llámame cuando puedas. Ya tengo lista la última obra para la galería, y estoy cavando un agujero para un cuerpo. Dile a ese imbécil de Brooks que se quede en Boston, o acabará en ese hoyo.

Me froté la cara y me senté, debatiéndome entre reírme o llorar. Dios, odiaba la hostilidad que sentía Lisa por los hombres. La odiaba, la entendía, y quería desesperadamente ayudarla a curarse. Instintivamente, comprendía que el pasado de Lisa había sido horrible, y no quería conocer todos los detalles. Sin embargo, como amiga suya, creía que tenía la responsabilidad de ayudarla con su nueva vida.

El tercer mensaje comenzó.
—Ey, Miley. Soy Jane. Mira, cuando llegué a casa esta tarde Jeff King estaba esperándome en mi puerta. Ya se ha ido.

Escuché cómo se detenía el contestador mientras abría la puerta delantera y me ponía apresuradamente un par de zapatillas que encontré en la entrada. Una vez dentro de mi coche, me obligué a calmarme y a concentrarme en conducir. Jane solo vivía a diez minutos en coche de mi casa, pero fueron los diez minutos más largos de mi vida. Odiaba pensar que él podía estar cerca de Jane.

Su risa y su despreocupada sonrisa me parecieron muy frágiles en ese momento. Aparqué frente a su edificio y corrí al interior como si el diablo estuviera a mi espalda.
Su apartamento estaba en la primera planta; llamé a su puerta y después probé el pomo.
—¿Jane?

Se oyó la cerradura, y Jane abrió la puerta. Por un momento, me limité a mirarla. Llevaba un camisón en el que ponía QUE TE DEN, NO TE HE PEDIDO TU OPINIÓN. Me hizo un gesto para que pasara, y sus zapatillas de estar por casa con forma de bebé foca se agitaron mientras se apartaba de la puerta.
—No había visto unos calentadores rosas como esos desde... bueno, desde hacía muchísimo tiempo.
Me echó una mirada y bostezó.
—¿Qué pasa, Miley?
Tragué saliva y agité la cabeza.
—¿Jeff estuvo aquí?
—Sí —Se desperezó y se sentó en el sofá. —No sé qué quería.
—¿Cómo conseguiste que se fuera?
Jane resopló.
—Lo apunté con mi 9mm.
Me senté con la boca abierta de par en par, y me sentí aliviada cuando mi culo conectó con la silla.
—¿Tienes un arma?
—Sí —Se encogió de hombros. —Mi padre y mis hermanos son policías. De hecho, yo estuve en la academia y me gradué.
—¿Podrías ser poli?
—No, por eso es por lo que visto ropa demasiado cara y miro cosas hermosas todo el día. No podría ser policía —Se tumbó en el sofá. —Miley, me has despertado —Bostezando de nuevo, me miró. —¿Qué pasa?
—Que Jeff vino aquí.
Jane se sentó bruscamente.
—¿Estabas preocupada por mí?
Asentí y después negué con la cabeza.
—Sí. Estaba preocupada. Pensaba que te había hecho daño, o que podría hacértelo. Hubiera sido culpa mía, Jane. Si te hiciera daño. —Respiré profundamente.
Me levanté y le di la espalda. El suspiro se convirtió en un sollozo. No me di cuenta de que Jane había abandonado el sofá hasta que sus brazos me rodearon y me abrazó con fuerza. Acepté su abrazo y dejé que me guiara de vuelta a la butaca.
—Todo este tiempo consideré que lo que me había pasado era personal.
—Lo era.
—Sí—asentí. —Pero era algo más. ¿Cómo pude pensar que su castigo era menos importante que mi dignidad? —Mi demanda solo recibió silencio como respuesta. —En mi interior sabía que tenía que hacer un esfuerzo para proteger a otras mujeres de él. Al menos, si lo etiquetaran como agresor sexual, sería algo.
—¿Es demasiado tarde?
Negué con la cabeza.
No lo creo —La miré, y vi preocupación en su rostro. —Lo siento mucho, Jane. Siento que te veas expuesta a él, y que él pensara que podía venir aquí y amenazarte porque no puede llegar hasta mí.
—Llegó hasta ti —Jane se levantó y se alejó de mí. —En el momento en el que dejé aquel mensaje en tucontestador me di cuenta de que había hecho exactamente lo que Jeff esperaba. No había venido a hacerme daño, Miley; solo estaba usándome a mí, y a tu cariño por mí, como un arma.

Había sido efectivo. Miré a Jane, vi su control y su siempre presente actitud de puedo-con-todo, y supe que ya no podía permitirme el lujo de esconderme tras mi dignidad. Había otras mujeres en alguna parte; podrían ponerse en el camino de Jeff King, y él les haría daño si yo no haría nada para impedirlo.
Me levanté.
—Tengo que irme.
—¿Miley?
La miré.
—No puedo seguir guardándome esto durante más tiempo.

No me siguió inmediatamente, así que esperé tras la puerta de su apartamento hasta que escuché que cerraba con llave. Volvía mi coche, y busqué mi cartera en el bolso. Había una tarjeta en mi cartera. La llevaba desde ese primer día en el hospital. La miré, estaba destrozada y gastada por haber sido transferida de cartera a cartera al cambiar de bolso.
Durante un momento, miré el nombre de la mujer. Denise Moore. Era la detective que había intentado interrogarme. Me pregunté qué rango tendría ahora, cuánto habría avanzado en su carrera. En ese tiempo había pensado mucho en cómo me miró en la puerta de la sala de examen al girarse. Me pareció que pensaba que podía hacer que le contara lo que necesitaba saber. Cogí mi teléfono móvil y marqué el número que había garabateado en el reverso antes de cambiar de idea. Sonó varias veces, y entonces una somnolienta voz de mujer contestó. Tragué saliva y bajé la cabeza mientras ella decía "diga" por cuarta vez.
—Me llamo Miley Cyrus.
Se produjo un largo momento de silencio, y entonces la detective se aclaró la garganta. Podía escuchar cómo se movía, como si estuviera dejando la cama.
—¿Qué puedo hacer por ti, Miley?
—Puedes decirme que no es demasiado tarde para hacer que el hombre que me violó pague por ello.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Dos años.
—¿Rellenaste un informe entonces? —Sí, hice una declaración y me sometí a un examen médico, pero al final no presenté cargos —Cerré los ojos y bajé la cabeza basta que descansó sobre el volante. —Pensaba que si intentaba olvidarlo, se iría. Pensaba que él no importaba.
—Lo comprendo.
—¿Esto cambiará algo?
—Es un paso hacia la justicia, Miley. Cuando des ese paso, comenzarás a sanar. Sé que has pasado mucho tiempo reconstruyendo lo que has perdido —suspiró. —¿Qué te ha ayudado a tomar esta decisión?
—Está invadiendo mi vida. Entró en mi apartamento, y esta noche ha visitado a una amiga íntima.
—¿Dónde estás?
—¿En este momento, o geográficamente?
Se rió; su risa era un suave y hermoso sonido, y disfruté de él. Sentí que mi cuerpo se relajaba, y mi estómago, lentamente, comenzó a deshacer el nudo que llevaba allí más de una hora.
—Estoy en Boston. Dentro de mi coche, hablando por el móvil.
—Vete a casa.
—No me siento segura allí.
—¿Hay algún lugar donde te sientas segura?
—Sí.
—Vete allí, Miley. Busca un lugar donde apartarte de esto y, por la mañana, quiero que vengas a Nueva York. Comenzaremos el papeleo, y haremos que esto termine. 

Afortunadamente, yo soy de las que nunca se rinden. Tengo una carpeta con todas las pruebas que he podido conseguir de cada violación que se me asigna, incluso aquellas que más tarde eligen no presentar una denuncia.
—¿Cómo lo haces, sin rendirte?
—Me recuerdo que hacerlo puede mantener a una víctima lejos de su agresor.
—Sacaré un billete de avión para Nueva York, y te llamaré tan pronto como esté allí.

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