—¿Qué?
Era Liam
—Miley, no me gusta estar al otro lado de una puerta cerrada.
Me acerqué a la puerta, y quité el pestillo.
Liam abrió la puerta y me miró.
—¿Estás bien?
Me encogí de hombros y dejé el bate contra el lavabo.
—¿Le has hecho daño?
—Lo he metido en un taxi.
—Eso no es lo que te pedí.
—Lo sé.
—¡Joder, Liam!
No te enfades conmigo, Miley —Me señaló con el dedo. —¿Qué demonios estabas pensando, abriendo la puerta sin mirar quién había al otro lado?
—¡No me grites! ¡Soy una mujer adulta, y no necesito un sermón! —Y di un taconazo para enfatizar mi postura.
Me miró de arriba abajo y se acercó a mí. Estaba enfadada, pero lo deseaba. Me apretó con fuerza contra él, y me pasó una mano por el pelo.
—Le has dado una buena paliza.
—Sí —susurré, aforrándome a la tela de su camisa.
—¿Te hizo daño?
—No. Solo me gritó.
Liam me sacó del baño y me llevó por el pasillo hasta el salón. Me sentó en el sofá y volvió con la copa de vino que había abandonado en la entrada. La acepté y di un largo trago. Se sentó en la mesita de café frente a mí. Dejé de beber, y lo miré.
—Quita el culo de mi mesa de café. Acaban de barnizármela.
—Cállate, Miley, y termínale el vino.
Me terminé el vino de un solo trago, y le tendí la copa.
—No tienes que mimarme. Estoy bien.
—¿Acabas de darle una paliza a un tipo en tu dormitorio con un bate de béisbol, y estás bien?
Me encogí de hombros.
—Ojalá le hubiera roto un par de huesos.
—Joder, Miley, me matas —Se levantó de la mesa y se alejó. —Sería agradable que actuaras como una mujer normal al menos durante veinte minutos. Ya sabes, llora y asústate para que yo pueda ser el hombre.
Me dejé caer en el sofá.
—¿No te sentiste como un hombre mientras ayudabas a Jeff a entrar en el taxi?
Miró el suelo y se encogió de hombros.
—Eso no es lo mismo.
—¿Lo has dañado permanentemente?
Liam se encogió de hombros y me miró.
—Es posible que no pueda ser padre en el futuro.
Me froté la cara y negué con la cabeza.
—¿Todos los hombres sois iguales?
—Ese tipo te violó —Sus palabras salieron a través de sus dientes apretados.
Me estremecí ante su tono de voz.
—Sí, lo hizo.
—Y lo ha hecho otra vez esta noche —Miró alrededor, y suspiró. —Has pasado dos años construyendo una vida en la que te sentías segura, y entonces él aparece.
—Y la rompe en pedazos —admití en voz baja. —Él no importa, Liam. No importa cuánto haya influido en el pasado, ahora ya no. Lo que me hizo estuvo mal, y esa traición se quedará conmigo toda la vida, pero forma parte del pasado. Estuvo mal no presentar cargos contra él cuando ocurrió. Hay una parte de mí que me dice que soy laculpable. Me preocupa la próxima mujer con la que se cruce y que le haga sentirse inferior. Me gustaría tatuarle la palabra violador en la frente para que ninguna mujer volviera nunca a confiar en él.
Todavía podrías llevarlo a juicio por lo que te hizo.
—Sí.
—Pero no lo harás.
—No.
—¿Por qué? —me preguntó Liam con voz tan baja que durante un minuto no me di cuenta de que había hablado.
—Porque eso no me proporcionaría justicia. Podría regodearme en lo que me hizo, o puedo seguir adelante. Esto puede sonar cobarde. Joder, incluso puede ser moralmente censurable.
—¿Qué te haría justicia, Miley?
—No losé.
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