sábado, 18 de febrero de 2012

Undress for me FIN


Cuando salí del coche, la puerta de la galería estaba abierta. Me detuve y miré a Liam, que estaba mirando alrededor, y me localizó. Se metió las llaves en el bolsillo y caminó hacia mí. Ya no me preguntaba por qué acudía a él cuando estaba disgustada, por qué me parecía lo correcto; simplemente, era así.
—¿Dónde has estado?
Señalé el coche.
—Sentada en mi coche.
Me ofreció la mano, y sonrió cuando yo la tomé.
—Jane me llamó hace más de una hora. ¿Por qué no cogiste el móvil?
—La última llamada que hice me dejó sin batería.

No dijo nada mientras me guiaba a la galería tras él. Cuando entramos, cerró la puerta y se giró hacia mí. Temblando, dejé que me abrazara, y su boca acarició mi mandíbula antes de deslizarse desde mi cuello hasta mi hombro. Clavé los dedos en sus brazos mientras lo abrazaba con más fuerza. 

Una desesperada necesidad parecía haberse deslizado entre ambos. Clavé los dientes en la carne de su cuello, mis manos cayeron hasta su cintura, y las metí en los vaqueros que no se había molestado en abrochar con un cinturón. 

Liam tiró de mi blusa, revelando la piel de mi hombro. Sentí sus dientes acariciando la carne, y apreté los dedos sobre su piel. Una caliente y desesperada lujuria reemplazó mi voluntad.

El botón y la cremallera de sus vaqueros cedieron, y deslicé mi mano en el interior. Su po.lla se endureció contra mi mano, cálida y dura. Me aparté de Liam a desgana cuando se zafó de mí para sacar mi camisa de la cinturilla de mis pantalones. 

Me quité los zapatos y la camiseta por la cabeza, la tiré al suelo, y lo miré con los ojos entornados mientras seguía mi ejemplo.

Con manos cuidadosas, me atrajo hasta él y caminamos hacia las escaleras. Sabía que no íbamos a conseguir llegar al final de ellas. Conteniendo el aliento con aprobación, asentí mientras se sentaba y me atraía hasta su regazo. Presioné mis pechos contra su torso y tomé su boca con el tipo de beso que demandaba un centenar de cosas. Sabía que me daría todo lo que necesitaba, y exactamente como lo quería.

Acaricié su ***** y la presioné contra mi estómago mientras sus manos se movían desde mi espalda hasta mi culo. Pensé brevemente en un condón, pero sabía que no íbamos a ponernos a buscar uno en ese momento. Me levantó, y me arqueé en sus brazos mientras me deslizaba sobre su po.lla. 

La sensación de acogerlo en mi interior era el mayor placer que hubiera conocido nunca. Como siempre, la presión de su pene en mi interior me recordó lo vacía que había estado sin él. Rodeé su cuello con mis brazos, y me moví encima suyo.
—Tranquila —susurró contra mi cuello. —Relájate, Miley.
Comencé a cabalgarlo, y enterré mi rostro en su cuello.
—No puedo.


Se rió suavemente, arrastrando sus manos por mi espalda de un modo que debería haber sido relajante, pero no lo era. Sus manos eran rudas e inexpertas. Entonces comprendí lo que pretendía. Finalmente había conseguido llevarlo al mismo estado en el que él me dejaba a menudo. Agarré sus hombros, lo miré, y vi su cruda excitación. La violencia de nuestra necesidad estaba apartando cualquier velo de civilización que hubiéramos tenido antes.

Se levantó, agarrándome con fuerza. Me aferré a él y jadeé cuando me bajó hasta el brillante suelo de madera de su galería. La madera estaba dura bajo mi cuerpo, y, sin darme tregua, se colocó sobre mí. Con las manos colocadas a cada lado de mi cabeza, empujó con fuerza el resto de su cuerpo contra el mío.
—Miley.
—Déjate llevar, Miley.

Era lo único que podía hacer. Me aferré a él y dejé escapar todo lo demás. El dolor me embriagó, cada embiste de su ******* era un recordatorio de la unión que tanto había ansiado. La luz de las escaleras caía sobre nosotros, destacando la palidez de mi piel contra la oscuridad de la suya. Adoraba sentirlo y mirarlo. Era tan hermoso que en aquel caliente e inenarrable momento comprendí que, realmente, había estado esperándolo a él toda la vida.
Un orgasmo recorrió mi clítoris, y me arqueé con fuerza levantándome del suelo. 

Mis uñas se clavaron en su espalda, y las lágrimas corrieron por mis mejillas, mientras repetía su nombre una y otra vez como una letanía en mis labios. Resbaladizos por el sudor, nuestros cuerpos siguieron deslizándose el uno contra el otro. Sentí el cálido torrente de su semen, y cerré los ojos ante la sensación primitiva que despertó en mí.

Fin

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