Encendí mi teléfono móvil y, rápidamente, marqué el número de Jane mientras sacaba el coche del aparcamiento. El cable hasta el auricular se enredó en mi cabello, pero conseguí colocarlo bien antes de que descolgara. Hablé en cuanto escuché su voz.
—Dame cuatro buenas razones para echar un polvo salvaje contra la pared con un hombre al que apenas conoces.
—Orgasmo, orgasmo, orgasmo, y que si no le dices tu nombre real no podrá darte el coñazo luego.
Riéndome, agité la cabeza.
—Gracias.
—No hay de qué. Soy la soltera voz de la razón para la moderna mujer móvil —Hizo una pompa con el chicle antes de seguir hablando. —Entonces qué, ¿te lo has tirado?
—No.
—Vaya mier.da —suspiró Jane.
—Sí, está empezando a apestar —Frunciendo el ceño, me detuve en un semáforo. —Oye, ¿tú me has llamado y has colgado cuando te ha saltado el contestador?
—No, generalmente cuelgo antes de que esa maldita cosa conteste. Ya sabes que esos trastos me sacan de quicio.
—Todos tenemos nuestras manías. ¿Quieres que quedemos para desayunar?
—Veamos… ¿quiero levantarme al amanecer para desayunar con una mujer que esta noche no ha follado? —Hizo una pausa dramática. —No. Hazme esa oferta de nuevo cuando tengas algo jugoso que compartir.
Miré la puerta de la galería, a mi espalda, mientras tiraba el teléfono móvil en el asiento del pasajero del coche. Deseé tener algo jugoso que compartir. Había intentado fingir que no sabía por qué me había dejado marchar, pero lo sabía. Liam no era el tipo de hombre al que le gustan las mujeres tímidas. Si quería estar en su vida, tendría que dejarle muy claras mis necesidades.
Presioné los muslos e intenté ignorar la hinchazón de mi clítoris. Aquel hombre me volvía loca de un modo que era tan placentero como frustrante.
Al recordar la sensación de sus dedos deslizándose por mi sexo, supe que era solo cuestión de tiempo que mi cuerpo empezara a tomar decisiones por mí.
¿Cuánto más tardaría?
Aproximadamente a las ocho y media de la mañana comencé a arrepentirme de no haber desayunado. Maldije a Jane... Era injusto, pero me hizo sentirme mejor. Escuché el tenue rugir de las sierras que venía del ala este de la galería, donde se estaba preparando el espacio para la exposición de Lisa.
Eché un vistazo a la zona de trabajo e intenté recordar exactamente por qué había pensado que la mujer sentada frente a mí valía lo suficiente como para que mereciera la pena traerla desde Chicago. No era mi dinero, pero no me gustaban los despilfarros. Tampoco me gustaban las entrevistas. Esa sería una de las tareas que delegaría en otra persona cuando fuera directora.
—Entonces, señorita Banks, dígame, ¿qué opina del futuro de Holman? —pregunté.
—La galería Holman va, sin duda, por buen camino. El contrato con Liam Hemsworth del que me ha hablado antes les asegurará una buena razón de controversia. La controversia vende. Sin embargo, eso no siempre asegura que la galería pueda mantener el éxito.
—Continúe, por favor. —Estaba segura de que iba a decirme que iría al infierno por promocional la pornografía.
—Yo puedo atraer hasta Holman clientela que no está interesada en el arte sexualizado. Ha mencionado que la galería va a comenzar un programa de colaboración con los institutos.
Querrá áreas de la misma a donde pueda conducir a los padres de esos jóvenes. El arte no siempre tiene que ser violento o provocador.
—Creo que el arte siempre debe provocar. Si no provoca nada, es obvio que el creador no ha realizado bien su trabajo. El arte debe hacer llorar, sufrir, y soñar. Si no lo hace, entonces es un desperdicio de espacio —Me eché hacia atrás en la silla y la dejé que pensara en ello.
—Parece que tiene planes muy concretos para Holman.
—Tengo una visión de futuro para Holman que he prometido desarrollar, y lo haré —Me levanté y le ofrecí la mano. —Señora Banks, Jane ha realizado todos los preparativos para su viaje. Espero que disfrute de su vuelo de regreso a Chicago.
La mujer se fue precipitadamente de mi despacho, y me acerqué a la ventana. Escuché cómo Jane entraba y cerraba la puerta. Cuando me giré, estaba desplomada sobre la silla que la imponente señora Banks había abandonado.
—Cree que soy una especie de Larry Flynt femenino. —Jane se encogió de hombros. —Es una de esas personas. ¿Sabes? Cuando era pequeña y salía a jugar al patio, mi madre me gritaba: "¡Jane Cordelia Tilwell, deja de correr como una salvaje! ¿Qué va a pensar la gente?".
—¿Cordelia?
—Cállate —Jane se miró los zapatos y suspiró. —Me compré unos zapatos nuevos ayer, mientras tú estabas en el estudio de Hemsworth no teniendo sexo.
Jugueteando con mi colgante de diamante, la miré brevemente antes de dejar que mi mirada se perdiera en el aparcamiento que se veía por la ventana.
—Me besó.
—¿En serio?
Me reí.
—Sí.
—¿Y?
—Y me derretí. Me he sentido atraída por otros hombres antes, Jane, pero con él es diferente. Ni siquiera puedo explicarlo. Gracias a Dios, esta noche no voy a tener que verlo.
Jane resopló.
—¿Sigues decidida a quedar con el ******* del Mes?
—Soy una mujer de palabra, y no es un *******.
—Es tan sumamente ******* que ni siquiera lo soportarían los idiotas normales —Jane sonrió, y se hubiera reído si no la hubiera mirado.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque es el tipo de hombre con el que sales tú. Cretinos aburridos con maletín, y ningún atractivo en absoluto.
—Tú no quedas con nadie que no tenga, como mínimo, una licenciatura universitaria.
—Sí, pero al menos me aseguro de que sean follables.
—¿Follables?
—Sí, follables. Ni se me pasa por la cabeza quedar con un tío con el que no pueda imaginarme follando,
—A mí no me interesa el sexo esporádico.
Jane sonrió de oreja a oreja,
—No será esporádico si lo haces bien.
Pensé un momento en la pregunta que Liam me había hecho la noche anterior, y suspiré. Ya que pensar en él supondría un día de trabajo bastante improductivo, aparté esos pensamientos y dediqué mi mente a un problema que podía resolver.
—Pídele a Delta que entre, por favor.
—¿Dejarás encendido el intercomunicador para que pueda escuchar?
Levantó una ceja.
—No,
Jane suspiró.
—Necesito desesperadamente algún entretenimiento. Quizá el guapísimo repartidor nos traiga un paquete hoy. —Salió de mi despacho con un pequeño gesto de despedida sobre su hombro.
Aquella no era una conversación que me apeteciera tener, pero pensé que Delta tenía que saber que estaban utilizándola. Desde nuestra conversación en la sala de descanso, había estado pensando en cómo iba a ocuparme de ella. Cuando Delta llegó, cerró la puerta tranquilamente y caminó hacia mí, y entonces escogió la silla del centro del grupo.
—Delta, me he dado cuenta de que me ves como un obstáculo.
—Más bien como un desvío temporal.
«Hija de puta antipática».
Sonreí y me eché hacia atrás en la silla.
—Cuando llegue agosto, yo seré la directora de esta galería. Tu futuro, en ese momento, dependerá de ti y de tu habilidad para trabajar. Da igual lo que te haya dicho Milton, o lo que te haya prometido.
—Aún no eres la directora.
—Milton Storey te está utilizando, Delta. Ambas lo sabemos. Está esforzándose para ponerte en situaciones que afectarían mi capacidad para satisfacer los deseos de la junta.
—Es un hombre poderoso.
—Por supuesto. Ningún hombre con tanto dinero podría ser otra cosa en Boston. Lo que no entiendes es que no significas nada para él. Ese hombre está casado con su dinero, y no va a dejar a su esposa por ti. Cuando se jubile, en agosto, no estará en condiciones de potenciar tu carrera en Holman.
La observé mientras bajaba las manos hasta su regazo.
—No sabes de lo que estás hablando.
—No eres la primera mujer a la que utiliza de este modo.
—No soy tonta, penséis lo que penséis tu, o la señorita Tilwell. Estoy muy capacitada para hacer mi trabajo.
—Si no creyera eso, no estarías aquí ¿De verdad crees que Milton ha estado protegiéndote todo este tiempo? La junta me proporcionó autoridad para contratar y despedir bajo mi criterio.
—Puedo cuidarme sola, y no necesito ni quiero tus consejos.
—La ambición es un arma de doble filo —Extendí las manos sobre mi vade, y respiré profundamente. —Y una mujer que se abre camino hacia el poder a través de la cama, no contribuye demasiado a la igualdad y el éxito de las mujeres honestas y trabajadoras.
Se levantó abruptamente.
—¿Hemos terminado?
—Sí.
Salió precipitadamente y cerró mi puerta con un sonoro portazo. A través del muro de cristal, vi cómo Jane la seguía hasta la sala por donde Delta había desaparecido. Estaba segura de que, más tarde, vendría a echarme la bronca.
Dos confrontaciones hostiles en dos días no era exactamente lo que había esperado, pero me servía para confirmar que Delta tendría que ser reemplazada cuando Milton se hubiera ido. No podía permitirme tener a alguien como ella en la plantilla. Aunque en cierto modo la consideraba un desafío, no tenía tiempo para retos en los planes que había ideado para Holman después de agosto.
Me froté la cara y pensé en la conversación que había tenido mientras revisaba el calendario. Aunque no esperaba que Liam se opusiera a que me saltara una de las sesiones con él, esperaba tener que compensarlo de algún modo. Me pregunté qué tipo de trato me obligaría a aceptar.
Levanté el teléfono, marqué el número de Liam, e intenté pensar en cómo decirle que tenía una cita aquella noche, y que no podría desnudarme para él. Lo cogió al tercer tono.
—Hola, ¿estás ocupado? —dije.
—Para ti nunca.
Hice una mueca, su voz era demasiado sexy y dulce. Si no reaccionaba como esperaba sería una mier.da.
—Tengo una cita esta noche. Una que acepté antes de nuestro acuerdo para que posara para ti.
—Entiendo —Su tono se había enfriado considerablemente, y eso me irritó. ¿Es que aquel hombre pensaba que no había tenido vida antes de tropezarme con él?
—Cancelarla a estas alturas sería maleducado.
—Conmigo también tenías una cita.
—Contigo tengo un acuerdo.
—Vale, un acuerdo —suspiró. —Está bien. Pero, para compensarme, tendrás que venir a primera hora de la mañana.
—Generalmente aprovecho los sábados para limpiar mi apartamento —Esta bien, era mentira. Era una enorme y descomunal mentira. Generalmente, los sábados me levanto tarde y me paso el día en bragas.
—Sacrifica la cita o la limpieza; tú eliges, Miley.
—De acuerdo. ¿A qué hora? —Apreté los labios y fruncí el ceño.
—¿Qué te parece a las ocho?
—Vale —Los sábados por la mañana están hechos para dormir, y cualquiera que piense lo contrario no está bien de la cabeza.
Disgustada, colgué y miré el calendario de nuevo. No había cambiado. La cita no era una perspectiva excitante, y me arrepentía de haber quedado. Para ser sincera conmigo misma, tampoco me había apetecido quedar antes de conocer a Liam Hemsworth. Levanté la mirada cuando la puerta de mi despacho se abrió. Joder, aquel chirrido era muy molesto, Milton entró y se sentó.
—Delta terminará los detalles de la exposición de Lisa Millhouse.
Levanté una ceja y sonreí de oreja a oreja
—Suena interesante.
Dio un bote, supongo que sorprendido porque no me hubiera enfadado.
—¿Tienes todo lo que va a necesitar?
Saqué el archivo de Lisa de mi montón de cosas por hacer y lo tiré en una esquina del escritorio.
—Eso debería ser todo.
Cogió la carpeta y salió rápidamente de mi despacho. Vi cómo daba la carpeta a Delta. Me pregunté cuándo empezaría a sentirme culpable. No, me sentía bien. Hice una señal a Jane para que entrara, y apreté los labios; parecía que no iba a sentirme mal, de verdad. Nada de remordimientos. Jane cerró la puerta, y me encogí de hombros.
—Voy a ir al infierno —anuncié.
—¿Qué has hecho? —me preguntó Jane en voz baja.
—Milton acaba de darle la exposición de Lisa a Delta, y no he hecho nada para disuadirle —Lisa iba a destrozarla.
Jane abrió la boca, sorprendida, y después se rió.
—Oh, eres maléfica.
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