sábado, 21 de enero de 2012

Undress for me Cap: 21


Temblando, me acerqué al teléfono y lo levanté. Marqué el número de Lisa de memoria, y hablé justo cuando descolgó.
—Soy yo.
Se produjo un silencio, y después Lisa habló.
—Somos las dos, Miley.
—Lo sabías desde hacía meses, ¿cómo? —le pregunté en voz baja.
—Mirarte a la cara era como mirarme en un espejo. La escuché suspirar, y después continuó. —¿Tienes miedo de irte a dormir por las noches?
—Sólo en noches como esta —Caminé por mi casa y me senté en el sofá. —¿Y tú?
—Lo mío va por rachas. ¿Es por Liam?
—No sé a qué te refieres.
—Sí lo sabes —respondió Lisa. —Te sientes atraída por él.
—Sí.
—Lo deseas —Sonaba divertida.
—Sí.
—Casi de un modo violento, y te preguntas por qué no estás asqueada de pensar de ese modo.
Cerré los ojos.
—Por Dios, Lisa —Lisa se rió, y escuché cómo se movía. —¿Qué estás haciendo?
—Me estoy haciendo un bocadillo. Me has despertado, y ahora tengo hambre.
Sentía haberla despertado, pero no me apetecía terminar la llamada.
—Es temprano para estar ya dormida.
Lisa bostezó,
—Duermo cuando me entra sueno. ¿Liam te pone nerviosa?
—No le tengo miedo.
—No, sé que lio se lo tienes.
—Llevo demasiado equipaje a mis espaldas para tener una relación con un hombre como él.
—Liam es un hombre. Sí, es un artista sensible y apasionado, pero también es un hombre fuerte y amable. Liam es un amante comprensivo y concienzudo. Si está interesado en ti, y me sorprende, teniendo en cuenta sus propias normas en cuanto a sus modelos, entonces es porque ve algo especial y adorable en ti.
—Estoy demasiado jodida para involucrarme con un hombre como él. Se merece algo mejor.
—Eso es una estupidez. Lo que te pasó no te hace inferior a lo que eras antes.
Suspiré.
—Es demasiado bueno para mí.
—Es un buen hombre,Miley. Puedes confiar en él.
—Lo hago.
—Y eso te asusta.
Gruñí.
—No sabía que fueras adivina.
—Es uno de mis talentos ocultos —Lisa hizo una pausa. —No hablamos lo de esa mujer la otra noche. Sé que no pudiste advertirme a tiempo de que venía para acá, pero, te lo juro, las cosas van a ponerse muy chungas si es lo suficientemente valiente como para intentarlo de nuevo.
—Tengo que seguir batallando con ellos hasta agosto —dije. —Sé que esto me hace sonar como una cobarde, pero Milton Storey está tramando algo, y considero que su interferencia en tu cuenta es una minucia comparada con lo que puede haber planeado.
—Lo mataré y lo cubriré de bronce para ti. Será un horroroso pero interesante gnomo de jardín.
Me reí a carcajadas.
—Gracias, lo tendré en cuenta.
—He estado pensando en el proyecto de arte del instituto. Creo que será genial, puedes contar conmigo para lo que quieras.
—Oh, gracias. Jane está muy orgullosa. Me alegro de que la junta estuviera de acuerdo conmigo. ¿Le has dicho ya a ella que tomarás parte?
—No, aún estoy conjurando la caída de la joven Delta. Llamaré a Jane —Se detuvo y suspiró. —Gracias por lo de la otra noche.
—Todos necesitamos algo, o a alguien, de vez en cuando.


Cuando la llamada de teléfono terminó, pasé varias horas frente a la televisión, y después me fui a la cama. Allí tumbada, pensé en Martin de nuevo. Había sido un amigo cercano y consolador después del ataque. No me sorprendió que, dos meses después de la violación, buscara su consuelo físico. El sexo no había sido impresionante, pero había ayudado mucho a sanar el daño que me habían hecho. Cuando decidí dejar Nueva York, y a Martin, no intentó retenerme ni hacerme cambiar de idea.

Había hecho todo lo posible para hacer que mi decisión fuera indolora. Me ayudó a vender mi apartamento, y a decidir qué muebles iba a llevarme conmigo. Lo valoraba como el querido amigo que era, pero una parte de mí aún estaba dolida por el sufrimiento que yo le había causado a él. No fue hasta después de dejar Nueva York cuando me di, nenia de cuánto me amaba Martin, y de cuánto daño le había hecho cuando decidí marcharme. Era demasiado tarde para cambiar de opinión, y aunque nuestra amistad fuera distinta, aún le contaba entre mis amigos más íntimos.

La invitación de boda estaba aún sobre la mesa de mi cocina. Había encontrado una mujer sin la que no podía vivir, y planeaba casarse con ella. Me alegraba por él, pero había otra parte de mí que se había sentido devastada por aquel descubrimiento. Martin ya no era un hombro donde apoyarme, del que depender. Me sentía egoísta y cruel por ello.
Martin era la segunda razón por la que mi cama había estado vacía durante dos años. Lo había usado, y me había prometido a mí misma que no volvería a hacerle aquello a ningún hombre.

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