Vi cómo Delta caminaba con rigidez hasta su escritorio. Había estado fuera menos de dos horas. Seguramente aquello era un récord para Lisa. El generalmente perfecto cabello de Delta estaba un poco revuelto, y varias manchas de un color rojo brillante adornaban su traje de lino blanco. Miré a Jane, que estaba sentada en su escritorio, y después giré mi silla para que no pudieran verme riéndome como una hiena.
Cuando fui capaz de controlarme, me giré de nuevo y miré hacia el escritorio de Delta. Milton estaba allí, escuchando lo a buen seguro era una historia increíblemente divertida. Casi me daba envidia. Milton parecía furioso.
Miró hacia mi despacho y cruzó la zona de trabajo. Sinceramente, en momentos como aquel deseaba que la pared no fuera de cristal. Abrió la puerta y la cerró de un golpe.
—Lisa Millhouse ha disparado a Delta con una pistola de pintura.
—Sí, me he dado cuenta de que Lisa ha cambiado de colores. Las primeras seis veces que fui a verla acabé teñida de azul. La séptima me las arreglé para encontrar un vestido del mismo color que su pintura, le pareció tan divertido que me dejó entrar —Incliné la cabeza y lo miré fijamente. —Te lo dije, Milton, Lisa Millhouse no tolera a los extraños. Tú elegiste ignorar mi consejo, y enviaste a una asesora sin experiencia a molestar a una de nuestras clientes fijas. Puedes estar seguro de que la junta será informada de esto.
—No mencionaste nada de eso esta mañana.
—Sinceramente, estoy cansada de repetir siempre lo mismo —Me eché hacia atrás en la silla. —Te he dicho repetidamente que Delta no está preparada para trabajar directamente con los artistas. Además, has estado ignorando mi opinión sobre el asunto del contrato de Millhouse durante semanas. Si lo que acabas de hacer ha dañado esa cuenta, puedes estar seguro de que la junta lo sabrá.
—¡Esa maldita mujer es ridícula! —gritó, y después me miró como si realmente fuera culpa mía.
—Lisa Millhouse no pide demasiado. Espera privacidad, y la ofrece a los demás. Sé que, antes de disparar, Lisa advirtió a Delta verbalmente varias veces, porque eso fue lo que hizo conmigo. Lisa es una artista apasionada y con mucho talento a la que Holman tiene el honor de representar.
Me miró y entonces se marchó. Delta estaba en su escritorio, donde la consolaba una de sus amigas, y Jane estaba, literalmente, saltando en su asiento. Tan pronto como Milton se hubo marchado, se levantó y corrió hasta mi despacho, cerró la puerta y se apoyó en ella.
—Estoy a punto de explotar.
—Lo sé. Era un traje precioso.
Jane se mordió el labio.
—Me estás matando. ¿Quieres que vayamos a almorzar?
Cogí mi bolso y me levanté.
—Venga, vayamos a buscar algo poco sano para comer.
****
—El camarero tiene culo tremendo.
Eché un vistazo sobre mi carta al culo en cuestión, y después miré a Jane.
—Sí, lo tiene.
Jane cerró la carta y observó al camarero mientras yo consideraba mis opciones. Aquel mismo camarero se acercó para tomarnos nota. Cuando terminó, miré a Jane. Sabía que tenía algo en mente, y me preguntaba qué era.
—Ve al grano.
Jane se sonrojó y comenzó a mutilar el envoltorio de su pajita.
—¿Podríamos hablar de amiga a amiga, en lugar de de ayudante a jefe?
—Sí, claro. ¿Algo va mal?
—No —Jane negó con la cabeza rápidamente y tiró el destrozado papel frente a ella. Lo miró un momento. —Quiero tu puesto cuando te asciendan, en agosto. Creo que me lo merezco más que ninguna otra persona de Holman.
Mantuve silencio durante un minuto. Esperaba que ella temiera sacar el tema, y eso me convertía en una persona horrible. No podía soportar pensar en lo decepcionada que se sentiría si al final no lo conseguía.
—Estoy de acuerdo, y tenía pensado proponérselo a la junta, en agosto.
Jane respiró, aliviada.
—¿Por qué no me lo contaste?
—Porque no quería que te sintieras decepcionada si la junta no estaba de acuerdo conmigo—La miré a los ojos. Ella agitó la cabeza, y sonrió. —Hablo en serio.
—Lo sé —Jane suspiro. —Eres un encanto, Miley.
Puse los ojos en blanco y di vueltas a mi bebida con la pajita.
—Ya sería mala suerte que algo saliera mal —Sonreí y examiné la cafetería que Jane había elegido para el almuerzo ¿Sabes? Esas bolitas de pintura duelen un montón cuando te golpean. No puedo creer que aguantara tres disparos antes de echar a correr.
Jane se rió.
—La he escuchado decir que, si tú pudiste ganarte a Lisa Millhouse, ella sabía que también podría.
—Quizá, si a Lisa le gustasen las mujeres —respondí amargamente, y entonces me recosté en mi silla. —Milton piensa con la po.lla. Es una pena que esa actitud no encaje con su gusto en cuanto a los artistas.
—Por eso es por lo que lo van a reemplazar —Jane se encogió de hombros. —Milton lo ha visto venir. La junta quiere hacer dinero, y el señor Storey insiste en presentar una galería excesivamente tradicional. Eso, en el mercado de hoy en día, no vende. El hecho es que el dinero es sensual, y a la gente le gusta comprar cosas caras y sensuales con él.
—Delta Goodrem tiene mucho potencial. Odio verlo desperdiciado por Milton.
—Lo has intentado.
Fruncí el ceño.
—No como debería haberlo hecho. Prácticamente desde el primer día, la descarté por ser el juguetito de Milton. Si no fuera tan educada, la habría despedido ya. Y además, para ser sincera, creo que Milton es más fácil de controlar si la tengo por allí.
Jane asintió, después de un momento.
—Vale, pero, ¿qué pasa con su actitud?
—Bueno, yo también era una engreída cuando tenía veinticinco años.
—Sí—Jane sonrió y se echó hacia atrás en la silla. —Yo también.
El tipo del culo estupendo volvió con nuestra comida y rellenó nuestras bebidas. Ambas lo observamos mientras se alejaba antes de probar nuestra comida. Comimos en silencio; supongo que las dos estábamos atrapadas en nuestros propios pensamientos.
Entonces, inesperadamente, Jane dejó de comer y se aclaró la garganta. Apenas tuve tiempo para mirar alrededor antes de que Liam Hemsworth cogiera una silla y se sentara a nuestra mesa.
—Liam—Dejé mi tenedor en el plato. Luché contra la necesidad de acercarme más a él. Aquel hombre olía como el mismo cielo.
Él nos miró a ambas.
—Hola, señoritas. He venido a por algo comestible para llevar.
Jane le ofreció una sonrisa.
—Miley me ha dicho que disfruta trabajando contigo.
La miré fijamente. Yo no había dicho tal cosa.
—En realidad, Jane acababa de decirme que le encantaría posar para ti.
Jane se sonrojó. Hasta donde yo sabía, era una de las mujeres más modestas del mundo. Había dejado de ir al gimnasio porque odiaba cambiarse de ropa en público. Casi me sentí mal por haber dicho algo así.
Liam miró su rostro, y después extendió la mano e inclinó un poco la barbilla de Jane.
—Tienes un rostro con muchas posibilidades, Jane.
Cuando la liberó, ella inhaló aire profundamente y dejó caer ambas manos en su regazo.
—Gracias.
Liam se dirigió a mí.
—No deberías meterte con ella, Miley.
Me reí, y Jane dejó escapar un suspiro, al darse cuenta de que no iba a intentar que hiciera de modelo para él.
—Ella se lo ha buscado —contesté.
Liam se levantó y miró a la cajera.
—Te veré mañana, Miley.
Jane esperó hasta que Liam se marchó de la cafetería antes de hablar.
—Sí, mañana lo verá todo de ti.
Cogí mi tenedor y apuñalé un trozo de pollo salvajemente.
—Eso da igual, cuando estoy sentada en esa silla es como si no existiera.
—Eso suena a queja.
No era necesario quejarse, pero una parte de mí se sentía dolida porque él no hubiera intentado algo más serio conmigo. ¿Quería meterme en la cama de Liam? La respuesta era sí, por supuesto. No solo lo quería, sino que lo esperaba. El deseo surcaba mi cuerpo profundamente, y hacía que me calentara solamente con pensar en él. Al darme cuenta de que no había respondido a Jane, me encogí de hombros y me concentré en mi almuerzo
++++
Me despedí de Nick en la puerta y cerré los ojos con fuerza. Aquel hombre pensaba de verdad que iba a invitarlo a entrar. La cena había sido digna y muy aburrida. No sé por qué había pensado que algo así se traduciría en sexo en la primera cita.
De hecho, mientras me giraba y aseguraba la cerradura de mi puerta, intenté recordar la última vez que había terminado en la cama con un hombre en la primera cita. Seguramente en la universidad, cuando el sexo estaba en mi mente casi siempre. En mi vida, el sexo siempre había sido algo básico. Al menos, hasta que fui atacada.
Eso me recordó que tenía trabajo que hacer para mi terapeuta. Disgustada, comprobé mi reloj y suspiré al descubrir que aún no eran las nueve. Si eso no era una señal de que la cita había sido mala, ya me contarás qué era.
Caminé hasta mi contestador automático y encontré la luz de mensaje nuevo parpadeando. Ignorarlo era tentador, pero cobarde. No podía soportar sentirme cobarde. Pulsé el botón de "reproducir" con un golpe de dedo, y miré fijamente la máquina.
—Ey, espero que tu cita no haya sido el festival de los bostezos —suspiró Jane. —Sabes que odio hablarle a este chisme. De rodos modos, llámame mañana cuando vuelvas del estudio de Hemsworth, y espero algunos detalles serios.
Me reí y pulsé el botón de "borrar", y entonces esperé al siguiente mensaje. Habían colgado, así que lo borré. Tener que cambiar de número había sido una putada. Odiaba tener que volver hacerlo, y esta vez tendría que cambiar el número de mi teléfono móvil también.
Ya en mi habitación, me senté en mi escritorio y abrí mi correo electrónico.
Quizá enviar por correo mis deberes sería más sencillo que tener que discutirlo en la consulta. Abrí un nuevo mensaje de correo electrónico, vertí en él mis pensamientos rápidamente, y pulsé "enviar". Aquello había sido una cobardía, y me quedé allí sentada un par de minutos, intentando decidir cuál sería la respuesta de Demi. No tendría la sesión con ella hasta el martes, así que me imaginaba que, hasta entonces, no tenía de qué preocuparme.
Me levanté y fui a mi armario para buscar algo más cómodo para ponerme. Me puse una camiseta y el teléfono empezó a sonar. Cogí un par de pantalones de chándal, y levanté el teléfono que había junto a mi cama.
—Hola.
—Ey.
Fruncí el ceño y me senté en la cama.
—Lisa.
—¿Estás enfadada por lo de la pistola de pintura?
Me reí.
—No. Esperaba algo así.
Lisa suspiró, y entonces oí cómo contenía la respiración.
—Va a parecerte una locura.
—He aprendido a esperar de ti cualquier cosa.
—Necesito que vengas aquí.
Fruncí el ceño. Hasta donde yo podía recordar, Lisa nunca me había invitado a su casa. De hecho, normalmente tenía que presionarla varias veces para conseguir una cita, una tarea que había llegado a resultarme divertida.
—¿Estás bien?
—No, no lo estoy.
—Estaré allí lo antes posible —Agarré el teléfono con fuerza. —¿Te llevo algo?
—No —susurró,
El viaje hasta su casa de campo pareció durar cien años. Cuando giré en su camino, el miedo tensó mi estómago. Todas las luces de la vieja casa estaban encendidas. Aparqué el coche y salí rápidamente. La puerta delantera estaba abierta de par en par, y cuando entré descubrí que Lisa estaba sentada en su sofá, con un arma en el regazo.
Algo me dijo que no era su pistola de pintura.
—Lisa.
Se giró y dejó el arma a un lado.
—Miley.
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