Me pasé todo el día pensando en lo que quería y lo que necesitaba, y para cuando llegué a la galería de Liam a las cinco y media de la tarde, no estaba totalmente segura de lo que iba a hacer. Llamarlo y auto-invitarme a su casa había sido, seguramente, una de las cosas más descaradas que había hecho últimamente. Como no le había dado la opción de negarse a mi petición de ir a verlo, no estaba segura del recibimiento que tendría.
Entré en la galería y miré alrededor. Liam estaba en su escritorio, con un cliente. Miró hacia mí y asintió. Desenganché el letrero de PRIVADO, y lo coloqué de nuevo antes de subir las escaleras. Ya en su estudio, caminé hacia la escultura. Podía discernir mi silueta, mi rostro, y la parte inferior de mis piernas. Los brazos comenzaban a emerger.
Extendí la mano y rocé el rostro de la escultura. Liam aún tenía trabajo que hacer, pero era fascinante mirar aquel trozo de alabastro, y ver cómo yo misma salía de él. Llevaba allí un par de minutos cuando Liam apareció. Cerró la puerta, y se guardó las llaves en el bolsillo.
—No tenías que cerrar antes porque yo haya llegado.
—Sólo había abierto por ella. Generalmente no abro los fines de semana.
Se apoyó en la puerta, en silencio. Entonces, se apartó de la puerta y caminó hacia mí. En cuanto estuve a su alcance me tocó. Sus manos recorrieron mi rostro mientras me atraía hacia él, y me besaba. Tiré mi bolso sin vacilación, y rodeé su cuello con mis brazos.
Excitada al sentir su calor, me quedé sin aliento por la sorpresa y algo tan caliente y arrebatador que apenas podía reconocerlo. Deseo, lujuria y dolor se mezclaron en mi cuerpo mientras él me elevaba del suelo y colocaba mis piernas alrededor de su cintura. Deseaba a aquel hombre con toda mi alma, y no me importaba cuáles fueran las consecuencias. Mis dedos se clavaron en sus hombros mientras me presionaba contra la pared.
El calor y el dolor siguieron a su boca mientras me besaba el cuello y los hombros. Apartó el tirante de mi vestido de su camino y sus dientes mordisquearon mi piel. Al avanzar sobre mi cuerpo, iba arrancándome jadeos. Con un sollozo de frustración, me arqueé contra él. No me había sentido tan vacía en toda mi vida.
—Liam.
—Lo sé, Miley.
Tiró de mi vestido hasta que mi pecho derecho quedó expuesto, y succionó mi pezón con su boca, que estaba abrumadoramente caliente. Me sentía como si fuera a salirme de mi propia piel. Sabía lo que él necesitaba oír, así que tomé aire profundamente.
—Liam, fóllame. Ahora.
—Dios, Miley, ¿sabes lo que me estás pidiendo?
—No te lo estoy pidiendo —Levantó la cabeza, y nuestras miradas se encontraron. —Tienes que follarme ahora mismo.
Me soltó un poco, y bajé las piernas para no caerme. Sin decir nada más, deslizó su mano sobre la mía, y me condujo al segundo tramo de escaleras. Luché contra la necesidad de comenzar a desvestirme mientras subíamos.
Liam me llevó a través de su apartamento rápidamente, y entonces subimos las escaleras que guiaban hasta la tercera planta, donde me dejó a los pies de la cama. Cuando miré a Liam, vi la dura pasión que yo sentía por él reflejada en sus ojos. Aquel era nuestro peldaño final, el punto de no retorno.
Me quité el vestido por la cabeza y lo tiré al suelo. No llevaba sujetador. Mis pezones estaban tan imposiblemente duros que me dolían. Los froté con las palmas de mis manos mientras Liam se sacaba la camisa del pantalón y se la desabrochaba apresuradamente. Me quité las braguitas, las tiré a un lado y me subí a la cama. De rodillas, me giré para mirarlo mientras se desvestía. Era hermoso. El contraste de su piel y la mía era tan excitante que tuve que cerrar los ojos brevemente. Cuando los abrí, se había quitado los pantalones y los boxers. Mis ojos se detuvieron en ellos un segundo, sorprendida y divertida.
—¿Te gusta el diablo de Tasmania?
Se rió, y miró brevemente los calzoncillos con motivos animados.
—Sí, me gusta.
Lo recorrí con la mirada, fijándome en la longitud y el grosor de su erección. Debía medir unos veinticinco centímetros... y era tan gruesa que apenas podría rodearla con la mano. Me mojé los labios, lo miré a la cara y froté mis piernas la una contra la otra mientras yacía boca arriba en la cama.
—Ven aquí, Liam.
Se acerco a la mesita de noche y sacó una caja de condones. Asentí y extendí mi mano para que se acercara. Nicholas deslizó su cuerpo sobre el mío y me rodeó con sus brazos. Adoraba sentirlo. El calor de su cuerpo calentaba y excitaba mi piel. Cubrió mi boca con la suya al instante.
El beso fue cálido y apasionado, tan rebosante de deseo como el que yo sentía, y contenía toda la pasión que sentía por mí, de la cual no había sido totalmente consciente. Saber que me deseaba era una experiencia embriagadora y gratificante. Apartó su boca de la mía y bajó hasta mis pechos. Besó y succionó mis pezones hasta que estuvieron tan erectos que me dolieron. Mientras tanto, sus manos se movieron por mis caderas y mis nalgas, acercándome más a él y presionando toda la longitud de su ***** contra mi estómago.
—Dime cómo lo quieres, Miley —Besó mi estómago antes de permitirse bajar. Cuidadosamente, separó mis piernas. —Dímelo.
Me arqueé contra su boca mientras me devoraba y usaba su lengua para separar mis labios. La punta de su lengua golpeó mi clítoris hasta que no pude evitar retorcerme.
—Méteme la po,lla, Liam.
—¿Fuerte?
—Sí —Lo miré mientras sacaba el negro látex del envoltorio, y se lo colocaba. —Como quieras.
Extendió mis piernas cuidadosamente mientras se arrodillaba entre ellas. Colocó la cabeza de su ***** contra mi vagina, y se deslizó en mi interior. Arqueé la espalda y abrí las piernas aún más, y me estremecí mientras se hundía totalmente en mi interior.
«Ya no estoy vacía», pensé, fugazmente, mientras me acompasaba al ritmo de sus caderas.
—Sí—susurré, tomando cada invasión, y deseando más.
Me abracé a él y me dejé llevar. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había confiado en un hombre de ese modo que apenas podía mantener la cordura. La caliente penetración de su *****, y su boca sobre la mía, era todo lo que necesitaba. El placer que me proporcionaba era muy intenso, y giró en mi interior hasta que no sabía dónde nos separábamos, o si lo hacíamos realmente.
Aminoró la velocidad de sus embestidas, y levantó la cabeza. Nuestros ojos se encontraron. Estaba poseído por una pasión que no podía expresar, y que no se molestaba en ocultar. El modo en el que encajábamos era perfecto, y tan sincero, que era casi doloroso. Introduciéndose hasta el fondo en mi interior, pasó una mano por mi cadera y levantó una de mis piernas.
—Quiero ponerme encima.
Se rió suavemente ante mi demanda, pero se apartó de mí. Me subí encima de él, y me hundí en la longitud de su ***** con un suspiro de alivio. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando comencé a moverme. Sus manos acariciaron mis muslos y mis caderas, y me agarró, mostrándome el ritmo que quería. Los firmes empujones de su cuerpo bajo el mío nos levantaban de la cama y obligaban a mi cuerpo a aceptar cada glorioso centímetro suyo.
Dios, me encantaban las pollas grandes. Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás mientras me movía con él. El sucio placer de follarme a un hombre al que apenas conocía estaba allí, pero también había un sentimiento de conexión y deseo. Aquel hombre me conocía, a mí y a mi cuerpo, de un modo que ni siquiera comprendía. Pasó sus pulgares por mis labios menores mientras yo lo montaba, y acarició mi clítoris suavemente.
Bufó mientras los músculos de mi sexo se tensaban contra el placer y el orgasmo en ciernes.
—Perfecto.
Se sentó mientras comenzaba a correrme, me abrazó, y me balanceó suavemente mientras el placer me atravesaba. Pasé los brazos alrededor de su cuello y lo besé con fuerza. Nuestras lenguas se deslizaron la una contra la otra, explorando cada húmeda sensación mientras seguía moviéndome sobre su *****.
—Tienes un coñito increíble.
Me reí y lo besé suavemente.
—Si hubiera sabido que tenías una ***** tan grande, hubiera saltado sobre ti mucho antes.
Pasó las manos por mi espalda, cogió mi culo, y me embistió.
—No hemos terminado.
—Oh, lo sé —susurré contra su boca mientras besaba sus labios.
Me perdí en el beso mientras girábamos y me ponía boca arriba. Liberó mi boca y comenzó a moverse con empujones medidos y seguros. Mi interior temblaba con cada embestida, y con cada retirada. Su cuerpo se combó ligeramente mientras intentaba evitar correrse. Entonces se detuvo.
—No —Acaricié su rostro. —Córrete para mí, Liam. No te retengas.
Tomé su cara entre mis manos y lo obligué a mirarme mientras se introducía en mi interior por última vez. Su cuerpo tembló por la fuerza del orgasmo. Lo miré a los ojos, y entonces bajó su cuerpo hasta el mío. Con los cuerpos pegajosos por el sudor, nos quedamos allí tumbados, abrazados y jadeando, durante mucho tiempo. Finalmente, se apartó de mí y se tumbó boca arriba.
—La primera vez que te vi fue en Nueva York. Estabas en el museo hablando con Edward Morrison. ¿Sabes que gesticulas mucho?
Me reí.
—A veces lo hago incluso cuando hablo por teléfono.
—Tenía una reunión, así que no pude detenerme para presentarme. Cuando volví y hablé con Edward me dijo que ibas a dejar Nueva York, y que no tenía ni idea de adonde ibas. Hace seis meses estaba en una subasta para comprar una obra que había vendido cuando estaba empezando. Tú estabas allí, pujando por ella. Me quedé tan aturullado mirándote que perdí la subasta.
Me sonrojé.
—Estaba decidida a hacerme con aquella pieza. No te vi allí.
—Tenía a una persona para que pujara por mí. Yo estaba en una habitación privada. Me olvidé de mi intermediario —Besó suavemente mi hombro. —Debería ponerme a trabajar.
Asentí.
—¿Podría darme una ducha antes de empezar?
—Suena divertido.
Dejé la cama y lo miré un momento antes de entrar en el baño. Había conseguido exactamente lo que quería, y había recibido todo lo que había esperado. Como amante era tan atento y considerado como esperaba que fuera.
Sólo su ducha era tan grande como algunos cuartos de baño que yo había visto, con tres cabezas. Cuando las abrí y ajusté la temperatura, se unió a mí. Me atrajo entre sus brazos, y me besó suavemente. Quería decirle que no tenía por qué ser tan cariñoso conmigo, que yo no era frágil. Adoraba el modo en el que sus manos se movían suavemente sobre mi piel.
Jadeé un poco cuando el envoltorio del condón que tenía en la mano rozó la piel de mi espalda. Rasgó el envoltorio y lo tiró por encima de su hombro. Cogí el látex y se lo puse, tomándome mi tiempo, a pesar del modo en el que su respiración se detenía cada vez que mis dedos se deslizaban sobre él. Cogí sus testículos y los masajeé cuidadosamente, con su po.lla erecta entre nosotros.
Cuando no pudo aguantarlo más, apartó mi mano y me acercó a él. Con su boca sobre la mía, y sus manos recorriendo mi cuerpo, comencé a temblar de deseo. Nunca había deseado a alguien así, nunca había sufrido por un hombre de ese modo. La fría pared de azulejos de la ducha se encontró con mi espalda mientras Liam me levantaba y se introducía en mí. Me arqueé contra él y gemí.
No pude evitar el escalofrío que recorrió mi cuerpo casi inmediatamente.
—Dios.
—Uhmm —suspiró, y hundió su rostro en mi cuello. Sus manos se movieron debajo de mí, y cogió mi culo para mantener nuestra postura contra la pared. —Bueno, Él me hizo, pero aquí el que está haciendo todo el trabajo soy yo.
Me reí y cerré los ojos.
—Y Él te hizo muy bien —Tensé las piernas alrededor de su cintura, y tomé aire profundamente mientras me embestía por segunda vez.
Bajó la cabeza hasta mi hombro e hizo un sonido amortiguado.
—Vas a estar dolorida durante días.
¿Creía que yo no lo sabía? Su ***** era gloriosamente grande.
—Mañana no podré sentarme sin pensar en ti.
Gimió y me la metió hasta el fondo.
—Bien.
Su siguiente embestida fue dura, y su incesante calor me arrancó varios gemidos entrecortados. Sosteniéndome contra la pared, clavó sus dientes en mi hombro, arañando mi piel mientras comenzaba a acelerar el ritmo duro de sus acometidas. Me encantaba y gemía cada vez que se introducía totalmente en mí.
—¿Vas a correrte para mí?
Cerré los ojos y me mordí el labio. El firme y constante trayecto de su ***** en mi interior era como morirse repetidamente.
Gemí un poco, y el orgasmo embargó mi cuerpo.
—Oh, Dios.
—Eso es, cariño —Me agarró con fuerza contra él. —Ríndete a mí.
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Espero que les aya gustado el maraton comenten y pasen por mi otro blog two more lonely people
ME ENCANTO EL MARATON ESTUVO INCREIBLE!!!! SEGUILA Y BESOTESSS
ResponderEliminarLO SIENTO LO SIENTO ME PERDONAS ME PERDONAS ENCEIRO AMI ME DIJO TU COMENTARIO SU HA PUBLICADO ENCEIRO LO LAMENTO JENYY SABES QUE YOP SIEMPRE TE COMENTO TARDE PERO TE COMENTO ENCEIOR LO SIENTO EN VERDAD NO FUE INTENCIONAL
ResponderEliminarhahhah espero tanto pa esto hahha es lo q queria ok ya que pervertida jajjaj pense que nunca lo iban a hacer, siguela
ResponderEliminarOMGOMGOMGOMGGG VOY A MORIR SINO LA SEGUIS. BOXERS DEL DEMONIO DE TASMANIA? JAJAJAJAJAAJ ME REI MUCHO ES MUY TIERNO ♥ BUENO JENII RECIEN HOY TUVE TIEMPO DE LEER EL MARATON :( ES QUE ESTOY TRABAJANDO, Y BUENO, NO TENGO MUCHO TIEMPO, BUENO SEGUILA PRONTO BESITOS :D
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