Entré. Para sentirme más cómoda, cerré la puerta y eché el pestillo.
—¿Qué pasa?
Lisa cogió una botella de vodka que yo no había visto antes, y tomó un trago largo.
—El hijo de puta de mi ex-marido.
Me acerqué al sofá, cogí el arma y, con ignorantes aunque cuidadosas manos, caminé hasta el extremo opuesto de la habitación y la coloqué sobre un escritorio.
—He oído eso a menudo sobre los ex-maridos. Me alegro de no tener uno.
—Me ha llamado —susurró como si parte de ella aún no pudiera creerse que hubiera ocurrido.
—El bastardo.
—¡Exactamente! —Abrazó la botella contra su pecho.
—¿Cuánto tiempo llevas bebiendo?
—Unos dos minutos.
—Entonces, ¿no estás borracha?
—Oh, Miley —suspiró. —Estoy borracha en muchos sentidos. Estoy borracha de arrepentimiento y rabia por haberle dado a ese hombre tantos años de mi vida. Estoy borracha de desesperación... de la desesperación que he llevado conmigo desde la primera vez que me pegó.
—Tu matrimonio terminó hace años.
Mi matrimonio terminó aquel día. Aquel día, hoy.
—¿Qué? —Me giré y la miré frunciendo el ceño. —¿Estás segura de que no estás borracha?
Levantó la botella de vodka, que estaba casi llena, y tomó un trago largo.
—Hoy es el décimo aniversario de la muerte de mi dignidad y de mi matrimonio.
—No lo entiendo.
—Hoy es el aniversario de la primera vez que me pegó mi marido. De la primera vez que le dejé hacerlo.
Extendí la mano y cogí la botella. El vodka entró en contacto con mi lengua con fuerza.
— este día, oficialmente, apesta.
—Siempre había dicho que una mujer que se queda con un hombre que le pega es patética. Me prometí a mí misma que nunca sería esa mujer.
—Lo querías —Di otro trago antes de que ella cogiera la botella. Supuse que lo necesitaba, así que no protesté.
—Sí, lo quería. Lo amaba, pensaba que podía cambiarlo. De verdad pensaba que podría hacerle comprender cuánto lo quería, que eso haría que las cosas fueran bien.
—Bueno, ¿y a qué viene la pistola?
—Pensé que podría venir aquí.
—¿Para qué ha llamado?
—Me negué a aceptar los últimos dos cheques de la pensión —Apretó los labios. —No podía seguir viviendo con su dinero y, con la exposición a la vuelta de la esquina, me imaginé que no tenía que hacerlo.
—Dentro de un par de semanas serás una mujer muy rica.
—Sí, ya he recibido algunas ofertas —Se rió y se encogió de hombros. —Les he dicho que contactaran contigo.
—Algunos ya lo han hecho. Entonces, ¿quería saber por qué habías rechazado sus cheques?
—Sí —frunció el ceño y suspiró. —Y yo, que soy una idio.ta, se lo dije.
—Querías fanfarronear un poco.
—Mier.da —Lisa dejó la botella y se levantó. —Joder, sí, quería fanfarronear. Aquel bastardo me tuvo bajo su puño durante años. No podía trabajar, así que nunca tuve dinero para marcharme.
—¿No podías trabajar?
—Saboteaba cada trabajo que aceptaba. Tener amigos era imposible. Y un día me descubrí en el baño de su casa con un test de embarazo en la mano.
—¿Estabas embarazada?
—No —Negó con la cabeza. —Solo fue un susto. Después del primer año de nuestro matrimonio, me di cuenta de que no quería tener niños. Gorroneaba dinero de la compra y de las facturas de la casa para comprar la píldora. Él no tenía ni idea.
—Él quería tener hijos.
—Quería otro modo de atarme a su vida —Hizo un gesto, señalando la cocina. —Tengo algunos vasos para beber.
La seguí hasta la cocina y me senté frente a ella mientras me servía un generoso vaso.
—Llevaba mucho tiempo sin beber licores fuertes.
Lisa se rió.
—Sí, tienes cara de ser de las que prefieren el vino.
Cogí el vaso con ambas manos.
—Entonces, te ha llamado.
—Sí, me ha llamado. Hoy.
—¿Porqué hoy?
—En los papeles del juicio sólo presenté una fecha de agresión.
—Hoy.
—Sí.
—¿Porqué?
—Porque es el día en el que rompió nuestro matrimonio. Tardé cinco años en darme cuenta. Me planté delante de aquel juez, y le conté que habla sido una tonta y una *******. Ni siquiera quería una pensión compensatoria, pero el juez entendió algo que yo no comprendía.
—¿Qué?
Greg hizo que mi vida fuera un infierno. Aquel juez sabía que divorciarme de él no sanaría todas mis heridas. Cuando compré esta casa, me pasé seis meses aquí. Sin salir. Hacía que me entregaran la comida, y tenía un sistema de seguridad instalado —Vació su vaso y agarró la botella. —¿Sabes lo que son las alarmas de proximidad? Si un coche entra en mi camino, lo sé.
—¿Has ido a terapia?
Lisa se echó hacia atrás.
—Hacía que una psicóloga viniera aquí. El último día me dijo que estaba perdiendo el tiempo conmigo. Después me dijo que la llamara cuando estuviera preparada para seguir adelante sin el bastardo.
—¿Pensaba que aún seguías enamorada de él?
—Sí, no sirvió de nada que le contara que planeaba su asesinato todas las mañanas, mientras me duchaba.
Cogí la botella cuando ella iba a agarrarla, y la aparté.
—Creo que ya has bebido suficiente.
—Generalmente necesito la botella entera.
—Bueno, vamos a fingir que ya nos la hemos tomado —Cogí su vaso y me levanté. —¿Has comido algo hoy?
—Claro. Supongo, probablemente —Se encogió de hombros y miró la botella.
Volví a la mesa y la cogí.
—Ese hombre te ha convertido en una ermitaña agresiva y siempre alerta. No dejes que te convierta también en una alcohólica.
—No soy agresiva.
—Disparaste a una de mis asesoras con una pistola de pintura. Joder, me disparaste a mí con una pistola de pintura.
—A ambas os advertí antes. —Cruzó los brazos sobre su pecho y miró la mesa frente a ella. —He desayunado un café y una tostada.
Me lo había imaginado. Fui basta la despensa junto a la cocina y cogí una barra de pan.
—Te haré un bocadillo.
—Esta noche no estabas con Liam.
—No —Me acerqué al frigorífico. —Tenía una cita.
—Oh, sí, con el idio.ta del mes.
—Así es. Tanto tú como Jane estáis castigadas, y tenéis prohibido hablar entre vosotras.
Lisa se rió y se frotó la cara.
—Es una buena chica, tienes mucha suerte de tenerla en la galería.
—Lo sé —Cogí queso y fiambre y lo llevé todo a la mesa.
—Te violaron.
Me detuve y me aclaré la garganta.
—Sí.
—¿Te resististe?
—No tanto como siempre había pensado que lo haría. Antes de aquella noche, le habría dicho a cualquiera, que un hombre tendría que matarme antes de poder violarme. Pero estaba tan devastada que apenas podía pensar, y mucho menos luchar.
—No era un extraño.
—No.
—Bastardo.
—Sí —asentí. —¿Cuándo empezaste a sospecharlo?
—En la primera de nuestras conversaciones en la que no terminé disparándote con mi pistola de pintura. —Lisa se encogió de hombros y suspiró. —Si alguna vez decido matar a Greg, te llamaré y te pediré su nombre. Si voy a ir a la cárcel, podría llevarme por delante a todos los bastardos que fuera posible.
—¿Cómo sabes que no está en la cárcel? —Dejé el plato con el bocadillo en la mesa, frente a ella, y después empecé a preparar uno para mí.
Lisa se encogió de hombros.
—No sé, lo he dado por sentado. Los bastardos suelen tener suerte.
—Bueno, estás en lo cierto —Me senté frente a ella y di un bocado a mi bocadillo. Realmente esperaba que la comida me ayudara a relajarme. —Por cierto, mi cita fue horrible.
—También me lo había imaginado —Se levantó, fue a la despensa y volvió con una enorme bolsa de patatas fritas. —Estabas en casa temprano.
—¿Cómo sabías que no estaba con Liam?
—Llamé a su estudio preguntando por ti. Me dijo que tenías una cita y que habías cancelado la sesión de esta noche.
—Estaba molesto, ¿no?
—A Liam Hemsworth no le gusta compartir —Abrió la bolsa, echó algunas patatas en su plato y la dejó sobre la mesa frente a nosotras. —Así que sí, parecía enfadado
No tenemos una relación personal —¿Cuándo me había convertido en una mentirosa? El sudor apareció en mi rostro cuando alcé la mirada y la encontré mirándome. —En serio.
—Sí, ya.
—Mira, Liamtiene mucho talento, y es atractivo, pero eso no significa que vaya a caer a sus pies. Soy demasiado orgullosa para eso.
—Desear a un hombre no es una debilidad.
Di otro mordisco a mi bocadillo.
—No eres quién para criticarme.
—Sí, lo sé. —Se encogió de hombros. —Bueno, de mujer disfuncional a mujer disfuncional… podrías hacer cosas mucho peores que meterte en la cama con Liam Hemsworth.
—¿Te has acostado con él?
—Sí, hace varios años, cuando ambos éramos jóvenes y pedantes artistas. Tuvimos un escarceo.
—Un escarceo.
—Vale, tuvimos sexo salvaje durante casi seis meses.
—¿Y ahora solo sois amigos?
—Sí, y así ha sido durante casi diez años. Ambos somos demasiado mayores para jugar a esas cosas. Sin embargo, en aquel momento fue divertido —sonrió, y después chasqueó la lengua. —Muy divertido.
—No quiero oír hablar del sexo que tuviste con Liam.
—Ja, como si fuera a mancillar el recuerdo de aquello compartiéndolo —Sonrió de oreja a oreja. —Es muy guapo, ¿verdad?
—Sí.
—Y para que conste... no tiene.
—¿No tiene qué?
—Vergüenza.
****
Me di la vuelta y golpeé la almohada bajo mi cabeza. La habitación de invitados de Lisa estaba muy bien decorada. Me sorprendió porque esperaba un catre en una habitación llena de cajas. Podía oírla moviéndose en el cuarto junto al mío. Sabía que no se dormiría pronto.
Siempre había imaginado que su matrimonio había sido duro pero, sinceramente, no había pensado que existieran maltratos físicos. Eso explicaba su comportamiento agresivo con su espacio y su privacidad.
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