sábado, 8 de octubre de 2011

Undress for me cap 7


Era la primera vez que Liam expresaba su interés sexual en mí y, debido a lo interesada que yo empezaba a sentirme por él en ese aspecto, su afirmación me sorprendió. La chocante admisión verbal de nuestra obviamente mutua atracción me había despojado de mi nerviosismo anterior, y había introducido una nueva tensión. 

Aquel hombre ya no era solo un hombre que quería que posara desnuda para él.
Liam Hemsworth, ahora, era un hombre que quería desnudarme con propósitos sexuales. Unos propósitos de los que yo habría disfrutado, bajo otras circunstancias. Pero no en aquella situación, yo no tenía el control.
Jugueteé con el cinturón de la bata, con dedos temblorosos. El doble nudo no era suficiente.
—No puedo.
Levanté la mirada y miré su rostro.
Estaba observándome, confuso.
—¿Me tienes miedo?
La pregunta, hecha con tanta dulzura, fue como una cuchilla sobre mi piel. Es difícil comprender cómo es posible que las palabras puedan traspasarte tan profundamente, y tan rápido. No le tenía miedo, al menos no físicamente. Sin embargo, emocionalmente, él representaba un mundo de sensualidad y placer que me había estado negando durante mucho tiempo.

Liam Hemsworth era todo lo que había buscado siempre en un hombre: fuerte, inteligente, arrogante, con talento y tremendamente atractivo. Su elegancia física me ponía nerviosa. Aquel era un hombre que conocía su propio cuerpo y que, además, sabía exactamente cómo usarlo para su propio beneficio. ¿Resultaría ser aquella elegancia y su aparente atención a los detalles más de lo que yo podría soportar? Es decir, si consiguiera encontrar el coraje para seducirlo.
Me aclaré la garganta.
—Éste no es el tipo de relación que tengo normalmente con los artistas.
—Soy consciente de ello.
—Me gustaría decirte que no, y marcharme —Aparté la mirada, enfadada conmigo misma por dejarle saber lo incómoda que me sentía.
—Entonces, ¿por qué no me dices que no, y te marchas?
Me sonrojé y miré la plataforma.
—Perder tu contrato me dañaría profesionalmente.
—¿Y crees que debería sentirme culpable por haberte metido en una situación que encuentras incómoda? —Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró fijamente.
—¿No le sientes culpable? —Levanté una ceja al preguntarle, y no me sorprendió que apartara la mirada. —No pareces el tipo de hombre que normalmente tiene que recurrir a este tipo de cosas para ganarse el tiempo o la atención de una mujer.
—No, podríamos decir que las mujeres se me dan bien.
—Entonces, ¿por qué no me preguntaste? ¿Viniste a Holman sabiendo que querías que posara para ti? —Su expresión lo decía todo. Liam no era un hombre acostumbrado a tener que dar explicaciones.
—Acudí a Holman para mi exposición por ti. Tú eras mi objetivo, Miley. Valoro las piezas que creo. Así que, por supuesto, quiero que se muestren en la mejor galería posible, pero podría haberlo hecho en cualquier otra galería de la ciudad.
—¿Por qué no me preguntaste? —demandé de nuevo, más furiosa que antes por su maniobra de prepotencia.
—Porque me habrías dicho que no.
—Así que forzaste una situación en la que no podría rechazarte —Me giré y me alejé de la plataforma. —¿No crees que esto hace que la situación dé un giro?
—Quizá. Pero no dejo que mis escrúpulos morales se interpongan en el camino para conseguir lo que quiero.
Estaba segura de eso. Alejándome más de él, me detuve frente a una estantería casi vacía que había junto a una de las paredes. Un sencillo trozo de terciopelo, en una de las baldas, sostenía ocho mujeres en miniatura. Cada una era única y estaba bellamente tallada.
—¿Qué es esto?


—¿Qué es esto?
—Forman parte de un proyecto en el que estoy trabajando para mi abuelo.
Lo miré un momento, y dejé que mi mirada volviera a las figuras mientras él se aproximaba.
—Son preciosas.
—Gracias —Cogió la primera pieza, tallada en palo de rosa. —Ésta es mi abuela, Mari. Llegó a Estados Unidos solo con un hatillo de ropa a su espalda, y una niña. Había escapado de China en un momento en el que parecía imposible. Una vez aquí, trató de encontrar al padre de su hija
—¿A tu abuelo?
—No. Mi tía Jia es totalmente china —Cogió otra talla. —Ésta es ella. Es médico en Nueva York. Cuando mi abuela se dio cuenta de que nunca encontraría a su amante, aceptó un trabajo en un supermercado de Chinatown. Mi abuelo la encontró allí y, según dice, inmediatamente sintió un deseo irrefrenable por ella. Ese deseo se convirtió rápidamente en amor. Le prometió el mundo, y aceptó a su hija de dos años como si fuera suya. No han pasado ni una sola noche separados, durante todo su matrimonio.
»Su relación no fue fácil. Tuvieron problemas, pero se las arreglaron para sobrevivir. Tuvieron tres hijos y una hija —Rozó la tercera figura femenina con un dedo dubitativo. —Mi madre, Grace, era su hija. Las otras mujeres son las esposas de mis tíos.
—¿No tuvieron nietas?
—Todos fuimos chicos —se rió suavemente. —Aunque el abuelo espera que algún día yo tenga una hija. Tiene ciento dos años y, como puedes imaginar, está impaciente por que cubra esa demanda.
—¿Cuándo piensas entregarle las figuras?
—La próxima vez que vaya a Nueva York —Se aclaró la garganta. —Deberíamos empezar a trabajar.
Pasé junto a él y caminé hasta la plataforma.
—No estoy segura de poder hacer esto.
—No te voy a hacer daño.
—Todos los hombres dicen eso —Me obligué a quedarme quieta mientras caminaba hacia mí. Se detuvo cuando estaba a punto de tocarme.
—Yo no soy como el resto de hombres de tu vida.
—Ya lo sé —No era como nadie que hubiera conocido antes. Tomé aire profundamente. ¿Cuánto tardaremos?
—Las primeras dos sesiones serán de unas dos horas.
Dos horas. 

Ciento veinte mininos desnuda con un hombre al que no conocía. Tomé aire, y me obligué a mirarlo a la cara. Me pregunte si Liam pensaría que estaba loca. Jabón y un ligero toque de aftershave acariciaron mis sentidos.

Su aroma era masculino, pero había algo más. Después de un momento, lo localicé. Olía a madera de sándalo y a almizcle egipcio. Me humedecí el labio superior. Tomando mi mano, me guió cuidadosamente hacia la plataforma y me ayudó a subir a ella. Sus dedos se libraron rápidamente de mi nudo de seguridad. Abrió la bata y la dejó caer por mis hombros.

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