Después del trabajo, corrí a esconderme en mi apartamento. Llevaba dos años viviendo en Boston, y había utilizado ese tiempo para crear un espacio que era único, y solo mío. El apartamento tenía cuatro habitaciones, Incluyendo la cocina y el enorme baño. Mis muebles eran modernos sin ser incómodos, y había usado un color crema en cada habitación. Podría admitirme a mí misma que mi apartamento era mi santuario lejos del mundo. Había aprendido, por las malas, lo cruel que puede ser la vida.
Me quité los zapatos y los dejé junto a la puerta. Después de echarle un vistazo a la correspondencia y tirar la publicidad a la basura, llevé el resto a la mesa de la cocina y me senté. El primer sobre era de Nueva York, y tenía la dirección de mi ex-novio Justin en el remite. Mi relación con Justin había sido una de las pocas de mi vida que se había convertido en amistad cuando el sexo se terminó. Parecía una invitación de boda. Lo era.
Fruncí el ceño mientras leía los detalles, y luego la tiré sobre la mesa. Sabía que no podía ir. Volver a Nueva York, aunque fuera para la boda de un amigo, era completamente imposible para mí.
La invitación de boda me había incomodado, y sabía por qué. Era egoísta y terriblemente cruel, pero me dolía que Justin hubiera encontrado a alguien con quien compartir su vida. Aunque sin duda se lo merecía. Justin era el mejor hombre que había conocido. Una parte muy egoísta de mí esperaba que siguiera bebiendo los vientos por mí. Enfadada conmigo misma, me froté la cara.
Me levanté, me hice un sándwich y volví a la mesa. Entonces abrí el resto de correo, hasta que solo me quedó un enorme sobre del museo para el que había trabajado en Nueva York. Temerosa, lo abrí y esparcí el contenido sobre la mesa. No recordaba haberme inscrito en la lista de correo del museo con la dirección de mi casa, pero debía de haberlo hecho. Había sido un error estúpido. Los brillantes folletos publicitarios se deslizaron uno sobre otro cuando cogí un comunicado de prensa con una foto de Jeff King en él. Había sido ascendido, y ahora tenía el puesto que yo había dejado hacía más de dos años.
Dios, lo odiaba, Me pregunté si llegaría el día en el que podría mirar su rostro y no sentir sus manos destrozándome las entrañas. Casi podía oler su colonia. Me enfurecía que simplemente su fotografía tuviera el poder de invadirme y herirme.
El teléfono sonó mientras masticaba el resto de mi sándwich. Salté sobre él inmediatamente, aliviada.
—¿Diga?
—Hola. ¿Qué te vas a poner esta noche para ir a ver a Hemsworth? ¿Vas a ponerte la ropa interior a juego? Ponte el perfume que compramos en el centro comercial la semana pasada, el que lleva el nombre de aquella cantante —Jane hizo una breve pausa. —Oye, ¿estás ahí?
—Sí. Voy a ponerme el vestido azul, y tengo planeado ponerme ropa interior a juego, y nada de perfume.
—Oh, ¡venga, Miley!
—Jane, no tengo intención de seducir o provocar a Liam Hemsworth —Miré la cocina y el correo que había dejado sobre la mesa.
—Si no echas un polvo pronto voy a tener que renovar mi suscripción del Penthouse Forum.
Me reí, divertida por su tono malhumorado.
—¿Por qué no sales tú, y echas un polvo? Joder, echa otro por mí, ya puestos.
Jane resopló y después suspiró profundamente.
—Los tíos dan asco, Miley. Debería empezar a ir a los bares gay, e intentar encontrar un amigo gay y una amante lesbiana. Entonces podría fingir que estoy en una serie de televisión, y no volvería a preocuparme por la aburrida vida real.
Me incliné sobre la encimera.
—Tú y yo sabemos que no vas a olvidarte de los hombres. Sin embargo, una noche salvaje con una mujer ampliaría tus horizontes.
Se rió, y casi pude verla encogiéndose de hombros. A pesar de su bravuconería y encanto, Jane era bastante dócil, y dudaba que se permitiera estar con otra mujer. Charlamos durante algunos minutos más, me recordó de nuevo que me pusiera perfume, y entonces terminamos la llamada. Apreciaba a Jane. Las amigas siempre habían sido una excepción en mi vida, pero eso no significaba que fuera a ducharme en colonia.
Dejé el teléfono de nuevo en su base y me acerqué a la mesa. El atractivo y cruel rostro de Jeff King me devolvió la mirada. Haciendo una mueca, cogí la foto y la rasgué por la mitad. No significaba nada para mí. Tenía que creer eso. Lo había dejado atrás... a él, y a aquella vida.
A las cuatro y media de la tarde, me obligué a meterme en la ducha. Debajo del agua fría de la ducha de masaje, intenté, en vano, aclarar mi mente. La verdad era que, teniendo en cuenta lo fascinante y atractivo que era Liam Hemsworth, yo sabía que era demasiado peligroso involucrarme con él. No era el tipo de peligro que marca y daña, sino la clase de peligro que hace que la sangre hierva y la carne se caliente por la impaciente pasión.
Me apoyé en la pared de azulejos de mi placa de ducha, y cogí la alcachofa de su soporte. Aclaré el jabón de mi cuerpo despreocupadamente, y después deslicé el vibrante chorro entre mis piernas. El agua fría se abalanzó contra el calor de mi sexo, haciendo que mi clítoris latiera con el dulce dolor de la excitación sexual. Con el pulgar, cambié los ajustes de la ducha y presioné con mayor firmeza contra mis labios. El agua golpeó mi clítoris de nuevo mientras movía lentamente la ducha alrededor.
¿Sería Liam el tipo de hombre que disfrutaba del placer de una mujer tanto como del suyo propio? ¿Se moverían sus manos sobre la piel con conocimiento y habilidad? Me presioné contra la pared, con toda mi fuerza, y dirigí de nuevo el agua hacia mi clítoris. Me imaginé una lengua moviéndose sobre mí, lamiendo mi sexo, y después subiendo para acariciar y rozar mi clítoris. El peligroso y estimulador placer del roce de los dientes, y después los firmes labios succionando.
Cerré los ojos. Tensé las piernas. Me corrí. El orgasmo azotó mi clítoris. Mis entrañas se tensaron en respuesta. El interior de mi vientre discordaba con la respuesta de mi cuerpo al incesante flujo de agua. ¿Había pasado tanto tiempo desde que un hombre me había llenado? Quería un hombre, y no era tan tonta como para creer que valdría cualquiera. Quería a Liam. Sintiéndome momentáneamente débil, volvía colocar la ducha en el soporte, y respiré profundamente.
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